| La construcción gradual de un sistema de interdependencia económica 
        entre los países latinoamericanos, en el que predomine la cooperación 
        sobre el conflicto, es una tarea de largo aliento, que ha estado caracterizada 
        y probablemente lo seguirá estando, por una marcada arritmia y 
        or un rumbo errático. No ha respondido, ni podría quizás 
        haber respondido a un programa único, de ejecución lineal, 
        con objetivos y plazos predeterminados. Por el contrario, la experiencia 
        demuestra que es una tarea en la que predominan marchas y contramarchas, 
        observándose una tozuda rebelión de la realidad ante las 
        pretensiones racionalistas. La explicación es simple: son muchos 
        los países, son dispares sus situaciones y sus intereses, las inestabilidades 
        políticas y económicas han sido frecuentes, las distancias 
        físicas y económicas enormes. Queda incluso la impresión que es una tarea imposible y que América 
        Latina está condenada a la fragmentación en el marco de 
        una interdependencia en la que por lo demás predomine el conflicto. 
        En tal sentido, cabe reconocer que existe hoy, en muchos círculos, 
        una profunda brecha de credibilidad con respecto a la posibilidad de crear 
        para cada país un entorno regional de cooperación económica 
        efectiva. Muchos dudan que aún si tal entorno fuera efectivamente 
        establecido, pudiera tener m impacto significativo en el crecimiento y 
        desarrolló de las principales economías latinoamericanas. 
        Consideran que desde el punto de vista económico los mercados de 
        la región, salvo en algunos casos los contiguos, siguen siendo 
        marginales. Convencionalmente se reconoce que 1960 es el año en que comienza 
        la historia contemporánea de la concertación económica 
        intralatinoamericana. Los Tratados de Montevideo (ALALC) y de Managua 
        (MCCA), son hitos generalmente aceptados para marcar el inicio de los 
        procesos de integración económica en la región. Es 
        que a partir de ellos se puede observar la aparición, al menos 
        en el plano comercial, de los primeros elementos distintos de nuevos subsistemas 
        internacionales o sistemas internacionales parciales (uno de alcance regional, 
        el otro subregional), en los que los países latinoamericanos participan 
        y que se distinguen del interamericano o panamericano, que había 
        sido hasta entonces el marco mas común para sus propias interacciones 
        políticas y económicas recíprocas. Por cierto, nada comienza de la nada y toda historia tiene su prehistoria. 
        La prehistoria en este caso había sido larga, con etapas claramente 
        diferenciadas en los períodos precolonial y colonial, en el transcurso 
        del siglo XIX y mas recientemente, en la década del treinta. Sobretodo 
        en el denominado Cono Sur, se había enhebrado una incipiente interdependencia 
        económica cooperativa, de ámbito limitado como resultado 
        de la crisis del treinta primero y luego, por los efectos de la Segunda 
        Guerra Mundial. El instrumento principal fue una red dé convenios 
        bilaterales de comercio y pagos, a través de los cuales se canalizaba 
        lo esencial del intercambio intrarregional de aquellos años, concentrado, 
        por lo demás, en pocos productos primarios. Pero es sólo a partir de finales de los años cincuenta 
        que comienza el desarrollo de un proceso de concertación económica 
        regional, con un alcance geográfico superior al de los respectivos 
        ejes bilaterales y al del Cono Sur. En tal sentido, la participación 
        de la ALALC en México, Colombia y Ecuador, y luego la de Venezuela, 
        adquirió un sentido político superior incluso a su relevancia 
        comercial, al transformar la Asociación en un proyecto de alcance 
        regional, incipiente expresión institucional contemporánea 
        quizás, de una idea de profunda raíz histórica e 
        innegable valor cultural y político actual, que es la de América 
        Latina. La ALALC puede ser considerada entonces como el primer paso a la institucionalización 
        de una región que aspira tener identidad propia en el concierto 
        internacional de naciones. El bloque latinoamericano en Naciones Unidas 
        (años 50), los ensayos de conce.tación económica 
        externa al promediar los sesenta en el ámbito de la CECLA y lueyo 
        los GRULA, en distintos foros internacionales, son otras expresiones institucionales 
        de la idea de región, que la diplomacia multilateral latinoamericana 
        va desarrollando en el curso de estos años, que hoy podríamos 
        denominar los del "aprendizaje latinoamericano". La creación 
        del SELA, en 1975, es quizás un punto culminante de este proceso 
        incipiente de concertación externa. El Grupo de los 8, constituido 
        en 1986 en Rio de Janeiro, es la expresión más reciente 
        y sin duda, la de mayor alcance político. A partir de su formación, 
        la concertación latinoamericana trasciende lo económico 
        e incursiona decididamente en el terreno político, continuando 
        un proceso cuyo antecedente más inmediato son los Grupos Contadora 
        y de Apoyo. Desde aquellos ya lejanos años sesenta, se plantea por lo demás, 
        el interrogante sobre si la integración y la cooperación 
        económica regional eran y debían ser procesos predominantemente 
        gubernamentales. Algunos así lo visualizaban. La acción principal correspondería, 
        en esta visión, a los gobiernos quienes crearían los marcos 
        en los que canalizarían luego su acción los operadores económicos. 
        Cuanto más, éstos sólo deberían ser consultados 
        en el seno de organismos públicos de decisión, tanto nacionales 
        como multinacionales. Otros, por el contrario, veían a los empresarios como los verdaderos 
        promotores y protagonistas de las acciones de integración. Entendían 
        el rol gubernamental como el de la eliminación de restricciones 
        e impedimentos a lo que debía ser el espíritu creativo de 
        los empresarios, quienes en mecanismos tales como las reuniones sectoriales 
        de la ALALC, o a través de entendimientos directos intra e inter-empresas, 
        serían entonces los verdaderos impulsores del comercio y de otras 
        formas de interacciones económicas transfronterizas. Tensión conceptual, metodológica e ideológica, en 
        fin, que no dejaba de reflejar la que en el ámbito nacional marcaba 
        frecuentemente los debates sobre los caminos hacia el desarrollo económico. 
        Muchas energías se esterilizaron, en los países y en la 
        región en su conjunto, como consecuencia de tal tensión. En el fondo, esta tensión ha puesto de manifiesto también, 
        en ese campo específico, la gran dificultad práctica que 
        ha habido en la región para reconocer la interacción entre 
        los distintos planos en que se desarrollan o en que- pueden desarrollarse 
        acciones orientadas a interconectar los mercados, a compartir la explotación 
        de recursos, a administrar colectivamente problemas económicos 
        comunes, a concertar negociaciones frente a terceros, en fin, a cooperar 
        en el amplio espectro de posibilidades que se abre en tal sentido, a países 
        que comparten una región o una subregión en el sistema internacional. Por el contrario, ha existido una fuerte propensión a los compartimientos 
        estancos, conceptuales y operativos, expresados precisamente en esa falta 
        de comunicación entre los distintos planos en que pueden canalizarse 
        acciones de cooperación e integración. Quizás en 
        este hecho pueda encontrarse una de las claves de la limitada efectividad 
        de los planteos de concertación latinoamericana. Creo que sin perjuicio de los que han derivado de la existencia de corrientes 
        ideológicas contrapuestas, han tenido gran importancia para explicar 
        tales dificultades de comunicación las propias organizaciones internas 
        de las administraciones públicas latinoamericanas y el exceso de 
        especialización del mundo académico y técnico, por 
        mucho tiempo poco propenso a los enfoques interdisciplinarios, a las visiones 
        de conjunto y a las perspectivas históricas. Sólo en los 
        años mas recientes se pueden observar estructuras gubernamentales 
        más aptas para captar, por ejemplo, el amplio y complejo mundo 
        de las relaciones económicas internacionales, concebido como campo 
        de interacción de factores de poder y de bienestar, así 
        como su intensa interacción con el no menos complejo mundo del 
        desarrollo económico, social y político de una comunidad 
        nacional. La ya clásica dicotomía entre las cancillerías, 
        por un lado y los responsables de las áreas de economía, 
        comercio y banca central, explican muchos de estos compartimientos estancos, 
        que han restado coherencia, efectividad y eficacia a la acción 
        económica externa de gobiernos latinoamericanos, contribuyendo 
        así a la distancia que se observa entre teoría y realidad 
        en materia de integración regional. Estas notas están orientadas a explorar, precisamente, el tema 
        de la interacción entre los distintos planos y ámbitos de 
        la concertación económica latinoamericana. Quiero referirme particularmente a la integración como un fenómeno 
        multidimensional, en el cual la efectividad y la eficacia de las acciones 
        de alcance regional de los gobiernos, de los distintos protagonistas sociales 
        y en particular de los operadores económicos dependen, en gran 
        medida, de los vasos comunicantes que se logren establecer entre los distintos 
        planos y ámbitos en que ellas se manifiestan. Pienso que es el ámbito interno de cada país donde tales 
        vasos comunicantes parecen ser más necesarios. Ello implica un 
        esfuerzo de visualizar la interdependencia regional, sus costos y beneficios, 
        así como las desventajas de su ausencia, desde una óptica 
        nacional y de la de cada operador económico. Sólo desde 
        una perspectiva nacional puede plantearse y captarse la racionalidad política 
        y económica de una interdependencia regional cooperativa y su expresión 
        más avanzada, que es la integración económica. Sólo 
        en tal perspectiva pueden extraerse consecuencias operativas con respecto 
        a su vínculo con las relaciones internacionales globales de cada 
        país, así como con respecto a las modalidades organizativas 
        más apropiadas para actuar en el plano internacional, incluyendo 
        el regional. Por el contrario, la tendencia ha sido con mucha frecuencia 
        razonar lo regional no desde la perspectiva de cada interés nacional, 
        sino desde la más abstracta de una hipotética racionalidad 
        supranacional, encubierta por la expresión "interés 
        regional". Este es un defecto común en muchos planteos teóricos 
        de integración, en distintas latitudes, como lo ha puesto de manifiesto 
        Hans Cristoph Rie-ger. en el caso de la ASEAN, en Towards the making of 
        ASEAN Common Market: A concrete proposal", 1986. Especial énfasis quiero poner en esta ocasión, en un primer 
        análisis, en la correlación entre la convergencia latinoamericana 
        frente a terceros y la intrarregional, y en la comunicación entre 
        las dimensiones macro y micro de la integración económica 
        regional. En este análisis tomaré en cuenta, especialmente, las nuevas 
        tendencias que en materia de concertación latinoamericana se han 
        expresado en años recientes. Concluiré haciendo algunas 
        propuestas orientadas a reforzar tales tendencias. 1. Concertación e integración económica: el retorno Los últimos años permiten constatar un revivir de la idea 
        de concertación e integración económica entre países 
        que comparten una región o una subregión. Recientemente, 
        por ejemplo, los jefes de Estado de la ASEAN se reunieron en Manila, en 
        la primera cumbre que celebran en diez años y fijaron ambiciosas 
        metas en materia de liberación del comercio intrarregional. Y en 
        Europa, parece ya un hecho que se ha de lograr en 1992 el objetivo del 
        mercado único, dentro del cual los empresarios podrán operar 
        libres de todo tipo de restric ciones tarifarias o no tarifarias, y en 
        el que se habría logrado para ese entonces un avanzado grado de 
        armonización de legislaciones y de coordinación de políticas. 
        Incluso la idea de una banca central europea podría haberse concretado 
        a esa fecha. En otro ejemplo significativo, el acuerdo de libre comercio 
        entre Canadá y los Estados Unidos aspira a producir un dramático 
        paso adelante en la integración de ambas economías. El cuadro se enriquece y se vuelve más complejo, si se toma en 
        cuenta la red de relaciones económicas especiales que se ha ido 
        desarrollando entre países industrializados y los países 
        en desarrollo de su entorno inmediato. Tres redes comerciales sobresalen 
        de inmediato al observador: la de Japón con los países del 
        Sudeste Asiático; la de los Estados Unidos y Canadá, con 
        México y con los países de la -Cuenca del Caribe, y la de 
        la Europa comunitaria, con los países de la Cuenca del Mediterráneo 
        y con los de la Convención de Lomé. Cada red se enhebra 
        a través de una compleja trama de relaciones empresarias transnacionales, 
        de preferencias comerciales, de inversiones y de mecanismos financieros, 
        que permite, entre otras ventajas económicas a veces recíprocas, 
        intercambiar el acceso a una demanda externa de alto poder adquisitivo, 
        a tecnología, a capacidad empresaria y a financiamiento, por el 
        acceso a un mercado laboral extenso y barato, y a un amplio, aunque muchas 
        veces potencial, mercado consumidor. Como telón de fondo a este renovado movimiento hacia bloques comerciales 
        y hacia distintas modalidades de procesos de integración, una amplia 
        y relativamente eficaz coordinación económica del mundo 
        industrializado se combina con una marcada pérdida de efectividad 
        de aquellos mecanismos económicos multilaterales más universales, 
        en los que la participación en las decisiones se rige por principios 
        de democratización del poder mundial. La de los ochenta es en tal 
        sentido, una década en que se contrasta la importancia relativa 
        creciente para las relaciones económicas internacionales de la 
        Cumbre de los Siete, con la decreciente de la UNCTAD. A diferencia de 
        lo que parecía ser la tendencia en la década anterior, manifestada 
        en iniciativas tales como las del Nuevo Orden Económico Internacional 
        . y el Diálogo Norte-Sur, en las que tantas esperanzas depositaron 
        los países en desarrollo, los años recientes parecen indicar 
        un mayor predominio de foros y mecanismos de concertación en los 
        que sobresalen la lógica pragmática de la estratificación 
        internacional, por contraposición a la más idealista de 
        la democratización internacional. Este es un tema que amerita una 
        reflexión detenida por los especialistas en relaciones internacionales, 
        pues quizás en este hecho se encuentran algunas de las claves para 
        entender fuerzas profundas que están operando en el sistema internacional 
        y que, tras la apariencia de una relativa estabilidad, puedan estar preanunciando 
        años difíciles para la convivencia entre las naciones. Por el juego de distintos factores, la idea de integración también 
        ha retornado a la agenda de las relaciones económicas internacionales 
        de los países latinoamericanos. Sin duda, uno de los factores que 
        la impulsa es la percepción de tendencias internacionales como 
        las señaladas en el párrafo anterior. Los cambios que se 
        están operando en una economía mundial impactada por profundos 
        "shocks" tecnológicos y financieros, por la emergencia 
        de nuevos protagonistas-países y protagonistas-empresas, por una 
        gradual pero implacable redistribución del poder económico 
        relativo entre las grandes potencias y entre potencias emergentes, están 
        produciendo un fuerte impacto en la percepción que los países 
        dé la región tienen de desafíos y oportunidades externas. 
        El entorno económico externo plantea en América Latina un 
        imperativo que se está generalizando en el mundo contemporáneo, 
        de competitividad, de negociación, de desarrollo de alianzas y 
        de relaciones económicas preferenciales, que necesariamente está 
        conduciendo a una revaloración del entorno regional o subregional 
        en el que cada país se inserta. Se observa esta tendencia, por 
        lo demás, en todas las regiones del sistema internacional. Pero dos son quizás los factores que se destacan para explicar 
        el retorno de la integración de América Latina. Uno, es 
        el fenómeno de la deuda externa. Por lo menos por tres razones 
        incide la deuda sobre la mayor propensión a la integración: 
        a) por la idea que una mayor concertación entre los deudores podría 
        contribuir a mejorar su capacidad relativa de negociación frente 
        a los bancos y a los países acreedores; b) por los efectos que 
        la escasez de divisas para importar de fuera de la región tiene 
        sobre la búsqueda de alternativas en un intercambio regional ahorrador 
        de divisas y sobre el desarrollo de estrategias para la sustitución 
        eficiente de importaciones, y finalmente, c) por los efectos de la noción 
        de "riesgo latinoamericano", que especialmente en los años 
        inmediatos al estallido de la crisis de la deuda, llevó a los bancos 
        y a los mercados a percibir la región como un conjunto, sin reconocer 
        situaciones diferenciales a pesar de la estrategia seguida de encarar 
        cada paso por separado. La deuda externa acentúa en la región la idea de interdependencia. 
        La consecuencia es que cada país se percibe a sí mismo, 
        y es percibido por sus acreedores externos, como parte de un área 
        diferenciada del resto del mundo en la que, lo que ocurre con las otras 
        partes afecta de una manera positiva o negativa, al conjunto. De allí 
        la tendencia a desarrollar en la región una cierta disciplina colectiva, 
        orientada a impedir que comportamientos de uno de los deudores frente 
        a sus acreedores afecten a los demás o que se elaboren soluciones 
        individuales a expensas del grupo. Pero de allí, también, 
        surge la búsqueda de grados de concertación que permitiera 
        "a cada uno y al conjunto mejorar su posición negociadora 
        relativa frente a terceros. Caracas (1983), Quito (1984), Cartagena (1985) 
        y Acapulco (1987), son otros tantos hitos en la búsqueda de mecanismos 
        realistas de concertación frente a los acreedores. Cualesquiera 
        que hayan sido sus resultados efectivos, que en procesos de largo plazo 
        nunca pueden ser examinados por los impactos inmediatos, lo cierto es 
        que retoman un camino latinoamericano de concertación económica 
        externa, iniciado quizás en 1964 en Alta Gracia, continuado en 
        1969 en Viña del Mar y que deriva luego en la creación en 
        1975, del SELA. El otro factor por destacar es el cambio que se está operando 
        en los intereses comerciales latinoamericanos, como consecuencia del desarrollo 
        industrial de las economías más avanzadas del área. 
        Tres países por lo menos se están transformando en activos 
        exportadores a la región de bienes de capital y de tecnologías: 
        Brasil, México y la Argentina. Los tres están manifestando 
        un creciente interés en penetrar los mercados en desarrollo del 
        área, apuntando especialmente a los mercados de proyectos. Comienzan 
        a percibir entonces más nítidamente que antes, cuatro aspectos 
        que parecen ahora como indisociables en una estrategia de aprovechamiento 
        de los mercados de la región: la racionalidad de desarrollar espacios 
        de comercio preferencial entre sí y con los demás países 
        del área, la necesidad de comprar para poder vender; la conveniencia 
        de encontrar soluciones prácticas al problema de la creciente deuda 
        intralatinoamericana, y la ventaja de promover relaciones empresarias 
        trasfronterizas, a través del empleo de distintas modalidades de 
        "contractual" y "equity joint-ventures", incluyendo 
        por cierto, la subcontratación internacional. El planteamiento 
        reciente de México con respecto a Centroamérica, en torno 
        al aprovechamiento del financiamiento resultante de los Acuerdos de San 
        José a fin de identificar y desarrollar proyectos de inversión, 
        es un ejemplo en tal sentido. El efecto es una marcada tendencia al reconocimiento, desde una perspectiva 
        de interés nacional, de la importancia relativa de los mercados 
        regionales y de las condiciones que parece ineludible reunir, si es que 
        quieren competir en ellos con proveedores extrarregionales. En este reconocimiento 
        y en la mayor apertura que están introduciendo en sus propios mercados 
        a fin de acrecentar la eficiencia y la competitividad internacional de 
        sus economías, se encuentran factores dinámicos potenciales, 
        que de consolidarse podrían operar un cambio significativo en las 
        relaciones económicas intraíatinoamericanas. Cabrá 
        observar con detenimiento, en tal sentido, los efectos que se podrían 
        producir en el comercio intrarregional, como consecuencia de las recientes 
        innovaciones introducidas por el Brasil en sus políticas industrial 
        y de comercio exterior, sobre todo teniendo en cuenta el amplio poder 
        de compra relativo de su economía. Cabe apuntar asimismo, que el hecho que algunas de las economías 
        del área están demostrando un mayor dinamismo relativo y 
        una mayor adaptabilidad a los actuales requerimientos de la competencia 
        económica mundial, podría estar introduciendo en la competencia 
        por los propios mercados" regionales, elementos de emulación 
        y efectos de "catch-up", relativamente ausentes hasta ahora 
        y que pueden ser sumamente positivos para estimular futuras acciones de 
        cooperación e integración económica. Quizás 
        sea todavía prematuro hablar de "locomotoras" intraíatinoamericanas 
        del desarrollo regional, pero es sin duda una perspectiva factible para 
        la década del noventa. Las reuniones de Quito (1984), Montevideo (1985), Esquí-pulas 
        (1986-87), Quito (1987) y Acapulco (1987), son a su vez los hitos principales 
        del retorno de la integración económica en América 
        Latina. Jalonan un proceso, que ha sido estimulado por la revitalización 
        democrática de la región y que es alimentado por la percepción 
        de claros desafíos externos. Reflejan la alta prioridad política 
        que los gobiernos de la región quieren otorgarle al área, 
        como entorno económico externo que puede ser favorable a la consolidación 
        de la democratización, la transformación económica 
        y la modernización tecnológica de los respectivos países. 
        Pero expresan además, junto con iniciativas trascendentes como 
        las que han llevado adelante los países del Cono Sur, particularmente 
        .a través del Programa de Cooperación e Integración 
        Económica entre la Argentina y Brasil, la culminación de 
        una profunda renovación conceptual y metodológica que se 
        está operando en el área en materia de concer-tación, 
        cooperación e integración regional. 2. Concertación e integración económica: la renovación ¿En qué consiste esta renovación conceptual y metodológica? 
        Se están borrando, en primer lugar, las líneas divisorias 
        entre los conceptos de concertación, cooperación e integración 
        económica. Ponerse de acuerdo, actuar en conjunto, administrar 
        problemas colectivamente, compartir recursos y mercados, son tipos de 
        acción que, si bien distintos en sus alcances y características, 
        persiguen la misma finalidad de ayudar a enfrentar desafíos externos, 
        o de mejorar las condiciones externas para la transformación económica 
        interna y la modernización tecnológica. Desde una perspectiva 
        teórica sería posible, por cierto, reconocer las diferencias 
        que existen entre tales conceptos. Lo importante, sin embargo, es retener 
        el hecho que al menos en nuestra región, para los operadores políticos 
        gubernamentales y económicos, son en la práctica conceptos 
        intercambiables. Es en su finalidad que estos conceptos se identifican, 
        perdiendo en tal perspectiva relevancia práctica las diferencias 
        que tradicional-mente se reconocen en ellos. Para el hombre de acción 
        y quizás también para el ciudadano común, aparecen 
        como contrarios a aislamiento, conflicto y fragmentación. Esta evolución se ha visto favorecida por tres factores relacionados 
        entre sí: el proceso de aprendizaje resultante de treinta años 
        de esfuerzos de integración regional; la consiguiente independencia 
        en relación a modelos teóricos y a- experiencias históricas 
        extrarregionales, en particular la europea, y como consecuencia de los 
        dos primeros, el desprendimiento con respecto a modalidades específicas 
        de integración, tales como las de mercado común, zona de 
        libre comercio o unión aduanera, no en cuanto ellas puedan significar 
        como resultado final, pero sí en cuanto a lo que significan como 
        procesos conducentes a tales resultados. Mercado común, unión política, supranacionalidad, 
        fueron conceptos comunes en la primera fase de la historia contemporánea 
        de la concertación latinoamericana. Generaron interminables debates 
        que muchas veces trabaron la voluntad de acción y que también 
        distrajeron la atención sobre lo que era esencial. Alimentaron 
        la tradicional propensión latinoamericana a discutir conceptos 
        y restaron energías para operar sobre las realidades. En particular, la idea de que la integración económica 
        suponía superar las realidades nacionales, diluyendo las soberanías 
        preexistentes en lo que era percibido como una utópica unión 
        política, produjo naturales reacciones contrarias en importantes 
        sectores políticos de la región, restando en muchos otros 
        interés por una propuesta que se había terminado por alejar 
        de la agenda de los problemas críticos, estructurales y cotidianos, 
        de los países latinoamericanos. Lo que es peor, ese tipo de planteamientos integracionistas que se basaban 
        aparentemente en el modelo comunitario europeo, estaban poniendo de manifiesto, 
        como algunos lo destacamos en la época, un profundo desconocimiento 
        de la lógica interna del planteamiento originado en el plan Monnet 
        y encarnado luego en la Comunidad Económica Europea. El hecho que 
        en 1992 el mercado único europeo se ha de concretar en el marco 
        de la Europa de las Patrias de De Gaulle, con la supervivencia de los 
        Estados nación, demuestra lo afirmado. Se está consolidando, en segundo lugar, la noción que el 
        foco de la acción -tanto a nivel de la región en su conjunto, 
        como en el de las distintas subregiones y en el de los ejes bilaterales,- 
        debe estar centrado en la organización y la administración 
        de la interdependencia política y económica de América 
        Latina. Para emprender este último desarrollo, creo que puede resultar 
        práctico recurrir al concepto de subsistema internacional que implica 
        un ámbito particular de competencia internacional que es diferenciado 
        del sistema internacional global, sea por la especificidad del objeto 
        de las interacciones (por ej. comercio, financiamiento, tecnología, 
        seguridad, cultura, ideas) o sea porque ellas se limitan a un número 
        de países inferior al total de Jos que integran en un determinado 
        momento histórico el sistema internacional global. Como mínimo, un elemento común contribuye a definir el 
        campo de interacción que configura un subsistema: puede ser un 
        espacio geográfico compartido; una función económica, 
        política o militar; una ideología, creencia o raza. A partir 
        del elemento común o de la confluencia de varios, se entablan las 
        relaciones de poder entre los países del grupo y surge el ámbito 
        de composición. La interdependencia que se genera a partir del elemento común, 
        que hace que ninguna de las partes pueda ser indiferente a las actitudes 
        y comportamientos de los demás, puede ser predominantemente conflictiva 
        o cooperativa, según sea el grado de disparidad o afinidad de intereses 
        entre los países que integran el subsistema. Los subsistemas pueden 
        distinguirse por el grado de intensidad de sus interacciones y por el 
        signo predominante de éstas, pero también por ser potenciales 
        o activos. Como por definición un subsistema no es un fenómeno aislado 
        en el sistema internacional, comprender su interacción con otros 
        subsistemas internacionales es esencial para describir y entender su estructura, 
        su funcionamiento y las fuerzas de cambio que en él operan. Por 
        lo demás, un país normalmente es simultáneamente 
        protagonista activo en distintos subsistemas internacionales. Y no todos 
        los países que integran un subsistema, tienen a la vez intereses 
        o grado de participación similares en otros subsistemas internacionales. 
        Por el contrario, los integrantes de un mismo subsistema pueden tener 
        una inserción diferenciada en el complejo de subsistemas internacionales 
        que se pueden distinguir en un momento histórico determinado en 
        el sistema internacional global. Conocer quienes son los competidores, su naturaleza (son los propios 
        Estados nacionales, pero también lo son otros actores societales, 
        en particular los operadores económicos) y la forma en que el poder 
        se distribuye entre ellos, es esencial para la descripción de un 
        subsistema internacional y para entender su dinámica. Dos conceptos 
        pueden ser útiles al e-fecto: uno es el de estratificación 
        objetiva, entendida como la jerarquización de todos los competidores 
        en función de indicadores de poder seleccionados de acuerdo a la 
        naturaleza del subsistema; el otro es el de estratificación relativa, 
        entendida como la jerarquización de los demás competidores 
        desde la perspectiva de cada uno de los competidores, en función 
        de la importancia relativa que aquellos tienen en términos de seguridad, 
        mercados, modelos o influencias. Esta última forma de estratificación, 
        que no necesariamente coincidirá con la anterior, permite determinar 
        en cada situación concreta, el "grado de prescindibilidad" 
        que los demás competidores tiene en la perspectiva de cada uno 
        de ellos. Es a partir precisamente de los años 60 que comienzan a manifestarse 
        signos evidentes del surgimiento de un subsistema internacional latinoamericano, 
        y la interdependencia que se genera hace que la vida política y 
        económica de cada uno de los países de la región 
        deje de ser indiferente para los demás. La Revolución Cubana, 
        con sus profundos efectos en las relaciones interamericanas y en la vida 
        política de cada país de la región, actuó 
        como acelerador de un proceso que desde entonces se ha ido enriqueciendo 
        en manifestaciones y matices. Los denominados esquemas formales de integración, si bien son 
        parte del desarrollo de la interdependencia regional, sólo abarcan 
        un segmento muy limitado de la rica realidad del relacionamiento intralatinoamericano. 
        Por el contrario, la realidad de América Latina como subsistema 
        internacional los desborda, manifestándose a través de múltiples 
        planos de acción gubernamental o societal, como así también 
        de muy diversos medios institucionales, de alcance regional, subrégional 
        o bilateral, las más de las veces de características muy 
        informales. Si esto era cierto ya en los setenta, más lo es aún 
        en los años ochenta.
 ¿Interdependencia anárquica y conflictiva? ¿Interdependencia 
        organizada y cooperativa?. Tal parece ser el principal dilema que deberán 
        resolver en los próximos años los países latinoamericanos 
        como consecuencia de compartir un mismo espacio geográfico, económico 
        y finalmente político. La historia mundial está plagada 
        de casos de interdependencia del primer tipo. Menos frecuentes son los 
        casos históricos de interdependencia del segundo tipo. Sólo 
        en la perspectiva de tal dilema, puede analizarse y comprenderse la problemática 
        de la concertación regional y más precisamente, la de la 
        integración económica. Quienes pretenden captar este último 
        fenómeno desde una óptica parcial, por ejemplo la económica, 
        corren el riesgo de entender muy poco lo que en realidad ocurre. Un enfoque como el propuesto tiene por lo menos cuatro consecuencias 
        metodológicas y operativas: a) la primera, es que se diluye la 
        distinción entre las dimensiones económica y política 
        de las relaciones intralatinoamericanas. Si el foco es el desarrollo y 
        la organización de un subsistema internacional de interdependencia 
        cooperativa, la interacción entre lo económico y lo político 
        pasa a ser tan natural como lo es en la realidad diaria; b) la segunda, 
        es que se acepta la existencia de una multiplicidad de planos y de medios 
        en que se pueden manifestar las acciones regionales (subregionales, sectoriales 
        o bilate rales) de los operadores gubernamentales y societales; c) la 
        tercera, es que se percibe más claramente la multidimensiona-lidad 
        del fenómeno de la concertación latinoamericana y su relación 
        dinámica con otras cuestiones claves de la actual agenda del desarrollo 
        regional, tales como las de la democratización, la apertura a la 
        competencia internacional, la transformación económica y 
        la modernización tecnológica y, finalmente, d ) la cuarta, 
        es que se reconoce la dimensión temporal prolongada de una empresa 
        histórica de la magnitud que ha encarado América Latina, 
        a fin de alcanzar objetivos de desarrollo económico, social y político, 
        que en otras latitudes costaron mucho tiempo e incluso mucha sangre. Quizás a la luz de estas cuatro consecuencias convendría 
        releer el Compromiso de Acapulco, pues encontraríamos allí 
        su reconocimiento explícito y por ende, la expresión más 
        autorizada y actualizada de la renovación conceptual y metodológica 
        antes mencionada. Pero Acapulco es, a la vez, culminación de una fase de redefinición 
        en enfoques, objetivos y métodos de trabajo, y punto de partida 
        de un camino que ahora hay que recorrer. Si bien la región parece 
        más equipada hoy, conceptual y operativamente, para evitar un nuevo 
        divorcio entre lo que se programa y lo que en la realidad ocurre, sí 
        parece necesario seguir extrayendo de la experiencia pasada lecciones 
        que permitan tornar efectivos los esfuerzos de concertación que 
        se realizan. Quiero examinar este último tema a continuación, en relación 
        a dos ámbitos en que en el pasado el grado de efectividad ha sido 
        relativamente bajo. Me refiero al de la convergencia entre concertación 
        externa e intrarrégional, y al de la correlación entre las 
        dimensiones macro y la micro de la concertación latinoamericana. 
        No son los únicos. Pero en mi opinión son dos de los que 
        merecen atención prioritaria. 3. Concertación externa y concertación intralatinoamericana La experiencia pasada pone de manifiesto una cierta inconsistencia y 
        falta de vinculación, entre los esfuerzos regionales de coordinación 
        frente a terceros y los esfuerzos de concertación (cooperación-integración), 
        intrarrégional. Un ejemplo reciente ilustra el caso: la participación latinoamericana 
        en las actuales negociaciones comerciales en el GATT (Rueda Uruguay) y 
        las que simultáneamente se realizan en el ámbito de la ALADI 
        (Rueda Regional de Negociaciones). Parecerían no existir vasos 
        comunicantes entre ambos procesos negociadores, como si se tratara de 
        dos realidades comerciales internacionales sin puntos de conexión. 
        Muchas veces, ni siquiera existe a nivel nacional coordinación 
        entre las respectivas estrategias negociadoras, ni entre los equipos que 
        se hacen cargo de una negociación y de la otra. Hasta el discurso 
        y la retórica parecen divergentes. Se dice en un frente lo contrario 
        a lo que se practica en el otro. Esto último suele ser válido para muchas de las cuestiones 
        que los latinoamericanos negociamos, a la vez, en foros internacionales 
        multilaterales y en los regionales. Por ejemplo, comparemos las argumentaciones 
        que esgrimen los países latinoamericanos económicamente 
        más avanzados en foros como el de la UNCTAD, en materia de tratamientos 
        preferenciales para los países en desarrollo, con la práctica 
        concreta que se manifiesta en la región cuando se trata de las 
        relaciones económicas con los países de menor desarrollo 
        económico relativo. Hay excepciones por cierto. Pero en general, 
        nos costaría encontrar modelos efectivos y eficaces de tratamiento 
        preferencial que luego pudiéramos proyectar al plano de las relaciones 
        Norte-Sur. Entre las excepciones más recientes podemos mencionar 
        las propuestas avanzadas por México en su relación con Centro-américa. 
        Por cierto, también debemos mencionar las propuestas incluidas 
        en el Compromiso de Acapulco con respecto a la misma subregión. La inconsistencia marcada implica una gran debilidad de la experiencia 
        integradora en América Latina. Se supone que la concertación 
        y la integración deben fortalecer la capacidad regional para negociar 
        con terceros países. Pero no se transmite al exterior la sensación 
        de que la acción coordinada ante el exterior se sustenta realmente 
        en una intensa coordinación dentro de la región. La imagen 
        de un bloque hacia terceros no llega a basarse en la realidad de un bloque 
        económico hacia adentro, sustentado en los mismos principios de 
        justicia y de solidaridad que se reclama del mundo industrializado. La 
        alianza hacia afuera no descansa necesariamente en un tejido de intereses 
        producto de la alianza hacia adentro. No llega a ser entonces una alianza 
        que goce de credibilidad internacional. En realidad, en el plano internacional 
        contemporáneo, sólo la Comunidad Europea ha logrado crear 
        un poder de negociación económica internacional creíble, 
        basado en la realidad de un espacio económico integrado. Es el 
        denso tejido de intereses intracomunitarios lo que explica que en última 
        instancia, y cualquiera que sean las disidencias de intereses y de enfoques 
        entre sus miembros, la CEE se "presenta como un verdadero bloque 
        negociador en los foros económicos multilaterales. La meta del 
        mercado único en 1992, está acrecentando dramáticamente 
        este efecto, según se observa en el interés que este hecho 
        ha despertado en la prensa y en el mundo de los negocios, particularmente 
        en los países industrializados. Convergencia intrarregional y convergencia externa suponen, además, 
        un camino de doble vía. La externa debe sustentarse, para ser viable 
        y eficaz, en la intrarregional. Pero a su vez, ésta no puede hacerse 
        a costa de las relaciones de cada país con el resto del mundo. 
        Está claro, en mi opinión, que la inserción económica 
        internacional es propia de cada país de la región y que 
        la concertación regional debe servir para fortalecerla pero no 
        necesariamente para diluir la individualidad nacional. Imaginar un modelo 
        de integración de alcance regional, no sóló implica 
        negar las individualidades nacionales que se expresan incluso en modelos 
        alternativos de desarrollo, sino que tampoco implica desconocer las conveniencias 
        nacionales de desarrollar modelos de inserción económica 
        externa, en que se maximicen las oportunidades que brinda a cada país, 
        su relación económica con el resto del mundo. En esta visión, 
        la alianza económica latinoamericana no puede ser ni exclusiva 
        ni ex-cluyente. Es parte, esencial si se quiere, del tejido de alianzas 
        económicas internacionales que cada país traza en función 
        de sus intereses, sus propias realidades y sus ventajas comparativas. 
        Una vez más, para entender este tema el foco de análisis 
        debe ser el de cada estado. Como señalamos antes, la idea de integración, entendida 
        en su versión más amplia y realista de interdependencia 
        cooperativa, se relaciona con la creación de un entorno político 
        y económico regional, que sea funcional a las respectivas individualidades 
        nacionales en su legítima búsqueda de modelos eficaces de 
        desarrollo interno y de inserción internacional. La metodología 
        adecuada será entonces la que en cada circunstancia histórica 
        permita, al conjunto de países, un equilibrio razonable entre requerimientos 
        económicos y políticos que tendrán una fuerte propensión 
        a ser contradictorios. De allí que tal metodología deba 
        renovarse en función de realidades esencial mente dinámicas 
        de los propios países, de la región y del sistema internacional. No creo que sea sólo en el plano regional ni en el de sus ámbitos 
        institucionales principales, tales como el SELA o la ALADI, donde deban 
        efectuarse esfuerzos por desarrollar los necesarios vasos comunicantes 
        entre las dimensiones externa e intrarregional de la convergencia latinoamericana. 
        Por cierto que una más intensa coordinación entre esos dos 
        organismos intergubernamentales', podría mejorar el actual cuadro 
        en la materia. También es cierto que en la agenda del Grupo de 
        los 8, tal coordinación debería ocupar un lugar prioritario. 
        Temas tales como el del tratamiento preferencial para los países 
        centroamericanos, acordado por la reunión de Acapulco y su extensión 
        en el ámbito de la ALADI, a todos los países latinoamericanos 
        considerados de menor desarrollo económico relativo, deberían 
        ser objeto de acción inmediata, con el adecuado apoyo financiero 
        del mundo industrializado. Los países de mayor desarrollo económico 
        relativo, no sólo efectuarían así un innegable aporte 
        a una solidaridad efectiva en la región, que pudiera ser fuente 
        de modelos de acción en el marco de las relaciones Norte-Sur, sino 
        que estarían contemplando su propio interés nacional de 
        concretar un espacio de relaciones económicas preferenciales que 
        abarque a toda la región. El tema de la deuda externa intralatinoamericana, 
        que en 1986 alcanzara cerca de los 12.000 millones de dólares, 
        también se presenta como propicio para experimentar fórmulas 
        imaginativas de solución, que indiquen un camino aplicable en el 
        ámbito internacional en las relaciones entre deudores y acreedores. Es en cambio, en el ámbito de cada país latinoamericano, 
        donde tales esfuerzos deben ser, más intensos. Es precisamente 
        en cada capital, donde debería profundizarse la relación 
        entre los distintos planos de la estrategia y las políticas de 
        inserción en la economía mundial, incluyendo la inserción 
        en la economía regional. Ello implica vincular, conceptual y operativamente, 
        la idea del aprovechamiento tanto de los mercados internos como de los 
        externos, en función de lo que cada país intente hacer para 
        transformar su economía, modernizarse tecnológicamente y 
        administrar sus problemas de coyuntura. Es sólo en el ámbito nacional donde puede tenerse una visión 
        de conjunto de las relaciones económicas internacionales del respectivo 
        país, y es en tal perspectiva que podrá el gobierno y podrán 
        sus operadores económicos, trazar su estrategia de penetración 
        de mercados externos o de negociaciones comerciales internacionales. Plantea este enfoque, en muchos casos, requerimientos de cambios o ajustes 
        en las estructuras gubernamentales internas, en particular en la distribución 
        de competencias dentro y entre ministerios de relaciones exteriores, de 
        finanzas, de desarrollo, etc. Incluso en relación a los mecanismos 
        multilaterales de cooperación económica, como los ya citados 
        del SELA y la ALADI, poco podría avanzarse en la coordinación, 
        si es que en las capitales respectivas no se coordinan quienes envían 
        las instrucciones a sus representantes, o si tales instrucciones no responden 
        a una visión de conjunto, sea de corto o largo plazo, de los requerimientos 
        que a cada país plantea su inserción en la economía 
        internacional. Una cuestión de innegable importancia para las economías 
        latinoamericanas, permitirá observar en los próximos años 
        hasta qué punto se ha avanzado en la aceptación de un enfoque 
        como el planteado en el párrafo anterior. Me refiero a la conciliación 
        entre las políticas de apertura económica (o quizás 
        mejor, de competitividad internacional), resultantes a la vez de las propias 
        definiciones internas sobre el modelo de desarrollo más apropiado 
        para alcanzar las aspiraciones de bienestar de las respectivas poblaciones, 
        como de requerimientos de la interdependencia económica internacional, 
        con las de participación de cada país en los procesos de 
        integración regional o sub-regional. En el caso de Centroamérica 
        este ejercicio de conciliación resultará inevitable si se 
        concretan las actuales negociaciones de acceso de Costa Rica, El Salvador, 
        Honduras y Guatemala al GATT. Pero creo que el tema ha de ser de gran 
        actualidad en todos los países de la región e implicará 
        un serio esfuerzo de cada país por desarrollar una visión 
        de conjunto y adecuados vasos comunicantes entre todos los frentes componentes 
        de una estrategia de participación nacional activa, en la dramática 
        competencia por la conquista de mercados mundiales de bienes y servicios, 
        que caracterizará el mundo de los '90. 4. Las dimensiones macro y micro de la concertación regional: 
        los empresarios y la integración El tema de la participación de los empresarios en las relaciones 
        de cooperación e integración económica de América 
        Latina, ha sido objeto de particular atención, desde que en 1960 
        los países de la región iniciaron los procesos de integración, 
        con la creación de la ALALC y del Mercado Común Centroamericano. Los propios empresarios han reclamado reiteradamente una más amplia 
        participación en las decisiones nacionales y multinacionales en 
        materia de comercio e integración regional, y un apoyo financiero 
        y técnico que les facilite operar en el ámbito de los mercados 
        ampliados. Consideran que si estuvieran libres de las regulaciones y restricciones 
        que imponen los gobiernos, lograrían entre ellos un progreso sustancial 
        en la interconexión de los mercados latinoamericanos. El argumento suele ser que los gobiernos deberían limitarse a 
        eliminar trabas internas al comercio exterior, a desarrollar la infraestructura 
        y a facilitar foros negociadores en los que ellos concreten sus entendimientos 
        e incluso se pongan de acuerdo sobre aperturas de mercados, que luego 
        formalizarían los respectivos gobiernos. Quienes han estado o están cumpliendo funciones gubernamentales 
        en los países de la región, en áreas vinculadas al 
        comercio exterior y a las relaciones económicas internacionales, 
        dudan de que esto sea así, pues muchas veces han percibido que 
        en el sector empresario, incluyendo las filiales de empresas transnacionales, 
        predominan actitudes y comportamientos más proclives a bloquear 
        la competencia externa, y a proteger, que a la apertura externa y que 
        de no mediar la intervención gubernamental, los resultados de las 
        negociaciones comerciales internacionales serían aún más 
        limitados y por ende menos efectivos, en términos de creación 
        de condiciones de competencia y eficiencia en el marco de una mayor integración 
        de las economías latinoamericanas. Sin embargo, pocos dudan hoy en día que sea necesario estimular 
        y fortalecer el protagonismo de los propios empresa rios en las relaciones 
        económicas intralatinoamericanas, y de que hay aún mucho 
        margen para lograr sustanciales progresos en la materia. Se tiene la impresión 
        que en esta participación puede estar la clave para la superación 
        de la brecha existente, entre lo que se programa o acuerda a nivel macro 
        en materia de integración, y lo que luego ocurre en los comportamientos 
        económicos concretos, no sólo en cuanto a flujos de comercio, 
        pero especialmente en cuanto a inversiones en función de expectativas 
        de comercio futuro. 4.1 La participación empresario: experiencias La participación empresaria en las relaciones económicas 
        intralatinoamericanas, puede ser enfocada desde por lo menos tres perspectivas: 
         
        a. la de los procesos de decisión, tanto nacionales como multinacionales, 
          relacionados con la definición de los marcos de acción 
          y de las reglas de juego, que cada gobierno o conjunto de gobiernos, 
          establece en materiade relaciones económicas internacionales, de comercio exterior 
          y de integración.
 b. la de la gestión de los asuntos económicos externos 
          de cada país, incluyendo la administración y aplicación 
          de, los instrumentos de política comercial creados a nivel nacional 
          o multinacional para regular el comerciointernacional y el intralatinoamericano, así como la negociación 
          de ventajas comerciales concretas dentro de los marcos y las reglas 
          de juego establecidas, y
 c. la de las acciones u operaciones desarrolladas para aprovechar las 
          oportunidades económicas que se gene ran como consecuencia de 
          las decisiones nacionales o multinacionales que se adoptan en materia 
          de proyección externa de la capacidad de producir bienes y servicios de 
          un país, y en materia de apertura de mercados de la región.
 La experiencia demuestra que para tornar efectiva la participación 
        empresaria en cualquiera de los ámbitos antes mencionados, se requiere 
        de las siguientes condiciones: 
         
        a. una actitud política societal y gubernamental estable, que 
          valore y favorezca el protagonismo empresario en las relaciones económicas 
          externas y .en particular, en las intralatinoamericanas, y b. la existencia de operadores económicos con mentalidad innovadora, 
          y con voluntad y capacidad de correr riesgos y de competir en mercados 
          externos, así como de procurar agresivamente condiciones económicas 
          y reglas de juego, que permitan tanto su proyección a mercados 
          externos, como la de sus competidores externos en sus propios mercados. Si bien, por muchas razones, esas dos condiciones no siempre se han dado 
        con suficiente intensidad y simultaneidad en los últimos veinte 
        años de esfuerzos de integración económica de América 
        Latina, es posible constatar que se han efectuado algunos progresos significativos, 
        tanto en la valoración del protagonismo empresario en las relaciones 
        económicas intralatinoamericanas, como en el desarrollo de mecanismos 
        apropiados al efecto. Primero se mencionarán tales esfuerzos y 
        sus aspectos positivos. Luego se mencionarán algunos factores que 
        han limitado su eficacia. La vieja ALALC ha cumplido una función destacada en promover la 
        participación empresaria en los esfuerzos de integración 
        regional. Tres han sido sus principales contribuciones en este campo: 
         
        a. la de involucrar a los empresarios en las negociaciones comerciales 
          que se desarrollaron en su ámbito, en particular para la integración 
          de las Listas Nacionales y para la celebración de los Acuerdos 
          de Complementación Industrial. La mecánica negociadora, 
          por pares de países y producto por producto, así como 
          las reuniones sectoriales, fueron medios conducentes a una intensa actividad 
          empresaria en torno a la ALALC, tanto en su sede en Montevideo, como 
          en las respectivas negociaciones comefciales internacionales. Influyó 
          para ello, la necesidad de preparar y de adoptar posiciones de concesiones destinadas a integrar las Listas Nacionales;
 b. la de facilitar el aprendizaje de los empresarios en materia de 
          competencia externa, dentro de un ámbito geográfico, cultural 
          y económico, que les resultaba relativamente más familiar, 
          en particular a las empresas industriales y de servicios, que el de 
          cualquier otra región del mundo. En efecto, fueron muchas las 
          empresas que efectuaron sus primeras experiencias de competir en mercados 
          externos, dentro del espacio de comercio préferencial que generó 
          el sistema de Listas Nacionales y de Acuerdos de Complementación 
          de la ALALC, así como el mecanismo de pagos recíprocos 
          que se estableció. El hecho que muchas veces el aprovechamiento 
          del espacio préferencial de la ALALC estuviera concentrado en 
          empresas transnacionales que operaban en más de un país 
          miembro de la Asociación o que incluso éstas y otras empresas 
          utilizaran los mecanismos de la ALALC para bloquear las posibilidades 
          de competir, no disminuye la importancia relativa de la Asociación 
          en este proceso de aprendizaje de competencia externa, que sirvió 
          por lo demás, en el caso de muchas empresas, como plataforma 
          para experiencias más complejas en los mercados del resto del 
          mundo, y c. la de contribuir, a veces en forma directa, a veces por su sola 
          presencia y por sus actividades, al desarrollo de una red de contactos 
          formales e informales entre empresarios de la región, de la que 
          han derivado en muchas ocasiones todo tipo de negocios, así como 
          el desarrollo institucional expresado en la creación de un vasto 
          espectro de instituciones empresarias regionales, muchas de ellas de 
          carácter sectorial. Estas han cumplido y siguen cumpliendo en 
          la actualidad, una variada e intensa actividad de apoyo a la participación 
          empre-saria en la integración y el comercio regional, así 
          como de defensa de los intereses empresarios en estos campos. Por los 
          servicios que en general prestan, muchas veces han desempeñado 
          y pueden seguir desempeñando, sobre todo con un adecuado esfuerzo 
          de cooperación técnica internacional, un papel significativo 
          en la reducción de los costos de información y de transacción, 
          que por su importancia relativa suelen limitar la participación 
          de las pequeñas y medianas empresas y las de los países 
          de menor desarrollo económico relativo, en las relaciones económicas 
          intralatinoamericanas. En general, estas instituciones están 
          basadas en la representatividad de las asociaciones y cámaras 
          empre sarias, también muchas veces sectoriales, que existen a 
          nivel nacional. Similares experiencias a las de la ALALC, aún cuando con características 
        distintas y a veces también con diferente intensidad, se pueden 
        observar en los tres procesos subregionales de integración, el 
        MCCA, el Grupo Andino y CARIFTA-CARICOM. La ALADI ha continuado la tradición en el campo empresario de 
        su predecesora, la ALALC, aún cuando las formas de participación 
        empresaria han cambiado, desde el momento que se dejan de lado las modalidades 
        de negociación que caracterizaron el período las Listas 
        Nacionales y de las conferencias de Partes Contratantes. El eje de la 
        actividad negociadora se ha trasladado a los Acuerdos de Alcance Parcial, 
        previstos en el Tratado de Montevideo de 1980, y de los cuales se han 
        celebrado ya varias decenas, incluyendo aquellos firmados con países 
        latinoamericanos no miembros de la Asociación. Pero es en el ámbito bilateral, donde se observa en los últimos 
        años una intensa acción de participación directa 
        de los empresarios en la promoción del comercio y de la integración. 
        En lo institucional se ha multiplicado, como canales muchas veces muy 
        eficaces para asegurar tal participación empresaria, las cámaras 
        o consejos empresarios y de comercio binacionales, algunas de las cuales, 
        como por ej. la Cámara Colombo-Venezolana de Comercio e Integración, 
        han cumplido una importante función para atenuar el impacto que 
        han tenido en el comercio intrarregional, la crisis económica que 
        afecta a América Latina en los últimos años. También cabe mencionar, por su originalidad, la experiencia de 
        GEICOS (Grupo Empresario de Integración del Centro-Oeste de Sudamérica), 
        como un novedoso intento empresario de promocionar acciones de integración 
        económica, entre el Noreste de la Argentina, el Norte de Chile, 
        el Sur del Perú, el Suroriente de Bolivia y el Paraguay. Ejemplos 
        como éste se están observando en forma creciente en otras 
        áreas fronterizas de América Latina, a veces al margen de 
        toda acción previa gubernamental. Se trata de casos concretos de 
        iniciativa privada, que deberían merecer todo el apoyo internacional 
        para extraer de ellos el gran potencial de integración y de cooperación 
        que ofrecen. Otra dimensión de la reciente experiencia latinoamericana en materia 
        de participación empresaria en el comercio y la integración 
        regional, que cabe destacar, es la de la realización de distintas 
        modalidades de encuentros, ruedas y foros de negocios e inversiones, en 
        los que los operadores económicos acuerdan entre sí aperturas 
        de mercados, que luego se formalizan en acuerdos gubernamentales, o concertan 
        múltiples variantes de negocios que involucran comercio e incluso 
        inversiones y transferencia de tecnología, así como otras 
        formas de entendimientos empresarios de corto o de largo plazo. En la 
        preparación de estas modalidades de promoción del intercambio 
        comercial y de las inversiones, a través de la cooperación 
        empresarial, desempeñan un activo papel instituciones regionales 
        como la ALADI, el Grupo Andino y el INTAL, y también instituciones 
        empresarias como la ALIDE y la FELABAN. Recientemente, en el marco de una clara tendencia a la revalorización 
        de la integración económica regional, como pieza clave de 
        las estrategias nacionales de enfrentamiento de la severa crisis económica 
        que afecta a América Latina, así como también de 
        las estrategias de recreación de condiciones para la modernización 
        y el crecimiento económico, se han producido nítidas definiciones 
        gubernamentales sobre el papel que cabe a los empresarios en las relaciones 
        económicas intralatinoamerica-nas. El ejemplo más notable, 
        es el del Programa de Integración y Cooperación Económica, 
        entre la Argentina y el Brasil, acordado en la reunión presidencial 
        de julio de 1986. En otras regiones, se ha acumulado también una vasta experiencia 
        en materia de participación empresaria en el comercio y la integración 
        económica entre varios países. Cabe destacar, por cierto, 
        la experiencia europea en la materia, y el papel que la Comisión 
        de la CEE ha desarrollado, junto al Banco Europeo de Inversiones, en la 
        promoción del protagonismo empresario en el Mercado Común, 
        en particular en relación a la cooperación empresaria entre 
        pequeñas y medianas empresas y en materia de desarrollo de nuevas 
        tecnologías de punta. Pero también cabe destacar la experiencia 
        de esquemas de cooperación entre países en desarrollo, como 
        es en particular, el caso del grupo ASEAN a través de los muy activos 
        y originales mecanismos de "club sectoriales" establecidos por 
        Cámaras de Comercio e Industria de la ASEAN (ASEAN-CCI Ver el ensayo 
        de Mols en este volumen). Por último, cabe mencionar que ya desde comienzos de los años 
        70 el BID, a través de INTAL, ha atribuido una particular importancia 
        al tema de la participación empresaria en el comercio y la integración 
        regional. El papel pionero del INTAL en materia de emprendimientos conjuntos 
        entre empresas de la región, se tradujo en una primera experiencia 
        de reunión conjunta del INTAL con el sector privado latinoamericano, 
        que se celebró en Medellín en 1976, patrocinada por la ANDI 
        de Colombia. De ella resultó la propuesta de creación en 
        el marco del Instituto, del Servicio de Cooperación Empresaria, 
        idea original en su momento y que cubrió un vacío institucional 
        existente. Pero el propio Banco ha desarrollado una vasta actividad, a 
        través de sus préstamos y de su cooperación técnica, 
        para fortalecer la participación del sector privado latinoamericano 
        en el comercio y en las inversiones intrarregionales, muchas veces a través 
        de instituciones que ha contribuido a crear o que ha apoyado, como es 
        el caso de las instituciones financieras subregionales, o de instituciones 
        como ALIDE, FELABAN y BLANDEX, todas ellas con una intensa trayectoria 
        en estos campos. Más recientemente, la creación de la Corporación 
        Interamericana de Inversiones abre nuevas posibilidades para una acción 
        efectiva de apoyo al sector empresario de América Latina, el que 
        sin duda debería encontrar en acuerdos como los celebrados entre 
        la Argentina y el Brasil, o entre el Uruguay y la Argentina, el Brasil 
        y México, marcos apropiados para encarar nuevas actividades productivas, 
        aumentar su eficiencia y su competitividad internacional, y modernizar 
        sus tecnologías. 4.2 Algunos factores limitantes de la participación empresaria Los resultados de los esfuerzos tendientes a acrecentar la participación 
        empresaria en las relaciones de cooperación e integración 
        económica de América Latina, han sido limitados en su eficacia 
        por el efecto de algunos factores, entre los que cabe mencionar: 
         
        a. En muchos casos y en particular hasta la década de 1970, 
          los empresarios han preferido orientar sus operaciones en función 
          de mercados internos altamente protegidos, de manera tal que, frecuentemente, 
          su participación en la integración o en otras formas de 
          cooperación ha estado limitada a acciones marginales de comercio 
          y a aquellas tendientes a restringir importaciones, con el fin de reducir 
          las posibilidades de competencia de empresas de otros países; b. La idea de que el mercado debiera tener un papel secundario en los 
          procesos de integración ha predomi nado en ocasiones, con el 
          resultado de que muchos gobiernos han tenido hasta años recientes 
          un interés limitado en las actividades del sector empresario 
          como protagonistas de estos procesos, y en general, como impulsores 
          del comercio y de la cooperación económicaregional;
 c. Frecuentemente, la idea de "sector privado" ha estado 
          asociada, a nivel popular, con la de un sector dominado por filiales 
          de corporaciones transnacionales, con el resultado de que en muchos 
          países, en momento depredominio de tendencias nacionalistas, tal asociación se ha 
          traducido en cierta resistencia política a facilitar la participación 
          del sector privado en los procesos de cooperación e integración 
          económica, y en particular, en las instancias de decisión 
          de negociación.
 d. La insuficiente dimensión, particularmente a escala internacional, 
          de muchas empresas privadas nacionales y consecuentemente, su falta 
          de recursos financieros y de capacidad de gestión, han limitado 
          sus posibilidades de absorber los a veces significativos costos de información y de transacción que demandan la preparación 
          y concreción de operaciones externas, y también han dificultado, 
          y hasta impedido, el diseño e implementación de decisiones 
          de largo plazo en materia de comercio e inversiones intrarregionales. 
          Este factor se ha acentuado en años recientes en muchos países, 
          como consecuencia de los severos efectos que la crisis del
 crecimiento y de la, deuda externa ha tenido sobre el sector privado 
          latinoamericano. Por lo demás, el insuficiente desarrollo de 
          los sistemas de información comercial y de las estructuras de 
          comercialización externa,
 torna más difícil aún para empresas pequeñas 
          y me dianas, o para empresas de países de menor desarrollo económico 
          relativo, explorar siquiera ideas de penetra ción en otros mercados 
          latinoamericanos y, menos aún,
 las de ampliar su oferta exportable en función de las oportunidades, 
          muchas veces nominales, que puedan derivarse de acuerdos de comercio 
          o de integración firmados por los gobiernos; y finalmente,
 e. El hecho que los empresarios no han podido desarrollar expectativas 
          de estabilidad con respecto a las condiciones jurídicas y económicas 
          que han caracterizado las aperturas de mercado, que se han negociado 
          en el marco de los acuerdos multilaterales y bilaterales de integración 
          y cooperación económica. Ello se ha debido a que muchas 
          veces estos acuerdos han sido concebidos por los gobiernos como instrumentos 
          promotores de un comercio de corto plazo, respondiendo más a 
          la idea de préstamo coyuntural de mercados o a la de comercio 
          de excedentes y faltantes, que a la de creación de condiciones 
          de largo plazo para inducir inversiones, así como la expansión 
          y la modernización de actividades productivas. Los principales 
          factores de inestabilidad en las aperturas de mercado, conducentes a 
          una situación de impredecibilidad que ha afectado el comportamiento 
          empresario en el comercio intrarregional, han. sido: la precariedad 
          jurídica de las preferencias otorgadas, ya que ellas pueden ser 
          fácilmente alteradas por medidas o comportamientos unilaterales 
          del país otorgante, y las fluctuaciones bruscas y erráticas 
          de las paridades cambiarías. El ambiente de inestabilidad ha 
          desestimulado a los empresarios impidiendo, muchas veces, "la adopción 
          de decisiones de negocios que justificaran el costo de emprender acuerdos 
          comerciales o de inversión, con efectos de largo plazo, entre 
          empresas de. distintos países de la región. Como se ha 
          afirmado con razón, esta precariedad es de hecho una de las restricciones 
          no arancelarias más significativas al comercio regional.Por cierto que este cuadro de factores debe insertarse, para tener una 
          comprensión global de los problemas que han encarado los empresarios 
          de la región, frente a las propuestas integracionistas, en el 
          cuadro más amplio de discontinuidades que ha caracterizado por 
          largo tiempo a muchas de ellas. Resulta difícil para cualquier 
          hombre de negocios, correr riesgos apostando a favor de oportunidades 
          que se generan en compromisos internacionales endebles, cuando además 
          las condiciones macro-económicas, determinadas por las políticas 
          fiscales, cambiarías y financieras, no favorecen la proyección 
          externa de su capacidad para producir bienes o para prestar servicios.
 4.3 La participación empresario y la actual coyuntura económica 
        latinoamericana Como se señaló antes, los gobiernos latinoamericanos reconocen 
        cada vez más, que el protagonismo empresario es esencial para la 
        vitalidad de las relaciones de cooperación e integración 
        económica entre los países latinoamericanos. En la visión 
        que parece predominar actualmente, de lo que se trata es de dejar aflorar 
        el espíritu de empresa que poseen tantos hombres de la región, 
        y que muchas veces aparece esterilizado por condiciones económicas 
        y por políticas y comportamientos gubernamentales que les son adversas. 
        Se sabe que las oportunidades de negocios y de cooperación existen 
        en América Latina, y que son los hombres de empresa quienes deben 
        aprovecharlas y desarrollarlas. Sin embargo, en una hora en que el sector empresario de la región 
        está sufriendo todas las dificultades de una crisis económica, 
        que en muchos casos está cuestionando su propia supervivencia, 
        parecería poco realista esperar que asuma los costos y los riesgos 
        inherentes, tanto a la apertura a la competencia de origen regional en 
        sus propios mercados, como a la difícil tarea de penetrar todo 
        caso, no debe sorprender que se observe un comportamiento más proclive 
        a tratar de exportar que a aceptar que otras empresas compitan en sus 
        propios mercados.  La actitud es más vendedora que compradora. Y cuando es compradora, 
        tiende a limitarse a "préstamos de mercados" de corto 
        plazo, con el fin de subsanar limitaciones coyunturales de oferta nacional. 
        Tal actitud origina presiones constantes sobre los gobiernos para proteger 
        el mercado interno, tornando inefectivas muchas veces las medidas preferen-ciales 
        que se pueden haber pactado a nivel multilateral o bilateral, o ampliando 
        las excepciones de productos incluidos en los mecanismos de liberación 
        comercial, o vaciando de antemano de todo contenido sustantivo cualquier 
        negociación comercial que se intente y que pretenda tener efectos 
        estables y de largo plazo. Este comportamiento, si se reitera en cada 
        uno de los países integrantes de un mercado regional o subregional, 
        no sólo impide cualquier progreso sustancial en los objetivos de 
        acuerdos dé integración o de cooperación económica, 
        sino que torna ilusoria la posibilidad de concretar en forma estable objetivos 
        de exportaciones hacia la región. Estas se tornan entonces en esporádicas 
        y quedan sometidas a discontinuidades que terminan por desestimular corrientes 
        de comercio, anulando toda idea de invertir en función de mercados 
        que no son confiables. No parecería entonces realista esperar cambios profundos en las 
        actuales tendencias al deterioro del comercio intrarre-gional, si no se 
        crean condiciones económicas y jurídicas, tanto a nivel 
        de cada país como a nivel multinacional, que permitan operar un 
        cambio en el comportamiento y en las expectativas del sector empresario, 
        con respecto a su relación con los mercados de los otros países 
        latinoamericanos. En América Latina, a nivel intrarregional, el 
        problema no es la carencia de oportunidades de negocios, de comercio y 
        de inversiones, sino de condiciones económicas, de estructuras 
        y de reglas de juego, adecuadas para encarar en forma rentable tales negocios. 
        ¿Cómo facilitar la creación de tales condiciones 
        y así facilitar el cambio en el comportamiento empresario en relación 
        al comercio exterior en general y al comercio intralatinoamericano en 
        particular? Pero a la vez, casi como la otra cara de una misma moneda, 
        ¿cómo inducir innovaciones en el sector empresario, que 
        impliquen la modernización de estructuras y la asimilación 
        de nuevas técnicas de comercialización externa, a fin de 
        contribuir a crear condiciones para el aumento de la inversión 
        y la incorporación de modernas tecnologías? Por cierto que las respuestas a estas preguntas no pueden disociarse 
        de la adopción de políticas macro-económicas, que 
        permitan el relanzamiento de los objetivos de desarrollo y crecimiento 
        de los países latinoamericanos, dentro de condiciones de eficiencia 
        y de estabilidad. El comportamiento empresario concreto, dependerá 
        en gran medida de la creación de un marco económico nacional 
        y multinacional, que estimule la inversión y la búsqueda 
        de nuevos mercados. Es conocida, por ejemplo, la influencia negativa que 
        la disparidad y la inestabilidad de las políticas cambiarías 
        han tenido en el intercambio regional, como así también, 
        la forma negativa en que la sobrevaluación de la moneda ha afectado 
        la continuidad de muchos de los esfuerzos exportadores encarados por empresarios 
        de algunos países latinoamericanos. Pero también es posible concebir una agenda específica 
        de acciones que faciliten el activo protagonismo empresario en las relaciones 
        económicas intralatinoamericanas, a través de apoyos financieros 
        y técnicos, que contribuyan a la generación de nueva oferta 
        exportable o al mejor aprovechamiento de la existente; a la reducción 
        de costos de información y de tran sacción, que en tanta 
        medida inciden en el comportamiento internacional de pequeñas y 
        medianas empresas, y en particular de las de los países de menor 
        desarrollo económico relativo; a la identificación de proyectos 
        que requieran de un "pool" de recursos y mercados provenientes 
        de otros países latinoamericanos; a la capacitación de personal 
        especializado en relaciones económicas internacionales y en comercio 
        exterior; al financiamiento del comercio y de las inversiones intrarregionales, 
        estas últimas a través del aporte de equipamiento y de tecnología; 
        al establecimiento de nuevas estructuras de comercialización y 
        al desarrollo de técnicas modernas de "marketing" internacional, 
        y al financiamiento de la reconversión de actividades económicas 
        para ajustarías a los efectos de la apertura a la competencia intrarregional, 
        así como de la recapacitación de mano de obra. Dentro del marco de las pautas que los gobiernos están estableciendo, 
        para promover la expansión del comercio in trarregional y la integración 
        económica de América Latina, parece urgente el desarrollo 
        de un esfuerzo conjunto de los organismos de integración, las agencias 
        de cooperación internacionales, las instituciones nacionales y 
        multilaterales de financiamiento del desarrollo y los propios empresarios 
        a través, en particular, de sus instituciones nacionales y regionales 
        o subregionales, que permita contribuir a una efectiva moviliza ción 
        de las energías creativas del empresariado para el aprovechamiento 
        de las oportunidades de comercio y de inversiones que se dan en América 
        Latina. 4.4 La relación entre comercio, inversiones y proyectos bancables En la perspectiva que se ha planteado, parece necesario ahora privilegiar 
        un enfoque que facilite una visión integral del desarrollo del 
        comercio intrarregional, en la que el comercio se vincule con la inversión 
        para el desarrollo de nueva oferta exportable o el mejoramiento de la 
        existente, y para el desarrollo y perfeccionamiento de estructuras de 
        comercialización y de la infraestructura física necesaria, 
        así como con la identificación y concreción de proyectos 
        nacionales bancables que requieran para ser viables, de un 'pool" 
        de recursos y de mercados de la región. En este último caso, 
        la ampliación de la cartera de proyectos bancables de un país, 
        en particular de los países de menor desarrollo económico 
        relativo, puede estar directamente relacionada con la posibilidad de tener 
        asegurado el acceso, para los bienes o los servicios que resulten del 
        proyecto, al mercado de otro u otros países que por lo general 
        estarán interesados en participar, por ejemplo, con su equipamiento 
        y su tecnología en la ejecución del proyecto. Esta última idea está muy vinculada a la necesidad de facilitar 
        la participación de las empresas de los países de menor 
        desarrollo económico relativo, en la expansión del comercio 
        intrarregional y en los procesos de integración y de cooperación 
        económica. En efecto, las diferencias de grado de desarrollo entre 
        los países de América Latina, ha sido percibida muchas veces 
        como un obstáculo a los procesos de integración y cooperación 
        económica regional. Hoy, sin embargo, existen elementos de juicio 
        para poder afirmar que se está frente al surgimiento de una nueva 
        realidad económica regional, que puede ser caracterizada como de 
        complementariedad de intereses entre países de distinto grado de 
        desarrollo, que puede cambiar los términos en que se han planteado 
        hasta ahora sus relaciones recíprocas, y que aún no ha sido 
        explorada en todas sus consecuencias. Por un lado, los países de 
        mayor desarrollo, y en cierta medida los intermedios, se han transformado 
        en los últimos años en exportadores de bienes de capital, 
        de tecnología y de servicios. En la actualidad, tienen serias dificultades 
        para expandir esas exportaciones a los países industrializados, 
        y también al resto del mundo en desarrollo. El proteccionismo creciente 
        amenaza con aumentar en el futuro esas dificultades. Por el otro lado, 
        en términos relativos, el conjunto de países de menor desarrollo 
        económico relativo de la región, posee un poder de compra 
        que es de particular interés para los de mayor desarrollo relativo, 
        en particular en sus mercados de proyectos, que demanda muchas veces el 
        tipo de bienes de capital, de tecnologías y de servicios que éstos 
        pueden ofrecer. Pero a su vez, están ávidos de mercados 
        externos a los cuales tengan un acceso preferencial estable y que les 
        permita estimular inversiones en nuevas actividades productivas, en términos 
        similares, por ejemplo, a los que se han planteado en la Iniciativa de 
        la Cuenca del Caribe. Parece claro hoy en día, que explorar y explotar la complementariedad 
        de intereses arriba mencionada, puede contribuir a un ejercicio de revisión 
        profunda de los términos en los que hasta el presente se ha planteado 
        este aspecto de la integración y la cooperación regional. 
        Es un ejercicio que puede tener dimensiones teóricas, y en las 
        que pueden aportar su capacidad de reflexión instituciones académicas 
        y de investigación económica de la región, y dimensiones 
        prácticas. Es aquí donde se abre un amplio campo de cooperación 
        internacional e intra-latinoamericana, en particular, para que a través 
        de mecanismos de cooperación técnica y económica, 
        los propios países de mayor desarrollo, puedan contribuir con sus 
        instituciones de fomento, sus empresas, sus tecnologías y sus servicios 
        técnicos, a la generación de oferta exportable en los países 
        de menor desarrollo económico relativo, abriéndoles simultáneamente 
        sus mercados para los productos así originados y sus canales de 
        comercialización externa para los que no puedan absorber. Esta 
        acción de fomento, necesariamente de largo plazo, les permitiría 
        desarrollar una actitud compradora en un segmento significativo del mercado 
        latinoamericano, que hoy en día se ve inhibida por falta de oferta 
        exportable y de especialización en las producciones. A su vez los 
        países industrializados, y en particular aquellos que también 
        han acumulado significativos superávit a través de los años 
        en su comercio con los países de menor desarrollo económico 
        relativo de América Latina, podrían aportar su apoyo financiero 
        y técnico a la concreción de una acción cooperativa 
        intralatinoamericana, que podría tener un impacto significativo 
        en los esfuerzos de ajusté estructural y de modernización 
        de las economías de la región. En las agendas de trabajo de los organismos de integración y de 
        cooperación económica de América Latina, y en particular 
        en la de la ALADI, existen diversas acciones previstas y susceptibles 
        de apoyo técnico y financiero internacional, orientadas a vincular 
        las aperturas de mercado que se negación, en particular con los 
        países de menor desarrollo, con el desarrollo de oferta exportable, 
        en muchos casos con el aporte de equipamiento y tecnologías originadas 
        en otros países de la región. Esas y otras propuestas que se plantean a nivel sub-regional y bilateral, 
        están indicando un curso de acción futuro de la cooperación 
        e integración regional, donde será necesario operar simultáneamente 
        para lograr: 
         
        a. la creación a nivel nacional de condiciones macro-económicas 
          apropiadas para la apertura y la Modernización económica, 
          y para la proyección externa, incluyendo a la región, 
          de parte de la capacidad de producción de bienes y de prestación 
          de servicios existente o que se pueda desarrollar en un país; b. la formulación de políticas nacionales y de acuerdos 
          regionales, subregionales y bilaterales, tendientes a la liberación 
          del comercio y a la complementación económica;  c. la identificación de proyectos vinculados a aperturas negociadas 
          de mercados, sean ellas de alcance general, sectorial o específico 
          a un proyecto concreto, y  d. la movilización empresaria para concretar corrientes comerciales, 
          intercambio de tecnologías e inversiones.  Se puede observar en los recientes acuerdos entre la Argentina y el Brasil, 
        y en las políticas económicas y de comercio exterior de 
        ambos países, la presencia de estos cuatro elementos, e incluso 
        se observa la previsión de un instrumento que puede llegar a desempeñar 
        un papel esencial en la corrección de los desequilibrios comerciales 
        que se presenten y en la identificación y financiamiento de proyectos 
        concretos en función del mercado ampliado, que es el Fondo de Inversiones 
        binacional. En muchos sentidos este acuerdo binacional, inserto en los 
        planteamientos multilaterales más amplios de la ALADI, está 
        indicando caminos que en la medida que sean efectivamente recorridos, 
        podrían ilustrar sobre nuevas metodologías a aplicarse en 
        la tarea de integrar las economías latinoamericanas y de expandir 
        el comercio y las inversiones intrarregionales. Incluso se introducen 
        ideas innovadoras en materia de corrección de desequilibrios comerciales 
        bilaterales, que podrían ser aplicadas también a las relaciones 
        con otros países de la región, y en particular con los de 
        menor desarrollo económico relativo. El enfoque de la integración que lleva a vincular el comercio 
        y las aperturas comerciales con inversiones y proyectos, otorga un nuevo 
        relieve a la función de los bancos de fomento, de las compañías 
        de comercialización y de las de promoción de inversiones 
        de riesgo, tanto nacionales como subregionales, en la promoción 
        del comercio y las inversiones intralatinoamericanas. En efecto, en la 
        región como en el resto del mundo, la distancia entre teoría 
        y realidad en materia de liberación comercial y de apertura de 
        mercados, puede depender de la capacidad institucional y empresarial que 
        exista, o se establezca, para desarrollar a nivel microeconómico, 
        acciones de"ingeniería" financiera, tecnológica 
        y comercial, a través de la puesta en común en proyectos 
        concretos, de recursos financieros y tecnológicos, y de accesos 
        efectivos y estables a mercados. La capacidad de producir este tipo de 
        "ingeniería de negocios", en la cual se han especializado 
        en los últimos años la banca internacional de inversiones 
        y las "trading companies", puede ser esencial para la viabilidad 
        y el éxito de la proyección internacional de las economías 
        latinoamericanas, y en particular para la construcción de un sistema 
        efectivo de cooperación e integración regional. 5. Algunas conclusiones: de la arquitectura de integración 
        a la ingeniería de negocios. El desarrollo de un sistema de interdependencia latinoamericana basado 
        en la cooperación económica es un proceso de largo plazo, 
        que transcurre en múltiples planos y ámbitos de acción 
        de los Estados y de los protagonistas sociales. La desconexión frecuente entre tales planos, resultante de múltiples 
        compartimientos estancos, conceptuales y operativos, ha introducido elementos 
        adicionales de demora e ineficacia en la evolución de un proceso, 
        por demás difícil y de suerte incierta. Visualizar las acciones gubernamentales de integración, como partes 
        de procesos autónomos y con identidad propia, muchas veces disociadas 
        de otras acciones de concertación regional y de las que configuran 
        el complejo de relaciones económicas internacionales globales de 
        cada país, ha sido un defecto observable en los planteamientos 
        regionales en la materia. No siempre ha sido así en el momento inicial de una propuesta 
        de integración. En muchos casos éste ha sido el punto más 
        alto de correlación entre una propuesta e intereses nacionales 
        concretos. El foco que ha permitido delinear la propuesta de integración 
        ha sido, en tales casos, el de uno o más de los países partícipes, 
        cuyo gobierno e incluso a veces, los empresarios, han percibido en su 
        concreción, una forma de satisfacer intereses nacionales en materia 
        de desarrollo y de inclusión con el sistema internacional. Es el 
        caso, por ej., de los planteamientos Frei-Lleras Restrepo, que dieron 
        origen en 1966 al Grupo Andino, y de los Alfonsín-Sarney-Sanguinetti, 
        que originaron, en 1985, el actual programa tripartito de cooperación 
        e integración en el Cono Sur. Otras veces, en cambio, los esfuerzos orientados a lo que podemos denominar 
        la arquitectura de una estrategia global de integración, han estado 
        relacionadas con planteamientos elaborados en base a una hipotética 
        racionalidad supranacional, según la cual lo que es conveniente 
        para cada país debe resultar de lo que quienes proponen, interpretan 
        como conveniente para la región en su conjunto. En estos casos, 
        los eventuales méritos de la propuesta se debilitan por su falta 
        de base nacional. El conocido "informe de los 4" en 1964, a 
        pesar de haber sido encomendado por un Presidente, es un ejemplo. No es 
        el único. También han habido casos en que la "arquitectura de integración" 
        ha sido la resultante de requerimientos políticos internos o externos, 
        de corto plazo, o de la necesidad de darle contenido a reuniones de "alto 
        nivel", convocadas con apremio. Incluso en el caso más notorio, Punta del Este 1967, tales apremios 
        no fueron internos de la región. Estos requerimientos de corto 
        plazo han sido frecuente fuente de "imaginería integracionista" 
        sin impacto histórico positivo, pero sí con fuerte capacidad 
        para nutrir la frustración latinoamericana en la materia. Incluso cuando las acciones de integración o las de concertación 
        externa han estado basadas en un diseño arquitectónico originado 
        en intereses nacionales concretos, muchas veces han terminado con el transcurso 
        del tiempo en el terreno de lo nominal o de lo irreal. Diseño y 
        realidad han recorrido caminos divergentes. Una causa frecuente ha sido 
        la discontinuidad de los planteamientos nacionales, producto a su vez 
        de la inestabilidad política y de cambios abruptos en el cuadro 
        económico interno o externo. A esto se han sumado rigideces derivadas 
        de la cristalización del plan original en instrumentos jurídicos 
        poco flexibles y de la burocratización del esquema institucional 
        montado para desarrollar tal plan. En tales casos ha habido una propensión 
        a concebir el plan, su instrumentación jurídica y su expresión 
        institucional, como un fin en sí mismo. La historia de la ALALC 
        y del Grupo Andino en la década de los 70 son ilustrativas al respecto. Con sentido práctico, los países han querido muchas veces 
        obviar los nconvenientes de los planteamientos más formales y multilaterales 
        de concertación e integración, sustituyéndolos o 
        complementándolos con medios informales, bilaterales o de conexión 
        directa. El Tratado de Montevideo de 1980, que creó la ALADI, es 
        un intento precisamente de conciliar la aproximación multilateral 
        y formal, con la menos formal, bilateral y directa. Los acuerdos de alcance 
        parcial son el instrumento. También el Convenio de Panamá, 
        que creó en 1975 el SELA, es un intento en la misma dirección, 
        a través de los Comités de Acción. Los métodos bilaterales o sectoriales, formales o informales, 
        pueden ser sin duda eficaces para diseñar sistemas e impulsar acciones 
        de cooperación e integración. Son por lo demás el 
        carril más común por el que transcurre el relacionamiento 
        económico externo de cualquier país. Sin embargo, si no 
        se insertan en un diseño más global, implícito o 
        explícito, que exprese una cierta visión de conjunto de 
        la región como un todo, o de alguna de sus subregiones, pueden 
        terminar por no ser funcionales al desarrollo de una interdependencia 
        económica latinoamericana basada en la cooperación. Pero en todo caso los diseños, sean globales o parciales, son 
        de por sí insuficientes para garantizar la efectividad y menos 
        la eficacia de la acción gubernamental. O sea, para penetrar en 
        la realidad en la que se mueven los operadores económicos, que 
        son quienes en definitiva adoptan las decisiones de comprar, de vender 
        y especialmente, de invertir. Cualquiera que sea el alcance del diseño, el desarrollo de un 
        sistema y de acciones de integración requiere carriles diferentes 
        a los de la sola decisión olítica. Ellos son, por un lado, 
        los de la administración y los de la gestión diaria. Estos 
        carriles pueden ser básicamente nacionales o incluir también 
        instancias multinacionales a través de mecanismos u órganos 
        comunes. No creo que pudieran ser sólo multinacionales. Órganos 
        comunes sin fuerte conexión con las administraciones nacionales, 
        terminan pronto en fábricas de decisiones de papel. Lo cierto es que sin estos carriles, la obra de los arquitectos de la 
        cooperación y la integración regional puede ser importante, 
        incluso espectacular, pero también puede ser efímera y hasta 
        desgastante ante la opinión pública interna y la de terceros 
        países. En tal caso, no trasciende en términos históricos 
        y termina alimentando períodos de fatiga integracionista. Por otro lado, están los carriles de los negocios concretos que 
        son viables como resultado de los marcos que son establecidos por los 
        gobiernos y que son desarrollados por el nivel administrativo y el de 
        gestión diaria. Los protagonistas son en este caso los operadores 
        económicos, quienes tomarán en serio en sus cálculos 
        tales marcos sólo en la medida que los perciban como relativamente 
        estables y efectivos. ¿Correría Ud., señor Presidente 
        o señor Ministro, riesgos en base a su capital, invirtiendo en 
        una nueva planta industrial, ampliando la capacidad de producción 
        de la existente, incorporando nuevas tecnologías productivas o 
        de organización, en función del mercado aparentemente abierto 
        por un acuerdo preferencial o de integración, que ha firmado con 
        su colega o colegas de América Latina? Tal es la pregunta clave 
        que debe responder el operador político cuando concreta en acuerdos, 
        su visión arquitectónica de la integración. Si la 
        respuesta fuera negativa o dubitativa, por qué debería esperarse 
        una respuesta positiva de un inversor local o extranjero que actúe 
        racionalmente?
 Para decidir, el empresario no sólo se fijará en la seriedad 
        del diseño. Se interrogará sobre su aplicabilidad práctica 
        cuando su producto llegue a la frontera aduanera del otro país. 
        Relacionará la prometida apertura de mercado con los otros factores 
        económicos, internos y externos, del país de exportación 
        y del de importación, que puedan incidir en el cálculo de 
        rentabilidad de la inversión que deberá efectuar para aprovechar 
        la oportunidad de negocio que se le ofrece.
 Trabajar para los operadores económicos implica también 
        trabajar con los operadores económicos. El papel de las cámaras 
        empresarias y de mecanismos empresarios binacionales, puede ser crucial 
        en una etapa de la concertación latinoamericana en que más 
        que nuevas iniciativas de arquitectura de estrategias globales, parece 
        necesario transitar los carriles de la gestión diaria y de lo que 
        hemos denominado antes la "ingeniería de negocios".
 Dos parecen ser vías de acción recomendables en el futuro 
        inmediato para concretar la movilización en el desarrollo y aprovechamiento 
        de los mercados de la región, a través del comercio y de 
        la inversión. En ambos casos, el enfoque deberá ser multidimensional, 
        reconociéndose explícitamente todos los planos de la proyección 
        externa de la capacidad nacional de producción de bienes y de servicios, 
        así como la interacción entre adecuadas condiciones macroeconómicas, 
        acceso estable a los mercados y apoyo promocional del empresario con escasa 
        experiencia de operar con el exterior y sin dimensión suficiente 
        para adquirirla por sus propios medios.
 La primera es la elaboración, a nivel de cada país y de 
        la región en su conjunto, de estrategias de desarrollo del comercio 
        exterior, que trascendiendo al enfoque más limitado de promo economía 
        y a sus operadores, en condiciones de penetrar mercados externos, incluso, 
        los de la región, y en condiciones de aprovechar las mejores oportunidades 
        de abastecimiento externo de bienes y de servicios.  La segunda, es la de fortalecer la capacidad promotora de negocios dentro 
        de la región, a través de apoyo financiero y técnico 
        para el desarrollo de la intermediación, entre oportunidades de 
        negocios existentes o que resulten de los acuerdos gubernamentales que 
        se celebren, y empresarios e inversores con posibilidades de aprovecharlas. 
        Tal intermediación es necesaria especialmente en el caso en empresas 
        medianas y pequeñas, y empresas de los países de menor desarrollo 
        de la región. Cámaras empresarias, nacionales y binacionales; 
        bancos comerciales y de fomento; compañías de comercialización; 
        compañías de capital de riesgo y de desarrollo del comercio, 
        pueden ser canales apropiados a tal fin. Quizás en la multiplicación de experiencias como la de 
        Latinequip, caso piloto en el desarrollo de una capacidad regional de 
        "ingeniería de negocios", en otros sectores de actividad 
        económica e incluso con otras modalidades, incluyendo la participación 
        de capital privado de riesgo, junto con capital semilla de instituciones 
        de desarrollo, puedan encontrarse caminos de acción apropiados 
        para acrecentar el potencial de efectividad de acuerdos de integración, 
        como los recientemente celebrados o rejuvenecidos por los países 
        latinoamericanos, incluyendo por cierto, los del Cono Sur.
 Esta capacidad de "ingeniería de negocios", aplicada 
        a aprovechar oportunidades de comercio e inversión a favor de los 
        países de menor desarrollo, generados por acuerdos prefe-renciales 
        celebrados con los países más desarrollados de la región, 
        en el marco de la ALADI y de los compromisos del Grupo de los 8 en Acapulco, 
        puede significar una eficaz contribución a atacar uno de los más 
        serios factores restrictivos al desarrollo del comercio intrarregional, 
        cual es el de la limitación o ausencia de oferta exportable, e 
        insuficiencia de estructuras de comercialización en aquellos países, 
        lo que se traduce en amplios desbalances comerciales y más recientemente 
        en la acumulación de deuda intralatinoamericana. Este eje Norte-Sur de la interdependencia regional, puede ser de los 
        más fructíferos en la expansión de las relaciones 
        económicas intralatinoamericanas, en la medida que se establezcan 
        adecuados vasos comunicantes entre la arquitectura de integración, 
        centrada en una estrategia de desarrollo del comercio externo de la región, 
        la ingeniería de negocios y la convergencia intra y extra-regional, 
        ya que permitiría acreditar en la práctica un modelo de 
        desarrollo solidario, entre países de distinto grado de desarrollo 
        económico y brindaría un campo propicio a la cooperación 
        del mundo industrializado con un esfuerzo propio de América Latina.
 Una agenda de acciones prácticas en tal sentido, debería 
        resultar de una interacción efectiva entre gobiernos y operadores 
        económicos de cada uno de los países, en la que los elementos 
        que la compongan resulten de un ejercicio previo de definición 
        de intereses concretos, de costos y beneficios, por parte de todos los 
        protagonistas llamados a participar. Sólo en base a tal agenda, 
        debería convocarse al apoyo financiero y técnico de los 
        países industrializados, así como el de los organismos de 
        cooperación internacional. |