| 1. La integración latinoamericana en un mundo y en una región 
        de nuevas realidades  Multiplicidad de ámbitos de acción global y regional de 
        los distintos países; crisis e intentos de renovación en 
        los esquemas institucionalizados -especialmente en el Mercosur y en la 
        Comunidad Andina. de Naciones (CAN)-, y marcado acento en la dimensión 
        política -e incluso por momentos de la ideológica-, son 
        tres de los rasgos más relevantes que predominan en los desarrollos 
        actuales de la idea estratégica de integraciólilentre países 
        latinoamericanos.  En parte. reflejan el impacto en la región de la dinámica, 
        de cambio que se ha desatado en los óltimos años en el sistema 
        internacional global, con la creciente relevancia de nuevos protagonistas 
        (China y otras economías emergentes), de nuevas cuestiones sensibles 
        (energía, biocombustibles, clima global, entre otras) y de factores 
        también novedosos en las respectivas agendas de seguridad internacional 
        e, incluso, interna.  Estas transformaciones de los últimos años han abierto 
        a todos los países -o al menos a los dispuestos a aprovecharlas-, 
        incluyendo a los de América Latina, opciones múltiples y 
        no excluyentes, especialmente en relación al comercio exterior, 
        a las inversiones internacionales y a las fuentes de progreso técnico. 
        En esta perspectiva, las viejas clasificaciones Norte-Sur y Sur-Sur en 
        las relaciones económicas internacionales, presentan signos evidentes 
        de estar siendo superadas, tanto en su validez para el diagnóstico 
        como para la acción en el plano internacional global de cada país 
        y de sus empresas.  Los rasgos antes mencionados también resultan de una coyuntura 
        económica internacional que ha sido favorable -al menos hasta el 
        momento- a la mayor parte de los países latinoamericanos. Son 
        la resultante asimismo, de una cierta lejanía de la región 
        con respecto a las principales cuestiones que concentran las agendas -especialmente 
        las económicas y las de seguridad- y, como conseéuencia 
        de ello, las energías políticas de grandes potencias con 
        tradicional influencia en América Latina como son, en particular, 
        Estados Unidos y algunos países de la Unión Europea (UE). 
       En cierta medida, puede sostenerse que el destino de cada país 
        de la región está hoy en sus propias manos. Es decir, depende 
        de la calidad de sus estrategias, políticas y organización 
        tanto internas como externas. Particularmente el interés de China 
        por la región, ha contribuido a desarrollar en algunos países 
        una cultura de la competencia económica. en el plano internacional. 
        Esto es, colocar a su favor el fenómeno de la globalización 
        aprendiendo a administrar sus efectos y a extraer provecho de las oportunidades 
        que se abren.  Ello explica la percepción de cierta obsolescencia que comienzan 
        a evocar enfoques y retóricas, que suponen el. desarrollo de cruzadas 
        contra fuentes externas de los problemas que aquejan a cada país 
        latinoamericano. Y puede explicar también el interés creciente 
        que despierta la ruptura de China con su pasado ideológico, tras 
        el giro radical que impuso Deng Shiao Ping a la movilización de 
        energías sociales en su país: de la lucha contra el capitalismo 
        y el imperialismo a la batalla del desarrollo y la modernización. 
        Su famosa frase "qué más da el color del gato mientras 
        cace ratones" refleja un enfoque de la estrategia de inserción 
        internacional, muy alejada de fundamentalismos ideológicos o religiosos. 
        Son éstas, dos ópticas contrapuestas para diagnosticar los 
        márgenes de maniobra que brinda hoya todo país, el carácter 
        cada vez más multipolar del sistema internacional y, por ende, 
        de la competencia por el poder y por los mercados en el mundo.  Pero en mucho, tales rasgos también reflejan realidades propias 
        de la América Latina actual.  Sin pretender ser exhaustivos, se pueden destacar las siguientes -sin 
        perjuicio de que se manifiestan a veces de manera muy diversa, al ser 
        visualizadas en la perspectiva de cada país-:  
        La presencia de visiones contrapuestas sobre la inserción de 
          los países latinoamericanos en el mundo, tanto entre los distintos 
          países corno en sus propios frentes internos, con tendencias 
          en algunos casos a un enfoque más próximo al de Deng Shiao 
          Ping y en otros, más teñidos de elementos propios de fundamentalismos 
          ideológicos -sean de izquierda o de derecha, para tomar categorías 
          también sujetas a revisionismo en cuanto a su capacidad para 
          ayudar a entender realidades de distintos países de América 
          Latina-; 
 
Una combinación de afinidades ideológicas entre varios 
          gobiernos y a la vez, de disonancias conceptuales sobre el sentido de 
          la idea estratégica de integración y quizá sobre 
          el de la construcción de la democracia, de la superación 
          de todo tipo de fracturas sociales y de la inserción en el mundo;
 
Una percepción diferenciada de las oportunidades y desafíos 
          concretos que la nueva realidad internacional presenta para cada país, 
          así como el reconocimiento de que ellos no son necesariamente 
          similares en todos los casos, ni que siempre existe la misma capacidad 
          ni el margen de acción para aprovechadas; 
 
El renovado protagonismo regional de Venezuela, incluyendo su reciente 
          incorporación al Mercosur; 
 
 
          La insatisfacción, por momentos pronunciada, con respecto 
            a las experiencias acumuladas en algunos procesos de integración; 
            El papel creciente que la energía tiene en las respectivas 
            agendas de cuestiones económicas relevantes, y
 
          La presencia de viejas (secuelas de la Guerra del Pacífico 
            en el siglo XIX) y nuevas situaciones de conflictos bilaterales (diferencias 
            entre Argentina y Uruguay sobre la potencial contaminación 
            ambiental de proyectos industriales en las orillas de un río 
            compartido, o, con otro alcance e intensidad en sus manifestaciones, 
            Paraguay y Brasil, sobre cuestiones financieras de la empresa binaciónal 
            de ltaipú). Todo ello está otorgándole nueva vigencia en la región, 
        a la clásica tensión integración-fragmentación 
        entre naciones que comparten un mismo subsistema internacional basado 
        en la contigüidad geográfica. Incluso una incipiente carrera 
        armamentista, podría ser visualizada corno el reflejó del 
        retorno a lo contrario de lo que se supone que significa la idea estratégica 
        de integración en uñ espacio regional. Cómo construir 
        un espacio regional abierto al mundo, en el que las fuerzas centrípetas 
        predominen sobre las centrífugas. Y en el que quepan múltiples 
        diversidades, es hoy quizá en América Latina, como también 
        en otras regiones del mundo, un gran desafío que requerirá 
        de fuerte visión estratégica y liderazgo político. Pero también requerirá, de un marcado protagonismo de la 
        sociedad civil, y mucha creatividad en el plano de las metodologías 
        y técnicas de integración. Requerirá asimismo, prudencia 
        y visión política por los principales protagonistas externos 
        con intereses actuales o potenciales en la región, especialmente 
        Estados Unidos, la UE y algunos de sus países miembros, y China. 
        Este artículo sólo aspira a efectuar algunas contribuciones 
        que permitan entender lo que está ocurriendo en la integración 
        latinoamericana y sus perspectivas futuras, tomando en cuenta las nuevas 
        realidades de la política y la economía global. 2. El mosaico heterogéneo de la integración latinoamericana 
         En América Latina no existe hoy un proceso formal de integración 
        profunda, que abarque o aspire abarcar a todos los países de este 
        espacio geográfico. A efectos de nuestro análisis, entendemos 
        por integración profunda aquella que se refleja en el desarrollo 
        de un bien público regional, configura.do por instituciones y políticas 
        conjuntas a un grupo de países. Ellas permiten originar en un determinado 
        espacio geográfico, reglas comunes, redes sociales y símbolos 
        que identifican a los ciudadanos con la idea de región compartida. 
        Todo ello tiene por efecto vincular, en forma potencialmente permanente, 
        a un grupo de naciones soberanas y vecinas sin llegar, necesariamente 
        a constituir una nueva unidad autónoma de poder dentro, del sistema 
        internacional.  Al menos en un futuro previsible, no parece probable que tal tipo de 
        proceso de integración profunda se desarrolle en toda América 
        Latina, al menos con una intensidad similar a la de la integración 
        europea. Por el contrario, es factible que se acentúe el actual 
        cuadro de fragmentación y diferenciación entre distintos 
        procesos de. integración ya existentes. Incluso ello podría 
        ser positivo, si se toman en cuenta las múltiples opciones abiertas 
        en el escenario global y laposibilidad de cada país de desarrollar 
        estrategias m.ultipolares de inserción internacional.  Comparado con el cuadro más homogéneo de la integración 
        en el espacio geográfico europeo -especialmente luego de las sucesivas 
        ampliaciones de la UE-, el latinoamericano se presenta como un mosaico 
        heterogéneo. En cierta forma, el modelo asiático de integración 
        [1] puede ser más útil que el europeo, para orientar la 
        lectura y cualquier análisis prospectivo, sobre lo que ocurre o 
        pueda ocurrir en el plano de la integración latinoamericana.  Una de las expresiones institucionales que abarca a parte del espacio 
        latinoamericano es el denominado Grupo de Río. Su última 
        reunión tuvo lugar en marzo de 2007, en Turkemen, Guyana. Es un 
        ámbito de diálogo y concertación política. 
        Pero no tiene necesariamente como objetivo el generar un proceso de integración 
        profunda. Es el de la Asociación Latinoamericana de Integración 
        (ALADI) [2], el ámbito institucional que más podría 
        acercarse a una cobertura regional amplia de un proceso de integración 
        comercial. Es la sucesora de la Asociación Latinoamericana de Libre 
        Comercio (ALALC), creada en 1960 por el Tratado de Montevideo de 1980, 
        y sustituida en 1980 por el Tratado de Montevideo de 1980, que precisamente 
        creó la ALADI.  Si bien a la ALADI la integran en la actualidad 12 países, de 
        los cuáles 10 son sudamericanos (los otros dos son México 
        y Cuba), no sólo no abarca a los países participantes de 
        los procesos de integración en Centroamérica y en el Caribe, 
        si no que, en la práctica, sus compromisos concretos están 
        referidos prioritariamente al desarrollo del comercio, especialmente preferencial, 
        entre sus países miembros. Sin embargo, si llegara eventualmente 
        a lograr su actual objetivo de generar un espacio de libre comercio, la 
        ALADI podría entonces fortalecer su potencial para contribuir a 
        la integración comercial y también la económica, 
        de todo el espacio latinoamericano y del Caribe.  La mayor parte de los países latinoamericanos y del Caribe participan 
        como miembros plenos de cuatro procesos subregionales de integración, 
        que son -ordenados por su antigüedad relativa- el Sistema de Integración 
        Centroamericana (SICA) [3], la Comunidad del Caribe (CARICOM) [4], la 
        CAN [5] y el Mercosur [6]. De los países latinoamericanos de mayor 
        dimensión económica relativa, se destacan dos que no forman 
        parte de ningún esquema subregional, al menos como miembros plenos: 
        México y Chile.  México [7] es parte de la Asociación de Libre Comercio 
        de América del Norte (ALENA o NAFTA en inglés) [8]. Desde 
        un punto de vista geográfico, así como del comercio y de 
        las inversiones es parte relevante del espacio geográfico regional 
        de América del Norte. Ello no obsta a su inserción multipolar 
        en el espacio económico global -con su red propia de acuerdos de 
        libre comercio, entre otros, con la UE y en el regional latinoamericano- 
        con su pertenencia como miembro fundador de la ALADI y con crecientes 
        flujos de comercio y especialmente de inversiones, e incluso con acuerdos 
        preferenciales, con los países centroamericanos, del Caribe y, 
        en particular, de América del Sur. Chile [9], a su vez, ha puesto el acento en el desarrollo de un modelo 
        de inserción multipolar en el espacio económico global. 
        Se refleja en una amplia red de acuerdos de libre comercio, el último 
        con China. Entre ellos, destacan los concluidos con Estados Unidos y la 
        UE. A diferencia del caso de México, su comercio exterior y los 
        flujos de inversiones directas de origen externo, están más 
        diversificados en distintas regiones del mundo. Por su geografía 
        e historia, Chile es esencialmente un país sudamericano. Es en 
        este espacio geográfico regional. donde tiene intereses políticos 
        y económicos significativos. Ha sido y está llamado a ser 
        un protagonista relevante en la definición de la tensión 
        entre las lógicas de integración y fragmentación, 
        propias de todo subsistema internacional y cada vez más evidente 
        en América del Sur.  Los procesos de integración sudamericana se han canalizado en 
        los últimos años a través de tres ámbitos 
        institucionales principales. Ellos son el Mercosur, la CAN y, más 
        recientemente, la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN o CASA) [10]. 
        Como veremos, los dos primeros están en pleno proceso de metamorfosis 
        y el tercero no ha terminado aún de definir su perftl. En realidad, 
        es propio de todo proceso de integración profunda estar en constante 
        proceso de cambio. No son trayectorias lineales. Por el contrario, la 
        integración europea de muestra que son procesos que se estancan, 
        incluso a veces retroceden y también producen periódicamente 
        saltos hacia delante. El punto de no retorno siempre parece evadirse. 
       Existen, por lo demás, múltiples vasos comunicantes entre 
        esos tres ámbitos institucionales. De ellos podría eventualmente 
        surgir una embrionaria red institucional de la integración sudamericana 
        [11]. Un primer vaso comunicante resulta del acuerdo de complementación 
        económica de 2005 entre los países de la CSN y los del Mercosur, 
        en el marco institucional de la ALADL El segundo resulta de la Iniciativa 
        para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana 
        (IIRSA), concebida como "un foro de diálogo entre las autoridades 
        responsables de la infraestructura de transporte, energía y telecomunicaciones 
        en los 12 países sudamericanos". El tercero es precisamente 
        el que aspira a desarrollar la CSN. Es una iniciativa cuyo origen se remonta 
        a la Cumbre Sudamericana realizada en Brasilia en 2000. De ella resultó 
        un Plan de Acción para la Integración Física Suramericana. 
        Se solicitó al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación 
        Andina de Fomento (CAF), y el Fondo Financiero para el Desarrollo de la 
        Cuenca del Plata (FONPLATA), que dieran apoyo técnico y financiero 
        a estas acciones. Es el origen de la antes mencionada IIRSA.  La CSN fue institucionalizada a nivel político en la Cumbre de 
        Cuzco, de 2005. Aún no ha sido formalizada en un Tratado internacional. 
        La última Cumbre Sudamericana, tuvo lugar en Cochabamba en noviembre 
        de 2006. De ella ha surgido una agenda de trabajo, un principio de institucionalización 
        y la decisión política de preparar un eventual acuerdo constitutivo 
        que formalice su existencia, sus objetivos y sus competencias. Provisoriamente 
        tiene un apoyo técnico que funciona en el viejo Palacio Itamaraty, 
        en Río de Janeiro. 
 En nuestra opinión, no parece exagerado afirmar que lo que ocurra 
        en los próximos años en el plano de la integración 
        profunda de América del Sur, especialmente si se la concibe con 
        criterios que privilegien la diversidad de opciones externas que tiene 
        cada país y la flexibilidad de instrumentos operativos, condicionará 
        en gran medida el logro de los objetivos más amplios de integración 
        regional que los países latinoamericanos vienen procurando desde 
        al menos cinco décadas [12]. Por ello hemos seleccionado este espacio 
        para concentrar en él nuestro análisis. 
 Privilegiaremos el examen de lo que está ocurriendo y pueda esperarse 
        que ocurra en el futuro en el Mercosur. Así lo haremos por la gravitación 
        resultante de su dimensión económica y poder relativos -en 
        buena medida determinada por la participación de Brasil, pero también 
        de Argentina- y por el hecho que fue percibido en su origen como un núcleo 
        duro de la integración en el espacio sudamericano y que aún 
        puede cumplir ese papel. La especial relación de Chile con Mercosur, 
        y la reciente incorporación como miembro pleno de Venezuela, la 
        probable de Bolivia y la eventual del Ecuador, tornan a este proceso de 
        integración en una pieza clave en el armado de un rompecabezas 
        sudamericano cada vez más complejo.  Analizaremos a continuación factores. que han incidido en la construcción 
        del Mercosur y en los procesos de cambios que se obsetvan en la actualidad 
        en su ámbito; luego examinaremos su inserción en el espacio 
        sudamericano y las perspectivas futuras y, finalmente; extraeremos algunas 
        conclusiones. Más que un análisis pormenorizado de la situación 
        en cada uno de los frentes de integración que analizaremos, nuestra 
        idea es suministrar algunos elementos que permitan decodificar procesos 
        que suelen ser difíciles de entender, particularmente desde la 
        perspectiva de la experiencia acumulada en materia de integración 
        en el espacio geográfico regional europeo. 3. La trayectoria errática del Mercosur: algunos rasgos para 
        entender sus problemas actuales  El Mercosur fue concebido como una asociación voluntaria de naciones 
        soberanas y vecinas. Su objetivo es un proceso de integración con 
        vocación de permanencia. Es una alianza proyectada hacia el largo 
        plazo. Ella sólo puede sustentarse en el tiempo, en la medida que 
        los socios perciban más beneficios en seguir permaneciendo en el 
        bloque que retirándose. Así como nadie los obligó 
        a ser parte de la asociación, nadie puede obligarlos a quedarse 
        si llegaran a la conclusión de que eso es lo que más conviniera 
        a sus intereses nacionales. Y, claro está, si es que consideran 
        que tienen alternativas realistas a tal pertenencia. Y ellas difieren 
        según sea el país miembro que se considere. En suma, es 
        un proceso basado en la percepción por todos los socios de un cuadro 
        dinámico de ganancias mutuas y de los costos de oportunidad con 
        respecto a otras alternativas.  Fue creado en el contexto de un mundo que recién iniciaba el camino 
        de la post-Guerra Fría y en un escenario hemisférico marcado 
        con el lanzamiento, por el entonces presidente Bush, en junio de 1990, 
        de la Iniciativa de las Américas. Ella dio lugar, en la Cumbre 
        de las Américas, Miami 1994, al inicio de las negociaciones para 
        el establecimiento de un Área de Libre Comercio de las Américas 
        (ALCA), que entró en el ocaso· tras la Cumbre de 2005 en 
        Mar del Plata. Si bien los compromisos concretos asumidos en el momento 
        fundacional del Mercosur han sido predominantemente económicos 
        -podríamos decir incluso que comerciales- tuvo desde su inicio 
        un fuerte sentido político. Él ha estado referido a la consolidación 
        de la democracia, a un incremento de la capacidad de cada país 
        para atraer inversiones productivas -en función del mercado ampliado, 
        pero también como plataforma para operar en terceros países, 
        especialmente de la región sudamericana- y a la idea de negociar 
        juntos ventajas comerciales con terceros, especialmente con Estados Unidos 
        y la UE. Cabe recordar que la decisión de crear el Mercosur la 
        adoptaron Argentina y Brasil en una reunión presidencial bilateral 
        de julio de 1990, sólo semanas después de la Iniciativa 
        del presidente Bush. Si bien luego se incorporaron Uruguay y Paraguay -Chile fue convidado 
        pero prefirió. no participar como miembro pleno-, la idea de crear 
        el Mercosur fue una iniciativa de Argentina y Brasil, como continuación 
        del proceso de integración bilateral iniciado en 1986.  Incluso en 1988 se fIrmó un Tratado bilateral, aún vigente. 
        Y hoy, es en ese ámbito bilateral donde se canalizan algunas de 
        las acciones de mayor relevancia económica, como el caso particular 
        del sector automotriz. Desde el inicio se lo imaginó como un proceso 
        de desarrollo gradual, en el que cada paso debía preparar y condicionar 
        los siguientes. Por eso el Tratado de Asunción fue tan esquemático 
        -24 artículos y tres anexos-. Más que prudencia, ese hecho 
        reflejaba las incertidumbres políticas y económicas internas 
        existentes en los socios principales que, a comienzos de la década 
        pasada, aún no habían completado la digestión de 
        años de gobiernos militares e, incluso, de los pronunciados desajustes 
        macroeconómicos de la década anterior. También reflejaba 
        la falta de experiencia de los socios con mecanismos automáticos 
        de liberación comercial (la idea del arancel cero para todo el 
        universo. arancelario) y, luego, con un arancel externo común. 
        Estos dos fueron los principales instrumentos operativos comprometidos 
        en ese momento fundacional. La primera fase de construcción del Mercosur fue el denominado 
        período de transición, que culminó en diciembre de 
        1994 en la Cumbre de Ouro Preto. La segunda fase fue la instalación 
        de la unión aduanera, con la puesta en vigencia del arancel externo 
        común. Es una fase aún no culminada plenamente. Se suponía 
        que en forma simultánea debía iniciarse una fase de integración 
        profunda, centrada en dos ejes principales: el de la coordinación 
        macroeconómica y el de la transformación productiva conjunta. 
        Más allá de muchos anuncios e incluso de algunas medidas 
        orientadas a introducir al Mercosur en esa fase, mucho más compleja, 
        es muy poco lo que se ha avanzado hasta el presente.  Tres rasgos marcaron desde el comienzo la trayectoria del Mercosur. Siguen 
        teniendo vigencia y, en parte, contribuyen a explicar dilicultades que 
        se han manifestado, especialmente en los últimos años, en 
        su construcción y en el abordaje de la fase de integración 
        profunda. Ellos son el de las asimetrías entre los socios, el del 
        relativamente bajo grado de interdependencia entre ellos y el de la resistencia 
        a aceptar disciplinas colectivas, especialmente por los dos países 
        de mayor dimensión económica. En cuanto a las asimetrías, 
        las principales son las de dimensión económica y poder relativos, 
        y la de grados de desarrollo diferenciados. En tales planos las diferencias 
        entre los socios son pronunciadas, estando en un extremo Brasil y, en 
        el otro, Paraguay y Uruguay. Difieren los grados de relevancia -y, por 
        tanto, de prescindibilidad- que los respectivos mercados tienen para cada 
        uno de los socios, así como las opciones a través de sus 
        respectivas inserciones en los mercados globales. La propia percepción 
        del Mercosur, de su razón de ser y de la forma de construirlo, 
        es diferente según la dimensión relativa de cada país. 
        También difiere la densidad de intereses creados, como se pone 
        de manifIesto en especial, en el plano de la integración productiva. 
       Si bien se trata de un rasgo observado en otros espacios regionales con 
        distintos tipos de procesos de integración -como los de América 
        del Norte y Europa-, sin embargo, algo que distingue al Mercosur es que 
        ningún país, ni tan siquiera Brasil, está en condiciones 
        de desempeñar el papel de motor del desarrollo de los otros países 
        ni, menos aún, de socio fInanciero. Tampoco se ha observado en 
        el caso del Mercosur, la presencia de una gran potencia interesada en 
        estimular el proceso de integración por razones vinculadas a su 
        agenda de seguridad, como ha sido el papel desempeñado por Estados 
        Unidos en los inicios de la integración europea. Las ambivalencias 
        de Estados Unidos respecto a la idea estratégica de Mercosur y 
        las dificultades que han impedido concretar la alianza estratégica 
        con la UE, reflejan la ausencia de un factor motor de origen externo a 
        la región.  La cuestión de las asimetrías ha pasado a ocupar un lugar 
        central en la agenda actual del Mercosur [13]. Y lo es sobre todo, por 
        el hecho de que Paraguay y Uruguay, los dos países de menor dimensión 
        económica relativa -y de menor grado de desarrollo, en el caso 
        de Paraguay-, entienden que tal como está, el Mercosur no los beneficia. 
        Si bien es un problema que se origina en datos económicos, ha terminado 
        por transformarse en uno de los principales problemas políticos 
        del Mercosur. El bajo grado de interdependencia entre los socios -el segundo 
        de tales rasgos- se manifiesta, especialmente, en los flujos de comercio 
        y de inversiones. Siguen siendo relativamente marginales comparados con 
        los que vinculan a cada país con el resto del mundo. Lo ilustra 
        el caso de Brasil. En 1990, sus exportaciones a los otros tres socios 
        representaron sólo un poco más del 4 por 100 de sus exportaciones 
        totales. Hacia 1998 habían crecido al 17 por 100. Luego de la crisis 
        de 1999-2002, en 2006 se han ubicado en un poco más del 10 por 
        100. En el caso de los otros socios, en 2006 sus exportaciones al Mercosur 
        representaron en relación a las totales, un 20 por 100 para Argentina, 
        un 45 por 100 para Paraguay y un 23 por 100 para Uruguay. En materia de 
        inversión directa, recién en los últimos años 
        se observa un crecimiento de las originadas en Brasil, pero siguen ocupando 
        un lugar menos destacado que las originadas en los países de la 
        OCDE.  La importancia del espacio Mercosur para los cuatro socios fundacionales 
        crece cuando se lo observa, en particular, en la perspectiva política 
        -calidad del contexto contiguo; efectos de demostración que los 
        respectivos procesos políticos internos tienen para los demás 
        socios, y relevancia en las políticas externas frente a Estados 
        Unidos y otros países, entre otros factores-;en la de las políticas 
        macroeconómicas -sensibilidades ante fenómenos como los 
        provocados por recesiones o crisis cambiarias-; en la del comercio de 
        productos industriales y, además, en la de la capacidad para atraer 
        inversiones productivas, especialmente las originadas en las grandes redes 
        transnacionales de producción de bienes y de prestación 
        de servicios. Pero incluso en tales casos, se observan efectos diferenciales 
        resultantes de las asimetrías antes mencionadas. Por ejemplo, la 
        percepción predominante en Paraguay y en Uruguay es que en algunos 
        de esos planos -sobre todo en el comercio de productos manufacturados 
        y en la capacidad de atracción de inversiones directas externas- 
        el Mercosur ha beneficiado fundamentalmente a Brasil, pero también 
        a Argentina.  La resistencia a aceptar disciplinas colectivas por los socios -el tercer 
        rasgo-, se traduce en una recurrente tendencia a un bajo cumplimiento 
        de las reglas comunes pactadas y a preservar, en lo posible, un amplio 
        margen para comportamientos unilaterales. Ello es más notorio en 
        los casos de Argentina y Brasil, pero también abundan los ejemplos 
        en los casas de Uruguay y Paraguay. Esa tendencia puede deberse a múltiples 
        factores. Algunos culturales, como la insuficiente tradición de 
        jugar conforme a reglas dentro de los propios países -la anomia 
        no es algo que caracterice sólo a la Argentina-; la preferencia 
        por reglas de juego precarias en las relaciones de integración 
        regional -observada en la etapa de la ALALC e incluso en la de la ALADI-, 
        y la resistencia, especialmente de Argentina y Brasil, a transferir competencias 
        efectivas a órganos comunes que no tengan una integración 
        y un firme control intergubernamental. Otros factores reflejan efectos de las metodologías de integración 
        utilizadas. En particular, cabe destacar dos aspectos. En primerlugar, 
        la calidad de los procesos de creación normativa, centrados en 
        la participación de los ministerios de Relaciones Exteriores -sólo 
        en forma errática y muchas veces marginal han participado los ministerios 
        de Economía o sus equivalentes-. Ellos han producido reglas de 
        juego de bajo potencial de efectividad -capacidad para penetrar en la 
        realidad- y también de eficacia -capacidad para producir los resultados 
        esperados-. Por mucho tiempo, las reglas pactadas no han entrado en plena 
        vigencia -no han sido incorporadas a los respectivos ordenamientos jurídicos 
        internos-. Y ha habido una tendencia al predominio de la "diplomacia 
        mediática" o de "efectos especiales", especialmente 
        en las Cumbres presidenciales periódicas. En segundo lugar, la 
        baja transparencia de los procesos de creación normativa y de las 
        reglas resultantes. Resulta interesante comparar la página Web 
        oficial del, Mercosur, con la de otros procesos similares, especialmente 
        la de la UE, pero también en la propia región, la de la 
        CAN. 
 Esa insuficiente transparencia puede ser un factor que explique la débil 
        participación de la sociedad civil en el proceso de integración. 
        Baja transparencia y participación ciudadana -y de los intereses 
        sociales organizados- observable en el nivel multinacional de las instituciones 
        de Mercosur, pero que también se manifiesta en el plano interno 
        de cada socio, aún cuando en este nivel existen marcadas diferencias 
        entre los distintos países miembros. 4. La metamorfosis del Mercosur: ¿será posible su adaptación 
        a nuevas realidades globales y regionales? Dieciseis años después de su creación, el Mercosur 
        presenta un cuadro mixto de logros e insuficiencias con respecto a sus 
        resultados. Por un lado, pueden identificarse entre algunos de sus principales 
        logros, los siguientes:  
        Es parte relevante de las políticas de inserción externa 
          de los respectivos países. Los gobiernos mantienen su voluntad 
          política de continuar su construcción. Ello se observa 
          aún en casos como los de Paraguay y Uruguay, que han asumido 
          recientemente una actitud crítica sobre sus resultados. Parecería 
          predominar una apreciación sobre la inexistencia de alternativas 
          razonables al actual proceso de integración. 
 
Su cobertura geográfica se ha ampliado a través de una 
          red de acuerdos preferenciales celebrados con otros países de 
          la ALADI, muchos de los cuales tienen el status de miembros asociados. 
          En 2006, Venezuela se ha incorporado como miembro pleno -tras su retirada 
          de la CAN-, si bien la formalización· de su adhesión 
          aún no ha culminado, falta la ratifitación por Brasil 
          y Paraguay, previa aprobación por sus respectivos Congresos, 
          del Protocolo de Adhesión firmado en Caracas. En la última 
          Cumbre semestral, Rio de Janeiro, enero de 2007, se acordó abrir 
          un proceso que aspira concluir con la incorporación de Bolivia 
          como miembro pleno del Mercosur. 
 
Una parte significativa del comercio intra-Mercosur está libre 
          de aranceles a la importación, aunque ese logro se atenúa 
          tan pronto se toman en cuenta las restricciones no arancelarias y otras 
          barreras al comercio que aún subsisten. Tampoco se ha logrado 
          articular un régimen aceptable de válvulas de escape para 
          situaciones de emergencia económica o dificultades de tipo sectorial 
          [14].
 
El arancel externo común existe y se aplica. Sin embargo existen 
          aún excepciones, tanto legales como de hecho. 
 
Las inversiones directas entre los países socios -incluyendo 
          en muchos casos a Chile- se han acrecentado en los últimos años, 
          así como las originadas en redes transnacionales de producción 
          de bienes y prestación de servicios, muchas en función 
          del mercado integrado, como es el caso del sector automotriz. Una parte 
          significativa de esas inversiones se han localizado en Brasil -aprovechando 
          la mayor escala del mercado interno y la seguridad del acceso al mercado 
          de .los otros socios y, en particular, de Argentinal [15]- o se han 
          originado en empresas de Brasil y Chile. 
 
Los corredores de transporte -especialmente terrestre- y distribución 
          física de bienes se han desarrollado tornando más densa 
          la conexión de mercados urbanos, especialmente en el ámbito 
          de la red de grandes ciudades entre Belo Horizonte, Sao Paulo y Río 
          de Janeiro, en el Norte y Asunción, Montevideo, Buenos Aires, 
          Rosario, Córdoba, Mendoza, Santiago de Chile y Valparaíso, 
          en el Sur. En estas grandes ciudades se concentra la mayor capacidad 
          de consumo, de producción de bienes industriales y de prestación 
          de servicios del Mercosur. 
 
La existencia de una estructura institucional que además de 
          los órganos intergubernamentales provenientes del momento fundacional, 
          que han dado lugar a un denso tejido de instancias técnicas -a 
          los que recientemente se les ha agregado el Parlamento del Mercosur 
          y la Comisión de Representantes Permanentes con su Presidencia-, 
          incluye un servicio de Secretaría -aún incipiente- y un 
          mecanismo jurisdiccional arbitral, relativamente mejorado tras la aprobación 
          del Protocolo de Olivos. 
 
El desarrollo de un tejido más denso de redes sociales que 
          abarcan múltiples expresiones en. los campos, entre otros, sindical, 
          cultural y educativo. 
 Por otro lado, hay notorias insuficiencias en la construcción 
        del Mercosur. Algunas de las principales se observan en los siguientes 
        planos: 
 
        En el de la identidad del proceso de integración. Tiene que 
          ver con la definición de porqué y para qué los 
          países socios han decidido trabajar juntos. A veces resulta difícil 
          responder a la pregunta de qué es exactamente el Mercosur. O, 
          mejor dicho, las respuestas pueden ser diferentes según cada 
          perspectiva nacional, e incluso dentro de sectores políticos 
          y sociales de cada país. La gama de respuestas depende del énfasis 
          que en cada caso se le atribuye, por un lado, a sus objetivos y contenidos 
          políticos y, por el otro, a los económicos y comerciales. 
          La incorporación de Venezuela parecería haber acentuado 
          las disonancias en ambos planos. Caracas tiende a ver el Mercosur como 
          un proyecto prioritariamente político, asociado a la idea de 
          una Patria Bolivariana -no siempre fácil de captar por la opinión 
          pública de los otros países y, especialmente por la de 
          Brasil, más lejano por razones históricas a ta tradición 
          bolivariana- y a un rechazo de pretensiones hegemónicas de origen 
          americano. En los países miembros originales, si bien esa visión 
          no suele ser necesariamente compartida, incluso por los gobiernos, sin 
          embargo se considera necesario· superar una concepción 
          del Mercosur a la que se le atribuye un fuerte énfasis comercial, 
          que· se la considera como un reflejo de los enfoques económicos 
          predominantes en la década de los noventa. 
 
En el de la eficacia de sus mecanismos institucionales. Tiene que 
          ver con la pregunta de cómo trabajar juntos entre los socios. 
          Los procesos de creación normativa del Mercosur han dado lugar 
          a un stock de reglas de juego, muchas de las cuales carecen de efectividad 
          y por ende, de eficacia. En particular, en la óptica de quienes 
          tienen que adoptar decisiones de inversión productiva, muchas 
          reglas no son creíbles. Concretamente no permiten operar en el 
          espacio económico del Mercosur, como si fuera un solo mercado. 
          Muchas cuestiones, incluso cruciales para el concepto de unión 
          aduanera -vertebral en la concepción del Mercosur y en relación 
          a los compromisos que se fueron asumiendo por los países-, como 
          el Código Aduanero Común, no han terminado de resolverse. 
          Otros instrumentos formalmente aprobados, nunca han entrado en vigencia 
          efectiva, como es el caso del régimen de defensa de la competencia, 
          o de disciplinas en políticas públicas que inciden en 
          la competencia económica dentro del espacio económico 
          integrado, incluyendo incentivos fiscales al comercio y a la inversión. 
          Por lo demás, el que no se haya avanzado en la coordinación 
          macroeconómica y que tampoco haya habido progresos significativos 
          en la integración productiva han aumentado la sensación 
          de falta de eficacia de los mecanismos de . concertación de intereses 
          nacionales y de producción normativa en el ámbito del 
          Mercosur.
 
En el de su relevancia y atractividad para cada país miembro. 
          Se observa la paradoja de, por un lado, la ampliación de su membresía 
          y por el otro, un creciente problema de legitimidad social, reflejado 
          en sectores empresarios de algunos países -Brasil es uno de los 
          casos más notorios- y también en los países de 
          menor dimensión económica relativa, como Paraguay y Uruguay. 
          La expresión "tal como está no nos sirve", se 
          escucha y lee con frecuencia en los cuatro países fundadores. 
          Pero también se ha observado en sectores empresarios venezolanos, 
          que no han ocultado su insatisfacción por considerar que no fueron 
          consultados, ni en la decisión de abandonar la CAN ni en la de 
          la adhesión como miembro pleno del Mercosur. 
 Este cuadro mixto de resultados se refleja en un intenso debate sobre 
        Mercosur en los países miembros y que se exterioriza con frecuencia 
        en los medios de prensa. Ello hace que ciudadanos, inversores y terceros 
        países, tengan una creciente perplejidad sobre el Mercosur y su 
        futuro. Puede afirmarse que el Mercosur se encuentra en pleno proceso 
        de cambio. La combinación de factores· que inciden en su 
        apreciación en los países socios, permiten anticipar más 
        una metamorfosis del proyecto original, que un fracaso formal del proceso 
        de integración. Sin embargo, el presidente Chavez ha sido más 
        terminante en sus reiteradas declaraciones públicas, en el sentido 
        que, o el Mercosur tiene profundas transformaciones o fracasará 
        como, en su opinión, habría fracaso la CAN. No se conocen 
        sus propuestas sobre cómo transformarlo -o al menos no han tomado 
        estado público- y sobre cómo lograr al respecto, el necesario 
        consenso de todos los socios. En realidad, tal metamorfosis ya se ha 
        iniciado -quizá su punto de origen fue la crisis desatada por la 
        devaluación del real en 1999 y luego el colapso económico 
        de Argentina en 2001-. Ella se está articulando en torno a algunas 
        grandes cuestiones, que son hoy prioritarias en la agenda del Mercosur. 
        Sin perjuicio de otras, las principales parecen ser:  
        Tratamiento de las asimetrías entre los socios, especialmente 
          las que afectan a Paraguay y Uruguay, incluyendo el desarrollo del Fondo 
          de Convergencia Estructural (FOCEM), cuya primeros proyectos pilotos 
          fueron aprobados en la teunión del Consejo del Mercosur, en enero 
          de 2007 en Río de Janeiro. 
 
Desarrollo de la idea de una unión aduanera y de la transformación 
          productiva conjunta. 
 
Fortalecimiento institucional. 
 
Negociaciones comerciales externas del conjunto y, eventualmente, 
          de cada uno de sus países rniembros [16]. 
 
Para comprender mejor algunos de los factores que están incidiendo 
          en la metamorfosis del Mercosur y para apreciar sus perspectivas, cabe 
          insertarla en la dinámica de cambio que se observa en el espacio 
          sudamericano. 
 5. La inserción del Mercosur en la dinámica de cambio 
        del espacio sudamericano y las perspectivas futuras 
 La vinculación del espacio que abarca Mercosur con el espacio 
        regional sudamericano es más intensa según sea la perspectiva 
        geográfica a partir de la cual se la observa. En sus momentos fundacionales, 
        el Mercosur fue percibido como un proyecto referido a lo que tradicionalmente 
        se ha conocido como el Cono Sur -el nombre original del proyecto era Mercado 
        Común del Cono Sur, del cual surge Mercosur-. Es esa una percepción 
        que incluso estuvo presente en los momentos iniciales de la ALALC, antes 
        que la iniciativa originada en Argentina, Brasil, Uruguay y Chile se extendiera 
        a los países andinos y también a México. Incluso 
        muchas de las propuestas anteriores de integración regional, estaban 
        referidas a los países del Cono Sur. El Grupo Andino surge en los años sesenta -en su momento inicial 
        por el impulso de los presidentes Frei de Chile y Lleras Restrepo de Colombia-, 
        como una reacción de algunos países andinos a lo que consideraban 
        una excesiva influencia de Argentina y Brasil en los asuntos de la ALALC. 
        La Argentina, a su vez, llegó a visualizar su vinculación 
        al Grupo Andino y en particular a Venezuela, como una forma de generar 
        un contrapeso a la creciente influencia de Brasil en los asuntos regionales. 
        Esto fue más notorio durante la última presidencia de Perón 
        en los años setenta que fue cuando, por iniciativa de Venezuela 
        y México, se creó el Sistema Económico Latinoamericano 
        (SELA) [17], ámbito que fue perdiendo gradualmente su relevancia 
        inicial. Desde la creación del Mercosur, Brasil tuvo claro que 
        el proyecto no podía ser visualizado -incluso por razones internas- 
        como sólo vinculado al Cono Sur. De allí que a último 
        momento en la negociación del Tratado de Asunción, se suprimió 
        la palabra "Cono", y quedó el nombre oficial de "Mercado 
        Común del Sur". Es natural en la percepción del Brasil 
        que interese la integración de todo el espacio sudamericano. Su 
        inserción geográfica así lo explica. De allí 
        que la: iniciativa qu,e comenzó en la Cumbre de Brasilia de 2000, 
        el camino que ha conducido a la idea de la CSN, haya sido. fuertemente 
        impulsada por Brasil. Otro antecedente fue el Tratado de Cooperación 
        Amazónica.  Esa tendencia al planteamiento de la integración del espacio sudamericano 
        -diferenciado dellatinoamericano-, se ha acrecentado en los últimos 
        años como consecuencia de dos factores. En primer lugar, por el 
        hecho que en la natural perspectiva brasileña, los ejes de integración 
        física tienen a la vez una proyección hacia el Sur, en el 
        ámbito de la Cuenca del Plata, y una Atlántico-Pacífico 
        por medio de proyectos de vinculación interoceánica, especialmente 
        a través de Bolivia y Perú. En segundo lugar, por la importancia 
        creciente que ha adquirido en varios países de América del 
        Sur, el acceso a fuentes de hidrocarburos, especialmente de Bolivia y 
        de Venezuela. Si a ello se suman factores geopolíticos, especialmente 
        los vinculados a la estabilidad política de la región e 
        incluso a la agenda de seguridad de los diversos países, así 
        como también la importancia de preservar un acceso preferencial 
        a los mercados de los países andinos, es fácil comprender 
        cómo gradualmente los espacios del Mercosur y la CAN se han ido 
        integrando en la perspectiva de las políticas regionales, ya no 
        sólo del Brasil, sino también de Argentina, Chile y los 
        países andinos, incluyendo a Venezuela.  De ahí que desde la Creación del Mercosur, su vinculación 
        con lo que a partir de 1997 es la CAN, ha tenido una prioridad especial. 
        Ella se ha reflejado en el status de países asociados del Mercosur 
        qtie adquirieron gradualmente los países andinos y luego el ya 
        mencionado acuerdo de complementación económica, celebrado 
        en el 2005 en el marco de la ALADI. Un factor que está acelerando 
        los procesos de cambios iniciados en el Mercosur y en la CAN tiene que 
        ver con el interés de distintos países de concretar Tratados 
        de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Luego de los de México 
        y Chile, y los países centroamericanos y la República Dominicana 
        (CAFTA-RD), Colombia y Perú concluyeran sus negaciacianes con Washington. 
        Estos das últimos están pendientes de su aprobación 
        por el Congreso americano. Uruguay ha planteado dentro de Mercosur la 
        necesidad, coma parte e la cuestión de las asimetrías, de 
        que se le autorice a efectuar negociaciones camerciales preferenciales 
        con terceros países, incluyendo Estados Unidos. En diciembre de 
        2006, Uruguay y Estadas Unidos firmaron un acuerdo marco sabre comercio 
        e inversiones (TIFA), que incluye la posibilidad de concretar un TLC. 
        El acuerdo establece un mecanismo de consultas muy similar al que los 
        cuatro socios originales del Mercosur concluyeran con Estadas Unidos en 
        1991, canocida como"4 + 1 [18]. Las reglas actuales del Mercosur 
        prescriben que acuerdos comerciales que incluyan preferencias arancelarias 
        con terceros países serán negociados conjuntamente entre 
        los socios. Tanto Brasil como Argentina cansideran que un TLC de Uruguay 
        can Estados Unidos sería incompatible con la unión aduanera 
        y el arancel externa común del Mercosur.  El hecho que se perciba que cuestianes relevantes de las agendas palítica, 
        económica y de seguridad, de las países de la región 
        sólo pueden ser abordadas a escala sudamericana contribuye a explicar, 
        además, el impulso que ha adquirido la idea de la CSN.  Sin embargo está aún abierta la cuestión de cómo. 
        se producirá en el futuro la articulación entre los tres 
        ámbitos institucionales principales de la integración en 
        el espacio sudamericana.  Se abren en tal sentido varios escenarios pasibles. Algunos de ellas 
        son:  
        La coexistenciade las múltiples ámbitos institucionales 
          existentes (CSN, Mercasur, CAN) con vasas comunicantes entre ellos, 
          especialmente a través de la red de acuerdos comerciales preferenciales 
          en el ámbito de la ALADI, pero con una mayor flexibilización 
          de las reglas de juego del Mercasur -las de la CAN ya se han flexibilizado-, 
          en cuanto a la pasibilidad de que países miembros celebren acuerdos 
          camerciales preferenciales can terceros países no latinoamericanos, 
          sea en forma bilateral o como resultado de acuerdos marcos que prevean 
          normas y disciplinas comunes, pero con tratamientos preferencia1es diferenciados 
          -en cierta forma pueden considerarse como precedentes, el acuerdo entre 
          Mercosur y México, y el mencionado acuerdo de complementación 
          económica entre Mercosur y la CAN. 
 
La evolución de la CSN hacía un marco institucional 
          común para la integración sudamericana, que termine absorbiendo 
          tanto al Mercosur como a la CAN, además de constituir un ámbito 
          para el impulso de la integración física y -energética- 
          entre otras cuestiones de interés común. 
 
La afirmación del Mercosur como una especie de núcleo 
          duro de la integración sudamericana, a través de la incorporación 
          como miembros plenos de otros países de la CAN y diluyendo las 
          diferencias existentes entre los miembros plenos y asociados. Ello implicaría 
          profundizar reformas en los mecanismos y reglas de juego actuales del 
          Mercosur -especialmente en relación a la unión aduanera, 
          a fin de tornarlas más flexibles y adaptadas a una arquitectura 
          de integración de geometría variable y de múltiples 
          velocidades.  Resulta difícil aún prever cuál de los tres escenarios 
        prevalecerá. Lo más probable es que por un tiempo más, 
        las tres opciones -u otras imaginables o difíciles de imaginar 
        al momento- quedarán abiertas. En todo caso, parece más factible prever que en los próximos 
        años se observará la tendencia a la diferenciación 
        del espacio sudamericano con respecto al resto de América Latina 
        -determinado en gran medida por la geografía-, como también 
        a la multiplicidad de ámbitos institucionales a través de 
        los cuales se canalizan los esfuerzos de integración. 
 6. A modo de conclusión  Algunas de las conclusiones tentativas a extraerse del análisis 
        efectuado pueden ser las siguientes:  
        En el futuro previsible, la integración latinoamericana seguirá 
          siendo influenciada por los procesos de transformación profunda 
          observables en el sistema internacional y por las incertidumbres crecientes 
          del escenario mundial
 
Es posible que se acentúe la tendencia a lo que se ha denominado 
          regionalismo abierto, en la que los distintos países aspiren 
          a conciliar sus alianzas en el ámbito regional y en el de cada 
          subregión, con sus estrategias de inserción multipolar 
          en la economía global, aprovechando al máximo el ámbito 
          de la OMC y la posibilidad de celebrar en su marco acuerdos comerciales 
          preferenciales. 
 
Ello acentuará la búsqueda de vasos comunicantes entre 
          los distintos. ámbitos institucionales de la integración 
          regional, especialmente en el espacio sudamericano, a través 
          de metodologías heterodoxas de geometría variable y múltiples 
          velocidades. 
 
La multiplicidad de ámbitos institucionales de la integración 
          regional seguirá siendo parte en el futuro próximo, tanto 
          del escenario latinoamericano (en el cual la ALADI podría desempeñar 
          un papel importante, especialmente pero no exclusivamente en el plano 
          del comercio preferencial), como en el sudamericano (en el cual eventualmente 
          la CSN, según sea su formato final, podrá cumplir un papel 
          relevante). 
 
En el espacio sudamericano, los ámbitos institucionales subregionales 
          (CAN y Mercosur) continuarán teniendo su vigencia, pero probablemente 
          sólo en la medida que profundicen sus actuales procesos de adaptación 
          a las nuevas realidades regionales y globales. De lo contrario su deslizamiento 
          al plano de la irrelevancia podría ser irreversible. Ello implicará 
          lograr una adecuada combinación entre la flexibilización 
          de sus instrumentos y reglas de juego y, sobre todo, la aceptación 
          por todos sus países miembros de un mínimo de disciplinas 
          colectivas que efectivamente estén dispuestos a respetar. 
 
La energía y la integración de la infraestructura física, 
          continuarán ocupando un lugar relevante en las estrategias de 
          integración. 
 
Es más difícil que en el espacio sudamericano se observe 
          en los próximos años avances sustantivos de integración 
          profunda, al menos en las líneas del modelo desarrollado por 
          la integración europea -cabe tener en cuenta que es probable 
          que en el futuro la UE acentúe su evolución hacia una 
          arquitectura de creciente geometría variable y de múltiples 
          velocidades, para dar cabida a la diversidad de situaciones resultante 
          de su continua ampliación. 
 
Por el contrario, es probable que se acentúe la influencia 
          del modelo asiático de una integración regional multipolar, 
          abierta a una inserción activa en todos los espacios de la economía 
          global.
 
De la capacidad sudamericana de articular un espacio dominado por 
          la lógica de integración, dependerá la posibilidad 
          de neutralizar múltiples factores de. fragmentación que 
          han comenzado a evidenciarse en los últimos años en la 
          región. 
 
En gran medida, el que ello ocurra dependerá del fortalecimiento 
          de un núcleo duro de países con regímenes democráticos 
          y con estrategias nacionales de aprovechamiento de todas las oportunidades 
          que brinda la globalización del sistema internacional y de la 
          competencia económica internacional.
 
También dependerá de la prudencia y de la visión 
          estratégica que pongan de manifiesto en sus relaciones con América 
          Latina y con los países sudamericanos, las grandes potencias 
          con intereses significativos actuales o potenciales en la región 
          y, en particular, Estados Unidos, los países de la UE y China. 
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