| En el contexto de los cambios que se están operando en América 
        Latina y del surgimiento del Mercado Común del Sur (MERCORSUR), 
        este texto está orientado a sugerir algunas líneas de acción 
        con respecto al marco institucional a través del cual pueda canalizarse 
        en el futuro próximo, la necesaria interacción entre la 
        integración europea y la latinoamericana. Se parte de la base que la profundidad de los cambios operados requiere 
        repensar las prioridades y los mecanismos de las relaciones entre distintas 
        áreas de integración económica en el mundo,- y en 
        este caso particular, entre las de Europa y América Latina. La tesis básica que se quiere plantear es la de que, sin perjuicio 
        de la validez del marco institucional más amplio establecido a 
        través del diálogo político formal entre la Comunidad 
        y el Grupo de Río, lo esencial de la interacción debería 
        ser canalizada en los próximos tiempos, a través de los 
        esquemas subregionales de integración económica en América 
        Latina, ya que ellos son los focos operativos a través de los cuales 
        se articulan en la actualidad, las aperturas recíprocas de los 
        mercados de la región. No existe hoy en sentido estricto un proceso 
        de integración económica de América Latina. Existen 
        sí múltiples esfuerzos de integración económica, 
        subregionales y bilaterales, algunos de los cuales se insertan en el marco 
        más amplio de la Asociación Latinoamericana de Integración 
        (ALADI), especie de "casa común" de la integración 
        económica latinoamericana. La interacción entre la Comunidad y América Latina, debería 
        estar centrada en torno al interés común de que los procesos 
        de integración económica, cualquiera que sean sus modalidades 
        y alcances (por ej. zonas de libre comercio, uniones aduaneras o mercados 
        comunes), se transformen en las Américas, en Europa y en el resto 
        del mundo, en elementos positivos para la construcción de un sistema 
        multilateral del comercio mundial, a partir de los resultados de la Rueda 
        Uruguay del GATT y en base a la afirmación del principio de no 
        discriminación, y a la liberación efectiva de los accesos 
        a los mercados de bienes y de servicios. Es entonces la idea de crear 
        un "hábitat" económico internacional que favorezca 
        la democracia, la transformación productiva con equidad social 
        y la competitividad, lo que permitirá nutrir un diálogo 
        fecundo entre la Comunidad y los países latinoamericanos, agrupados 
        éstos en sus propios esquemas de integración económica, 
        insertos a su vez, en el marco más amplio de la ALADI hoy y quizás 
        mañana, en el que resulte de la evolución de la idea de 
        un sistema hemisférico de libre comercio, elemento central de la 
        Iniciativa para las Américas. La existencia de disciplina comercial 
        internacional común, en torno a las reglas de juego del GATT o 
        de la futura organización mundial del comercio, constituirá 
        la mejor garantía para los países latinoamericanos, de que 
        la actual tendencia mundial a los mega-mercados, no alimentará 
        las naturales inclinaciones al proteccionismo y a la confrontación 
        económica entre las grandes potencias. La garantía al acceso 
        a los mercados mundiales, es crucial para estimular en nuestros países 
        la inversión y espíritu de empresa, condición a su 
        vez para la consolidación de la democracia.  Apertura de mercados mundiales, inversión, competitividad, equidad 
        social, democracia son en América Latina conceptos profundamente 
        vinculados entre sí, y explican porqué se le atribuyen tal 
        importancia política y económica, a los resultados positivos 
        de la actual Rueda Uruguay. En la perspectiva aquí planteada, la constitución del MERCOSUR, 
        por la gravitación que tiene en la economía de América 
        del Sur - medida por su participación relativa en la población 
        total de la región, en su producto bruto, en su producto industrial 
        y en su comercio exterior, abre las puertas a una nueva etapa en las relaciones 
        entre la Comunidad y nuestra región. En esta etapa y quizás 
        por los próximos años, la cuestión central serán 
        las reglas del juego de la competencia económica entre los grandes 
        mercados, y los protagonistas serán la CEE, NAFTA, MERCOSUR y los 
        otros esquemas subregionales de integración económica, tales 
        como el Grupo Andino y los de la Cuenca del Caribe y Centroamérica. 
        El desarrollo de la Iniciativa para las Américas, será sin 
        dudas un factor que tendrá fuerte incidencia en la forma en que 
        se encare esa cuestión central. Así como el acuerdo marco de comercio e inversión entre 
        los cuatro países del MERCOSUR y los Estados Unidos (el 4+1), constituye 
        el cuadro institucional a partir del cual se articulará en el futuro 
        la relación comercial entre los dos grandes espacios económicos 
        de las Américas, un marco institucional similar debería 
        ser desarrollado entre Mercosur y la Comunidad. Su evolución posterior 
        permitiría articular en torno a la triada comercio-inversión-tecnología, 
        los vasos comunicantes entre dos espacios económicos que ya están 
        estrechamente vinculados entre si, en particular, por la fuerte presencia 
        en los países del MERCOSUR de población y de inversiones 
        originados en los países miembros de la Comunidad. Dada la realidad de los mega-mercados, acentuada sin duda por la emergencia 
        de NAFTA, el futuro del sistema multilateral de comercio internacional 
        estará fuertemente condicionado entonces, por la forma en que se 
        compatibilicen en su marco, los bloques económicos, las zonas de 
        libre comercio y los procesos regionales de integración económica. 
        Ello torna más urgente la necesidad de consultas sistemáticas 
        e institucionalizadas al respecto, entre la Comunidad y el MERCOSUR. La nueva realidad latinoamericana América Latina aparece hoy con una firme tendencia a salir de 
        una larga década de crisis. Sale, como era natural, cargada de 
        experiencia y de problemas. Experiencias en cuanto al agotamiento de un 
        modelo de desarrollo económico que respondió a otras circunstancias 
        históricas y que, más allá de cualquier legítimo 
        debate sobre sus defectos y virtudes, quedó superado por las realidades 
        internacionales. Problemas económicos y financieros, de endeudamiento 
        externo, pero por sobretodo de una inmensa deuda social interna. Se han 
        acentuado las inequidades en la distribución del ingreso y, se 
        han ampliado los sectores sociales en situación de marginalidad 
        y de extrema pobreza. A pesar de las múltiples dificultades que habrá aún 
        que encarar, que se han puesto en evidencia recientemente en los problemas 
        que se han enfrentado en Perú y en Venezuela, el optimismo empieza 
        a ser hoy, la tónica dominante en relación a la región. 
        Un optimismo cauteloso pero que contrasta con el pesimismo reinante hasta 
        hace muy poco, tanto dentro de los países como en el exterior con 
        respecto a ellos. Esta nueva tónica se refleja en el cambio de 
        imagen que sobre América Latina se ha producido en la prensa internacional. 
        La pobreza y la injusticia social, la corrupción, el narcotráfico, 
        siguen siendo y con razón, noticia. Pero también lo es el 
        hecho que la región ha vuelto a crecer, que la democracia se ha 
        extendido a prácticamente todos los países y, en particular, 
        que vuelve a ser de interés hacer negocios e invertir en nuestros 
        países. Es un optimismo cauteloso por lo menos por tres razones. La primera es 
        que el grado de frustración, por momentos de irritación, 
        con respecto a la performance económica de los países latinoamericanos 
        ha sido muy grande. El legado en tal sentido de la década de los 
        80 es muy negativo. América Latina no sólo fue sinónimo 
        de "deuda". Fue sinónimo de frivolidad y falta de seriedad 
        de su clase dirigente. Apreciación quizás exagerada, quizás 
        injusta, quizás también interesada. Pero lo cierto es que 
        esta era la imagen dominante en el mundo industrializado hasta finales 
        de la década pasada. La segunda razón es que se sabe que los problemas a encarar son 
        enormes. El endeudamiento externo aún tiene un peso significativo 
        en algunas de las principales economías del área. La lucha 
        por controlar la inflación y para crear condiciones macro-económicas 
        sólidas favorables al crecimiento, está lejos aún 
        de haber terminado. Sin embargo los avances son notables y los ponen de 
        manifiesto los resultados ya alcanzados en México, Chile y más 
        recientemente, en la Argentina. Pero, por sobretodo, la cuestión 
        social aparece en toda la región agravada y se ha transformado 
        en el principal desafío interno para la eficacia de los procesos 
        de transformación productiva, tal como se pusiera de manifiesto 
        en los debates de la última Asamblea del Banco Interamericano de 
        Desarrollo (BE) y de la última Conferencia de la Comisión 
        Económica para América Latina (CEPAL), celebradas en San 
        Domingo y en Santiago de Chile, respectivamente. La tercera razón es que la situación de la economía 
        mundial también es incierta. El mundo industrializado, en particular 
        los Estados Unidos, ofrece un cuadro de crecientes dificultades para superar 
        las tendencias recesivas y las consiguientes tentaciones proteccionistas. 
        Las dificultades para concluir siquiera con éxito relativo la Rueda 
        Uruguay en el GATT, alimenta un panorama económico internacional 
        por momentos sombrío. A ello se suma el clima de inestabilidad 
        y de marcada impredecibilidad que se manifiesta con respecto a la antigua 
        Unión Soviética y en particular a Rusia. La desintegración 
        del imperio soviético no está aún digerida por el 
        mundo industrializado y en tal perspectiva, el "nuevo orden internacional", 
        aparece por momentos más que como una realidad, como un intento 
        de exorcizar las tendencias centrífugas que amenazan al Este europeo. 
       Sin embargo, protagonistas, analistas y mercados, dentro y fuera de la 
        región, se inclinan a tener un comportamiento positivo con respecto 
        a América Latina. Se refleja ello en los mercados de capitales 
        y en los flujos de inversión hacia varios de los países 
        de la región. Quizás tal actitud positiva esté basada en las siguientes 
        razones:  
         
        a) la tendencia secular al crecimiento de las economías latinoamericanas. 
          En efecto, si bien los años ochenta contribuyeron a generar la 
          imagen de que los países del Sudeste asiático han tenido 
          una mejor trayectoria de crecimiento económico que los del área, 
          lo cierto es que en el largo plazo, son las economías latinoamericanas 
          las que más han crecido en el mundo. Un reciente estudio publicado 
          por la OECD (Angus Maddison, The World Economy in the 20th Century, 
          1989), demuestra que entre 1900 y 1987, los países latinoamericanos 
          han tenido un crecimiento promedio del 3.8%, superior al promedio de 
          los otros grupos de países objeto del estudio, que fueron los 
          de Asia con un promedio anual del 3.2% y los de la OECD con un promedio 
          del 2.9%. De todos los países estudiados, el que más creció 
          en el período de los 87 años, fue el Brasil, con un promedio 
          de 5% anual. En cuanto a la Argentina, su promedio anual en el mismo 
          período fue de 3.3%. b) la relativa consolidación de la democracia en la región, 
          que a su vez refleja un cambio pronunciado de cultura política. 
          No sólo se ha recuperado la democracia en todos los países 
          latinoamericanos, salvo Cuba y Haití, cualquiera que sean las 
          limitaciones, imperfecciones e incluso retrocesos relativos, que se 
          observan en varios de ellos, sino que aparecen signos evidentes de la 
          emergencia de una cultura política más proclive a la concertación 
          y a la negociación. La forma en que se ha producido la transición 
          democrática en Chile es un ejemplo, pero también lo es 
          la administración del problema de la violencia en Colombia o 
          la experiencia reciente de Nicaragua. Las frustraciones parecen canalizarse 
          más dentro del sistema político democrático que 
          a través de su ruptura. Las situaciones de violencia o los retrocesos 
          que se observan en la marcha hacia la consolidación democrática, 
          sirven para recordarnos la dualidad de una realidad latinoamericana, 
          en la que se observan a la vez el desmantelamiento de viejas revoluciones 
          y el intento del armado de nuevas.  c) el cambio de actitud de los Estados Unidos con respecto a América 
          Latina. Sin duda facilitado por el fin del impacto de la guerra fría 
          en la región, lo cierto es que la administración del Presidente 
          Bush ha puesto de manifiesto un nuevo interés en América 
          Latina, que se traduce en el nítido apoyo a la democracia y en 
          el lanzamiento de la Iniciativa Empresa de las Américas, anunciada 
          en junio de 1990. Cualesquiera que sean los comentarios que puedan efectuarse 
          en cuanto al contenido práctico de esta Iniciativa, lo cierto 
          es que ha significado enviar el mensaje, especialmente a la comunidad 
          de negocios, que el gobierno americano sí cree que están 
          dándose las condiciones de un profundo cambio económico 
          en el área y que para los Estados Unidos, América Latina 
          tiene una alta prioridad, superior a la de Europa del Este. Recordemos 
          que en el momento de lanzamiento de la iniciativa, el temor que existía 
          en la región era el de un fuerte desplazamiento del interés 
          americano hacia la Europa del Este conmovida por los hechos revolucionarios 
          iniciados en 1989. La Iniciativa significa avalar al más alto 
          nivel político americano, lo que Michael Camdessus y Enrique 
          Iglesias, venían sosteniendo desde sus altas posiciones en el 
          Fondo Monetario Internacional y en el BID, en el sentido que en América 
          Latina se estaba produciendo una verdadera "revolución silenciosa", 
          menos publicitada y menos espectacular, pero tan o más profunda 
          que la de Europa del Este, y por cierto, en un terreno mucho más 
          fértil para el florecimiento del espíritu de empresa y 
          el restablecimiento de la tradición de crecimiento económico. d) el hecho que se ha generalizado un consenso regional sobre la necesidad 
          de aplicar políticas económicas orientadas a superar la 
          obsolescencia y a crear condiciones estructurales de competitividad 
          internacional. Tres elementos caracterizan tal consenso regional. El 
          primero es el reconocimiento que los sistemas económicos se encontraban 
          incapacitados de generar el bienestar requerido por los procesos de 
          apertura democrática, y esperado por poblaciones familiarizadas 
          a través de los medios de comunicación masivos, sobre 
          el bienestar que el progreso técnico puede producir. En los países 
          más avanzados de la región se reconoce además que 
          la obsolescencia tecnológica generalizada los coloca aceleradamente 
          fuera de condiciones de competir en el comercio mundial de manufacturas 
          y de servicios. El segundo, es la aceptación de que sólo 
          con el control de las respectivas macroeconomías, se pueden crear 
          condiciones de mercado para que a través del florecimiento del 
          espíritu de empresa y de la inversión privada, se opere 
          la transformación productiva necesaria para competir en los mercados 
          mundiales. Y el tercero, es precisamente el de que es necesario hacer, 
          si se quieren alcanzar niveles de bienestar y de equidad social compatibles 
          con la consolidación de la democracia, un enorme esfuerzo societal 
          para capacitarse para competir como naciones en los grandes mercados 
          industrializados. Este esfuerzo cruza por la transformación del 
          Estado, la desregulación de la economía, la apertura al 
          comercio mundial, la inversión privada y la modernización 
          tecnológica, a fin de que a través de la incorporación 
          de valor agregado intelectual a la actividad productiva, poder generar 
          empleo y producir el tipo de bienes y de servicios, que demandan mercados 
          internos y mundiales, cada vez más poblados de consumidores exigentes 
          en calidad. El que nadie en el mundo compra caro lo malo, pudiendo adquirir 
          barato lo bueno, como recuerda con acierto Enrique Iglesias, se ha transformado 
          en un axioma, que más allá de cualquier ideología, 
          señala una regla central de la competencia económica internacional 
          de este fin de siglo. e) la generalización de políticas exteriores orientadas 
          a la cooperación e integración, dentro de la región 
          y con el mundo. La crisis de los ochenta arroja el saldo de una América 
          Latina más proclive al pragmatismo en su comportamiento internacional. 
          Quizás como resultante de la nueva cultura política, que 
          reconoce el valor de la competitividad, el compromiso y la negociación, 
          es evidente en todas las latitudes nacionales e ideológicas de 
          la región, la idea de trabajar dentro de las reglas de juego 
          dominantes en el sistema internacional. Los viejos conflictos aparecen 
          diluidos en espacios de cooperación y paz. El caso centroamericano 
          es un ejemplo al respecto. Pero fue quizás en el Sur que se sentó 
          el precedente de un nuevo espíritu de cooperación política 
          y económica, a través de los entendimientos que se desarrollaron 
          entre la Argentina y el Brasil a partir del acuerdo de tripartito de 
          1980 y, especialmente, a partir de la recuperación democrática 
          y los acuerdos de 1985. Los acuerdos en materia nuclear fueron el comienzo 
          de un proceso de claras señales al mundo sobre el espíritu 
          de cooperación que reinaba en la región, reiterado con 
          posterioridad por hechos concretos producidos por los gobiernos de Argentina 
          y Brasil. En un período de inestabilidad y de cambios revolucionarios en 
        todo el sistema internacional, difícil resulta hacer pronósticos 
        sobre cuál será la evolución futura de América 
        Latina. Son épocas ambivalentes: de cautela para el analista, de 
        optimismo para el protagonista. La agenda latinoamericana del fin del 
        siglo aparece plagada de dificultades y de desafíos. Pero quizás 
        los cambios en la propia región sumados a los que se están 
        operando, con signo equívoco, en la vieja Europa, abren una ventana 
        de oportunidad para recolocar a los países latinoamericanos en 
        la ruta del crecimiento y del desarrollo. Estas reflexiones sólo intentan destacar algunos rasgos de una 
        nueva realidad regional que quizás estén apuntando a una 
        larga etapa de progreso y de libertad en la región, y que sin duda 
        constituyen el punto de partida para cualquier acción orientada 
        a entablar una relación de cooperación estrecha entre la 
        Comunidad y nuestra región. El Mercosur: reflejo de la nueva realidad Quizás sea la idea del MERCOSUR una de las que mejor reflejen 
        la nueva realidad latinoamericana y ello explique el interés que 
        ha despertado en el mundo industrializado. Valga como ejemplo, lo que 
        muy recientemente señalaba el poderoso Keidanren, al concluir la 
        Quinta Reunión Conjunta del Comité de Cooperación 
        Económica Brasil-Japón: los participantes japoneses se mostraron 
        vivamente impresionados con el firme empeño brasileño, tanto 
        en el sector público como en el privado, en la promoción 
        del MERCOSUR y resaltaron la importancia de esa integración para 
        alcanzar un mayor fortalecimiento y una más amplia inserción 
        internacional de los países de América del SUR. A diferencia de experiencias anteriores en materia de integración, 
        el MERCOSUR se presenta como una alianza para la consolidación 
        democrática, la transformación productiva y la competitividad 
        internacional. En una época en que el concepto de zonas de libre comercio de 
        calidad (qualityfree trade areas) - como las que surgen en América 
        del Norte y en Europa, caracterizadas por la sumatoria de las aperturas 
        recíprocas de los mercados y una disciplina macroeconómica 
        colectiva, tiende a borrar las tradicionales fronteras entre los conceptos 
        de zona de libre comercio, unión aduanera y mercado común, 
        lo relevante en el MERCOSUR no es tanto cuál de estas categorías 
        predominará en 1994 al finalizar el período de transición, 
        sino el hecho que los cuatro países y muy probablemente luego Chile 
        y Bolivia, han aceptado compartir el objetivo de reconvertir sus economías 
        creando a nivel subregional, un "hábitat" favorable a 
        los esfuerzos nacionales de competitividad estructural y empresaria. En esta perspectiva, la validez del MERCOSUR y su viabilidad, reside 
        en el hecho de ser una alianza para la modernización y la inserción 
        competitiva en todos los mercados mundiales. El formato final y los instrumentos 
        son en cierta forma accesorios. Lo esencial es que se mantenga el sentido 
        de dirección en los cambios políticos y económicos 
        que se están operando, a veces quizás con distintos ritmos 
        y nunca por cierto, en forma lineal, en las cuatro economías del 
        área, como parte de un esfuerzo hemisférico más amplio, 
        de crear en las Américas n espacio de crecimiento, de libertad 
        y de equidad social. En que estado se encuentra a comienzos de 1992 el MERCOSUR? Se ha avanzado 
        sustancialmente en la definición de las reglas de juego y en las 
        señales al mercado con respecto a lo que los cuatro países 
        que lo integran, desean lograr durante el período de transición 
        que culminará en diciembre de 1994. En cuanto a las reglas de juego, se ha puesto en vigencia el Tratado, 
        que contó con la aprobación sin oposición en los 
        cuatro Parlamentos nacionales. El MERCOSUR está plenamente sustentado 
        en la legitimidad democrática. Sus órganos, basados en la 
        experiencia práctica adquirida por la Argentina y el Brasil en 
        el proceso de integración bilateral iniciado en 1985, ya están 
        en funcionamiento, especialmente el Grupo Mercado Común y sus once 
        subgrupos de trabajo, que son el eje del sistema de negociación 
        y de ejecución del proceso subregional de integración. Además 
        se han firmado o aprobado en la primera reunión del Consejo del 
        MERCOSUR (Brasilia, diciembre de 1991), órgano máximo de 
        decisión política que sesiona con la participación 
        de los Jefes de Estado, importantes instrumentos que regularán 
        el funcionamiento del Mercado Común, tales como el Protocolo de 
        Solución de Controversias, que incluye el arbitraje obligatorio 
        y prevé mecanismos para que los particulares defiendan los derechos 
        que les genera el Tratado de Asunción; o la decisión sobre 
        acuerdos sectoriales, que establece las pautas a que deberán atenerse 
        los empresarios para pactar la integración y especialización 
        intrasectorial en forma compatible con los objetivos del MERCOSUR, o la 
        decisión que establece sanciones administrativas para el incumplimiento 
        de los requisitos de origen, que como se sabe son cruciales en un proceso 
        de integración como el que se esta desarrollando entre la Argentina, 
        el Brasil, el Paraguay y el Uruguay.  En cuanto a las señales al mercado, los gobiernos han reafirmado 
        al más alto nivel político que los mecanismos de desgravación 
        comercial y los plazos habrán de cumplirse inexorablemente. Así 
        el 31 de diciembre 1991 de se profundizó automáticamente 
        la preferencia arancelaria y así ocurrirá nuevamente al 
        final de cada semestre hasta concluir el 31 de diciembre de 1994 con arancel 
        cero para todo el universo arancelario. También al finalizar 1991, 
        cada uno de los países cumplió con su compromiso de eliminación 
        de un porcentaje de los productos incluidos en las Listas de Excepciones, 
        correspondiendo a la Argentina y al Brasil una reducción del 20% 
        de sus respectivas Listas. Se ha comenzado a trabajar en la metodología 
        para la definición del arancel externo común, que deberá 
        facilitar la competencia externa de sus respectivas economías, 
        y en las medidas anunciadas por el Brasil el 19 de febrero de 1991 para 
        activar sus exportaciones, se incluyó un anticipo en el cronograma 
        de reducción de su protección arancelaria, reiterándose 
        explícitamente que a partir del 1 de enero de 1995 regirá 
        el arancel externo común. La coordinación de políticas económicas, en la medida 
        necesaria para facilitar el establecimiento de la Unión Aduanera, 
        es una preocupación central del MERCOSUR. Por ello, al más 
        alto nivel político en diciembre de 1991, se reiteró la 
        definición que ya habían efectuado los Ministros de Economía 
        y los Presidentes de los Bancos Centrales, en el sentido que tres son 
        las prioridades centrales de las políticas económicas de 
        los cuatro países: a) la estabilidad económica, a ser alcanzada 
        mediante políticas fiscales y monetarias austeras; b) la mayor 
        apertura de las economías para una inserción más 
        competitiva en la economía global, y c) la mayor modernización 
        de las economías, mediante la desregulación y la privatización. Más allá de circunstanciales dificultades originadas en 
        cada país como consecuencia inevitable a veces, de las propias 
        políticas de estabilización y de transformación productiva, 
        lo cierto es que el MERCOSUR está asentado en una percepción 
        común de lo que es necesario hacer en el interior de cada país, 
        para superar la obsolescencia económica y tecnológica, e 
        insertarse competitivamente en la economía internacional. Es en 
        el marco dinámico de una coordinación de facto de las políticas 
        económicas que corresponde analizar los problemas de asimetrías 
        de costos relativos, que pueden aún manifestarse como consecuencia 
        de los efectos de arrastre de políticas macroeconómicas 
        que los cuatro países están firmemente empeñados 
        en superar.  La agenda de prioridades para 1992, también definida en su reunión 
        de diciembre 1991 por los cuatro Presidentes y el Consejo del MERCOSUR, 
        ilustran sobre los alcances y las características de un proceso 
        de integración claramente orientado hacia la competitividad internacional 
        de las respectivas economías nacionales. Ellas son: a) profundizar 
        el examen para la definición del arancel externo común a 
        partir de los criterios metodológicos acordados; b) adoptar las 
        medidas que aseguren condiciones efectivas de competencia leal para el 
        comercio entre los países del MERCOSUR con terceros países; 
        c) avanzar en la desregulación del transporte entre los cuatro 
        países para reducir sustancialmente sus costos y para estimular 
        la necesaria inversión privada; d) dar la máxima prioridad 
        a las acciones orientadas a obtener normas técnicas, que a la vez 
        que aseguren la calidad y la competitividad internacional, faciliten la 
        expansión del comercio entre los países del MERCOSUR y la 
        protección de los legítimos intereses del consumidor; e) 
        promover iniciativas orientadas a concretar proyectos que permitan un 
        mayor aprovechamiento de los recursos energéticos del MERCOSUR, 
        y f) coordinar posiciones en los foros económicos multilaterales, 
        en especial en el GATT, el Grupo Cairns y otros. A pesar de las dificultades 
        económicas y al contexto e inestabilidad que se han manifestado 
        aún en 1991, el comercio entre la Argentina y el Brasil, ha continuado 
        creciendo en forma superior al comercio exterior global, especialmente 
        por el lado de las exportaciones, confirmándose la firme tendencia 
        que en tal sentido se manifestara tras los acuerdos celebrados entre los 
        dos países en el contexto del Programa de Cooperación e 
        Integración (PICAB) iniciado en 1985. También en 1991 y 
        1992, se ha puesto de manifiesto un fuerte interés del sector empresario 
        en participar activamente en el comercio subregional, reflejado en múltiples 
        acuerdos a nivel de empresas o el acuerdo sectorial siderúrgico 
        (abril de 1992), que retoma en el marco de las nuevas pautas establecidas 
        por el Consejo del MERCOSUR, los esfuerzos de integración intra-sectorial 
        desarrollados al amparo del PICAB. Tanto para la Argentina como para el Brasil, las dos principales economías 
        del área, que además mantienen vigente entre sí su 
        propio proceso bilateral de integración (el ACE 14-ALADI), el MERCOSUR 
        es percibido como un instrumento clave - a pesar de la distinta importancia 
        relativa que el comercio bilateral actual tiene para ambas economías 
        - de sus respectivas estrategias de inserción competitiva en los 
        mercados mundiales, y como tal de sustento de sus procesos de transformación 
        productiva en el marco del sistema democrático. Ninguno de los dos países lo percibe sólo en función 
        del aprovechamiento de sus respectivos mercados internos, ni como alternativa 
        a la necesaria apertura al comercio mundial. La opción entre integración 
        en el MERCOSUR o integración en el mundo, no es realista ni tiene 
        vigencia práctica en ninguno de los dos países. La opción realista es la del MERCOSUR para facilitar la integración 
        competitiva en el mundo. Y en los dos casos además, la construcción del MERCOSUR 
        es parte de un proceso más amplio de creación de un entorno 
        subregional que facilite la cooperación en todos los planos, y 
        que sustente el enorme progreso alcanzado en los años posteriores 
        al reestablecimiento democrático en el campo nuclear, extendiéndolo 
        crecientemente al de la cooperación política y en especial, 
        científica y tecnológica. La institucionalización de las relaciones entre la Comunidad 
        y América Latina: el caso del Mercosur Desde sus inicios los países miembros del MERCOSUR le han atribuido 
        una importancia especial a sus relaciones con la Comunidad. Apenas firmado 
        el Tratado de Asunción, los cuatro Ministros de Relaciones Exteriores 
        visitaron Bruselas y efectuaron allí, ante la Comisión, 
        la primera presentación internacional del nuevo esquema de integración. Como el resultado de ese hecho se ha preparado un acuerdo de cooperación 
        inter-institucional, que habrá de ser firmado entre la Comisión 
        de la Comunidad y Los cuatro países, representados por el Consejo 
        del MERCOSUR. Este primer acuerdo de cooperación brindará sin dudas las 
        bases institucionales para la canalización de cooperación 
        de la Comunidad hacia el MERCOSUR. Muchos son los campos en que la experiencia 
        europea puede ser valiosa para los países del MERCOSUR, a pesar 
        de las diferencias que se observan en las metodologías de integración 
        y en los mecanismos institucionales utilizados en un caso y en el otro. 
        Lo importante sin embargo, será la flexibilidad y la rapidez con 
        que tal cooperación pueda canalizarse, tomando en cuenta la agenda 
        de acción que los países del MERCOSUR se han fijado en el 
        período de transición que culmina el 31 de diciembre de 
        1994. Tal cooperación, por lo demás, será adicional 
        y complementaria de la que la propia Comunidad canaliza a través 
        de sus relaciones bilaterales con cada uno de los países miembros 
        del MERCOSUR, y a la que también canalizan cada uno de los países 
        miembros de la Comunidad. Si embargo, el marco institucional que se establecerá por medio 
        del acuerdo de cooperación parece suficiente para cubrir las necesidades 
        de un diálogo más amplio en tomo a las cuestiones centrales 
        de las relaciones comerciales entre ambos espacios económicos, 
        y las del necesario fortalecimiento del sistema multilateral del comercio 
        mundial ambiciosas en el relacionamiento entre la Comunidad y el MERCOSUR. Un mecanismo de consulta como el propuesto puede ser más importante 
        aún, si es acompañado con un mecanismo de participación 
        del sector empresario, con carácter asesor, ya que aquél 
        estaría concentrado en cuestiones vinculadas al comercio, la inversión 
        y la transferencia de tecnología, es decir cuestiones de interés 
        primordial del sector privado. En el caso de las relaciones del MERCOSUR 
        con la Comunidad, este nivel de interacción es esencial, si se 
        tiene en cuenta la importancia de la presencia de empresas europeas en 
        los cuatro países. El 70% del stock de inversión de origen 
        europeo en América Latina, se concentra en el MERCOSUR, según 
        datos de 1989, y es posible que este porcentaje haya aumentado o aumente 
        sustancialmente en el futuro inmediato, a través de la participación 
        de inversores europeos en las privatizaciones en la Argentina y en el 
        Brasil. En la perspectiva de un fortalecimiento del sistema multilateral de comercio 
        internacional y sin prejuicio de otras, cuatro grandes cuestiones aparecerían 
        como prioritarias para su tratamiento en un marco consultivo como el sugerido. 
        Ellas son: a) las reglas de juego de la competencia económica internacional; 
        b) el efecto de la "guerra de subsidios agrícolas" sobre 
        las economías del MERCOSUR; c) la disciplina multilateral de las 
        políticas y prácticas comerciales de los países miembros 
        del GATT, especialmente en lo que se refiere a las medidas unilaterales 
        que pueden tener efectos discriminatorios, y d) la actualización 
        de las normas del GATT (art. XXIV y cláusula de habilitación), 
        referidas a la compatibilización de los distintos esquemas de integración 
        y de libre comercio con el principio de no discriminación. Conclusiones Se abre una nueva etapa en las relaciones entre la Comunidad y América 
        Latina. La creación de un "hábitat" internacional 
        favorable a la "revolución silenciosa" de América 
        Latina, debería ser la gran prioridad. Implica el fortalecimiento 
        del sistema multilateral de comercio internacional, a fin de que el acceso 
        efectivo a todos los mercados, con todo tipo de bienes y servicios, faciliten 
        los esfuerzos de transformación productiva y de competitividad, 
        que son cruciales para la consolidación de la democracia, tanto 
        en América Latina como en Europa. Para ello aparece como esencial que en el marco de las reglas de juego 
        de la competencia económica internacional, que tendrán que 
        ser en el futuro uno de los ejes centrales del sistema multilateral de 
        comercio internacional, se establezcan vasos comunicantes institucionalizados 
        entre los grandes espacios económicos en torno a los cuales se 
        están agrupando los principales protagonistas del comercio mundial. En las Américas, la idea de un sistema hemisférico de comercio 
        libre, basado en la interconexión de los distintos esquemas de 
        integración económica y de libre comercio, entre los cuales 
        NAFTA y el MERCOSUR aparecen como los principales por su dimensión 
        económica, se esta enhebrando en torno a mecanismos de consulta 
        y comunicación, como el que se ha establecido en el denominado 
        "4+1" entre los Estados Unidos y los países del MERCOSUR.Sin prejuicio de la importancia de canales formales de diálogo 
        político, como el que se ha establecido entre la Comunidad y el 
        Grupo de Río, la institucionalización de las relaciones 
        de la Comunidad con los esquemas de integración en América 
        Latina, parece una vía más práctica, no sólo 
        para canalizar cooperación técnica y económica, sino 
        también para explorar la utilización más efectiva 
        de mecanismos como el Sistema General de Preferencias, pero por sobretodo, 
        para examinar el desarrollo de intereses comunes, en torno a las grandes 
        cuestiones de la agenda del comercio mundial.
 Dada la gravitación económica y política que está 
        llamado a tener el MERCOSUR, parecería recomendable que la Comunidad 
        entable desde ya una relación institucional con este esquema de 
        integración económica, con objetivos más avanzados 
        que los importantes pero limitados, que se han fijado para el primer acuerdo 
        de cooperación interinstitucional que han de firmar próximamente, 
        la Comisión de la Comunidad con los cuatro países del MERCOSUR. Un acuerdo de consulta similar en sus lineamientos y alcances, al denominado 
        "4+1", ya vigente entre los Estados Unidos y el MERCOSUR, podría 
        brindar un marco adecuado para encarar una relación institucionalizada 
        entre la Comunidad y el MERCOSUR, en la que ambos esquemas de integración 
        económica, a pesar de las diferencias de avances, de metodologías 
        y de mecanismos institucionales que existen entre ellos, puedan visualizarse 
        como protagonistas significativos, igualmente interesados en el fortalecimiento 
        del sistema multilateral de comercio internacional, a partir de los resultados 
        de la Rueda Uruguay del GATT. Una participación efectiva del sector privado, en el asesoramiento 
        a este mecanismo consultivo, afirmaría la vinculación de 
        su agenda con las cuestiones centrales que hacen al comercio, la inversión 
        y la cooperación tecnológica, entre la integración 
        europea y la del MERCOSUR. |