|  La próxima Cumbre del Mercosur en Ouro Preto, coincidirá 
        con el cumplimiento de los diez años de la aprobación del 
        arancel externo común. Junto con la eliminación completa 
        de aranceles y restricciones no arancelarias al comercio recíproco, 
        el arancel externo fue concebido como uno de los instrumentos vertebrales 
        del Tratado de Asunción, paso previo a la etapa de más largo 
        aliento de construcción de un mercado común.  Uno de los supuestos explícitos en la negociación de estos 
        instrumentos vertebrales era el avance en la coordinación macro-económica 
        y en la integración sectorial. En estos diez años, no se 
        ha podido cumplir con ninguno de los dos supuestos. Tampoco se ha avanzado 
        en el desarrollo de los otros elementos del mercado común, tal 
        como fueran definidos en el artículo 1º del pacto constitutivo. 
        Podría incluso llegar a considerarse entonces que, en buena medida, 
        tal pacto constitutivo plasmado en el Tratado de Asunción, ha sido 
        superado por la realidad. También se cumplen los diez años del Protocolo de Ouro 
        Preto que estableció una estructura institucional con órganos, 
        procesos de creación normativa y efectos jurídicos de las 
        reglas aprobadas por consenso. Ella evolucionó recientemente con 
        la Presidencia del Comité de Representantes Permanentes y la Secretaría 
        Técnica. Por lo que ha trascendido, la idea sería que ambos 
        órganos se incorporen a una nueva versión de tal Protocolo 
        que sería conocido como "Ouro Preto II". Perspectivas para evaluar la experiencia acumulada La experiencia acumulada con el Mercosur desde su creación -incluso 
        desde que se lanzara en 1985 el desarrollo de la etapa bilateral del proceso 
        de integración entre la Argentina y el Brasil- y en particular, 
        en estos diez años de vigencia del arancel externo común, 
        puede ser apreciada al menos desde tres perspectivas complementarias. 
       La primera es la política. Se relaciona con el signo de las relaciones 
        que han enhebrado cuatro países que son vecinos y que han acrecentado 
        en las últimas dos décadas la densidad de su conectividad 
        en todos los planos. Son relaciones hoy dominadas por la lógica 
        de la integración, frente a lo que ha sido común en la historia 
        entre países vecinos en todo el mundo, esto es el predominio de 
        la lógica de la fragmentación y, en última instancia, 
        la del dominio hegemónico e incluso la absorción por uno 
        de ellos. Ello ha sido más frecuente en los subsistemas internacionales 
        marcados por profundas asimetrías de poder y dimensión económica 
        entre los vecinos. Lo cierto es que, más allá de tensiones ocasionales y de 
        conflictos comerciales naturales, se ha ido consolidando entre los socios 
        del Mercosur-y entre ellos y sus principales asociados, Chile y Bolivia- 
        la idea de un "barrio" que aspira a ser de calidad, con confianza 
        recíproca y "buenos modales".  Es la noción de una zona de paz, cuyo valor internacional se acrecienta 
        en la medida que pueda ser concebido como un núcleo duro de la 
        estabilidad política sudamericana. Es un bien público que 
        debe ser preservado y cultivado a través del ejercicio sutil de 
        una diplomacia de integración -no sólo gubernamental pero 
        también de los actores sociales- y del tejido perseverante de una 
        densa red de conectividad en todos los planos -y no sólo en el 
        económico y comercial-, ya que la historia universal -e incluso 
        muchas experiencias contemporáneas- indica que suele ser más 
        fácil retroceder que avanzar en la orientación y la calidad 
        de las relaciones entre países vecinos.  Hasta que punto un eventual colapso del Mercosur o su declinación 
        hacia un plano de marcada irrelevancia económica pudiera tener 
        un efecto de deterioro en este logro político, es una cuestión 
        que merece reflexión por parte de todos los que aprecian la inserción 
        de cada uno de nuestros países en un subsistema regional dominado 
        por la lógica de la integración y no por la de la fragmentación, 
        es decir, que valoran la inserción en un "barrio de calidad".  La segunda perspectiva para una evaluación del Mercosur es la 
        del intercambio comercial. Se relaciona prioritariamente con los flujos 
        de comercio de bienes entre los socios. En este plano se observan en estos 
        años de experiencia acumulada, fluctuaciones que pueden ser fundamentalmente 
        explicadas por disparidades en los comportamientos de las respectivas 
        economías -especialmente las del Brasil y la Argentina- y, por 
        momentos, también por pronunciadas disparidades cambiarias.  ¿Cuánto del comercio recíproco y de sus fluctuaciones 
        en los últimos años, puede deberse a la existencia del Mercosur 
        y de sus reglas de juego, y cuánto es la resultante natural de 
        la contigüidad geográfica de economías que se abrieron 
        al mundo y no sólo a la región en la década de los 
        noventa? Es una pregunta que aún requiere ser respondida con precisión 
        y con evidencia empírica, a fin de poder clarificar efectos comerciales 
        negativos y positivos que se le suelen atribuir al Mercosur.  La tercera perspectiva es la de la inversión productiva. Es probablemente 
        la más importante desde el punto de vista político y no 
        sólo económico. Significa visualizar el Mercosur como un 
        instrumento de transformación productiva de cada país socio 
        y por ende, de incorporación de progreso técnico y de creación 
        de empleo calificado. Tiene que ver con la capacidad para competir a escala 
        global y no sólo regional. Es lo que le da sentido ante las respectivas 
        ciudadanías, a la idea tan difundida en los momentos fundacionales 
        de abrir para todos el acceso a un mercado de más de doscientos 
        millones de consumidores.  Es en esta última perspectiva donde el Mercosur -luego de diez 
        años de unión aduanera aún incompleta- plantea más 
        preguntas que respuestas a aquel empresario -especialmente pequeño 
        o mediano- que evalúa la conveniencia de invertir en función 
        del espacio económico prometido. Son preguntas alimentadas por 
        una vivencia de reglas precarias, de debate existencial continuo sobre 
        la conveniencia del Mercosur y sobre sus modalidades - ¿zona de 
        libre comercio o unión aduanera?-, de un campo de juego desnivelado 
        y de escasa transparencia en los mecanismos de negociación.  En la perspectiva de un potencial inversor, nacional o extranjero, tres 
        son las preguntas principales que esperan respuestas claras por parte 
        de los países miembros. Las tres se refieren al potencial del Mercosur, 
        como proceso formal de integración, para constituir un real incentivo 
        institucional y económico a la inversión productiva.  Tales preguntas son: 
        ¿están dispuestos los socios -especialmente los dos 
          de mayor dimensión económica- a aceptar disciplinas colectivas, 
          que restrinjan su libertad para aplicar discrecionalmente políticas 
          públicas en materia de desarrollo económico, comercio 
          exterior e inversiones productivas?;
 
¿en qué consiste la preferencia económica entre 
          los socios y en que consistiría de concluirse las negociaciones 
          con la Unión Europea y con los Estados Unidos -sea en el marco 
          de lo que se denominó el ALCA o, eventualmente, en un formato 
          4+1 -? o, en otras palabras, ¿cuáles son las ventajas 
          económicas derivadas del privilegio de ser socio pleno, diferentes 
          a las otorgadas a países con los cuales el Mercosur se asocia 
          por medio de acuerdos preferenciales, sea en el ámbito latinoamericano, 
          en el hemisférico, en el bi-regional o en el global?, y
 
¿cómo se garantiza el respeto a la preferencia económica 
          pactada entre los socios? ¿es que, por ejemplo, quien invierte 
          en Uruguay o en Paraguay en función del espacio integrado goza 
          de las mismas garantías de acceso a los mercados de los demás 
          socios -especialmente de la Argentina y del Brasil-, que hoy tiene quien 
          invierte en Lituania o en Eslovenia en función del mercado de 
          la Unión Europea? En diciembre próximo, en los resultados de la Cumbre de Ouro Preto, 
        muchos empresarios -especialmente pequeños y medianos- y sus trabajadores, 
        buscarán al menos un principio de respuesta a estas preguntas. 
        Las buscarán en la adopción de compromisos exigibles, que 
        no puedan ser fácilmente dejados de lado. Según fueren las 
        respuestas, los empresarios se inclinarán o no a tomar en serio 
        al Mercosur, es decir, a invertir en función del mercado ampliado. Cuestiones relevantes para un Mercosur con futuro Desde el origen del proceso de integración, la relación 
        entre la Argentina y el Brasil ha sido un factor central para su vitalidad 
        y credibilidad. En la actualidad, al menos dos tendencias parecen coexistir 
        en tales relaciones con respecto al Mercosur.  Por un lado, se observa la persistencia de una clara voluntad política 
        de continuar construyendo el espacio de integración económica, 
        como parte de las estrategias más amplias de inserción de 
        cada país en el mundo y en la región sudamericana. Los Presidentes 
        Kirchner y Lula así lo han puesto de manifiesto en forma reiterada. Por otro lado, son notorias las dificultades metodológicas que 
        se han planteado en los últimos años en el desarrollo del 
        proceso de integración.  En nuestra opinión, las deficiencias metodológicas se manifiestan, 
        sobre todo, en la capacidad institucional para administrar desajustes 
        temporales o estructurales que generan conflictos comerciales entre los 
        socios, y para producir reglas de juego que, a la vez que reflejan los 
        intereses nacionales de los países miembros -asumiendo que ellos 
        están correctamente definidos-, tengan un fuerte potencial de penetrar 
        en la realidad, es decir, de ser cumplidas -criterio de efectividad de 
        las reglas- y de alcanzar, por lo tanto, los objetivos que con ellas se 
        procura lograr -criterio de eficacia-.  Tales reglas son esenciales para avanzar en la construcción gradual 
        del Mercosur y, en particular, para introducir las adaptaciones requeridas 
        por los continuos cambios en las realidades externas e internas de los 
        países socios. Su efectividad y eficacia, son por lo demás 
        fundamentales para la aceptación social de los compromisos asumidos, 
        por ser percibidas como generadores de un cuadro de ganancia mutua entre 
        los socios -criterio de legitimidad social-. Lo cierto es que, en ocasión de recientes conflictos comerciales 
        entre las dos principales economías del área, se ha puesto 
        una vez más de manifiesto que el Mercosur los procesa mal. Podría 
        decirse que tiene un mal "aparato digestivo". Como ya ocurriera 
        en otras oportunidades, en esta ocasión ellas también generan 
        tensiones de fuerte impacto social, incluso desproporcionadas a la magnitud 
        de los flujos de comercio involucrados. Desorientan a la opinión 
        pública, que recibe mensajes contradictorios entre una alianza 
        épica llena de virtudes y las peleas, hoy por heladeras, ayer textiles 
        y calzado, luego por automóviles y sus auto-partes.  Lo bueno es que las diferencias luego se diluyen y dejan de ser noticia. 
        Lo malo es que contribuyen a una erosión por goteo de la imagen 
        del Mercosur y aumentan su pérdida de credibilidad. Es peor aún 
        si los socios no tienen -y ninguno parece tener- un "plan B" 
        sustentable. Es decir un plan viable de inserción económica 
        internacional que a la vez contribuya a la consolidación de una 
        región sudamericana dominada por la lógica de integración 
        y, por lo tanto, por la paz y la estabilidad política en el marco 
        del predominio de la legitimidad democrática en cada uno de los 
        países que la componen.  Conviene entonces una discusión serena y un diagnóstico 
        preciso. ¿Qué es lo que anda mal en el Mercosur? ¿La 
        idea estratégica o la forma de llevarla adelante?  Si bien en el calor del debate público se efectúan afirmaciones 
        contundentes -tales como que "el Mercosur ha fracasado" y otras 
        de similar tono-, no se observa en ninguno de los socios una posición 
        firme en cuanto al abandono de la idea que encarna el Mercosur. Como se 
        señaló antes, al menos en los gobiernos actuales ello está 
        descartado. Tampoco tiene asidero profundo en las opiniones públicas. 
        Quizás por que todos estamos conscientes del sabor amargo que tendría 
        un fracaso -además del descrédito internacional y de sus 
        consecuencias en el complicado escenario sudamericano-. Si hubiera que 
        reconocer tal fracaso, difícil sería no hacer luego algo 
        parecido al Mercosur. ¿Y alguien creería en ello?  A pesar de las apariencias, el debate no parece ser entonces de tipo 
        existencial. Parece más bien centrado en el cómo del trabajo 
        conjunto entre los socios, es decir en lo metodológico. El eje 
        de tal debate cruza por una cuestión central en un proceso de integración 
        voluntaria entre naciones vecinas y con desigual poder relativo: cómo 
        distribuir costos y beneficios o, en otros términos, cómo 
        resolver la cuestión de quiénes ganan y quienes pierden. 
        La fórmula para esta cuestión es simple de definir y difícil 
        de llevar a la práctica. Se trata por cierto de que todos perciban 
        que ganan más dentro del club que fuera. Y el problema en el Mercosur 
        es que, como consecuencia de asimetrías de tamaños, de competitividades 
        relativas, de situaciones macroeconómicas coyunturales, recurrentemente 
        hay quienes perciben -o creen percibir- que son perdedores sistemáticos. 
        Pueden ser países, como los casos de Paraguay o Uruguay. O sectores 
        industriales o agrícolas sensibles, en cualquiera de los socios.  Se suele sostener que la solución es retrotraer el Mercosur a 
        una zona de libre comercio. Bien en teoría. En la práctica 
        plantea enormes problemas. No hay zona de libre comercio moderna sin reglas 
        de origen específicas. Las zonas de comercio conocidas, que han 
        proliferado en los últimos años en la región y en 
        otras, ponen de manifiesto que es con tales reglas de origen específicas 
        que se discrimina entre socios y no socios.  Al respecto cabe preguntar: ¿Sería fácil una negociación 
        de reglas de origen específicas en un clima de fracaso del proceso 
        actual del Mercosur? ¿Y es que, acaso, los problemas recurrentes 
        que se observan en los últimos años, no se originan precisamente 
        en el comercio intra-Mercosur de bienes y de servicios, en buena medida 
        como consecuencia de que los supuestos antes mencionados -coordinación 
        macro-económica e integración productiva sectorial- y que 
        fueran explicitados al negociarse el Tratado de Asunción, no pudieron 
        ser cumplidos?  Creo que abordar en profundidad el debate metodológico es impostergable. 
        Es conveniente basarlo en un diagnóstico de cuáles son los 
        problemas sensibles; realizarlo a través de un diálogo franco 
        y de la negociación, y colocarlo en la perspectiva de un salto 
        hacia delante. No de un salto a un vacío lleno de ilusiones, un 
        nuevo espejismo. Pero sí de un salto hacia reglas de más 
        calidad y realismo que las actuales.  El debate metodológico ha de requerir mucho liderazgo político 
        e imaginación técnica. Brasil, por ser el país de 
        mayor dimensión económica que ejerce este semestre la Presidencia 
        temporal del Mercosur, tiene una responsabilidad principal. En tal sentido cabe destacar que se observa una actitud cada vez más 
        escéptica respecto al Mercosur por parte de empresarios y economistas 
        del Brasil. Múltiples artículos de especialistas y editoriales 
        de los principales diarios, así lo ponen en evidencia. Desde el 
        punto de vista de la estrategia negociadora de los otros socios, pero 
        en especial de la Argentina, conviene tratar de entender cuál es 
        la perspectiva predominante en el Brasil con respecto al Mercosur, al 
        menos tal como ella se refleja en la prensa del país.  Los siguientes serían algunos elementos del diagnóstico 
        que parecerían prevalecer en sectores relevantes del Brasil, especialmente 
        en los que podrían considerarse como los sectores más escépticos 
        en relación al Mercosur: 
        Los actuales conflictos comerciales del Mercosur, se deberían 
          fundamentalmente a deficiencias estructurales que afectan la competitividad 
          relativa de sectores industriales de la Argentina; serían consecuencia 
          de las propias políticas económicas aplicadas en los últimos 
          años y de la falta de respuesta empresaria a las oportunidades 
          abiertas en el mercado del Brasil e, incluso, de los otros socios y 
          de Chile;
 
El hecho de que la balanza comercial bilateral sea ahora deficitaria 
          para la Argentina y que la tendencia sea a acrecentar la brecha, es 
          lo que estaría impulsando al gobierno argentino a aplicar medidas 
          proteccionistas, incluso violando las reglas pactadas; cabría 
          esperar más proteccionismo hacia el futuro;
 
La Argentina no estaría, al menos en plazos cortos, en condiciones 
          de superar las deficiencias de competitividad relativa que se observan 
          en varios de sus sectores industriales;
 
El mercado argentino es más atractivo ahora que hace dos años, 
          pero habrían perdido importancia relativa con respecto a otros 
          mercados de exportación para los sectores industriales del Brasil, 
          incluso en el sector automotriz;
 
En el peor de los escenarios, los productos de origen Brasil en la 
          Argentina sólo podrían perder la preferencia comercial 
          resultante del Mercosur; nunca podrían recibir un tratamiento 
          más restrictivo que el aplicado a terceros países; en 
          muchos casos los productos brasileños podrían competir 
          en el mercado argentino aún sin la preferencia comercial; difícil 
          sería un escenario en el que la Argentina aumente drásticamente 
          sus restricciones a las importaciones de todos los orígenes, 
          salvo para algunos sectores muy sensibles;
 
En las condiciones actuales, difícil sería para la Argentina 
          aceptar la idea de una integración económica más 
          profunda con el Brasil, esto es, avanzar en la línea de un mercado 
          único;
 
La capacidad del Brasil de tirarle un "ancla" a la Argentina 
          en materia de inversiones directas y de financiamiento de inversiones 
          industriales, es relativamente limitada;
 
Sin embargo, preservar el Mercosur es para el Brasil un objetivo valioso 
          de su política exterior y útil en sus negociaciones comerciales 
          internacionales, en particular, por el "efecto-legitimidad social" 
          de un eventual acuerdo de libre comercio con los EEUU; pero sobre todo 
          es valioso para el Brasil cooperar para que la Argentina pueda finalmente 
          superar sus actuales dificultades;
 
En síntesis: el Mercosur y la Argentina tendrían hoy 
          un menor valor relativo para el desarrollo económico del Brasil 
          e, incluso, para la estrategia de inserción internacional de 
          sus empresas, que el que tenía al comienzo del proceso; es un 
          mercado en el cuál las empresas brasileñas podrían 
          competir aún sin preferencias comerciales; el mayor interés 
          por preservar el Mercosur proviene de los responsables de la estrategia 
          internacional y de la política exterior del Brasil, en particular, 
          en relación al espacio sudamericano, a las relaciones con los 
          EEUU y a las negociaciones comerciales internacionales (aunque hoy menos 
          que antes). En lo inmediato -esto es, en este segundo semestre de 2004- parecería 
        ser conveniente focalizar la agenda negociadora en relación al 
        Mercosur, en muy pocas cuestiones centrales. Ellas, sin perjuicio de las 
        acciones que se desarrollen en el espacio más amplio sudamericano, 
        especialmente en materia de libre comercio con la Comunidad Andina de 
        Naciones, de integración energética y de infraestructura 
        física.  Las principales cuestiones centrales de una agenda de acción inmediata 
        del Mercosur, podrían ser las siguientes: 
        Algún tipo de mecanismo de flexibilización pautada y 
          temporaria de las reglas de juego que se aplican al comercio intra-Mercosur. 
          Una hipótesis de máxima, sería reestablecer cláusulas 
          de salvaguardia a través de una Decisión del Consejo del 
          Mercosur. Convendría evitar darle un carácter de relativa 
          automaticidad, incluso para prevenir una avalancha de demandas de sectores 
          industriales. Una modalidad sería darle a la Secretaría 
          del Mercosur un papel en el análisis técnico de la situación 
          concreta que requiere de flexibilización temporaria. Una hipótesis 
          de mínima, sería establecer la obligación de consulta 
          entre los socios y dejar librada las medidas concretas al acuerdo que 
          se logre entre los gobiernos, con participación de los respectivos 
          sectores empresarios. Precedentes a tomarse en cuenta en la elaboración 
          de reglas de juego del Mercosur en la materia, podrían ser mecanismos 
          del estilo del artículo 22 del ACE 14 y de los artículos 
          26-segundo párrafo y 107 del viejo Tratado de Roma . Tendría 
          la ventaja de eliminar el argumento que ha utilizado el gobierno del 
          Brasil, cada vez que señala que un acuerdo voluntario de restricción 
          de exportaciones podría ser vulnerable en la perspectiva de su 
          legislación de defensa de la competencia. Una norma Mercosur 
          permitiría darle cobertura jurídica a tales restricciones 
          "voluntarias" y facilitaría un control eficaz por parte 
          de los gobiernos;
 
Asignarle mucho énfasis y prioridad política a acuerdos 
          formales orientados a la integración de cadenas de valor, sea 
          en el marco de los actuales foros de competitividad, o utilizando la 
          Decisión CM 3/91 que sigue vigente, o generando un nuevo marco 
          normativo. La creación de facilidades financieras para proyectos 
          que se desarrollen como resultado de acuerdos de integración 
          productiva, podrían incluso ser una de las resultantes de la 
          cooperación económica que finalmente resulte de la asociación 
          bi-regional con la Unión Europea;
 
Encarar la cuestión del arancel externo común, utilizando 
          toda la flexibilidad que tolera el artículo XXIV-8, del GATT-1994;
 
Acordar programas de integración solidaria en relación 
          al Paraguay y al Uruguay, que signifique reconocer un Mercosur de geometría 
          variable y de múltiples velocidades, tanto en relación 
          al comercio intra-Mercosur, como en relación al AEC;
 
Elaborar un código de conducta en materia de incentivos a la 
          inversión y al comercio intra-Mercosur, por ejemplo, en las líneas 
          del que se incluye para las inversiones en el acuerdo de comercio interno 
          del Canadá de 1994 . Estas y otras cuestiones vinculadas con el funcionamiento de las instituciones 
        del Mercosur deberían ser parte necesaria de un intenso debate 
        entre los socios y dentro de cada uno, con respecto al futuro de un proceso 
        de integración regional, concebido como funcional a la transformación 
        productiva conjunta y a la inserción competitiva en la economía 
        global.  La participación de los empresarios y demás sectores de 
        la sociedad civil, especialmente en el ámbito de foros conjuntos 
        del Mercosur, facilitaría que tal debate refleje los intereses 
        a veces diferentes de todos los protagonistas relevantes de cada país 
        miembro. La reciente creación de la Coalición Empresaria 
        Argentina-Brasil, podría brindar un espacio adecuado para el análisis 
        y articulación de consensos en torno a nuevas modalidades operativas 
        del Mercosur, sin perjuicio de la participación prevista de empresarios 
        de los otros dos países socios y, eventualmente, también 
        de los asociados. La transparencia ¿una cualidad valiosa pero escasa en el Mercosur? La cuestión de la transparencia en sus procesos de decisión 
        requiere hoy una atención especial en el debate sobre el futuro 
        del Mercosur. En efecto, la transparencia es una cualidad diseminada en los últimos 
        años en las negociaciones comerciales internacionales. Un espacio 
        negociador que no es transparente comienza a ser percibido como antiguo, 
        propio de un mundo que fue. Al menos dos factores han impulsado el cambio: 
        Internet y las demandas de la sociedad civil y de sus organizaciones. 
        Se potencian mutuamente. Parecen irreversibles.  Crecientemente, las páginas Web de organismos internacionales 
        y de gobiernos, permiten acceder en tiempo real a información relevante 
        para entender qué se negocia y cuál es la posición 
        oficial de los negociadores. Incluso, podría sostenerse que la 
        calidad de un organismo o de una repartición pública -al 
        igual que la de las empresas y demás instituciones- se revela en 
        la de su página Web.  Cuando existe transparencia -y no siempre es así- hay beneficios 
        políticos -se facilita la participación de sectores interesados 
        y la construcción de la necesaria legitimidad social-, económicos 
        -se permite a las empresas trazar con tiempo sus estrategias de adaptación 
        a nuevas condiciones de competencia económica- y culturales -se 
        demuestran las virtudes de la alianza implícita entre la idea de 
        sociedad abierta y las tecnologías de información-.   En materia de transparencia, el Mercosur no ha terminado aún 
        de cruzar la línea divisoria entre antigüedad y modernidad. 
        Cualquier usuario de Internet podrá apreciar lo difícil 
        que resulta conseguir información actualizada sobre lo que en él 
        se negocia. Los textos de propuestas de nuevas reglas sobre temas relevantes, 
        sólo se conocen una vez aprobadas. Ello afecta incluso la eficacia 
        de mecanismos como el Foro Consultivo Económico y Social. La palabra 
        "reservado" es de uso común en los anexos de reuniones 
        técnicas e incluso en las del Grupo Mercado Común y la Comisión 
        de Comercio. El informe semestral de la Secretaría Técnica 
        -excelente diagnóstico sobre el estado actual del Mercosur y sobre 
        los problemas que enfrenta- salió de su página Web, luego 
        de haber sido difundido. Una buena noticia ha sido -cualesquiera sean 
        las razones que la explican- el que se publicara la oferta que el Mercosur 
        envió a la Unión Europea. Una mejor noticia hubiera sido 
        que el proyecto de acuerdo en todos sus componentes también estuviera 
        en Internet.  La transparencia es difícil de disociar de las ideas de cambio 
        y de progreso. Más allá de edades e ideologías, permite 
        distinguir a negociadores que valoran la opinión de sus ciudadanos 
        de quienes, aún sin darse cuenta, no lo son.  A fin de mejorar la calidad institucional del Mercosur -objetivo de claro 
        sentido político y económico, si se quiere avanzar en su 
        credibilidad ante ciudadanos, inversores y terceros países- el 
        alcanzar niveles razonables de transparencia en los procesos de producción 
        de reglas de juego, es uno de los desafíos que requiere ser encarado 
        con decisión por los países socios. Ouro Preto, en diciembre, 
        es una oportunidad para dar también en este plano, pasos concretos. |