| "Aportes a una visión prospectiva sobre formas de cooperación 
        duradera entre América Latina y la Unión Europea" Tras la reciente Cumbre de Viena, ¿cuáles pueden ser algunas 
        cuestiones más relevantes y las modalidades de trabajo a incluir 
        en una agenda bi-regional que permita seguir construyendo, gradualmente, 
        una asociación estratégica entre los países de América 
        Latina y la Unión Europea?  Cualquier intento orientado a responder tal pregunta debe ser colocado 
        en la perspectiva de tres cuestiones vinculadas entre sí. La primera 
        se relaciona con los resultados logrados en Viena; la segunda con el estado 
        actual de la integración latinoamericana y sus proyecciones futuras 
        y, la tercera, con la evolución futura de las agendas globales 
        de seguridad y de negociaciones comerciales internacionales - estas últimas, 
        sea en el plano multilateral o en el preferencial -. En estas notas nos 
        referiremos sólo a las dos primeras.  Que las dos primeras cuestiones están estrechamente vinculadas 
        lo ponen de manifiesto muchos de los comentarios de prensa que reflejaron 
        lo ocurrido en Viena.  Quizás el siguiente titular de El País de Madrid, sintetiza 
        la esencia de lo que en Viena se puso en evidencia: "La crisis de 
        la integración latinoamericana devalúa la cumbre con la 
        Unión Europea" (El País, sábado 13 de mayo 2006, 
        página 4).  Pero el titular del mismo diario del día siguiente agrega otro 
        elemento indispensable al diagnóstico: "La Europa paralizada 
        chocó con la América Latina dividida" (El País, 
        domingo 14 de mayo 2006, página 5). El primer párrafo de 
        la nota así titulada brinda elementos para profundizar el análisis 
        de lo puesto de manifiesto en la Cumbre: "Una Europa paralizada por 
        la malparada Constitución y una ampliación mal digerida 
        se ha dado cita esta semana en Viena con una América Latina fracturada 
        por corrientes políticas de enfrentamiento. ¿Resultado? 
        Una Cumbre sin grandes avances y con conocida retórica, de la que 
        los latinoamericanos se van con la sensación de que Europa no muestra 
        el suficiente interés por ellos, y la UE con la idea de que hasta 
        que al otro lado del Atlántico no se pongan de acuerdo entre sí 
        y se unan en bloques regionales sólidos no habrá negociación 
        política y comercial posible". Más allá de esta impresión sobre el hecho político 
        y mediático que constituye toda Cumbre, ¿cuáles son, 
        sin embargo, las principales conclusiones que surgen de Viena y que permitirían 
        eventualmente señalizar un camino realista orientado hacia el objetivo 
        de una asociación estratégica bi-regional? En una primera aproximación al tema - realizada sólo en 
        base a la información que se ha hecho pública -, pueden 
        avanzarse algunas conclusiones preliminares de la IV Cumbre Bi-regional: 
        La presencia de un amplio número de líderes políticos 
          de ambas regiones, pone de manifiesto un evidente interés en 
          las relaciones bi-regionales.
 
La Declaración de Viena contiene pocos elementos nuevos. Abundan 
          términos como "reafirmar" y "reiterar", esto 
          es, volver a señalar lo ya manifestado en Cumbres anteriores, 
          especialmente la de Guadalajara. En pocos párrafos los líderes 
          políticos dan instrucciones que puedan interpretarse como impulsos 
          hacia nuevas acciones. Uno de los pocos ejemplos es el párrafo 
          53, dentro de un capítulo que es quizás uno de los mejor 
          elaborados del texto final (referido a "Conocimiento compartido 
          y desarrollo de capacidades humanas: educación superior, investigación, 
          ciencia y tecnología y cultura").
 
" El método de las mesas de trabajo demostró, una 
          vez más, su utilidad. Es en sus relatorías donde es posible 
          encontrar indicaciones sobre las cuestiones dominantes en la agenda 
          bi-regional del futuro (ver 
          textos en aquí). 
 
Un resultado bien concreto es el del inicio de las negociaciones de 
          libre comercio entre los países centroamericanos y la Unión 
          Europea. Han sido posiblemente estimuladas tanto por los progresos alcanzados 
          en la integración de esa sub-región, como por el hecho 
          que los países centroamericanos han firmado - y en varios casos 
          puesto en vigencia - el CAFTA con los Estados Unidos. Se repite, en 
          tal sentido, el precedente de los acuerdos celebrados oportunamente 
          con México y con Chile, donde la UE parece actuar impulsada por 
          la preocupación por desplazamientos de ventajas competitivas 
          que, para sus empresas, puedan resultar de los acuerdos preferenciales 
          de países latinoamericanos con los Estados Unidos.
 
Tanto en el caso de la Comunidad Andina de Naciones como del Mercosur, 
          en cambio, en Viena se pusieron de manifiesto - incluso a veces en el 
          plano simbólico - las dificultades que al momento atraviesan 
          los respectivos procesos de integración. Son, sin embargo, situaciones 
          diferentes - dado el hecho que tres países de la CAN están 
          concluyendo acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos - y también 
          puede ser diferenciada la evolución futura de las respectivas 
          relaciones bi-regionales.
 
Una cuestión que es central en las relaciones bi-regionales, 
          especialmente entre la UE y el Mercosur, como es la de las negociaciones 
          multilaterales de la Rueda Doha en el ámbito de la Organización 
          Mundial de Comercio, recibió en la Declaración final un 
          tratamiento quizás poco acorde con su importancia y con las perspectivas 
          sombrías de poder concluirlas, tal como fuera previsto, antes 
          del vencimiento del plazo otorgado por el Trade Promotion Authority 
          al Presidente de los Estados Unidos. No parecería ser una cuestión 
          que concentró mucha atención de la Cumbre, aún 
          cuando su tratamiento habría sido más detenido en algunas 
          de las mesas de trabajo.
 
Sin perjuicio de otras cuestiones incluidas en la agenda de la Cumbre 
          que también recibieron atención reflejada en la Declaración 
          final, la energía - sea en su potencial de conflicto como de 
          integración -, surgió como una de las cuestiones centrales, 
          tanto en el desarrollo de ambas regiones como en sus relaciones recíprocas. 
          Probablemente seguirá siendo, con la anterior, la que más 
          condicionará la evolución del interés recíproco 
          y, por consiguiente, de la agenda bi-regional en el período que 
          conduce a la próxima Cumbre que tendría que realizarse 
          en Perú en 2008. Fue una cuestión relevante en algunos 
          de los talleres de trabajo y recibió un tratamiento especial 
          en el párrafo 30 de la Declaración Final. La cooperación 
          en esta cuestión - en su triple dimensión de infraestructura, 
          eficiencia y fuentes alternativas - fue encuadrada en dos objetivos 
          que pueden ser o complementarios o contrapuestos: por un lado, el reconocimiento 
          de los derechos de cada país de administrar sus recursos naturales 
          y, por el otro, en la necesidad de asegurar transparencia en beneficio 
          de los consumidores y a fin de atraer inversiones. Hacia el futuro inmediato - esto es el camino que conducirá hacia 
        la proyectada Cumbre de Lima -, tres aspectos de la nueva realidad regional 
        latinoamericana - y especialmente sudamericana - merecen especial atención: 
        El primero es que ella no puede ser entendida a partir de enfoques 
          generales, tales como sostener que América Latina se vuelca a 
          la izquierda o al populismo. Por el contrario, la región presenta 
          un cuadro diferenciado, en el que cada proceso nacional tiene sus propias 
          lógicas y características. Eventualmente pueden efectuarse 
          abordajes sub-regionales. Pero incluso en una región como la 
          andina, las diferencias son notorias de país a país. Categorías 
          y enfoques del pasado no permiten captar todos los matices de una realidad 
          rica en diversidades.
 
El segundo es que se observan, sin embargo, rasgos comunes que permiten 
          vertebrar lo que parece un mosaico heterogéneo. Tres pueden destacarse. 
          Por un lado, la búsqueda de nuevas respuestas a problemas que 
          tienen raíces profundas, como es el de la desigualdad social 
          y el de la insatisfacción popular ante respuestas que por momentos 
          han predominado en las políticas públicas. Por el otro, 
          la apertura de una ventana de oportunidad en el creciente interés 
          de China en la economía regional y, en especial, en sus cuantiosos 
          recursos naturales. Ella ha creado un cuadro económico externo 
          favorable a casi toda la región. Y, finalmente, la importancia 
          creciente que tiene la cuestión energética - como problema 
          o como oportunidad - en las políticas económicas, en la 
          interdependencia regional - especialmente en América del Sur 
          - y en la relación con inversores extranjeros.
 
El tercero es la metamorfosis en los procesos de integración 
          regional. Son fáciles de ilustrar con los casos de la Comunidad 
          Andina de Naciones y del Mercosur. Se ha instalado la necesidad de potenciar 
          la vocación por una mayor integración con nuevas metodologías 
          de trabajo conjunto, inyectando criterios novedosos de geometría 
          variable y de múltiples velocidades. Cómo conciliar la 
          profundización de vínculos preferenciales entre países 
          de la región, con el pleno aprovechamiento de las oportunidades 
          que se brindan en el espacio económico global, es uno de los 
          desafíos apremiantes que se observan, al menos en los dos casos 
          antes citados. Es un desafío que requerirá de mucha flexibilidad 
          en el diseño de procesos de integración viables.  ¿Qué se puede esperar de Europa ante la nueva realidad 
        regional? Es ésta quizás una cuestión central en 
        el desarrollo de una agenda bi-regional realista y positiva.  Sin perjuicio de otros, los siguientes parecen ser algunos cursos prioritarios 
        de acción recomendables a la luz de lo ocurrido en Viena:  
        Efectuar una evaluación que permita perfeccionar la metodología 
          de preparación de las Cumbres bi-regionales, a efectos de evitar 
          un deterioro de su eficacia y de transformarlas en factor de un efectivo 
          impulso político a cursos de acción concretos. En tal 
          sentido, no sólo puede capitalizarse la experiencia acumulada 
          desde la Cumbre de Río de Janeiro, pero también las de 
          las Cumbres de la Unión Europea con los países del Asia, 
          así como la de las Cumbres de las Américas.
 
Perseverar en la concreción de los acuerdos de asociación 
          estratégica con los actuales procesos de integración sub-regionales, 
          a pesar de las dificultades que algunos de ellos confrontan. En particular, 
          el futuro acuerdo de la UE con Centroamérica merece una atención 
          especial, por el contraste que se puede observar - y que requiere un 
          análisis detenido - entre la estrategia que los países 
          de esta sub-región están llevando adelante, a fin de conciliar 
          sus objetivos de integración, con acuerdos de libre comercio, 
          a la vez, con los Estados Unidos y con la Unión Europea. Tal 
          experiencia puede ser de utilidad en la perspectiva de dificultades 
          actuales, tanto de la CAN como del Mercosur. En el caso concreto del 
          Mercosur - su importancia reside en su dimensión económica 
          y en los intereses económicos europeos en juego en esta sub-región 
          -parecería que no es necesario ni conveniente pretender cerrar 
          todos los aspectos de un proceso que tendrá que ser incremental 
          y de largo plazo. En tal sentido, existe consenso en que los nudos principales 
          deberán esperar a lo que ocurra finalmente en la Organización 
          Mundial del Comercio. Sin embargo, un acuerdo de contenido flexible 
          y evolutivo, incluso con enfoques específicos en sectores como 
          el automotriz y el de la energía, no sólo permitiría 
          estimular el propio proceso de integración en el Mercosur, pero 
          también podría abrir el camino para una más estrecha 
          vinculación con el ya concretado acuerdo de libre comercio que 
          la Unión Europea tiene con Chile. En su marco, cabría 
          otorgar un espacio destacado a la sinergia empresaria resultante de 
          la presencia de fuertes intereses europeos en la región y, en 
          tal sentido, el actual foro empresario UE-Mercosur debería tener 
          un protagonismo creciente, con la efectiva participación de empresarios 
          representativos de ambas regiones. 
 
Fortalecer la participación europea en el abordaje del desarrollo 
          de las redes de integración física de la región 
          y en el pleno aprovechamiento del potencial energético. En este 
          último plano, Europa puede contribuir por su propio, difícil 
          e inconcluso aprendizaje. También puede hacerlo con financiamiento, 
          incluyendo el del Banco Europeo de Inversiones y con su aporte a reglas 
          que generen seguridad para las inversiones, en la línea del Tratado 
          de la Carta de la Energía.
 
Capitalizar en función de algunos de los nudos que se han hecho 
          evidentes especialmente en el Mercosur, la rica experiencia europea 
          en el desarrollo de marcos reguladores que facilitan un abordaje conjunto 
          de la cuestión ambiental en sus múltiples desdoblamientos.
 
Promover programas de cooperación trilateral entre la Unión 
          Europea y los países de mayor desarrollo económico de 
          América Latina, por un lado, y los países con economías 
          pequeñas y menor desarrollo relativo. Tales programas - de los 
          cuales la UE tiene experiencia en la región del Asia-, tendría 
          que tener el objetivo de contribuir a la preparación de esos 
          países - en función de sus propios programas nacionales 
          de transformación productiva - para participar en los espacios 
          económicos ampliados que resulten, tanto de los acuerdos regionales 
          de integración - tal el caso del Mercosur - como de los resultados 
          de las negociaciones en la OMC, y de los acuerdos de libre comercio 
          que se concluyan con la propia UE y otros países industrializados. 
          La experiencia de la UE en materia de "transición asistida" 
          a países candidatos a ser miembros plenos o a asociarse, puede 
          ser valiosa en este campo.
 
Concentrar mayores recursos humanos y financieros - tanto de la UE 
          como de sus países miembros - orientados a tratar de decodificar 
          dinámicos procesos de cambio en la región, que suelen 
          estar llenos de matices y en los que, a veces, resulta difícil 
          distinguir lo real de lo mediático, dado el recurso frecuente 
          a sofisticados fuegos de artificio. La cooperación académica 
          europea debería ser ampliada a tal efecto. |