| La Cumbre Presidencial a realizarse el próximo mes de diciembre, en  Miami, puede constituir una oportunidad para avanzar en el desarrollo de la  idea de apertura de los mercados de la región al comercio y a las inversiones.  El vínculo entre inversión-empleo-comercio y democracia-equidad social-calidad  de las reglas de juego, debería ser uno de los ejes temáticos prioritarios. Para ello tiene que ser  bien preparada. La Argentina  debe desempeñar un papel activo y creativo en asegurar su éxito. La visita con  presidente Menem el Canadá y su encuentro con el presidente Clinton, así como  la próxima visita a Buenos Aires de Ron Brown, el secretario de Comercio de los  Estados Unidos, son ocasiones propicias para plantear algunas ideas prácticas. La Cumbre del Mercosur, en  julio, debe ser el ámbito natural para la necesaria coordinación de las  posiciones de los cuatro socios. Algunos analistas  americanos entienden percibir un desinterés en Sudamérica por la Cumbre de Miami, incluso en  nuestro país. Creo que ello no es así. Lo que ocurre es que sí hay un fuerte  escepticismo sobre los resultados prácticos de este tipo de reuniones. Por un  lado, existe la impresión de que cada vez que se realiza una Cumbre hemisférica,  los Estados Unidos sólo persiguen objetivos de alcance doméstico y limitado. La  historia de la reunión de presidentes en Punta del Este en 1967 contribuyó a  tal percepción. Por otro lado, muchos piensan, quizás con buenos argumentos,  que Washington no tiene un real interés en escuchar ideas con respecto a cómo  desarrollar el libre comercio hemisférico. La impresión es que desde que en  1990 el presidente Bush lanzara la Iniciativa para las Américas, poco o nada de lo  mucho que se ha debatido sobre el tema en el campo de la diplomacia académica o  de la gubernamental, tuvo algún impacto en Washington. Incluso en octubre de  1991 hubo una Conferencia sobre Comercio, convocada por iniciativa de Carla  Hill en la OEA,  sin que nada de lo allí planteado por los gobiernos latinoamericanos pareciera  haber incidido en la forma en que los Estados Unidos imaginan el desarrollo de  la idea de libre comercio en las Américas. Correspondería a  Washington demostrar que esta vez sí tiene un auténtico interés en incorporar  ideas de sus socios latinoamericanos en el desarrollo de una iniciativa, que  cuando la planteara originalmente el presidente Bush, fue en términos generales  bien recibida. Pero también creo que, a pesar del lógico escepticismo, nuestro  país y nuestros socios sudamericanos no deberían perder una sola oportunidad  para lograr el objetivo de avanzar hacia una mayor fluidez en el comercio y en  las inversiones en las Américas, en particular, en nuestra relación con los  Estados Unidos. Las siguientes podrían  ser cinco líneas de acción, íntimamente asociadas entre sí, que en mi opinión  convendría acordar a nivel político en la Cumbre de Miami, a fin de que sean luego  desarrolladas a nivel técnico y en negociaciones entre los países interesados:  la primera sería acordar pautas objetivas y procedimientos comunes para lograr  en un plazo, por ejemplo de diez años, a través de negociaciones entre países y  grupos de países interesados, la ampliación de los actuales acuerdos de integración  y libre comercio, incluyendo el NAFTA. La idea del ALCSA, como metodología para  extender a toda Sudamérica el ámbito de comercio libre que se está estableciendo  en el Mercosur, podría servir de modelo; la segunda sería elaborar pautas  comunes, a aplicarse gradualmente en todos los acuerdos de integración y libre  comercio, especialmente en materia de reglas de origen, cláusulas de  salvaguardia y otras válvulas de escape, subsidios las exportaciones,  regulación de la competencia económica, normas técnicas y mecanismos de  solución de controversias; la tercera sería procurar la consolidación, a  niveles bajos, de los actuales aranceles y ciertas pautas comunes en materia de  disciplina macroeconómica; la cuarta sería definir el criterio de que las  negociaciones para las ampliaciones de los acuerdos de integración y libre  comercio se efectúen prioritariamente entre grupos de países, a fin de  fortalecer la actual tendencia a una integración económica más intensa entre  países vecinos geográficamente. Esta es la actual posición de la Unión Europea con  respecto al Mercosur. Si también fuera la del NAFTA, se estaría introduciendo  un poderoso estímulo a la consolidación del Mercosur. Ron Brown ha manifestado  días pasados, su preocupación de que el Brasil mantenga su actual apertura  comercial. Sin dudas que Mercosur es la forma más inteligente de asegurar que  así sea, particularmente si también se incorpora Chile, y la quinta sería  encarar una amplia acción en el campo del financiamiento de la preinversión y  de la inversión, para facilitar la transformación productiva, en el marco del  libre comercio hemisférico, de las pequeñas y medianas empresas de nuestros  países. En este campo debería plantearse la necesidad de una imaginativa  conjunción de esfuerzos entre el sector privado y las instituciones financieras  internacionales, especialmente el BID y su Fondo Multilateral de Inversiones. La Cumbre de Miami debe aspirar, para ser eficaz, a  efectuar definiciones de política, que luego penetren en la realidad a través  de acuerdos entre grupos de países. En tal sentido, el 4 + 1 entre el Mercosur  y los Estados Unidos debería ser fortalecido como el ámbito apropiado para  avanzar en los trabajos preparatorios de una posterior negociación formal,  sobre algunas de estas cuestiones específicas, incluso con el propio NAFTA.  Para ello, me parece fundamental reuniones más frecuentes, e involucrar en  ellas al sector privado, tal como fuera previsto en el texto del Acuerdo  firmado en 1991. |