| La crisis del desarrollo latinoamericanoExiste consenso dentro y fuera de la región, sobre la profundidad de la crisis de desarrollo por la que está atravesando en los últimos anos América  Latina. Luego de disfrutar  de  un  período  de  expansión ininterrumpida,  que va  desde  1964 hasta  1980,  en  el  que  la  región experimentó un crecimiento promedio del 6% anual, en los últimos siete años  ese  crecimiento  no  ha  llegado  nunca  4%  y  según recientes estimaciones de la CEPAL, el producto total de la región crecerá este año, sólo un 0.6%. Peor aún, en casi todos los países el producto por habitante es actualmente inferior al alcanzado en 1980 y de confirmarse las estimaciones de la CEPAL,  este año descenderá  1.5%. Son datos elocuentes de una interrupción del proceso de crecimiento que esta generando, por su magnitud, fuertes tensiones tanto en la cohesión social interna como en la estabilidad de los procesos de democratización y de transformación económica de las sociedades latinoamericanas.
 Si  se  coloca  la  actual  crisis  latinoamericana  en  un  contexto histórico y mundial más amplio, se observa que se esta viviendo un período de cambios profundos que abarcan todo el espectro de las relaciones económicas y financieras internacionales contemporáneas. Como señalaba recientemente Enrique Iglesias,  "no hay país, no hay región, no hay institución, que no este sometida a las conmociones de nuevos desafíos y oportunidades que plantean a la comunidad internacional, entre otros, los cambios  tecnológicos  y  los  que  se  observan  en  las  condiciones  del financiamiento internacional".  Y agregaba, que "estamos en los umbrales de un mundo distinto, en que los modelos de desarrollo que experimentaron los países latinoamericanos en décadas anteriores están agotados, y en que no están totalmente perfilados los rasgos que tendrán los nuevos modelos de desarrollo y de inserción en la economía internacional. Por ello estamos en crisis.  Precisamente por estar en el medio del tránsito a un nuevo ordenamiento de las relaciones económicas internacionales y a una nueva etapa del desarrollo económico latinoamericano". En  una  reciente  y  brillante   conferencia,  el  embajador  Rubens  Ricúpero  nos recuerda precisamente aquella famosa nota de Antonio Gramsci, en el sentido que la crisis consiste en el hecho que lo viejo está muriendo y lo nuevo no ha podido aún nacer, y que en el interím una gran  variedad  de  síntomas  parecen  morbosos.   Puedo  agregar  en  tal perspectiva, que es una vieja América y un viejo mundo los que están desapareciendo en una lenta y por momentos dramática metamorfosis, sin que resulten claros aún los signos característicos de la nueva América Latina y del nuevo mundo que nos tocará vivir en el futuro. El propio Ricúpero, al constatar lo duro de este tránsito por el desierto hacia una nueva tierra, nos dice que "antes que esa nueva tierra se revele en las tinieblas del futuro, América Latina aparece indefensa y perdida,  estrangulada  por  la  deuda  y  paralizada  por  contradicciones internas.  Muchos de estos miles, incluso de millones de latinoamericanos que  forman un  desesperado  "boat  people"  en  búsqueda  de  las  playas salvadoras de los Estados Unidos, no se dan cuenta que están repitiendo, 150 años más tarde, la terrible conclusión de Bolívar en la carta que escribió poco antes de su muerte desde Barranquilla al General Juan José Flores:  "en nuestra América sólo hay una cosa a hacer: emigrar". Y concluye Ricúpero, en que no es necesario agregar que usa tal evocación, sólo como un medio retórico para resaltar la necesidad de una vigorosa reacción que depende no exclusivamente pero principalmente de nosotros mismos.Es en torno a tal necesidad que quiero situar mis reflexiones de hoy, sumándome así a los muchos que ven en la actual crisis, un imponente estímulo a la imaginación y a la acción a fin de reconstruir, en las más adversas   circunstancias,    las   condiciones   para   el   desarrollo latinoamericano y para una inserción activa en las relaciones económicas internacionales.
  Cambios en el sistema internacionalSe observa en la región, una fuerte perplejidad ante la naturaleza y el  alcance  de  los  cambios  que  se  están  operando  en  el  sistema internacional, y sobre la forma en que ellos pueden condicionar su futuro. Son momentos en que es necesario, a pesar de las premuras del corto plazo político y económico, detectar las fuerzas profundas que ya están operando en  el  escenario  internacional,  a  fin  de  detectar  aquellos  hechos portadores de futuro que permitan anticipar el mundo que nos rodeará en pocos años más.
 En tal sentido, quiero situar mi análisis en una perspectiva teórica de las relaciones internacionales, en la que las unidades autónomas de poder  que  conforman  un  sistema  internacional  concreto,   aparecen compitiendo entre si en planos de cooperación y de conflicto, en torno a recursos  de  poder,  de  espacio  territorial,  de mercados,  de  ideas  y valores.   Las  características  de  la  competencia,  están  fuertemente determinadas por la configuración de la distribución de poder relativo entre todas ellas, pero en particular entre aquellos que pueden movilizar mayor  cantidad y mejor  calidad  de  recursos  de  poder.   La  tendencia histórica de las potencias ubicadas en 105 planos más elevados de la estratificación internacional es, como señalaba con acierto Araujo Castro, la de tratar de congelar la distribución del poder mundial, logrando que las reglas de juego de la competencia internacional, entendida esta casi con un sentido deportivo,  reflejen sus valores e intereses.   De allí resulta una puja también histórica, entre lo que podemos denominar la "lógica de la estratificación" frente a la "lógica de la democratización", cuando se trata de definir nuevas reglas de juego de la competencia internacional.   Esta puja es más acentuada y visible,  en períodos de tránsito de una forma de ordenar las relaciones internacionales a una nueva, es decir los períodos que el profesor Stanley Hoffman denomina como “revolucionarios", por contraste a aquellos caracterizados por un orden internacional acentado y legitimado. En la perspectiva antes apuntada, se observa en los umbrales de la década  de  los  noventa  un  sistema  internacional  que  comienza  a caracterizarse por una acentuada  Y por momentos agresiva, competencia económica entre sus principales protagonistas.  La mayoría de los países aparecen interrogándose sobre cómo prepararse mejor para competir en el nuevo escenario económico internacional.  En la conferencia antes citada, Ricúpero nos recuerda que ningún país tiene garantizada su supervivencia o su  participación,  si  es  incapaz  de  acompañar  los  cambios  que  están ocurriendo en el plano internacional.  Y casi simultáneamente, desde su perspectiva americana, el profesor Raymond Vernon, en la presentación de su muy reciente libro  nos dice: "today, a new international order is emerging,  shaped  by  revolutionary  technologies  of  production  and communication. In this  new  order,  international  capital  flows  and multinational  enterprises  play  a  much  greater  role.   No  nation  can insulate itself from exposure to such outside economic influence except at very high cost. Nor can any nation alone determine the character of the restructuring of the international economy". Como nunca en la historia se observa hoy en todo tipo de sociedades, cualquiera que sea la ideología predominante en la articulación de sus relaciones intra-societales, una dinámica de un cambio interno impulsado básicamente por la necesidad de ajustarse a los requerimientos de los cambios externos. La necesidad de prepararse para competir en el plano internacional,  consecuencia a su vez  de  los  imperativos  de  una interdependencia económica global cada vez más intensa y alimentada por profundos cambios tecnológicos, sustenta una nueva cultura que emerge en el mundo  contemporáneo,  reflejada  tan  nítidamente  en  la  ya  popular expresión de la "perestroika".  No es el cambio por el cambio mismo.  No es el cambio por imperativos ideológicos.  Es el cambio por agotamiento de lo anterior.  Es el cambio para no quedar marginado históricamente de una suerte de maratón internacional, en que los ritmos los fijan quienes hacen punta  a  partir  del  control  de  la  dinámica  de  las  innovaciones tecnológicas.  Maratón que genera sus propias reglas de juego. Que genera sus propias "fatigas" y tentaciones al abandono. Maratón que es por momentos agobiante. Que tiene un alto costo social el seguir.  Pero tiene también un alto costo social el abandonar. Tres tendencias de las relaciones internacionales contemporáneasTres tendencias caracterizan crecientemente al sistema internacional actual.  La primera, es la que podríamos denominar la comercialización de las relaciones internacionales.   Lo económico,  y más concretamente lo comercial, comienza a dominar la agenda de las relaciones internacionales contemporáneas.   Ello  es  consecuencia,  por  un  lado,  de  la  relativa distensión política que ha creado el entendimiento ruso-americano en el plano estratégico-militar, incluyendo el de los conflictos regionales. Pero  por  otro  lado,  es  consecuencia: de la globalización de  la interdependencia económica, acelerada en los sectores de alta tecnología en que las inversiones  necesarias  requieren  aprovechar  ventajas competitivas  operando  a  escala  mundial;  de  la  emergencia  de  nuevos protagonistas dispuestos a competir a escala global, tal el caso de los países del sudeste asiático, así como el del gradual pero decisivo ingreso de  la Unión Soviética y de China a la competencia por los mercados mundiales; del desarrollo de vastas redes de comercio internacional por los grandes bloques económicos organizados en torno a los Estados Unidos, al Japón y a la Comunidad Económica Europea.  También es resultado del éxito de lo que el profesor Rosecrance, denomina los "trading states" por contraposición a los "territorial states" en su importante libro "The Rise of  the Trading State",  publicado en  1986.   La segunda,  es la de la ampliación del propio concepto de comercio internacional, que abarca cada vez más,  no sólo productos,  sino que también servicios,  inversiones, financiamiento y aún mano de obra.   De allí la tendencia del GATT a ampliar  sus  fronteras  temáticas,  aproximándose  así  a  lo  que  en  la Conferencia de la Habana se imaginó como una organización mundial del comercio. Y finalmente, la tercera tendencia, es la de la politización del comercio internacional, consecuencia obvía de las dos primeras, y que se expresa en la creciente incidencia de consideraciones de poder en la administración del comercio exterior, práctica a la que han sucumbido incluso aquellos países que aspiran al ideal de un comercio mundial libre de restricciones e interferencias estatales.  Casi es una paradoja, que cuanto más avanza en muchos países la idea de un repliegue del Estado con respecto a la sociedad civil y a la actividad económica, más se torna evidente la forma en que a través de restricciones no arancelarias, cuotas voluntarias,   compras  estatales,   sectores  reservados  a  nacionales, subsidios, financiamiento de exportaciones, etc., los gobiernos tratan de proteger  sus mercados,  conquistar  porciones  de  los externos,  en fin administrar el acceso a  los propios operadores económicos en los de terceros países.
 Integración regional, realidades nacionales e inserción internacionalLa idea de integración, en el mundo y en América Latina, también está viviendo su periodo de "revolución cultural".  Ha retornado a la agenda de las cuestiones criticas del desarrollo y de las relaciones económicas internacionales de los países latinoamericanos, favorecida por la profundidad  de  la  crisis  del  desarrollo  económico  regional,  por  el problema de la deuda externa y por el revivir democrático.
 Pero  retorna  renovada  en  los  planos  conceptual  y  metodológico. Renovación conceptual,  pues  no  se  la asocia necesariamente a formas preconcebidas de interconectar sistemas económicos ("mercado común", "zona de  libre  comercio",  "unión  aduanera",  etc.).   Incluso  creo,  que  el operador económico la asocia crecientemente con la necesidad de poner en común mercados y recursos, a través de cualquier medio eficaz y efectivo, que garantice una razonable estabilidad en las reglas de juego que inciden sobre las decisiones de comercio e inversión.  O el operador político la visualiza,  pragmáticamente,  con  evitar  lo  contrario  que  seria  la desintegración, el conflicto como hipótesis de trabajo prioritaria en las relaciones con los vecinos, los compartimientos estancos, el potencial de negocios no aprovechado la asocia con la idea de una interdependencia en la que predomine la cooperación por sobre el conflicto. Y renovación metodológica,  pues  el  operador  político  actual  está  visiblemente independizado de formas rígidas y juridicistas, confiando más que antes, en la imaginación y capacidad innovadora del operador económico, buscando liberar energías que tornen posible lo que antes se consideraba imposible o difícil, y si bien reconoce la realidad de "Europa 1992", no sueña como antes si, en reproducir en América Latina el modelo comunitario.  La integración es hoy entonces, parte de la profunda renovación de ideas y de forma de acción, que se evidencia en todos los planos en la actual América Latina.  Un elemento esencial de esa renovación y también es cultural,  es la aceptación de la idea que en una interpedendencia económica global, que aparece como ineludible,  corresponde realizar un amplio esfuerzo societal para competir y negociar, en todos los planos y ámbitos imaginables. Curiosamente,  en tal perspectiva,  la idea de nación aparece más estrechamente vinculada a la idea de región que antes,  tomándose la región como el ámbito para la realización nacional.  Esta simbiosis de dos nociones aparentemente contrapuestas, esta presente en el actual debate europeo sobre las consecuencias políticas del mercado único de 1992 y fue expuesta por la Primer Ministro británica en su ya famoso discurso, en agosto reciente, en Brujas.  Casi dos décadas después se ha recreado un debate europeo en la materia, en el que el enf oque de la señora Tatcher retorna el que entonces planteaba el General De Gaulle, si bien hay razones para argumentar que uno y otro, entienden la idea de Europa en su relación con el resto del mundo, de una forma esencialmente diferente. Lo cierto es que el hecho de desarrollar una metodología efectiva de trabajo en conjunto, así como el hecho de compartir mercados y recursos, no ha debilitado  sino que ha  fortalecido,  las  realidades  nacionales europeas.  Por el contrario, en Europa como en otras regiones, la dureza de  la competencia económica  internacional,  parece haber reforzado  la necesidad de basar en firmes solidaridades intrasocietales, el esfuerzo nacional para penetrar mercados y asegurarse el abastecimiento de los recursos necesarios para la respectiva economía interna.  Las ventajas parecen inclinarse, como lo demuestra el caso de Japón, hacia quienes pueden ser eficientes a partir de la solidez de su propia organización interna y de la eficaz movilización de energías nacionales, en base a un sistema  político  y  social,  distinguido  por  notas  de  solidaridad, estabilidad,  legitimidad y consenso.   En  tal  sentido,  capacidad para competir no es contradictorio con las ideas de solidaridad y cooperación, sino que las supone en cada ámbito nacional y en el de las naciones que se agrupan en torno a distintas modalidades de procesos de integración. Este esfuerzo nacional para participar en un sistema internacional con  las  características  apuntadas,  requiere  a  su vez  modalidades  y tecnologías organizativas muchos más sofisticadas que las que normalmente han empleado gobiernos y empresarios de la región.  Requiere por cierto, de un gran esfuerzo de concertación interna entre fuerzas políticas, sociales y económicas.  Requiere además, de condiciones macroeconómicas que faciliten el espíritu de empresa y el surgimiento del empresario innovador schumpeteriano. Requiere,  asimismo,  quebrar  mentalmente, especialmente por parte de los operadores gubernamentales y económicos, la distinción entre mercados internos y externos, ya que de lo que se trata es de ser competitivo en cualquier mercado y en tal perspectiva, el primer mercado "internacional" pasa a ser el propio mercado interno.  Por cierto que ello dependerá del tipo de bienes o de servicios de que se trate, pero precisamente la tendencia debería ser la de limitar gradualmente a lo mínimo, el área de lo que quede excluido de los requerimientos y del impacto de la interdependencia económica global. En la perspectiva antes apuntada, no parece haber una antinomia entre "integración transnacional" e "integración regional".   Si tal antinomia existiera, cabe preguntarse si es que no querría decir que algunas de las dos ideas estuviera, desde el punto de vista práctico, mal planteada? Si parece necesario en cambio, discutir las modalidades operativas de la interconexión  entre  ambas  dimensiones  externas  de  cada  economía latinoamericana, los ritmos de avance en un plano y en el otro, y la racionalidad económica y política, de los tratamientos preferenciales que se negocien, por acuerdos bilaterales o multilaterales, en determinados ámbitos económicos externos de cada país.   Pero en definitiva,  ambas parecen ser dimensiones complementarias de la inserción económica externa de un país en un sistema económico internacional que está caracterizado a la vez, por la fuerte presión hacia la interdependencia global, por las realidades del comercio  administrado,  por  el  predominio  de  los requerimientos financieros, por la emergencia de las redes de comercio internacional en torno a algunas de las grandes "fortalezas'” económicas del mundo industrializado, de las cuales "fortaleza Europa" es sólo la más publicitada. Competencia y negociación internacionalParticipar  en  un  sistema  internacional  con  las  características apuntadas, requerirá a nivel gubernamental y empresario no sólo capacidad, voluntad y organización para competir, sino que también para negociar. Competencia y negociación,  son dos  estados mentales  y  aptitudes  que deberán ser acentuadas por parte de los países que no  quieran ceder, de antemano, ventajas  competitivas  a  los  demás  protagonistas  del  sistema internacional.
 Negociar,  supone  saber  qué  es  lo que  se  quiere  como  comunidad nacional, es decir tener una estrategia nacional. Supone espíritu de compromiso y capacidad para transar. Supone conocer lo que los demás competidores quieren y pueden hacer Supone desarrollar alianzas con otros  competidores. Competencia  y  cooperación  son  en  tal  sentido elementos indisociables de una estrategia nacional para participar en un juego internacional complejo y lleno de matices.  Negociar supone, una vez más, organización. Tanto a nivel macro como a nivel micro.  Tanto a nivel nacional, como a nivel de la región o subregión en la que un país se inserta  para maximizar  su  potencial  participativo  en  los  escenarios económicos mundiales. Por el momento, son dos los grandes frentes negociadores económicos internacionales, en que están envueltos los países latinoamericanos y que más  pueden  incidir  en  su  capacidad  para  participar  con  razonables ventajas, en el sistema económico internacional de los noventa.  Uno, es el que se relaciona con la distribución internacional de los costos del ajuste,  consecuencia  e~ste  de  los  desajustes  económicos  en  que  se incurrieron en el mundo en los eufóricos años 70.  Participaron de ellos los acreedores, que prestaron dinero sin adecuado control de calidad y los deudores, que no siempre utilizaron ese ahorro externo, proveniente en gran  parte  de  los  sucesivos  shocks  petroleros,  para  invertir  en actividades productivas capaces de generar los recursos necesarios para el repago de los préstamos.   Es el frente en que se negocian las deudas externas.  De allí la tesis latinoamericana sobre la corresponsabilidad. El otro frente negociador, se relaciona con la distribución internacional de las oportunidades para producir y comerciar.  Es principalmente el de la Rueda Uruguay. Pero también lo es el de las negociaciones bilaterales con los Estados Unidos y con las otras potencias comerciales mundiales, o las que éstas celebran entre si, bilateralmente o como grupo. Interdependencia global, disciplina económica y orden mundialEstos  dos  ámbitos  de  negociación  internacional,  son  los  que condicionarán en definitiva, el tipo de disciplina económica individual y colectiva de las naciones que tornará viable una razonable convivencia económica en un mundo signado por la interdependencia global. Y ésta es una  cuestión  central  de  comprender  en  América  Latina. Es la interdependencia  económica de alcance global,  impulsada por  factores tecnológicos y no exclusivamente por voluntades políticas o por convicciones ideológicas, la que crea ineludibles exigencias objetivas de disciplina individual y colectiva de las naciones. Lo contrario, seria alimentar  la  tendencia  a  la  anarquía  en  el  sistema  económico internacional, que históricamente ha conducido a la guerra.
 El problema es cómo y con que criterios se determinan las reglas de juego que hagan posible esta disciplina económica internacional, las que a su vez condicionarán los alcances de la disciplina económica individual de cada  nación.  La  única  fórmula  que  indica  la  razón,  es  la  de  la negociación, en definitiva, la de la concertación. Antes podía definirse el orden internacional, ya que es de eso que estamos hablando, a través de la fuerza, es decir de la guerra.  Hoy también seria posible hacerlo así.  Pero sería éste un recurso irracional, en términos claros, la locura, dado el estado actual de la tecnología militar. Y hay conciencia en tal sentido, al menos en la mayoría de las naciones. Cómo conciliar la histórica propensión de las grandes potencias a aplicar lo que hemos denominado la lógica de la estratificación, con la necesidad  de  concertar  un  orden  internacional  compatible  con  los requerimientos de la interdependencia económica global, pero también con los de valores de justicia y equidad?.  Cómo tornar viable una transición concertada  hacia  un  orden  internacional  basado  en la lógica de la democratización,  que  atienda  tanto  a  tales  valores  como a los requerimientos de eficiencia económica?.  He aquí quizás el gran desafío contemporáneo de la humanidad de cuya respuesta dependerá la suerte de un orden  internacional  eficaz,  estable  y  legitimado,  condiciones  casi ineludibles para el rechazo de cualquier tentación a la irracionalidad en el comportamiento individual y colectivo de las naciones. Tema éste clásico de las relaciones internacionales, sobre el cual en tiempos de incertidumbres conviene meditar. Parece prudente aspirar a que a través de un gran esfuerzo de organización individual y colectivo para competir y negociar, América Latina pueda contribuir a desarrollar la idea de una transición dialogada, concertada, negociada, de un orden económico internacional agotado hacia otro  más  apropiado  para  los  requerimientos  de  la  interdependencia económico global y adaptado no tanto a la distribución real del poder económico  mundial  del  periodo  que  hemos  vividos  desde  la  última post-guerra, sino a la que se vislumbra para las próximas dos décadas, más dispersa en un número amplio de países o de grupos de países. Es en esta última perspectiva que cabe reenfocar toda la discusión actual  sobre  el  multilateralismo,  en  particular  en  relación  a  los mecanismos  que  intentan  institucionalizar  una  disciplina  económica individual y colectiva de las naciones,  que en el campo de comercio internacional, en su acepción ampliada, lo es sin duda el del GATT. Pero  cabe  preguntarse  también  sobre  si  pueden  los  ámbitos  de negociación interna de la propia región, en lo comercial y hoy en día también en materia de deuda, quedar disociados de lo que ocurre en el plano  de  las  negociaciones a  escala  global? Puede  disociarse  una estrategia negociadora de cada país en el ámbito de la ALADI, por ejemplo, con lo que es la estrategia negociadora en el ámbito de la Rueda Uruguay del GATT? Pueden ambas estrategias y su implementación, caer bajo la órbita de distintos ámbitos gubernamentales dentro de cada país,  como suele ocurrir en la actualidad? Ninguna de  estas preguntas  y  otras  similares  podrían  tener una respuesta negativa,  si es que los países latinoamericanos tiene clara conciencia de lo que significa prepararse para competir en los noventa y negociar en el ámbito económico internacional con las grandes "fortalezas económicas",  resultantes  de  los  acuerdos  de  integración  del  mundo industrializado.  Al menos, observemos lo que hacen nuestros potenciales competidores.  Ya que hacer menos que ellos, en términos de organización, es concederles de antemano una ventaja decisiva. Tres cuestiones relevantes de la integración regionalDeseo  primero  referirme  a  una  primera  cuestión  crucial  que  se vislumbra ya en el horizonte de la agenda de las relaciones económicas internacionales  de  la América Latina  de  los  noventa.   Es  la  de  la coherencia entre la visión latinoamericana de un orden económico mundial y la visión de los países mayores de la región con respecto al desarrollo de un orden económico intra-latinoamericano. Convergencia interregional y convergencia frente a terceros, deberían ser percibidas como dos caras de una misma moneda.  Se trata en definitiva de la relación que se entable entre el tejido de intereses económicos y políticos, interno a un grupo de países, y el tejido  de sus intereses frente a terceros. El haber comprendido esta relación, es quizás una de las claves del relativo éxito europeo en construir un sistema administrable de interdependencia económica cooperativa, es decir, un marco legitimo para un esfuerzo de disciplina económica colectiva a escala de una región.
 Pero, ¿no será que a su vez la clave para encarar ese aspecto del relacionamiento   económico intralationoamericano cruza por una redefinición que los propios países de mayor dimensión económica hagan de su rol en la integración y el desarrollo económico regional? ¿No estará la clave en fin, en que puedan asumir por propia conveniencia  un papel de países más preocupados en comprar para poder vender dentro de la región,  más orientados a una actitud de donantes, más proclives a compartir con el mundo industrializado responsabilidades en relación al desarrollo de los países de menor dimensión económica de la propia región?  Este es un tema que merece ser examinado en todo su alcance y en todas sus consecuencias prácticas. Quizás en el Compromiso de Acapulco del Grupo de los 8 y en el programa de México con Centroamérica, así como en la facilidad petrolera del Acuerdo de San José, se encuentre el sentido de dirección que habría que tomar con firmeza en el futuro para el desarrollo de una efectiva solidaridad latinoamericana.  Quizás reflexionar sobre estas ideas, desde la  perspectiva  de  cada  uno  de  los países mayores  y  de  su  sector empresario,  permita demostrar que una profunda racionalidad  económica puede sustentarías, sin mencionar por cierto, los beneficios políticos que podrían derivarse, no siendo los menores los que se refieren a acreditar en el mundo, un nuevo modelo de relacionamiento económico entre países de distinto grado de desarrollo económico. Por años nos hemos acostumbrado, especialmente en los organismos internacionales,  a visualizar la integración latinoamericana desde el prisma de una hipotética racionalidad supranacional, a escala regional o subregional. Esta es la segunda cuestión que quiero plantear.  Creo que no se ha hecho un esfuerzo similar, ni se ha hecho siempre en los propios países ni entre sus empresarios, para examinar la idea de integración o siquiera  la  del  aprovechamiento  sistemático  del  respectivo  entorno económico regional o subregional, desde la perspectiva de cada país o de la perspectiva de sus operadores económicos. Si la integración es un instrumento de desarrollo debe tener un claro impacto en la inversión. Pero nos hemos colocado en los zapatos de inversores potenciales de carne y hueso,  cada vez que hemos diseñado mecanismos de integración o de expansión del comercio? Pondríamos los "arquitectos" de la integración, nuestro propio  dinero  a  correr  riesgo  en una  inversión destinada a aprovechar un mercado ampliado por los acuerdos que diseñamos? En general diría que no, pues más que preferencias o condiciones de acceso a los mercados definidas sobre bases sólidas v estables, hemos practicado sistemáticamente bajo el nombre de integración, lo que en realidad han sido  préstamos  precarios  de  mercados  que  desaparecen  con  rapidez, normalmente  la presión de  algún  sector proteccionista que actúa con argumentos legítimos o no.  Ese hecho, explica muchas distorsiones en el libreto integracionista (nítidas en los sesenta) y la tendencia a lo que recientemente un periodista ha denominado con acierto, el "silopsismo", que lleva a creer que lo que se sueña o desea, se transforma por ese sólo hecho en realidad. Pensar el mercado y los recursos del entorno latinoamericano, desde la perspectiva de cada país y de la de sus operadores económicos, es un ejercicio pocas veces ensayado.  He aquí un vasto campo de acción para los institutos académicos como el CEPEI,  que sin duda forman parte de la enorme reserva de inteligencia que los países de América Latina deben movilizar, en aras a incrementar su capacidad participativa y competitiva en el escenario económico internacional.  Finalmente, la tercera cuestión se refiere a la conexión entre el mundo de la arquitectura estratégica o de los diseños en materia de integración,  y el de  las  realidades  de  los negocios. Es ésta otra cuestión prioritaria en la agenda latinoamericana de integración.  Ella se pone de manifiesto hoy por ejemplo, en el ámbito de la integración del Cono Sur. Sin duda que hay voluntad política de integración entre la Argentina, Brasil y Uruguay. Sin  duda que hay "arquitectura integracionista", es decir, un diseño estratégico.  Quizás se ha exagerado al insistir en no aceptar algún tipo de esquema institucional común entre la Argentina y el Brasil.  El rechazo de lo "supranacional" ha generado temores, en mi opinión infundados, derivados la más de las veces, de una incorrecta definición de la naturaleza de los órganos comunes que pueden crear dos o más países para llevar adelante un proyecto de puesta en común de mercados y de recursos, y de una más incorrecta apreciación aún, de la experiencia comunitaria europea.  Pero si parece en cambio haber en el programa del Cono Sur, como en otros ámbitos de integración de América latina, incluyendo el propio Grupo Andino, un fuerte déficit de acción en el plano micro de la promoción de negocios concretos dentro del marco integrador. En este campo, como lo ha reconocido la reciente Declaración del Uruguay del Grupo de los 8, se abre un vasto campo de acción para la ALADI y los bancos de desarrollo, a fin de lograr el fortalecimiento de una actividad promotora de negocios regionales, dentro de lo que se puede denominar la "ingeniería de negocios".  Es decir, una actividad empresaria orientada a poner juntos, en proyectos concretos, capitales, tecnología, capacidad empresaria y acceso a mercados, utilizando para ello algunas de las modalidades posibles de "contractual" o "equity" “joint ventures".  En tal  sentido,  Latinequip  es  una  experiencia  que  habría  que  intentar multiplicar  en  otros   sectores   o   con  enfoques  multisectoriales. Corporaciones de capital de riesgo  (venture capital corporations)  del propio  sector  privado   (como  las  que  la  Corporación  Financiera Internacional esta ayudando a desarrollar), pero que aporten a la vez que capital de riesgo y experiencia financiera, "know how" en el campo del comercio exterior, incluyendo la difícil tecnología de acceso a mercados que  pueden  muchas  veces  adquirirse  a  través  de  "export oriented joint-ventures (en definitiva, que puedan actuar como verdaderas "trade development corporations"), pueden desempeñar también un papel crucial. Las compañías de comercialización internacional, concebidas no sólo como casas de exportación o de comercio exterior, pero también como promotoras de proyectos de inversión orientados al comercio exterior y al comercio intralatinoamericano, pueden asimismo transformarse   en elementos importantes de la red institucional empresaria que se requerirá fortalecer para una estrategia de cada país y de la región como un todo, orientada al desarrollo  del  comercio  exterior  de América Latina y al comercio intrarregional. Quizás, en la visualización de esta estrategia y en el desarrollo de la red institucional empresaria para la "ingeniería de negocios",  se encuentre  la clave del éxito de  la renovación metodológica que esta requiriendo la voluntad política, expresada al más alto nivel político recientemente en las cumbres latinoamericanas del Grupo de los 8,  en Acapulco primero y luego en Punta del Este, de colocar la integración como parte  de  una  estrategia  más  amplia  de  transformación  económica,  de consolidación de  la democracia y  de  inserción activa de  los países latinoamericanos en el sistema económico internacional. Quizás en tal renovación metodológica, reflejo a su vez del proceso más  amplio  de  cambios  económicos,  políticos  y  sociales  por  el  que atraviesa nuestra América Latina, podamos encontrar parte de la respuesta a los desafíos nítidos que nos plantea, en los umbrales de los noventa, un sistema internacional que a su vez cambia radicalmente, en una dirección que no podemos alterar por nuestra propia voluntad y de la que no podemos marginamos sin costos elevados para nuestras propias sociedades. |