| 1. ¿Hacia una renovación de la idea de integración 
        regional latinoamericana? Durante las últimas seis décadas los países latinoamericanos 
        han acumulado un rico acervo de distintos tipos de procesos de integración 
        regional. Un rasgo común a esos procesos ha sido el de una distancia, 
        a veces grande, entre resultados concretos logrados y objetivos formales 
        propuestos, que a veces eran muy ambiciosos. Ello ha contribuido incluso, 
        a un cierto escepticismo social sobre la viabilidad de la idea de integración 
        regional, especialmente cuando es entendida en el sentido de la superación 
        de los respectivos espacios nacionales, fuere ello en el plano económico 
        -expresado, por ejemplo, en el concepto de un mercado común o de 
        una unión económica- y más aún, en el político 
        -expresado por ejemplo, en el concepto de una comunidad supranacional-. Como ocurriera en otras oportunidades, los países de la región 
        se están planteando el interrogante sobre cuáles podría 
        ser alternativas que se abren para continuar desarrollando sus objetivos 
        de una mayor integración económica. Y no necesariamente 
        la vinculan a la idea de una nueva unidad económica o política 
        superadora de los espacios nacionales.  El concepto de integración, está crecientemente asociado 
        al trabajo conjunto entre naciones soberanas que no pretenden dejar de 
        serlo y que es, además, voluntario y con vocación de permanencia, 
        con marcos institucionales y reglas de juego comunes que faciliten la 
        conectividad y la concertación, la compatibilidad y la convergencia, 
        entre los respectivos sistemas políticos, económicos y sociales 
        nacionales. Un elemento central de la integración así entendida, 
        es que al ser voluntaria la participación en ella del respectivo 
        país, éste puede optar en algún momento por retomar 
        su total independencia de acción, cualesquiera que fueren los costos 
        de tal decisión. Distintos ejemplos ilustran que ello es posible, 
        tal los casos del retiro de Chile del Grupo Andino, de Venezuela de la 
        Comunidad Andina de Naciones y, en especial, del denominado Brexit, con 
        el retiro del Reino Unido de la UE. El mencionado interrogante se observa, en especial, en el debate interno 
        de cada país sobre cómo continuar procurando un objetivo 
        de una mayor integración regional. Tal objetivo en general ha tenido 
        una consideración positiva en las respectivas ciudadanías, 
        en la medida que se lo visualice como superador del conflicto y la confrontación 
        entre realidades nacionales contrapuestas. Y, por cierto, en la medida 
        que se perciba su potencial para generar progreso y bienestar para cada 
        una de las respectivas sociedades. Tal interrogante se ha instalado con intensidades diversas, según 
        sea el respectivo país e incluso subregión, por varias razones. 
       Una razón es una percepción generalizada de que los procesos 
        de integración regional no han producido los ambiciosos resultados 
        procurados. Ha sido, en estos últimos años, el caso del 
        Mercosur. Incluso algunos de esos procesos, si bien generaron fuertes 
        expectativas, luego perdieron vigencia y no sólo su eficacia. Fue 
        el caso del Grupo Andino, luego transformado en la Comunidad Andina de 
        Naciones.  Una segunda razón es que también en otras regiones del 
        mundo, procesos de integración regionales como el de la UE, que 
        en su momento fueron presentados como modelos para la región latinoamericana, 
        tanto por su dimensión económica como política, están 
        hoy enfrentando significativas crisis no sólo metodológicas 
        (cómo trabajar juntos) pero incluso existenciales (porqué 
        trabajar juntos). O también negociaciones comerciales inter-regionales, 
        que no han penetrado en la realidad a pesar de la densidad mediática 
        de su período de gestación, tal el caso del Trans-Pacific 
        Partnership (TPP), que ha entrado en una zona de incertidumbre tras el 
        retiro de los EEUU, uno de sus principales países impulsores. Y una tercera razón, es la percepción que los cambios estructurales 
        profundos que se están operando en el sistema multilateral del 
        comercio mundial, institucionalizado primero en el GATT y luego en la 
        OMC, así como el relativo estancamiento de propuestas que aspiraban 
        a ser superadoras de tal sistema de alcance global -tales los casos del 
        TPP y del Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership, que fuera impulsado 
        por los EEUU y por la UE-, requieren ahora la elaboración de propuestas 
        más innovadoras para la integración económica en 
        los espacios regionales e interregionales. E, incluso, pueden requerir 
        un rediseño del actual sistema multilateral del comercio mundial 
        -que proviene de una realidad muy diferente a la actual-, al menos en 
        los que se refiere a lo que pueden ser los acuerdos comerciales preferenciales 
        entre países miembros (artículo XXIV del GATT), a fin de 
        evitar que conduzcan a una fragmentación de la economía 
        global.  Esas tres razones están vinculadas entre sí, al menos en 
        el caso latinoamericano. Hay en América Latina mucha experiencia 
        acumulada en materia de integración regional, pero a la vez, está 
        la percepción de que objetivos y métodos empleados deben 
        ser adaptados ahora a nuevas realidades globales y también a la 
        de los propios países latinoamericanos. Y, asimismo, se han ido 
        erosionando modelos provenientes de otras regiones, o de planteamientos 
        teóricos y prácticos elaborados en realidades políticas 
        y económicas diferentes a las que hoy predominan en el mundo y 
        en la región. 2. ¿Por qué y cómo se desarrolla un proceso de 
        integración regional? Si bien es posible observar hoy un cierto desencanto con respecto a la 
        experiencia de integración regional latinoamericana -desencanto 
        que difiere según sea el proceso concreto del que se trate-, el 
        mismo parecería estar más concentrado en el plano metodológico 
        que en el existencial. El plano existencial se refiere a los factores que impulsan a una acción 
        concertada entre un grupo de países -sean de la región o 
        de algunas de sus subregiones-, que tiene vocación de permanencia 
        e institucionaliza una estrecha cooperación e incluso integración 
        entre sus sistemas económicos y eventualmente políticos. 
        En la experiencia acumulada en distintas regiones del mundo, se observan 
        razones favorables al trabajo conjunto de las respectivas naciones, que 
        pueden ser complementarias. Son razones que estuvieron presentes en experiencias 
        latinoamericanas en las últimas seis décadas. Sin perjuicio de otras, las principales razones han sido -y seguirían 
        siendo hoy- tres. En primer lugar, la de generar condiciones para el predominio 
        de la paz y la estabilidad política entre los países pertenecientes 
        a un mismo espacio geográfico, sea éste el de la región 
        en su conjunto o el de sus diferentes subregiones. En segundo lugar, la 
        de mejor conectar los distintos mercados nacionales y sus respectivos 
        sistemas productivos, a fin de fortalecer las condiciones para el desarrollo 
        económico, social y tecnológico, y para una inserción 
        competitiva en la economía mundial. Y, en tercer lugar, la de generar 
        una plataforma para mejor proyectar las respectivas economías nacionales 
        hacia el resto del mundo, potenciando la capacidad de colocar en terceros 
        mercados, bienes y servicios que sean considerados como competitivos. 
       El plano metodológico se refiere a mecanismos y cursos de acción 
        que permiten desarrollar el trabajo conjunto entre un grupo de naciones 
        soberanas, tornándolo sustentable a través del tiempo. Es 
        aquí donde se observa hoy una mayor necesidad de innovar y de adaptar 
        la integración latinoamericana a realidades globales y regionales, 
        capitalizando la ya larga experiencia adquirida. Es quizás el plano 
        en el cual se observa una mayor obsolescencia de algunos marcos teóricos, 
        conceptos y paradigmas desarrollados en la perspectiva de otros momentos 
        históricos y de otras regiones. Un aspecto controvertible de los enfoques metodológicos que suelen 
        predominar, es considerar que la integración requiere ceder soberanías 
        nacionales. Esto implica en el imaginario colectivo de una nación, 
        compartir no sólo objetivos y políticas pero, sobre todo, 
        transferir a órganos comunes -que se suelen denominar "supranacionales"- 
        las potestades propias de una unidad autónoma de poder en el sistema 
        internacional. Se ha señalado que ello implica construir un espacio 
        de integración regional a partir de hipotéticas racionalidades 
        supranacionales y no de concretas realidades nacionales. Los antes mencionados 
        casos de naciones que optaron por retirarse de un proceso de integración, 
        ilustran sobre que muchas veces se ha confundido el ceder en forma irreversible 
        las competencias soberanas de una nación independiente, con el 
        compartir el ejercicio de tales competencias en órganos comunes 
        a un grupo de naciones que participan en los procesos que conducen a la 
        adopción de decisiones conjuntas, pero preservan el poder de retirarse 
        del pacto de integración, si así lo entienden conveniente. 
        Ello sin perjuicio de los costos políticos y económicos 
        que tal retiro pueda producir al respectivo país o al conjunto 
        de países asociados. 3. ¿Qué factores pueden tornar sustentables un proceso 
        de integración? Las experiencias acumuladas por los países latinoamericanos en 
        las últimas seis décadas, como también las de otras 
        regiones y, en especial, la de la integración europea, permiten 
        apreciar algunos factores que más pueden contribuir a la sustentabilidad 
        a través del tiempo de un proceso de integración regional.Sin perjuicio de otros, los factores que se enuncian a continuación 
        parecen ser los que más pueden incidir -por su presencia, su ausencia 
        o su debilidad- en que un proceso de integración regional sea sustentable 
        en el largo plazo, más allá de sus eventuales avances y 
        retrocesos:
 
        La existencia de estrategias nacionales de cada uno de los países 
          participantes del proceso de integración. Es un requerimiento 
          esencial si se valora una construcción impulsada desde abajo 
          y no desde arriba, como podría ser el caso en el que algún 
          país -perteneciente o no al grupo que aspira a integrarse- o 
          un organismo internacional, genere presión para que el grupo 
          de países se integre y, a tal efecto, provee los recursos que 
          puedan considerarse necesario. Una construcción "bottom-up", 
          por el contrario, requiere que el impulso a la integración se 
          origine en cada uno de los países participantes y, en especial, 
          en sus bases sociales. Si ello es así en el caso del momento 
          fundacional, lo será con más razón luego si se 
          aspira a generar un dinamismo que contribuya a tornar sustentable un 
          proceso de integración por su adaptación a los continuos 
          cambios que se operan en las realidades. Un proceso de integración 
          voluntario entre naciones soberanas, construido de abajo hacia arriba, 
          requiere que cada nación y sus respectivos sectores económicos 
          y sociales, tengan ideas claras de que quieren y pueden obtener en su 
          acción conjunta con los otros países socios.
 
La lectura compartida entre los países miembros de hechos y 
          tendencias que se observan en el entorno externo en el que se inserta 
          un proceso de integración. En la medida que la integración 
          esté orientado a potenciar la capacidad de inserción internacional 
          de sus países miembros, adquiere mayor relevancia práctica 
          la calidad de los diagnósticos que se puedan desarrollar sobre 
          el valor de la región para protagonistas relevantes del sistema 
          internacional, y sobre las tendencias que permiten anticipar desplazamientos 
          de ventajas competitivas en el plano global.
 
La oportuna adaptación de objetivos, cursos de acción 
          y reglas de juego, a los cambios que se produzcan en las realidades 
          de los países participantes y en el entorno externo del proceso 
          de integración. Salvo que un proceso de integración regional 
          se haga en un contexto en el que uno de los países miembros tiene 
          marcada superioridad sobre los otros, la construcción de un espacio 
          de integración requiere una continua adaptación a los 
          cambios que se producen en los distintos países miembros y en 
          el entorno externo. Es más difícil en tales casos aplicar 
          el criterio de "one shot integration", en el que las reglas 
          se fijan con la idea de que sean de "una sola vez y para siempre"
 
Un equilibrio dinámico entre los requerimientos de flexibilidad 
          y de previsibilidad en las estrategias, políticas y reglas de 
          juego que se utilizan para desarrollar un proceso de integración. 
          La flexibilidad que requiere navegar entornos económicos y políticos 
          volátiles, como suelen ser los latinoamericanos, tiene que conciliarse 
          con un grado de previsibilidad en las reglas de juego que incentiven 
          la inversión productiva. Tal equilibrio puede lograrse, por ejemplo, 
          con la introducción de distintos tipos de válvulas de 
          escape aplicadas con criterios objetivos y por plazos limitados, y con 
          un eficaz control jurisdiccional.
 
La transparencia y la participación de las respectivas ciudadanías 
          y de los sectores sociales interesados, en las decisiones que orientan 
          el desarrollo de un proceso de integración y, en especial, en 
          las que crean nuevas reglas de juego o adaptan las existentes.
 
La calidad de los procesos de decisión que permitan concertar 
          intereses nacionales de los distintos países miembros. Ello requiere 
          alguna variante de mediación entre los respectivos gobiernos 
          y, en particular, prever que las iniciativas deban ser preparadas por 
          una instancia independiente de los países miembros. Es más 
          importante aún cuando hay desigualdad de dimensión y de 
          poder relativo entre los socios.
 
La eficacia de los mecanismos de control de legalidad y de los que 
          faciliten la solución de controversias originadas en la apreciación 
          de las reglas de juego pactadas para desarrollar el proceso de integración:
 4. ¿Cuáles son las alternativas que se observan para 
        la integración regional? En principio, puede considerarse que los países latinoamericanos 
        tienden hoy a ver los profundos cambios que se están produciendo 
        en el entorno internacional, como desafíos que impulsan a una acción 
        conjunta. Parecería predominar una visión positiva de oportunidades 
        que se están generando en un mundo más poblado, conectado 
        y diverso. En especial el crecimiento de la clase media urbana en los 
        países re-emergentes y emergentes, es un factor que se observa 
        con optimismo dada las ventajas competitivas que hoy caracterizan a muchos 
        países de la región, especialmente por su riqueza en recursos 
        naturales, su capacidad para producir alimentos inteligentes, la creatividad 
        e imaginación de una población con marcado mestizaje cultural 
        y el ser, por contraste con otras, una región sin conflictos profundos 
        e inmanejables entre sus países.  En tres frentes se observan hoy planteamientos orientados a generar enfoques 
        alternativos con incidencia en el desarrollo de los procesos de integración 
        regional. El primero, resulta del planteamiento estratégico propuesto 
        por el gobierno de Chile, en el sentido de fijar como un objetivo principal 
        de la región el de la "convergencia en la diversidad". 
        Era por lo demás un objetivo que está presente en el Tratado 
        de Montevideo de 1980 que creó la ALADI. Los otros dos frentes 
        se vinculan al plano de la gobernanza comercial regional y al de la global. Cada uno de tales frentes implica conciliar tres dimensiones que no siempre 
        se han visto como complementarias en los respectivos procesos de integración 
        latinoamericana. Una es la dimensión nacional, en la que la integración 
        es entendida como forma de fortalecer las respectivas identidades nacionales, 
        y de potenciar los sistemas productivos de cada país. La otra es 
        la dimensión regional -o subregional- en la que se la visualiza 
        como ámbito que permite alcanzar objetivos considerados valiosos 
        a través del trabajo conjunto con los países con los que 
        se comparte un especio geográfico. Y la tercera es la dimensión 
        global -e inter-regional- que implica concebir el desarrollo nacional 
        y la integración regional, como estrechamente asociadas con la 
        idea de una inserción activa y asertiva en el mundo, y que conduce 
        a valorar una competencia comercial basada en reglas pactadas en el sistema 
        multilateral del comercio mundial. Los tres frentes son: el de la articulación entre la Alianza del 
        Pacífico y el Mercosur; el de la ALADI potenciada en su dimensión 
        latinoamericana, y el del sistema multilateral del comercio mundial institucionalizado 
        en la OMC. El primer frente se reflejó en el comunicado conjunto de la reunión 
        ministerial Alianza del Pacífico-Mercosur, realizada en Buenos 
        Aires el 7 de abril del 2017. En esa reunión los Ministros "intercambiaron 
        opiniones sobre la coyuntura internacional y coincidieron en la importancia 
        de responder a los retos actuales, a través de la intensificación 
        de los esfuerzos a favor del libre comercio y de la integración 
        regional". Además, los Ministros "consideraron oportuno 
        establecer líneas de trabajo en facilitación del comercio, 
        cooperación aduanera, promoción comercial, apoyo a las PYMES 
        e identificación de posibles cadenas regionales de valor". 
        A tal efecto aprobaron una hoja de ruta e instruyeron al Grupo de Alto 
        Nivel (GAN) de la Alianza del Pacífico y al Grupo Mercado Común 
        (GMC) del Mercosur a reunirse periódicamente, para avanzar en los 
        temas identificados entre ambos mecanismos de integración. El segundo frente se está reflejando en la iniciativa del Secretario 
        General de la ALADI, aprobada por los países miembros, de preparar 
        bases para un acuerdo económico comercial integral latinoamericano. 
        La ALADI compartirá el desarrollo de esta iniciativa con la CEPAL, 
        la Secretaría de la Integración Económica Centroamericana 
        (SIECA), y el INTAL. Las cuestiones sobre las que se trabajará 
        -comenzando por la reunión de un grupo de expertos- son acceso 
        a mercados, reglas de origen, inversiones, comercio de servicios, propiedad 
        intelectual, compras públicas, defensa comercial, restricciones 
        técnicas, medidas sanitarias, facilitación de comercio, 
        tratamiento de asimetrías, política de la competencia, salvaguardias, 
        solución de controversias, acumulación de origen y cadenas 
        de valor, entre otras. Son todas ellas cuestiones, por lo demás, 
        fundamentales para la eficacia que se logre en los objetivos de la integración 
        regional. Forman parte, por ende, de las agendas de los respectivos procesos 
        subregionales, tales como el Mercosur, la Alianza del Pacífico, 
        el Mercado Común Centroamericano y también la Comunidad 
        del Caribe. Son cuestiones que permiten, además, medir la distancia 
        que pueda existir entre teoría y realidad, entre retórica 
        y concreciones, medidas por flujos de comercio y de inversiones productivas, 
        en los respectivos procesos de integración. El tercer frente se refiere a la gobernanza comercial global. En la reciente 
        reunión de la Alianza del Pacífico y del Mercosur, fue abordado 
        como un tema central. Se reafirmó la importancia que para la región 
        tiene un sistema multilateral de comercio abierto, previsible, transparente, 
        inclusivo y basado en reglas internacionales. Se comprometieron a trabajar 
        con el objetivo de lograr en la Conferencia Ministerial de la OMC en Buenos 
        Aires, en diciembre próximo, resultados concretos a fin de avanzar 
        en las negociaciones comerciales multilaterales -sean las de la Rueda 
        Doha u otras- y fortalecer el papel de la OMC para hacer frente a los 
        desafíos del siglo XXI.  En nuestra opinión, la eficacia con la que se logre avanzar en 
        estos tres frentes condicionará el futuro de la integración 
        latinoamericana. |