| El Mercosur es un proceso multidimensional, tal como lo  recordó el presidente Menem en su reciente artículo en La Nación. Tiene profundo  sentido político y cultural, y contenido económico y social. La idea es potenciar, no  sustituir, las identidades nacionales en un contexto de globalización de la  economía y la política mundiales. Es afirmar lo nacional en lo regional, dando  así una respuesta a la crisis de identidad planteada por la globalización. Su sentido estratégico es crear  condiciones regionales favorables a los procesos internos de cada país para  lograr la consolidación de los instituciones democráticas, la transformación  productiva, a la vez que una inserción competitiva en la economía global. El sentido estratégico permite  ordenar las prioridades operativas del Mercosur, las que no pueden derivar de  planteos teóricos ni ideológicos. Los compromisos concretos del  tratado se enhebran en función de su diseño estratégico y de la evolución de su  propia dinámica y, sobre todo, de las dinámicas internas de los procesos de  cambio de cada uno de sus socios. El ritmo y las intensidades del  Mercosur son las resultantes de las dinámicas mencionadas anteriormente. Es el sentido estratégico el que  permite encara y resolver las crisis lógicas de un proceso que no será nunca  lineal. Así ocurrió con la crisis automotriz, cuando los presidentes dieron  prioridad a la visión estratégica del Mercosur. Dimensión social El tratado tiene una profunda,  dimensión social. Es el hombre concreto su beneficio directo en la medida en  que la eficacia del proceso facilite políticas nacionales orientadas a un mayor  bienestar y a la realización personal de los ciudadanos. Es en este aspecto social en lo  que se plantean requerimientos concretos de información y explicación. La sustentabilidad del Mercosur  ante la opinión pública demandada una constante difusión y explicación a  productores, consumidores y trabajadores, sobre lo que realmente significa para  su vida diaria, y sobre los horizontes de oportunidad y desafíos que genera. La falta de información, de  transparencia y de participación significan un riesgo concreto en la opinión  pública el de transformar una esperanza , una ilusión de futuro mejor, en una  amenaza, una nueva fuente de incertidumbre y frustración. Quizá sea esta la  principal prioridad por atender por la dirigencia política frente a la opinión  pública con respecto al Mercosur. Debate nacional La importancia de los compromisos  asumidos en el Mercosur, en cuanto a su repercusión de largo plazo, justifica  profundizar un constante debate nacional sobre sus alcances, sus implicancias  prácticas, sus consecuencias positivas y eventualmente negativas, particularmente  desde la perspectiva del hombre concreto en las distintas regiones del país.  En tal debate debería ser central  la cuestión de los costos tanto del Mercosur como del no Mercosur. Plantear la  ilusión de un proceso de integración sin costos es una irresponsabilidad. Pero  también lo es el ocultar los costos de la no integración. Los costos implican,  a la vez, conciencia de su distribución y una ética de solidaridad social. Se debería lograr así una  participación responsable y consciente de todos los sectores sociales en la  definición de las estrategias del Mercosur y lo que más importantes aún, de las  estrategias del país en su conjunto, de sus sectores, de sus regiones incluso  de sus ciudades, para aprovechar las oportunidades planteadas a la Argentina por el  desarrollo del mercado común. Tales estrategias no pueden, ser  producto sólo de actos gubernamentales, ni menos de niveles burocráticos o  tecnocráticos. Por el contrario, si se quiere el Mercosur tenga un futuro  sólido y que este al abrigo de naturales crisis comerciales, sus estrategias y  decisiones tienen que ser la resultante de una participación activa y  consciente de toda la sociedad civil, por medio de sus instituciones y de su  liderazgo. Así se evitará que cada vez que se registre una crisis comercial en  su sector determinado, tienda ella a vivirse por la opinión pública como crisis  terminal. Lo afirmado es válido con  respecto a la preparación de las decisiones internas del Mercosur. Lo es más  aún con respecto a negociaciones externas como las que se han desarrollado este  año con Chile. El acuerdo de libre comercio debe  ser aprobado por los respectivos Congresos. Esto les da a los legisladores la  posibilidad de debatir en profundidad la dimensión externa del Mercosur y su  impacto futuro en las ventajas que ya el país ha obtenido con sus socios. La cumbre presidencial debería  impulsar al Mercosur de la opinión pública, para que en ella se sustente el  Mercosur de la producción y el comercio. Sin opinión pública favorable, el  mercado común puede fácilmente diluirse en sus contenidos. Es decir, puede  aladificarse. |