| La próxima reunión en Buenos Aires de Dilma Rousseff, la 
        Presidenta del Brasil con la Presidenta Cristina Kirchner, es de por sí 
        un hecho relevante. Es un gesto que destaca la importancia atribuida a 
        la calidad de la relación bilateral y a la continuidad de una diplomacia 
        presidencial que ha producido resultados positivos en los últimos 
        veinticinco años. Ambas podrán conversar sobre como traducir 
        en hechos el desarrollo de una relación futura que, tan pronto 
        se la coloca en el horizonte de la nueva realidad global, adquiere un 
        potencial superior al imaginado en los años en que se plasmara 
        la idea de una alianza estratégica. Para apreciar en toda su magnitud esta primera entrevista de las dos 
        Presidentas, cabe recordar que las relaciones entre países se expresan 
        en gestos, palabras y hechos. Unos y otros son necesarios. Pero lo fundamental, 
        en última instancia son los hechos. Sin ellos, gestos y palabras 
        pueden desgastarse. Sumados a los hechos, en cambio, pueden reflejar la 
        intensidad y dirección de una relación bilateral. Son indicadores 
        de la importancia que dos países atribuyen a la calidad de su vinculación 
        recíproca. Otros países los observan con atención. Todo ello es más relevante aún cuando se trata de la relación 
        entre países vecinos que además, por razones históricas 
        y por su dimensión relativa, están llamados a desempeñar 
        un papel central en el espacio geográfico sudamericano. Tal es 
        el caso de la relación entre la Argentina y el Brasil, concebida 
        como un núcleo duro de la gobernabilidad regional.  Lo comprendieron en su momento los Presidentes Alfonsín y Sarney. 
        Desde entonces la calidad de la relación bilateral ha estado en 
        el centro de las preocupaciones de todos sus sucesores. Se ha reflejado 
        en el papel que la diplomacia presidencial -con reuniones al más 
        alto nivel de una frecuencia como mínimo semestral- ha tenido para 
        la definición de estrategias conjuntas y sus respectivas hojas 
        de ruta. No siempre lo planeado ha podido penetrar en la realidad. Ello 
        suele ser frecuente en las relaciones internacionales. Pero el diálogo 
        periódico, con lo que simboliza y por lo que luego se decide, ha 
        permitido mantener un equilibrio entre lo racional y lo emocional. Ha 
        sido así, cuando de tanto en tanto cuestiones vinculadas al comercio 
        recíproco ganan notoriedad en la agenda bilateral. Pero también 
        cuando ha sido necesario enviar señales claras sobre el lugar que 
        ocupan, en la calidad y solidez de la relación bilateral, cuestiones 
        estratégicas vinculadas al desarrollo nuclear y al Atlántico 
        Sur, entre otras. La confianza recíproca a nivel presidencial contribuye a nutrir 
        una relación de calidad entre la Argentina y el Brasil, países 
        vecinos con muchos intereses comunes, pero también con otros que 
        pueden incluso ser contradictorios. De allí la importancia de encuentros 
        presidenciales periódicos. Permiten que los gobernantes se conozcan. 
        Si desarrollan una amistad personal, mejor aún. Si tales encuentros 
        están bien preparados y se habla con franqueza, incluso permiten 
        explicar y compatibilizar distintos puntos de vista, que pueden reflejar 
        diferencias en los respectivos frentes internos, pero también pueden 
        resultar de un insuficiente conocimiento personal entre los gobernantes. 
       El frecuente diálogo presidencial bilateral -incluso telefónico-ha 
        sido un factor fundamental para nutrir la relación estratégica 
        entre la Argentina y el Brasil. Es un bien público a preservar. 
        Ha permitido mantener el rumbo más allá de naturales diferencias, 
        sean ellas coyunturales o estructurales. Es complementado con mecanismos 
        de trabajo en distintos niveles gubernamentales. También existen 
        a nivel de la sociedad civil. Y es conveniente que se tornen más 
        frecuentes aún, entre los múltiples sectores empresarios 
        llamados a protagonizar una intensa y simétrica integración 
        productiva que contribuya a fortalecer el Mercosur. |