| Paraguay ha asumido la Presidencia Pro-Tempore del Mercosur. Y, como 
        corresponde, su gobierno ha anticipado su visión sobre iniciativas 
        que constituyen prioridades para el bloque regional en este segundo semestre. 
        Algunas surgen de mandatos concretos aprobados por la reciente Cumbre 
        de Brasilia.  Una de las iniciativas prioritarias es la de lograr un acuerdo entre 
        los países miembros en torno a un plan de acción que permita 
        limpiar barreras al comercio recíproco que, conforme a las reglas 
        pactadas, ya no deberían existir en el comercio intra-Mercosur. 
        El mandato para trabajar en este frente fue explícitamente otorgado 
        en la Decisión CMC 23/2015. La cuestión había sido 
        planteada en el Comunicado Conjunto de la reunión de los Presidentes 
        de Paraguay y Uruguay, el pasado 25 de junio. Otras se refieren a las relaciones externas. Una prioridad consiste en 
        poder avanzar en las negociaciones bi-regionales con la Unión Europea 
        (UE), abriendo así la puerta para una estrategia más audaz 
        y efectiva de negociaciones comerciales del Mercosur con los grandes mercados 
        del mundo, especialmente con China -el Mercosur nunca respondió 
        su propuesta de estudiar la factibilidad de alguna modalidad de acuerdo 
        de libre comercio- y con los EEUU -el "4 + 1" quedó en 
        el olvido y el ALCA nunca fue sustituido por alguna otra alternativa razonable, 
        salvo escaramuzas ocasionales de alcance bilateral-. Con respecto a las 
        negociaciones con la UE, se ha acordado recientemente en la reunión 
        ministerial de junio en Bruselas, intercambiar las listas de ofertas en 
        el último trimestre del año. Difícil sería 
        que el eventual incumplimiento de este objetivo no erosione más 
        la credibilidad de ambos procesos de integración. Y sería 
        inútil seguir insistiendo que la culpa es de una u otra parte, 
        o de tal o cual país. Estaríamos ante un caso típico 
        de agotamiento del denominado "blame game" propio de las negociaciones 
        internacionales, esto es, echarle la culpa al otro de lo que no se ha 
        podido lograr.  La otra prioridad en materia de negociaciones con terceros países, 
        es la de avanzar en la concreción de la estrategia de convergencia 
        en la diversidad, acordada entre los países del Mercosur y los 
        de la Alianza del Pacífico. Es una prioridad que puede ser muy 
        enriquecida en su eficacia por las propuestas que ha avanzado el Primer 
        Ministro de China, Li Keqiang, en su reciente visita a América 
        del Sur, especialmente las referidas al financiamiento de inversiones 
        para proyectos de conectividad física dentro de la región, 
        y para el desarrollo de emprendimientos productivos conjuntos. Y, además, otras prioridades están vinculadas a la creación 
        de condiciones que incentiven el desarrollo de cadenas productivas entre 
        empresas de países de la región, y al tratamiento de asimetrías 
        que limitan la capacidad de países como Paraguay y Uruguay -a lo 
        que hay que agregar ahora a Bolivia- para potenciar a su favor las ventajas 
        derivadas de su inserción en el mercado que les ofrece el Mercosur. 
       Estas dos últimas iniciativas tienen que ver, entre otras cuestiones, 
        al efecto de la precariedad de las reglas de juego sobre las decisiones 
        de inversión productiva relacionadas con emprendimientos de alcance 
        transnacional y con el aprovechamiento del mercado ampliado. Junto con 
        notorias insuficiencias en el plano de la conectividad física y 
        de la facilitación del comercio -y son éstas insuficiencias 
        de alcance sudamericano y no sólo limitadas al ámbito del 
        Mercosur-, el hecho que los inversores no siempre puedan confiar en que 
        las reglas de juego serán respetadas, es uno de los factores que 
        más parecería incidir en lo poco que se ha avanzado en la 
        región en el desarrollo de encadenamientos productivos transnacionales, 
        cualesquiera que sean sus modalidades. El contraste con otras regiones, 
        especialmente la del Sudeste Asiático y, por cierto, la de Europa, 
        no deja de llamar a la reflexión y, en especial, a la acción. Las antes mencionadas, son algunas de las prioridades vinculadas con 
        puntos débiles que se observan en la compleja tarea de avanzar 
        en la construcción de un espacio de integración regional 
        entre los países del Mercosur. Son puntos débiles ya que, 
        conforme a lo pactado desde el momento fundacional, se trata de cuestiones 
        que ya deberían haber dado lugar a progresos mucho más significativos 
        que los alcanzados hasta el presente. Por ejemplo, las restricciones al 
        comercio recíproco no deberían existir en ninguna de sus 
        modalidades. Al menos así se estableció en el artículo 
        5° del Tratado de Asunción y, sobre todo, en los artículos 
        1° y 2° de su Anexo n° 1. Y no se trata de normas programáticas 
        como a veces se ha sostenido. Son normas jurídicas concretas y 
        exigibles que, al menos en el caso de nuestro país, se supone que 
        están protegidas por la Constitución nacional al establecer 
        la primacía de los Tratados en el ordenamiento legal interno. La agenda de este segundo semestre es, por lo tanto, relevante y ambiciosa. 
        Requiere de un debate profundo orientado a la acción concreta. 
        Merece la atención de todos los protagonistas y no sólo 
        de los respectivos ámbitos gubernamentales. Instituciones empresarias 
        y sindicales, el sector académico e instituciones de la sociedad 
        civil, podrían y deberían tener una participación 
        activa en el plano del diagnóstico y de las propuestas de acción. 
        Quienes están, o se preparan para estar en las instituciones parlamentarias 
        y, en especial, en el Parlamento del Mercosur, deberían también 
        ser parte activa del debate.  Es un debate, sin embargo, que no debería limitarse a las prioridades 
        de este segundo semestre. Tendría que penetrar hondo en la agenda 
        del futuro de la integración regional, y en las preocupaciones 
        principales que evocan hoy el acrónimo Mercosur y las distintas 
        formas de imaginar su contenido. Los resultados de lo avanzado desde que 
        hace hoy casi treinta años los Presidentes Alfonsín y Sarney 
        produjeran -el 29 de noviembre de 1985- la Declaración de Foz de 
        Iguazú, y desde que hace 25 años se fundara el Mercosur 
        ¿son tan pobres como a veces se señala? O por el contrario, 
        es mucho lo que se ha avanzado en términos de gobernanza y cooperación 
        regional, como para cometer el error histórico de dejar de lado 
        un proceso, que nunca podría ser lineal ni producir resultados 
        que superen las actuales realidades de las respectivas identidades nacionales. 
        Y ¿no sería mucho lo que empresas concretas perderían 
        si se erosionaran o desaparecieran las preferencias comerciales vigentes 
        en el Mercosur?  Es difícil imaginar opciones razonables a lo que hoy simboliza 
        el acrónimo Mercosur, como idea estratégica de trabajo conjunto 
        entre naciones que comparten un espacio geográfico regional. Tan 
        pronto se capta tal idea en todas sus dimensiones, esto es, con la conexión 
        entre lo político, lo económico, lo social y lo cultural, 
        queda claro que el foco debe ponerse, no tanto en el plano existencial 
        -¿debe existir el Mercosur o porqué trabajar juntos?-, pero 
        sí en el metodológico -¿cómo construir, trabajando 
        juntos, paso a paso, un Mercosur que sea efectivo, eficaz y con legitimidad 
        social?  En tal perspectiva, el ingreso de Bolivia, como antes el de Venezuela, 
        debe ser percibido como una forma de enriquecer y, a la vez, de tornar 
        más compleja y quizás por ello apasionante, la tarea de 
        construir el Mercosur. Tres propuestas, pueden ser avanzadas para facilitar el debate y la concertación 
        de intereses nacionales, que son requeridos en el desarrollo de la agenda 
        del Mercosur en este segundo semestre del año. Son relativamente 
        simples de llevar a la realidad, si es que hay real y suficiente voluntad 
        política en los países miembros.  Una se refiere a lograr puntos de equilibrio entre requerimientos de 
        previsibilidad y de flexibilidad, necesarios para reducir el efecto negativo 
        de la precariedad de reglas de juego sobre el comercio y las inversiones 
        regionales. Encarar demandas de flexibilidad en los compromisos asumidos, 
        por ejemplo en materia de restricciones al comercio, sin afectar una pauta 
        razonable de previsibilidad, fundamental para decisiones de inversión 
        productiva, podría ser más factible si se introdujeran válvulas 
        de escape transitorias y con control de instancias técnicas.  La otra se refiere a complementar el sistema de solución de controversias, 
        con la figura de un "Ombudsperson", que pudiera actuar en defensa 
        de los intereses de quienes operan en el Mercosur, como empresas que invierten 
        y que comercian y, en especial, como ciudadanos y consumidores. Su función 
        sería detectar reglas y comportamientos que afectan intereses de 
        quienes no son parte de los procesos de decisión del Mercosur. 
       Y la tercera propuesta se refiere a lograr una efectiva transparencia 
        de reglas y de procesos de creación normativa, superando un período 
        en el que, en particular la ciudadanía y sectores con menor poder 
        relativo - incluyendo las pymes y micro-empresas - carecen de instrumentos 
        eficaces para saber sobre los compromisos que se incorporan al acervo 
        jurídico del Mercosur. Normalmente esto se logra con páginas 
        Web oficiales y de calidad, y con las instituciones parlamentarias. No 
        necesariamente ocurre en el Mercosur actual. Incluso sería éste 
        un papel relevante del Parlamento del Mercosur.    
        No todo es negativo A veces predomina la idea de que el Mercosur es un fracaso y que ya 
          no es relevante. Es, sin embargo, una visión distorsionada de 
          la realidad. Tras un cuarto de siglo hay resultados positivos a reconocer. 
          Uno no menor es el que resalta el excelente informe del BID-INTAL sobre 
          "El Comercio Agropecuario en el Mercosur. Veinte años después 
          del Tratado de Asunción". Con rigor metodológico 
          Ruy de Villalobos, su autor, traza un cuadro bien preciso sobre los 
          resultados que se han producido en el comercio agropecuario, incluyendo 
          algunas manufacturas industriales. Han contribuido a la modernización 
          de sectores relevantes en las economías del Mercosur.   Solidaridades de hecho Es un concepto central en la metodología concebida por Jean 
          Monnet, un fundador de la integración europea. Implica generar 
          en los hechos, encadenamientos sociales y productivos entre países 
          que comparten un espacio geográfico. Su finalidad no es sólo 
          económica. Es también política. Procura la irreversibilidad 
          de la integración. Las múltiples redes sociales y productivas 
          son parte de tal metodología. Los acuerdos sectoriales previstos 
          en el Tratado de Asunción tenían esa finalidad. Su pleno 
          desarrollo es una de las asignaturas pendientes en el Mercosur, incluso 
          con sus países asociados. |