| Señor EmbajadorAmigos,
 Recibir hoy la "Orden nacional do Cruzeiro do Sul", es para 
        nosotros tres un motivo de profundo honor. Este honor se acrecienta y se transforma en una verdadera fiesta del 
        espíritu, al recibir esta condecoración, rodeados de familiares 
        y amigos, de manos del Embajador Marcos de Azambuja, quien con tanta lucidez 
        e inteligencia esta representando al Brasil en la Argentina. Marcos de Azambuja sintetiza las mejores virtudes que uno puede esperar 
        de un diplomático de estirpe: profundidad en sus análisis 
        y juicios, prudencia en la acción, estilo y buen humor, calor humano 
        y auténtica amistad. Desde la Secretaría General de Itamaraty, 
        contribuyó a plasmar en realidades la actual etapa de integración 
        entre la Argentina y el Brasil. La presencia hoy entre nosotros de Celso Lafer es otro motivo para que 
        esta fecha sea imborrable en nuestra memorias. Como Canciller del Brasil 
        impulsó con convicción y firmeza la alianza estratégica 
        con la Argentina, en un momento crucial para el perfil actual de nuestra 
        integración económica. En un gesto de amistad entrañable, 
        ha llegado a Buenos Aires especialmente para esta ceremonia, representando 
        simbólicamente a innumerables amigos nuestros, que sin duda hubieran 
        querido también acompañarnos. En lo personal, no puedo dejar de recordar que hoy hace exactamente veinte 
        años publicabamos con Celso Lafer un pequeño libro, prologado 
        por ese gran intelectual de nuestras tierras que es Helio Jaguaribe, en 
        el que planteábamos la necesidad de responder a los grandes desafíos 
        de un mundo marcado por el cambio tecnológico, con una alianza 
        estratégica del Sur de las Américas, centrada en la relación 
        especial entre la Argentina y el Brasil. Sea esta una ocasión para introducir algunas breves reflexiones 
        sobre las relaciones entre Argentina y el Brasil. No son ellas relaciones 
        ocasionales, si estaba basada exclusivamente en intereses materiales. 
        No son tampoco, solo la resultante de esta apasionante década de 
        fin de siglo. Lafer ha dicho con razón que para nosotros América 
        del Sur es nuestra circunstancia. Impuesta en primer lugar por la geografía. 
        Pero impuesta sobre todo por una historia compartida y por valores comunes. 
        Circunstancias transformable - por obra de la inteligencia y la voluntad 
        humana - en fuente estable y permanente de una fructífera alianza. 
        Alianza de estilos de vida. De democracia, pluralismo y espíritu 
        de empresa. De razones para trabajar y convivir en sociedad. Esta alianza estratégica, con profunda raíz cultural y 
        concebida como respuesta eficaz a los imperativos de nuestra inserción 
        competitiva en un mundo en profunda mutación, es algo natural. 
        Lo percibieron hace ya tiempo nuestros grandes hombres públicos. 
        En la Argentina, los movimientos políticos populares han hecho 
        de la alianza con el Brasil una causa propia. La opinión pública 
        siempre los ha acompañado. Es una alianza que debe, sin embargo, desarrollarse día a día 
        con gestos de plena confianza recíproca y con hechos concretos. 
        Requiere por cierto de liderazgos visionarios y de coraje. Pero para ser 
        realmente sólida, debe nutrirse constantemente de un profundo conocimiento 
        recíproco y en un denso tejido de relaciones sociales. Hemos intentado 
        efectuar nuestras modestas contribuciones a entender el Brasil desde sus 
        propias perspectivas y plurales realidades. Entender al otro es la condición 
        básica de toda alianza auténtica. Pero entenderlo con sus 
        ojos y sentidos. No pretender extrapolar nuestras respectivas vivencias 
        e idiosincrasias, para tornar inteligible el devenir del otro. Una alianza requiere de gran realismo en los diagnósticos pero 
        también de mucha capacidad para soñar. Soñar con 
        visión de futuro. Soñar al decir de Marcos de Azambuja, 
        utopías realistas. Soñar con el espíritu y fe en 
        la capacidad inmensa del ser humano para encontrar, si se lo propone, 
        soluciones razonables a problemas complejos. Soñar con optimismo. 
        Las realidades son un punto de partida. Pero los límites a la acción 
        están muchas veces en el plano de lo intangible, del espíritu. 
        En nuestras mentes y actitudes. Denis de Rougemont, el humanista europeo, 
        decía que "la decadencia de una sociedad comienza cuando el 
        hombre se demanda: ¿que va a ocurrir?, en lugar de preguntarse: 
        ¿Qué puedo yo hacer?". Que podemos hacer juntos es 
        la gran pregunta, en cuya respuesta práctica nos definimos si reconocemos 
        la carencia de límites para proyectar nuestro futuro. Por ello quiero concluir mis palabras recordando las de un hombre de 
        acción y escritor, de fuerte sensibilidad humana, Hombre que vivió 
        la Cruz del Sur, en su doble dimensión de señal orientadora 
        del navegante y de símbolo físico de nuestra especificidad 
        en el Planeta. Me refiero a lo que le decía, poco antes de morir. 
        Antoine de Saint Exupery a ese genial francés que fue Jean Monnet, 
        otro hombre de acción e intelecto, arquitecto visionario de la 
        Europa de posguerra: "le plus beau metier des hommes, cést 
        d´unir les hommes" ("la mas bella tarea de los hombres, 
        es unir a los hombres"). La humanidad, el próximo, comienza 
        en nuestra propia circunstancia inmediata y regional. Pero no es una circunstancia 
        limitada ni introvertida. Se abre al mundo y es en esa apertura que se 
        enriquece y vitaliza. Creo Señor Embajador, amigos todos, que es con ese espíritu 
        que muchos, no sólo nosotros, trabajamos por la unión de 
        nuestros pueblos. Reflejamos así la lección de quienes nos 
        precedieron en este afán. Interpretamos esta condecoración 
        como reconocimiento a ese espíritu de dialogo, paz y construcción, 
        que es el que lleva la integración. Por ello entendemos que hoy, en nosotros, el Gobierno del Brasil ha querido 
        distinguir a los muchos argentinos que creamos en un futuro sin límites, 
        de una unión y amistad, para dos pueblos que definen su propia 
        identidad al abrirse generosamente, y con audacia, al otro y al mundo. Quiera Ud, Señor Embajador, transmitir nuestro emocionado agradecimiento 
        por esta condecoración y por este acto, a su Excelencia el Presidente 
        Itamar Franco y al gran amigo, nuestro y de la Argentina, el canciller 
        Amorim.  Saludamos en ellos al pueblo hermano del Brasil. |