| La Cumbre de Montevideo avanzó en algunas cuestiones significativas, 
        incluyendo las relaciones con Chile y Canadá. Culminó un año positivo. El comercio sigue creciendo, se 
        multiplican empresas que apuestan al Mercosur, se afirmó la identidad 
        común ante Clinton y se evidenció su valor práctico, 
        cuando la Argentina y el Brasil cerraron filas ante los efectos de la 
        crisis del sudeste asiático. Es evidente que existe voluntad política de avanzar. Cuenta con 
        el apoyo de la opinión pública. Es claro en la Argentina. 
        Sin embargo, no siempre puede traducirse en reglas de juego que se cumplan 
        y que aseguren la disciplina colectiva. Si la voluntad política es condición necesaria para el 
        éxito, con el tiempo puede no ser suficiente. Especialmente si 
        no se perciben ganancias mutuas o si se quedara expuesto a una crisis 
        originada en profundas disparidades macroeconómicas. Para el éxito 
        también se requiere calidad institucional, en el sentido de reglas 
        de juego flexibles, como para facilitar adaptaciones que una seria crisis 
        pueda requerir. El Mercosur sigue sin tener válvulas de escape 
        para amortiguar los efectos de una crisis, con medidas de emergencia que 
        se adopten de acuerdo con criterios objetivos y procedimientos transparentes. 
        Ante tal carencia sólo cabrían soluciones de facto, que 
        erosionarían la credibilidad en el propio Mercosur. Falta de incentivosLa agenda de otras carencias de reglas de juego es amplia. Esto no debe 
        alarmar demasiado. Se sabe que la construcción de un mercado común 
        lleva tiempo. Lo importante es que se observe un progreso continuo en 
        la dirección pactada. El tratamiento de los incentivos a las inversiones 
        es una carencia significativa. Hay otras que hacen al funcionamiento eficaz 
        de la unión aduanera.
 Pero es la cuestión de los servicios y de las compras gubernamentales 
        un ejemplo notable. Algo se ha avanzado en Montevideo. ¿Es lo suficiente? 
        Los hiperpragmáticos responderán que ha sido lo posible 
        y que no se pueden forzar las realidades. Lo cierto es que se trata de 
        un texto que diluye en diez años el compromiso de liberalizar los 
        servicios. Pero no es un compromiso similar al asumido en materia de bienes, o sea 
        el acceso irrestricto e irrevocable a los mercados de los socios. Por 
        el momento, al Mercosur de los servicios le falta acceso a los mercados 
        de la Argentina y del Brasil, y por lo que indica sobre la voluntad real 
        de profundizar el Mercosur, el año próximo brinda la oportunidad 
        de evidenciar en qué realmente se quiere avanzar. Se negociarán 
        los compromisos efectivos, en servicios y en compras gubernamentales. 
        Lo razonable es esperar que culminen en la Cumbre de Ushuaia. Si las negociaciones 
        terminan con compromisos significativos en sectores relevantes, y en un 
        acuerdo sobre compras gubernamentales, se estaría enviando una 
        señal clara a los mercados en el sentido que la enorme voluntad 
        política se traduce en reglas de juego cumplibles, tal como lo 
        indicó desde sus comienzos el Nafta. La palabra está sobre todo del lado de Brasil, por ser el mercado 
        relativamente más grande y más cerrado: Con su propuesta 
        negociadora pondrá en evidencia cuánto está dispuesto 
        a arriesgar, con el fin de lograr que el Mercosur sea una plataforma eficaz 
        para encarar las negociaciones con el ALCA y la Unión Europea. RiesgosUna reflexión al concluir 1997. Un riesgo serio del Mercosur sería 
        su deslizamiento hacia las viejas prácticas de la Aladi: compromisos 
        difusos fácilmente diferibles.
 Fue precisamente lo que se quiso revertir con el acto revolucionario 
        de la desgravación lineal, automática e irrevocable, que 
        se incorporó como núcleo duro del Tratado de Asunción. No sería positivo que el tratamiento de la cuestión de 
        los servicios, pudiera recordar más a la Aladi que al Mercosur 
        de los bienes. Se suele decir que no se puede pedir al Mercosur más 
        de lo que permiten las realidades de sus socios. Es la esencia del planteamiento 
        hiperpragmático. Sin embargo, es una afirmación debatible. La experiencia de 1990-91, cuando se creó el Mercosur, demuestra 
        que el liderazgo político combinado con la habilidad diplomática, 
        pueden generar una dinámica que termine transformando las realidades. Por el contrario, una actitud hiperpragmática a veces sólo 
        conduce a resultados como los que en su momento produjeron la Alalc y 
        la Aladi. |