| Dos cuestiones relevantes El Mercosur es una experiencia incipiente de un esfuerzo multinacional 
        y multidimensional, que tiene como una de sus finalidades principales 
        mejorar las condiciones de participación internacional real (1) 
        de sus países miembros en el escenario global y regional y, de 
        tal forma, facilitar sus procesos de transformación democrática 
        y productiva. Tras quince años desde su creación, es pertinente plantear 
        algunos interrogantes sobre esta experiencia. En esta oportunidad, tales 
        interrogantes estarán orientados a apreciar el valor que el Mercosur 
        tiene como precedente en relación a dos cuestiones relevantes de 
        la agenda internacional contemporánea y del futuro.  La primera cuestión, se relaciona con la metodología de 
        trabajo conjunto entre países que comparten una misma región 
        geográfica y que presentan, entre ellos, asimetrías de poder 
        relativo, de dimensión económica y de grados de desarrollo 
        que en cierta medida reproducen, en pequeña escala, las que se 
        observan en el sistema internacional global.  Tal metodología implica una concertación dinámica 
        de intereses nacionales. Es por ello que en relación a esta primera 
        cuestión, cobra toda su importancia el hecho que cada país 
        participante tenga una idea clara sobre cuáles son sus objetivos 
        estratégicos en el trabajo conjunto con sus socios.   La segunda cuestión, se vincula con la participación e 
        incidencia que tiene el Mercosur en la construcción de un espacio 
        geográfico sudamericano, en el que predomine la paz y la democracia, 
        y que constituya un entorno regional favorable al desarrollo y a la inserción 
        competitiva de sus países en el escenario de la competencia económica 
        global.  A fin de abordar ambas cuestiones es preciso, sin embargo, comenzar por 
        una apreciación sobre el estado en que actualmente se encuentra 
        el Mercosur y sobre los principales desafíos que enfrenta.  La finalidad que se persigue con este análisis de la experiencia 
        del Mercosur y de su valor relativo en relación a las dos cuestiones 
        antes mencionadas, es además la de facilitar su comparación 
        con otras experiencias de integración regional, que presentan características 
        similares, al menos en dos aspectos (2).  El primero, es que se trata de asociaciones voluntarias entre naciones 
        soberanas, con vocación a la permanencia y que implican poner en 
        común mercados y recursos, a través de diferentes técnicas 
        permitidas por el ámbito global de la Organización Mundial 
        del Comercio (OMC) - sean ellas de las de una zona de libre comercio o 
        de una unión aduanera, en sus distintas modalidades -, y a través 
        de instituciones y reglas de juego que generan disciplinas colectivas 
        para sus países miembros.  El segundo, es que se trata de procesos incrementales en los que participan 
        países con diferencias -a veces pronunciadas - de poder relativo, 
        de dimensión económica y de grados de desarrollo. Son procesos 
        que sólo pueden ser sustentables en el tiempo, precisamente si 
        tienen éxito en desarrollar metodologías de trabajo conjunto, 
        que permitan una administración razonable de fuerzas e intereses 
        contradictorios entre sus países miembros y entre los diferentes 
        sectores sociales que operan en su interior.  Situación actual y principales desafíos de la construcción 
        del Mercosur Tres rasgos han caracterizado el momento fundacional y la construcción 
        hasta el presente del Mercosur (3). Ellas son: 
        Una fuerte opción por la democracia, la transformación 
          productiva y la cohesión social, por parte de sus países 
          miembros. Es el hecho que tal opción se efectuara en los años 
          ochenta en el plano interno de esos países, lo que dio lugar 
          a la voluntad común de trabajar juntos, sometiéndose - 
          a veces a regañadientes - a un tejido evolutivo de reglas de 
          juego y de disciplinas libremente consentidas;
 
Un bajo nivel de interdependencia relativa entre sus países 
          miembros, tanto en el momento fundacional como en el actual. Un dato 
          relevante para la comparación con otras experiencias de integración 
          regional -especialmente la europea- es que entre los países del 
          Mercosur no hubo un precedente de guerras previas -al menos en el siglo 
          XX- ni existió una percepción de fuertes amenazas externas 
          que cuestionaran su supervivencia como naciones independientes, pero 
          tampoco había una significativa conectividad entre sus respectivos 
          mercados. En tal sentido, el Mercosur ha implicado, en su momento fundacional, 
          un proceso orientado a crear interdependencia entre los socios y no 
          tanto, a administrar interdependencia. Sólo en los últimos 
          años, como consecuencia del crecimiento del comercio recíproco, 
          la necesidad de administrar la interdependencia entre los respectivos 
          mercados se ha tornado más notoria e, incluso, más difícil;
 
Una significativa asimetría de poder relativo, de dimensión 
          económica y de grado de desarrollo entre los países participantes 
          de este proceso de integración. La distancia existente, en tal 
          sentido, entre los dos socios de mayor dimensión y relativamente 
          más desarrollados - esto es, la Argentina y el Brasil - con respecto 
          a los dos socios de economías más pequeñas e incluso 
          en uno de los casos de menor desarrollo relativo - esto es, el Paraguay 
          y el Uruguay - es muy pronunciada. En cierta forma puede afirmarse que 
          el Mercosur presenta su propia pauta de relación Norte-Sur, sin 
          perjuicio de la que además se observa en el interior de los dos 
          socios principales.  La experiencia acumulada con el Mercosur desde su creación -incluso 
        desde que se lanzara en 1985 el desarrollo de la etapa bilateral del proceso 
        de integración entre la Argentina y el Brasil- y en particular, 
        en estos diez años de vigencia del arancel externo común, 
        puede ser apreciada al menos desde tres perspectivas complementarias. 
       La primera es la política. Se vincula con el signo de las relaciones 
        que han enhebrado cuatro países que son vecinos y que han acrecentado 
        en las últimas dos décadas la densidad de su conectividad 
        en todos los planos. Son relaciones hoy dominadas por la lógica 
        de la integración, frente a lo que ha sido común en la historia 
        entre naciones vecinas en todo el mundo, esto es el predominio de la lógica 
        de la fragmentación y, en última instancia, la del dominio 
        hegemónico e incluso la absorción de los demás por 
        parte de uno de ellos. Ello ha sido más frecuente en los subsistemas 
        internacionales marcados por profundas asimetrías de poder y dimensión 
        económica entre los vecinos. Lo cierto es que, más allá de tensiones ocasionales y de 
        conflictos comerciales naturales, se ha ido consolidando entre los socios 
        del Mercosur - y entre ellos y sus principales asociados, Chile y Bolivia 
        - la idea de un "barrio" que aspira a ser de calidad, con confianza 
        recíproca y "buenos modales".  Tal idea nutre la noción de una zona de paz, cuyo valor internacional 
        se acrecienta en la medida que pueda ser concebido como un núcleo 
        duro de la estabilidad política sudamericana. Es un bien público 
        que para ser preservado y cultivado, requiere del ejercicio sutil de una 
        diplomacia de integración - no sólo gubernamental pero también 
        de los actores sociales internos -; de una actitud de cooperación 
        activa por parte de países industrializados con intereses en la 
        región, y del tejido perseverante de una densa red de conectividad 
        en todos los planos - y no sólo en el económico y comercial 
        -ya que la historia universal - e incluso muchas experiencias contemporáneas 
        -, indica que suele ser más fácil retroceder que avanzar 
        en la orientación y la calidad de las relaciones entre países 
        vecinos.  Hasta que punto un eventual colapso del Mercosur o su declinación 
        hacia un plano de marcada irrelevancia económica pudiera tener 
        un efecto de deterioro en este logro político, es una cuestión 
        que merece reflexión por parte de todos los que aprecian la inserción 
        de cada uno de sus países miembros en un subsistema regional dominado 
        por la lógica de la integración y no por la de la fragmentación, 
        es decir, que valoran la inserción en un "barrio de calidad".  La segunda perspectiva para una evaluación del Mercosur es la 
        del intercambio comercial. Se relaciona prioritariamente con los flujos 
        de comercio de bienes entre los socios. En este plano se observan en estos 
        años de experiencia acumulada, fluctuaciones que pueden ser fundamentalmente 
        explicadas por disparidades en los comportamientos de las respectivas 
        economías - especialmente las del Brasil y la Argentina - y, por 
        momentos, también por pronunciadas disparidades cambiarias.  ¿Cuánto del comercio recíproco y de sus fluctuaciones 
        en los últimos años, puede deberse a la existencia del Mercosur 
        y de sus reglas de juego, y cuánto es la resultante natural de 
        la contigüidad geográfica de economías que se abrieron 
        al mundo y no sólo a la región en la década de los 
        noventa? Es una pregunta que aún requiere ser respondida con precisión 
        y con evidencia empírica, a fin de poder clarificar efectos comerciales 
        negativos y positivos que se le suelen atribuir al Mercosur.  La tercera perspectiva es la de la inversión productiva. Es probablemente 
        la más importante desde el punto de vista político y no 
        sólo económico. Significa visualizar el Mercosur como un 
        instrumento de transformación productiva de cada país socio 
        y, por ende, de incorporación de progreso técnico y de creación 
        de empleo calificado. Tiene que ver con la capacidad para competir a escala 
        global y no sólo regional. Es lo que le da sentido ante las respectivas 
        ciudadanías, a la idea tan difundida en los momentos fundacionales 
        de abrir para todos el acceso a un mercado de más de doscientos 
        millones de consumidores.  Es en esta última perspectiva, donde el Mercosur plantea -luego 
        de diez años de unión aduanera aún incompleta- más 
        preguntas que respuestas a aquel empresario -especialmente pequeño 
        o mediano- que evalúa la conveniencia de invertir en función 
        del espacio económico prometido. Son preguntas alimentadas por 
        una vivencia de reglas precarias, de debate existencial continuo sobre 
        la conveniencia del Mercosur y sobre sus modalidades - ¿zona de 
        libre comercio o unión aduanera? -, de un campo de juego desnivelado 
        y de escasa transparencia en los mecanismos de negociación. Lo que enseña el Mercosur en cuanto a metodología de 
        integración entre naciones vecinas y con profundas asimetrías
  Desde el origen del proceso de integración, la relación 
        entre la Argentina y el Brasil ha sido un factor central para su vitalidad 
        y credibilidad. En la actualidad, al menos dos tendencias parecen coexistir 
        en tales relaciones con respecto al Mercosur.  Por un lado, se observa la persistencia de una clara voluntad política 
        de continuar construyendo el espacio de integración económica, 
        como parte de las estrategias más amplias de inserción de 
        cada país en el mundo y en la región sudamericana. Los Presidentes 
        Kirchner y Lula así lo han puesto de manifiesto en forma reiterada. Por otro lado, son notorias las dificultades metodológicas que 
        se han planteado en los últimos años en el desarrollo del 
        proceso de integración.  En nuestra opinión, las deficiencias metodológicas se manifiestan 
        fundamentalmente en el plano de la fabricación de los necesarios 
        consensos a fin de sortear obstáculos y de avanzar en el camino 
        trazado. Ello es más notorio, sobre todo, en la capacidad institucional 
        para administrar desajustes temporales o estructurales que generan conflictos 
        comerciales entre los socios; para articular negociaciones comerciales 
        conjuntas internacionales, y para producir reglas de juego que, a la vez 
        que reflejan los intereses nacionales de los países miembros -asumiendo 
        que ellos están correctamente definidos-, tengan un fuerte potencial 
        de penetrar en la realidad, es decir, de ser cumplidas -criterio de efectividad 
        de las reglas- y de alcanzar, por lo tanto, los objetivos que con ellas 
        se procura lograr -criterio de eficacia- (4).  Tales reglas son esenciales para avanzar en la construcción gradual 
        del Mercosur y, en particular, para introducir las adaptaciones requeridas 
        por los continuos cambios en las realidades externas e internas de los 
        países socios. Su efectividad y eficacia, son por lo demás 
        fundamentales para la aceptación social de los compromisos asumidos, 
        por ser percibidas como generadores de un cuadro de ganancia mutua entre 
        los socios -criterio de legitimidad social-. Lo cierto es que, en ocasión de recientes conflictos comerciales 
        entre las dos principales economías del área, se ha puesto 
        una vez más de manifiesto que el Mercosur los procesa mal. Podría 
        decirse que tiene un mal "aparato digestivo". Como ya ocurriera 
        en otras oportunidades, en ocasiones recientes ellas también generan 
        tensiones de fuerte impacto social, incluso desproporcionadas a la magnitud 
        de los flujos de comercio involucrados. Desorientan a la opinión 
        pública, que recibe mensajes contradictorios entre una alianza 
        épica llena de virtudes y las peleas, hoy por heladeras, ayer textiles 
        y calzado, luego por electrodomésticos, automóviles y sus 
        auto-partes.  Lo bueno es que las diferencias luego se diluyen y dejan de ser noticia. 
        Lo malo es que contribuyen a una erosión por goteo de la imagen 
        del Mercosur y aumentan su pérdida de credibilidad. Es peor aún 
        si los socios no tienen - y ninguno parece tener - un "plan B" 
        sustentable. Es decir, un plan viable de inserción económica 
        internacional, que a la vez contribuya a la consolidación de una 
        región sudamericana dominada por la lógica de la integración 
        y, por lo tanto, por la paz y la estabilidad política en el marco 
        del predominio de la legitimidad democrática en cada uno de los 
        países que la componen.  Conviene entonces una discusión serena y un diagnóstico 
        preciso. ¿Qué es lo que anda mal en el Mercosur? ¿La 
        idea estratégica o la forma de llevarla adelante?  Si bien en el calor del debate público se efectúan afirmaciones 
        contundentes -tales como que "el Mercosur ha fracasado" y otras 
        de similar tono -, no se observa en ninguno de los socios una posición 
        firme en cuanto al abandono de la idea que encarna el Mercosur. Como se 
        señaló antes, al menos en los gobiernos actuales ello está 
        descartado. Tampoco tiene asidero profundo en las opiniones públicas. 
        Quizás por que todos están conscientes del sabor amargo 
        que tendría un fracaso - además del descrédito internacional 
        y de sus consecuencias en el complicado escenario sudamericano -. Si hubiera 
        que reconocer tal fracaso, difícil sería no hacer luego 
        algo parecido al Mercosur. ¿Y alguien creería en ello?  A pesar de las apariencias, el debate no parece ser entonces de tipo 
        existencial. Parece más bien centrado en el cómo del trabajo 
        conjunto entre los socios, es decir en lo metodológico. El eje 
        de tal debate cruza por una cuestión central en un proceso de integración 
        voluntaria entre naciones vecinas y con desigual poder relativo: cómo 
        distribuir costos y beneficios o, en otros términos, cómo 
        resolver la cuestión de quiénes ganan y quiénes pierden. 
        La fórmula para esta cuestión es simple de definir y difícil 
        de llevar a la práctica. Se trata por cierto de que todos perciban 
        que ganan más dentro del club que fuera. Y el problema en el Mercosur 
        es que, como consecuencia de asimetrías de tamaños, de competitividades 
        relativas, de situaciones macroeconómicas coyunturales, recurrentemente 
        hay quienes perciben - o creen percibir - que son perdedores sistemáticos. 
        Pueden ser países, como los casos de Paraguay o Uruguay. O sectores 
        industriales o agrícolas sensibles, en cualquiera de los socios.  Se suele sostener que la solución es retrotraer el Mercosur a 
        una zona de libre comercio. Bien en teoría. En la práctica 
        plantea enormes problemas. No hay zona de libre comercio moderna sin reglas 
        de origen específicas. Las zonas de comercio conocidas, que han 
        proliferado en los últimos años en la región y en 
        otras, ponen de manifiesto que es con tales reglas de origen específicas 
        que se discrimina entre socios y no socios.  Al respecto cabe preguntar: ¿sería fácil una negociación 
        de reglas de origen específicas en un clima de fracaso del proceso 
        actual del Mercosur? ¿y es que, acaso, los problemas recurrentes 
        que se observan en los últimos años, no se originan precisamente 
        en el comercio intra-Mercosur de bienes y de servicios, en buena medida 
        como consecuencia de que los supuestos fundacionales - coordinación 
        macro-económica e integración productiva sectorial - y que 
        fueran explicitados al negociarse el Tratado de Asunción, no pudieron 
        ser cumplidos?  Creo que abordar en profundidad el debate metodológico es impostergable. 
        Es conveniente basarlo en un diagnóstico de cuáles son los 
        problemas sensibles; realizarlo a través de un diálogo franco, 
        y colocarlo en la perspectiva de un salto hacia delante. No de un salto 
        a un vacío lleno de ilusiones, un nuevo espejismo. Pero sí 
        de un salto hacia reglas de más calidad y realismo que las actuales.  El debate metodológico ha de requerir mucho liderazgo político 
        e imaginación técnica. Brasil, por ser el país de 
        mayor dimensión económica, tiene una responsabilidad principal. 
        En tal sentido, cabe destacar que se observa una actitud cada vez más 
        escéptica respecto al Mercosur por parte de empresarios y economistas 
        del Brasil. En tiempos recientes, múltiples artículos de 
        especialistas y editoriales de los principales diarios, así lo 
        ponen en evidencia (5).  Estas y otras cuestiones vinculadas con el funcionamiento de las instituciones 
        del Mercosur deberían ser parte necesaria de un intenso debate 
        entre los socios y dentro de cada uno, con respecto al futuro de un proceso 
        de integración regional, concebido como funcional a la transformación 
        productiva conjunta y a la inserción competitiva en la economía 
        global.  ¿Cuáles son los principales nudos a desatar desde el punto 
        de vista metodológico en un proceso de integración con las 
        características del Mercosur? Tres parecen ser los más relevantes: 
        La opción entre un proceso orientado por reglas libremente 
          consentidas -"rule oriented"- por contraposición a 
          un proceso en el que predominen sólo los factores de poder relativo 
          - "power oriented"-. Ello implica responder en la práctica 
          al menos tres preguntas claves. La primera es sobre cómo desarrollar 
          una cultura favorable a la aceptación de disciplinas colectivas, 
          especialmente por parte de los socios de mayor dimensión relativa, 
          lo que implica restringir su natural inclinación a acciones unilaterales 
          discrecionales, muchas veces asumidas en función de la apreciación 
          de una emergencia económica. La segunda es sobre cómo 
          desarrollar una visión de conjunto de los problemas que se enfrentan. 
          Y la tercera es sobre cómo proteger, en función de tal 
          visión de conjunto, los intereses de los socios de menor dimensión 
          y poder relativo. 
 
La calidad del proceso de producción normativa. Ello implica 
          responder las siguientes preguntas: ¿cómo producir reglas 
          de juego de calidad, esto es, que sean efectivas, eficaces y, por ende, 
          legítimas?; ¿cómo asegurar la participación 
          democrática de un amplio espectro de actores sociales de todos 
          los países miembros?; ¿cómo obtener un grado razonable 
          de transparencia en los mecanismos de decisión? y ¿cómo 
          lograr una adecuada representación de múltiples sectores 
          y de espacios sub-nacionales, que muchas veces tienen intereses contradictorios?
 
La capacidad de adaptación a la dinámica de cambio que 
          genera el propio proceso de integración o que resultan de modificaciones 
          significativas en los respectivos contextos interno, regional y global. 
          Ello implica responder también en la práctica algunas 
          de las siguientes preguntas: ¿cómo conciliar una preferencia 
          económica entre los socios con estrategias individuales de cada 
          país de inserción económica multipolar, a la vez 
          en el plano global y en el propio plano regional - América del 
          Sur; América Latina y el Hemisferio Occidental -?; ¿cómo 
          coordinar intereses nacionales diferentes - e incluso a veces conflictivos 
          - en relación a las cuestiones no económicas de las respectivas 
          agendas internas, regional y global? y ¿cómo administrar 
          situaciones de emergencia económica que puedan afectar sólo 
          a alguno o algunos de los países miembros? La importancia de una perspectiva y de una estrategia nacional de 
        cada socio en relación al emprendimiento conjunto. Un proceso de integración consensual entre naciones soberanas 
        requiere, como señalamos antes una metodología institucional 
        que permita una concertación dinámica de intereses nacionales. 
        Sólo en la medida que se logren equilibrios entre tales intereses, 
        en un cuadro de ganancias mutuas, es posible imaginar que el proceso pueda 
        ser sustentable en el tiempo hasta alcanzar, eventualmente, un punto si 
        no de no retorno, al menos de difícil y costoso retorno. Pero para ello es esencial que cada país tenga claro, qué 
        es lo que procura obtener al trabajar junto a sus países vecinos 
        en forma sistemática y con vocación de permanencia. Entendemos que es una cuestión que requiere ser colocada, al menos, 
        en una doble perspectiva de análisis.  En primer lugar, la de los requerimientos internos de cada uno de los 
        socios en el plano de la transformación productiva y del esfuerzo 
        de competitividad internacional, todo ello en un marco de democracia y 
        de crecientes expectativas de los ciudadanos, por mayor bienestar, equidad 
        y cohesión social.  Son estos requerimientos que, al menos en el caso de los socios de mayor 
        dimensión del Mercosur - la Argentina y el Brasil -, presentan 
        similitudes pero también notorias diferencias. Lo mismo ocurre 
        en los otros dos socios. No las abordaremos en esta oportunidad. Pero 
        es preciso tenerlas en cuenta en todo intento orientado a crear bases 
        sólidas, para un trabajo conjunto de ambas sociedades que tenga 
        un contenido económico, pero asimismo, una clara finalidad política 
        y que esté proyectado hacia el futuro. Y, en particular, que sea 
        un trabajo conjunto que produzca ganancias para todos los socios. Como 
        se apuntó antes, de ellas dependerá, en gran medida, su 
        necesaria legitimidad social. En segundo lugar, el debate debe ser colocado en la perspectiva de los 
        desafíos y oportunidades que plantea a cada uno de los socios, 
        una realidad internacional en la que se observan tendencias profundas 
        que están cambiando, significativamente, el mapa de la competencia 
        económica global, como así también el de las negociaciones 
        comerciales internacionales.  Al respecto, debe tenerse presente que la proyección al mundo 
        de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, es una de las 
        cuestiones prioritarias de la agenda de cada uno de los cuatro socios 
        del Mercosur. Es crecientemente reconocida como una de las cuestiones 
        que requieren de una política de Estado - es decir, que trascienda 
        el período limitado de un mandato Presidencial y de predominio 
        de un sector político -, con los componentes de legitimidad social, 
        eficacia y continuidad que se necesitan para lograrla.  Los cambios que se están operando en la competencia económica 
        global, así como la propia opción de los ciudadanos de los 
        cuatro socios por sociedades abiertas, pluralistas, modernas y democráticas, 
        han contribuido a reinstalar en las respectivas agendas nacionales la 
        cuestión de una inserción internacional de calidad, como 
        una de las condiciones para satisfacer las expectativas de bienestar de 
        toda la población. Se observa lo mismo en casi todos los países 
        que participan de la competencia económica global. Incluso, por 
        cierto, en los países miembros del Mercosur. Es una cuestión que requerirá en el futuro, a nivel nacional, 
        mucho debate social sobre cómo tener éxito en la inserción 
        competitiva en el mundo y sobre cómo concertar los esfuerzos de 
        toda la sociedad en el objetivo de lograr tal éxito.  Es, en nuestra opinión, un debate social que se enriquecería 
        si se multiplicaran foros y canales de comunicación social, que 
        permitieran enhebrarlo conjuntamente con actores y protagonistas de la 
        sociedad civil de los otros socios del Mercosur -incluyendo por cierto 
        Chile- y en especial, del Brasil, por su mayor dimensión económica 
        relativa. Las instituciones académicas tienen al respecto una función 
        importante que cumplir, junto con los partidos políticos y otras 
        instituciones representativas del amplio espectro de las respectivas sociedades 
        civiles. Experiencias pasadas de los países miembros del Mercosur, así 
        como las de otros países similares - en la propia región 
        latinoamericana, en el Asia y, más recientemente, en la Europa 
        del Mediterráneo, Central y del Este, así como en países 
        como Australia, Nueva Zelanda, y del África del Mediterráneo 
        y del Sur -, ponen de manifiesto que el modelo de inserción económica 
        en el mundo, es una cuestión que no sólo requiere la movilización 
        de todas las energías sociales, sino que además, puede contribuir 
        a introducir factores positivos de cohesión social.  Incluso la cohesión social - junto con la estabilidad en las políticas 
        públicas y en las condiciones macro-económicas; la calidad 
        de la organización y una visión optimista de las oportunidades 
        que se generan en el entorno internacional -, es reconocida como uno de 
        los factores claves en la capacidad de un país para participar 
        con éxito en la competencia por los mercados mundiales. Es, asimismo, 
        un factor importante para negociar con terceros países y con grandes 
        bloques económicos.  La cultura de la inserción económica internacional y del 
        comercio exterior, aparece entonces como indisociable de la democracia, 
        la competitividad internacional y la equidad en una sociedad abierta. 
        En ambos planos, Chile tiene mucho que aportar a los países del 
        Mercosur. Ello sin dejar de tener en cuenta las diferencias pronunciadas 
        que existen al respecto entre los diferentes países. Es fundamental tener presente que en cada uno de los países socios 
        del Mercosur se percibe al proceso de integración, a pesar de sus 
        notorias limitaciones y defectos, no sólo como un instrumento para 
        la inserción competitiva en el mercado regional ampliado por los 
        efectos de los compromisos asumidos en el Tratado de Asunción - 
        y en especial por su dimensión relativa, en el mercado brasilero-, 
        sino también como una plataforma importante para facilitar su transformación 
        productiva, y para mejorar su perfil competitivo y negociador en el mundo. Veamos cuáles son objetivos estratégicos prioritarios que 
        pueden ser definidos en base a las experiencias del pasado y de la de 
        países con rasgos similares a los del Mercosur, y que son exitosos 
        en su inserción económica internacional.  Por lo menos tres objetivos estratégicos aparecen como prioritarios: 
        Articular y desarrollar una estrategia-país orientada a una 
          inserción competitiva exitosa en la economía mundial, 
          con características de política de Estado, que permita 
          superar las discontinuidades y la fragmentación de esfuerzos 
          que han caracterizado por muchas décadas las experiencias en 
          la materia - al menos ello es claro en el caso argentino -, y que a 
          la vez, otorgue una fuerte legitimidad social a las políticas 
          públicas, instituciones y negociaciones comerciales que se requieren;
 
Transitar de una larga etapa de episodios de crecimiento de exportaciones, 
          a una más compleja de desarrollo sustentable de internacionalización 
          de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, lo que implica 
          reconocer al comercio exterior a la vez como un motor y una consecuencia 
          de la transformación productiva de cada uno de los países, 
          y
 
Operar un salto cuantitativo en las exportaciones de bienes y de servicios, 
          a uno cualitativo en la oferta originada en cada uno de los países 
          y en el Mercosur en su conjunto, en base a un mayor valor agregado intelectual, 
          resultante de inversión, organización, educación, 
          innovación, y desarrollo científico y tecnológico. A la luz de tales objetivos estratégicos, cabe tener presente 
        cuáles son algunos de los factores que pueden considerarse como 
        relevantes, para la estrategia de comercio exterior y de inserción 
        competitiva de los países del Mercosur en la economía mundial 
        y regional. Sin perjuicio de otros, tres aparecen como más destacables: 
        La calidad del diagnóstico sobre la dinámica de la competencia 
          económica mundial y sobre los principales factores que desplazan 
          ventajas competitivas. En muchas oportunidades a través de su 
          historia, los países del Mercosur al igual que otros países 
          latinoamericanos, han tenido dificultades en captar a tiempo los cambios 
          operados en la competencia económica mundial. Dos momentos pueden 
          citarse como ejemplo. En la década del 30 del siglo pasado, el 
          fin del predominio británico en la economía mundial y 
          su consiguiente impacto en las exportaciones agrícolas, especialmente 
          de la Argentina y del Uruguay. En la década de los 60, también 
          del siglo pasado, la emergencia gradual del protagonismo comercial de 
          los países del Sudeste asiático y la importancia creciente 
          de las redes transnacionales de producción, con su consiguiente 
          impacto en las políticas de sustitución de importaciones 
          de países latinoamericanos, incluyendo los del Mercosur. 
          Un punto focal del diagnóstico sobre las fuerzas profundas 
            que operan cambios en la competencia económica global, se relaciona 
            con la apreciación correcta del valor relativo -o grado de 
            prescindibilidad- de un país - o de una región - y su 
            producción, en la perspectiva de las principales potencias 
            del momento. Tal valor relativo o grado de prescindibilidad, puede 
            estar fuertemente influenciado por consideraciones de tipo estratégico, 
            siempre en la perspectiva de la agenda de cuestiones críticas 
            de las principales potencias del sistema internacional. Ello se ha 
            manifestado en varias oportunidades en las últimas décadas, 
            sea en la importancia relativa de países del Sudeste Asiático, 
            de la Cuenca del Caribe y del Oriente Medio en la perspectiva de los 
            Estados Unidos o, más recientemente, en la de Europa Central 
            y del Este, y los países del Mediterráneo africano en 
            la perspectiva de la Unión Europea. Además de factores clásicos de desplazamientos de ventajas 
            competitivas de las naciones, como son entre otros, el mencionado 
            valor estratégico de un país para las principales potencias 
            y, en particular, los cambios tecnológicos en la producción, 
            en el transporte y en la transmisión de información, 
            cabe resaltar la importancia que ha adquirido en las últimas 
            décadas el acceso preferencial asegurado a grandes mercados, 
            por medio de la celebración de distintas modalidades de acuerdos 
            regionales, o la extensión del tratamiento de más favor 
            a grandes economías emergentes como consecuencia de su acceso 
            al sistema multilateral global de comercio, institucionalizado a partir 
            de 1994 en la Organización Mundial del Comercio (OMC), como 
            lo pone en evidencia el caso de la China. 
          La incorporación de valor intelectual a procesos productivos 
            y de comercialización. Este factor es más importante 
            en el caso de países, por ejemplo la Argentina, que difícilmente 
            puedan competir en base a abundancia de mano de obra barata o a un 
            alto grado de desarrollo científico y tecnológico. En 
            tal perspectiva cobra toda su importancia la gestión del factor 
            calidad en la oferta de bienes y servicios, y el aprovechamiento de 
            recursos humanos calificados y especialmente con talentos para la 
            creatividad. Ello permite sacar todo el provecho a las ventajas originadas 
            en una excepcional dotación de recursos naturales. Competir en base a inteligencia, creatividad y calidad, permite diferenciar 
            productos y obtener ganancias de valor percibido en la oferta de cada 
            país, especialmente en la perspectiva más exigente de 
            los consumidores de mayor poder adquisitivo, tanto en los países 
            altamente industrializados como en países emergentes. Una estrategia 
            de comercio exterior en base a la noción de valor percibido 
            por parte de consumidores exigentes, no sólo implica acreditar 
            marcas y productos, sino también desarrollar la imagen de un 
            país o de un conjunto de países, que por su comportamiento 
            en todos los planos, es capaz de generar productos y servicios de 
            calidad y, por lo tanto, confiables. 
          La densidad de la conectividad global de cada país y del Mercosur 
            en su conjunto, a través de la participación activa 
            y confiable en el marco de las reglas de juego de la OMC, y del tejido 
            de una red de acuerdos regionales y comerciales preferenciales, como 
            es el objetivo del Mercosur y otros acuerdos que negocian en la actualidad 
            sus países miembros. El sentido de una estrategia de conectividad 
            global y regional, es generar un marco de previsibilidad en las reglas 
            de juego y en las condiciones de acceso a los mercados, que tornen 
            a cada país socio del Mercosur, en polo de atracción 
            en la competencia global por las inversiones productivas, que en general 
            se canalizan a través de grandes redes globales de producción 
            y comercio. Tal estrategia debe facilitar precisamente la inserción de 
            la producción y los servicios del Mercosur en las redes transnacionales 
            tejidas dentro o entre empresas, así como el desarrollo de 
            redes transnacionales con epicentro en cada país miembro. En relación a cada uno de estos factores, es posible identificar 
        cuestiones relevantes para una agenda de trabajo conjunto entre la Argentina 
        y el Brasil, y sus socios del Mercosur. Son cuestiones que trascienden 
        el plano gubernamental y que requieren, por lo tanto de un denso tejido 
        de interacciones entre las respectivas sociedades civiles y sus instituciones 
        representativas. Tal agenda de trabajo conjunto requiere, a su vez, profundizar la lectura 
        compartida entre los países del Mercosur, sobre algunas de las 
        principales tendencias que se observan en la competencia económica 
        global y que pueden tener una incidencia en el desarrollo de una estrategia-país 
        - y en lo posible, una estrategia-región - de inserción 
        competitiva exitosa a escala global. Al respecto cabe interrogarse sobre la importancia que tienen para una 
        estrategia-país de comercio exterior y de inserción competitiva 
        en la economía mundial, las negociaciones comerciales internacionales 
        en las que participan los países socios del Mercosur. Son interrogantes 
        que también deben ser colocados en la perspectiva de la alianza 
        estratégica que han enhebrado estos países, al decidir encarar 
        el proceso -necesariamente gradual y de largo plazo- de construcción 
        del Mercosur. La experiencia de los países socios en la OMC y en el Mercosur, 
        así como la de muchos otros países que en los últimos 
        años han participado en negociaciones comerciales internacionales 
        en el ámbito global, regional o bilateral, es que de ellas resultan 
        reglas de juego que al ser aplicadas, producen efectos en al menos tres 
        planos relevantes para la estrategia-país en materia de comercio 
        internacional e inserción competitiva en la economía mundial. Ellos son: 
        el condicionamiento de las políticas públicas que se 
          pueden aplicar, especialmente en materia del comercio de bienes y de 
          servicios, de inversión extranjera y propiedad intelectual, de 
          compras gubernamentales;
 
el desplazamiento de ventajas competitivas a favor o en contra de 
          las empresas que operan desde el país, como consecuencia de cómo 
          los resultados de las negociaciones pueden afectar las condiciones para 
          acceder a los mercados de terceros países o de operar en ellos. 
          Tal desplazamiento suele producirse "por goteo", esto es, 
          con efectos que se manifiestan en plenitud a través del tiempo. 
          Por ejemplo, recién a fines del 2004 se han observado los plenos 
          efectos de lo acordado en materia de cuotas textiles en el Acuerdo de 
          Textiles y Vestimentas, aprobado en 1994 al concluirse la Rueda Uruguay. 
          Otro ejemplo, es el efecto que producirá sobre productos de origen 
          en el Mercosur, la maduración de los programas de liberación 
          arancelaria acordados por Chile, entre otros, con los Estados Unidos 
          y con la Unión Europea, y
 
el efecto sobre la imagen externa y la credibilidad de cada país 
          socio y del Mercosur en su conjunto, en la perspectiva de las estrategias 
          y decisiones de inversión, tanto de redes transnacionales de 
          producción y de comercio, como de otros inversores, incluso los 
          propios. Los países del Mercosur participan, en la actualidad, en por lo 
        menos tres frentes negociadores relevantes. Ellos son: 
        el multilateral global en el marco de la Rueda Doha en la OMC. El 
          plazo originalmente previsto para concluir las negociaciones era diciembre 
          de 2005. Sin embargo, tras el fracaso de la reunión ministerial 
          de Cancún en 2003, se ha producido una dilación en las 
          negociaciones. En julio de 2004 se acordó el marco para el desarrollo 
          de las negociaciones, las que podrían concluir - en un escenario 
          optimista - durante el 2006, como más temprano;
 
el regional, en torno a tres ejes: 
 
 
             El del propio Mercosur;
 
 El de la ALADI, que incluye una amplia red de acuerdos preferenciales 
              y de libre comercio, el último de los cuales ha sido celebrado 
              entre países de la Comunidad Andina de Naciones y los del 
              Mercosur, y 
 
 El del espacio sudamericano, que incluye además de la 
              red de acuerdos celebrados en el marco de la ALADI, acciones conjuntas 
              en el campo de la energía, la infraestructura física 
              y el financiamiento.
 
El regional hemisférico y el inter-regional en torno, a su 
          vez, a tres ejes: 
 
 
             El del ALCA, especialmente con los Estados Unidos;
 
 El del Mercosur con la Unión Europea, y
 
 El de los acuerdos preferenciales que los países del Mercosur 
              están desarrollando con países extra-regionales, como 
              la India y Sudáfrica, sin perjuicio de otros que puedan negociarse 
              en el futuro, por ejemplo, con China. Se observa una interacción muy dinámica entre el proceso 
        de construcción del Mercosur y el desarrollo de las negociaciones 
        comerciales internacionales en las que participan sus países miembros. 
        Puede apreciarse que de la forma en que tal interacción sea administrada 
        en función de los intereses nacionales de los cuatro socios, dependerá 
        en gran medida la consolidación del Mercosur como un área 
        preferencial con identidad propia. El Mercosur y el espacio sudamericano La idea de un espacio sudamericano diferenciado tiene raíces profundas. 
        Diferenciado por razones geográficas. Pero también políticas 
        y económicas. No significa ni separado, ni contrapuesto, a otros 
        espacios en los que se insertan, en sus relaciones externas, los países 
        sudamericanos. Tampoco implica que no existan diferenciaciones en el propio 
        espacio sudamericano. Por ejemplo, entre su vertiente andina y atlántica, 
        o entre la del Norte, más vinculada económicamente a los 
        Estados Unidos, o la del Sur, con fuerte vinculación europea. Hasta años recientes el espacio sudamericano estaba marcado por 
        la lógica de la fragmentación. Robert Burr rastrea en la 
        historia del siglo XIX las razones de las fracturas que conducen incluso 
        a conflictos armados. Su libro "By reason or force", 1965), 
        es un análisis histórico profundo del balance de poder en 
        Sudamérica (6).  En la década del 80 la mayoría de los conflictos territoriales 
        quedan superados. El retorno de la democracia instala la lógica 
        de la integración. El entendimiento creciente en el viejo ABC -triángulo 
        del Sur de las Américas que a su vez se integra en un triángulo 
        histórico con los EEUU y con Europa (7)- genera un embrionario 
        núcleo duro con influencia económica y política en 
        todo el espacio sudamericano. Un hecho contribuye a la dimensión sudamericana de lo que fueron 
        antes iniciativas referidas al Cono Sur. Es la importancia creciente que 
        Brasil comienza a otorgar a la región, en función de su 
        estrategia de desarrollo. Es por eso que el Mercosur es percibido desde 
        su origen con un alcance sudamericano -incluso al negociarse el Tratado 
        de Asunción, fue el negociador brasilero, el actual Canciller Amorim, 
        quien propuso el nombre de Mercado Común del Sur, y no del Cono 
        Sur como figuraba en los borradores originales-. Ello era natural. Para 
        Brasil, su contexto contiguo -tan importante en la política internacional 
        de cualquier país- es casi toda América del Sur. De allí que el camino que condujo a la Cumbre de Cusco (8), lo 
        iniciara con la de Brasilia, el Presidente Fernando Henrique Cardoso. 
        Fue desde su origen, un camino con fuerte énfasis en el desarrollo 
        de la conectividad física y energética del espacio sudamericano. 
        En ambos planos y en particular en la visión del Brasil -entre 
        otras, por razones geográficas evidentes- infraestructura física 
        y energía son cuestiones que requieren un enfoque sudamericano. 
       La idea de institucionalizar el espacio sudamericano responde, además, 
        a una tendencia que se observa en otras grandes regiones. Ejemplos relevantes 
        son los de los espacios conformados por América del Norte y la 
        Cuenca del Caribe, por Europa y la Cuenca del Mediterráneo y, en 
        particular, por el Sudeste Asiático. Particularmente en esta última 
        región se ha acreditado la noción de "regionalismo 
        multipolar", resultante de una red de acuerdos gubernamentales -un 
        ejemplo es el acuerdo de libre comercio entre China y la ASEAN recién 
        firmado en Laos- y de un denso tejido de conexiones empresarias. En un 
        reciente libro, Piero Pennetta (9) brinda un análisis interesante 
        del modelo multi-espacial asiático. La construcción del espacio sudamericano tiene además de 
        las antes mencionadas, otras dos dimensiones. Por un lado, en el plano 
        del comercio, la de la integración entre los dos procesos que aspiran 
        a la integración profunda en sus respectivos ámbitos: el 
        Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones. Recientemente se ha concluido 
        un acuerdo entre ambos procesos de integración, que en realidad 
        configura una red de tratamientos preferenciales en el marco más 
        amplio de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), 
        que se suman a los ya existentes con Bolivia. Por el otro, la de la asociación 
        de los países sudamericanos pertenecientes a la Comunidad Andina 
        de Naciones y Chile, al Mercosur. Si bien el status de "país 
        asociado" no ha sido aún plenamente establecido, de hecho 
        los países asociados participan en las reuniones Cumbres semestrales 
        del Mercosur. Una cuestión que habrá de ser perfilada con 
        más claridad en el futuro, será precisamente el de la relación 
        entre la idea de la Comunidad Sudamericana de Naciones y la del Mercosur 
        ampliado. Finalmente, las cuestiones de la estabilidad política, el fortalecimiento 
        de la democracia, la cohesión social y la seguridad regional, ocuparán 
        un espacio creciente en la agenda del espacio sudamericano. Algunas conclusiones sobre la experiencia del Mercosur y su relevancia 
        regional y global Por la gravitación política y económica de sus socios 
        - especialmente los de mayor dimensión relativa - el Mercosur tiene, 
        en la medida que cumpla con sus objetivos fundacionales y se consolide, 
        el potencial para ser en las próximas décadas, un actor 
        relevante en el plano regional sudamericano y en el global. De ser así, 
        podría efectuar una contribución positiva a la gobernabilidad 
        del sistema internacional global. Ello implica que pueda:  
        superar su actual problema de credibilidad;
 
afirmar un papel constructivo en América del Sur, en particular 
          por su capacidad para contribuir al desarrollo de un modelo de integración 
          solidaria, que permita mejor encarar los desafíos que se presentan 
          en la compleja agenda política, económica y de seguridad 
          de la región, y
 
ejercer una influencia en el nuevo mapa de la competencia económica 
          global y de las negociaciones comerciales internacionales, contribuyendo 
          al necesario fortalecimiento de la Organización Mundial del Comercio. Puede apreciarse que tras el entendimiento original entre la Argentina 
        y el Brasil en los años ochenta - a partir del primer encuentro 
        entre el Presidente Raúl Alfonsin de la Argentina y el recién 
        electo Presidente Tancredo Neves del Brasil, a comienzos de 1985 -, se 
        ha generado en el Sur de las Américas lo que podríamos denominar 
        como una "realidad A", caracterizada por una región de 
        países contiguos en la predomina la lógica de la integración 
        - que se fortalece con el restablecimiento de relaciones amistosas entre 
        la Argentina y Chile -. Sustituyó una "realidad B", que 
        marcó a la región por muchas décadas y en la que 
        predominó la lógica de la fragmentación.  El gran desafío hoy es, precisamente, evitar que un deterioro 
        de la lógica de integración produzca un no deseado retorno 
        a lo que denominamos "realidad B". Este punto es importante, 
        ya que en el debate sobre el Mercosur y sobre su eficacia, muchas veces 
        surgen planteos que evocan una especie de "plan B" con respecto 
        a cómo construir la inserción internacional de sus países 
        miembros. Tales planteos suelen tener un marcado énfasis económico. 
        Tienen el defecto de ignorar los límites que las realidades presentan 
        para que un "plan B"sea creíble - incluso para los socios 
        de mayor dimensión -, pero sobre todo subestiman los efectos de 
        deterioro que ello podría producir en la calidad que han adquirido 
        las relaciones políticas en la región. El Mercosur atraviesa un momento en el que aún no ha alcanzado 
        su punto de no retorno como proceso de integración. Pero a pesar 
        de las dificultades que enfrenta, las que han afectado visiblemente su 
        credibilidad y atractividad, tampoco puede sostenerse que esté 
        en un punto de no retorno en su deterioro. No cabe al respecto una visión 
        triunfalista, pero tampoco una funeraria. La palabra la tienen en tal 
        sentido los actuales gobiernos de los países socios. Pero también 
        la de los países industrializados con fuertes intereses en la región 
        sudamericana. Uno de los principales desafíos del Mercosur es el de mejorar 
        sustancialmente sus métodos de trabajo - incluso en relación 
        a su participación en complejas negociaciones comerciales internacionales 
        -, sus procesos de creación normativa y sus reglas de juego. Su 
        experiencia pone de manifiesto que una metodología de trabajo conjunto 
        eficaz y sostenible en el tiempo, sólo podrá lograrse en 
        la medida que cada socio tenga su propia estrategia en relación 
        al espacio integrado, reflejo del valor que la respectiva sociedad le 
        atribuye en función de sus objetivos nacionales, incluso en el 
        plano de su inserción internacional (10).  Es posible que en el hecho que ello no parezca que sea así en 
        el caso de todos los socios, que puedan encontrarse hilos conductores 
        para explicar la situación y la imagen de relativo estancamiento 
        que presenta el Mercosur en muchos frentes. Puede extraerse como lección, 
        que también en lo institucional y en los métodos de trabajo, 
        el camino de lo regional comienza a transitarse en el plano interno de 
        cada nación participante. En un proceso de integración consensual, 
        los intereses nacionales pueden concertarse, en la medida que ellos hayan 
        sido correctamente definidos por cada uno de los socios. En nuestra opinión, la incidencia del Mercosur en la región 
        sudamericana puede ser positiva en términos de demostrar las ventajas 
        políticas - consolidación de la democracia - y económicas 
        - "habitat" favorable a la transformación productiva 
        y a la inserción competitiva en los mercados mundiales - del predominio 
        de la lógica de integración entre naciones vecinas. Lo sería 
        más aún en la medida que el Mercosur se consolide como un 
        proceso de integración profunda.  Quizás sea en tal incidencia que reside su principal valor, tanto 
        regional como global, en la medida que efectivamente pueda consolidarse 
        como un núcleo duro para el predominio de la moderación 
        y la racionalidad en un espacio sudamericano que, por momentos, aparece 
        tentado por factores que pueden inclinarlo hacia el camino de un deterioro 
        de la democracia y de un retorno de viejos conflictos entre algunas de 
        sus naciones. El dilema actual parecería ser si el contagio vendrá 
        del lado de los factores que impulsan hacia la paz y estabilidad política 
        o, por el contrario, del lado de los que evocan el predominio de conflictos 
        e incluso de violencia. La correcta apreciación de este valor político de un Mercosur 
        que se asiente sobre sólidas bases económicas, podría 
        dar lugar a cursos de acción más efectivos a fin de cooperar 
        con su desarrollo, tanto en el plano hemisférico como en el birregional 
        con la Unión Europea. Ello implicaría el desarrollo por 
        parte de los Estados Unidos y de la Unión Europea, de un enfoque 
        y medidas favorables a la preparación de los países de la 
        región sudamericana, en el marco de sus respectivos esquemas de 
        integración, para afrontar los desafíos de competitividad 
        que implicará el espacio económico ampliado por los futuros 
        acuerdos, hemisférico y birregional.  Para eso parece recomendable aplicar el concepto de "transición 
        asistida" en el cual la Unión Europea ha acumulado valiosa 
        experiencia (11) -, incluyendo incentivos a la transformación productiva 
        conjunta entre países sudamericanos, así como la puesta 
        en práctica de una solidaridad activa con las economías 
        más pequeñas y de menor desarrollo relativo - por ejemplo, 
        con la aplicación del concepto de "cooperación triangular" 
        - (12).  Las experiencias de "cooperación triangular" deberían 
        ser intensificadas y sistematizadas. Ellas consisten en acciones de cooperación 
        con países menos avanzados, en que los recursos que aportan países 
        relativamente más avanzados, se potencian con el aporte de recursos 
        financieros y técnicos provenientes de fuentes de cooperación 
        internacional, sean ellas multilaterales o bilaterales.  Se abre en tal sentido, un amplio campo de cooperación sistemática 
        -efecto "cascada"- especialmente entre el Mercosur y la Unión 
        Europea. Tal idea debería ser explícitamente incorporada, 
        como uno de los componentes más relevantes del futuro acuerdo de 
        asociación estratégica bi-regional entre la Unión 
        Europea y el Mercosur, así como en un futuro acuerdo del Mercosur 
        con los EEUU en el marco del ALCA. Pero son los propios países del Mercosur - especialmente la Argentina 
        y el Brasil - los que deberían impulsar el concepto e instrumentos 
        de "transición asistida" en sus relaciones con el Paraguay 
        y el Uruguay, e incluso con Bolivia, país contiguo asociado.  Como se señala en un reciente informe del CARI, elaborado con 
        el auspicio de la Fundación Konrad Adenauer (13), el concepto de 
        "transición asistida" -desarrollado en la práctica 
        de la Unión Europea y que reconoce su origen en el Plan Marshall- 
        debería ser incorporado sistemáticamente en las acciones 
        del Mercosur e, incluso, de la propia ALADI, a fin de dotar de eficacia 
        política, económica y social, a las ventajas que se otorgan 
        a los países con economías más pequeñas y 
        menor grado de desarrollo relativo, especialmente en las aperturas preferenciales 
        de los mercados de los países más avanzados. Implica acompañar 
        las aperturas irrestrictas de los respectivos mercados, con medidas orientadas 
        a facilitar su aprovechamiento pleno por los países menos avanzados. En tal perspectiva, cabe destacar como elemento central del concepto 
        de "transición asistida", el que el país interesado 
        en adaptarse a las nuevas condiciones de competencia económica 
        que resulta de las aperturas irrestrictas de los mercados de países 
        relativamente más avanzados, formule su propio plan nacional de 
        adaptación ("up-grading") gradual de su sociedad y de 
        su economía (empresas y trabajadores). En tales casos, los países 
        más avanzados, sea en el marco del Mercosur o en el de la ALADI, 
        o en ambos simultáneamente, elaboran conjuntamente con el país 
        beneficiado, un conjunto de acciones y medidas orientadas a facilitar 
        la transición en un plazo razonable (efecto "exclusa"). 
       Esta aproximación a una pauta efectiva de integración solidaria, 
        acrecentaría el valor del Mercosur como modelo interesante para 
        encarar problemas de gobernabilidad regional y global. 
  (1) Sobre la distinción entre participación internacional 
        real y formal, ver PEÑA Félix, "Momentos y Perspectivas: 
        la Argentina en el mundo y en América Latina", capítulo 
        1, "La participación en el sistema internacional (1968)", 
        Eduntref, Buenos Aires, 2003, ps. 23 a 31.  (2) Sobre la comparación entre procesos de integración 
        económica y de libre comercio, ver ROY Joaquín, DOMINGUEZ 
        RIVERA Roberto y VELÁZQUEZ FLORES Rafael (coord.), "Retos 
        e Interrelaciones de la Integración Regional: Europa y América", 
        Centro de Estudios de la Unión Europea de Miami y Plaza y Valdes 
        Editores, México, 2003.  (3) Ver al respecto el libro citado en la nota 1, capítulo 14, 
        "El Mercosur y los acuerdos de integración en América 
        Latina (1996), ps. 203 a 245. Ver asimismo el artículo del autor 
        en el libro citado en nota 2, ps. 459 y ss. Para un análisis de 
        la experiencia y desafíos del Mercosur, ver HUGUENEY Filho y CARDIM 
        Carlos Henrique, "Grupo de Reflexâo Prospectiva sobre o Mercosul", 
        IPRI/FUNAG-BID, Brasilia 2002.  (4) Ver al respecto, PEÑA Félix, "Concertación 
        de intereses, efectividad de las reglas de juego y calidad institucional 
        en el Mercosur", Red Mercosur-Fundación Konrad Adenauer, Montevideo, 
        2003 (su texto, junto con otros artículos recientes del autor, 
        pueden ser consultados en www.fpena.fundacionbankboston.edu.ar).   (5) Para un análisis más detenido de la cuestión, 
        ver PEÑA Félix, "Mercosul e relaçôes entre 
        Argentina e Brasil: perspectivas para avaliaçâo e propostas 
        de açâo", en Revista Brasileira de Comércio Exterior, 
        FUNCEX, nº 81, outubro/dezembro de 2004, ps. 3 a 11.  (6) cf. BURR Robert, "By Reason or Force: Chile and the balancing 
        of power in South America, 1830-1905", University of California Press, 
        1974.
 (7) Sobre la idea del triángulo atlántico, ver BODEMER Klaus, 
        GRABENDORFF Wolf, JUNG Winfried y THESING Josef (eds), "El Triángulo 
        Atlántico: América Latina, Europea y los Estados Unidos 
        en el Sistema Internacional Cambiante", ADLAF-KAS, Sankt Augustin, 
        2002, y, GRANELL Francese, "El ALCA, Estados Unidos y Europa", 
        en el libro citado en nota 2, ps. 543 y ss.
  (8) Tres Cumbres Sudamericanas han sido realizadas hasta el presente. 
        La primera en Brasilia en el año 2001; la segunda en Guayaquil, 
        en 2002 y la última en el Cusco, en diciembre de 2004. En ellas 
        participan los 12 países del espacio geográfico sudamericano, 
        incluyendo Surinam y Guyana.  (9) cf. PENNETTA Piero, "Il Regionalismo Multipolare Asiatico", 
        G.Giappichelli Editore, Torino, 2003.  (10) La integración europea ofrece valiosos precedentes en esta 
        materia. Existe abundante bibliografía al respecto. Un libro recientemente 
        traducido al español con el apoyo de la Fundación Konrad 
        Adenauer, presenta una dimensión menos conocida, cual es la de 
        la visión alemana en los momentos fundacionales de la integración 
        europea, cf. SCHWARZ Hans-Peter, "Adenauer", dos volúmenes, 
        Aguilar, Santiago de Chile, 2003.  (11) Ver el libro "El Mercosur y la Unión Europea", 
        conteniendo el informe elaborado por la UNTREF y CEFOP, con el apoyo de 
        la Misión de la Unión Europea en la Argentina, Buenos Aires 
        2004.  (12) Ver CARI-Fundación Konrad Adenauer, Argentina, "Gobernabilidad 
        y Desarrollo en el Sur de las Américas: Elementos para una Agenda 
        de Cooperación Regional", Buenos Aires 2004.   (13) Ver el informe citado en la nota 11. |