| La integración económica de América Latina  Deseo formular algunas reflexiones en torno a tres temas presentes  en uno de los últimos artículos de Raúl Prebisch, publicado en abril de 1986 en  la Revista de Ia CEPAL, Nº 28. Me refiero a sus "Notas sobre el intercambio desde  el punto de vista periférico" y en particular, la sección titulada  "Necesidad de nuevas fórmulas de integración". Fiel a nuestro homenajeado, tales reflexiones procuran buscar en  la experiencia pasada ideas para la acción a futuro. Prebisch aunó siempre  pensamiento y acción. Hasta el final de su vida impresionó á quienes tuvimos la  gran oportunidad de conocerlo y de tratarlo, por su enorme capacidad para  interrogar y para escuchar, en una insaciable búsqueda de nuevos horizontes  para la apasionante tarea del desarrollo y la transformación económica y social  de los países latinoamericanos. Escapaba a los lugares comunes, a las rutinas,  a la resignación frente a las enormes dificultades por las que han atravesado  nuestros países en sus procesos de desarrollo, especialmente en la necesaria  conciliación de la modernización económica con la equidad y la democracia.  El primer tema a que me quiero referir, es el de la renovación  conceptual y metodológica del proceso de integración económica de América  Latina. Con más de ochenta años cumplidos y medio siglo de intensa vida  pública, Prebisch reconoce los errores de enfoques en que se incurrió en el  pasado. Raro gesto en nuestras latitudes y una señal más de la envidiable  juventud que lo caracterizó, física e intelectualmente, hasta el final de su  vida. Señala en el artículo comentado que "un examen retrospectivo me  lleva a la conclusión siguiente: en la   CEPAL nos dejamos seducir por la idea de un mercado común  latinoamericano, que se fue abriendo paso y llegó a concretarse en los arreglos  conocidos". Y agrega, "no digo que haya que abandonar esta ideay sino  cambiar la forma y el tiempo de realizarla". Distingue así entre lo  permanente, que es la idea de constituir a través del tiempo un gran espació  económico preferencial e internacionales multilaterales y regionales.  Por ejemplo, comparemos la argumentación de los países latinoamericanos de  mayor desarrollo en el foro de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio  y Desarrollo (UNCTAD), en materia de tratos preferenciales para los países de  menor desarrollo económico relativo, con la práctica concreta; que se  manifiesta en el ámbito de la   ALADI. He aquí una gran debilidad de la experiencia integradora en América  Latina. Se supone que la integración debe fortalecer la capacidad regional de  negociar con terceros países. Pero no se transmite al exterior la sensación de  que la acción coordinada extrarregional se sustenta realmente en una intensa  coordinación dentro la región. La imagen de un bloque hacia terceros no llega a  basarse en la realidad de un bloque económico interno, resultante de una red de  sólidas acciones de cooperación e integración económica. La alianza hacia  afuera no descansa en un tejido de intereses derivado de la alianza hacia  adentro, motivo por el cual no goza de credibilidad internacional. En realidad,  en el plano internacional contemporáneo, sólo la Comunidad Económica  Europea (CEE) ha logrado crear un poder de negociación económica internacional  confiable, basado en la realidad de un espacio económico integrado. Es el  tejido de intereses intracomunitarios lo que explica que en última instancia,  cuales quiera sean las disidencias en cuanto a intereses y enfoques  entre sus miembros, la CEE  se presente como un verdadero bloque negociador en los foros económicos  multilaterales. Convergencia intrarregional y  convergencia externa suponen, además, un camino de doble vía. Para ser  viable y eficaz, esta última debe sustentarse en la primera. Pero a su vez, ésta  no puede hacerse a costa de las relaciones de cada país con el resto del mundo.  En el pensamiento de Prebisch está claro, en mi opinión, que la inserción  económica internaciónal es propia de cada país de la región, y que la  concertación regional debe servir para fortalecerla pero no necesariamente para  diluir su individualidad. Imaginar un modelo de integración de alcance regional  no sólo no supone negar las individualidades nacionales que se expresan incluso  en modelos alternativos de desarrollo,sino tampoco desconocer las conveniencias  nacionales de desarrollar modelos de inserción económicas externa en que se  maximicen las oportunidades que brinda a cada país, su relación económica con  el resto del mundo.En esta visión -la alianza económica latinoamericana no  puéde ser exclusiva ni excluyente, parte, esencial si se quiere, del tejido de alianzas  económicas internacionales que cada país traza en función de sus intereses, de  sus propias realidades y de sus propias ventajas comparativas. La idea de la  integración, así como su versión más realista de la interdependencia  cooperativa, se concibe entonces como la creación de un entorno político y  economico regional que sea funcional a las respectivas individualidades  nacionales en su legítima búsqueda de modelos eficaces de desarrollo  interno" y de inserción internacional. La metodología de integración  adecuada será entonces aquella que en cada circunstancia histórica permita al  conjunto de países lograr un equilibrio razonable entre requisitos económicos y  políticos, que tendrán una fuerte propensión a ser contradictorios. De allí que  tal metodología deba renovarse en función de realidades esencialmente dinámicas  de los propios países, de la región y del propio sistema internacional. El tercer tema es, finalmente, el de la participación de los  países de menor desarrollo económico relativo en el proceso de integración  económica de América Latina. Las diferencias de dimensión y depotencial  económico, es decir, los distintos grados de desarrollo entre los países de la  región, han sido reconocidos en todos los planteamientos de integración y en  los esquemas establecidos, extrayéndose de tal reconocimiento consecuencias en  el ámbito de los "principios y en el plan operativo aun cuando con mucha  frecuencia les ha sido difícil a los países relativamente más avanzados pasar  de la teoría a la realidad.  Prebisch, en el mencionado artículo, vuelve una vez más al tema.  También allí plantea algunas ideas concretas. Su argumento es que en un.  esquema regional de sustitución de importaciones, los países de mayor, grado de  desarrollo no deberían esperar reciprocidad en el otorgamiento de preferencias  a los menos avanzados, y que a fin de poder competir en sus mercados, deberían  otorgar subsidios a la exportación de sus productos, dentro del marco de un  convenio especial. Incluso, sostiene que ello podría no ser suficiente para  asegurar un intercambio equilibrado entre las distintas categorías de países de  la región. Propone entonces que los países más beneficiados por el intercambio  regional compartan con los menos beneficiados inversiones necesarias para asegurar  una tendencia a un mayor equilibrio comercial multilateral entre las distintas  categorías de países. En varios aspectos este tema se sitúa en el centro mismo de la  problemática contemporánea de la integración económica latinoamericana. Supone  reconocer que los desequilibrios comerciales estructurales que existen entre  los países más avanzados y los menos avanzados (en particular, los reconocidos  como países de menor desarrollo económico relativo a escala regional, como  pueden ser los-incluidos en las categorías C y D de países miembros del Banco  Interamericáno de Desarrollo (BID), son un serio obstáculo para los esfuerzos  de integración y de expansión del intercambio comercial de la región. La  inviabilidad de una cooperación económica basada en desequilibrios comerciales  estructurales ha sido reconocida recientemente como uno de los puntos de  partida de algunos acuerdos bilaterales suscritos entre países más  industrializados, como por ejemplo el de la Argentina con el Brasil.  De allí la aceptación del principio, del equilibrio comercial dinámico yde  mecanismos de restablecimiento de los desequilibrios presentes en los acuerdos entre  estos dos países. Cabe señalar que ese principio y esos mecanismos también han  sido aceptados en el ámbito más amplio de la ALADI. Pero lo más significativo, en nuestra opinión, es que se reconozca  que la disparidad de desarrollo dentro de la región, más que un obstáculo a la  integración económica y a la expansión del intercambio, puede ser percibida  como un factor dinámico que debe aprovecharse. En efecto, el hecho de que los  países más avanzados industrialmente hayan desarrollado una capacidad  exportable de bienes de capital, de tecnologías y de servicios, apta para satisfacer  la demanda, en particular del "mercado de proyectos" de los menos  avanzados, revela la existencia de una situación de complementación de intereses  que no existía en las primeras etapas de la integración latinoamericana y que  puede servir de base para replantear una estrategia de cooperación económica y  de negociación entre las distintas categorías de países de la región.  En efecto, el interés de los países de la  región industrialmente más avanzados, por captar parte del poder de compra  existente en el mercado de proyectos de los menos avanzados abre perspectivas a  un camino que podría recorrerse en los próximos años y que podría producir una  repercusión creciente en la expansión del intercambio comercial y en el desarrollo  de una efectiva alianza económica intrarregioñal, sustento a su vez de la  necesaria coordinación económica externa de América Latina.  Recorrer tal camino supone desarrollar una  decidida actitud de comprar en los países menos avanzados, facilitando el  acceso efectivo de su oferta real en los mercados de los países más avanzados y  a la vez, emprender un esfuerzo internacional de cooperar para el desarrollo de  la oferta exportable y de la capacidad empresarial de los países menos  avanzados. Este esfuerzo debería ser gradual y el horizonte temporal en el cual  deberían plantearse metas cuantitativas de expansión comercial no debería ser inferior  a diez años. Quizás en esta idea pueda residir la esencia de un profundo cambio  conceptual y metodológico de la integración latinoamericana, expresión práctica  de una auténtica solidaridad económica regional y campo propicio para la  cooperación de ios países industrializados con la región. Los elementos esenciales de este  enfoque.que sería complementario con los que en los planos bilateral, sectorial  y subregional, están desarrollando los países latinoamericanos en materia  de integración podrían ser los siguientes: 
        
        i) Aplicación sistemática por los países más  avanzados de una política de estímulo a las importaciones originadas en los  menos avalizados, a través de acciones tales como la eliminación amplia y  efectiva de los gravámenes arancelarios y de las otras medidas restrictivas de efectos equivalentes. ii) Establecimiento de requisitos de origen que permitan preservar el  verdadero sentido de las  preferencias  otorgadas, y que a su vez estimulen la integración y la cooperación económica  entre los países menos avanzados y entre sus agentes económicos (por ejemplo,  cláusulas acumulativas de origen y medidas de estímulo a la cooperación  interempresarial). iii) Creación de mecanismos de estímulo y de financiamiento de la  inversión para el desarrollo de oferta exportable en los países menos avanzados,  con la participación conjunta de los países más avanzados (a través de  mecanismos como el del Acuerdo de San José, por el cual Venezuela y México  establecieron la facilidad petrolera para los países de Centroamérica y del  Caribe) y de sus empresas, de los organismos multilaterales de financiamiento  del desarrollo, y de los países industrializados con marcados superávit de  balanza de pagos. iv) Financiamiento del ajuste estructural y de la reconversión  industrial, para facilitar la absorción de los costos crecientes que un enfoque  de ese tipo podría significar para los países más avanzados de la región que  abran en esta forma sus mercados. v) Financiamiento de los flujos comerciales y de los mecanismos  multilaterales de pagos existentes, que a su vez deberían ser adaptados al  enfoque propuesto, incluida la creación de una unidad monetaria latinoamericana  creada sobre la experiencia acumulada en el Grupo Andino, de los estudios ya  realizados por la 
          ALADI y por diversas instituciones academicas, como la Fundación Mediterránea  de la Argentina,  y de la incipiente experiencia del "gaucho" entre la Argentina y el Brasil.  En relación con los puntos iii), iv) y v), sería crucial el papel  que podría desempeñar la cooperación financiera internacional, respondiendo así  a un planteamiento que debería originarse en los países más avanzados de la  región y que para ellos significaría sin duda un serio esfuerzo de ajuste  estructural y de solidaridad internacional para el desarrollo. Para ser viable, este enfoque requeriría una gran energía política  en favor de la integración regional. En años recientes, la estrecha asociación  que los países más avanzados de la región han establecido entre las ideas de  América Latina en torno a la democracia y la transformación económica demuestra  que quizás ya estén dadas las condiciones para concretar fórmulas de  integración que eran inviables en los tiempos en que Prebisch comenzó a  reflexionar desde la CEPAL  acerca de la racionalidad económica de los esfuerzos conducentes a la formación  de un mercado común latinoamericano. Sin embargo, si se examinan con  detenimiento los elementos antes mencionados se observará que todos ellos han  estado siempre, de una manera u otra, implícitos o explícitos en los planteamientos  originales de Prebisch. Si se realizara una proyección de los posibles costos y beneficios  de este enfoque para las distintas categorías de países de la región e incluso  para el mundo industrializado, preocupado y afectado por la crisis del  desarrollo latinoamericano, probablemente se confirmaría que los beneficios  superen los costos en el mediano y largo plazo. Es evidente, sin embargo, que  el enfoque no sería viable en las actuales circunstancias económicas y  políticas de los países más avanzados de la región, sin un apoyo financiero  internacional como el mencionado más arriba.  Finalmente, quiero señalar que tampoco sería eficaz el enfoque  propuesto, si no fuera acompañado por una decidida política de apoyo a la  participación de los empresarios en la expansión del intercambio comercial  regional —en particular de los medianos y pequeños— por medio de adecuadas  políticas macroeconómicas, acuerdos intergubernamentales con un razonable  horizonte de estabilidad, y asistencia técnica, que permita mejorar  sustancialmente la capacidad empresarial en materia de gestión de los negocios  económicos internacionales. Dicha política debería ser canalizada a través de  las organizaciones empresariales, los bancos de fomento y las cámaras  binacionales de empresarios. La experiencia acumulada recientemente por  iniciativas como la de LATINEQUIP, podría ser de valiosa ayuda para desarrollar  la "ingeniería de negocios" que se requiere en la región, a fin de  que un enfoque como el propuesto se concrete efectivamente en proyectos e  inversiones. Quizás el próximo encuentro presidencial del denominado Grupo de  los 8 abra las puertas a un proceso en que planteamientos como el expuesto,  motivados por el pensamiento de esa fuente inagotable de ideas que fue don Raúl  Prebisch, puedan ser debatidos y en lo posible, concretados históricamente. |