| Manuel Marín redobló la apuesta. En la reunión del 
        World Economic Forum en San Pablo y al día siguiente de que se 
        anunciara la decisión de la administración Clinton de impulsar 
        el fast track, el vicepresidente de la Comisión Europea anunció 
        que la Unión Europea y el Mercosur se encaminan hacia la negociación 
        de un amplio acuerdo sobre comercio, inversiones y otras cuestiones de 
        interés común.  Marín señaló que el trabajo técnico ya ha 
        comenzado y que la Cumbre, prevista para el primer semestre de 1999, será 
        la ocasión para la adopción de una decisión política. 
        Enunció los pasos concretos que serán dados para culminar 
        en la Cumbre; en 1997 se ha iniciado la radiografía de las cuestiones 
        más sensitivas, incluyendo el análisis de los sectores económicos 
        relevantes; en 1998, durante la presidencia europea de Gran Bretaña 
        se solicitará el mandato para negociar, y en 1999, el acuerdo debería 
        recibir la aprobación política. Austria primero y luego 
        Alemania ejercerán la presidencia en el período culminante 
        de este proceso.  El mensaje del vicepresidente Marín fue recibido con una mezcla 
        de interés y de escepticismo. Empresarios del Mercosur tuvieron 
        presente las dificultades para entrar en el mercado europeo, especialmente 
        con alimentos. Se sabe además que existe una fuerte resistencia, 
        en algunos países europeos, a iniciar nuevas negociaciones de libre 
        comercio. En su reunión de Luxemburgo, en abril, el Consejo de 
        Asuntos Generales de la Unión Europea aprobó un informe 
        sobre política comercial y acuerdos preferenciales. Una lectura 
        estricta de su punto II, introduce legítimas dudas sobre el interés 
        de abrir negociaciones en aquellos casos en que ya no existiera mandato 
        otorgado. Se sabe que tal mandato aún no existe en el caso del 
        Mercosur. La redacción ambigua del informe puede estar reflejando 
        al posición de países que temen la reacción de sus 
        parlamentos ante una eventual negociación con el Mercosur, en la 
        que no podría dejarse de lado la cuestión agrícola. 
        El ministro de Economía de Austria se ocupó de recordar, 
        en la reunión de San Pablo, que es difícil convencer a los 
        parlamentos sobre la inclusión de la agricultura en este tipo de 
        negociaciones. Quizás ello explique que el acuerdo marco de Madrid, 
        firmado entre la Unión Europea y el Mercosur en diciembre de 1995, 
        aún no cuente con todas las aprobaciones parlamentarias en los 
        países europeos.  Habrá que empeñar mucha energía política 
        para lograr que el anuncio de Marín no sea el origen de una frustración. 
        Sin duda el claro mensaje sobre el futuro del ALCA presentado en San Pablo, 
        por Thomas F. McLarty III, consejero del presidente Clinton, tendrá 
        impacto en el Mercosur. Debería tenerlo también en Europa. 
        Sería un error serio que empresarios y gobiernos europeos apuesten 
        a que el farst track no será aprobado por el Congreso norteamericano. 
        El mensaje de McLarty no deja lugar a dudas: Clinton peleará por 
        su aprobación. Y cuando ha peleado ha ganado. McLarty fue bien 
        claro: los norteamericanos van a competir con los europeos en el Mercosur. 
        Los empresarios norteamericanos apuestan al éxito del Mercosur 
        y al fuerte crecimiento económico de las democracias del Sur de 
        las Américas. También las empresas europeas apuestan a tal 
        éxito. Lo demuestran con sus inversiones. Especialmente en energía, 
        transporte y logística, infraestructura física, telecomunicaciones 
        y alimentos. Un ALCA sin un acuerdo Unión Europea-Mercosur no los 
        favorece. Por ello el planteamiento audaz de Manuel Marín mercería 
        todo su apoyo. De ahí quizás que Marín anunciara 
        que la Comisión Europea tomaría iniciativas para promover 
        un foro empresario Euro-Mercosur, similar al que se ha organizado -con 
        su impulso y el de los gobiernos europeos- con el Asia en el ámbito 
        de la ASEM y al que se ha creado en el ámbito transatlántico, 
        con la participación de empresarios norteamericanos y europeos. 
        La presencia de empresas europeas con fuertes inversiones en la región, 
        junto con empresas del Mercosur, sería una garantía de que 
        tal foro se transformara en un ámbito apropiado para discutir ideas 
        concretas que faciliten el libre comercio y las inversiones entre ambas 
        regiones. Ellas serían luego procesadas por las instancias de negociación 
        gubernamental. Hay que tener en cuenta que el 70% de las inversiones directas 
        europeas en América latina están concentradas en el Mercosur, 
        y que en los últimos cinco años las importaciones del Mercosur 
        originadas en la Unión Europea crecieron un 22% anual. En tal sentido, 
        los planteamientos de Marín parecen interpretar los intereses de 
        muchos inversores europeos en el Mercosur. |