| Siempre son oportunas. Incluso pueden llegar a ser productivas. Lo concreto 
        es que las reuniones presidenciales bilaterales son uno de los mecanismos 
        más utilizados en la diplomacia contemporánea. Desde que 
        los Presidentes Alfonsín y Sarney establecieran la práctica 
        de encuentros semestrales, ello también es así en las relaciones 
        entre dos socios estratégicos relevantes del espacio sudamericano, 
        como son la Argentina y Brasil. Al menos por dos motivos la próxima reunión presidencial 
        binacional de este mes en Brasilia se realiza en un momento oportuno. 
        El primero es que ya se puede conversar con más serenidad sobre 
        la agenda del día después. Si bien es prematuro 
        aún para dar por terminados los efectos de la crisis financiera 
        global, es posible concentrarse ahora en las oportunidades que se abren 
        a los dos países debido a los cambios estructurales profundos que 
        se están operando en el mapa del poder económico mundial. 
        El hecho que el Brasil sea percibido con buenas razones aunque a 
        veces con alguna exageración como un protagonista emergente 
        y ya relevante en la competencia económica global, abre para nuestro 
        país un horizonte sumamente atractivo que habrá que saber 
        aprovechar. En el campo de los alimentos, de las fuentes de energía, 
        del cambio climático, incluso del desarrollo de algunas nuevas 
        tecnologías entre otros es mucho lo que los dos países 
        y sus empresarios pueden hacer trabajando juntos. También pueden 
        hacer aportes significativos en las negociaciones orientadas a definir 
        una nueva arquitectura del orden mundial.  Y el segundo motivo es que, una vez más, los cíclicos problemas 
        que afectan a una parte del comercio bilateral están ocupando un 
        lugar relevante en las noticias diarias. Afectan la imagen de la relación 
        binacional y debilitan aún más la del Mercosur. No son cuestiones 
        que deberían ocupar un lugar prioritario en las conversaciones 
        presidenciales. Pero el hecho que la reunión de Brasilia tenga 
        lugar, es un incentivo para que antes de su realización tales problemas 
        sean despejados y no sólo barridos bajo la alfombra 
        por las instancias gubernamentales y empresarias competentes. Existe un hilo conductor entre los dos motivos mencionados. Resulta precisamente 
        de las enormes posibilidades que se han abierto en el escenario global 
        para Argentina y Brasil, en la medida que trabajen juntos con una visión 
        estratégica de largo plazo y que potencien sus respectivas relevancias 
        en el espacio sudamericano. En tal perspectiva debe colocarse la necesidad 
        de perfeccionar mecanismos institucionales y reglas de juego en 
        base al Tratado de Integración de 1988 y al Tratado de Asunción 
        de 1991, que son complementarios a fin de afirmar un marco que torne 
        más previsibles las condiciones para que las empresas adopten, 
        en función del espacio económico común, decisiones 
        de inversiones productivas que incorporen progreso técnico y generen 
        empleo. Hasta ahora, la relación comercial bilateral ha seguido 
        sufriendo los efectos del virus de precariedad en las reglas de juego 
        se puede demostrar que ello ocurre de ambos lados de la frontera 
        que ha caracterizado a la región latinoamericana desde que hace 
        cincuenta años se impulsaran los procesos de integración 
        económica. El próximo encuentro presidencial binacional puede ser no sólo 
        oportuno sino también productivo. Para ello, además de los 
        temas específicos de la agenda concreta que se aborde, cabe esperar 
        señales claras en torno a la apreciación de las enormes 
        oportunidades que se están abriendo en el horizonte global, como 
        también sobre los tres pilares que caracterizan una alianza estratégica 
        que sea relevante y sustentable: plataforma mínima de confianza 
        recíproca; intereses cruzados resultantes de la proliferación 
        de redes sociales y productivas, y calidad de las reglas de juego y de 
        los procedimientos para crearlas y, sobre todo, para asegurar que ellas 
        se cumplan. |