| La Argentina -junto con todos sus socios del Mercosur- encara a partir 
        de noviembre negociaciones comerciales complejas y prolongadas. Toronto 
        (ALCA), Bruselas (Unión Europea) y Seattle (OMC) constituyen puntos 
        de inflexión en una tríada negociadora de cuyos resultados 
        dependerán en mucho sus posibilidades para competir mejor en el 
        futuro en los mercados mundiales de bienes y servicios.  Tales negociaciones deben ser visualizadas en función de una estrategia 
        de país orientada a facilitar la internalización de la economía 
        argentina y de sus empresas. Supone, para ser eficaz, consolidar la estabilidad 
        macroeconómica y desarrollar políticas públicas de 
        competitividad sistémica, que sólo pueden fructificar en 
        un contexto de sociedad abierta a la innovación, a la productividad 
        y a la cohesión social. Es mucho lo que la Argentina ha progresado 
        en tal dirección. Es mucho lo que aún se debe progresar. 
       En tal perspectiva, el Mercosur, como plataforma de una estrategia agresiva 
        y dinámica de inserción en el mundo y en la región, 
        es condición necesaria, pero no suficiente, para el éxito 
        de una Argentina que aspira a consolidar su democracia y su transformación 
        productiva, a fin de brindar a sus habitantes los niveles de bienestar 
        a los que legítimamente aspiran.  El mundo no se agota en el Mercosur, ni se ha pactado una alianza excluyente 
        ni exclusiva. Se requiere profundizar las relaciones con todos los demás 
        mercados, sin erosionar por ello las disciplinas comerciales externas 
        del Mercosur.  Se requiere, además, instalar en la sociedad una cultura -casi 
        una obsesión- de la competitividad, la innovación y la solidaridad 
        social, que se nutra de la idea de que el mundo y la región son 
        espacios de oportunidades y de desafíos, que bien entendidos puedan 
        ser transformados en actores motores de crecimiento económico y 
        de prosperidad social.  Competir con bienes y servicios de calidad y negociar condiciones ciertas 
        de acceso a los mercados, en la región y en el mundo, es un imperativo 
        nacional. Trasciende ideologías y banderías políticas. 
        Requiere, sin duda de políticas de Estado y capitalizar lecciones 
        recientes.  A la hora de competir, algunas lecciones pueden extraerse de la experiencia 
        de los últimos años. Ellas no pueden ser ignoradas por quienes 
        producen bienes y prestan servicios en mercados abiertos a la participación 
        de otros competidores, sea el propio mercado interno o los de otros países. 
        Y si son ignoradas, las empresas, cualesquiera que sean su dimensión 
        o su especialización, saben que pagarán altos costos, incluso 
        el de su marginación definitiva del mercado. Algunas de las lecciones 
        más notorias son: 
        Es difícil competir en un entorno de inestabilidad macroeconómica 
          crónica y de ineficiencia generalizada de todos los factores 
          que inciden en la productividad y la calidad. 
 
La internacionalización de la economía y la interdependencia 
          de los mercados trascienden explicaciones ideológicas o conspirativas 
          y hay que asumirlas con estrategias de cada país y de cada empresa 
          orientadas a capitalizar sus ventajas y a neutralizar sus efectos más 
          negativos: tienen su propia lógica y dinámica, sus propias 
          reglas de juego, que quien compite debe conocer y aprender a utilizar 
          en función de sus estrategias. 
 
En mercados globalizados y regionalizados, los conceptos de exportación 
          e importación cambian su alcance, siendo crecientemente complementados 
          por el de espacios trasnacionales, en los que las empresas operan sus 
          estrategias de producción de bienes o de prestación de 
          servicios, procurando en ellos sus clientes y nutriéndose, cuando 
          así más les conviene, de insumos, partes y piezas de capitales, 
          y financiamiento de ideas y tecnologías. 
 
Cooperar y asociarse, e insertarse en redes de producción, 
          de suministros y de comercialización de alcance global y regional 
          es una de las opciones para desarrollar ventajas competitivas. 
 
La incorporación constante de progreso técnico, sea 
          de producción y de organización o de logística, 
          es elemento central para competir en economías internacionalizadas. 
          Invertir en organización, en inteligencia económica y 
          en el conocimiento de la lógica implícita de los sistemas 
          económicos que integran el espacio transnacional actual o potencial 
          de una empresa es un factor clave a la hora de planear y concretar estrategias 
          de competitividad.  En el momento de negociar también se pueden extraer lecciones 
        del pasado reciente, válidas para el plano estratégico y 
        el operativo:  
        Las negociaciones comerciales deben reflejar estrategias de competitividad 
          sistémica del país y de sus sectores y regiones. Son parte 
          de una política exterior moderna que, como ha señalado 
          Celso Lafer, significa el arte de correlacionar necesidades internas 
          con posibilidades externas; implican una estrecha coordinación 
          a nivel del gobierno nacional que define requerimientos negociadores 
          en función de estrategias de competitividad -¿quién 
          negocia y quién apoya a los que compiten en el exterior?- y con 
          los gobiernos provinciales; pero también implica una estrecha 
          interacción con el sector privado y una sustancial mejora en 
          la propia coordinación empresarial para seguir las negociaciones 
          y definir sus requerimientos y prioridades.  La dispersión e improvisación es una ventaja que no puede 
        ser otorgada a países bien organizados a la hora de negociar y 
        que saben lo que quieren.  Toronto, Seattle, Bruselas no marcan sólo calendarios e instancias 
        negociadoras. Marcan una agenda nacional, de toda la sociedad argentina, 
        sobre cómo nos organizamos para competir mejor y negociar en el 
        mundo y en el Mercosur. Sólo así podremos negociar con éxito 
        y traducir resultados en oportunidades aprovechables para quienes corren 
        el riesgo de invertir en el país para competir con bienes y servicios, 
        en el propio país, en el mundo y en la región. |