|  Philippe Schmitter conoce bien la experiencia de integración 
        en América Latina. En esta oportunidad, sin embargo, ha puesto 
        el acento en que sus proposiciones se basan principalmente en la experiencia 
        europea. Voy a tomar entonces su primera proposición para discurrir en 
        torno a ella desde la perspectiva de nuestra propia experiencia regional, 
        especialmente en el Mercosur. En mi opinión, más que un debate existencial sobre el Mercosur, 
        lo que tenemos por delante es uno metodológico. Este debate debe comenzar necesariamente por entender de qué estamos 
        hablando cuando nos referimos al fenómeno de la integración 
        regional. Philippe Schmitter ha puesto acertadamente el acento en el carácter 
        consensual de la integración económica. Es decir, que en 
        el caso del Mercosur -como también en el caso europeo- se está 
        construyendo un espacio regional por libre voluntad soberana de cada uno 
        de nuestros países. Nadie nos ha obligado a hacerlo. De alguna manera, el punto de partida de toda reflexión sobre 
        el tema de la integración, es lo nacional. Es a partir de la idea 
        de nación que construimos la idea de una región basada en 
        la lógica de la integración, por contraposición a 
        la lógica de la fragmentación. Esto que parece tan elemental, 
        sin embargo, muchas veces lo olvidamos a la hora de hacer la reflexión 
        metodológica de cómo trabajar juntos en un espacio económico 
        y geográfico determinado, en este caso en el espacio del sur de 
        las Américas. Philippe Schmitter señala que la integración consensual 
        es entre naciones desiguales en su poder político y económico 
        relativo, y sin que necesariamente se visualice un producto final. Es 
        decir, no estamos construyendo necesariamente un nuevo Estado soberano 
        a partir de los pre-existentes. Incluso puede ser que nunca exista un 
        nuevo Estado de alcance regional. Esto es algo que hay que tomar en cuenta 
        porque hace más apasionante -por lo difícil-la tarea de 
        entender cómo mantener a través del tiempo esta construcción 
        regional, si es que nunca va a terminar siendo lo que estamos acostumbrados 
        a conocer como el ámbito de nuestros sistemas políticos 
        con la forma del Estado nacional. Señala Philippe Schmitter, que este proceso de construcción 
        regional se basa en Europa en una necesaria relación entre la democracia 
        y la integración multinacional. En nuestra experiencia en el Mercosur, 
        la integración es también un subproducto de la opción 
        nacional por la democracia. Precisamente porque hemos optado por la democracia 
        hemos decidido trabajar juntos a partir de cada una de nuestras realidades 
        nacionales. Pero no es suficiente con tener democracia en el plano interno 
        de cada nación participante. Es necesario mucho más. Es 
        necesario definir métodos de trabajo que permitan alcanzar los 
        resultados procurados por todos los socios de un proyecto de integración 
        regional. Destacaré al respecto, tres puntos vinculados a la experiencia 
        nuestra en el Mercosur. En primer lugar, en mi opinión, lo que se observa en la experiencia 
        del Mercosur son fuertes deficiencias en los mecanismos de definición 
        del interés nacional con respecto a qué queremos hacer junto 
        a nuestros socios. Estas deficiencias en el mecanismo nacional de captación 
        de lo que necesitamos obtener en la construcción regional, explica 
        el hecho de que sobrecarguemos la institución presidencial. Tenemos 
        que analizar por qué en el Mercosur se sobrecarga a los presidentes 
        de cosas que deberían ser resueltas en planos inferiores de las 
        respectivas administraciones nacionales. El abuso de la diplomacia presidencial 
        en la construcción del Mercosur es uno de nuestros problemas. Si como consecuencia de tales deficiencias no se generan compromisos 
        creíbles, se afecta la calidad de las reglas de juego. Las reglas 
        defectuosas -de baja calidad- no penetran en la realidad y se debilita 
        entonces el efecto disciplina que debe producir un proceso de integración. 
        Tal disciplina es precisamente la que genera los efectos de la integración 
        regional sobre la construcción de la democracia en economías 
        modernas. Cuando se debilita el efecto disciplina, se deteriora la legitimidad 
        social y se pierde el cuadro ganancia-ganancia, que es lo que permite 
        sustentar a través del tiempo el vínculo asociativo entre 
        los países miembro del Mercosur. Aquí es donde se produce el ensamble con el otro polo de nuestro 
        temario, el mercado. Los mercados son inteligentísimos, captan 
        inmediatamente si las señales son creíbles o no. Si le decimos 
        a los actores que operan en los mercados: "invierte, genera empleo, 
        produce y tendrás el acceso irrestricto a doscientos millones de 
        consumidores", pero luego no se los damos como consecuencia de reglas 
        de juego que no son serias, los mercados hacen lo que hace la gente inteligente: 
        sonríen, pero no toman en serio las señales emitidas por 
        los gobiernos. La consecuencia es que con el tiempo se va perdiendo la 
        eficacia del proceso de integración. Eso es precisamente lo que 
        está ocurriendo con el Mercosur. En segundo lugar, se pueden efectuar otras observaciones relacionadas 
        con la primera proposición planteada por Philippe Schmitter. Se 
        refiere al carácter dinámico tanto de la democracia, como 
        de la integración y de los mercados. Tal dinámica plantea 
        la necesidad de tener aptitud de cazador de blanco móvil en la 
        construcción de una región. En este aspecto sí hay 
        que reivindicar la diplomacia presidencial porque tiene una importancia 
        fundamental. Es irremplazable para definir y preservar la dirección 
        estratégica del proceso de integración, que es mucho más 
        que resolver los recurrentes conflictos de intereses en torno, por ejemplo, 
        el comercio de los pollos, de textiles o de calzados. La dirección 
        estratégica debe ser realimentada constantemente porque los objetivos 
        que se persiguen y las realidades en que se opera, sobre todo hoy, están 
        en constante movimiento. En tercer lugar, la primera proposición de Philippe Schmitter 
        me lleva a plantear una propuesta complementaria. Si bien los europeos y los sudamericanos coincidimos en llevar adelante 
        este proceso de construcción consensual de un espacio regional 
        a partir de lo nacional, hay sin embargo una diferencia crucial que explica 
        mucho de las diferencias que hemos tenido en las metodologías de 
        integración. Como normalmente se señala, uno de los factores que impulsaron 
        a la integración europea fue el rechazo a la guerra. Es la genialidad 
        de Jean Monnet, que captó que solamente poniendo en común 
        recursos y mercados se podía superar la ancestral tendencia europea 
        al predominio de la lógica de la fragmentación, en última 
        instancia de la guerra, en sus relaciones recíprocas. Nosotros en cambio, por suerte no tuvimos la guerra como factor de impulso 
        a la integración. Pero tampoco tuvimos el otro factor que se observa 
        en el momento fundacional de la integración europea, que fue la 
        existencia del mercado. Cuando comienza la integración europea, 
        el mercado existía. Es decir, la razón de ser del Plan Monnet 
        era que estaban tan integrados los mercados, particularmente el del carbón 
        y el del acero en la cuenca del Rhur, que tal interdependencia no administrada 
        en la lógica de la integración, conducía recurrente 
        mente a la guerra. El proceso de integración en Europa estuvo orientado 
        desde su origen a administrar la interdependencia a fin de tornarla cooperativa. En el momento fundacional del proceso de integración en Sudamérica 
        debíamos en primer lugar, generar interdependencia a fin de entrar 
        luego en la etapa de su administración. Pero la metodología 
        de trabajo conjunto que fuera definida en tal momento fundacional, no 
        previó ello y sobre todo no previó la propia dinámica 
        que resultaría de la decisión de integrar nuestros sistemas 
        económicos. Entonces nos hemos quedado con un instrumental de trabajo 
        conjunto que es hoy precario, obsoleto, definido para una realidad que 
        ya no existe y sin los reflejos necesarios para ir adaptándola 
        a lo nuevo. Precisamente, las proposiciones que hoy nos ha efectuado Philippe Schmitter, 
        deben llevamos a pensar y a resolver estas deficiencias que actualmente 
        se observan en la construcción del Mercosur. |