| El Mercosur tiene  sentido en la medida que se lo perciba como un proyecto de largo plazo, con  profundo alcance estratégico y político. No puede quedar aislado del amplio  espectro del relacionamiento recíproco entre nuestros países, en todos los  campos, y de sus respectivas visiones sobre los desafíos y oportunidades del  mundo del siglo XXI.  Es fundamental  entonces preservar su naturaleza política. De ahí la trascendencia de las  reuniones presidenciales periódicas. El hecho que se haya invitado a participar  en la cumbre de Montevideo al presidente Aylwin y al presidente electo Eduardo  Frei refleja la voluntad política de impulsarlo, con firmeza, en la orientación  estratégica, flexibilidad y pragmatismo en la instrumentación.  Los objetivos  perseguidos en la etapa de transición del Mercosur serán sin duda logrados  hacia fines de 1994. El aumento espectacular del comercio; el posicionamiento  de numerosas empresas en función del mercado ampliado; el cumplimiento del  programa de liberación comercial son indicadores del éxito ya alcanzado.  Corresponde ahora  preparar el diseño estratégico y las reglas de juego para la etapa que se  iniciará en 1995. Las orientaciones políticas para las negociaciones deberían  surgir de la cumbre de Montevideo. Cuando los presidentes y sus ministros  vuelvan a reunirse en la   Argentina a mitad de este año deberían aprobarse las decisiones  y demás instrumentos jurídicos necesarios para que los operadores económicos  sepan a qué atenerse a partir de 1995.  A nuestro país le  corresponderá coordinar a los órganos del Mercosur en el primer semestre de  este año. Ello brinda una excelente oportunidad para que Gobierno y sector  privado impulsen iniciativas, que permitan construir gradualmente a partir de  1995, un mercado común concebido con realismo y adaptado a las nuevas exigencias  de la competencia económica internacional. Sólo así será atractivo para los  inversores locales y extranjeros. El hecho de que el presidente Menem haya  demostrado un fuerte compromiso personal con el éxito del Mercosur crea un  clima político óptimo para los negociadores argentinos. La naturaleza  multipartidaria del apoyo a la integración, demostrada también plenamente  durante el gobierno de Alfonsín, refuerza esta realidad política favorable.  Creo que cuatro  cuestiones son en adelante prioritarias. Deberían estar estrechamente  vinculadas en las negociaciones de este año. No hacerlo, significaría entrar en  la etapa definitiva de la construcción del Mercosur con bases endebles y con un  alto riesgo de fracasos costosos, económicos y políticos. La primera cuestión  es la de asegurar, con garantías jurídicas y políticas sólidas, que  efectivamente los socios se comprometan a respetar el acceso irrestricto a sus  respectivos mercados. Esta es la esencia misma de la Unión Europea y del  Nafta. Fue lo que no se logró en la   Alalc  ni en la Aladi. Si el acceso a  los respectivos mercados queda librado al arbitrio de actos unilaterales de  cada socio, el Mercosur como promotor de inversiones y de modernización  industrial perdería buena parte de su valor estratégico.  La segunda cuestión  es la de nivelar el campo de juego para la competencia económica. Esta cuestión  será crucial en los primeros años de la próxima etapa del Mercosur, pues demandará  aún un tiempo lograr un grado satisfactorio de coordinación de políticas  macroeconómicas y sectoriales. A tal fin sería necesario aprobar en el Consejo  del Mercosur (que tiene plenas facultades en la materia) un régimen de  competencia económica, que permita neutralizar las distorsiones originadas en  actos gubernamentales y en prácticas empresarias. Pero más importante aun será  la aprobación de válvulas de escapes temporales, flexibles y de aplicación  rápida, que permitan proteger la producción perjudicada por desniveles  artificiales del campo de juego.La tercera  cuestión es la institucional. No se trata de reproducir en el Mercosur las  estructuras comunitarias europeas. Se trata, en cambio; de dotarlo de un mínimo  de instancias imparciales que permitan arbitrar intereses nacionales  contrapuestos en la preparación y aplicación de las reglas de juego,  especialmente las relacionadas con el acceso a los mercados, con la nivelación  del campo de juego y con el arancel común (por ej. sus modificaciones). La  cuarta cuestión es la del perfil externo del Mercosur. En primer lugar, está el  tema del perfeccionamiento del arancel común y de las negociaciones comerciales  internacionales. Cuando finalice el período de transición quedará mucho aún  para negociar y decidir en esta materia, Es preferible que así sea y no cristalizar  instrumentos y políticas originados en circunstancias poco propicias, en  particular como consecuencia de la inestabilidad macroeconómica de Brasil. En  segundo lugar está el tema del relacionamiento del Mercosur con los bloques  económicos. Una prioridad sería avanzar en las consultas y negociaciones con  los Estados Unidos en el marco del 4 + 1. Tres objetivos deberían ser  privilegiados: a) ampliarlo con la participación de Chile, en un 5 + 7, primer  paso hacia su posterior participación plena en el Mercosur; b) centrar la  acción en el acceso efectivo a los mercado más que en lo arancelario, así como  en la calidad de las políticas y regulaciones que inciden en las decisiones de  inversión, y c) integrar a Canadá y México en un 5 + 3. |