| Una vez más se ha planteado a la opinión pública 
        la necesidad de postergar los plazos del Mercosur. Curiosamente suele 
        ocurrir cada vez que se aproxima el fin del año y se deben retirar 
        productos de la lista de excepciones. La paradoja es que esta vez se plantea cuando la corriente de comercio 
        bilateral con el Brasil comienza nuevamente a favorecer a nuestro país 
        y cuando la economía brasileña se ha reactivado. El crecimiento 
        del PBI este año alcanzará un 4.5 por ciento. El producto 
        industrial superará el 7 por ciento de crecimiento. Es un año 
        récord en la producción de automóviles. El Brasil 
        importará este año desde el mundo un 25 por ciento más 
        que el año pasado. La Argentina le ha vendido al Brasil casi 100 
        por ciento más que el año pasado. Quizás convenga 
        precisar el alcance de los plazos en el Mercosur. El plazo principal establecido en el Tratado de Asunción, es el 
        de la duración del período de transición. Este es 
        el plazo necesario a fin de establecer las bases mínimas para el 
        funcionamiento del mercado común. No es un plazo para completar 
        el mercado común. Es desde esta perspectiva un punto de partida 
        y no un punto de llegada. Un punto de partida para un proceso que siempre 
        ha sido entendido como de larga duración. El pleno desarrollo del 
        mercado común, en la inteligencia de quienes lo negociaron y de 
        la letra del propio Tratado, puede llevar muchos años. De hecho 
        el Tratado no ha establecido un plazo para ello. Según el Tratado de Asunción, en la transición deben 
        lograrse tres objetivos, íntimamente vinculados entre sí: 
        a) El derecho al acceso irrestricto al mercado de cada uno de los asociados 
        (el arancel cero para el universo arancelario); b) La nivelación 
        del campo de juego para la competencia económica (la eliminación 
        de asimetrías económicas en actos gubernamentales que distorsionan 
        las competitividades relativas) y c) El desarrollo de un perfil arancelario 
        común frente a terceros (el arancel externo común). Al primer objetivo se llega en forma automática. Esa ha sido la 
        idea central que permitió definir el perfil del Mercosur, incluso 
        en el mundo. Es el que le ha dado credibilidad al proyecto de integración. 
        Para nuestro país es un objetivo clave: es el que permite, entre 
        otros resultados, convencer a inversores que inviertan en la Argentina 
        y que desde aquí produzcan para los cuatro mercados del Mercosur, 
        especialmente para el mercado brasileño. ¿Qué ocurre si al finalizar el período de transición, 
        no se han logrado los otros dos objetivos, especialmente el segundo? Por 
        ejemplo si continuaran las disparidades pronunciadas en materia de políticas 
        macroeconómicas. Probablemente será necesario entonces prever 
        un sistema más flexible de válvulas de escape que el de 
        las actuales cláusulas de salvaguarda, por ejemplo en el marco 
        de los acuerdos sectoriales (instrumento muy poco utilizado por los empresarios 
        hasta el presente), a fin de que tales disparidades macroeconómicas 
        no se traduzcan en desnivelaciones arbitrarias de campo de juego, afectando 
        a nuestros empresarios. ¿Es necesario para ello modificar el Tratado? No. El Consejo del 
        Mercosur tiene suficiente competencia otorgada por el propio Tratado para 
        reglamentar un sistema más fle xible de válvulas de escape. 
        Se podría así, sin dejar de lado el derecho adquirido al 
        acceso irrestricto al mercado brasilero y al de los otros asociados, colocarlo 
        transitoriamente para casos específicos bajo una campana protectora 
        (cupos u otras medidas temporarias que limitarían ejercicio del 
        derecho al acceso irrestricto). En mi opinión, la prórroga del plazo del periodo transición 
        no es una buena solución. Requiere una modificación del 
        Tratado y su ratificación por los respectivos Congresos. Es por 
        lo tanto políticamente costosa. Afectaría además 
        legítimos derechos adquiridos. De quienes han invertido en función 
        del espacio integrado prometido, o de quienes ya han visto retirados sus 
        productos de las listas de excepciones. Pero además es innecesaria, 
        pues hay otras formas de encontrar soluciones a los eventuales problemas 
        en el marco del Tratado. El mercado brasileño es muy interesante para nuestros productores. 
        Esta lleno de posibilidades. Sobre todo cuando el Brasil crece. Su ordenamiento 
        macroeconómico dará lugar a un crecimiento espectacular 
        de sus importaciones. Echar por la borda lo que se ha logrado hasta el 
        presente en materia de integración, no es razonable. No conviene 
        al interés nacional bien pensado. Tendría costos políticos 
        en las relaciones con el Brasil y afectaría nuestra credibilidad 
        externa. Perderíamos la posibilidad a un acceso privilegiado al 
        mercado brasileño. Los intereses sectoriales en el Mercosur deben ser defendidos. Pero ello 
        se puede hacer dentro del marco de las reglas de juego que han sido pactadas. 
        O de las nuevas que puedan ser desarrolladas. Y con argumentos que puedan 
        ser percibidos como sólidos por la opinión pública. |