| Al menos en tres planos se observan cambios que señalan un nuevo 
        contexto para la inserción comercial externa de los países 
        del Mercosur. Los tres están vinculados entre sí, aún 
        no han madurado lo suficiente y se condicionan recíprocamente. El primero es el del sistema comercial multilateral institucionalizado 
        en la OMC. El estancamiento de la Rueda Doha evidencia dificultades en 
        relación a una de sus funciones principales que es la de facilitar 
        negociaciones comerciales entre todos sus miembros. Estaría alimentando 
        tendencias a fugas hacia vías alternativas para profundizar los 
        compromisos asumidos hasta el presente. O al menos serviría para 
        justificar tales fugas. Se traducen en iniciativas que pueden fragmentar 
        y quebrar el sistema, erosionando la eficacia de algunas de sus otras 
        funciones, tal como la de solución de diferendos. Un segundo plano es el de las negociaciones de mega-acuerdos comerciales 
        preferenciales, incluso de alcance inter-regional. Son las del Trans-Pacific 
        Partnership (TPP), del Transatlantic Trade and Investment Partnership 
        (TATIP), y del Regional Comprehensive Economic Partnership (RECEP). En 
        su conjunto cubrirían con reglas preferenciales -no necesariamente 
        extensibles a otros países- una parte sustancial de la población, 
        del producto bruto y del comercio mundial. Difícil prever aún 
        si tales negociaciones culminarán en acuerdos firmados y ratificados 
        por los países participantes. Si lo fueren podrían producir 
        dos tipos de resultados. Incluso pueden ser secuenciales. Uno sería 
        un fuerte vaciamiento del sistema multilateral con las consecuencias que 
        puede tener en términos de erosión de una institución 
        relevante para la gobernanza global. El otro sería el que los citados 
        acuerdos signifiquen generar estándares de compromisos que luego 
        serían extendidos al plano multilateral. En la práctica 
        implicarían marginalizar países que no participan en tales 
        acuerdos del proceso de definición de reglas e instituciones que 
        en el futuro regularán el comercio mundial. Difícil que 
        los excluidos acepten pasivamente tal marginalización. Y el tercero es el de las múltiples modalidades de encadenamientos 
        productivos transnacionales con alcance global y, a veces, sólo 
        regional o inter-regional. En el glosario de la diplomacia comercial actual 
        se las encapsula en el concepto de cadenas globales de valor. A veces 
        ellas son resultantes de cómo fragmentar en distintos países 
        la producción de grandes empresas transnacionales. Pero también 
        resultan de la articulación transfronteriza de grupos de empresas 
        -muchas veces pequeñas y medianas- con nichos de especialización 
        y con fuerte potencial de complementación.  Los tres planos han tenido claras repercusiones en nuestra región. 
        Por un lado, por los avances -aún difícil de precisar en 
        sus verdaderos alcances prácticos- que se estarían produciendo 
        en el desarrollo de la Alianza del Pacífico. Por otro lado, en 
        el debate que se está instalando en países del Mercosur 
        sobre cómo encarar las nuevas realidades del comercio y de las 
        negociaciones comerciales internacionales. En tal sentido, tres informes recientes de entidades empresarias abordan 
        en la perspectiva del Brasil los desafíos que se confrontan. Por 
        sus alcances requerirían la atención de los empresarios 
        argentinos. Dos de ellos son del IEDI que nuclea las principales empresas 
        brasileras. Uno trata el impacto que tendrían los nuevos acuerdos 
        en las estrategias comerciales del Brasil (http://retaguarda.iedi.org.br/). 
        El otro se refiere a la participación brasilera en las cadenas 
        globales de valor (http://www.iedi.org.br/). 
        El tercer informe es de la FIESP y plantea una agenda de integración 
        externa (http://www.fiesp.com.br/). 
       De los tres surge la percepción de riesgos de aislamiento de la 
        economía brasilera en un nuevo contexto mundial. No se cuestiona 
        al Mercosur. Se recuerda que el 84% de los bienes que Brasil envía 
        a Sudamérica son manufacturas. Sus exportaciones a la región 
        duplican las destinadas a la suma de los mercados de Europa, Estados Unidos 
        y China. Pero sí se plantea la necesidad de adaptarlo a las actuales 
        realidades. El Presidente Mujica también ha reiterado su apoyo 
        al concepto estratégico que nutre al Mercosur. Pero lo ha hecho 
        constatando la necesidad de negociar juntos con terceros y de imaginarlo 
        como una gran cadena transnacional de producción.  La Cumbre de Montevideo permitirá apreciar el impacto que las 
        nuevas realidades del comercio mundial puedan producir en los métodos 
        de integración regional que se empleen en el futuro. El estancamiento 
        de la Rueda Doha, la proliferación de mega-acuerdos preferenciales 
        y el fenómeno de los encadenamientos productivos transnacionales, 
        son otros tantos incentivos a repensar el cómo trabajar juntos 
        en el marco de un Mercosur renovado. |