| Una construcción de largo aliento en un marco de desafíos 
        comunes Europa y América Latina están comprometidas en una construcción 
        de largo aliento. Consiste en desarrollar un espacio bi-regional de cooperación, 
        que signifique - entre otros de sus varios resultados - una contribución 
        efectiva al predominio de la paz y la estabilidad en el plano global. 
        Es uno de los sentidos políticos más profundos de las Cumbres 
        bi-regionales periódicas, como la recientemente realizada en Lima. Más allá de múltiples y conocidas diferencias entre 
        las naciones de ambas regiones -incluso de grados de desarrollo económico- 
        la construcción de este espacio común tiene historia profunda, 
        aliento político y preferencias compartidas. 
 Es una historia de más de cinco siglos. Del lado latinoamericano, 
        se nutre entre otros factores, de millones de familias que encuentran 
        en sus respectivos pasados algún punto fuerte de conexión 
        con Europa, sea por descender de quienes fueron conquistados o conquistaron, 
        o de quienes fueron esclavos o emigrantes. O por los muchos que se han 
        formado en países europeos, o que allí trabajan o que allí 
        han retornado. Del lado europeo, se nutre de múltiples vínculos 
        de todo tipo originados en siglos de relaciones inter-regionales, incluyendo 
        cientos de empresas que operan hoy en América Latina. Es una construcción que tiene además aliento político. 
        Las Cumbres bi-anuales son reflejo de la importancia relativa que los 
        líderes gubernamentales atribuyen a la idea de construir una relación 
        estable con sentido estratégico. Caso contrario no se reunirían. 
        Es un aliento que proviene también de la voluntad de políticos, 
        parlamentarios, empresarios y del tejido de diversas expresiones organizadas 
        de la sociedad civil. Tiene finalmente preferencias compartidas, que diferencian este espacio 
        bi-regional de cooperación de los otros múltiples en los 
        que se insertan los países de ambos lados del Atlántico, 
        aprovechando las posibilidades de un mundo crecientemente multipolar. 
        Son preferencias que conforman los tres pilares que sustentan la construcción 
        emprendida a partir de la Cumbre de Río de Janeiro en 1999. Tales preferencias son la democracia, la cohesión social y la 
        integración regional. En el caso de América Latina, la democracia 
        explica mucho de lo que está ocurriendo en el plano de la reingeniería 
        de sistemas políticos que habían dejado de ser vehículos 
        para asegurar la necesaria armonía y cohesión social. Y es precisamente la cohesión social la segunda preferencia que 
        sustenta la construcción del espacio bi-regional de cooperación. 
        Implica un ataque frontal a la pobreza y a la desigualdad, temas estos 
        centrales en la reciente Cumbre de Lima. Pero también requiere 
        generar fuentes de empleo productivo para quienes hoy se consideran, con 
        razón, excluidos del bienestar, de la educación y del acceso 
        a horizontes de futuro. Se logra a través de la inversión, 
        la incorporación del progreso técnico y el desarrollo sustentable 
        de economías competitivas y solidarias. La integración regional es la tercera preferencia que distingue 
        la construcción del espacio común trans-atlántico. 
        Desde su gestación, la idea de una asociación estratégica 
        bi-regional, que tome en cuenta las múltiples disparidades existentes, 
        ha sido concebida como una forma de incentivar en América Latina 
        el desarrollo de procesos de integración, definidos en función 
        de las diversas realidades de la región, y no de modelos ajenos 
        o de libretos teóricos. Ambas regiones, como espacios geográficos multinacionales, comparten 
        desafíos en muchos aspectos similares en sus actuales agendas de 
        cuestiones prioritarias, destacándose los originados en las diversidades 
        culturales, la energía y el cambio climático. Comparten 
        además, el desafío más profundo de asegurar en sus 
        respectivos espacios geográficos, condiciones que permitan consolidar 
        la paz, la estabilidad política, la democracia, la cohesión 
        social y la prosperidad económica, en un mundo en profundo proceso 
        de cambio y marcado por fuentes de constantes turbulencias. Lecciones resultantes del proceso iniciado en la Cumbre de Río 
        de Janeiro Son cinco las Cumbres realizadas entre la Unión Europea y los 
        países de América Latina y el Caribe . Ellas tuvieron lugar 
        en Río de Janeiro (1999), Madrid (2002), Guadalajara (2004), Viena 
        (2006) y Lima (2008). ¿Qué lecciones pueden extraerse del 
        proceso bi-regional desarrollado durante casi diez años.   Como se sabe, este sistema de Cumbres bi-regionales ha sido impulsado 
        por la UE. En ellas participan los jefes de Estado y de Gobierno de los 
        países de América Latina y del Caribe (ALC), los de la Unión 
        Europea y el Presidente de la Comisión Europea. Constituyen la 
        instancia de alto nivel político a fin de desarrollar la idea de 
        una asociación estratégica entre los países de ALC 
        y la UE. Es una idea que tiene uno de sus pilares centrales en el desarrollo 
        de un marco que permita profundizar, con sentido político, las 
        relaciones económicas bi-regionales a través del desarrollo 
        de una red de acuerdos de asociación estratégica de la UE 
        con países y grupos de países de ALC.  Lo concreto es que a partir de la Cumbre de Río de Janeiro en 
        1999, las dos regiones han canalizado el impulso político a la 
        idea de una asociación estratégica bi-regional, en el marco 
        amplio de estos encuentros periódicos de alto nivel político, 
        de los cuales se esperan que surjan definiciones estratégicas y, 
        eventualmente, hojas de ruta que aspiran a incidir en la intensificación 
        de las relaciones económicas y de las acciones de cooperación 
        económica, especialmente originadas -estas últimas- en la 
        UE y en sus países miembros. Las críticas que se observan en cuanto a la eficacia de este sistema 
        de Cumbres se basan en la percepción de una cierta tendencia - 
        en ocasión de su realización - a la diplomacia mediática 
        o de efectos especiales. Ella se caracteriza por una necesidad significativa 
        de producir noticias de algún impacto inmediato y no necesariamente, 
        compromisos políticos que por su contenido jurídico sean 
        exigibles.  Es una falta de eficacia que puede deberse a una alta variedad de situaciones 
        reflejadas en cada Cumbre, resultante en particular, de la heterogeneidad 
        y fuertes diversidades entre el peso relativo de los protagonistas, y 
        en el grado de organización interna de cada región.  Cabe tener presente al respecto, que el espacio europeo está organizado 
        en torno a la UE, que en el plano de las relaciones comerciales habla 
        con una sola voz y que en relación a otros pilares de la relación 
        interregional, como por ejemplo, en el político y en el de la seguridad, 
        presenta un cuadro de creciente aunque a veces difícil coordinación. 
       A su vez, el espacio latinoamericano, no cuenta con un mínimo 
        de organización que le permita expresarse con una sola voz o con 
        un razonable grado de coordinación, ni menos aún, con una 
        estrategia conjunta. El espacio latinoamericano es, en tal sentido, un 
        conglomerado de marcada heterogeneidad, casi un mosaico de evidentes diversidades, 
        cuando no de contradicciones. No constituye por cierto como tal, un interlocutor 
        válido en el plano de las negociaciones comerciales. En la preparación 
        de cada Cumbre, este espacio se coordina en un grupo de altos funcionarios 
        y a través de sus representantes en Bruselas.  Lo concreto es que el sistema de Cumbres bi-regionales periódicas 
        es, por ahora, el principal marco -sino el único-, para el desarrollo 
        de una dimensión institucional que permita impulsar las relaciones 
        económicas recíprocas y concretar la aparente voluntad política 
        de ambas regiones de trabajar juntas.   Pero es éste un marco que también enfrenta desafíos 
        en cuanto a su relevancia, a su eficacia y a su credibilidad.  En el plano de la relevancia, se observa precisamente el impacto de 
        importantes factores que están introduciendo significativos cambios 
        tanto en el mapa de la competencia económica global, como en el 
        de las negociaciones comerciales internacionales. El mundo actual con 
        su carencia de polos muy definidos, ofrece un cuadro creciente de multiplicidad 
        de opciones para todos los países, a diferencia del que caracterizaba 
        aún la década de los noventa, período en el que se 
        gestaron las ideas que nutrieron lo acordado en la Cumbre de Río 
        de Janeiro. En tal sentido, es un hecho que ambas regiones comparten ahora 
        la prioridad de sus relaciones recíprocas con otros focos de atención, 
        especialmente en sus propios entornos contiguos (el espacio hemisférico 
        para los países latinoamericanos y los espacios euro-mediterráneo 
        y euro-asiático por la UE) y por cierto también, en el Asia 
        y en África.  En el plano de la eficacia, los resultados obtenidos a partir de la 
        Cumbre de Río de Janeiro, distan de ser impactantes. El fracaso 
        en el cumplimiento de la meta de octubre 2004 en las negociaciones entre 
        el Mercosur y la Unión Europea, es una de las evidencias al respecto. 
        En términos de construcción de una asociación estratégica 
        bi-regional, lo más significativo de los últimos años, 
        fue el acuerdo de libre comercio con Chile, que siguió al que antes 
        se concluyera con México.  Y en el plano de la credibilidad, quizás por el surgimiento de 
        otras prioridades y por los magros resultados alcanzados hasta el presente, 
        no se observan muchos indicios de que ciudadanos, inversores y terceros 
        países, estimen como posible el que la idea de la asociación 
        estratégica bi-regional se pueda traducir en hechos significativos, 
        al menos en un horizonte razonable. Es un cuadro de situación que 
        no ha cambiado, al menos sustancialmente, tras las última Cumbre 
        bi-regional.  ¿Es que la construcción de asociación estratégica 
        bi-regional, especialmente en su pilar económico, está entrando 
        en una nueva etapa? Hay indicios de que sí. El punto de inflexión 
        sería el no haber podido concluir las negociaciones UE-Mercosur. 
       Será, en tal caso una nueva etapa en la que parecería recomendable 
        comenzar con un serio esfuerzo de reflexión conjunta sobre los 
        nuevos desafíos que se encaran en el plano global y en el de cada 
        uno de los respectivos espacios geográficos regionales . Tal reflexión 
        debería, asimismo, tomar en cuenta lo que indica la experiencia 
        acumulada en estos últimos años, especialmente en cuánto 
        a los métodos a emplear en la construcción del espacio económico 
        bi-regional. Ello es así, sobre todo si se procura obtener en plazos 
        razonables, las ganancias de relevancia, de eficacia y de credibilidad, 
        que han escaseado hasta el presente.  Y tal reflexión conjunta puede ser más necesaria aún, 
        teniendo en cuenta que se comienza a observar en el espacio bi-regional, 
        una cierta tendencia a procurar en el plano bilateral lo que no se ha 
        podido avanzar a través de la idea original de una red de acuerdos 
        de asociación estratégica basada prioritariamente en los 
        procesos de integración regional existentes en América Latina 
        (el Mercosur, la Comunidad Andina de Naciones - CAN - y el Sistema de 
        Integración Centroamericano (SICA). Es una tendencia que puede 
        ser estimulada por la estrategia que en el plano comercial están 
        siguiendo los Estados Unidos con países latinoamericanos, tras 
        el fracaso del ALCA. Ella podría acentuarse según sean los 
        resultados que finalmente se alcance este año con la Rueda Doha. 
        De ellos depende que no se exacerbe entonces la competencia entre los 
        principales protagonistas del comercio mundial por concluir acuerdos comerciales 
        preferenciales que son, en su esencia, discriminatorios.  Lo concreto es que de la lectura de las Declaraciones producidas por 
        las cinco Cumbres realizadas, no surge con claridad un hilo conductor 
        de una estrategia bi-regional, ni menos aún, una hoja de ruta que 
        indique con cierta precisión cómo se alcanzarán los 
        objetivos muy genéricos definidos. Las diferencias notorias en 
        el formato de presentación de las conclusiones de las Cumbres, 
        podrían reflejar la ausencia de una especie de Secretaría 
        Permanente bi-regional del sistema. Quizás el establecimiento de 
        tal Secretaría - como ya ha ocurrido en el sistema de Cumbres Iberoamericanas 
        - o de algún equivalente funcional transitorio, podría ser 
        uno de los aportes que se introduzca en el camino que debería conducir 
        al desarrollo futuro de este espacio bi-regional. Tal equivalente funcional 
        podría resultar del aprovechamiento de un complejo institucional 
        actualmente existente entre ambas regiones, que incluye a la Secretaría 
        General Iberoamericana. En general se estima que los objetivos definidos para tal asociación 
        estratégica son aún válidos y la relevancia potencial 
        sigue siendo significativa para ambas partes.  Pero a su vez, como se mencionó antes las dos regiones participan 
        en los múltiples espacios de relaciones económicas que conforman 
        el mapa más amplio de la competencia global . Conciliar en la práctica 
        la aplicación de un enfoque y de una estrategia de inserción 
        internacional multi-espacial, es quizás uno de los principales 
        desafíos que enfrentan hoy los gobiernos y las regiones organizadas 
        en el espacio bi-regional. No son sólo los espacios de competencia económica los que 
        se multiplican. Lo son también los de las negociaciones comerciales 
        internacionales, que pueden ser visualizadas, por sus resultados prácticos, 
        como otros tantos ámbitos de producción normativa y de generación 
        de mecanismos que aseguren la aplicación de las reglas en materia 
        de comercio y de inversiones, así como la solución de conflictos 
        entre países miembros. De hecho, las negociaciones comerciales 
        entre la UE y países y esquemas de integración económica 
        en ALC, están explícitamente vinculadas con las que se desarrollan 
        en la OMC e implícitamente, con las que una y otra región, 
        desarrollan en sus respectivos espacios contiguos y con otras regiones 
        del mundo.  Comprender entonces, la dinámica existente en el tejido de la 
        compleja red de acuerdos preferenciales de cada una de las dos regiones, 
        así como los factores que inciden en su evolución, es una 
        cuestión que merecerá en el futuro atención prioritaria 
        de la otra región. Las relaciones económicas entre ambas regiones se reflejan, prioritariamente, 
        en flujos de comercio de bienes y servicios, de inversión directa 
        y financieros, y cada vez más en movimientos migratorios. Pero 
        se reflejan también en su dimensión institucional, entendida 
        especialmente como los principios y conceptos; los métodos de trabajo; 
        los procesos de producción normativa; las reglas de juego, y las 
        formas cómo ellas son interpretadas y aplicadas, que inciden en 
        la evolución de los mencionados flujos y en las correspondientes 
        estrategias empresarias.  Por ello es también, una dimensión relevante en la óptica 
        de empresas que adoptan decisiones de inversión productiva en función 
        de los mercados ampliados asegurados por los respectivos acuerdos gubernamentales, 
        sus políticas públicas e instrumentos reguladores. Son ellas, 
        finalmente, las que deben extraer consecuencias prácticas en sus 
        estrategias de competitividad global y regional, de las señales 
        emitidas por los gobiernos a través de los acuerdos en los que 
        se comprometen y de sus propias políticas públicas.  En el caso de la relación bi-regional UE-ALC, es precisamente 
        la fuerte presencia de empresas europeas en la región latinoamericana 
        y, especialmente, en el Mercosur, uno de los factores más relevantes 
        a la hora de trazar una estrategia de asociación que cuente con 
        el protagonismo activo de quienes participan, directa o indirectamente, 
        por ejemplo, como trabajadores y consumidores, en los flujos bi-regionales 
        de comercio e inversión. La cuestión de la eficacia del sistema de Cumbres bi-regionales 
           A la luz de la experiencia acumulada, las siguientes son algunas de 
        las recomendaciones que pueden efectuarse a fin de lograr una mayor eficacia 
        en el actual sistema de Cumbres bi-regionales: 
        Realizar una correcta apreciación por parte de cada país 
          o grupo de países participantes, de lo que les conviene obtener 
          de la relación bi-regional en cada una de las Cumbres bi-regionales, 
          en la perspectiva de sus respectivos intereses nacionales o sub-regionales, 
          y de sus proyecciones multi-espaciales en la competencia económica 
          global.
 
Facilitar la preparación de cada Cumbre bi-regional con un 
          portal interactivo y especializado, que permita un efectivo seguimiento 
          de los trabajos preparatorios por parte de la sociedad civil y sus sectores 
          representativos, así como la canalización de sus propuestas. 
          La propuesta de creación de una Fundación bi-regional 
          euro-latinoamericana, siguiendo por ejemplo el modelo de la ya existente 
          en la ASEM, podría contribuir en el futuro al logro de tal objetivo.
 
Promover debates previos a la realización de cada Cumbre bi-regional, 
          con fuerte participación de parlamentarios y empresarios, así 
          como de los medios académicos y de instituciones representativas 
          de la sociedad civil.
 
Desarrollar una campaña de información y explicación 
          a la opinión pública sobre el sentido del sistema de Cumbres 
          bi-regionales, sus objetivos en relación a la construcción 
          de una asociación estratégica bi-regional y sobre las 
          expectativas razonables en torno a sus posibles resultados. ¿Cuáles deberían ser algunos temas sustantivos que 
        se introduzca en el necesario debate a realizarse en el proceso inter-Cumbres? Sin perjuicio de otras, se puede sugerir otorgar prioridad a las siguientes 
        cuestiones: 
        Las políticas y mecanismos que permitan un efectivo fortalecimiento 
          de un sistema multilateral eficaz, tanto en el plano político 
          y de la seguridad, como en el del comercio internacional.
 
El seguimiento y evaluación de la metamorfosis que se observa 
          en los distintos procesos de integración en cada una de las regiones 
          y, especialmente en el espacio latinoamericano. Convendría considerar 
          los acuerdos que incluyen preferencias económicas y comerciales, 
          como también aquellos no preferenciales y los que tienen una 
          finalidad más política y que incluso aspiran a crear un 
          marco común para el desarrollo de la infraestructura física 
          de la región, como es el caso de la Unión de Naciones 
          Sudamericanas (UNASUR).
 
El debate podría concentrarse en una apreciación sobre 
          las metodologías de integración aplicadas en la región 
          y sobre nuevas modalidades de trabajo conjunto - de geometría 
          variable y múltiples velocidades - que puedan incidir en una 
          mayor efectividad, eficacia y legitimidad social de los respectivos 
          procesos de integración. En tal perspectiva, cabría analizar 
          la experiencia acumulada en materia de órganos ejecutivos comunes, 
          de instituciones parlamentarias y de mecanismos de participación 
          social, incluyendo la cuestión de la transparencia en los procesos 
          de creación normativa.
 Una pregunta central a examinar, podría ser ¿cuáles 
          son criterios políticos y económicos con los cuales apreciar 
          el grado de avance relativo de los distintos esquemas de integración?
 
 Se propone considerar al respecto dos criterios, entre otros: la consolidación 
          de la lógica de integración entre naciones vecinas por 
          contraposición al predominio de una lógica de fragmentación, 
          y la eficacia de cada esquema en generar un cuadro de ganancias mutuas 
          entre los países participantes, especialmente tomando en cuenta 
          diferencias en dimensiones y grados de desarrollo, así como sus 
          respectivos objetivos nacionales de consolidación democrática, 
          transformación productiva y equidad social, e inserción 
          competitiva en la economía global.
 
 En relación a esta pregunta convendría interrogarse sobre 
          el grado de legitimidad social de los respectivos acuerdos, basada en 
          la percepción que cada sociedad tenga sobre los beneficios que 
          ha obtenido del respectivo acuerdo, especialmente en el plano de las 
          inversiones productivas y de la creación de empleo.
 
 
El nuevo mapa de la competencia económica global, que con el 
          surgimiento de protagonistas como China, India y Rusia, tiene y puede 
          tener en el futuro un fuerte impacto en la estrategia de inserción 
          externa de los países latinoamericanos. El objetivo será 
          examinar tal situación en las perspectivas de las distintas subregiones 
          de América Latina.
 El papel de países grandes de la región, pero también 
          de terceros países o bloques, especialmente en su competencia 
          por tener una mayor influencia política y económica en 
          la región o en determinadas subregiones, es una de las cuestiones 
          a examinar para entender bien la dinámica de los acuerdos de 
          integración y de las negociaciones comerciales internacionales, 
          así como sus perspectivas de desarrollo futuro.
 
 En relación a esta cuestión convendría pasar revista 
          al estado de avance de las negociaciones que países y grupos 
          de países desarrollan especialmente con los Estados Unidos y 
          con la UE - tanto los acuerdos ya concluidos como los que están 
          siendo negociados o próximos a serlo -, así como de las 
          negociaciones que países como Chile, Perú y México 
          han desarrollado - o están desarrollando - con países 
          como Japón, Corea del Sur y China, entre otros. Debería 
          tomarse en cuenta, asimismo, aquellos mecanismos o acuerdos comerciales 
          que no tengan un alcance preferencial.
 
 
Los mecanismos de cooperación y las reglas de juego que faciliten 
          los procesos de integración de cadenas de valor y la internacionalización 
          de empresas, especialmente de aquellas originadas en los países 
          ALC.
 
La incidencia de las cuestiones sociales en las agendas de los distintos 
          procesos de integración, así como también al progreso 
          alcanzado en los grados de participación social en la construcción 
          de los espacios de integración y en las negociaciones comerciales 
          de los países de la región.
 
Las nuevas fuentes de energía y de la seguridad en el acceso 
          a los respectivos mercados, por ser cada vez más relevantes en 
          las agendas de ambas regiones y campo propicio para el intercambio de 
          experiencias.
 
El impacto de la ampliación de la UE sobre ALC incluyendo la 
          prioridad que se le otorga a la región. Tal cuestión podría 
          ser examinada en el marco de una apreciación de la eficacia de 
          las acciones de la UE por estimular y apoyar los procesos de integración 
          de la región, a través de mecanismos de cooperación 
          económica y de su política de tejer una red de acuerdos 
          de asociación estratégica. 
 
El potencial de cooperación trilateral que existe, especialmente 
          a través de acciones conjuntas de la UE con los países 
          de mayor desarrollo de la región, a favor de las economías 
          más pequeñas y de menor desarrollo relativo. Esta cuestión 
          debería ser abordada en el contexto más amplio de uno 
          de los problemas más sensibles de los procesos de integración 
          regional - especialmente en el ámbito del Mercosur - cuál 
          es la de la distribución de sus beneficios, tomando en cuenta 
          pronunciadas asimetrías existentes resultantes de diferencias 
          de dimensión económica relativa y grados desarrollo entre 
          los países participantes. El desarrollo futuro de la relación estratégica bi-regional.  En el plano de sus relaciones estratégicas bi-regionales, los 
        países de la Unión Europea y los de América Latina 
        y el Caribe, tienen al menos dos tareas conjuntas hacia el futuro.  Ellas son complementarias de las que se desarrollen en el plano de los 
        acuerdos de asociación ya concluidos o las orientadas a concluir 
        los acuerdos en curso de negociación, con Centroamérica, 
        la Comunidad Andina de Naciones y el Mercosur.  También lo son de aquellas que se canalizan a través de 
        las relaciones bilaterales entre la Comisión Europea y cada país 
        latinoamericano - como por ejemplo, la que se reflejó en la visita 
        que en el mes de junio de 2007 efectuara a Brasilia el Presidente Durán 
        Barroso (http://www.mre.gov.br) 
        - y, por cierto, a través de las relaciones bilaterales de cada 
        país miembro de la Unión Europea con cada país latinoamericano. 
        La primera tarea conjunta a señalar, es la del seguimiento de 
        resultados de la última Cumbre bi-regional (ver el texto en http://europa.eu/index_es.htm).  La segunda es la de preparar bien la próxima Cumbre bi-regional 
        a realizarse en el 2010, a fin de asegurar que ella permita producir avances 
        concretos en la construcción de una asociación estratégica 
        entre ambas regiones.  No son tareas que incumben sólo a las instancias oficiales. Por 
        el contrario, es probablemente desde la sociedad civil y sus organizaciones 
        donde se podrán, con más eficacia, desarrollar acciones 
        que impulsen y faciliten el logro de los objetivos perseguidos.  La participación de la ciudadanía y de los intereses concretos 
        de las respectivas sociedades civiles puede ser, en todo caso, un elemento 
        que distinga al proceso preparatorio de la próxima Cumbre bi-regional. 
        Ella puede nutrir de innovación y fuerza a un proceso que no debería 
        quedar limitado sólo al eventual - y a veces discontinuo - impulso 
        de instancias oficiales.  Es precisamente en la medida que cada Cumbre bi-regional sea la culminación 
        de un proceso que se desarrolle con mucha anticipación y con la 
        participación activa de la sociedad civil, que puede esperarse 
        que ellas aporten elementos originales y sustantivos en la construcción 
        de una asociación estratégica, que sea eficaz y que cuente 
        con legitimidad social. |