| Aunque lo considera una realidad perfectible y en constante construcción, 
        el catedrático Félix Peña es un entusiasta promotor 
        del Mercosur. No podía ser de otra manera tratándose de 
        alguien que en 1991 formó parte del grupo de negociadores de la 
        Cancillería argentina que estuvo en la gestación de este 
        espacio común. Por eso, en tono de broma, a quienes descreen del 
        Mercosur, les pregunta: ¿hay opciones o un plan B?. 
        Luego, él mismo contesta el interrogante: no visualizo otra 
        alternativa; por ejemplo, para nuestro país y para Brasil.  Además, por nuestra proximidad y tratándose de mercados 
        que están pegados, si dejáramos de apostar por el Mercosur 
        tendríamos que hacer algo que, incluso, no tendría un nombre 
        tan atractivo y que ya está instalado, como este. Además, 
        tendríamos que cambiar los pasaportes y los documentos de identidad 
        de más de 200 millones de personas en los que, amén del 
        nombre de cada país, figura la palabra Mercosur. 
 De más está decir que el director de la Maestría 
        en Relaciones Económicas Internacionales de la Universidad Nacional 
        de Tres de Febrero (provincia de Buenos Aires), que ayer disertó 
        en Tucumán, confía en el Mercosur, pero no por puro determinismo. 
        A través de un programa de liberación comercial, generó 
        condiciones más favorables para el comercio entre los países 
        socios; en el caso de la Argentina, particularmente con Brasil. En estos 
        momentos hay camiones que pasan las fronteras entre ambas naciones, cargados 
        de mercaderías que no pagan derechos arancelarios. Esos son los 
        resultados concretos del Mercosur. Por otra parte, ha ido generando una 
        identidad común en nuestra región, que se manifiesta en 
        símbolos, como el pasaporte, argumenta.  La sabia experiencia A quienes les parecen pocos los resultados del Mercosur en 17 años 
        de existencia y suelen poner como contraste lo que sucede con la Unión 
        Europea, Peña les contesta: si algo podemos aprender de la 
        experiencia europea y de la nuestra es que estos procesos de integración 
        son carreras de obstáculo. Estos, constantemente, están 
        cambiando; a veces son más alto y otras, más bajos. Como muchas veces la gente exagera las notas críticas, a mí 
        me gusta recordar que estos procesos que son consensuados, voluntarios, 
        entre naciones soberanas, no son autopistas iluminadas hacia el futuro, 
        sino que se construyen cotidianamente, con agenda abierta, pero pra 
        frente, como dicen los brasileños.  Peña está persuadido de que no se puede vaticinar en qué 
        tipo de integración desembocará finalmente el Mercosur, 
        concebido originariamente como una unión aduanera. Para esto 
        hay que saber exactamente qué quiere obtener cada país del 
        Mercosur; algo que, por cierto, en nuestro caso, debemos discutir todos 
        los argentinos. El éxito se dará cuando la gente concluya 
        que tiene más trabajo, que vive en paz o más segura, o que 
        puede negociar mejor con el mundo gracias al Mercosur, dice.  ¿Para qué sirven las cumbres de jefes de Estado del Mercosur, 
        como de la que será sede Tucumán? Tras escuchar esta pregunta, 
        Peña relata que en 1991, cuando José Manuel de la Sota era 
        embajador de la Argentina en Brasil, con acierto, propuso que estos encuentros 
        fueran cada seis meses y no cada un año. Sirven para simbolizar 
        que estamos trabajando juntos. En segundo lugar, para generar impulso 
        político y para mandar el mensaje al resto de América Latina 
        y del mundo de que vamos hacia adelante. Tardaremos, tenemos imperfecciones. 
        No todas son buenas noticias para los socios; algunos creen que ganan 
        más que otros, pero estamos yendo para frente, 
        remata en portugués. |