| La afirmación de que la Rueda Doha está muerta es ya casi 
        un lugar común. Pero lo concreto es que parece ser una moribunda 
        con un resto de vida. De hecho las conversaciones continúan. Ginebra 
        sigue siendo un epicentro de diplomacia multilateral orientada a concluir 
        las negociaciones. Tras el colapso del Grupo de 4 en Potsdam, los textos 
        de compromiso avanzados en materia de agricultura y de productos industriales, 
        abren la posibilidad que la Rueda Doha pueda ser salvada. Sin embargo, 
        pocos creen que sea aún posible concluir con las negociaciones 
        multilaterales antes de fin de año, ni tan siquiera el año 
        próximo. Técnicamente entonces la Rueda Doha no ha muerto. Lo que se está 
        esfumando es la ilusión de cumplir con los objetivos ambiciosos 
        fijados, a finales del 2001, a la sombra de la tragedia del 11 de septiembre. 
        Y en su lugar se está instalando la sensación de un peligroso 
        vacío. Esto es, un escenario en el que las negociaciones se prolonguen 
        por años y que como consecuencia de ello se observe, a la vez, 
        una proliferación de acuerdos discriminatorios -mal llamados de 
        libre comercio- y la multiplicación de casos de solución 
        de controversias en el ámbito de la OMC -como el que recientemente 
        iniciara Canadá contra los Estados Unidos por la cuestión 
        de los subsidios agrícolas-. Son tendencias que no significarían 
        un problema, si es que no existieran dos riesgos concretos. El primero 
        es que la conclusión de nuevos acuerdos preferenciales continúe 
        desarrollándose en un marco de reglas de juego poco eficaces, como 
        son las que en la actualidad se supone deberían disciplinar las 
        excepciones al principio de no discriminación en la OMC. El segundo 
        es que la acumulación de nuevos casos, especialmente si afectan 
        los intereses de los principales protagonistas del comercio mundial, estimulen 
        una propensión al no cumplimiento de los pronunciamientos que se 
        obtengan en el mecanismo de solución de controversias.  Ambas tendencias tendrían un efecto sistémico negativo. 
        Esto es, debilitarían la eficacia y la legitimidad de la propia 
        OMC. En un mundo con cambios profundos en el mapa de la competencia económica 
        global -el factor China tiene una incidencia fuerte en mucho de lo que 
        se ha observado en la reciente evolución de la Rueda Doha-, pero 
        sobre todo con marcadas volatilidades e incertidumbres en las relaciones 
        de poder, es ese efecto sistémico negativo el que más debería 
        preocupar a los países miembros de la OMC, especialmente a los 
        que tienen fuertes intereses en el comercio y las inversiones globales. En tal perspectiva, el problema con la Rueda Doha no es que pueda fracasar 
        o no. El verdadero problema es que no se perciben iniciativas orientadas 
        a sustituir sus funciones. Esto es a generar nuevos mecanismos y reglas 
        de juego que permitan cumplir tres de sus objetivos principales: acortar 
        a través del comercio la distancia entre incluidos y excluidos 
        en la globalización de la economía mundial; facilitar la 
        expansión de los flujos de comercio e inversiones internacionales 
        en un marco de mayor equilibrio en la capacidad para obtener sus eventuales 
        beneficios, y generar disciplinas colectivas basadas en reglas de juego 
        que puedan ser efectivamente exigidas por todos los protagonistas, independientemente 
        de su poder relativo. Por tener intereses globales pero baja capacidad relativa para incidir 
        en las reglas de juego del comercio mundial, a la Argentina le conviene 
        el fortalecimiento de la OMC en todas sus funciones y la pronta conclusión 
        de una Rueda Doha posible y razonable, al menos por sus equilibrios. Pero 
        también parece conveniente que nuestra diplomacia comercial internacional 
        se prepare desde ya a navegar un mundo con una Rueda Doha, o muerta o 
        en un estado de postración prolongada y, a la vez, a asumir con 
        países con intereses similares, iniciativas orientadas a desarrollar 
        fórmulas alternativas para lograr lo que fueron los objetivos originales 
        de la Rueda Doha. |