|  Casi diez años después de firmado el Acuerdo marco de 
        Madrid (1995) entre la Unión Europea y el Mercosur, es posible 
        plantear algunas preguntas en torno a la experiencia acumulada en el camino 
        ya recorrido, a fin de llegar al ambicioso objetivo de concretar una asociación 
        estratégica bi-regional con contenido político y económico 
        relevante.   Cabe tener presente que ambas regiones han reconocido desde el comienzo 
        el valor político y estratégico -y no exclusivamente económico 
        y comercial- de la asociación bi-regional, así como lo difícil 
        que resultaría lograr que las negociaciones culminaran con éxito 
        en los plazos establecidos.  Las negociaciones han sido efectivamente largas, complejas y, sobre todo, 
        arrítmicas. Por momentos han entrado en prolongadas mesetas sin 
        acciones relevantes. Hasta la etapa final han predominado dificultades 
        e incertidumbres.  A veces se ha generado la sensación, quizás incorrecta, 
        que ninguna de las partes podía reconocer que no estaba en condiciones 
        de llegar a un acuerdo, al menos concediendo lo mínimo que la otra 
        parte podía considerar como aceptable.  Incluso, el seguimiento de las negociaciones por los medios de comunicación 
        -muchas veces la única fuente accesible para quienes no fueran 
        negociadores- dejaba la impresión -quizás también 
        incorrecta- de que la principal preocupación de cada parte era 
        hacer recaer sobre la otra la responsabilidad de un eventual fracaso. 
        Y en última instancia, ambas partes parecían coincidir, 
        por distintos motivos, en evitar que se instalare la idea de que el no 
        cumplimiento del plazo proclamado pudiera ser visualizado como un fracaso. Las principales dificultades enfrentadas en estas negociaciones han tenido 
        que ver, entre otros factores con: 
        el grado de ambición en los objetivos perseguidos -un acuerdo 
          de asociación estratégica, asentado sobre tres pilares, 
          uno político, el otro de cooperación económica 
          y el tercero, de libre comercio entre dos uniones aduaneras con distintos 
          grado de avances reales en su evolución-; 
 
las pronunciadas asimetrías entre ambas partes -definidas en 
          términos de dimensión económica de los respectivos 
          espacios regionales y de grado de desarrollo relativo de sus miembros-;
 
las también fuertes diferencias en el valor relativo y el grado 
          de prescindibilidad, de cada región con respecto a la otra, en 
          particular en términos de seguridad, de comercio, de inversiones 
          y de progreso técnico; 
 
las diferencias institucionales -existencia, en un caso, de un órgano 
          común que negocia en nombre del bloque económico bajo 
          un mandato establecido por los países miembros y, en el otro, 
          la coordinación rotativa de las negociaciones a cargo de un país 
          miembro en ejercicio de la presidencia semestral y sin intervención 
          de un órgano técnico que asegure la continuidad y que 
          exprese la visión de conjunto de los socios-, y 
 
la simultaneidad de las negociaciones con las desarrolladas -sobre 
          agendas similares- en el ámbito de la Organización Mundial 
          del Comercio y en el del ALCA, esto es con los Estados Unidos, país 
          con especial gravitación política y económica tanto 
          en el Mercosur como en la Unión Europea. Sin perjuicio de muchas otras, algunas de las preguntas más relevantes 
        a responder y que surgen en vísperas de cumplirse el plazo fijado 
        para la conclusión de las negociaciones -esto es el próximo 
        31 de octubre-, parecerían ser las siguientes:  
        ¿es que los métodos de trabajo y de articulación 
          de intereses que se han empleado en el desarrollo de las negociaciones, 
          han estado adaptados a las complejidades y ambición de los objetivos 
          procurados?; 
 
¿se ha logrado reflejar a través de los mecanismos de 
          negociación empleados, la visión política y estratégica 
          que ambas partes han proclamado formalmente como orientadora de la construcción 
          de la asociación bi-regional?;
 
¿han estado suficientemente vinculadas entre sí, las 
          negociaciones desarrolladas en torno a los tres principales pilares 
          de la asociación bi-regional, esto es, el político, el 
          de la cooperación, y el del espacio de libre comercio en el marco 
          de la normativa de la OMC?; 
 
¿ha habido una razonable continuidad en los equipos negociadores 
          y, además, en el caso concreto del Mercosur, un grado adecuado 
          de coordinación tanto en la definición de los objetivos 
          a alcanzar, como en la de los contenidos concretos de las negociaciones?;
 
¿es el de las Cumbres periódicas entre el Mercosur y 
          la Unión Europea -desarrolladas en el marco de la Cumbre más 
          amplia y, por lo tanto, heterogénea entre la Unión Europea 
          y América Latina- un mecanismo idóneo para asegurar un 
          suficiente y real impulso político a la construcción de 
          una asociación bi-regional con las características antes 
          mencionadas -al menos con las modalidades concretas con las cuales ellas 
          se han desarrollado?;
 
¿la participación de la sociedad civil y de sus representantes 
          -especialmente, los parlamentos y las instituciones empresarias y sindicales-, 
          ha sido la adecuada para reflejar los intereses de todos los potenciales 
          ganadores y perdedores de ambas regiones, y para lograr construir un 
          consenso que aspire a contar con una legitimidad social sustentable?;
 
¿se ha asegurado un grado elevado de transparencia sobre las 
          negociaciones, a fin de permitir su seguimiento y decodificación 
          por las respectivas sociedades civiles, sectores interesados y medios 
          académicos, diseminando a través de Internet y en forma 
          oportuna, los proyectos de textos -como ocurriera en el caso del ALCA- 
          y las respectivas ofertas negociadoras -como es frecuente en la actualidad 
          en diferentes países?;
 
¿qué impacto han tenido en el desarrollo de las negociaciones 
          bi-regionales, tanto las dificultades para avanzar en el cumplimiento 
          de la agenda acordada en Doha para las negociaciones comerciales multilaterales 
          -con la consiguiente postergación de los plazos-, como el estancamiento 
          producido en los últimos meses en las negociaciones hemisféricas 
          con los Estados Unidos en el ámbito del ALCA?;
 
¿se han extraído suficientes consecuencias prácticas 
          -tanto en el plano de las negociaciones gubernamentales, como en los 
          de las diplomacias empresaria y académica- de la dimensión 
          triangular de la relación que en materia política y estratégica, 
          y en el plano de la competencia económica, del comercio y de 
          las inversiones, existe -y en realidad ha existido siempre- entre los 
          países miembros del Mercosur, los de la Unión Europea 
          y los Estados Unidos?
 
¿se han explorado todas las opciones que permite el marco establecido 
          por las reglas de juego de la OMC, como por ejemplo, para concluir un 
          primer acuerdo conteniendo un "stock preferencial" inicial 
          suficiente a fin de cumplir con el artículo XXIV del GATT-1994 
          y abrir luego un proceso negociador pautado -agenda negociadora y cronograma-destinado 
          a profundizar dicho "stock preferencial" a la luz de los resultados 
          de la Rueda Doha -esto es, un "stock preferencial Doha-plus"?;
 
¿se han explicitado en forma suficiente a las respectivas opiniones 
          públicas -incluyendo sus legítimos representantes en los 
          Parlamentos- los criterios utilizados para apreciar el valor de los 
          resultados que se aspira alcanzar con las negociaciones bi-regionales, 
          en particular, en términos de inversiones que faciliten la transformación 
          productiva y la integración económica entre los países 
          miembros del Mercosur?, y
 
¿ha existido una correlación entre el interés 
          formalmente atribuido por ambas partes a la construcción de la 
          asociación bi-regional y la energía política de 
          alto nivel realmente empleada para lograr tan ambicioso objetivo? Las respuestas a estas preguntas y a otras que puedan surgir del necesario 
        debate público sobre la experiencia acumulada por las dos regiones 
        en estos últimos años -tras decenas de reuniones, incluyendo 
        las del más alto nivel político, con cientos de horas de 
        negociaciones y fuertes expectativas generadas-, permitirán enriquecer 
        la nueva etapa de las relaciones entre la Unión Europea y el Mercosur, 
        cualquiera que ella sea a la luz de los resultados que se hayan evidenciado 
        al 31 de octubre de 2004. |