| Tres datos tienen
      importancia a la
      hora de examinar
      las tendencias más
      profundas que se
      observan en materia
      de negociaciones
      comerciales internacionales.
      El primero es el de la concentración
      de los flujos de comercio de
      bienes y servicios en un número
      reducido de países. Alrededor del
      90% de tales flujos está concentrado
      en unos treinta países. Son
      los países que tienen una mayor
      incidencia en la creación de reglas
      del juego del comercio mundial.
       El segundo dato es el que dos
        países, China e India, explican el
        40% del crecimiento de la economía
        mundial en el 2006. Forman
        parte del grupo de economías
        emergentes que más inciden en
        el nuevo mapa de la competencia
        económica global. Es imaginable
        que su incidencia en las negociaciones
        comerciales internacionales
        irá en aumento en los próximos
        años.         El tercer dato es el de la proliferación
        de los “clubes privados” del
        comercio mundial. Esto es,
        acuerdos de comercio preferencial
        de alcance bilateral o
        plurilateral, que generan discriminaciones
        en materia de acceso a
        mercados con respecto a quienes
        en ellos no participan. Según
        un informe reciente de JETRO, a
        julio del 2007, estaban vigentes
        unos 143 acuerdos
        preferenciales, normalmente
        denominados de libre comercio.
        De ellos, 76 fueron firmados luego
        del 2000. Ello sin contar los
        que se han celebrado en marco
        de la ALADI aprovechando las
        flexibilidades pactadas en 1979
        en la Cláusula de Habilitación del
        GATT.         Los países del Asia, especialmente
        Japón y China, han entrado
        activamente en lo que es ya una
        verdadera carrera a la multiplicación
        de estos acuerdos. En América
        del Sur, Chile es el país que ha
        liderado hasta ahora el proceso
        de negociación de acuerdos de
        libre comercio.         Pero en los últimos tiempos el
        Perú ha entrado también en la
        carrera. A la conclusión y pronta
        entrada en vigencia de su acuerdo
        con los Estados Unidos, se suman
        los ya firmados o que ha
        comenzado a negociar con los
        países de la APEC, incluyendo
        China. Recientemente en una
        reunión del BID y la OMC sobre
        ayuda al comercio, realizada en
        Lima, el Presidente Alan García
        anticipó la negociación de nuevos
        acuerdos bilaterales de libre comercio,
        eventualmente con todos
        los países de la APEC. Hizo incluso
        una referencia a un posible
        acuerdo bilateral con la Unión
        Europea. Justo un día antes que
        en Bogotá se iniciaran las complejas
        negociaciones entre la
        Comunidad Andina de Naciones y
        la Unión Europea, marcadas por
        fuertes incertidumbres. También
        puso el acento en el objetivo de
        vincular los acuerdos de libre
        comercio concertados entre los
        países americanos miembros de
        la APEC, los del denominado
        “Arco del Pacífico”. Cabe tener
        presente además, que Lima será
        en el 2008 la sede de la próxima
        Cumbre de la APEC, cuya presidencia
        Perú asumiera tras la reciente
        Cumbre de Sydney.         Los mencionados datos y, en particular,
        la tendencia a la proliferación
        de acuerdos comerciales
        preferenciales, son importantes a
        la hora de evaluar las perspectivas
        de las negociaciones de la Rueda
        Doha en la Organización Mundial
        del Comercio. Sigue predominando
        el pesimismo sobre que sea
        factible concluirlas este año o el
        próximo. Caso contrario, en el mejor
        de los escenarios, las negociaciones
        podrían producir resultados
        recién en el 2009 o, más probablemente,
        en el 2010. En el peor de
        los escenarios – improbable, pero
        posible - las negociaciones podrían
        concluir en un fracaso, con
        peligrosos efectos sistémicos
        sobre la propia OMC.         En la Rueda Doha, parte de los
        problemas parecen provenir de la
        propia agenda negociadora, básicamente
        elaborada en el 2001 en
        un contexto internacional que ha
        sido rápidamente superado por
        los cambios que desde entonces
        se han producido en el mapa de la
        competencia económica global.
        Pero también provienen del hecho
        que se trata de una negociación
        entre 151 países miembros, con
        intereses muy distintos y con gravitación
        comercial muy diferenciada.
        Fabricar consensos entre ellos no
        es fácil. Máxime cuando muchos
        de los incentivos para negociar por
        parte de los principales protagonistas,
        parecen haber disminuido
        sustancialmente. Los cambios en        la agricultura mundial tiene mucho
        que ver con ese hecho.
        Lo concreto es que los países
        miembros de la OMC han acrecentado
        la búsqueda de soluciones
        a sus requerimientos comerciales
        a través de la proliferación
        de los mencionados acuerdos
        preferenciales, en esencia
        discriminatorios. Como ha señalado
        reiteradamente Pascal Lamy,
        el Director General de la OMC, el
        problema no son necesariamente
        los acuerdos comerciales
        preferenciales, pero sí el hecho
        que ellos no estén enmarcados
        en disciplinas colectivas eficaces.         Son parte de la realidad y como tal
        hay que asumirlos. Pero pueden
        conducir a la
        fragmentación
        de los mercados.
        Generan
        discriminaciones
        que perjudican
        a
        quienes no
        son parte de
        ellos.
        El peligro es
        que la proliferación de los acuerdos
        comerciales preferenciales
        se traduzca en una crisis
        sistémica que termine afectando
        la credibilidad y la legitimidad
        social de la propia OMC. Para
        evitarlo será preciso asumirlos
        explícitamente como un dato de la
        realidad internacional, e imaginar
        fórmulas que permitan conectarlos
        entre sí, a través de distintas
        modalidades de vasos comunicantes
        que impliquen su gradual
        multilateralización.         El contexto global presenta en
        estos tiempos suficientes incertidumbres
        – tanto en el plano económico
        como en el más sensible
        de lo político y de la seguridad –,
        como para que pueda ser conveniente
        el deterioro de los bienes
        públicos internacionales que se
        han ido construyendo en las últimas
        décadas, con muchas dificultades,
        para evitar que las relaciones
        comerciales se transformen,
        como ocurriera a través de la historia
        de los últimos dos siglos, en
        un factor más de fragmentación
        internacional y de conflictos
        inmanejables con criterios racionales.         Parece recomendable que la Argentina
        contribuya con iniciativas
        – junto con sus socios en el
        Mercosur y en las principales coaliciones
        en las que participa en la
        OMC, especialmente el G20 –
        orientadas a procurar una correlación
        realista, entre los elementos
        de flexibilidad y de disciplinas
        colectivas que se requieren para
        evitar el curso de una peligrosa
        tendencia a la erosión de los respectivos
        acuerdos comerciales,
        sea en el plano global multilateral,
        como en el regional y en el biregional
        con la Unión Europea.         Ello implica sincerar el debate
        existencial y metodológico que
        hoy se observa en torno al
        Mercosur y también a su relación
        con la Unión Europea. Tal
        sinceramiento implica un gran
        pragmatismo en la adaptación de
        los enfoques y reglas de juego
        del propio Mercosur, que permita
        a sus países miembros preservar
        su esencia política y económica y,
        a la vez, no quedar marginados
        de las tendencias actuales a la
        proliferación de acuerdos comerciales
        preferenciales.         La Argentina no es un protagonista
        relevante en el comercio mundial.
        Sí lo es en productos agrícolas
        y agro-industriales. Tiene mucho
        que decir en la materia. No le
        conviene ni el deterioro de la
        OMC, ni la proliferación de acuerdos
        preferenciales en los que no
        participa. Su interés nacional cruza
        entonces por apoyar iniciativas
        que permitan disciplinarlos, a la
        vez que elabora estrategias para
        tejer su propia red de acuerdo
        comerciales preferenciales. Si la
        Rueda Doha no pudiera concluir
        en un futuro próximo, también le
        conviene compartir liderazgos que
        conduzcan a la renovación de sus
        métodos de negociaciones
        multilaterales. |