| No se perciben razones para otro resultado que no sea el del éxito 
        de la cumbre del Mercosur de esta semana. Las condiciones aparecen como 
        óptimas. La visita de Ricúpero y el encuentro de Lujan han 
        contribuido decisivamente a ellas. Ha predominado la visión estratégica 
        y el sentido histórico, propio de los verdaderos estadistas. El Mercosur ha sido la propuesta más visionaria e inteligente 
        de nuestra política exterior en los últimos años. 
        Es una propuesta que todos los sectores políticos y empresarios 
        han apoyado. La Gazeta Mercantil, en una editorial reciente, constata 
        lo mismo para el Brasil. Todos los candidatos ' presidenciales' brasileños 
        apoyan su consolidación. Sólo hay diferencias instrumentales 
        y a veces de ritmo. Transcurrida la etapa de transición, debe ser 
        ahora confirmada y puesta en marcha. El presidente Menem y su entonces canciller Domingo Cavallo fueron quienes 
        lanzaron la idea del Mercosur en 1990. La propuesta fue un audaz salto 
        adelante con respecto a lo mucho que se había avanzado, a nivel 
        bilateral, por el impulso de Alfonsin y Sarney. Brasil acogió la 
        idea con una mezcla de prudencia reflejo de lo que habían sido 
        experiencias previas de la integración e interés reflejo 
        de lo que percibían como una respuesta inteligente a los desafíos 
        internacionales y hemisféricos de la posguerra fría. Luego 
        la promovió con entusiasmo, hasta que la Argentina pareció 
        dudar. Uruguay y Paraguay la aceptaron, con una mezcla de conveniencia 
        de largo plazo y de percepción de falta de opciones. Chile faltó 
        a la cita: sus dirigentes tuvieron razones técnicamente válidas; 
        quizá no tuvieron suficiente visión histórica. Ahora, todas las condiciones están dadas para culminar el período 
        de transición en una forma muy próxima a cómo la 
        imaginaron los negociadores del Tratado de Asunción: a) una unión 
        aduanera, con modalidades propias, que confirma una dirección firmemente 
        establecida hacia el desarrollo posterior de un mercado común y 
        b) cientos de empresas e inversores, extranjeros y locales, ajustando 
        a sus estrategias a 1a realidad de un espacio económico común 
        emergente. No se puede subestimar la importancia de lo que falta aún por 
        negociar entre los cuatro, para culminar la cumbre con éxito. Pero 
        tampoco se visualizan argumentos de peso por los que el presidente Menem, 
        como dueño de casa, se vea privado de la oportunidad de presidir 
        una reunión que signifique un momento histórico en las relaciones 
        entre los países del sur americano. Su protagonismo fue central 
        en el lanzamiento de la idea. Con más razón, debe serlo 
        ahora en su concreción.  La esencia del mensaje que Rubens Ricúpero trajo a Buenos Aires 
        fue simple. Esa es su gran ventaja. Es la de una visión estratégica 
        de por qué transformarnos internamente y por qué trabajar 
        juntos en el Mercosur, a partir de la lectura de los desafíos y 
        las oportunidades que brinda un mundo en un profundo proceso de cambio. 
        Es, además, la de un claro reconocimiento de que es indispensable 
        la estabilidad económica sobre la base de un equilibrio fiscal, 
        condición necesaria para profundizar juntos el salto de la transformación 
        productiva y de la inserción competitiva en la economía 
        global. Todo ello, en un marco democrático irrestricto y de amplia 
        participación popular, no común en otros casos exitosos 
        de estabilidad económica.  El suyo es un mensaje de optimismo realista. Ese es su gran Valor. Está 
        basado en hechos: el lanzamiento exitoso del Real y en las perspectivas 
        que se han abierto en el Brasil para un enorme salto productivo. Imaginemos 
        el impacto que puede tener en nuestra economía, el espectacular 
        aumento que puede esperarse en las importaciones brasileñas en 
        los próximos tres años consecuencia de la estabilidad macroeconómica, 
        del crecimiento del producto y de la apertura comercial. Captar una parte 
        de ese aumento de las importaciones del Brasil puede operar como locomotora 
        poderosa de nuestra necesaria reconversión productiva. Movilizar 
        nuestras energías creadoras y productivas para abastecer el mercado 
        brasileño es una tarea que puede ser tonificante del espíritu 
        de empresa de nuestro país. Si nuestras empresas y productores 
        se organizan para aprovechar el crecimiento de la demanda interna brasileña, 
        no sería irreal una meta de aumentar diez mil millones de dólares 
        en los próximos tres años nuestras exportaciones al Brasil. 
        Muchos inversores extranjeros así lo han percibido. Incluso brasileños: 
        Ricúpero recordaba que más de trescientas empresas ya están 
        operando en la Argentina, en muchos casos asociadas con empresas locales. Las dudas parecen ya cosas del pasado. El Nafta puede ser atractivo, 
        pero difuso y lejano como realidad. El "4+1" y la Cumbre de 
        Miami son marcos apropiados para elaborar una aproximación. La 
        Unión Europea espera la concreción de la unión aduanera 
        y la personería jurídica internacional del Mercosur, para 
        comenzar a negociar un audaz acuerdo de comercio é inversiones. 
        Chile ha comenzado su aproximación. No podrá resistir la 
        tentación de beneficiarse también de las nuevas condiciones 
        que pueden surgir en nuestra región con la estabilidad económica 
        del Brasil. "Mito creador" así definió Rubens Ricúpero 
        al Mercosur. Un sueño basado en realidades. Un movilizador de voluntades, 
        sociales. Una apuesta de futuro. Lo que reclama nuestra gente para creer 
        que hay en el horizonte una razón para los sacrificios de hoy. 
        Un pensador europeo, Denis de Rougemont, ha dicho, con razón, que 
        la decadencia comienza cuando un pueblo se pregunta: "qué 
        me puede suceder", en lugar de preguntarse "qué puedo 
        hacer". Lo peor que nos podría pasar a los argentinos hoy 
        sería no tener la ilusión de un futuro mejor y dejarnos 
        paralizar por visiones negativas. Concentrar nuestras energías 
        en trabajar ''un lugar en el mundo", con el MERCOSUR y con Chile, 
        puede ser un buen antídoto a nuestra recurrente, propensión 
        al escepticismo. |