| Los acuerdos de libre comercio e integración económica 
        tienen sentido práctico en la medida en que se cumplan. Se cumplen 
        si sus reglas de juego demuestran ser efectivas, es decir, si penetran 
        en la realidad. Es la gran lección de la integración europea. 
        Sólo así los inversores las tornarán en serio. Sólo 
        así pueden ser señales al mercado que induzcan comportamientos 
        empresarios. De ahora, en adelante el verdadero test del Mercosur será 
        responder a la pregunta: ¿es que somos realmente doscientos millones 
        de consumidores? ¿O es que por el contrario, el acceso a los respectivos 
        mercados continúa afectado por el virus de la precariedad, que 
        hace que comportamientos discrecionales de cada socio limiten o anulen 
        las ventajas prometidas de un gran espacio económico? No es una 
        cuestión académica: es de la esencia política de 
        la integración económica, especialmente si se trata de países 
        con diferencias apreciables en los tamaños de sus mercados. De allí que también en la Cumbre de Miami sea necesario 
        efectuar progresos sustanciales, en el compromiso de los países 
        hemisféricos a cumplir lo pactado en materia de apertura de sus 
        respectivos mercados. Una forma práctica de avanzar en la materia 
        será acordar mecanismos eficaces para la solución de controversias 
        que puedan originarse, especialmente, en actos unilaterales de un gobierno 
        que otro pueda considerar que es contrario a lo pactado. Para ser realistas, 
        estos avances deberían ser concretados en el marco más restringido 
        de los acuerdos de consulta sobre comercio e inversiones, como el "4 
        + 1" vigente, pero muy poco utilizado en la práctica -a pesar 
        de su enorme potencial- entre los Estados Unidos y el Mercosur. Mucho 
        de lo que la Argentina aspira a lograr en Miami ya había sido obtenido 
        en el citado acuerdo, como lo demuestra entre otras, la cláusula 
        21 en la parte declarativa, así como el mecanismo de consulta establecido 
        para ser aplicado frente a problemas comerciales concretos. Otro resultado importante sería el constatar, al más alto 
        nivel político, que en materia de integración económica 
        y de libre comercio no existe un modelo único de validez universal 
        o hemisférica. Tanto el NAFTA como el Mercosur responden en sus 
        metodologías a realidades específicas de los países 
        asociados. Comparten el enfoque estratégico construido a través 
        de la agregación de mercados, un "hábitat" favorable 
        a la competitividad global de sus empresas. Pero en cuanto a los instrumentos 
        y a los mecanismos que se utilizan, así como a los ritmos de avance, 
        ellos tienen en cada caso características propias. Sólo 
        debe requerirse su compatibilidad con los compromisos asumidos en el marco 
        del GATT, pero no imponerse la idea de un modelo único al cual 
        deban ajustarse los países del hemisferio. También debe lograrse la reafirmación explícita 
        de que todos estos esfuerzos de libre comercio e integración que 
        se desarrollan en el hemisferio, deben ser no sólo compatibles 
        con el GATT, sino contribuir además a su decisivo fortalecimiento 
        en el marco más amplio de los acuerdos alcanzados en la Rueda Uruguay 
        y de la puesta en funcionamiento de la Organización Mundial del 
        Comercio. Los países del Mercosur, en especial la Argentina y el 
        Brasil, como, global traders tienen sus intereses estratégicos 
        vinculados con la apertura de todos los mercados mundiales y con el desarrollo 
        de una efectiva disciplina comercial colectiva a escala global, que limite 
        las tendencias proteccionistas, así como la aplicación unilateral 
        de políticas comerciales discriminatorias. Son estos intereses 
        comerciales globales los que explican que los países del Mercosur 
        no sólo no pueden encerrarse en su limitada geografía, sino 
        que tampoco pueden quedar limitados al espacio económico hemisférico. 
        Por el contrario, negociar acuerdos abiertos y permeables, que brinden 
        seguridad y fluidez a sus relaciones económicas y comerciales con 
        el este asiático, la Unión Europea y el NAFTA, es de vital 
        importancia para el Mercosur. En esta perspectiva deben colocarse los 
        importantes avances que se espera lograr en el plano hemisférico. Pero en materia de comercio e integración, lo más importante 
        de la Cumbre hemisférica debe ser la definición de pasos 
        concretos para continuar avanzando hacia el libre comercio en base a los 
        esfuerzos subregionales ya encarados. Los mercados deben percibir, en 
        el campo comercial y de las inversiones, que se ha iniciado un proceso, 
        que a través de pasos concretos que se adopten en el corto plazo 
        conducirá, en un mediano y largo plazo, a la conformación 
        de un amplio espacio hemisférico de libre comercio.  Los pasos inmediatos, expresados en calendarios de trabajo, deberían: 
        conducir a la adopción de criterios y mecanismos que faciliten 
        la compatibilización de los distintos acuerdos de libre comercio 
        e integración actualmente en curso, de manera de constituir una 
        densa red de acuerdos abiertos y permeables que, sumados, aseguren a los 
        operadores económicos una gran certeza sobre la aplicación 
        efectiva de las reglas de juego y una gran fluidez en el acceso a los 
        respectivos mercados. Erradicar la precariedad en el acceso a los mercados 
        debería ser uno de los objetivos centrales de un plan de acción 
        inmediata que surja de Miami. Es precisamente esta idea de una red de acuerdos de libre comercio e 
        integración efectivos abiertos y permeables, vinculados entre sí 
        por acuerdos interregionales, lo que debe interesar a nuestro país 
        en función de su estrategia de inserción múltiple 
        en la economía global. Las cumbres de Miami, de Essen (con respecto 
        al acuerdo con la Unión Europea) y de Ouro Preto, deben traducirse 
        en pasos firmes en esa dirección. En ningún caso deberían 
        ellos dar lugar a carriles exclusivos y excluyentes. |