| Tras la reciente Cumbre de Montevideo, el Mercosur entra en una nueva 
        etapa. Lo ha hecho como corresponde, al optarse con buen criterio, por 
        construir sobre lo existente, dejando de lado la recurrente tentación 
        refundacional. La simple lectura de lo acordado (ver textos en www.mercosur.org.uy), 
        permiten identificar tres razones que justifican la idea de una nueva 
        etapa.  La primera es que se han dado significativos pasos para consolidar la 
        unión aduanera (Decisión CMC 37/05, que reglamenta, entre 
        otros aspectos, la eliminación del doble cobro del arancel externo 
        común), sin perjuicio de mantener su flexibilidad (Decisiones CMC 
        33/05, regímenes especiales de importación; 39/05, bienes 
        de informática y telecomunicaciones, y 40/05, bienes de capital), 
        y para centrar la construcción del espacio económico común, 
        en instrumentos de transformación productiva conjunta y de tratamiento 
        de asimetrías estructurales (Decisión CMC 24/05, que reglamenta 
        el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur). Son pasos en 
        la buena dirección. Se requiere completar su efectiva vigencia 
        y continuar con otros pasos pendientes, como es el tratamiento de sectores 
        que enfrentan dificultades transitorias o estructurales de ajuste al pleno 
        funcionamiento de la unión aduanera. La segunda razón es que se inició el camino de un necesario 
        perfeccionamiento institucional del proceso de integración. Al 
        respecto, cabe destacar la firma del Protocolo que crea el Parlamento 
        del Mercosur -como su preámbulo destaca, implica reafirmar la voluntad 
        política de fortalecer y profundizar el proyecto estratégico-; 
        la aprobación de las Reglas de Procedimiento del Tribunal Permanente 
        de Revisión (Decisión CMC 30/05), órgano principal 
        del Protocolo de Olivos sobre solución de controversias, y la creación 
        de un grupo de alto nivel para elaborar una propuesta integral de reforma 
        institucional del Mercosur (Decisión CMC 21/05). Y la tercera razón es que se ha abordado la compleja tarea -prevista 
        en el momento fundacional- de incorporar nuevos países miembros. 
        Las complejidades son nítidas tanto en el plano político, 
        como en el económico-comercial y en el técnico. Cada caso 
        concreto requerirá a la vez tiempo y prudencia, ya que son muchos 
        los intereses en juego a preservar. Al respecto se aprobó la reglamentación 
        del artículo 20 del Tratado de Asunción -que es el que prevé 
        la adhesión de nuevos miembros (Decisión CMC 28/05)-, estableciendo 
        pasos a desarrollar y requerimientos a cumplir para concretar la respectiva 
        adhesión, proceso que debe culminar con la firma de un Protocolo 
        a ser aprobado, luego, por los respectivos Congresos. Se inició, 
        además, el camino para incorporar a Venezuela, país que 
        tendrá un status transitorio especial que le permitirá participar 
        de los órganos con voz pero sin voto (Decisión CMC 29/05 
        y firma de un acuerdo marco). Como es natural, la nueva etapa estará caracterizada por progresos 
        graduales y por dificultades significativas. Requerirá de una creciente 
        eficiencia de los órganos existentes, incluyendo la Secretaría 
        Técnica y la Presidencia del Comité de Representantes Permanentes, 
        ambos con nuevos titulares. Pero sobre todo, demandará un afinamiento 
        del liderazgo compartido de la Argentina y del Brasil -que han renovado 
        en su reciente Cumbre bilateral el compromiso de impulsar juntos el proceso 
        de integración-. En lo inmediato, cabe a la Argentina una responsabilidad 
        principal, por el hecho que ejercerá en el primer semestre de 2006 
        la Presidencia Pro-Tempore del Mercosur. Al desarrollo de los pasos comprometidos en Montevideo, se suman otros 
        dos fuertes desafíos inmediatos del Mercosur.  El primero es adaptarse a las nuevas realidades políticas de la 
        región, reflejadas entre otros hechos significativos, en la victoria 
        de Evo Morales en las elecciones presidenciales de Bolivia.  El segundo es cumplir con la promesa, expresada por varios de los presidentes 
        en sus discursos en la pasada Cumbre, de lo que en la feliz expresión 
        del presidente Tabaré Vázquez será "llenar al 
        Mercosur de ciudadanía", idea reflejada en su iniciativa de 
        "Somos Mercosur". Al respecto, cabe señalar como hecho 
        negativo el que no sólo no se hubiera aprobado el proyecto de "Decisión 
        sobre Participación Ciudadana en el Mercosur", sino que su 
        texto fue calificado como "Reservado", a pesar que el Uruguay 
        solicitó expresamente que fuera público. ¿Habrá 
        sido el Brasil quien lo impidió, a pesar de que el propio presidente 
        Lula hizo del vínculo con la ciudadanía un tema central 
        de su discurso?  Es ésta una cuestión que merece aclararse. En la nueva 
        y compleja realidad política sudamericana, el Mercosur ganaría 
        mucho como eficaz instrumento de trabajo de sus socios, si supera la tendencia 
        un poco medieval a resistir pautas de transparencia y de información 
        congruentes con valores y estilos que proclaman, con acierto, los gobiernos 
        de la región y que reclaman, con razón, los ciudadanos. |