| I. Hacia un nuevo contexto global de mega-acuerdos preferenciales Las negociaciones de mega-acuerdos preferenciales de alcance interregional 
        ocupan hoy un lugar central en la agenda de las relaciones comerciales 
        internacionales. A pesar de los resultados de la Conferencia Ministerial 
        de la OMC en Bali (2013), la atención de quienes tratan de entender 
        el futuro del comercio internacional seguirá concentrada en lo 
        que serían, en un plazo aún incierto, los acuerdos que surjan 
        de tres frentes negociadores: el Trans-Pacific Partnership (TPP), el Trans-Atlantic 
        Trade and Investment Partnership (TTIP) y el Regional Comprehensive Economic 
        Partnership (RCEP).  Son negociaciones comerciales que se insertan en un marco de incertidumbres 
        con respecto a su evolución, que se manifiestan especialmente en 
        los casos del TPP y del TTIP. Tienen que ver con resistencias que se observan 
        en algunos de los protagonistas, especialmente los EEUU y la UE. Pero 
        también con incertidumbres más amplias con respecto a la 
        propia evolución del sistema internacional global y con la de algunas 
        de sus principales regiones. En ambos casos, las tendencias a la fragmentación 
        y confrontación parecen por momentos estar predominando sobre las 
        de cooperación y convergencia. Hay, por cierto, otras negociaciones 
        comerciales internacionales relevantes, tales como las de la UE con la 
        India y con el propio Mercosur. Pero las antes mencionadas concentran 
        una mayor atención por el hecho de abarcar a los EEUU, a la UE, 
        y a un grupo aún no definitivo de países de Asia y del Pacífico. 
        Sumados representan una parte significativa del producto y del comercio 
        mundial.  Por lo demás, quienes impulsan el TPP y el TTIP parecen aspirar 
        a que el contenido de los acuerdos que se logren fijen en adelante los 
        estándares para las principales reglas de juego del comercio mundial 
        del futuro. Es decir que persiguen objetivos que incluyen pero a su vez 
        trascienden al plano del impulso al comercio. El hecho que la Conferencia de Bali no haya restablecido la expectativa 
        de una negociación multilateral global que pueda concluirse en 
        un tiempo razonable -a través de la actual Rueda Doha o de algunas 
        de las variantes que se han planteado en el marco de la OMC- parecería 
        ser uno de los incentivos a avanzar a través de los mega-acuerdos 
        interregionales. Sin embargo es factible argumentar que el tiempo que 
        demandarían estas negociaciones de alcance parcial, debilita el 
        esfuerzo político y técnico que requeriría desatar 
        algunos de los principales nudos que traban las negociaciones multilaterales 
        globales. Y a su vez, lo que está apareciendo con cierta nitidez 
        es que los principales nudos son similares en todos los frentes, tanto 
        en el multilateral global como en el interregional. Tienen que ver, entre 
        otras cuestiones y no siempre con los mismos matices, con aspectos sensibles 
        del comercio de productos agrícolas; con sectores industriales 
        claves como son los de las tecnologías de la información, 
        el automotriz y los bienes de capital; con los diferentes marcos regulatorios; 
        con las compras gubernamentales; con la propiedad intelectual, y con el 
        tratamiento de las inversiones y la solución de eventuales diferendos 
        que ellas originen entre inversores y países receptores.  En los casos del TTIP y del TPP, dos interpretaciones podrían 
        efectuarse con respecto a los motivos que lleva a países que son 
        protagonistas relevantes del comercio y de las inversiones a escala mundial 
        -y que no sólo lo han sido durante muchos años, pero que 
        además les ha permitido jugar el papel de "rule makers" 
        en la gestación del GATT y luego en la de la propia OMC- a privilegiar 
        ahora, en los hechos aunque no siempre en la retórica, al plano 
        de los acuerdos interregionales por sobre el multilateral global.  La primera interpretación tiende a enfatizar el hecho de que entre 
        un grupo reducido de países -y más si pueden considerarse 
        como "like minded"- es más factible llegar a acuerdos 
        que vayan más allá de los compromisos actualmente vigentes 
        en el marco de la OMC -los denominados compromisos "OMC plus" 
        y "OMC 2.0"-. Tales compromisos podrían luego extenderse 
        a aquellos interesados en sumarse. Según quienes los impulsan, 
        por esta vía entonces se llegaría con mayor facilidad a 
        aquello que hoy no se visualiza como viable en el ámbito de la 
        estancada Rueda Doha. La segunda interpretación atribuye mayor peso a la geopolítica. 
        Ello está muy vinculado a lo que Pascal Lamy -el anterior Director 
        General de la OMC- señalara al afirmar que la "geopolítica 
        ha vuelto a la mesa de las negociaciones comerciales internacionales". 
        Es una interpretación que tiende a ver el impulso de las negociaciones 
        de mega-acuerdos interregionales en razones políticas relacionados 
        con la necesidad de contrapesar el peso creciente de economías 
        denominadas "emergentes", no sólo en el comercio mundial 
        sino que también en la competencia por el poder mundial. Según 
        algunos analistas el peso de la geopolítica sería más 
        visible en las negociaciones del TPP, en especial si ellas concluyen sin 
        haber incorporado a China.  En realidad el problema principal no lo plantearían los mega-acuerdos 
        interregionales, pero sí el hecho que ellos pudieran concretarse 
        sin que se hubiera restablecido la fortaleza y eficacia del sistema multilateral 
        global. La razón principal es que todos los mega-acuerdos que se 
        están negociando son preferenciales. Esto es, incluyen compromisos 
        que generan ventajas sólo para los países participantes 
        y tienen por ende un alcance discriminatorio con respecto a aquellos países 
        que en ellos no participan. Tienen por lo tanto un potencial efecto de 
        fragmentación del sistema comercial internacional. Y es aquí donde puede residir precisamente el potencial efecto 
        negativo de una red de mega-acuerdos comerciales preferenciales inserta 
        en un sistema multilateral global debilitado. Sería el de introducir 
        un factor de potencial debilitamiento de las condiciones de gobernanza 
        global. Podría implicar acentuar la tendencia a fragmentar el sistema 
        internacional en un momento donde tensiones geopolíticas en distintas 
        regiones del mundo -lo ocurrido en Ucrania y en Crimea puede ser sólo 
        un ejemplo- recuerdan escenarios con características similares 
        a las del camino que condujo a la catástrofe de 1914. En esta perspectiva cobra toda su importancia la idea de promover la 
        convergencia de los acuerdos globales y los preferenciales. Fue una de 
        las recomendaciones principales del informe que produjo un panel de expertos 
        convocado por la OMC y que quizás no ha requerido la atención 
        que se merecía Precisamente la idea de convergencia en la diversidad 
        es también para la región latinoamericana, un aporte de 
        la estrategia que orienta al gobierno de la Presidenta Bachelet en Chile. Si bien tal idea hace referencia específica a la articulación 
        entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, contiene una aproximación 
        de alcance global y regional, centrada en compromisos de velocidades diferenciadas 
        que si se insertan en marcos institucionales y normativos comunes, como 
        podría ser la ALADI en el plano regional, o una OMC renovada y 
        fortalecida en el plano global, permitirían neutralizar tendencias 
        a la fragmentación sistémica que se observan en la actualidad. 
        Es una idea que puede ser central para que los acuerdos que se están 
        negociando contribuyan al objetivo de lograr pautas razonables de gobernabilidad 
        global y regional. Implica conciliar aproximaciones de alcance parcial 
        con una visión de conjunto indispensable para impulsar el comercio 
        mundial en un contexto de la paz y estabilidad política que sea 
        favorable al desarrollo económico y social de todos los países. 
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