| I. Una visión sobre la experiencia adquirida. Treinta años después de su creación el Mercosur 
        requiere adaptar, en la perspectiva de sus objetivos fundacionales, algunos 
        de sus instrumentos y métodos de trabajo a nuevas realidades globales 
        y de sus países miembros.  Por momentos la credibilidad del Mercosur está afectada por posiciones 
        que se observan en sus países miembros sobre cuestiones relevantes 
        para su funcionamiento, tales como la efectividad de su arancel externo 
        común, y la posibilidad que países miembros individuales 
        puedan concluir acuerdos preferenciales bilaterales con terceros países. 
        Según se la conciba, es una posibilidad que podría requerir 
        modificaciones incluso sustanciales del Tratado de Asunción, especialmente 
        en conceptos centrales del pacto fundacional, tales como el de "arancel 
        externo común", "unión aduanera" y "mercado 
        común".  El Mercosur se construye en torno a dos ideas complementarias. Una es 
        la creación de un espacio regional que, por su exclusividad resultante 
        de la fórmula empleada -unión aduanera- facilite el trabajo 
        conjunto cuando se negocian preferencias comerciales con otros países. 
        La otra es una inserción en el sistema comercial internacional 
        que incentive la inversión productiva, y el desarrollo económico 
        y social en sus países miembros. Al menos en tres planos cabría introducir mejoras en sus objetivos 
        y funcionamiento. Uno es el de los métodos de concertación 
        de intereses nacionales para la adopción de decisiones conjuntas 
        que sean efectivas y eficaces. El otro es el del pleno aprovechamiento 
        del instrumento de acuerdos sectoriales previsto en el Tratado de Asunción 
        y en la Decisión nro.3 adoptada en 1991 por el Consejo de Ministros 
        del Mercosur. Y el tercero es la incorporación de nuevas cuestiones 
        de trabajo conjunto, entre otras, las relacionadas con cambio climático, 
        comercio digital e inteligencia artificial. Son planos que deben abordarse con una estrategia activa de negociaciones 
        comerciales simultáneas con países desarrollados y en desarrollo. 
        En ella cabe incluir, la negociación de acuerdos de comercio e 
        inversión con los principales mercados del mundo (China y los EEUU), 
        a los que debe sumarse la culminación del acuerdo con la UE. Quizás 
        haya llegado el momento adecuado para que el Mercosur concrete el objetivo 
        de desarrollar la negociación de acuerdos de comercio preferencial 
        o de libre comercio con cada uno de los tres grandes protagonistas del 
        comercio mundial, sin perjuicio de hacerlo con otros países con 
        grandes mercados, tales como, entre varios otros, Japón, Gran Bretaña, 
        India, Canadá. Corea del Sur, Australia y Rusia. A ellos deberían agregarse las ampliaciones de mercados que resulten 
        del aprovechamiento del potencial subutilizado de la ALADI, así 
        como los que deberían resultar de acuerdos preferenciales o de 
        libre comercio que se impulsen y concluyan, entre otros, con los países 
        de la ASEAN y de la Unión Africana. Recordemos que al firmarse el Tratado de Asunción que creó 
        el Mercosur, se optó en forma explícita por una unión 
        aduanera con un arancel externo común y negociación conjunta 
        con terceros países, y no por una zona de libre comercio. Los artículos 
        1 y 5 del Tratado contienen los principales elementos del alcance del 
        pacto firmado. Y la idea central de tal pacto, se refleja en el artículo 
        2 que establece la reciprocidad de derechos y obligaciones entre los países 
        miembros como compromiso principal. A fin de facilitar un debate racional entre los socios y contar con una 
        amplia y diversa participación ciudadana, corresponde tener en 
        cuenta algunos de los siguientes elementos que permiten entender el necesario 
        diálogo sobre el Mercosur y su futuro: 
         Si bien el Tratado de Asunción incluye como elemento central 
          un sistema de preferencias comerciales recíprocas, tiene otras 
          dimensiones políticas y económicas que son tan profundas 
          que las preferencias comerciales. Ellas penetran hondo en la historia 
          de las relaciones entre un grupo de países, muchas veces más 
          marcadas por tendencias al conflicto que a la cooperación. Y 
          sobre todo, implicó afirmar la idea de trabajar juntos para promover 
          una inserción internacional inteligente, efectiva y eficaz de 
          cada uno de los países miembros del Mercosur.
 
 A más de treinta años de firmado el Tratado de Asunción, 
          mantienen vigencia los elementos que hacen a la dimensión existencial 
          del Mercosur. O sea, al por qué trabajar juntos. Se preserva 
          el compromiso de que naciones contiguas que comparten su pertenencia 
          a una región de fuerte potencial y ricas diversidades, trabajen 
          juntas para potenciar su desarrollo económico y social, fortalecer 
          sus sistemas políticos, y lograr una inserción competitiva 
          en el sistema internacional, que sea efectivamente funcional a sus intereses 
          y posibilidades.
 
 Las diferencias más notorias se observan con respecto a la 
          dimensión metodológica, esto es a cómo trabajar 
          juntos. Por lo demás, suelen ser diferencias naturales en todo 
          proceso voluntario de integración entre naciones soberanas que 
          no se plantean dejar de serlo. El objetivo, por el contrario, es compartir 
          el ejercicio de sus respectivas soberanías sin perder sus individualidades 
          como naciones.
 
 Al crearse instituciones y reglas comunes, ellas requieren disciplinas 
          colectivas que son las que permiten llevar adelante la construcción 
          de la integración que se valora.
 
 Tal construcción puede llevar tiempo, incluso más que 
          el imaginado. De ahí que pueda ser necesario adaptar los pasos 
          de aproximación a los objetivos concertados. Y el camino hacia 
          las metas perseguidas puede requerir de adaptaciones frecuentes. 
 
 Los problemas no provienen de la necesidad de una adaptación 
          continua de un proceso de integración entre naciones y de su 
          relato a los cambios de las realidades, en los países participantes 
          y en el entorno regional y global en el que se insertan. Los verdaderos 
          problemas suelen resultar, por lo contrario, de las deficiencias de 
          los métodos que se emplean para eventualmente re-orientar el 
          recorrido del camino trazado o para revisarlo cuando fuere necesario 
          por el peso de las realidades. 
 
 Tales problemas suelen poner en evidencia insuficiencias de los métodos 
          empleados para concertar decisiones conjuntas o para asegurar su puesta 
          en práctica. O pueden exteriorizar deficiencias en la elaboración 
          de las posiciones nacionales con respecto a los desafíos que 
          surgen de la evolución de las realidades. También pueden 
          resultar, entre otros factores, de deficiencias de diagnósticos 
          sobre tales realidades, que pueden provenir, sea de los actores gubernamentales 
          o del propio sector empresario, o de los múltiples y diversos 
          sectores sociales. 
 
 Las deficiencias metodológicas pueden ser resueltas con modificaciones 
          a las reglas y disciplinas comunes pactadas, incluyendo las del propio 
          pacto constitutivo. 
 
 Si un país percibe dificultades para introducir modificaciones 
          en la dimensión metodológica y considera que ello puede 
          afectar sus intereses nacionales, tiene siempre la opción existencial 
          de retirarse del proceso de integración. 
 
 En la perspectiva de lo antes esbozado, cobra toda la importancia 
          que tiene en un proceso de integración como el del Mercosur, 
          el buen diagnóstico que se pueda realizar sobre cuáles 
          son sus dificultades prácticas para navegar un mundo en continuo 
          proceso de cambio. Requiere tener en cuenta la perspectiva nacional 
          de los países socios. 
 
 Asumiendo que un diagnóstico fuera correcto, no sería 
          ello suficiente. Lo que se requiere para encarar crisis metodológicas, 
          sobre todo si tienen potencial para derivar en crisis existenciales, 
          son mecanismos efectivos y eficaces de concertación de intereses 
          nacionales en función de los percibidos como comunes. Implica 
          otros factores, tales como el liderazgo político al más 
          alto nivel de los países miembros, la capacidad de concertación 
          inserta en los órganos comunes y, en especial el protagonismo 
          de los múltiples sectores económicos y sociales.
 
 Los momentos críticos de los procesos de integración, 
          tal los casos de las experiencias bien diferentes de la UE como las 
          del Mercosur, entre otras, ponen de manifiesto que es en la capacidad 
          de concertación que posea el principal órgano común 
          y en la calidad del liderazgo político existente en los países 
          miembros, que residen principales factores de una metodología 
          eficaz, que permita lograr los objetivos procurados y evitar que se 
          profundicen las eventuales crisis existenciales. Hay por cierto otras cuestiones relevantes a abordar. Pero las mencionadas 
        son las que, tras casi treinta años de desarrollo del Mercosur, 
        parecería conveniente tener presente, especialmente en las conversaciones 
        al más alto nivel político.
 
 II. Una visión hacia el futuro del Mercosur.
 A la luz de los actuales problemas del Mercosur y de la experiencia adquirida,, 
        al menos tres escenarios se pueden visualizar como posibles con respecto 
        a su futuro desarrollo. Por cierto que no son los únicos, ni son 
        todos ellos deseables: 
         Un primer escenario posible estaría dado por la reafirmación 
          de los compromisos principales asumidos cuando se firmó el Tratado 
          de Asunción, esto es, la de entender la unión aduanera 
          como base necesaria para la construcción gradual de un mercado 
          común. Implicaría, por cierto, ajustar muchos de los pasos 
          que sería necesario dar en adelante para lograr tal objetivo, 
          que incluso podrían requerir acordar modificaciones o complementos 
          del Tratado de Asunción, pero preservando los rasgos fundamentales 
          de una unión aduanera y de un mercado común. Por la flexibilidad 
          resultante de los compromisos asumidos, abre opciones en cuanto a cómo 
          concretar el pleno desarrollo de sus objetivos fundamentales, y con 
          respecto a los plazos para logarlos. No excluye la posibilidad de tratamientos 
          diferenciales, utilizando uno de los instrumentos del Tratado de Asunción 
          -los acuerdos sectoriales-, o que se contemple la situación específica 
          de los países de menor dimensión y grado de desarrollo 
          económico relativo. Pero excluye posibilidad de que un país 
          miembro procure negociar acuerdos comerciales preferenciales bilaterales 
          con terceros países, en contradicción con lo pactado en 
          el Mercosur.
 
Un segundo escenario sería el que se haya llegado a una situación 
          que se pueda identificar como "el comienzo del fin del Mercosur", 
          al menos en la perspectiva de lo que se entendió que se estaba 
          impulsando cuando en los años 1990-1991 se negoció y se 
          firmó el Tratado de Asunción. Concretamente, en el momento 
          fundacional se entendió que era factible y conveniente, iniciar 
          el recorrido de un camino que implicaba la creación y desarrollo 
          gradual de un mercado común. Para ello los cuatro países, 
          se comprometieron explícitamente a dar los pasos necesarios para 
          tornar reales los elementos de una unión aduanera, como base 
          para la construcción de ese mercado común. Treinta años 
          después tales pasos no se han podido desarrollar plenamente. 
          La unión aduanera formalmente existe, aun cuando esté 
          lejos de perfeccionarse. Pero el compromiso asumido sigue vigente.
 Sin embargo, lo que se puede observar, en la actualidad son signos que 
          alimentan las dudas sobre que la posibilidad o la voluntad de cumplir 
          con lo comprometido realmente existan, al menos en todos los países 
          miembros. Por el momento no parecerían existir en ninguno de 
          los socios señales claras, de que eventualmente pudieran preferir 
          optar por dejar formalmente de lado lo comprometido en el Tratado de 
          Asunción. Pero tampoco cabría descartar comportamientos 
          que, al menos de hecho, conduzcan en la práctica a "licuar" 
          lo pactado. Esto es a introducir y legitimar elementos que signifiquen, 
          en la práctica, dejar de lado los compromisos firmes establecidos 
          en el Tratado, sin modificarlos formalmente. Un ejemplo al respecto 
          podría provenir del alcance que se le atribuya a los planteamientos 
          orientados a "flexibilizar" el objetivo de una "unión 
          aduanera", de tal forma que, en la práctica, se lo transforme 
          de hecho en una "zona de libre comercio". En tal caso cada 
          uno de los países miembros podría, eventualmente, considerar 
          posible concertar formalmente acuerdos bilaterales de comercio preferencial 
          con terceros países y, en especial, con aquellos que tienen grandes 
          mercados, como podrían ser, por ejemplo, los Estados Unidos, 
          o China, o Japón, entre otros. Ello en lugar de plantear la iniciativa 
          de negociaciones comerciales preferenciales que desarrolle formalmente 
          el Mercosur con las grandes economías del mundo, incluyendo a 
          China y a los EEUU, tal como se hizo al negociarse el acuerdo aún 
          no concluido con la UE.
 
 
 Un tercer escenario sería el que un país opte por retirarse 
          del Mercosur, conforme a lo previsto explícitamente en el Tratado 
          de Asunción.  Las incertidumbres que se observan con respecto al Mercosur, como un 
        ámbito atractivo para realizar nuevas inversiones productivas, 
        son muchas y variadas. Que sean muchas no debe llamar la atención, 
        ya que el nuevo entorno internacional -y no sólo como efecto del 
        impacto de la actual pandemia- ha acrecentado el grado de incertidumbre 
        con respecto a muchas economías, especialmente aquellas en desarrollo 
        y no sólo las del Mercosur o las de América Latina. Y que 
        sean variadas tampoco debe sorprender. Ya que tienen a veces raíces 
        políticas, otras económicas, y muchas veces las dos al mismo 
        tiempo. Pero la flexibilidad para que países miembros pudieran encarar 
        distintas modalidades de acuerdos comerciales preferenciales con otros 
        países, sería sólo uno de los aspectos del funcionamiento 
        del Mercosur que requiere atención prioritaria.  Las deficiencias metodológicas pueden ser resueltas con modificaciones 
        a las reglas y disciplinas comunes pactadas, incluyendo si fuere necesario, 
        las del propio pacto constitutivo. En la perspectiva de los antes esbozado, cobra toda la importancia que 
        tiene en un proceso de integración como el del Mercosur, el buen 
        diagnóstico que se pueda realizar sobre cuáles son sus dificultades 
        prácticas para navegar un mundo en continuo proceso de cambio. 
        Es un diagnóstico que requiere tener en cuenta tanto la perspectiva 
        nacional de cada uno de los países que participan del proceso, 
        como la perspectiva común entendida desde el propio proceso de 
        integración, en este caso, desde el Mercosur. Asumiendo que un diagnóstico fuere correcto, no sería por 
        cierto ello suficiente. Lo que realmente se requiere para encarar crisis 
        metodológicas en un proceso de integración, sobre todo si 
        tienen potencial para derivar en crisis existenciales, son mecanismos 
        eficaces de concertación de intereses nacionales en función 
        de los percibidos como comunes. Rresulta oportuno entonces destacar tres cuestiones que pueden ser relevantes 
        para modernizar el Mercosur, y restablecerle un grado aceptable de credibilidad 
        y de eficacia. Son en las realidades, cuestiones directamente dependientes 
        de factores humanos. Una primera cuestión se refiere a las metodologías de apertura 
        de los respectivos mercados con su incidencia en las negociaciones comerciales 
        internacionales. La segunda es la metodología institucional -incluyendo 
        la capacidad para ejercer la necesaria función de concertación 
        de los intereses nacionales- que se aplica para la adopción de 
        decisiones conjuntas, que también inciden en el desarrollo de la 
        agenda de negociaciones comerciales con otros países. Y la tercera 
        es la metodología que se emplea para asegurar que el proceso de 
        integración esté basado y, por ende, orientado en reglas 
        de juego comunes. Por cierto que hay otras cuestiones relevantes a abordar. Pero las tres 
        mencionadas son las que, tras casi treinta años de desarrollo del 
        Mercosur, parecería conveniente tener presente, especialmente en 
        las conversaciones al más alto nivel político.  Pero sobre todo requiere de voluntad social y de capacidad para generar 
        "solidaridades de hecho". Voluntad social de los distintos sectores 
        de una sociedad, especialmente de los mayoritarios. Sea ello por convicción 
        o por falta de opciones razonables. Y "solidaridades de hecho", 
        en el sentido planteado en su momento por Jean Monnet -uno de los padres 
        fundadores del proceso de integración europea-, referido a la generación 
        de factores que tornen costoso el intentar desatar vínculos generados 
        por la realidad del trabajo conjunto entre un grupo de países. III. Preguntas relevantes para una reflexión sobre el futuro del 
        Mercosur.
 Para concluir cabe formular algunas preguntas que requieren ser respondidas 
        para reflexionar sobre el futuro del Mercosur. Entre otras ellas pueden ser:  
         Trabajar juntos es un desafío para países de la región 
          latinoamericana, que se ha acrecentado por la experiencia acumulada 
          en el período de la pandemia COVID-19. En un mundo más 
          poblado y conectado, la Argentina y los países de la región 
          estarían en condiciones de desarrollar, en base a la experiencia 
          acumulada y a sus ventajas competitivas, estrategias de alianzas múltiples 
          con todos los países del mundo, especialmente con aquellos con 
          los cuales se comparten intereses concretos. ¿Es tan así? 
          Y, en tal caso, ¿cuáles serían los pasos a dar 
          que permitirían tener una participación más activa 
          y eficaz en el desarrollo de un comercio mundial funcional a sus necesidades 
          e intereses? ¿Qué aportes podríamos hacer para 
          acrecentar la solidaridad y eficacia en el funcionamiento de los acuerdos 
          comerciales de alcance global y en especial de la OMC? La OMC está 
          en crisis, entre otros factores, por la situación que atraviesa 
          su mecanismo de solución de controversias. ¿En qué 
          forma y con que propuestas los países de la región miembros 
          de la OMC, podrían contribuir a acrecentar la efectividad y eficacia 
          del sistema multilateral de comercio mundial?
 
 El regionalismo es visualizado en el plano comercial y del desarrollo 
          económico como un complemento del multilateralismo comercial 
          global, y también como resultado de esfuerzos entre países 
          de una región para adelantar procesos que sean convergentes con 
          el fenómeno global. ¿Es ésta una visión 
          realista sobre la integración regional? Si lo fuere ¿cómo 
          tornarla efectiva? ¿Cómo lograr una articulación 
          eficaz de los distintos procesos de integración latinoamericana, 
          con una estrategia de "convergencia en la diversidad", que 
          tome en cuenta diferentes realidades, visiones e intereses que se observan 
          entre los países de la región? ¿Qué papel 
          pueden desempeñar al respecto los organismos de alcance regional 
          existentes, tales como, entre otros, la ALADI, el SELA y la CELAC? 
 
 Tanto desde el punto de vista de la organización de la producción 
          y del comercio (cadenas regionales de valor y también las globales), 
          como desde el del fortalecimiento de los espacios institucionales de 
          negociación comercial, existiría cierto consenso respecto 
          a que en el escenario post COVID-19, lo "regional" tenderá 
          a profundizarse. ¿Es ésta una visión realista? 
          Si lo fuere ¿cuáles son pasos que habría que dar 
          para fortalecer, tanto desde un punto de vista existencial (porqué 
          trabajar juntos) como metodológico (cómo trabajar juntos), 
          los procesos de integración regional en América Latina, 
          en una forma compatible con las reglas de juego del sistema multilateral 
          del comercio global, especialmente del artículo XXIV del GATT 
          OMC y de la Cláusula de Habilitación de la OMC?
 
¿Cómo acentuar los necesarios esfuerzos para el desarrollo 
          de la conectividad física entre los países de la región 
          y de cada una de sus subregiones, especialmente en función de 
          las estrategias de conexión de los diferentes mercados nacionales 
          y de sus respectivos sistemas productivos? ¿Qué papel 
          pueden seguir desempeñando los organismos de financiamiento internacional 
          en los que participan los países latinoamericanos?
 
 Una estrategia de inserción activa en el sistema comercial 
          internacional requiere de un diagnóstico permanentemente actualizado 
          de factores que permiten anticipar cambios que puedan ser significativos, 
          tanto en el plano global como en los múltiples y diversos planos 
          regionales. ¿Cómo podría desarrollarse una cooperación 
          más eficiente entre las instituciones que en la región 
          están en condiciones de ofrecer tales diagnósticos? ¿Qué 
          papel pueden desempeñar los diferentes espacios de pensamiento 
          orientado a la acción? |