| En el Mercosur -como en la Unión Europea y el NAFTA- es a partir 
        de lo político que se llega a lo exigible. Pero es sólo 
        con lo exigible que se logran los resultados esperados. La voluntad política 
        de los socios es lo que permite producir reglas que efectivamente se cumplan. 
        Y es la percepción de esa realidad, lo que toman en cuenta las 
        empresas a la hora de adoptar decisiones de inversión y de incorporación 
        de progreso técnico para aprovechar el mercado ampliado.  El problema es que en el Mercosur, no siempre la densidad de voluntad 
        política se ha traducido en reglas exigibles. Muchas veces las 
        energías políticas se han diluido en aspiraciones y en declaraciones 
        programáticas, e incluso en reglas que sólo se cumplen "si 
        se puede" o que no penetran en la realidad -la acumulación 
        de Protocolos y de normas aprobadas por los órganos del Mercosur 
        que no han cumplido su ciclo de perfeccionamiento jurídico, supera 
        el 60% del total aprobado-. De ahí la imagen de una especie de 
        Mercosur de "efectos especiales" y de poco contenido concreto. 
        A la luz de las reflexiones anteriores debe colocarse la evaluación 
        de los resultados de la Cumbre de Asunción. La buena noticia es 
        que se observa con nitidez voluntad política de impulsar el mercado 
        común, como plataforma para la inserción competitiva de 
        sus socios en la economía global, y para negociar acuerdos comerciales 
        con otros países y bloques. Es mucho lo que se avanzó entonces 
        en densidad política. Pero no necesariamente se ha avanzado aún 
        en densidad de reglas exigibles. Debe ser la próxima etapa.  De ahora en más, quien tenga que adoptar decisiones de inversión 
        en función del mercado ampliado -los 200 millones de consumidores 
        prometidos-, deberá tener en cuenta tres datos. El primero es la 
        nitidez y calidad -incluyendo la transparencia en su preparación 
        y aprobación- de las reglas de juego, que deberán producir 
        los órganos del Mercosur en el marco de la hoja de ruta que recibiera 
        el espaldarazo político en Asunción. Cuánto más 
        confusas sean las reglas y cuánto más cuestionables fueren 
        los procedimientos de su incorporación al derecho interno de cada 
        país -por ejemplo, el recurso a la "protocolización" 
        en la ALADI como sustituto a la necesaria aprobación parlamentaria-, 
        menor será su densidad de exigibilidad. El segundo es la aprobación 
        de reglas que permitan flexibilizar compromisos asumidos, en caso de variaciones 
        significativas y temporarias de las condiciones económicas en uno 
        o varios de los países socios. Esto es, la incorporación 
        de distintas modalidades de válvulas de escape, aplicables con 
        procedimientos previsibles y limitadas a productos donde efectivamente 
        se hubieran observado dificultades serias. Y el tercero es el funcionamiento 
        eficaz de mecanismos de solución de controversias. Implica la vigencia 
        del Protocolo de Olivos, así como el desarrollo de mecanismos nacionales 
        que faciliten el acceso de los empresarios a los procedimientos de consultas 
        y arbitraje. Para ello parece indispensable, en el caso argentino, institucionalizar 
        la Sección Nacional del Grupo Mercado Común, identificando 
        los funcionarios responsables, y asegurando la transparencia de sus actuaciones. 
        Debería contar con su propia página Web, en donde todo lo 
        relevante sea publicado.  Argentina y Brasil, tienen en sus manos ahora traducir voluntad política 
        en reglas exigibles y custodiadas por expertos -un órgano jurisdiccional 
        independiente-. Ello significa limitar su margen de acción discrecional. 
        En la Unión Europea y en el NAFTA, dirían que exactamente 
        de eso se trata cuando se afirma que se está procurando un espacio 
        creíble de integración económica, atractivo para 
        inversiones productivas. |