| ¿Cómo desarrollar estrategias para aprovechar oportunidades 
        resultantes de profundos cambios en el mundo que nos rodea? Negar la profundidad 
        de tales cambios o no entender su dirección y alcances, sería 
        negativo para nuestro país.  Al menos tres factores explican nuevos escenarios internacionales con 
        impactos en el valor relativo que un país tiene para otros.  Uno es la población mundial. No sólo más gente, 
        sino que el crecimiento demográfico y las pirámides de edades, 
        generan un mapeo poblacional con marcadas diferencias a los del pasado. 
        En términos relativos países de Asia, África y América 
        Latina, adquieren hoy un protagonismo creciente en las relaciones internacionales, 
        sean políticas, económicas o culturales. Es una población 
        en la que la distribución del ingreso da lugar a un fenómeno 
        con incidencia en comportamientos sociales, expectativas de vida, y niveles 
        de consumo. Es el del crecimiento de la clase media urbana, con capacidad 
        de consumo, nivel de información sobre sus opciones y, por ende, 
        empoderamiento relativo, imposibles de ignorar en las estrategias de inserción 
        en el mundo de cualquier país. El otro es la conectividad de naciones y mercados. Conexión física, 
        pero también económica y cultural. Por los cambios tecnológicos 
        el mundo está más conectado. Bienes y servicios, ideas y 
        valores, costumbres y pautas de consumo, tienden a asimilarse y, a la 
        vez diferenciarse, en buena medida por factores culturales. Es un mundo 
        que al estar más conectado, es más similar en muchos aspectos 
        y más diferenciado en prioridades y expectativas. Entenderlo es 
        una necesidad creciente para quienes intenten competir con éxito 
        por los mercados mundiales. Y el tercer factor es que todos los protagonistas -naciones o regiones, 
        consumidores o productores, empresas o ciudadanos- perciben múltiples 
        opciones para lograr sus objetivos. Entender la dinámica de tales 
        opciones será en adelante condición necesaria para competir 
        y negociar. Lo dicho señaliza la entrada en un mundo dinámico, complejo 
        e impredecible. Requerirá conciliar visiones e intereses de corto 
        plazo, con los del muy largo plazo. Requerirá identificar y valorar, 
        todas las opciones factibles. Y también capacidad de prever y captar 
        a tiempo continuos desplazamientos de ventajas competitivas entre naciones, 
        originados en cambios tecnológicos, en variaciones del poder relativo 
        de los protagonistas, o en transformaciones culturales que incidan en 
        valores y prioridades en distintas naciones. Tres consecuencias pueden extraerse para la estrategia internacional 
        de la Argentina. Una es la necesidad de tener diagnósticos de calidad 
        sobre cambios que se operan en todas las regiones y países, pero 
        con incidencia potencial en la capacidad de la oferta argentina para competir 
        en sus mercados. Implica esfuerzos organizativos para aprovechar la capacidad 
        instalada en el plano académico en todos sus niveles.  Otra es el desarrollo de capacidades de negociar en todo el mundo a la 
        vez. Implica no privilegiar uno u otro. Para un país con las ventajas 
        que tiene la Argentina, todo país es valioso. No es fácil. 
        Implica superar tendencias a priorizar tal o cual protagonista por razones 
        históricas, culturales o, peor aún, ideológicas. 
        Estrategias negociadoras que privilegien un país o una región 
        con respecto a otras, no son recomendables para un país lejano 
        a las líneas de alta tensión internacional, que por sus 
        recursos naturales, su experiencia empresarial y laboral, su talento y 
        creatividad, su diversidad cultural y étnica, tiene lo necesario 
        para ser valorado por un espectro amplio de naciones y mercados. Para 
        la Argentina, contraponer en la región el Atlántico y el 
        Pacífico, en el mundo Europa, EEUU o China, o tal o cual países 
        desarrollado o en desarrollo, no es recomendable. Y la tercera es la de articular esfuerzos sociales en torno a objetivos 
        de inserción internacional, que reflejen una visión asertiva 
        de lo que el país aspira a lograr. |