| La larga marcha hacia un mercado común  del Sur americano  Durante los últimos diez años  (1986-1995), la Argentina  y el Brasil, primero y luego, junto con el Paraguay y el Uruguay, han recorrido  una parte importante de lo que será una larga marcha hacia la integración de  sus economías en un amplio mercado común. En enero de 1995, se ha iniciado una  nueva fase de esa marcha con el establecimiento formal de la unión aduanera  prevista en el Tratado de Asunción (1991). Desde su origen la motivación política  ha sido entonces clara. La idea de trabajar juntas las dos grandes naciones del  sur americano, para crear un amplio espacio común de democracia y de modernización  económica, se encarna luego en los entendimientos entre los gobiernos de los  Presidentes Alfonsín y Sarney -Declaración de Iguazú (1985) y Programa de  Integración y Cooperación entre la   Argentina y el Brasil (PICAB) (1986)- y entre los Presidentes  Menem y Collor de Meló, continuados con el Presidente Itamar Franco que dan  lugar, a partir del Acta de Buenos Aires (1990), al Acuerdo de Complementación  Económica -ACE 14-(1990) y finalmente, a la creación del Mercosur (1991), ya con  la participación del Paraguay y del Uruguay. Los resultados alcanzados 
        
        a. El  comercio recíproco entre la   Argentina y el Brasil, se multiplicó por ocho 1985 y 1994, y  el intra-Mercosur, se duplicó entre 1991 y 1994; b.  En el caso de la Argentina el intercambio  con el Mercosur ha alcanzado en 1994  un 25% de su intercambio global, cuando al comienzo en 1985 era de sólo el 11%;  en el caso del Brasil el intercambio  con el Mercosur alcanzó un 12% del total, siendo de sólo 4% cuando  comenzó el proceso; c. Se  han eliminado los gravámenes aplicados al comercio recíproco, salvo para un  reducido número de productos incluidos en las listas de adecuación final al  programa de liberación comercial, los que estarán completamente desgravados en  1999 (en el caso de la   Argentina y el Brasil), y para los sectores automotriz y  azucarero, que mantienen aún un régimen especial; también se han eliminado la  mayoría de las restricciones no arancelarias; d. Se ha establecido la unión aduanera con un  arancel externo común ya aplicable a una parte sustancial de los productos de la nomenclatura y con un número  limitado de productos incluidos en  listas de excepción, pero con una convergencia programada hacia el AEC en un  plazo de cuatro años. También se han previsto regímenes de convergencia especial para los bienes de capital,  y los de informática y telecomunicaciones; e.  Un  número creciente de empresas está invirtiendo y se está organizando para competir  en el mercado ampliado, asumiendo como un hecho la irreversibilidad de la  integración económica. En muchos casos se trata de empresas medianas y  pequeñas, que han entablado alianzas estratégicas, incluso transfronterizas,  para producir para el área Mercosur (Embajada Argentina en Brasil, 1994). f.  Ha  aumentado la credibilidad, tanto en los socios como en el plano internacional,  en que a pesar de muchos fracasos anteriores, esta vez es factible que los  objetivos del Mercosur se logren. A pesar de las dificultades enfrentadas,  en ningún momento los socios perdieron la afinidad derivada de la existencia de  objetivos y valores compartidos. El pacto de integración se mantuvo pues los  socios se percibían con similitudes básicas ("like-minded  countries"), tanto en cuestiones fundamentales de la vida política -afirmación  de la democracia- como de la vida económica -necesidad de lograr una liberación  de energías productivas privadas, a fin de superar la obsolescencia  tecnológica, en base a la apertura y desregulación de las respectivas  economías. La metodología empleada para integrar los mercados durante el  período de transición del Mercosur, fue heterodoxa y sumamente práctica. Se introdujo  un solo elemento no negociable, que fue el programa de liberación comercial. Su  carácter automático permitió sortear las presiones proteccionistas que,  siguiendo la vieja práctica de la   ALAC-ALADI, buscaban superar dificultades de adaptación a las  nuevas condiciones de competitividad creadas por la apertura al comercio  intra-regional, a través de la prórroga de plazos. Pero dentro de la rigidez  del programa de liberación comercial, los socios demostraron un gran sentido  práctico, aceptando con flexibilidad medidas que fueron necesarias para  contrarrestar, los efectos de asimetrías macroeconómicas, como lo puso de  manifiesto, por ejemplo, la actitud del Brasil de aceptar en 1992 el aumento de  la tasa de estadística de la   Argentina -que según el Tratado de Asunción no podría haber  superado el 3%-, y la actitud de la Argentina de no presionar -durante los meses  críticos de alta inflación en el Brasil, entre mediados de 1992 y mediados de 1994-  para correlacionar la apertura comercial recíproca con avances en el campo de  coordinación de las políticas macroeconómicas. El inicio de la nueva etapa del Mercosur  La nueva etapa del Mercosur se inició en  enero de 1995, con una mezcla de signos auspiciosos y de nuevas dificultades. Signos auspiciosos han sido, por un  lado, el hecho que se cumplieran con los  objetivos de la etapa de transición, en cuanto a la apertura del  comercio intraregional y al establecimiento  de la unión aduanera, y por el otro, el que la economía mundial ha  entado en un período de crecimiento, que se manifiesta en el aumento del  comercio mundial durante 1994 y en las expectativas de crecimiento de las  economías más industrializadas. Nuevas dificultades derivan a su vez,  por un lado, del impacto que ha tenido en las economías de la Argentina y del Brasil,  la reversión de los flujos de financiamiento externo hacia. la región, puesto  de manifiesto a partir de la devaluación del peso mexicano, en diciembre de  1994, y por el otro, de las complejidades propias de la necesidad de profundizar  la disciplina económica y comercial entre los socios, consecuencia lógica del  establecimiento de la unión aduanera.  En el primer cuatrimestre de 1995, el  llamado "efecto tequila" se manifiesta en el funcionamiento del  Mercosur, acentuando el pragmatismo en relación al arancel externo común y sus  eventuales modificaciones, y acentuando el reflejo ya manifiesto en la etapa de  transición, de contemplar los requerimientos coyunturales de las respectivas  políticas económicas. Frente a la crisis financiera una vez más los gobiernos evidencian  que el Mercosur sólo es viable en la medida que sea la consecuencia de los  esfuerzos internos por estabilizar las economías nacionales. Pero los  acontecimientos de los cuatro primeros meses del año, también permiten  evidenciar que la llamada "marca Mercosur", contribuye a diferenciar  las realidades económicas y políticas del sur americano de las de México,  erosionando los fundamentos de la percepción externa de una realidad  latinoamericana homogénea.  Dos serán los ejes centrales de la  construcción del Mercosur en la nueva etapa. Ambos tienen una directa relación  con la cuestión central que nos preocupa, que es el de las relaciones entre la Unión Europea y el  Mercosur. El primer eje es el de la consolidación  de lo ya adquirido y el de su profundización. El segundo eje es el de la proyección  internacional del Mercosur. La proyección internacional del Mercosur El acceso fluido y garantizado a un  mercado de doscientos millones de consumidores no sería suficiente para el  esfuerzo de competitividad global de las empresas que operan en el Mercosur. Tampoco lo es para atraer  inversores y competidores globales. La idea central  debería ser la de ir creando, a través de sucesivos círculos  concéntricos, un "hábitat" de competitividad sistémica y sector cada  vez más amplio, en beneficio de la transformación productiva y de la  competitividad para las empresas que operan -o desean operar- a escala global  y regional,  desde los mercados de los respectivos socios. En tal perspectiva  la agenda para la proyección internacional del Mercosur, será en los próximos años  muy amplia.  Una primera prioridad es la de asegurar que los acuerdos de la Rueda Uruguay  penetren efectivamente en la realidad. Siendo los socios principales del Mercosur  "global traders", con intereses comerciales muy diversificados (Thorstensen,  1994), el escenario óptimo sería el de una consolidación de la Organización Mundial  del Comercio (OMC) como eje de un amplio proceso de liberación del comercio mundial y de  eliminación de las restricciones al acceso a los mercados, especialmente de  aquellas que afectan al comercio de productos agrícolas y las que resultan de las  medidas discriminatorias  unilaterales que pueden aplicar más fácilmente los países con mayores  mercados. El apoyo a la OMC,  incluyendo  su nuevo mecanismo de solución de controversias, es entonces vital para los  socios del Mercosur. También lo es lograr un disciplina-miento colectivo de los  múltiples acuerdos preferenciales regionales -incluyendo por cierto al NAFTA, la Unión Europea y al  propio Mercosur-.  Una segunda  prioridad, es la de la ampliar el espacio económico abierto por el  Mercosur a las otras naciones sudamericanas pertenecientes a la ALADI, a partir de la propuesta que  originalmente planteara el Brasil, de un área sudamericana de libre comercio.  Antes de julio de 1995 se habrán concluido los acuerdos de libre comercio entre el Mercosur y Bolivia,  Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, permitiendo una  extensión de la preferencia intra-Mercosur a una parte sustancial del comercio  recíproco. Un capítulo especial lo constituye el de la negociación con Chile, en la medida que la idea sea la de  ir más allá de una zona de libre comercio,  estableciendo un vínculo asociativo formal más estrecho. El escenario óptimo  sería el de la incorporación plena de  Chile al Mercosur. Esta fue siempre la idea  de los cuatro socios. Este debería ser el resultado natural de la  asociación de Chile al Mercosur. Una tercera  prioridad la constituye la vinculación con los espacios económicos  integrados del mundo industrializado, comenzando por el NAFTA y la Unión Europea, y  luego el Japón y el Sudeste Asiático. Con estas áreas el Mercosur tiene concentrado la  mitad de su comercio exterior. Y es con estas áreas en las que se  concentran los flujos de capital y de tecnología. |