|  1. Nuevas realidades internacionales y la integracion en America 
        Latina. Al igual que todos los órdenes de la vida social, la educación 
        superior y la formación de recursos humanos, en sus distintos niveles, 
        enfrentan en los países latinoamericanos requerimientos originados 
        en las nuevas realidades y desafíos que se manifiestan en estos 
        primeros años del siglo XXI.  Preparar mujeres y hombres para la dinámica de cambio de un mundo 
        en profunda transformación cultural y tecnológica - comparable 
        sólo a las revoluciones que en su momento significaron la invención 
        de la imprenta y la de la máquina a vapor- es quizás el 
        gran desafío que tienen que encarar en plazos cortos, los sistemas 
        educativos, incluyendo el nivel universitario, de la región. Una dimensión particular de este desafío surge del hecho 
        de que la región ha encarado una nueva etapa de sus procesos de 
        integración, requiriendo ella recursos humanos especialmente adaptados 
        a la dinámica de cambio, tanto para la función gubernamental, 
        como para la dirigencia política y sindical, y en particular, para 
        la actividad en empresas con estrategias regionales y globales. La emergencia 
        de nuevos protagonistas de la competencia económica global -como 
        son China e India- tornan este desafìo más estimulante y 
        exigente. En la medida que son concebidos como proyectos conjuntos de desarrollo 
        y no sólo como instrumentos limitados a promover el libre comercio 
        entre las partes, los actuales procesos de integración tienden 
        a incorporar explícitamente la educación y la formación 
        de recursos humanos como una cuestión central de la agenda común. 
        Así lo ha hecho por ejemplo el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), 
        estando su desarrollo a cargo de las reuniones periódicas de Ministros 
        de Educación. Ello es más importante aún cuando la puesta en común 
        de mercados y de recursos está orientada a sustentar los esfuerzos 
        internos de consolidación de la democracia, de transformación 
        productiva en un contexto de cohesión social y de inserción 
        competitiva en la economía globalizada. En estos casos la educación, 
        especialmente la superior, y la formación de recursos humanos pasa 
        a ocupar un lugar central en la estrategia común de los socios, 
        siendo ellas una de las razones del trabajo conjunto que encaran. Entre las nuevas realidades que marcan la agenda de comienzo de este 
        nuevo siglo, sobresalen las originadas en los fenómenos de la apertura 
        de las sociedades -en su triple dimensión política, económica 
        y cultural- de la regionalización y de la globalización. 
        Crecientemente en la región latinoamericana predominan sistemas 
        abiertos y democráticos, proclives a trabajar juntos con países 
        de su contexto contiguo y regional, y a insertarse competitivamente en 
        la economía mundial. Entender la naturaleza y el alcance de estos fenómenos desde una 
        perspectiva de cada uno de los países, e incluso de cada una de 
        sus regiones internas, es tarea esencial de la Universidad del nuevo siglo. 
        Pero es también fundamental, a la hora de trazar una estrategia 
        orientada a colocar la educación superior y la formación 
        de recursos humanos en función de los objetivos comunes que han 
        decidido compartir en distintos esquemas de integración los países 
        latinoamericanos. Desde la perspectiva del tema de artículo, cabe resaltar que la 
        transformación que se está operando en la región 
        se refleja en una revitalización y a la vez renovación conceptual, 
        estratégica y metodológica de los procesos de integración, 
        especialmente en el MERCOSUR, y en las Comunidades subregionales Andina, 
        Centroamericana y del Caribe. Es una renovación que se torna más 
        significativa en la perspectiva de las negociaciones comerciales internacionales 
        en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio, y 
        de los acuerdos regionales preferenciales que se están desarrollando 
        o negociando con países industrializados a escala hemisférica 
        e inter-regional. La preparación de los respectivos países 
        para los escenarios post-negociaciones comerciales internacionales, torna 
        más importante aún esta tarea. El cambio operado a partir de la década de los ochenta en el relacionamiento 
        recíproco entre países latinoamericanos, dentro del marco 
        de los acuerdos de integración económica y en cierta medida 
        en los de libre comercio, reconoce varias fuentes que han sido interpretadas 
        correctamente por el liderazgo político democrático. Ellas 
        son internas a cada uno de los socios, y externas, originadas en la evolución 
        del sistema internacional político y económico. En el caso del MERCOSUR, por ejemplo, la principal -no única- 
        fuente interna es la de las profundas transformaciones operadas en cada 
        uno de los países socios, por comenzar en la Argentina y en el 
        Brasil. Ellas los llevan gradualmente a percibirse mutuamente como sociedades 
        que enfrentan similares desafíos y que comparten valores -"like-minded 
        countries". En tal sentido, la lógica de la integración 
        en la región es la resultante del triple proceso de consolidación 
        democrática, de transformación productiva para superar un 
        alto grado de obsolescencia tecnológica relativa y de inserción 
        competitiva en el escenario económico mundial. Los tres procesos 
        interactúan en sus causas y se alimentan recíprocamente. El desarrollo de valores culturales propios de sociedades abiertas, especialmente 
        la tolerancia, la moderación y el respeto del otro, comienza a 
        permear las políticas externas de cada uno de los países 
        latinoamericanos, incluyendo, en particular, las dirigidas hacia su contexto 
        contiguo. La creación de un entorno regional de estabilidad y paz 
        pasa a ser no sólo una consecuencia de los cambios de actitudes 
        y valores internos, sino un valor en sí mismo, funcional a lo que 
        cada país necesita para modernizarse e insertarse competitivamente 
        en el mundo. La región inmediata es entonces vista como un "hábitat" 
        favorable a los esfuerzos internos de democratización, apertura 
        y competitividad. Cumple funciones similares a las que se observan en 
        las democracias y modernizaciones nacientes de Europa de la inmediata 
        post-guerra, y luego en las del Mediterráneo y en las de Europa 
        Central y del Este. La principal fuente externa de cambio, que está operando en toda 
        la región latinoamericana como en el resto del mundo, es la de 
        las grandes tendencias internacionales que se tornaron evidentes a finales 
        del último siglo. En primer lugar, el fin de la guerra fría eliminó en la 
        región latinoamericana factores de tensión que durante dos 
        largas décadas incidieron en la vigencia de la democracia, con 
        su consiguiente repercusión en el clima del relacionamiento político 
        entre los países vecinos. En segundo lugar, la creciente multipolaridad del sistema internacional 
        genera un mayor grado de permisibilidad para el desarrollo de políticas 
        de alianzas múltiples en la inserción internacional de países 
        intermedios como son, en el caso del MERCOSUR, la Argentina y el Brasil. En tercer lugar, la globalización de la economía mundial 
        -fuertemente impulsada por el efecto acumulativo de factores económicos 
        y tecnológicos, que inciden en el acortamiento de las distancias 
        económicas y físicas, en los flujos de bienes, servicios 
        e inversiones, y en las estrategias y modalidades organizativas de los 
        competidores globales, tanto financieros como industriales- genera una 
        nueva combinación de desafíos y oportunidades para economías 
        emergentes, acelerando la velocidad en el desplazamiento de ventajas competitivas 
        y aumentando el valor estratégico de los accesos asegurados a los 
        mercados mundiales. La Organización Mundial del Comercio es una 
        de las principales resultantes del realineamiento institucional del mundo 
        actual: su aporte deberá ser el de reglas de juego efectivas para 
        el comercio y la competencia económica en un mundo multipolar globalizado 
        y, en particular, para estimular el desarrollo económico en un 
        marco de igualdad de oportunidades. Tal es el sentido de las negociaciones 
        comerciales que se desarrollan en el marco de la agenda acordada en Doha. En cuarto lugar, se acentúa la tendencia a la conformación 
        de grandes bloques económicos, que responden a la definición 
        de regionalismo abierto, esto es, que se visualizan como aportes a la 
        construcción de un multilateralismo no discriminatorio de alcance 
        global. Comienzan a distinguirse en este mundo de bloques, los que son 
        expresión de "regiones naturales", esto es con contigüidad 
        geográfica-económica-cultural de fuerte raíz histórica 
        (Unión Europea, MERCOSUR, las Comunidades subregionales Andina, 
        Centroamericana y del Caribe, el Tratado de Libre Comercio de América 
        del Norte (North American Free Trade Agreement, NAFTA), la Asociación 
        de Naciones de Asia Sudoriental (Association of South East Asian Nations, 
        ASEAN), de los que son la resultante de alianzas más amplias orientadas 
        a lograr objetivos que no pueden ser alcanzados aún a nivel global, 
        como es el caso claro de la Cooperación Económica de Asia 
        y Pacífico (Asia Pacific Economic Cooperation, APEC) -es decir, 
        las regiones OMC-plus-. Estas últimas tienden a ser más 
        heterogéneas en su composición -por ejemplo la participación 
        de Chile y Perú en la APEC, junto con China y Australia-, y su 
        perfil está claramente definido por objetivos de libre comercio 
        y no necesariamente por objetivos políticos, sean estos explícitos 
        como en la Unión Europea, o implícitos como en el caso del 
        NAFTA. Examinemos al respecto el caso del MERCOSUR. Las tendencias observadas 
        en los planos antes mencionados incidieron directamente en la decisión 
        política, adoptada en 1990, de crear el MERCOSUR y de encarar en 
        conjunto consultas y negociaciones con los Estados Unidos, en el ámbito 
        de lo que luego se denominaría el acuerdo "4 + 1". La 
        metodología de integración empleada estuvo fuertemente influenciada 
        por la experiencia negativa acumulada durante el período de la 
        ALALC-ALADI (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio-Asociación 
        Latinoamericana de Integración) -muchos países, perfil político 
        bajo, facilidad en diluir o dilatar los compromisos básicos, apertura 
        comercial restringida y "a la carta"-, y por la positiva del 
        período del PICAB (Programa de Integración y Cooperación 
        Argentino-Brasileño), iniciado en 1986 -pocos países fuertemente 
        comprometidos a trabajar juntos, acciones concentradas en cuestiones y 
        sectores de alto efecto multiplicador, participación directa de 
        funcionarios nacionales con competencia en los respectivos temas y, sobre 
        todo, seguimiento personal de los propios Presidentes, basado en un alto 
        grado de comunicación recíproca-. Desde el comienzo en 1986 y luego más aún, a partir de 
        1990, la integración en el ámbito del MERCOSUR tiene un 
        fuerte perfil político. La democracia primero, y luego la necesidad 
        de potenciar la capacidad negociadora en el frente externo, constituyen 
        fuerzas motoras del trabajo conjunto que explica el interés de 
        los Presidentes en participar directamente en el impulso del proceso. Como ha ocurrido en otros casos de regiones naturales, como son las Comunidades 
        subregionales Andina, Centroamericana y del Caribe, el punto de partida 
        en la construcción del MERCOSUR es el interés nacional de 
        cada uno de los socios. Este es el prisma a partir del cual se analiza 
        en cada caso la conveniencia o no de asociarse. Chile, por ejemplo, decidió 
        en 1990 que no le convenía participar de lo que sería el 
        MERCOSUR, como antes había también decidido alejarse del 
        Grupo Andino.  Lo importante es recordar siempre que en este tipo de procesos voluntarios 
        los socios deciden trabajar juntos porque entienden que les conviene. 
        Y lo hacen mientras sigan entendiendo que es más conveniente ser 
        de la partida que quedarse afuera. No es sólo una conveniencia 
        económica, medible por ejemplo en términos de participación 
        en el comercio recíproco o en la atracción de inversiones. 
        Es, por el contrario, una conveniencia definida desde una visión 
        estratégica de inserción de cada país en un mundo 
        altamente competitivo, a la vez globalizado y regionalizado. Comprender 
        al otro, en sus motivaciones profundas, en la lógica de su vida 
        política, económica y cultural, en los factores que explican 
        el comportamiento de sus principales fuerzas sociales, se transforma, 
        en esta perspectiva, en uno de los principales requerimientos que esta 
        nueva realidad de integración plantea a la Universidad, a sus institutos 
        de investigación, a sus programas de formación de técnicos 
        y de profesionales. El MERCOSUR y las Comunidades subregionales Andina, Centroamericana y 
        del Caribe son parte, por lo tanto, del fenómeno contemporáneo 
        de procesos de integración voluntarios entre naciones soberanas. 
        Son ellos la resultante de pactos voluntarios, con mayor o menor grado 
        de formalización, entre naciones soberanas que, compartiendo una 
        región geográfica e histórica, deciden trabajar juntas, 
        preservando un margen para el ejercicio discrecional de sus políticas 
        externas y económicas, y poniendo en común el acceso a sus 
        mercados y a sus recursos, en forma sistemática, a fin de alcanzar 
        objetivos comunes valorados, tanto en el plano económico -más 
        bienestar- como en el político -paz y democracia, capacidad negociadora 
        internacional-. Las técnicas para abrir sus respectivos mercados 
        pueden variar, siendo las más utilizadas dentro del marco del artículo 
        XXIV del GATT las distintas variantes de zonas de libre comercio, de unión 
        aduanera y de mercado común.  En esta visión dinámica del MERCOSUR y de los otros procesos 
        latinoamericanos, la integración no es concebida en función 
        de un producto final, en el que un nuevo todo sustituya a las anteriores 
        partes. No se trata de que una nueva unidad autónoma de poder sustituya 
        algún día las preexistentes. No es un proceso de federalización 
        política. Se trata por el contrario de un proceso continuo e incremental 
        de trabajo conjunto, en el que cada parte conserva su individualidad en 
        el marco de una visión de conjunto de naturaleza estratégica 
        (dimensión existencial) y de reglas de juego y disciplinas comunes 
        (dimensión metodológica). Es un gran esfuerzo de sinergia 
        multinacional, orientado a potenciar, en un proyecto común, realidades 
        e identidades nacionales. Supone el reconocimiento por cada socio de la 
        importancia que el otro tiene para su propio proyecto nacional. Al ser así, la creación de comercio y de oportunidades 
        de inversión son una condición necesaria pero no suficiente. 
        El proyecto común se sustenta y se torna eventualmente en irreversible 
        en la medida en que todos los aspectos de la vida social de cada comunidad 
        nacional queden involucrados por la nueva dimensión regional. De 
        ahí la importancia que adquiere para el propio proyecto económico 
        su dimensión cultural -entendida en un sentido amplio de modos 
        de vida de una sociedad, de sus valores e intereses, de sus formas de 
        pensar y de manifestarse espiritualmente-, expresada en el desarrollo 
        de un denso tejido de interacciones entre las sociedades civiles y de 
        sus instituciones. Esta dimensión social y cultural del MERCOSUR hace a un aspecto 
        central del proyecto político y económico, que es el de 
        su legitimidad interna en cada una de las comunidades nacionales. Es en 
        la medida que el proyecto común sea percibido como de ganancias 
        mutuas por las grandes mayorías de cada socio, que podrán 
        absorberse las naturales tensiones que produce el trabajo conjunto, particularmente 
        frente a eventuales desigualdades en la distribución de costos 
        y beneficios, medidas por ejemplo en las corrientes de comercio o en la 
        localización de inversiones. Por el contrario, un proyecto de integración 
        de baja legitimidad interna en uno de los socios es mucho más vulnerable 
        a situaciones circunstanciales de conflictos de intereses económicos. 
        Por ello, educación y cohesión social comienzan a delinearse 
        gradualmente como hilos conductores que permiten enhebrar el tejido de 
        sustentabilidad social a los esfuerzos requeridos por tales objetivos. 2. Principales requerimientos en materia de educacion y formacion 
        de recursos humanos. El diagnóstico antes efectuado sobre la naturaleza de los cambios 
        que se están operando en las sociedades latinoamericanas y en sus 
        entornos externos, y sobre sus repercusiones en el planteamiento estratégico 
        y en la metodología de la integración regional, facilita 
        el análisis de los nuevos requerimientos que se plantean en el 
        campo de la educación superior y de la formación de recursos 
        humanos. Son requerimientos que imponen una sinergia constante entre gobiernos 
        e instituciones de la sociedad civil, especialmente universidades y empresas, 
        y una interacción sistemática entre políticas de 
        competitividad, de cultura y educación, y de desarrollo científico 
        y tecnológico. Es en la articulación sistemática 
        entre distintos planos de acción que se define la calidad de una 
        estrategia nacional para enfrentar los nuevos desafíos del siglo 
        XXI y, en su caso, la de un proceso de integración regional. En parte, tales requerimientos son consecuencia de la apertura de las 
        respectivas sociedades nacionales y de las exigencias que resultan de 
        la necesidad de competir en un mundo globalizado. Es decir que se plantean 
        aún cuando un país no forme parte de un acuerdo formal de 
        integración regional. En este plano, tres son en nuestra opinión los principales requerimientos 
        que se observan: 
        investigar y comprender, desde una perspectiva nacional, los impactos 
          en todos los órdenes de la vida social, incluyendo los modos 
          de inserción en el mundo, que se producen como consecuencia de 
          la opción por sociedades abiertas, democráticas y solidarias, 
          que pretenden competir en un mundo en el que se transnacionalizan la 
          producción y la comercialización de bienes y la prestación 
          de servicios;
 
formar recursos humanos, en todos los niveles, con la aptitud necesaria 
          para captar la dinámica del cambio interno y global en un contexto 
          mundial marcado por una aceleración en el desplazamiento de las 
          ventajas competitivas; y con la capacitación y las habilidades 
          que hoy en día se requieren para trabajar y operar en economías 
          abiertas a la competencia económica a escala mundial, y en sistemas 
          políticos democráticos que sólo podrán sustentar 
          con eficacia los esfuerzos internos de transformación productiva 
          en un clima creciente de solidaridad social; y
 
interactuar en forma dinámica con los otros sectores de la 
          vida social, especialmente el gobierno y los sectores de la producción, 
          configurando una dinámica triangular orientada a colocar la capacidad 
          intelectual de un país en función del esfuerzo conjunto 
          de transformación productiva e inserción competitiva en 
          la economía mundial. Educar para una sociedad democrática, solidaria e inserta competitivamente 
        en la economía global, implica una renovación profunda de 
        programas de estudio y de métodos de enseñanza, que permitan 
        capitalizar al máximo las corrientes de ideas y de desarrollo científico 
        y tecnológico, originados en cualquier parte del mundo. Implica 
        además extraer todo el provecho posible de las constantes innovaciones 
        que se están operando en el campo de las tecnologías de 
        la información. La Universidad del siglo XXI tiene que tener una alta sensibilidad a 
        los procesos de cambio de todo el mundo y no sólo de la sociedad 
        en la que se inserta, formándose y formando recursos humanos aptos 
        para una competencia económica global, en la que la principal ventaja 
        competitiva consiste precisamente en la capacidad para agregar valor intelectual 
        y conocimiento a los procesos productivos, de comercialización 
        y de prestación de servicios. Otros requerimientos específicos surgen de la naturaleza, de los 
        planteamientos estratégicos y de las metodologías que caracterizan 
        en este nuevo siglo a los procesos de integración regional. En el plano de la integración regional entonces, pueden distinguirse 
        tres requerimientos prioritarios, adicionales a los antes mencionados: 
        investigar desde una perspectiva nacional, e incluso propia de la 
          región en la que opera dentro de un país una Universidad, 
          los desafíos y oportunidades que se abren como consecuencia de 
          la decisión política soberana de compartir con otro u 
          otros países recursos y mercados en un proyecto común 
          de alcance estratégico, lo que implica un conocimiento profundo 
          del potencial del país y de su región, en el marco del 
          respectivo proyecto de integración;
 
profundizar el conocimiento del otro u otros, esto es, el estudio 
          sobre todos los aspectos significativos de la vida interna -no sólo 
          la economía- de los socios con los cuales a la vez se ha decidido 
          trabajar juntos y se ha aceptado compartir un espacio de cooperación 
          y de competencia; y
 
interactuar a través de proyectos conjuntos con otros centros 
          universitarios, tanto en el plano docente como en el de la investigación, 
          sean ellos del propio país como de los países asociados. La experiencia europea es en este plano de gran valor, tanto en el plano 
        de las redes de investigaciones como en los programas de intercambio de 
        docentes y estudiantes. Esta necesidad se acrecienta una vez que el respectivo 
        proceso de integración ingresa a la etapa más profunda de 
        la libre circulación de personas y del libre establecimiento de 
        empresas de un país en el otro. Pero aún en una etapa menos 
        avanzada, la Universidad no puede quedar ajena al proceso de desarrollo 
        creciente de redes de producción y de comercialización a 
        escala regional que resulta de la integración económica. 3. Una modalidad concreta de cooperacion en el campo de la educacion 
        superior. Las Universidades y otros centros de formación superior de los 
        países latinoamericanos no han sido una excepción a la introversión 
        que ha caracterizado las sociedades en las que se insertan con respecto, 
        si no al mundo industrializado, al menos al contexto contiguo regional. 
        La cooperación con centros universitarios de otros países 
        latinoamericanos ha sido por lo general una excepción. La apertura a la cooperación intrarregional se está dando, 
        como los propios procesos de integración, a través de pasos 
        graduales e incrementales. Sin embargo, se observa ya una aceleración 
        de las acciones de cooperación, en parte como consecuencia de la 
        propia dinámica que han introducido los fenómenos de apertura, 
        de regionalización y de globalización. Pero un factor que puede contribuir a esta aceleración es precisamente 
        el de la revolución que se está produciendo en materia de 
        tecnologías de información. La generalización de 
        Internet brinda un instrumento concreto para el desarrollo de redes de 
        cooperación inter-universitaria, en todos los planos de la investigación 
        y de la docencia. Es el campo de los estudios de post-grado orientados al mejor conocimiento 
        recíproco entre intelectuales y universitarios de los países 
        socios de un proceso de integración, el que más se presta 
        a una acción inmediata de gran efecto multiplicador. En una reunión 
        realizada en diciembre de 1996 en Fortaleza, en ocasión de la Cumbre 
        del MERCOSUR, un grupo de intelectuales invitados a reflexionar sobre 
        cómo lograr que el MERCOSUR trascienda las relaciones económicas 
        y se inserte activamente en la agenda de las respectivas opiniones públicas, 
        se identifica el intercambio de profesores y la cooperación a nivel 
        de post-grado como uno de los campos más fructíferos para 
        la integración cultural de esta región. La idea a desarrollar -y existen ya experiencias concretas en tal dirección- 
        consiste en colocar a un grupo de post-graduados de distintos ámbitos 
        del MERCOSUR a profundizar, desde la óptica de distintas disciplinas, 
        sus conocimientos no sólo sobre los procesos de integración 
        y su inserción en los compromisos más amplios que surgen 
        de la Organización Mundial del Comercio (OMC), sino sobre lo que 
        ellos implican para la región en la que los respectivos participantes 
        se insertan en su vida profesional. Esta orientación se puede reflejar 
        en los trabajos de tesis que deben efectuar un aporte al impacto del MERCOSUR 
        en su región, e incluso en su ciudad, y al aprovechamiento de las 
        oportunidades que se han abierto. Ello debe permitir al extenderse en forma sistemática, que cientos 
        de profesionales estén preparándose simultáneamente 
        en distintos centros universitarios, desarrollando trabajos de investigación 
        sobre cuestiones de valor práctico para sus respectivas comunidades. El intercambio de profesores y de estudiantes, la conexión vía 
        Internet de quienes participan en distintas localidades del mismo ejercicio 
        de post-grado, la difusión de los trabajos que se realicen, pueden 
        contribuir al desarrollo de una red de profesionales y universitarios, 
        preparados para participar activamente en el asesoramiento a gobiernos 
        y empresas que operan en el ámbito del MERCOSUR. Lo más importante es que un ejercicio de este tipo permita formar 
        profesionales sensibles al conocimiento y comprensión de los otros 
        países socios, y permita además el tejido de relaciones 
        personales entre docentes y profesionales de distintos países. 
       Extender estas experiencias a todo el MERCOSUR y al resto de América 
        Latina puede ser un campo propicio especialmente para la cooperación 
        europea con la integración regional, dada la gran experiencia de 
        la Unión Europea en la materia y los programas y recursos que se 
        disponen a tal efecto.  Redes académicas regionales e inter-regionales pueden, en tal 
        sentido, junto con otras instituciones, como por ejemplo el INTAL (Instituto 
        para la Integración de América Latina y el Caribe), desempeñar 
        un papel central en el desarrollo de metodologías y programas de 
        estudio para concretar la cooperación entre instituciones, investigadores, 
        profesores y estudiantes de post-grado en materia de integración 
        económica, ayudando a capitalizar las ventajas y oportunidades 
        originadas en las nuevas tecnologías de información, y en 
        un momento histórico único para concretar la vieja aspiración 
        latinoamericana a la integración regional. |