| El Mercosur conforma con la Unión Europea y Estados Unidos, incluyendo 
        el NAFTA, un triángulo natural de intereses económicos y 
        políticos. Es un triángulo con raíces históricas 
        y culturales. Tiene dimensión económica. Mil millones de 
        consumidores. En su ámbito se concentra más del 70% de los 
        flujos de comercio y de inversión de los países del Mercosur, 
        incluyendo a Chile y Bolivia. Se expresa crecientemente en estrategias 
        empresarias, como lo demuestran casos recientes; entre otros en los sectores 
        de las telecomunicaciones, del transporte aéreo y automotriz. A través de la historia esta realidad triangular natural ha estado 
        condicionada muchas veces por intereses contradictorios entre países 
        europeos - sobre todo Gran Bretaña y Francia - y Estados Unidos. 
        Incluso hoy, voces responsables vinculan la propuesta americana del ALCA 
        y las iniciativas europeas especialmente con el Mercosur, como expresión 
        de una agresiva competencia por los mercados emergentes del Sur de las 
        Américas. En Estados Unidos se utiliza el argumento de la presencia 
        europea para convencer al Congreso que apruebe el "fast track". 
        Y una Europa fuertemente atraída por otras prioridades, vuelve 
        a prestar atención al Mercosur cada vez que el ALCA parece más 
        próximo a su concreción. Es de interés del Mercosur y de sus socios el que esta relación 
        triangular esté signada por la cooperación y no por la rivalidad. 
        La diversificación de sus corrientes de comercio, de inversiones 
        y de tecnología, más aún su realidad étnica 
        y cultural, así lo requiere. Sería un error serio tanto 
        de los Estados Unidos como de la Unión Europea, ignorar este hecho 
        en sus respectivas estrategias de asociación con el Mercosur. No 
        lo puede ignorar el Mercosur a la hora de encarar sus múltiples 
        frentes de negociaciones comerciales externas. La agenda externa del Mercosur está adquiriendo creciente complejidad. 
        Lo ilustra el anuncio reciente de una posible zona de libre comercio con 
        Canadá. Su negociación se suma a las que aún deben 
        concluirse para conformar una red sudamericana de libre comercio a las 
        que se iniciarán en Santiago de Chile, en abril de 1998, para concretar 
        el ALCA y a las que son necesarias si es que le quiere dar contenido al 
        acuerdo de Madrid con la Unión Europea.  Se requiere entonces colocar cada negociación externa del Mercosur 
        en una perspectiva más amplia y sincerar los objetivos que se persiguen. 
        El punto de partida es la definición estratégica de economías 
        abiertas al mundo, como condición necesaria para la consolidación 
        de sociedades abiertas, competitivas, solidarias y democráticas. 
        Es la definición apropiada de países con intereses económicos 
        diversificados en todo el mundo y no concentrados en una sola región. 
        Ello explica que el interés primordial del Mercosur sea el fortalecimiento 
        de las disciplinas multilaterales de la Organización Mundial del 
        Comercio. Una nueva negociación multilateral en la OMC- la rueda 
        del milenio -parece ser el marco más conveniente para lograr mejores 
        accesos a los mercados globales y el disciplinamiento comercial creciente 
        de los grandes países. Este debería ser el mensaje claro que reciba el Presidente Clinton 
        en su próxima visita a la región. Es el mensaje a transmitir 
        a la Unión Europea. Nada de lo que se negocie con Estados Unidos 
        para el desarrollo del ALCA o con la Unión Europea, debería 
        debilitar el logro de tal objetivo multilateral. Por el contrario, el 
        Mercosur debería proponer tanto al NAFTA como a la Unión 
        Europea trabajar juntos para concretar una nueva rueda negociadora en 
        la OMC, comenzando por el fortalecimiento de su capacidad de monitorear 
        los acuerdos regionales, y por la definición de nuevas reglas de 
        juego en materia de competencia económica y de comercio agrícola. 
        Colocadas en tal perspectiva triangular, tanto las negociaciones del ALCA 
        como las transatlánticas con la Unión Europea, deberían 
        ser vistas como bloques de construcción de un sistema comercial 
        multilateral más eficaz. En el caso específico de las negociaciones del ALCA se requiere, 
        además, sincerar los objetivos. Lo que le ha ocurrido a Chile con 
        sus exportaciones de salmón a Estados Unidos, da una pauta de cuál 
        debe ser el objetivo prioritario que procure en ellas el Mercosur: conseguir 
        como lo han hecho Canadá primero y luego México, lo que 
        con razón se ha denominado un "seguro contra el proteccionismo" 
        en el acceso al mercado americano. Para ello es fundamental incluir como 
        objetivo central y explícito de la negociación, el establecimiento 
        de un mecanismo similar al del capítulo 19 del NAFTA, que prevé 
        una instancia de apelación ante la aplicación unilateral 
        de derechos antidumping y compensatorios. No sería suficiente un 
        mecanismo como el del capítulo 20. En función de tal objetivo 
        deberían dimensionarse las contrapartidas a brindar y que Estados 
        Unidos pudiera considerar suficientemente atractivas. Asimismo habría 
        que sincerar las diferenciaciones entre los compromisos del NAFTA y del 
        ALCA en servicios y compras gubernamentales. También es necesario sincerar al Mercosur, sobre su profundización 
        a la luz de las próximas negociaciones externas y sobre el "efecto 
        dilución" de su inserción en el ALCA. ¿Se negociará 
        en común sólo en aquellos campos en los cuales existen normas 
        comunes, por ejemplo en materia de bienes? No parecería lógico 
        negociar en común servicios y compras gubernamentales, si no se 
        aprueban antes compromisos dentro del Mercosur. Pero si no se negociaran 
        normas comunes en estos campos ¿no se estaría introduciendo 
        un elemento grave de debilitamiento del propio Mercosur? y ¿será 
        suficiente sostener que la naturaleza política del Mercosur es 
        diferente, para evitar su dilución en el ALCA una vez que por sus 
        efectos sus socios vayan perdiendo la preferencia que actualmente gozan 
        en el acceso a sus respectivos mercados? Ello implica sincerar también entre los socios del Mercosur el 
        debate sobre lo que diferencia a un socio pleno de un asociado - por ej. 
        Canadá -y de un tercer país no asociado. Sólo así 
        adquiriría todo su sentido el "efecto disciplina colectiva" 
        que implica un acuerdo de unión aduanera como el que formalmente 
        han adoptado, por propia voluntad, los socios plenos del Mercosur. Sería 
        grave que finalmente resultara que es lo mismo ser socio pleno que asociado, 
        o peor aún, ser un tercer país. Las relaciones entre el Mercosur y la Unión Europea también 
        deberían ser sinceradas. Para ello parece necesario trabajar mejor 
        dos dimensiones del relacionamiento recíproco, a fin de evitar 
        que el proceso iniciado en 1995 sea visto sólo como un ejercicio 
        retórico de relaciones públicas. La primera dimensión es la estratégica. Implica profundizar 
        visiones que pueden ser comunes entre las dos regiones. Varias sobresalen: 
        en primer lugar, la idea de un sistema político mundial equilibrado, 
        lejos de tentaciones antagónicas al unipolarismo o a la anarquía 
        internacional. En segundo lugar, la idea de trabajar juntos para consolidar 
        en ambas regiones un entorno favorable a la democracia y a la seguridad, 
        a la inversión productiva, a la cohesión social y a la competitividad 
        empresaria. En tercer lugar, la idea de fortalecer la OMC y sus disciplinas, 
        como marco para la necesaria solución de problemas de la actual 
        agenda bilateral, especialmente los de la agricultura y la agroindustria. 
        Las tres ideas necesariamente conducen a incluir explícita o implícitamente 
        a Estados Unidos en el diálogo interregional Euro-Mercosur. En 
        las tres es posible imaginar puntos de convergencia, aun conociendo las 
        diferencias que existen con respecto a la cuestión agrícola. 
        La segunda dimensión es la metodológica. Se ha planteado 
        la idea de una Cumbre Euro-Mercosur. Puede ser útil si es que de 
        ella pueda surgir una orientación estratégica y un plan 
        de trabajo con su respectivo calendario. Las Cumbres entre la Unión-Europea 
        y los países asiáticos brindan un modelo apropiado a seguir. 
        El proceso de preparación de la Cumbre debería ser incremental 
        y participativo. Debe ser incremental, pues sólo a través 
        de pasos limitados pero concretos, orientados hacia una dirección 
        estratégica, será posible construir una alianza interregional. 
        Debe ser participativo, pues sólo involucrando a empresarios, parlamentarios 
        y otros protagonistas sociales, es posible lograr que la iniciativa se 
        nutra de la realidad. En el desarrollo de un ámbito de cooperación en el triángulo 
        natural conformado por el Mercosur, el NAFTA y la Unión Europea, 
        es esencial la iniciativa y la participación activa del sector 
        empresario. Al igual que ha ocurrido en los ejes interregionales Europa-Estados 
        Unidos y Europa-Asia, un foro triangular de empresarios e inversores del 
        Mercosur, del Nafta y de la Unión Europea, podría ser el 
        marco apropiado para encarar un ejercicio que permita identificar y profundizar 
        intereses comunes en el campo del comercio y de las inversiones. Sería 
        un ejercicio de "diplomacia empresaria" del cual pueden surgir 
        propuestas superadoras de visiones antagónicas entre Estados Unidos 
        y la Unión Europea respecto al Mercosur. Propuestas que, por el 
        contrario, puedan transformar este triángulo natural en la piedra 
        angular del fortalecimiento de la OMC y de sus disciplinas para el comercio, 
        las inversiones y la competencia económica mundial. |