| Es imaginable un escenario en el que Mercosur concluya con la Unión 
        Europea un acuerdo comercial preferencial sin hacerlo también con 
        los Estados Unidos? Todo es posible pero, sin embargo, hay factores que 
        indican que no es un escenario probable. Es un tema que tiene relevancia y actualidad por lo menos por tres razones. 
       La primera es que la suspensión de la Rueda Doha ha estimulado 
        una carrera hacia la negociación de acuerdos comerciales preferenciales. 
        Todos ellos tienen efectos discriminatorios con respecto a quienes no 
        son parte de él. Pueden producir desvíos de comercio e inversiones 
        a favor de los miembros y en desmedro de terceros países. Así 
        lo recuerda Pascal Lamy, el Director General de la Organización 
        Mundial de Comercio (OMC) en una reciente conferencia sobre la relación 
        entre bilateralismo y multilateralismo. Tales efectos discriminatorios, 
        son los que lo mueven a alertar sobre sus peligros para la solidez de 
        la OMC. Lo concreto es que los países de mayor dimensión 
        económica y más poder de negociación, están 
        procurando tejer su propia red comercial en torno al concepto de ejes 
        y rayos. Es la estrategia de los EE.UU. en el Hemisferio. Por momentos 
        parecería ser también la del Brasil, con su tendencia a 
        colocar sus relaciones en América del Sur en torno a ejes comerciales 
        bilaterales, insertos en un regionalismo difuso en sus disciplinas y compromisos 
        efectivos, tal el caso del Mercosur. La segunda razón es que hay señales oficiales en el sentido 
        de firmar, finalmente, un acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur, 
        como parte integral de una asociación estratégica bi-regional. 
        Si ello ocurriera antes de que se concluyera la Rueda Doha -algo difícil 
        pero posible- colocaría a las empresas europeas, en muchos aspectos, 
        en una posición preferente en el Mercosur con respecto a aquellas 
        de otros países, por ejemplo, de los EE.UU. Ello en sí mismo 
        sería natural, ya que ese es precisamente el objetivo. Lo mismo 
        ha ocurrido con los acuerdos de la UE con Chile y con México. Pero 
        en ambos casos el respectivo acuerdo fue cerrado sea después del 
        negociado con EE.UU. -caso de México- o cuando ya era cierto que 
        eso iba a ocurrir -caso de Chile-. La tercera razón es que tras el colapso del ALCA no hay hoy un 
        canal de negociaciones preferenciales abierto entre el Mercosur y los 
        EE.UU. Hubo un intento bilateral, el del Uruguay, pero fue dejado de lado. 
        Tampoco está activado el canal de consultas sobre comercio e inversiones 
        abierto en 1991 por el denominado acuerdo "4+1". Incluso Uruguay 
        está negociando algo similar pero bilateral, con la sigla TIFA. 
        Y Brasil tiene su propio mecanismo de consultas bilaterales sobre comercio 
        e inversiones, establecido en noviembre del año pasado en la reunión 
        de los Presidentes Lula y Bush, al día siguiente de la Cumbre de 
        Mar del Plata. Está activo y se canaliza a través de las 
        áreas responsables de industria y comercio (Ministerio de Desarrollo 
        y Departamento de Comercio). Por el momento nadie está planteando 
        la posibilidad de reabrir negociaciones comerciales entre el Mercosur 
        y los EE.UU. En realidad Washington nunca demostró demasiado entusiasmo 
        por tal posibilidad. Quizás ahora hay un nuevo factor que es la 
        incorporación de Venezuela al Mercosur. Se sabe que Washington 
        y Caracas no tienen hoy buenas relaciones. Por lo demás, Venezuela 
        no tendría incentivos, ni políticos ni económicos, 
        para impulsar algo en esa dirección. Las cifras de su comercio 
        exterior indican que ya tiene lo que necesita. Para cualquier país la relación comercial con los EE.UU. 
        es relevante. Lo es para la UE, China y Venezuela, entre otros. Lo es 
        para los socios fundadores del Mercosur. En una entrevista tras su reelección 
        con diarios europeos, el Presidente Lula lo resalta en forma nítida. 
        "Quiero una relación privilegiada con los EE.UU.", es 
        el título que emplea El País del 3 de noviembre para tal 
        entrevista. Lula recuerda que es el principal socio comercial del Brasil 
        y califica la relación como estratégica. La coloca en un 
        plano de relevancia similar a la inserción en América del 
        Sur y al acuerdo que se negocia con la UE. Las negociaciones comerciales del triángulo conformado con los 
        EE.UU. y la UE, fueron parte del planteamiento fundacional del Mercosur. 
        Hoy tales negociaciones triangulares no existen. La parálisis de 
        la Rueda Doha acentúa el problema que puede resultar de tal situación. 
        Ya que de hecho, en la realidad, tal triángulo sí existe. 
        Tiene profunda raíz histórica.  Ello abre interrogantes sobre la verdadera disposición europea 
        de introducir un elemento que puede alterar su tradicional relación 
        transatlántica con los EE.UU., al celebrar un acuerdo bilateral 
        con el Mercosur. Pero también abre interrogantes, sobre la tentación 
        que un país como Brasil pueda tener -en función de sus intereses 
        nacionales- de procurar un equivalente funcional a la, por el momento, 
        inimaginable negociación comercial entre el Mercosur de 5 y Washington. |