| Introducción Este informe tiene dos objetivos principales. El primero es trazar un 
        perfil del momento por el que atraviesan las relaciones entre los países 
        del Sur de las Américas. El segundo es resaltar la contribución 
        a la consolidación de dichas relaciones y al conocimiento recíproco 
        que puede resultar de la interacción entre los medios académico, 
        político y diplomático. Por cierto, los organizadores y 
        participantes hemos partido del supuesto de que el diálogo, basado 
        en la identificación y aceptación de las semejanzas y diferencias, 
        constituye un instrumento clave para consolidar las relaciones fructíferas 
        que hoy prevalecen entre los países del Sur de las Américas.
 Los textos aquí reunidos sintetizan las principales ideas y opiniones 
        presentadas en el Seminario "El Sur de las Américas en un 
        mundo en transición: escenarios y políticas". La reunión, 
        fue organizada conjuntamente por FLACSO/Argentina y por FOROSUR en Buenos 
        Aires los días 11 y 12 de septiembre de 1994.
 El Seminario transcurrió en tres secciones: "La economía 
        mundial: opciones de inserción nacional y regional"; "La 
        seguridad mundial: identificación de amenazas, percepciones nacionales 
        y alternativas regionales" y "Escenarios, globales y opciones 
        de política exterior". En cada caso se procuró identificar 
        los puntos de consenso y disenso que marcan el ritmo de las relaciones 
        entre los tres países.
 Tanto en el seminario como en la síntesis realizada en esta publicación 
        el objeto central de atención fue la dimensión externa de 
        las realidades nacionales. Naturalmente, en la medida que estas últimas 
        están condicionadas por los avances y obstáculos que enfrenta 
        el proceso de integración regional, los temas "intermésticos" 
        de la agenda han pasado a ocupar un lugar cada vez más relevante. 
        No obstante, se procuró evitar una atención desmesurada 
        a las problemáticas internas de cada país o a la agenda 
        global per se. La preocupación del seminario fue la de indagar 
        el impacto de las cuestiones globales sobre la agenda sub-regional.
 A lo largo del proceso de concepción y realización del 
        encuentro, los organizadores se convencieron de que esta reunión 
        debía inaugurar una práctica regular de congregación 
        de actores estatales y privados interesados en las relaciones intra-regionales 
        en cada uno de los tres países representados. La profundización 
        del proceso de integración subregional y su potencial ampliación 
        a otros socios "naturales" anticipan dos fenómenos. Por 
        un lado, la emergencia de una agenda inter-gubernamental cada vez más 
        densa con su correlato de negociaciones de creciente complejidad y conflictividad. 
        Por el otro, el requerimiento de que los actores privados de cada uno 
        de los países miembros intensifiquen su aporte a la identificación, 
        esclarecimiento y desarrollo de consensos en algunos de los principales 
        temas de esa agenda.
 El espíritu de la reunión fue, precisamente, el de constituir 
        un ámbito en el que se enfoquen sin prejuicios los dilemas de política 
        que surgen de las diferentes percepciones nacionales sobre temas clave 
        de la agenda global y subregional. Su tratamiento explícito es 
        la mejor contribución a un debate más transparente que ayude 
        a la construcción de consensos y a la identificación de 
        alternativas de política. El encuentro procuró dar un primer 
        paso en un proceso que se concibe como permanente.
 El año 1995 es clave para los países de la subregión. 
        La conclusión de la etapa de transición del Mercosur torna 
        a esta iniciativa en un compromiso de largo plazo para sus estados miembros. 
        Por otra parte, en 1995 se inician tres nuevos gobiernos: el de Fernando 
        Henrique Cardoso en Brasil, el de Julio María Sanguinetti en Uruguay, 
        y el que será elegido en el mes de mayo en Argentina. El año 
        1995 también es decisivo para dar mayor sustancia política 
        y económica a las relaciones de Chile con el Mercosur.
 Frente a este panorama de cambios y desafíos, la continuidad de 
        la iniciativa de FLACSO/Argentina y FOROSUR -de forma abierta a la cooperación 
        de otras entidades e instituciones de la región- aparece como un 
        instrumento de profundización y enriquecimiento del diálogo 
        entre los actores públicos y privados de la región. El Mercosur y la economía mundial: Opciones de inserciónRoberto Bouzas, Marcílio Marques, Moreira Patricio Meller, 
        Félix Peña
 El proceso de negociación en curso en el ámbito del Mercosur 
        está siendo un paso decisivo hacia la constitución de la 
        unión aduanera subregional. A pesar de los aspectos pendientes, 
        los compromisos asumidos están aventando el fantasma de un retroceso 
        en el proceso de integración. Como indica la experiencia, todo 
        proceso de liberalización o integración regional que no 
        avanza acaba en los hechos retrocediendo bajo la influencia de los intereses 
        particulares.
 La constitución de la unión aduanera desde el 1 de enero 
        de 1995 ha planteado la inminente caducidad de los acuerdos preferenciales 
        bilaterales de todos sus países miembros, lo que ahora ocurrirá 
        a mediados de 1995. Esto ha colocado en la agenda inmediata la renegociación 
        de dichos acuerdos y el diseño de mecanismos de vinculación 
        preferencial del agrupamiento con países de extrazona. En el caso 
        de Chile esta cuestión tiene particular importancia por la intensidad 
        que han adquirido los flujos de comercio e inversión entre nuestros 
        países y por la percepción de que existe una sociedad "natural" 
        entre Chile y los miembros del Mercosur.
 El panel analizó la vinculación entre el contexto internacional, 
        el proceso de regionalización en el sur de las Américas 
        y las demandas internas. El análisis giró n torno a tres 
        ejes, a saber: i) la identificación de las principales características 
        del escenario económico internacional de mediano plazo y sus implicaciones 
        para los países de la subregión; ii) las alternativas de 
        política vis-a-vis esos escenarios y la contribución del 
        ámbito subregional en el marco de dichas alternativas; y iii) la 
        revisión de algunos temas concretos de la agenda subregional. Seis tendencias/seis desafíos En el escenario económico internacional se destacan seis tendencias 
        que definen el contexto dentro del cual los países de la subregión 
        deben definir su estrategia de inserción económica externa. 
        La primera es el dislocamiento del centro de gravedad de la economía 
        internacional desde el Atlántico hacia el Pacífico y el 
        aumento en la importancia relativa del Sur frente al Norte. Desde hace 
        ya más de una década las economías de la cuenca del 
        Pacífico han contribuido con una proporción creciente de 
        las transacciones económicas internacionales. Del mismo modo, desde 
        principios de los noventa las economías en desarrollo, incluyendo 
        los países de América Latina, experimentaron una aceleración 
        en el ritmo de crecimiento económico.
 La segunda tendencia es el acortamiento del tiempo histórico y 
        la reducción del significado económico de las distancias 
        físicas, facilitados por el acelerado progreso científico 
        y tecnológico. Los avances en estos campos han revolucionado los 
        conceptos de tiempo y espacio, así como su significación 
        económica.
 La tercer tendencia es el predominio de la "economía de la 
        información". El conocimiento ha pasado a constituir un insumo 
        clave en el proceso de producción, tornando más difusa la 
        distinción tradicional entre bienes y servicios. Parte de esta 
        tendencia se refleja en el mayor dinamismo de los movimientos financieros 
        transfronterizos en relación al comercio internacional de bienes. 
        La importancia creciente de la economía de la información 
        como fuente de competitividad se combina con los atributos nacionales 
        específicos de cada país (como la disponibilidad de materias 
        primas y mano de obra calificada) en el proceso de creación de 
        ventajas comparativas.
 La cuarta tendencia es la crisis de los paradigmas políticos. 
        Si bien el colapso del comunismo y el fracaso de las experiencias de planificación 
        centralizada hablan por sí mismas, estas tendencias no se han acompañado 
        de la emergencia de una visión de mundo "vencedora". 
        Cada una de las "variedades" de capitalismo (norteamericano, 
        japonés y europeo) enfrenta sus propios dilemas internos y sus 
        diferentes patrones de organización institucional plantean obstáculos 
        a una integración "profunda". Los paradigmas que orientaron 
        las políticas nacionales de los países en desarrollo (incluyendo 
        los de América Latina) también se desactualizaron, sin que 
        los dilemas del desarrollo hayan recibido respuesta adecuada.
 La quinta tendencia es el surgimiento de nuevos y diversos actores en 
        un escenario en el que la economía es cada vez menos "internacional" 
        y más "global". En el plano político este hecho 
        lo ilustra el desgarramiento del Estado nación entre las tendencias 
        a la "globalización" que diluyen la efectividad de sus 
        políticas y la creciente demanda de autonomía por parte 
        de unidades políticas menores, como las regiones y los municipios. 
        En el plano económico son fenómenos equivalentes el surgimiento 
        de los llamados "competidores globales" y el rol creciente de 
        la "titulización" vis-a-vis la intermediación 
        financiera tradicional.
 Finalmente, la sexta tendencia con las presiones encontradas a la globalización 
        y a la segmentación de la economía mundial. La primera habla 
        por sí misma: la conclusión de la Ronda Uruguay de negociaciones 
        comerciales multilaterales ha sido un alentador paso en esa dirección. 
        Sin embargo, este proceso convive con fuertes tendencias a la fragmentación 
        en un contexto donde la multipolaridad económica ha reemplazado 
        la bipolaridad política.
 Esta dificultad para avanzar en la agenda de integración "profunda" 
        sobre bases multilaterales ha dado lugar a la proliferación de 
        acuerdos regionales discriminatorios en un incierto equilibrio entre ambos 
        procesos. Conciliar necesidades internas y posibilidades externas El proceso de integración subregional es un instrumento que debe 
        contribuir a conciliar las necesidades internas con las posibilidades 
        externas. Las primeras se manifiestan de manera común en al menos 
        tres campos, a saber: i) la consolidación de la democracia; ii) 
        la transformación productiva a través de la incorporación 
        de progreso técnico en un contexto de mayor equidad social; y iii) 
        la mejora en las condiciones de inserción en la economía 
        mundial, partiendo de su caracterización común como "global 
        traders" tecnológicamente obsoletos.
 Desde un punto de vista práctico estas demandas se expresan en 
        dos necesidades económicas compartidas. Por una parte, la obtención 
        de fluidez en el acceso a los mercados regionales y globales. Por la otra, 
        en la atracción de inversión extranjera que aporte progreso 
        técnico, incluyendo tecnologías organizativas. Estas necesidades económicas compartidas se fortalecen en un contexto 
        en donde prevalecen tres tendencias superpuestas, a saber: i) un movimiento 
        hacia el regionalismo; ii) un proteccionismo de carácter puntual 
        y móvil; y iii) un futuro incierto para el multilateralismo institucionalizado. 
        La resultante de estas tres tendencias desde el punto de vista de la organización 
        de la actividad de los agentes económicos son los "competidores 
        globales" y las "redes regionales de producción". La contribución potencial del espacio regional a la conciliación 
        de las necesidades internas con las posibilidades externas puede ser múltiple. 
        Por una parte, la mayor dimensión del mercado podrá mejorar 
        la capacidad de atraer inversiones y de negociar el acceso a terceros 
        mercados. Por el otro, la especialización y racionalización 
        producida por el proceso de integración permitirá mejorar 
        las condiciones de competencia de cada economía nacional. Adicionalmente, 
        el proceso de integración subregional puede jugar un rol positivo 
        en la consolidación y estabilización de las reformas económicas 
        y la política comercial. Pero el éxito de las políticas de integración no 
        es independiente de la calidad de la articulación de las agendas 
        internas y externas de cada uno de los países miembros. Sin embargo, 
        el imperativo del realismo y la flexibilidad no deberán desvirtuar 
        el proceso de integración o desacelerar su ritmo significativamente. 
        La búsqueda de flexibilidad debe, por consiguiente, ser compatible 
        con compromisos temporales de aplicación automática. Chile y el MERCOSUR: algunos interrogantes A diferencia del resto de los países de la subregión, Chile 
        tiene una economía abierta altamente dependiente del comercio exterior. 
        Esto se refleja en el rol decisivo como motor del crecimiento que desempeñaron 
        las exportaciones en la última década. Para Chile, por consiguiente, 
        la adaptación de su estrategia comercial al aumento continuado 
        de las exportaciones constituye un objetivo clave de política. Tres elementos caracterizan la estrategia comercial chilena de los últimos 
        años, a saber: i) la apertura comercial unilateral (previa a la 
        que se llevó a cabo en el resto de América Latina); ii) 
        la diversificación de los mercados de exportación; y iii) 
        la penetración de "nichos" de mercado facilitada por 
        ser un país "pequeño". No hay duda de que una 
        vinculación mas intensa con el Mercosur implicaría cambios 
        en esta estrategia. Por ello, cualquier evaluación de los incentivos 
        de Chile para participar más activamente del proceso de integración 
        subregional debe identificar las razones que justifican el cambio de una 
        estrategia que, a juzgar por el crecimiento de las exportaciones en el 
        pasado, ha tenido éxito. Algunos de los argumentos a favor de una vinculación más 
        estrecha subrayan los cambios que se han producido tanto en algunos supuestos 
        subyacentes en el modelo exportador chileno como en el contexto internacional. 
        Uno de ellos es la revalorización de los acuerdos de libre comercio 
        como instrumentos para mejorar el acceso a los mercados. Adicionalmente, 
        en la medida que Chile ya no es tan "chico" en ciertos mercados, 
        se ha vuelto susceptible a la aplicación de medidas (le protección 
        y represalias. En este sentido, la ampliación del mercado permitiría 
        aumentar la capacidad de retorsión. Otros factores que abonan una 
        vinculación más estrecha de Chile con el Mercosur es la 
        composición de las exportaciones chilenas a la subregión 
        y las ventajas potenciales de la vecindad geográfica y la distancia 
        que separa a la región del resto del mundo. De hecho, el incremento 
        en las inversiones chilenas en la subregión en los últimos 
        años es un indicador del interés del sector privado por 
        asegurarse un rol activo en el mercado ampliado.
 Sin embargo, no se desconocieron los obstáculos que existen para 
        una vinculación mas estrecha de Chile al Mercosur. En función 
        de ello se subrayó la existencia de distintas vías para 
        incrementar los vínculos económicos del Mercosur con Chile, 
        tales como acuerdos sectoriales. Sin embargo, quedó de manifiesto 
        la preferencia de los miembros del Mercosur de que tal vínculo 
        se exprese a través de una incorporación a la unión 
        aduanera. Si bien la cuestión no es ajena a la relación 
        intra-Mercosur, en el caso de los vínculos con Chile los dilemas 
        sobre el carácter de los instrumentos a adoptarse aparece más 
        nítidamente. Conclusiones Durante la discusión se enfatizó la importancia del desarrollo 
        de la infraestructura subregional de comunicaciones y transportes, ya 
        que su ausencia elimina en la práctica las ventajas de la ampliación 
        del mercado. Se enfatizó la necesidad de integrar la infraestructura 
        energética, así como de transportes y comunicaciones.
 Debido a las peculiaridades de los países de la subregión, 
        se subrayó la necesidad de vincular el proceso de integración 
        con las agendas nacionales, prestando especial atención a los problemas 
        sociales y sectoriales. Se destacó la necesaria convergencia que 
        debe existir entre el proceso de integración y las políticas 
        nacionales, en una concepción donde el primero debe crear sinergias 
        positivas con las políticas internas.
 La inversión extranjera directa en la subregión fue objeto 
        de particular atención, remarcándose el dinamismo que ésta 
        ha tenido en los últimos años. Además del proceso 
        de privatizaciones que ha adquirido importancia para algunos países, 
        la ampliación del mercado subregional ha constituido un fuerte 
        incentivo para la radicación de capital extranjero. Se subrayó 
        el papel de los flujos intra-regionales de inversión directa, los 
        que han promovido relaciones de interdependencia más profundas 
        entre las economías y los sectores privados de los países 
        de la región.
 La cuestión tecnológica también fue abordada en 
        el marco de la necesidad de incrementar la competitividad externa de la 
        producción regional. Se destacó el bajo nivel de gasto en 
        investigación y desarrollo que se realiza en los países 
        de la subregión, el que se acompaña de una muy modesta inversión 
        en capital humano.  Sobre este tema se subrayó la falsa dicotomía entre incentivar 
        el desarrollo científico y tecnológico endógeno e 
        importarlo desde el exterior. Se hizo hincapié en el hecho de que 
        la experiencia de Chile demuestra que actividades de contenido tecnológico 
        aparentemente bajo demandan una densidad de capital humano más 
        elevada de la que se hubiera esperado. Esta cuestión adquiere particular 
        relevancia en el caso de países con una fuerte base de recursos 
        naturales, como son todos los de la subregión.
 En el balance final de la sesión destacan dos conclusiones. Por 
        una parte, la necesidad de hacer un análisis más puntual 
        de la agenda de negociaciones económicas intra-Mercosur. En este 
        sentido, la noción de flexibilidad -frecuentemente referida a lo 
        largo del encuentro- debe ser dotada de contenido preciso, a riesgo de 
        vaciarla de utilidad práctica y convertirla en una simple justificación 
        de pragmatismo. Por la otra, el proceso de ampliación del Mercosur 
        y en particular de asociación con Chile, abre un amplio conjunto 
        ele cuestiones vinculadas a temas tales como las formas más idóneas 
        de ampliación (unión aduanera, área de libre comercio, 
        acuerdos sectoriales) o el desarrollo de instituciones y mecanismos para 
        la negociación.
 Dentro de este contexto, apareció como fundamental que el Mercosur 
        se consolide políticamente. Las negociaciones previstas con la 
        Unión Europea, la necesidad de establecer una agenda más 
        específica con Estados Unidos, la definición de reglas de 
        juego que se ajusten a la "prudente" estrategia chilena y la 
        compleja tarea de lograr nuevos acuerdos con los restantes miembros de 
        ALADI constituyen desafíos que imponen un alto nivel de convergencia 
        entre los Estados miembros del Mercosur. La experiencia de los últimos 
        meses de la etapa de transición, más allá de revelar 
        flexibilidad y voluntad política, muestran que el Mercosur es una 
        asociación económico-comercial plenamente viable en el ámbito 
        regional. No obstante, la etapa de consolidación que sigue -por 
        tratarse de un proceso de integración abierto- estará condicionada 
        por su capacidad para adecuarse a las presiones y contradicciones que 
        se manifiesten en el ámbito de la economía mundial. Por 
        último, evitar una excesiva politización en los debates 
        internos e intraregionales que acompañarán la etapa de consolidación 
        del Mercosur constituye una tarea conjunta de las esferas gubernamental, 
        política y académica. |