| A modo de introducción La agenda de las reuniones preparatorias y la de la V Cumbre América 
        Latina y el Caribe-Unión Europea (ALC-UE) - Lima 16 y 17 de mayo 
        de 2008 - ha estado centrada en la cuestión social -pobreza, desigualdad 
        y exclusión- y la del desarrollo sostenible -medio ambiente, cambio 
        climático y energía-.  Pero sin perjuicio de la relevancia de ambos temas, buena parte de la 
        atención sobre esta Cumbre, se ha concentrado en dos aspectos que 
        son esenciales para el desarrollo futuro de las relaciones bi-regionales. 
       El primero, tiene que ver con la necesidad de colocar las relaciones 
        futuras en el cuadro más amplio de los profundos cambios que se 
        están operando en el mundo y en ambas regiones. En efecto, en un 
        contexto global con fuertes incertidumbres y con múltiples opciones 
        para la inserción internacional de cada país y región, 
        no parecería razonable seguir visualizando tanto las relaciones 
        transatlánticas euro-latinoamericanas, como las Cumbres bi-regionales 
        y sus respectivas sus agendas, sólo con planteamientos originados 
        hace más de diez años.  Incluso la periodicidad de las Cumbres bi-regionales, y los métodos 
        de trabajo empleados para su preparación y para asegurar el cumplimiento 
        de las hojas de ruta que en ellas se aprueben, parecerían requerir 
        de una visión innovadora. Fuerte énfasis correspondería 
        otorgar a los mecanismos de participación de la sociedad civil 
        en el debate previo a lo que se considere luego por las respectivas Cumbres. 
        En tal sentido la Asamblea Parlamentaria Europa-América Latina 
        (Eurolat) puede cumplir hacia el futuro un papel relevante en el proceso 
        de preparación de cada Cumbre. Asimismo, su iniciativa de que se 
        cree una Fundación bi-regional, similar a la que ya existe en el 
        plano de las relaciones entre Europa y el Asia, de concretarse podría 
        significar una fuerte contribución a la renovación de los 
        métodos de comunicación con la ciudadanía, acrecentando 
        su potencial de participación en la construcción de un espacio 
        común entre ambas regiones. El segundo aspecto tiene que ver con las negociaciones de la UE con Centroamérica, 
        con la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y con el Mercosur. Cada una 
        de ellas tiene historia, dinámica, relevancia y grados de avance 
        diferentes. Lo importante es que como resultado de la Cumbre de Lima, 
        se adopten pasos concretos a fin de concluirlas o, eventualmente, de replantearlas. Pero por su importancia relativa en el comercio y la inversiones bi-regionales, 
        la evolución futura de las negociaciones entre el Mercosur y la 
        UE, cobran una relevancia especial. Se sabe que están condicionadas 
        por los resultados aún inciertos de la Rueda Doha y por lo tanto, 
        no cabe esperar avances significados antes que ella concluya. Aunque sí 
        sería factible, de existir suficiente voluntad política 
        al respecto, trazar una agenda de trabajo en base al Acuerdo-Marco de 
        Madrid de 1995, plenamente vigente, y con contenidos precisos y de actualidad. 
        Colocar tal agenda de trabajo en la perspectiva de lo mucho que se puede 
        avanzar en el plano de la facilitación del comercio, de la conexión 
        física de los mercados, de los marcos reguladores que inciden en 
        el comercio de bienes y de servicios, de las sinergias sectoriales, de 
        la cooperación científica y tecnológica, es algo 
        que permitiría impulsar los flujos de comercio y de inversión 
        entre ambas regiones. El valor simbólico y práctico de la diplomacia de Cumbres 
        bi-regionales Es mucho lo que puede un mecanismo como el de las Cumbres de alto nivel 
        político, cuando existe interés político en que así 
        sea y, además, cuando ellas están bien preparadas. A su 
        valor práctico - impulso político a la acción conjunta 
        de un grupo de países - debe agregarse el valor que adquieren por 
        simbolizar la voluntad de desarrollar un trabajo conjunto sostenible en 
        el tiempo. La preparación previa suele ser esencial al éxito de estas 
        Cumbres bi-regionales. La experiencia indica que aquellas mejor preparadas 
        - tanto desde el punto de vista de la visión política como 
        del trabajo técnico - son las que han concluido con hojas de rutas 
        concretas, incluyendo los correspondientes calendarios para su desarrollo. 
        Ha sido el caso de la Cumbre ALC-UE de Río de Janeiro en 1999. Tal preparación transcurre por varios carriles. El político 
        e incluso el diplomático son, por cierto, fundamentales. Pero también 
        lo es el de la sociedad civil, en sus distintas expresiones organizadas 
        y en el más amplio de la opinión pública.  ¿Porqué una Cumbre bi-regional puede ser relevante y cuáles 
        pueden ser sus resultados? Cuanto más amplia sea la discusión 
        previa sobre las trayectorias imaginables en el trabajo conjunto de ambas 
        regiones, más factible será que cuando ella se realice, 
        sus logros concretos permitan una repercusión mediática 
        que no quede limitada a fotos, efectos especiales y anécdotas. 
        El grado de difusión en los medios de comunicación de los 
        compromisos asumidos en la Declaración Final de una Cumbre, es 
        uno de los mejores indicadores de la relevancia de sus resultados.  Al menos tres son los ejes que articulan hoy la relación institucionalizada 
        entre dos regiones, ALC y UE, que más allá de múltiples 
        asimetrías comparten vínculos históricos con raíces 
        profundas, intereses económicos complejos y, visiones comunes en 
        torno a valores esenciales de la vida en sociedad y de las relaciones 
        entre naciones.  El primer eje es el del diálogo bi-regional, especialmente si 
        está orientado a la acción concreta - sea resolver problemas 
        o impulsar nuevos desarrollos conjuntos -. Es quizás lo más 
        esencial de la diplomacia de las Cumbres. Cada dos años, la realización 
        de una reunión en la Cumbre bi-regional - en la que siempre ha 
        participado un número significativo de Jefes de Estados y de Gobierno 
        de los países de ambas regiones - simboliza y expresa la voluntad 
        de un diálogo organizado y sistemático en procura de avanzar 
        en objetivos comunes, que en este caso ya han sido definidos como los 
        de una asociación estratégica.  Pero tal diálogo no está, ni podría estar, limitado 
        a instancias gubernamentales. Para ser eficaz, debe también reflejar 
        la rica gama de matices e intereses de múltiples instancias de 
        las respectivas sociedades civiles. De allí la importancia que 
        tienen las reuniones previas de representantes de la sociedad civil, de 
        parlamentarios - ahora en el marco de Eurolat - y de los empresarios.  El segundo eje es el de la agenda bi-regional. En la Cumbre de Lima 
        ella está reflejando, por un lado, el interés compartido 
        en cuestiones comunes, sustantivas y relevantes, como son la pobreza y 
        la cohesión social, las migraciones, el medio ambiente, el cambio 
        climático, los recursos naturales y la energía. Y, por otro 
        lado, la necesidad de definir como se puede seguir avanzando para institucionalizar, 
        a través de una variedad de acuerdos de asociación, una 
        relación bi-regional que sea significativa, sostenible y equilibrada.  Y el tercer eje es precisamente, el del tejido de una red de acuerdos 
        bi-regionales que por su variedad, permitan captar las múltiples 
        realidades e intereses que se perciben en ambos lados del Atlántico. 
        Una Cumbre bi-regional, como la de Lima de este año y como será 
        el caso de la próxima a realizarse en España en el 2010, 
        en la medida que esté debidamente preparada tanto en el plano político 
        como en el técnico, brinda entonces la oportunidad para impulsar 
        acciones comunes en torno a la agenda bi-regional, que puedan ser canalizadas 
        a través de esta red de acuerdos de asociación adaptados 
        a cada situación concreta.  Pero en el tejido de tal red, parece relevante que se tome en cuenta 
        la multiplicidad de opciones que, una y otra región, tiene hoy 
        en un sistema internacional global que, más allá de sus 
        turbulencias e incertidumbres, está abriendo una amplia gama de 
        oportunidades para todos los países que sepan como captarlas y 
        aprovecharlas. Ambas regiones mantienen intereses comunes de defensa de un sistema multilateral 
        global eficaz. Gobernabilidad mundial, paz y democracia, son por ello 
        ideas centrales de su trabajo conjunto. Y como ya se ha señalado, 
        la agenda de la Cumbre de Lima ha puesto el acento también en otras 
        cuestiones comunes relevantes, como son pobreza, desigualdad, exclusión 
        y migraciones, y también cambio climático, medio ambiente 
        y energía.  Pero es en la idea del desarrollo de un espacio económico bi-regional 
        basado en el libre comercio donde se observan conos de sombra. Es por 
        ello que éste será un aspecto central en el camino a recorrer 
        hacia la Cumbre de España en el 2010. Es el que requerirá 
        de más innovación y de una significativa inyección 
        de voluntad política. Una relación bi-regional que requiere ser revitalizada Por momentos la relación bi-regional euro-latinoamericana parece 
        estar adormecida. Su dinámica no logra siempre adaptarse a la actual 
        realidad internacional. La idea de una asociación estratégica 
        bi-regional, delineada cuando se originó en 1999 el actual sistema 
        de Cumbres, estaría perdiendo su frescura inicial y su credibilidad. 
        Ello puede explicarse por los cambios en el mundo de los últimos 
        años. Pero quizás también porque ha desaparecido 
        de la escena uno de los factores que se estuvo presente en el impulso 
        original, esto es la iniciativa americana de un área hemisférica 
        de libre comercio.   Sin embargo desde la realización de la primera Cumbre en Río 
        de Janeiro, se han dado pasos en la dirección estratégica 
        original. Los más importantes son los acuerdos de asociación 
        de la UE con Chile y México. Como se señalara antes, las 
        negociaciones bi-regionales con el Mercosur no han podido aún concluirse. 
        Se está avanzando en las negociaciones con Centroamérica 
        y se ha iniciado el camino incierto de negociaciones con la CAN. Una alianza 
        estratégica fue establecida en junio de 2007 entre la UE y el Brasil 
        - como luego también con México -. Pero su contenido aún 
        es impreciso y plantea interrogantes sobre su conciliación con 
        un acuerdo con el Mercosur. Además, es mucho lo que brinda Bruselas 
        en su cooperación económica y técnica con los países 
        de la región, e incluso con los grupos de integración, aunque 
        ello también ocurría antes de 1999. La incertidumbre mayor se refiere a los próximos pasos a dar en 
        el tejido de la red de acuerdos concretos a través de los cuáles 
        se está expresando la idea de la asociación estratégica 
        bi-regional. De allí la importancia que tiene observar cómo 
        evolucionarán tras la Cumbre de Lima las negociaciones bi-regionales, 
        especialmente con los países de la CAN y con los Centroamericanos. 
        La tendencia a nuevos planteamientos al respecto, incluyendo la de negociaciones 
        bilaterales con países individuales, podría hacerse más 
        fuerte en la medida que en el resto del año 2008 y avanzado el 
        2009, las actuales negociaciones con los respectivos bloques de países 
        no hubieran sido concluidas. Una relación bi-regional a las vez asimétrica y relevante Cabe tener en cuenta que la relación bi-regional euro-latinoamericana 
        es asimétrica pero relevante.  Al menos en tres planos se manifiestan las asimetrías de esta 
        relación transatlántica, que de una manera u otra se inserta 
        en el marco más amplio de las de ambas regiones con los Estados 
        Unidos y Canadá y, crecientemente, con otras regiones del mundo, 
        en especial con la del Asia.  La del grado de desarrollo económico es la más notoria 
        y se destaca en las negociaciones comerciales bi-regionales. Del lado 
        latinoamericano genera expectativas no siempre satisfechas, en materia 
        de cooperación económica y con respecto a que tal asimetría, 
        sea efectivamente tomada en cuenta a la hora de evaluar la reciprocidad 
        en las concesiones comerciales. Este es un aspecto central de las dificultades 
        que se han observado para avanzar y concluir con las negociaciones entre 
        el Mercosur y la UE. Otra asimetría significativa es la de la relevancia relativa de 
        cada región para la otra. Se sabe que en términos de comercio, 
        inversiones y progreso técnico, es más lo que Europa vale 
        para los latinoamericanos, que lo que ocurre a la inversa. Pero esto sólo 
        refleja una fotografía de lo actual. Es que proyectada hacia el 
        futuro, el valor de América Latina para los países europeos 
        crece tan pronto se toman en cuenta su importancia relativa en materia 
        de alimentos, energía, de múltiples recursos naturales, 
        incluyendo el agua, como también de mercados potenciales para empresas 
        europeas que compiten en el mundo, especialmente en el sector de los servicios, 
        en los bienes de capital, en las tecnologías y en el acceso a las 
        compras gubernamentales. Cobra mayor importancia aún, si se coloca 
        la relación transatlántica bi-regional en la perspectiva 
        de otras cuestiones relevantes, tales como la del cambio climático 
        y, sobre todo, la de la gobernabilidad global. Pero la asimetría que más se pone en evidencia en las Cumbres 
        bi-regionales, es la del grado de organización de ambos espacios 
        geográficos regionales. Uno, se expresa hoy a través de 
        la UE -con sus instituciones, reglas, símbolos y redes sociales- 
        que con el proceso aún no concluido de incorporación de 
        nuevos países miembros, especialmente de Europa del Este, cubre 
        casi en su totalidad el respectivo espacio geográfico regional 
        y que incide en un ámbito significativo de políticas públicas, 
        incluso en el campo de las relaciones exteriores.  El otro espacio regional, el de América Latina y el Caribe, sigue 
        desorganizado y disperso. La creación de la Unión de Naciones 
        Sudamericanas (UNASUR) y su potencial ampliación al resto de ALC, 
        es un paso en la dirección de la institucionalización de 
        este espacio regional, cuyos resultados aún son inciertos.  Es un espacio regional que incluso está caracterizándose 
        por disonancias conceptuales crecientes. Difícil es que tales características 
        no se evidencien cada vez que se realiza una Cumbre bi-regional. Además, 
        considerando sólo las más recientes - en Viena en el 2006 
        y en Lima en el 2008 -, allí participan países que han resuelto 
        la cuestión de una asociación bi-regional con la UE, como 
        son los casos de Chile, México y, en cierta forma, los del Caribe 
        inglés, con otros que no lo han hecho aún, como son los 
        que se agrupan en el Mercosur, en la CAN y en el Sistema de Integración 
        Centroamericana (SICA). 
 Además de asimétrica, es la bi-regional una relación 
        relevante por los flujos comerciales, de inversiones y de personas. No 
        son sólo los actuales. Muchos tienen historias largas, tal el caso 
        de las inversiones de empresas europeas en la región. Y también 
        lo es el de las migraciones. Su direccionamiento ha cambiado en las últimas 
        décadas. Antes y por mucho tiempo, se originaron en Europa. Hoy 
        van hacia Europa e incluye en forma creciente mano de obra calificada, 
        técnicos y profesionales.
 Pero, además como ya se señaló, el bi-regional es 
        un espacio que no excluye las relaciones que desde ambos lados se entablan 
        con terceros países y regiones. Tanto ALC como la UE, tienen vinculaciones 
        especiales con los Estados Unidos y Canadá. También con 
        el Asia, abarcando cada vez más a China, India y los países 
        de la ASEAN.  Incluso, en algunas de las relaciones especiales europeas, existen precedentes 
        para inspirar necesarias innovaciones en la metodología de las 
        bi-regionales con ALC. Tal el caso de la relación con el Asia, 
        en el Asia-Europe Meeting (ASEM) o con los Estados Unidos, en el Transatlantic 
        Economic Council. En ellas se pone el acento entre otras cuestiones, en 
        la facilitación del comercio, en el diálogo e interacción 
        entre los empresarios, y en las reglas que inciden sobre flujos de comercio 
        y de inversiones. Un enfoque renovado debería darle énfasis a tales cuestiones 
        incluyendo, además, el replanteo de los métodos de preparación 
        de las Cumbres y de seguimiento de sus hojas de ruta. Y debería 
        procurar una activa participación de instituciones empresarias 
        y de empresas con intereses fuertes en las relaciones bi-regionales resultantes, 
        sea de corrientes de comercio, de inversiones directa o de inserciones 
        en cadenas productivas de alcance bi-regional. La cooperación económica en la agenda bi-regional La cooperación económica es uno de los componentes centrales 
        de la agenda bi-regional. Ello es así al menos por tres motivos 
        principales. El primero es la gran experiencia acumulada por la UE en 
        materia de integración económica. El segundo es la ya mencionada 
        asimetría de desarrollo económico existente entre ambas 
        regiones. El tercero es que precisamente a través de la cooperación 
        que brinda la UE, puede ésta facilitar el proceso de adaptación 
        de las economías de la región latinoamericana, a las nuevas 
        condiciones de competitividad que surgen de los acuerdos de libre comercio 
        que se celebren como resultante de la asociación estratégica. La UE ha acumulado, en más de cincuenta años de desarrollo 
        de su proceso de integración, una experiencia valiosa para los 
        países de ALC.  Ella lo es, a pesar de las múltiples diferencias que existen entre 
        ambas regiones, tanto desde un punto de vista histórico, como político, 
        económico, social y cultural. Sin embargo, existe un significativo 
        denominador común entre el proceso de integración europea 
        y los actuales procesos de regionalismo abierto entre los países 
        de ALC. Resulta de la naturaleza más profunda del fenómeno 
        de integración que se desarrolla en ambas regiones, tan pronto 
        se lo aprecia en su triple dimensión política, económica 
        y jurídica.  Por lo menos en tres planos, la experiencia de la integración 
        europea es particularmente valiosa para la región de ALC: 
        el de las metodologías de integración económica, 
          esto es el desarrollo de instituciones y reglas de juego eficaces a 
          fin de acrecentar la capacidad para mantener, a través del tiempo, 
          el vínculo asociativo voluntario entre los socios, y para traducir 
          sus objetivos en resultados concretos en el plano de las políticas 
          públicas de cada país, en el de sus negociaciones comerciales 
          internacionales, y en el de la cohesión social y de la competitividad 
          global de sus empresas;
 
el de la creación, a través de sus programas de cooperación, 
          de condiciones apropiadas para facilitar la transición política 
          y económica, de países que aspiran a vincularse con la 
          UE, sea como miembros plenos o como países con asociaciones estratégicas 
          -lo que podríamos denominar la idea de "transición 
          asistida" que reconoce sus orígenes en el Plan Marshall- 
          y
 
el de la cooperación técnica para el desarrollo y la 
          integración económica con los países de ALC, como 
          resultado de varias décadas de programas y proyectos ejecutados, 
          sea a nivel de países o de grupos de países, y de la introducción 
          gradual de perfeccionamientos en sus contenidos y en sus metodologías. Tal experiencia permite en la actualidad a la UE, ser un protagonista 
        valioso y eficaz, tanto para el fortalecimiento de los procesos de integración 
        regional en ALC, así como para crear condiciones de sustentabilidad 
        y legitimidad a los acuerdos bi-regionales de asociación ya negociados, 
        en curso de negociación y por ser negociados en el futuro -incluyendo 
        compromisos de libre comercio compatibles con la OMC- La cooperación con los países candidatos a ser miembros 
        plenos de la UE - tal como ha ocurrido con los recientemente incorporados 
        -, está precisamente orientada a construir gradualmente las condiciones 
        de sustentatibilidad y legitimidad de su acceso a la UE, ayudándolos 
        sistemáticamente a prepararse para el escenario post-negociación, 
        canalizando montos significativos de recursos financieros y técnicos, 
        con el objeto de producir cuatro efectos en sus sistema políticos, 
        económicos y sociales, que se pueden consideran como esenciales. 
        Ellos son, el efecto-disciplina (especialmente en el plano de las políticas 
        macroeconómicas, sectoriales y comerciales), el efecto-cohesión 
        (especialmente en el plano político y social), el efecto-institucional 
        (especialmente en el plano administrativo y legislativo) y el efecto-competitividad 
        (especialmente en el plano de las pymes y de su internacionalización). 
        Es una política de cooperación funcional a objetivos políticos 
        y económicos valorados (la transición a la democracia plena 
        y hacia la competitividad sistémica) por las respectivas sociedades 
        civiles, que contribuye a colocar cada país-candidato en condiciones 
        de nivelación con los países que ya son miembros plenos 
        de la UE (lo que podría denominarse el "efecto exclusa" 
        de la cooperación financiera y técnica). Una consecuencia de este enfoque, es poner el acento en cooperar para 
        que cada país-candidato se organice, en todos los planos, para 
        participar de la UE. Lo que se pretende desarrollar con tal política 
        deliberada, es la inserción gradual de gobiernos-sociedad civil-empresas 
        de los países candidatos, en el denso tejido de redes gubernamentales, 
        sociales y empresarias, que caracteriza la integración europea. 
       En el marco de tales políticas y sus respectivos programas de 
        cooperación, se encuentran precedentes de instrumentos y mecanismos, 
        que bien evaluados y adaptados, pueden ser de utilidad para el caso de 
        los países ALC. Debidamente adaptadas, las experiencias de "transición asistida" 
        acumuladas por la UE en su propia región, pueden significar una 
        contribución también valiosa para los países ALC, 
        en particular en función de sus propios procesos de integración 
        económica, de asociación estratégica con la propia 
        UE y de negociaciones comerciales internacionales, especialmente, para 
        prepararse para los posibles escenarios post-negociaciones. Ello conduce a recomendar un enfoque de acción conjunta, en el 
        que cada uno de sus componentes -programas de alcance regional general, 
        o específicos para grupos de países o países individuales-, 
        esté vinculado entre sí y en el que se puedan producir efectos 
        múltiples, que trasciendan al ámbito propio de cada uno. 
        Se conformaría así, una red de programas de cooperación 
        conjunta vinculados entre sí, en sus objetivos, contenidos y metodologías, 
        y sincronizados con los avances de las respectivas negociaciones, sean 
        ellas globales, hemisféricas, bi-regionales o regionales. Los objetivos perseguidos serían así, el tornar viables, 
        sustentables y beneficiosos para todos los participantes, los acuerdos 
        concretados o que se concreten entre la UE y ALC. Es ésta una idea con profundo sentido político. Quizás 
        es la verdadera dimensión política de un acuerdo que integra 
        naciones desiguales. Y ello es así pues la asistencia internacional 
        facilita la aceptación por la sociedad de los costos de su apertura 
        al mundo o a una región. Hace a la legitimidad social del respectivo 
        acuerdo. Un aspecto fundamental de la transición asistida es el financiamiento 
        de reconversión productiva y la asistencia a la internacionalización 
        de las PyMEs en el ámbito del espacio económico ampliado 
        por un acuerdo de integración económica o de libre comercio. 
       En el marco de procesos como el del Mercosur, la idea de transición 
        asistida podría dar lugar a esfuerzos conjuntos de cooperación 
        con países de menor desarrollo relativo como es el caso, por ejemplo 
        del Paraguay, en el que participen la UE e instituciones financieras internacionales 
        como el BID y los países más desarrollados, concretamente 
        la Argentina y el Brasil. El Fondo de Convergencias Estructurales (FOCEM) 
        brinda, en tal sentido, una excelente oportunidad para articular acciones 
        de cooperación triangular con la participación activa de 
        la UE. Las relaciones entre la UE y el Mercosur En los últimos tiempos se ha observado una tendencia creciente 
        a centrar la cuestión de las relaciones entre los procesos de integración 
        del Mercosur y de la UE, casi exclusivamente en las negociaciones para 
        lograr concluir un acuerdo de asociación estratégica bi-regional 
        (1). Parece conveniente, distinguir el plano más amplio de las relaciones 
        transatlánticas entre dos espacios de integración regional 
        -que trascienden la esfera de lo gubernamental y penetran en todas las 
        dimensiones de las interacciones entre regiones que tienen como característica 
        común el ser espacios multinacionales institucionalizados-, del 
        de las negociaciones bi-regionales para concluir con un acuerdo de asociación 
        estratégica -que son esencialmente gubernamentales-.  Es una distinción necesaria para el análisis de las realidades. 
        Pero lo es, en particular, para diseñar cualquier acción 
        futura. Esto es, para quienes - sea en el ejercicio de funciones públicas 
        o en la expresión de los intereses de la sociedad civil, incluyendo 
        por cierto, a los empresarios - aspiran a incidir sobre las realidades 
        actuales orientándolas hacia el logro de objetivos valorados.  En otros términos, lo recomendable sería no reducir la 
        agenda futura de las relaciones recíprocas entre estos dos espacios 
        de integración regional, sólo a una de sus dimensiones posibles, 
        cual es la del resultado que finalmente tengan las actuales negociaciones 
        bi-regionales en su componente de libre comercio. Y es que no necesariamente es preciso avanzar en los dos planos en forma 
        sincronizada. Concretamente, es posible imaginar un escenario en el que 
        se intensifiquen las relaciones transatlánticas entre el Mercosur 
        y la UE, sin que necesariamente se concluyan las negociaciones bi-regionales, 
        al menos tal como ellas se han encarado a partir de 1998.  Es posible argumentar, entonces, que la profundización de estas 
        relaciones transatlánticas podría lograrse independientemente 
        de la suerte que tengan las negociaciones bi-regionales. En aspectos relevantes 
        de las respectivas agendas regionales, es posible imaginar acciones de 
        cooperación que no requieren necesariamente el haber concluido 
        con un proceso negociador como el que han encarado las dos regiones. Ejemplos 
        pueden encontrarse, sin perjuicio de otros, en modalidades de cooperación 
        imaginables en relación a la cuestión del clima global y 
        al desarrollo de los bio-combustibles. Como se ha señalado, pueden 
        encontrarse precedentes en la propia experiencia de las relaciones entre 
        la UE y la región del Asia, especialmente en el ámbito muy 
        flexible de la Asian-Europe Meeting (ASEM). A su vez, los respectivos sectores empresarios - que muchas veces reflejan 
        intereses de empresas transnacionales que actúan simultáneamente 
        en ambos espacios de integración regional, como es el caso de la 
        industria automotriz, entre otros - quizás no han aprovechado aún 
        todo el potencial de cooperación existente, sea dentro del eje 
        bi-regional transatlántico o en el de su proyección conjunta 
        a otros espacios regionales, como es en particular el del Asia. Tampoco 
        parece que los empresarios de ambas regiones actuando conjuntamente, hayan 
        agotado su capacidad de influencia para incidir en las acciones que se 
        pueden emprender en el plano gubernamental, incluyendo las referidas al 
        actual proceso negociador bi-regional.  Sin embargo, cabe reconocer que la conclusión en plazos razonables 
        de las actuales negociaciones bi-regionales, tal como ellas fueron planteadas 
        originalmente o, eventualmente, a través de una reformulación 
        de sus objetivos, formato y metodologías, podría favorecer 
        la institucionalización y, por lo tanto, la estabilidad de las 
        relaciones entre ambos espacios de integración regional. En todo caso, el desarrollo futuro de las relaciones entre la UE y el 
        Mercosur, incluyendo la conveniente conclusión de las actuales 
        negociaciones, requerirá de una mejor comprensión del lado 
        europeo de las características de las nuevas realidades de ALC 
        y, especialmente las del Mercosur y las del espacio geográfico 
        sudamericano.  En el caso del Mercosur, se pueden observar muchas dificultades para 
        captar plenamente su evolución más reciente, en particular, 
        si es que se trata de hacerlo desde paradigmas muy ortodoxos resultantes 
        de un pasado superado por actual realidad internacional o, peor aún, 
        si se coloca su apreciación en la perspectiva de lo que se suele 
        denominar el "modelo europeo" o de lo que libros de texto indican 
        que debería ser un proceso de integración. Un ejemplo en 
        tal sentido, se puede encontrar en el abordaje de la cuestión de 
        la unión aduanera - un instrumento central pero no definido en 
        forma explícita en el Tratado de Asunción -, que muchas 
        veces es concebida a partir de lo que la teoría económica 
        indica que ellas deberían ser, subestimándose el margen 
        de flexibilidad que brinda la definición del artículo XXIV 
        - parágrafo 8 - del GATT-1994 en el ámbito de la Organización 
        Mundial del Comercio (OMC). Parece conveniente entonces estimular una corriente de reflexión 
        innovadora aprovechando las instituciones y redes académicas bi-regionales 
        existentes, pero también marcos institucionales del sector privado 
        como es del Foro Empresario Mercosur-UE (MEBF). Con respecto a las relaciones transatlánticas bi-regionales, ellas 
        se nutren de interacciones de todo tipo - por cierto no sólo económicas 
        - que surgen de los múltiples vasos comunicantes existentes entre 
        dos espacios regionales que han encarado procesos voluntarios de integración 
        que tienen significativas diferencias pero que, a la vez, presentan rasgos 
        comunes. Entenderlas bien es fundamental a la hora de definir cursos de 
        acción realistas conducentes a la profundización de la relación 
        bi-regional. Flujos migratorios, de inversión y de comercio, han ido alimentando 
        a través del tiempo una interdependencia entre países de 
        ambos lados del Atlántico, que es hoy densa y variada en matices. 
        De ella resultan intereses y valores comunes que trascienden los planos 
        políticos y económicos, y penetran en forma profunda en 
        lo cultural. Pero es sobre todo en la medida que en ambos espacios regionales continúen 
        desarrollándose sus respectivos procesos de integración, 
        que es difícil imaginar un escenario en el que puedan desconocerse 
        mutuamente, cualesquiera que sean las demás prioridades de sus 
        respectivas agendas regionales y nacionales. La indiferencia recíproca 
        hacia lo que ocurra en uno y otro lado del Atlántico, no parece 
        ser ni recomendable ni tan siquiera posible. En nuestra opinión, el eje de la acción futura a desarrollar 
        entre ambos espacios regionales de integración, debería 
        estar centrado en todo aquello que permita nutrir su relación recíproca. 
        En función de tal objetivo, debería situarse la apreciación 
        sobre los caminos conducentes a acrecentarla, explotando todo su potencial 
        por medio de un amplio abanico de acciones, incluyendo sea la culminación 
        del actual proceso negociador bi-regional, aún inconcluso o, de 
        lo contrario, renovando sus objetivos, formato y metodologías. Al menos tres escenarios son posibles para el futuro de este proceso 
        negociador bi-regional.  El primero sería el que, sin perjuicio de los esfuerzos que se 
        efectuen, la negociación siga de hecho estancadas, al menos mientras 
        también lo estén las negociaciones multilaterales globales. 
        Especialmente del lado de la UE, se ha señalado reiteradamente 
        que lo que ocurra con la Rueda Doha en el ámbito de la OMC, tendrá 
        un impacto relevante en el desarrollo de las negociaciones con el Mercosur, 
        sea para lograr su conclusión o para impulsar a replantearlas en 
        sus objetivos, formato y metodologías. El segundo escenario, sería el que efectivamente se reanuden este 
        año las negociaciones bi-regionales aún cuando no fuera 
        posible concluir en plazos razonables, por ejemplo en el 2008 o a comienzos 
        del 2009, con la Rueda Doha. Tal escenario sería facilitado si 
        se redujera el nivel de ambición del acuerdo de asociación 
        estatégica bi-regional, preservando los equilibrios en los resultados 
        a fin de tomar en cuenta, especialmente, las disparidades de grados de 
        desarrollo de ambas partes.  En este caso, el acuerdo que se logre debería incluir la hoja 
        de ruta para ampliar las preferencias comerciales una vez que se concluya 
        con las negociaciones en la OMC. Es algo factible, pero dificil decir 
        aún si es probable. Todo dependerá de cómo se puedan 
        articular los intereses recíprocos en puntos de equilibrio que 
        sean percibidos como razonablemente ambiciosos, tomando en cuenta que 
        las cuestiones más sensibles seguirán dependiendo de lo 
        que ocurra en el plano multilateral global de la OMC. Para que este escenario sea factible, la UE debería privilegiar 
        el objetivo político de preservar la idea de integración 
        entre los países del Mercosur, aún cuando ello signifique 
        el reconocimiento de un mayor grado de flexibilidad y de heterodoxia que 
        pudiera caracterizar en el futuro este emprendimiento de regional, especialmente 
        una vez que se concrete formalmente la incorporación aún 
        pendiente de Venezuela. Debería implicar asumir como realidad una 
        arquitectura de integración que incluya nítidos elementos 
        de geometría variable y de múltiples velocidades, en forma 
        compatible con las reglas de la OMC, especialmente para contemplar los 
        efectos de las asimetrías económicas entre los socios del 
        Mercosur original, las que sin dudas se acentuarían en el caso 
        que finalmente Venezuela y quizás también Bolivia, fueren 
        incorporadas en el futuro como miembros plenos. Y el tercer escenario que se puede visualizar, es el que una vez que 
        se constate la imposibilidad de seguir adelante con la idea una asociación 
        estratégica bi-regional, al menos incluyendo los tres pilares originalmente 
        planteados, se llegue a la conclusión que es necesario replantear 
        los objetivos, el formato y las metodología de la negociación. 
       En ese caso, varias opciones se abrirían hacia adelante para la 
        UE, incluso la de procurar acuerdos bilaterales con algunas de las principales 
        economías del área, especialmente con el Brasil. En tal 
        hipótesis, sería difícil lograr que se preserven 
        los principales objetivos que originalmente condujeron a la idea de una 
        asociación estratégica entre los dos espacios regionales 
        de integración.  Sin embargo, una variante que en tal hipótesis permitiría 
        preservar esos objetivos, sería la de enhebrar una red de acuerdos 
        bilaterales entre la UE y países miembros del Mercosur, insertándola 
        en el marco político más amplio de un acuerdo de asociación 
        estratégica, que incluya compromisos en los otros dos pilares originalmente 
        previstos, esto es, el político y el de la cooperación. 
        Eventualmente tal modelo podría ser también aplicado a los 
        espacios andino y centroamericano. En cierta medida, se estaría 
        siguiendo entonces un camino flexible con analogías al que ha caracterizado 
        la relación entre la UE y los países del Asia, especialmente 
        en el marco de la ASEM, como así también las relaciones 
        del Mercosur con la CAN y las de los Estados Unidos con los países 
        centroamericanos. En nuestra opinión, lo recomendable es que la UE privilegie el 
        primer escenario y sólo en última instancia se incline por 
        el segundo o, eventualmente, el tercero. Este último sin embargo, 
        no sería recomendable si no incluyera un marco institucional común 
        a la red de acuerdos bilaterales. Caso contrario, se correría el 
        riesgo de contribuir a la acentuación de fuerzas centrífugas 
        en el espacio regional sudamericano. Al respecto, cabe tener en cuenta 
        que un debilitamiento mayor del Mercosur, no sólo no está 
        en los objetivos explícitos de los gobiernos de sus países 
        miembros, sino que podría terminar produciendo un retroceso incluso 
        irreversible en el proceso de integración, no pareciendo ello tampoco 
        favorable a los múltiples intereses europeos y, en especial, a 
        los de sus empresas con inversiones en la región. Pero la originalidad de enfoque renovado, debería consistir en 
        iniciativas orientadas a profundizar la relación estratégica 
        entre ambos espacios regionales de integración - esto es, el Mercosur 
        y la UE -, en forma paralela a los progresos que puedan alcanzarse en 
        las actuales negociaciones bi-regionales o en su eventual replanteo. Como se señaló antes, ello implicaría abrir un canal 
        de acciones conjuntas que sea simultáneo con el del proceso negociador 
        bi-regional. Lo esencial, en tal caso, sería producir signos concretos y bien 
        visibles, que reflejen el valor estratégico que se atribuye a esta 
        relación transnacional y que contribuyan a fortalecer la idea del 
        trabajo conjunto - cualesquiera que sean las metodologías de integración 
        de mercados que predominen - en el espacio regional del Mercosur, concebido 
        en toda su proyección sudamericana. Al respecto y sin perjuicio de otras iniciativas posibles, parecen recomendables 
        los siguientes cursos de acción: 
        el desarrollo de experiencias de cooperación trilateral - tal 
          como la que la propia UE ha comenzado a desarrollar en el Asia -, en 
          la que UE participe conjuntamente con los países de mayor desarrollo 
          del Mercosur - Argentina y Brasil e, incluso, Venezuela - en proyectos 
          concretos de cooperación con las economías más 
          pequeñas o de menor desarrollo relativo - Paraguay y Uruguay 
          y, eventualmente, Bolivia y Ecuador -. Para ello un instrumento operativo 
          resultaría de la mencionada participación europea significativa 
          en el FOCEM, que ya aprobó los primeros proyectos en beneficio 
          de Paraguay y Uruguay. Eventualmente los aportes bajo la modalidad de 
          co-financiamiento, podrían resultar también de la participación 
          de programas de cooperación internacional de países miembros 
          de la UE;
 
una participación más sustantiva de la UE, especialmente 
          a través del Banco Europeo de Inversiones, pero también 
          de programas de cooperación de sus países miembros y de 
          inversiones originadas en el propio sector empresario, en el desarrollo 
          de proyectos multinacionales de infraestructura física en el 
          espacio sudamericano, especialmente en el marco de la denominada Iniciativa 
          para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana 
          (IIRSA);
 
un abordaje conjunto de cuestiones relacionadas con la integración 
          energética - incluyendo alguna modalidad de participación 
          de los países del Mercosur en el Tratado de la Carta de la Energía 
          -, con el desarrollo de los bio-combustibles y con la cuestión 
          ambiental;
 
una vinculación más estrecha entre el Parlamento Europeo 
          y el recién instalado Parlamento del Mercosur, orientada a sustentar 
          los compromisos democráticos y la transparencia en ambos espacios 
          regionales de integración;
 
el fortalecimiento y aprovechamiento efectivo de las instituciones 
          y redes académicas bi-regionales, así como las de la sociedad 
          civil, y
 
una utilización más intensa del canal ya institucionalizado 
          de cooperación empresaria - el MEBF -, estimulando su orientación 
          no sólo a cuestiones vinculadas con el proceso negociador bi-regional, 
          pero también a otras que tengan que ver con la profundización 
          de la relaciones estratégicas transatlánticas, a través 
          de una agenda vinculada a la competitividad y a la innovación 
          tecnológica, como forma de fortalecer la capacidad de las empresas 
          de ambas regiones - especialmente, las pequeñas y medianas - 
          para competir en el plano global. Un enfoque de este tipo permitiría incluso acentuar los incentivos 
        y, por lo tanto, las posibilidades para lograr entre ambos espacios regionales 
        de integración, la concreción sobre base realistas de un 
        acuerdo de asociación estratégica, como forma de institucionalizar 
        y brindar estabilidad a estas relaciones transatlánticas. A modo de conclusión: lo que cabe esperar de las futuras relaciones 
        ALC-UE Todo indica que hacia el futuro la idea de una asociación estratégica 
        bi-regional, requerirá entonces renovar enfoques y métodos 
        de trabajo. Tal renovación deberá incluir la de la construcción 
        de una red de acuerdos bi-regionales, sean ellos con países individuales, 
        como han sido los casos hasta ahora de México y Chile, sea con 
        grupos de países.  En nuestra opinión, la renovación de enfoques y métodos 
        de trabajo debería basarse en, al menos, tres supuestos:  
        el que ambas regiones están efectivamente interesadas, en atribuirle 
          prioridad a la definición de políticas públicas, 
          a la creación de instrumentos y a la formulación de reglas 
          de juego que penetren en la realidad, a fin de concretar lo que ha sido 
          enunciado como una "asociación estratégica birregional", 
          que incluya las relaciones económicas recíprocas, pero 
          sin limitarse a ellas. 
 
el que hay un reconocimiento de la importancia de capitalizar la experiencia 
          acumulada durante el reciente desarrollo de las relaciones económicas 
          recíprocas, por lo menos desde el establecimiento del actual 
          sistema de Cumbres periódicas, a fin de introducir las modificaciones 
          de rumbos, tanto en la ambición de los objetivos perseguidos 
          como en los métodos de trabajo que fueran necesarios para alcanzarlos 
          en plazos razonables, y 
 
el que una nueva realidad internacional muy dinámica, hace 
          que sea necesaria una visión prospectiva que permita colocar 
          las relaciones económicas bi-regionales, en el marco más 
          amplio de un mundo en el que se evidencian fuerzas profundas que están 
          operando continuos y significativos cambios en el contexto internacional, 
          tanto en el plano global como en el de las distintas regiones, incluyendo 
          la de la UE y la de la propia ALC. Son cambios que están ampliando 
          la gama de opciones que los países de ambas regiones tienen en 
          su estrategia de inserción internacional. Las dos regiones participan en los múltiples espacios de relaciones 
        económicas que conforman el mapa más amplio de la competencia 
        global. Conciliar en la práctica la aplicación de un enfoque 
        y de una estrategia de inserción internacional multi-espacial, 
        es quizás uno de los principales desafíos que enfrentan 
        hoy los gobiernos y las regiones organizadas. Condiciona, además, 
        los métodos de trabajo conjunto que puedan desarrollarse entre 
        la UE y ALC. No son sólo los espacios de competencia económica los que 
        se multiplican. Lo son también los de las negociaciones comerciales 
        internacionales, que pueden ser visualizadas, por sus resultados prácticos, 
        como otros tantos ámbitos de producción normativa y de generación 
        de mecanismos que aseguren la aplicación de las reglas en materia 
        de comercio y de inversiones, así como la solución de conflictos 
        entre países miembros. De hecho, las negociaciones comerciales 
        entre la UE y países y esquemas de integración económica 
        en ALC, están explícitamente vinculadas con las que se desarrollan 
        en la OMC e implícitamente, con las que una y otra región, 
        desarrollan en sus respectivos espacios contiguos y con otras regiones 
        del mundo.  Comprender entonces, la dinámica existente en el tejido de la 
        compleja red de acuerdos preferenciales de cada una de las dos regiones, 
        así como los factores que inciden en su evolución, es una 
        cuestión que merecerá en el futuro atención prioritaria 
        de la otra región. Lo cierto es que Europa y América Latina están comprometidas 
        en una construcción de largo aliento. Consiste en desarrollar un 
        espacio bi-regional que signifique una contribución efectiva al 
        predominio de la paz y la estabilidad en el plano global. Es uno de los 
        sentidos políticos de la diplomacia de Cumbres bi-regionales iniciada 
        en 1999. Más allá de múltiples y conocidas diferencias -incluso 
        de grados de desarrollo económico- la construcción de este 
        espacio común tiene historia profunda, aliento político 
        y preferencias compartidas.  Tiene una historia de más de cinco siglos. Se nutre de millones 
        de familias latinoamericanas que encuentran en sus respectivos pasados 
        algún punto fuerte de conexión con Europa, sea por descender 
        de quienes fueron conquistados o conquistaron, o de quienes fueron esclavos 
        o emigrantes. O por los muchos que se han formado en países europeos, 
        o que allí trabajan o que allí han retornado. También 
        se nutre de la acumulación de redes densas de comercio y de inversiones, 
        que hoy continúan creciendo.  Tiene además aliento político. Las Cumbres bi-anuales son 
        reflejo de la importancia relativa que los líderes gubernamentales 
        atribuyen a la idea de construir una relación estable con sentido 
        estratégico. Es un aliento que proviene también de la voluntad 
        de políticos, parlamentarios, empresarios y del tejido de diversas 
        expresiones organizadas de la sociedad civil. Tiene finalmente preferencias compartidas, que diferencian este espacio 
        bi-regional de los otros múltiples en los que se insertan los países 
        de ambos lados del Atlántico, aprovechando las posibilidades de 
        un mundo crecientemente multipolar. Son preferencias que conforman los 
        tres pilares que sustentan la construcción de largo aliento, emprendida 
        a partir de la Cumbre de Río de Janeiro en 1999. Tales preferencias son la democracia, la cohesión social y la 
        integración. La democracia, como valor político y como práctica 
        cotidiana se ha ido consolidando tanto en Europa como en América 
        Latina. Se expresa en múltiples planos y requiere un continuo perfeccionamiento. 
        Un factor poderoso explica su diseminación reciente en ambos lados 
        del Atlántico. Es el voto de los ciudadanos, junto con otras condiciones 
        objetivas que permiten que la voluntad popular, libremente expresada, 
        alcance todo su potencial de legitimación de la autoridad política. 
        La experiencia indica que su vigencia efectiva se traduce en una dinámica 
        permanente de profunda transformación social. En el caso de América 
        Latina, explica mucho de lo que está ocurriendo en el plano de 
        la reingeniería de sistemas políticos que habían 
        dejado de ser vehículos para asegurar la necesaria armonía 
        y cohesión social.  Y es precisamente la cohesión social la segunda preferencia que 
        sustenta la construcción del espacio bi-regional de cooperación. 
        Implica un ataque frontal a la pobreza y a la desigualdad, temas estos 
        centrales en la Cumbre de Lima. Pero también requiere generar fuentes 
        de empleo productivo para quienes hoy se consideran, con razón, 
        excluidos del bienestar, de la educación y del acceso a horizontes 
        de futuro. Se logra a través de la inversión, de la modernización 
        económica y de la incorporación del progreso técnico, 
        que contribuyan efectivamente al desarrollo sustentable de economías 
        competitivas y solidarias. La integración regional es la tercera preferencia que distingue 
        la construcción del espacio común trans-atlántico. 
        Desde su gestación, la idea de una asociación estratégica 
        bi-regional, que tome en cuenta las múltiples disparidades existentes, 
        ha sido concebida como una forma de incentivar en América Latina 
        el desarrollo de procesos de integración, definidos en función 
        de las diversas realidades de la región, y no de modelos ajenos 
        o de libretos teóricos. En tal perspectiva, la Cumbre de Lima debe ser visualizada sólo 
        como una instancia de un complejo proceso que demandará aún 
        años para su pleno desarrollo. Implica abrir el camino que conducirá 
        a la siguiente instancia, que tendrá lugar en el 2010 en la Cumbre 
        que se realizará en España. Capitalizar al recorrer tal 
        camino, la experiencia acumulada desde el inicio del actual sistema de 
        Cumbres bi-regionales, parece ser algo fuertemente recomendable.
 NOTAS
 (1) Este apartado está basado en el artículo del autor 
        "Presidencia alemana de la UE y Mercosur", publicado en la revista 
        Diálogo Político, de la Fundación Konrad Adenauer, 
        Buenos Aires, junio 2007. Ver éste y otros trabajos del autor sobre 
        el tema de las relaciones ALC-UE en su página Web (http://www.felixpena.com.ar). 
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