| Todos los países participan en las negociaciones comerciales internacionales en función de su interés nacional. Definir correctamente este interés, con una proyección de mediano y largo plazo, es entonces  la esencia de una estrategia negociadora, que sólo puede ser eficaz si se inserta en el marco más amplio de una estrategia nacional de desarrollo y de competitividad sistémica. Ello  implica poder aprovechar en beneficio de la  economía del país los resultados que eventualmente se logren en las  negociaciones. Como  prácticamente todos los países, la   Argentina tiene hoy una agenda densa y compleja de negociaciones  comerciales internacionales. En ellas se definen o se definirán las reglas de  juego de la competencia económica, internacional y regional del futuro. Esto  es, las condiciones de acceso a los mercados del mundo y de la región, con  bienes y servicios originados en la economía argentina, así como las condiciones  para comercializar y producir dentro de los mercados de terceros países. Son  negociaciones que pueden ser clasificadas al menos en función de dos criterios según  que de ellas surjan condiciones y reglas de juego preferenciales, aplicables  sólo a un grupo de países -los que son parte de acuerdos preferenciales, esto  es discriminatorios, cualesquiera sean su formato y su denominación, y que se  suponen compatibles con lo autorizado por el artículo XXIV del GATT-1994 (tales como el Mercosur, el NAFTA, la Unión Europea o,  cuando se concreten, el ALCA y el acuerdo interregional entre el Mercosur y la Unión Europea)- o  que de ellas surjan, por el contrario, condiciones y reglas de juego que se  aplican indiscriminadamente a todos los países, por aplicación de la cláusula  de la nación más favorecida -o, al menos, a todos los que son miembros de la Organización Mundial  del Comercio-, y según sea el peso relativo que tiene la Argentina, en la  definición de los resultados que se logren en el curso de las respectivas negociaciones.  Esto es, según sea la capacidad real que el país tenga de influir en el  contenido de las decisiones que se adopten y de las reglas de juego que de  ellas resulten. Este peso puede ser mayor en ámbitos regionales, como es el  caso del Mercosur e incluso el de la   ALADI, y menor cuando en ellas participan países altamente  industrializados y con un mercado de gran dimensión, como es el caso del ALCA  (o eventualmente del "4+1" entre los Estados Unidos y el Mercosur),  el de las negociaciones con la   Unión Europea y, sobre todo, el de las negociaciones en la OMC. También la  capacidad de influir sobre los resultados puede ser mayor en el caso de  aquellos sectores -como el de la producción de alimentos- en los que el país  tiene un significativo grado de participación en el comercio y en la producción  mundial. Son,  por lo demás, negociaciones en las que todos los protagonistas participan  voluntariamente y en función de su interés nacional. Participar o no es una  decisión soberana que la   Argentina puede libremente adoptar. El hacerlo tiene sus  costos, pues obviamente algo o mucho habrá que ceder para lograr lo que el país  necesita. El no hacerlo también tiene costos que deben ser medidos y  explicitados a la opinión pública. Como ha señalado con razón el canciller  Celso Lafer en el caso del Brasil -y ello es válido también en el caso de la Argentina—, participar  en las negociaciones tiene costos y riesgos, pero también abre oportunidades,  sobre todo si las negociaciones se refieren a condiciones para acceder a mercados  que son significativos para lo que el país produce o puede producir en forma  competitiva. Por el contrario, el no participar puede significar costos y  riesgos, pero no oportunidades. El costo mayor, en tal caso, puede ser tornar  menos atractivo un país a la hora de atraer inversiones productivas y puede  repercutir en el futuro, en los niveles de empleo y de bienestar. Un riesgo  sería perder oportunidades que se brindan con el acceso asegurado al mercado de  países de fuerte poder - adquisitivo, y en los cuales otros países ya tienen acceso  preferencial garantizado. Todos  los países participan en las negociaciones comerciales internacionales, en  función de su interés nacional. Definir correctamente el interés nacional, con  una proyección del mediano y largo plazo, es entonces de la esencia de una  estrategia negociadora. Ello requiere correlacionar acertadamente necesidades  internas y posibilidades externas: cuando un país tiene escasos recursos de  poder, a la hora de negociar no es conveniente actuar con criterios voluntaristas  o ideológicos. Significa, sobre todo, lograr articular consensos internos con  respecto a lo que se quiere y a lo que se puede lograr. Un país sin estrategia  nacional o sin suficiente grado de consenso en la estrategia definida brinda  una ventaja competitiva implícita a los demás protagonistas a la hora de negociar.  Por lo demás, una estrategia negociadora sólo puede ser eficaz si se inserta  -como bien señala Arturo O'Connell- en el marco más amplio de una estrategia  nacional de desarrollo y de competitividad sistémica. Ello implica, en  particular, una estrategia que permita aprovechar en beneficio de la economía  del país los resultados que eventualmente se logren en las mesas negociadoras. En las negociaciones comerciales internacionales nadie  cede nada gratuitamente. Todos los protagonistas intentarán maximizar  su interés nacional en el respectivo ámbito negociador. Ello implica que los negociadores argentinos tienen que tener  la inteligencia necesaria sobre qué persiguen los otros protagonistas y  sobre lo que, eventualmente, están dispuestos a pagar como contrapartida por lo  que desean obtener. En este plano, la cooperación de la comunidad académica de un país con sus negociadores es  esencial. Al menos así ocurre en los países bien organizados para negociar. Y en ellos, la iniciativa  parte de los propios gobiernos -incluso en el nivel provincial o el local-, es decir de la conducción política y,  por cierto, del propio sector empresario y sindical. El caso de Canadá,  entre otros, merece ser estudiado con atención por los argentinos interesados  en estos temas. Lo  señalado en los párrafos precedentes explica que un factor clave en cualquier  negociación comercial internacional es precisamente la calidad de la organización  que el país adopte para formular su propio interés nacional; para elaborar consensos  internos respecto de los, objetivos a obtener y a lo que se está dispuesto  a ceder; para articular coaliciones con otros protagonistas en las respectivas  negociaciones; para tener equipos negociadores idóneos y estables, y para  obtener la inteligencia política y económica, necesaria para entender las  estrategias y tácticas de los otros países que negocian -sobre todo los que  tienen mayor capacidad negociadora-, y para entender su dinámica, en un  contexto internacional cada vez más imprevisible y volátil. Saber  lo que se quiere y lo que se puede obtener, tener una organización adecuada y  desarrollar una aptitud mental de "cazador de blanco móvil" es la  esencia de una estrategia negociadora eficaz. Construir con el máximo de  transparencia y amplia participación de la sociedad civil una base de legitimidad  social de una estrategia negociadora es, además, necesario para lograr su  sustentación en el tiempo y, en particular, para lograr que sus resultados se  plasmen en comportamientos sociales y económicos, funcionales a los intereses  nacionales. Previsibilidad ylegitimidad son condiciones esenciales a la  eficacia de reglas de juego que pretenden incidir sobre la competitividad  global y regional de una nación, especialmente estimulando decisiones de  inversión y de incorporación del progreso técnico. Saber  negociar Las  consideraciones precedentes son fundamentales a la luz de la experiencia pasada  del país. Fragmentación y discontinuidades en materia de organización y de  equipos negociadores; insuficiente definición de estrategias negociadoras;  falta de articulación suficiente de los intereses sectoriales y locales en  juego; pobre inteligencia sobre las estrategias de las otras partes son algunos  de los rasgos que han Caracterizado -y aún caracterizan- a la Argentina en sus  negociaciones comerciales internacionales. Es una clara ventaja competitiva que  se otorga a aquellos países con los cuales se negocia, en especial a aquellos  que sí saben lo que quieren y pueden, y se organizan con eficacia.
 Estos  comentarios están orientados a Complementar un aspecto poco desarrollado en las  recomendaciones de Arturo O'Connell. En tal perspectiva, entiendo acertado el  reafirmar la decisión estratégica adoptada por el país en 1986, primero, y luego  en 1990, de crear en torno de la alianza con el Brasil y de un Mercosur abierto  al mundo, como su instrumento vertebral, una plataforma eficaz para competir y negociar a escala global. Ello implica,  por cierto, completar el desarrollo de la unión aduanera y profundizar  el camino necesario para que penetren en la realidad las premisas sobre las que  ella puede ser efectivamente construida -coordinación macroeconómica, extensión  de la preferencia comercial a los servicios y a las compras gubernamentales, e  integración de cadenas productivas orientadas a la competitividad internacional  de redes empresarias propias-, preservando así un cuadro de ganancias mutuas,  que es el único que permite sustentar en el tiempo el vínculo asociativo  voluntario entre naciones soberanas. Tal como  acordaron los socios del Mercosur en la Cumbre de Asunción (junio del 2001), ello  requiere redefinir, con creatividad y una prudente dosis de audacia -en el  amplio margen que brinda el ambiguo artículo XXIV-8 del GATT 1994-,  instrumentos esenciales como el arancel externo común, a fin de encarar  negociaciones con terceros países sobre la base de plataformas negociadoras  conjuntas. Para ello se requiere, además, mejorar sustancialmente la calidad  institucional del Merco-sur y de sus reglas de juego -no necesariamente a través  de la creación de costosas burocracias multinacionales- y, en particular en el  caso de la Argentina,  introducir una dosis de organización interna para operar en el Mercosur mucho  más eficiente que la que ha prevalecido en los últimos años. Si así  fuere, la Argentina  y el Mercosur podrían encarar con más eficacia las complejas negociaciones  comerciales en la OMC,  con los Estados Unidos (sea en el formato ALCA o, mejor aún, en el formato  "4+1") y con la   Unión Europea. Ello es más necesario aún, si es que se desea  tener éxito relativo en aspectos clave de las negociaciones, especialmente en  términos de acceso garantizado a los respectivos mercados (seguro contra el  proteccionismo implícito en medidas discrecionales, como las encubiertas en  políticas unilaterales de defensa comercial, practicadas tanto por los Estados  Unidos como por la Unión   Europea y otros países miembros de la OECD), y en términos de  neutralización de los efectos más negativos de políticas sectoriales (como por  ejemplo en materia agrícola y agroindustrial), sobre la competitividad relativa  de productos en los que la   Argentina y el Mercosur tienen probada eficiencia productiva. En tal  perspectiva, el debate instalado por el Plan Fénix y, en este tema en  particular, por el papel de Arturo O'Connell, constituye un aporte  significativo y útil para las definiciones estratégicas que el país debe  adoptar sin demoras, a fin de encarar un escenario mundial cada vez más  incierto y negociaciones comerciales internacionales de alta complejidad, pero  que a la vez aparecen como ineludibles. |