| I. Al concluir 1984, se observa una fuerte tendencia a considerar que 
        ha concluido una fase del llamado problema de la deuda exterrta de los 
        países latinoamericanos. Editoriales de importantes diarios del 
        mundo industrializado y protagonistas relevantes, asi lo han puesto de 
        manifestó en los días siguientes al anuncio de que la Argentina 
        y el Comité de bancos habi'an llegado a un acuerdo de reestructuración 
        de la deuda del país. William Rhodes, que preside los Comités de bancos referidos a 
        algunos de los principales deudores latinoamericanos (Argentina, Brasil,. 
        México, Uruguay y Perú), decía hace pocos días 
        en Londres [1], en una Conferencia organizada por el "Financial Times", 
        que "nos encontramos ahora en una nueva fase del "problema de 
        la deuda", agregando queen muchos pa íses "hemos pasado 
        ya la "etapa de ajuste inicial". Algunos de los que así piensan, entienden además que se 
        puede ser relativamente optimista en cuanto al futuro. Lo peor de la crisis 
        habría pasado. La recuperación de las economías industrializadas 
        estarían creando las condiciones externas para el éxito 
        de las políticas de ajuste de los países deudores, y para 
        su capacidad de generar excedentes en sus balanzas comerciales; e incluso 
        para atraer inversiones extranjeras y para recuperar el crédito 
        externo. El "modelo mexicano" demostraría, para quienes 
        así piensan, lo acertado del camino seguido. El propio Rhodes, 
        en la citada Conferencia de Londres, sintetizaba así esta corriente 
        optimista: "pese a que no abunda todavía la comodidad y la 
        alegría, podemos al menos ojear los últimos dos años 
        y decir que no ocurrieron la media docena de desastres iminentes que amenazaron 
        con envolver al sistema económico mundial", y comparando la 
        actual situación con la de hace un año, constataba que "la 
        opinión pública... ha pasado de la "desesperación 
        en 1982 al escepticismo en 1983 y, en mi opnión, reina ahora un 
        cuateloso optimismo". Para el, "hoy tas cosas son diferentes; 
        los llamados casos "perdidos del año pasado han logrado claros 
        aunque a veces- penosos avances".  Es sabido que no todos comparten este optimismo, que a veces es atribuido 
        a la necesidad de crear una tónica similar en los accionistas de 
        los bancos y en los bancos regionales y chicos de los Estados Unidos. 
        Sí recientemente trabajos de economistas como William Cline [2] 
        tienden a sustentar esta visión optimista, otros como los de Dornbusch 
        y Fischer, Amaral y Fletcher (para citar sólo algunos de estos 
        últimos meses) [3], ponen de manifiesto que cuanto más, 
        se ha superado una fase de la crisis en que se podría haber producido 
        un caos financiero internacional, un colapso del sistema de instituciones 
        y mecanismos que intentan aún ordenar las relaciones económicas 
        y financeiras internacionales, pero que lo esencial del problema sigue 
        aún en pie. A las profundas diferencias que existen aún en cuanto al diagnóstico 
        sobre el problema concreto de la deuda externa y sus perspectivas futuras, 
        se suman las incertidumbres sobre la evolución de las economías 
        de los países industrializados y en particular de la de los Estados 
        Unidos. El déficit fiscal de este país, el de su balanza 
        comercial, el problema del "superdotar", el comportamiento de 
        las tasas de interés y la fuerte absorción de recursos financieros 
        externos por la economía americana, alimentan los diagnósticos 
        contradictorios que pueblan hoy la prensa general y la especializada. 
        Sólo pocos días atrás, Fred Bergsten planteaba la 
        magnitud del problema, que para muchos esta detrás de las grandes 
        dificultades que hoy están experimentando los países latinoamericanos: 
        "más dramático aún es que los Estados Unidos 
        han pasado, en tres años, de ser el principal país acreedor 
        en el mundo a ser el principal deudor. Hácé justo dos años 
        teníamos alrededor 150 billones de dólares más afuera 
        que lo que los extranjeros tenían aquí. Ahora, tomamos prestado 
        100 billones de dólares ó más anualmente del resto 
        del mundo para financiar muestras amplios déficits comerciales. 
        En un año, nuestra deuda externa exederá la del Brasil o 
        la de México, los principales deudores del mundo. Bajo las actuales 
        políticas, nuestra deuda externa neta se aproximará al trillón 
        de dólares hacia1990. Esto es mas que el total;debido hoy por .todos 
        tos: países en desarrollo, que es lo que denominamos la "crisis 
        de la deuda" [4]. Es mi intención detenerme a examinar utn aspecto particular del 
        fenómeno, que nos convoca, y que es el del la cooperación 
        multilateral en relación a la deuda, el ajuste y el desarrollo 
        de los países latinoamericanos. Quiero poner énfasis en 
        una perspectiva particular, que es la de la cooperación multilateral 
        regional latinoamericana. Y quiero elaborar sobretodo en torno al interrogante 
        que Michael Gardenswartz plantea en el número de noviembre del 
        "Instituto Investor": "es la cooperación regional 
        la respuesta?" [5]. Basado en la experiencia de éstos últimos 
        dos anos, y aceptando para facilitar el analisis que efectivamente se 
        ha cerrado una fase de este ciclo crítico, formularia mi pregunta 
        central en .estos términos: es que, la cooperación multilateral, 
        tanto a nivel internacional (Norte-Sur), como a nivel regional (Sur-Sur), 
        tiene algún papel útil a desempeñar en la-estrategia 
        para encarar la crisis de ja deuda, el ajuste ycel desarrolla de los países 
        latinoamericanos?. Y,en caso de respuesta positiva,.cuál sería 
        ese papel en un caso y en otro? Lo amplio y complejo del.tema me mueven 
        a apuntar sólo algunas ideas que puedan contribuirá un- 
        más amplio debate en el futuro.  Las perguntas me parecen pertinentes, pues en los últimos dos 
        años hemos observado mucha confusión en la materia. La confusión 
        se ha manifestado, tanto en cuanto al rol déla cooperación 
        multilateral, como á sus modalidades y alcances, ya su utilidad 
        práctica. El propio Gardenswartz considera que muchos banqueros 
        y el gobiernos dé los Estados Unidos no valoran muy seriamente 
        los esfuerzos de cooperación regional en este tema, y recuerda 
        la opinión de George Clark (Vicepresidente ejecutivo de City Bank), 
        en el sentido de que 'la mejor manera de resolver las negociaciones por 
        la deuda de un país es sobre bases bilaterales". Evidentemente 
        en esta expresión se establece un contraste entre negociación 
        bilateral y " negociación multilateral, y no necessariamente 
        tal contraste implica desconocer.úh espacio para la cooperación 
        multilateral a fin de asegurar el equilibrio en las negociaciones bilaterales 
        y la eficacia de los arreglos que se concreten. Esa distinción, 
        que parece obvia, no siempre la han aceptado los distintos protagonistas 
        de lo ocurrido en estos dos últimos años, que en el calor 
        de debates y negociaciones han a veces incluso confundido deliberadamente 
        los términos de lo que se discutía en una natural defensa 
        de intereses naturales contrapuestos. Que el tema tiene importancia práctica 
        lo indica el temor que se percibe sobre la precariedad de los acuerdos 
        de reestructuración y los compromisos que se asumen por los países 
        con el FMI, tan pronto se los confronta con la previsible evolución 
        de las realidades nacionales. No indica lo que la falta de un marco de 
        ccoperación multilateral resultante de la concertación de 
        todos los protagonistas tiene importancia práctica? Tres expresiones muy recientes y muy autorizadas ponen de manifiesto 
        estos temores y remarcan la importancia práctica del tema que hemos 
        planteado. Por un lado Kenneth Dam (Secretario de Estado adjunto de los 
        Estados Unidos), al regresar de su último viaje a países 
        latinoamericanos, tras constatar que se ha virtualmente completado la 
        etapa de reestructuración de la deuda, afirma que "ahora estamos 
        entrando en una nueva fase. El foco de nnuestra atención debe pasar 
        de asegurar liquidez inmediata a promover crecimiento a largo plazo. Sin 
        un renovado crecimiento real, las naciones en deuda darán tumbo 
        de una crisis a corto plazo a otra". Agrega que "la opción 
        no es entre ajuste hoy a ajuste manana. Es entre ajuste ordenado -amortiguado 
        por apoyo externo- o ajuste desordenado forzado por declinación 
        económica y tentativas de sostener políticas inefectivas". 
        Y concluye diciendo que "he regresado de América del Sur tanto 
        preocupado por las dificultades como convencido de que está a nuestro 
        alcance una nueva era de cooperación, crecimiento y seguridad hemisférica 
        [6]. Por su parte, casi al mismo tiempo, AW Clausen (Presidente dekl Banco 
        Mundial) advierte que la carga de la deuda extrna pesa aún sobre 
        América Latina y continua amenazando la estabilidad de las relaciones 
        políticas y financieras internacionales. Agrega que "mucha 
        gente de este país (EEUU) no comprende cuan gravemente la crisis 
        de la deuda ha perturbafdo a América Latina"y subraya que 
        "el problema de la deuda solo puede ser finalmente resuelto mediante 
        el desarrollo. Sólo si los países endeudados reanudan su 
        crecimiento, especialmente el de las exportaciones, podrán estar 
        en condiciones de hacer frente a las obligaciones de sus deudas, y en 
        debido tiempo, recuperar su crédito. [7] Y el mismo día en Bonn, Jaime Serra Pusche (asesor del Secretario 
        de Hacienda de México) advierte que el problema que enfrentan los 
        países en desarrollo, por sus elevados compromisos con el exterior, 
        "solo puede ser solucionado mediante un cooperativo acercamiento 
        que involucre tanto a estas naciones como a los Estados desarrollados, 
        los organismos ingternacionales y los bancos, negociando con perspectivas 
        de largo plazo" [8]. En las tres expresiones está implícita o explícita 
        la idea de cooperación multilateral. Pero quizás en un caso 
        el énfasis es en cooperación con América Latina, 
        en tanto que en otro lo que se plantea es la idea de cooperación 
        entre todos los involucrados. Se trata de una diferencia de enfoque que 
        ha estado presente en la experiencia de los dos últimos periodos 
        y que refleja distintas perspectivas de poder y diferentes diagnósticos 
        sobre la naturaleza y carácterísticas del fenómeno 
        que se encara. Se trata de que los países sean ayudados a ajustar 
        sus economías para superar los agudos desequilibrios internos y 
        externos, originados en su falta de habilidad para adaptarse a nuevas 
        circunstancias financieras internacionales (por ejemplo el alza de las 
        tasas de interés) y el desorden de sus gestiones económicas 
        y financieras, y aún en la tendencia a distintas formas de corruspción, 
        tal como lo insinuan varios protagonistas y analistas, y como quizás 
        lo imaginan muchos pequenos ahorristas del mundo industrializado? [9]. 
        O sin dejar de reconocer muchos aspectos de la realidad que justifican 
        la anterior pregunta, se trata de que unos y otros, acreedores y deudores, 
        países en desarrollo y desarrollados, asuman la responsabilidad 
        y la tarea conjunta, de encarar los desordenes colectivos de un sistema 
        económico internacional que no ha podido ajustarse aún a 
        las nuevas realidades de distribución de poder económico 
        en el mundo, de ampliación del espectro de países independientes, 
        de profundos cambios tecnológicos, de globalización de las 
        transacciones económicas y financieras, y de carencia de una regulación 
        adecuada para muchas de ellas? [10]. La idea que unos y otros puedan tener 
        de la cooperación internacional que se requiere, dependerá 
        por cierto de la definición que efectúen del problema que 
        se encara, en definitiva de la forma en que se contesten estos interrogantes. II. Examinemos entonces qué ocurrió en los dos últimos 
        años en la cooperación multilateral con respecto a nuestro 
        tema, deuda, ajuste y desarrollo en América Latina. Aclaro que 
        al elegir el período de los dos años recientes, simplesmente 
        lo hago puesto que existe cierto consenso en que el "caso México" 
        inició la fase que ahora podríamos reconocer que está 
        concluyendo. Pero para quienes consideramos que el problema de la deuda 
        es sólo la punta de un inmenso 'Iceberg" - que es la exteriorización 
        más espectacular y dramática en sus efectos, de una crisis 
        estructural y compleja del sistema económico internacional de la 
        postguerra - sin duda que el análisis debería remontarse 
        a aquel los años en que los países en desarrollo plantearon 
        sin éxito sus demandas de cambio de rumbo en una economía 
        internacional que ya avanzaba hacia situaciones muy críticas. Habría 
        que rastrear en la historia de las sucesivas reuniones de la UNCTAD desde 
        Ginebra 1964, en la del "diálogo Norte-Sul", en la del 
        nuevo orden económico internacional, en las de las negociaciones 
        globales, en las de la reunión cumbre en Cancun, para encontrar 
        prognósticos que en parte se cumplieron y reclamos que de haberse 
        escuchado quizás hubiera evitado algunos de los problemas que ahora 
        encaramos en la economía mundial. En nombre de realismo naufragaron 
        muchas iniciativas. Queda por ver cuantas de las que se impusieron por 
        realismo, por ejemplo la idea de la privatización del financiamiento 
        internacional para el desarrollo no terminan ahora conduciéndonos 
        auna suerte de naufragio colectivo, esta vez en aguas plagadas de radicalizaciones 
        e irracionalidades. Y la Historia nos demuestra que el hombre tiene una 
        firme vocación a rechazar la racionalidad y la moderación 
        para encarar sus grandes crisis. No bastan al respecto las lecciones de 
        la Europa de los 20 y los 30? Evitar el caos ha sido quizás, el resultado más tangible 
        y positivo de esta fase. Los países acreedores y los bancos, demonstraron 
        un alto grado de coordinación, a pesar de que ias perspectivas 
        e intereses de los distintos gobiernos, de los bancos entre sí 
        y de los bancos con sus gobiernos, no era ni son aún, similares 
        ni fáciles de conciliar. Tampoco era fácil para los gobiernos, 
        por las características de los respectivos regímenes políticos 
        democráticos, imponer pautas de conducta a los bancos y forzarlos 
        a inyectar fondos frescos en ios países deudores. Las resultas 
        acciones del gobierno americano, en particular del Tesoro y de la Reserva 
        Federal, asi como la del FMI, permitieron controlar la situación 
        originada en el "caso México", y condujeron a la fijación 
        de un marco para encarar la situación, basado en los cinco puntos 
        de Williansburg y en la interacción Tesoro-FMI-Comités de 
        bancos. En su conocido articuló en Newsweek, en enero de 1983, Kissinger 
        alertaba sobre todo lo que estaba en juego en la crisis de ¡a deuda 
        y planteaba con crudeza lo que muchos banqueros y economistas negaban 
        - y aún muchos siguen negando - en público: la dimensión 
        política del fenómeno ("the current global economic 
        crisis is too grave to be left to financial experts"). De su análisis 
        extraía su primer recomendación: "el primer paso debe 
        ser el cambiar el marco de negociación; los deudores deberían 
        ser desprovistos - en la extensión posible - del arma del no pago 
        (default). Las democracias industriales requieren urgentemente una rede 
        de seguridad que permita una asistencia gubernamental de emergencia para 
        las instituciones financieras amenazadas. Esto reduciría tanto 
        el sentido de pánico como la capacidad de los deudores de chantajear". La experiencia política de Kissinger y su visión histórica 
        le lleva a comprender lo esencial del problema, y con agudeza apuntaba 
        a lo que era fundamental en la estrategia de los países industrializados, 
        aún no recuperados plenamente del shock sufrido en 1973 con el 
        cartel de la OPEP. Por cierto que su artículo, que hoy vale la 
        pena releer por su vigencia, contenía un cuadro de recomendaciones 
        más complejo que apuntaban al fondo de la crisis. También 
        para Kissinger, "la deuda es sólo el síntoma, no la 
        causa, de una crisis "estructural". Dos años después, la cooperación entre los países 
        industrializados y los bancos, ha logrado sin duda cumplir con el primer 
        paso de las recomendaciones de Kissinger: el sistema financiero internacional 
        ha sido preservado y se ha limitado la posibilidad de que los deudores 
        utilicen el arma del repudio colectivo. Para ello se ha recurrido a un 
        arsenal de medidas e instrumentos, muchos de ellos de regulación 
        bancaria interna, y también a presiones y a acción psicológica. 
        Quedan miles de páginas, de "papers"; informes, estudios, 
        declaraciones, recomendaciones, cobertura de prensa, que en su análisis 
        detenido y en su correlación con eventos e hitos del proceso vivido, 
        pondrían dé manifiesto la trama de información y 
        desinformación que ha caracterizado uno de los capítulos 
        más apasionantes - y aun inconcluso - de las relaciones económicas 
        y de poder en el mundo contemporáneo. Pero es realmente correcto que el arma del "default" estuviera 
        al alcance de los países latinoamericanos? Y si lo fuera, era realmente 
        cierto que les interesaba utilizarla cómo tal? No es fácil 
        aurr contestar con firmeza estas perguntas y este es un aspecto de la 
        experiencia reciente que merece ser investigado con detenimiento. Habiendo 
        participado en parte de este período, en la gestión política 
        externa de uno de los países deudores latinoamericanos, y en tai 
        carácter habiendo tenido un rol de responsabilidad en algunas de 
        las principales reuniones multilateral de los anos 82 y 83 (reunión 
        del SELA en Cartagena, febrero del 83; Grupo de los 77, Buenos Aires, 
        abril del 83; UNCTAD, Belgrado, junio del 83; Conferencia del CIES sobre 
        Financiamiento y Comercio, Caracas, setiembre del 83, y en todo el processo 
        preparatorio de la Conferencia Económica Latinoamericana, celebrada 
        en Quito, en enero del 84), puedo testimoniar que la ida de una acción 
        colectiva de repudio de la deuda o de un enfoque de negociación 
        colectiva de las reestructuraciones individuales, nunca fue seriamente 
        planteada entre los gobiernos de los principales deudores. Y creo que 
        tampoco esas ideas fueron consideradas en las reuniones que tuvieron lugar 
        en 1984 y de las que ya no participé (Quito, Cartagena y Mar del 
        Plata). Muchos fueron los motivos, pero destaco dos entre ellos: la consciencia 
        de que se encaraba una situación sumamente delicada en la que ningún 
        beneficióse percibía en la radicalización de un conflicto, 
        que los países latinoamericanos se negaban a percibir en un esquema 
        de confrontación, y la fuerte presión y acción psicológica 
        ejercida desde adentro y desde afuera de nuestros países sobre 
        los hombres responsables de las respectivas conducciones económicas 
        y del mantenimiento del flujo de recursos necesario para el funcionamiento 
        de las respectivas economías nacionales. Aunque hubieran querido 
        utilizar el arma del "default" colectivo, las Cancillerías 
        no hubieran encontrado espacio político interno para llevar adelante 
        la idea, en particular por las posiciones de los ministerios de economía 
        y de finanzas, asi como por las de los Bancos Centrales. Quiero plantear la hipótesis de que si el tema del "club 
        de deudores", entendido en esa visión más radicalizada 
        del repudio de la deuda o de la negociación colectiva, alcanzó 
        tanta repercusión en la prensa internacional, en particular en 
        los días previos a la Conferencia de Caracas (y luego en ocasión 
        de cada uno de los encuentros latinoamericanos, en especial el de Cartagena), 
        la explicación habría que buscarla fuera de América 
        Latina. En el caso concreto de Caracas, por ejemplo, no sólo no 
        llevaban los países latinoamericanos tal tipo de planteo (como 
        le constaba desde antes a la delegación americana), sino que tampoco 
        tenían la posibilidad de influenciar la prensa internacional y 
        la especializada de primeira linea, a fin de desarrollar un operativo 
        "bluff" anterior a la Conferencia y destinado a presionar a 
        los Estados Unidos. Creo que, en esta ocasión, y quizás 
        también en otras posteriores, la explicación habría 
        que rastrearla en el interés de los propios bancos de presionar 
        sobre sus gobiernos para intensificar las acciones de salvataje del sistema 
        financiero. Un efecto colateral, y quizás también buscado, 
        fue el de intensificar la resistencia de los hombres de economía 
        y de finanzas de los países deudores a cualquiera idea de cooperación 
        multilateral latinoamericana, aunque fuera limitada al piano del intercambio 
        de información, por temor a generar la imagen del "club de 
        deudores". Sólo la intervención personal de Jefes de Estados de prestigio 
        internacional, como primero, el Presidente Hurtado, y luego los Presidentes 
        Alfonsin y Betancurt, así como la indignación que a ese 
        nivel produjo en los primeros meses de 1984 el aumento de las tasas de 
        interés de los bancos americanos, explica que, finalmente, los 
        hombres de las áreas económicas y financieras de los respectivos 
        gobiernos, aceptaran la idea de una acción concertada latinoamericana, 
        aun cuando siempre con el cuidado puesto por ellos en el sentido de no 
        evocar la imagen de aquel "club de deudores". Lo cierto es que con su comportamiento concreto los países latinoamericanos 
        contribuyeron, a evitar el caos. Quizás se esperó como contrapartida 
        una mayor comprensión del enfoque latinoamericano del problema 
        y de la metodología de cooperación multilateral, de concertación 
        y de diálogo, que se proponía para encararlo. Ese espíritu 
        marcó la "Plataforma de Buenos Aires", producto de la 
        reunión de los 77 en abril de 1983. Tres meses después, 
        la VI UNCTAD, en Belgrado, puso de manifiesto que los países industrializados 
        no podían, no les convenía o no que querían compartir 
        el enfoque y el espíritu que surgió de Buenos Aires. Los 
        resultados fueron decepcionantes. Y a quienes apostaron a la racionalidad 
        y moderación les costó resistir la frustación. Luego 
        en Caracas, se dio un paso concreto en la buena dirección cuando 
        por consenso se aprobaron las "Bases para un entendimiento". 
        La llamada "Comisión Ulloa" que resultó de Caracas, 
        y formalmente fue estabelecida en el CIES de Asunción en octubre 
        del 83, tenía como misión profundizar el entendimiento con 
        propuestas prácticas. El objetivo no se consiguió y la carta 
        con que Manuel Ulloa elevó el informe de la Comisión al 
        último CIES en Santiago de Chile, elocuente en cuanto a la frustación 
        producida por el ejercicio de diálogo intentado. Quito, Cartagena y finalmente Mar del Plata, son experiencias valiosas 
        de una coordinación latinoamericana abierta al diálogo y 
        negociación en el marco de la cooperación multilateral con 
        los países acreedores, que aún no ha encontrado, en la perspectiva 
        de los latinoamericanos, el eco buscado. Los hechos también demuestran que, al plantear los requerimientos 
        de enfoques multilaterais que insertaran la cooperación en torno 
        a la deuda en el marco más amplio de los problemas, estructurales 
        que afectan el funcionamiento de la economía mundial, los países 
        latinoamericanos no han querido desconocer el rol de los organismos financieros 
        internacionales, en especial del FMI, o en el plano del comercio mundial, 
        el del GATT, ni por cierto contribuir a su debilitamiento, como tampoco 
        han desconcido la necesidad de negociaciones y acuerdos bilaterales para 
        cada situación particular. El enfoque latinoamericano ha estado, 
        por el contrario, dirigido a la creación de un entendimiento internacional 
        que permita; (a) estabelecer un "dique" a toda tentación 
        a la irracionalidad interna e internacional; (b) generar condiciones externas 
        que tornen eficaces los ajustes internos, evitando la tendencia a transferir 
        los costos del ajuste hacia terceros países o hacia el futuro; 
        (c) lograr que los costos del ajuste sean asumidos por todos los protagonistas 
        del fenómeno que condujo a la crisis de la deuda; y (d) buscar 
        con la participación de todos los protagonistas, condiciones razonables 
        de restabelecimiento del processo de desarrollo en los países de 
        la región, como condición necesaria para la superación 
        de la crisis, y de la eficacia del ajuste. Hoy, transcurridos dos años de esta experiencia internacional, 
        superado ei primer momento de pánico, de desconfienzas recíprocas, 
        de desconcierto frente a lo inédito del fenómeno, el planteamiento 
        latinoamericano parece mantener toda su vigencia y validez. Sin embargo, 
        parecen subsistir en el mundo industrializado un profundo escepticismo 
        y hasta rechazo a cualquier planteamiento de real cooperación multilateral 
        entre el Norte y el Sur, y una marcada preferencia por los métodos 
        bilateraís en el marco de una acentuada coordinación en 
        el Norte. Conviene que exploremos una explicación para esta actitud. III. Es que estamos enfrentando un fenómeno más profundo, 
        cual es el de la crisis de la idea misma de cooperación multilateral 
        internacional?. Y si ello es así, como explicar la desvalorización 
        de la cooperación multilateral internacional? Por cierto que me estoy refiriendo a la idea de cooperación multilateral 
        internacional en el sentido de que un grupo de países soberanos, 
        aunque desiguales en. poder real, operen conjuntamente con el ánimo 
        de resolver en una visión de conjunto de escala universal, regional 
        y sübregionai, problemas que interpretan como de interés común. 
        Así entendida la idea de cooperación multilateral, es intimamente 
        vinculada a la de concertación, en el sentido de orquestación 
        de intereses distintos pero finalmente compatibles. Quizás nadie 
        como deán Monnet, ese genial francés, captó y practicó 
        la idea en su fecunda trayectoria dedicada a la cooperación e integración 
        entre los pueblos, y que tanto impacto produjera en la evolución 
        de la Europa democrática de la post-guerra. Cabe reconocer que la cooperación multilateral internacional ha 
        sido la excepción y no la norma en la historia contemporánea 
        de las relaciones internacionales. Su momento de apogeo fue el de las 
        primeras décadas que siguieron a la finalización de la Segunda 
        Guerra Mundial, a pesar del impacto que en muchos casos produjo la Guerra 
        Fría. De ese momento provienen los principales organismos internacionales 
        de que hoy disponemos para canalizar la cooperación multilateral. 
        Casi todos ellos reflejan un orden internacional surgido de una particular 
        forma de distribución del poder mundial que es la que surge del 
        resultado de la guerra. Funcionaron con razonable normalidad, hasta los anos 60, en que el proceso 
        de descolonización se traduce en la ampliación del número 
        de miembros de la mayor parte de los organismos internacionales de alcance. 
        universal. La natural tendencia a la democratización del poder 
        mundial que surge de esta globalización de las relaciones y de 
        los organismos internacionales, se acrecienta cuando el multipolarismo 
        industrial y tecnológico en el mundo Norte y la crisis del petróleo, 
        ponen de manifiesto que la distribución del poder económico 
        mundial había cambiado con respecto a los años 50. Dos imágenes contrapuestas, ambas sustentadas al menos parcialmente 
        en hechos reales, debilitan desde entonces la credibilidad en la cooperación 
        multilateral internacional y en sus organismos. Una, es la que tienen 
        los países industrializados, que ven en la cooperación multilateral 
        y en algunos de sus organismos, aquellos en que puede ponerse de manifiesto 
        el poder de votación del mundo Sur, canales de confrontación 
        y de contestación del orden mundial existente. Los ven como foros 
        de planteamientos retóricos y maximalistas, ajenos a las realidades 
        del poder mundial. Ante esta imagen se produce la fuga hacia aquellos 
        organismos y formas de cooperación que no sisgnifiquem cuestionar 
        la jeararqu ía de poder existente y que por el contrario, la reflejan. 
        La otra imagen, es la que tienen los países en desarrollo, en especial 
        aquellos con vocación y capacidad para subir en la escala del poder 
        mundial, que ven en la cooperación multilateral internacional, 
        tal como se encarna precisamente en los organismos en los que se refleja 
        el poder de decisión de las grandes potencias, instrumentos funcionales 
        a fo que ese gran diplomático brasileño que fue Araujo Castro, 
        llamó con razón la tendencia al "congelamiento del 
        poder mundial". Frente a esa imagen el mundo en desarrollo se refugia en los ámbitos 
        de participación internacional basados en el principio de la igualdad 
        jurídica de los Estados, tratando a partir de ellos de forzar nuevas 
        formas de distribución del poder mundial. El resultado ha sido 
        un debilitamiento creciente de los grandes mecanismos de cooperación 
        multilateral internacional, y la pérdida de su eficacia para encarar 
        los principales problemas internacionales. Algunos mantienen su presencia 
        técnica pagando el precio de cierto grado de irrelevancia política 
        frente a los problemas más difíciles. Pero el. fenómeno 
        se acentúa en los últimos anos cuando la lógica de 
        la democratización del poder mundial es enfrentada con más 
        fuerza, por la lógica de la estratificación, reeditando, 
        en esta última parte del siglo XX, un fenómeno que ha sido 
        clássico en las relaciones entre Grandes Potencias y aquella potencias 
        emergentes que buscan ampliar el espacio para su participación 
        en la definición de las regias de juego, que regulan la competencia 
        por el poder en el mundo [11]. Creo que ef problema de la deuda, y más aún el del conjunto 
        de las relaciones económicas Norte-Sur, han acentuado esta crisis 
        de la cooperación multilateral internacional, basada en estas imágenes 
        contrapuestas. En una perspectiva histórica y política más 
        amplia, podemos decir que lo que ha estado en juego en el debate de estos 
        dos últimos años entre el mundo Norte yel mundo Sur, y en 
        lo que nos ocupa, entre los pafses deudores latinoamericanos y los acreedores 
        industrializados, es la definición de cómo operar y con 
        que criterios, la distribución internacional de los costos del 
        ajuste. Esto explica los grandes debates sobre el "diagnóstico" 
        de la crisis (quien es responsable?), sobre el "foro de negociación" 
        (bilateralismo vs: multilateralismo, mecanismos de poder estratificado 
        vs. mecanismos de poder democrático), y sobre el tipo de ajuste 
        (de los deudores con ayuda externa vs. de acreedores y deudores en el 
        marco de cooperación conjunta). Recuerdo que en una reciente reunión sobre el tema de la deuda 
        en el contexto de las relaciones Norte-Sur, cuando se planteó el 
        debate sobre la distribución interna e internacional del costo 
        del ajuste, un economista americano (y no precisamente conservador) dijo 
        que él se iba a referir sólo a la distribución interna 
        puesto que en relación a la distribución internacional del 
        costo del ajuste, ella reflejaba las realidades del poder mundial y por 
        lo tanto nada se podía hacer. Ilustra esto sobre las reales dificultades 
        que hay para llegar a un diálogo orientado a la cooperación 
        multilateral sobre este tema, ai menos si entendemos por tal lo que antes 
        mencionamos. Si se quiere crear un espacio para la cooperación multilateral 
        internacional en la solución de la actual crisis, parece fundamental 
        que hechos concretos permitan, si no borrar las imágenes mencionadas, 
        al menos diluirlas. Creo que .tentó el'Grupo de los 77 en Buenos 
        Aires, como los latinoamericanos en Caracas, Quito, Mar del Plata y Cartagena, 
        dieron pasos firmes en tal sentido. Por ejemplo, en vísperas dé 
        Caracas, los Estados Unidos recibieron del lado latinoamericano, la certeza 
        de que se evitarían ejercicios retóricos qué significará 
        sentarlos en el "banqullo de los acusados": Eso facilitó 
        su participación a un nivel político alto. Los hechos luego-confirmaron la madurez y responsabilidad del comportamiento 
        latinoamericano. Si bien después la Comisión Ulloa, fracasó 
        en su ejercicio, a pesar de que la técnica de Caracas se mantuvo, 
        todo indica que este es el camino sobre el que debe insistirse, antes 
        que la désvalorización de la idea de cooperación 
        multilateral deje el espacio a la irracionalidad y la desesperación 
        (Los puntos 7 y 8 de la Declaración de Mar del Plata, consituyen 
        en tai sentido una exhortación e invitación a los países 
        industrializados, que creo aún sin respuesta adecuada). IV. Ha sido más exitosa la idea de cooperación multilateral 
        entré los propios países deudores latinoamericanos para 
        enfrentar la crisis? Responder a esta pregunta requiere contemplar las 
        dos dimenciones de la cooperación regional, la referida, a las 
        relaciones con el mundo industrializado y los acreedores, y la intra latinoamericana. 
        Ha sido siempre mi idea, que ambas deben sustentarse recíprocamente, 
        y que sólo aumentando la credibilidad externa en la cooperación 
        intralatinoamericana, alimentada por hechos significativos concretos, 
        será posible otorgar eficacia a los planteamientos colectivos dirigidos 
        hacia los países desarrollados. Las experiencias de las Comunidades 
        europeas por un lado, y la de la OPEP por el otro, son ilustrativas de 
        la relación que existe entre; convergencia interna y externa, de 
        un grupo de países que tratan de concertarse en función 
        de afinidades geográficas o funcionales. Ya me he referido a la primera de las dos dimenciones- de cooperación 
        regional. Sólo quiero ahora poner de manifiesto tres aspectos salientes 
        de la experiencia de los dos últimos años. El primero, es 
        que en esta oportunidad, la cooperación regional latinoamericana 
        estuvo basada en la participación activa de los principales países 
        interesados en el problema del detonante de la crisis que fue la deuda 
        extema. Este hecho fue aceptado como natural por los demás países, 
        como lo puso de manifiesto tanto el trabajo preparatorio y luego el desarrollo 
        de las Conferencias de Caracas y de Quito. Luego se formalizó en 
        el grupo de Cartagena. Este hecho explica el segundo aspecto a destacar, 
        qué es el del alto grado de disciplina y coherencia que el grupo 
        latinoamericano alcanzó en las distintas reuniones mencionadas, 
        y en especial en la de Caracas (donde también asistían los 
        Estados Unidos), lo qué facilitó el entendimiento que se 
        logró con el único acreedor presente. Y esté riedio 
        a su vez se explica, por la valoración del consenso como medio 
        de expresarse, lo que llevó en ibs distintos foros al reconocimiento 
        de la imposibilidad de forzar la voluntad y las realidades de ninguno 
        de los pafses participantes. Se tenía consciencia de que se estaban 
        encarando situaciones én que estaban intereses vitales dé 
        cada país, y que no era factible pretender qué ninguno fuera 
        más allá de lo que entendía como conveniente para 
        sus intereses a posible para sus realidades. De tal forma se impidió 
        en los hechos que ningún país, con intereses menos directos 
        en juego, se viera tentado a utilizar estos foros para introducir aspectos 
        de las relaciones internacionales no vinculados con la crisis. Estos tres aspectos, resultaron visibles para quienes participamos en 
        la primer reunión en que se empezó a encarar eñ conjunto 
        el problema y que fué la de Quito, en mayo de 1983, cuando el Presidente 
        Hurtado recibió el informe del SE La y de la CEPAL; y lo entregó 
        a los demás gobiernos latinoamericanos. Tanto en esta ocasión 
        como luego én la reunión de Santo Domingo, en julio dei 
        83, el Presidente Hurtado jugó un papel decisivo én fijar 
        la tónica y los alcances de la acción conjunta latinoamericana. En cuanto a la dimensión intralatinoamericana de la cooperación 
        regional, desde finales del 82 se tenía consciencia de que la gravedad 
        de la crisis requería movilizar todos los recursos y energías 
        de los latinoamericanos a fin de encararla. Esté fue el sentido 
        de la iniciativa del Presidente Oswaldo Hurtado ai enomendár a 
        Carlos Alzamora y Enrique Iglesias, el informe sobre el cual luego se 
        prepararía la Conferencia Económica Latinoamericana [12]. 
        El informe primero, y luego el "Compromiso" latinoamericano 
        de Santo Domingo, definen los campos en que la cooperación regional 
        debía concentrarse y en lo que respecta a los gobiernos, la voluntad 
        de hacerlo. Luego ef Plan de Acción dé Quito, establece 
        ía hoja dé ruta a seguir. Creo que mantiene hoy su vigencia 
        plena. La idea central era lograr que las relaciones económicas; ¡ntralatinoaméricans, 
        pasaran de ser un factor "pro cíclico" a uno "anti 
        cíclico". Sé ¿jüería revertir una 
        situación en que los principales'deudores de la región, 
        estaban aplicando a fas importaciones regionales el mismo trato restrictivo 
        que as las originadas en terceros países, y a la vez todos querían 
        aumentar sus exportaciones hacia América Latina. En lugar de servir 
        para defenderse frente a la crisis, los mecanismos de integración 
        y de comercio preferencial, estaban produciendo el efecto de agravar el 
        problema. La brutal caída del comercio intraregional en 1982 había 
        sembrado la alarma en la región y se sabía que era necesario 
        empezar por detener y fuego revertir esa tendencia. Casi un año después de la Conferencia de Quito, ya pesar 
        de la reiterada voluntad política de acrecentar la cooperación 
        interregional, se tiene la impresión que no es mucho lo que se 
        ha avanzado. Incluso parecería existir una tendencia a concentrarse 
        en los esquemas bilatelares ante la necesidad de recurrir a formas de 
        comercio y de pagos basadas en la compensación, y que no son fáciles 
        de encarrilar en los marcos multilaterales existentes. Por otro lado muchas de las fórmulas de intensificación 
        de la cooperación regional que se han planteado, requieren de un 
        tiempo para demostrar su eficacia que supera la necesidad imperiosa de 
        respuestas práticas y urgentes, que tienen ante la crisis los operadores 
        gubernamentales y empresarios. Creo que hoy más que nunca se requiere intensificar la cooperación 
        multilateral regional, para tornar eficaces los necesarios entendimientos 
        bilaterales en América Latina y para evitar competencias que debiliten 
        la unidad regional fernte a terceros. Los principales países de 
        la región, que a su vez son los principales deudores, deberían 
        desempeñar un rol central en la perseverancia en el nuevo esfuerzo 
        de cooperación multilateral regional que fuera planteado en Quito. 
        Por lo demás, es de su interés restablecer la credibilidad 
        externa en esta dimensión de nuestras relaciones internacionales. Quizás la situación más apreciante de los países 
        deudores de menor desarrollo económico relativo brinde la oportunidad 
        de iniciativas originales para, la cooperación regional, que estén 
        a la vez abiertas a experiencias también inéditas de cooperación 
        multilateral con los países y con los bancos acreedores. Es posible, 
        en algunos de estos casos concretos, identificar interesses comunes que 
        muevan a distintos países, acreedores y deudores, a construir un 
        sistema de cooperación multilateral, que pueda ser original y servir 
        para probar ideas y mecanismos eventuatmente extensibles ai resto de la 
        región. Es precisamente en algunos de estos países, donde 
        se pone más dramáticamente en evidencia lo que la crisis 
        del desarrollo está significando para tal estabilidad política 
        en la región, y para las experiencias-algunas de ellas incipientes 
        - democráticas. Sabemos que sólo en la realidad del desarrollo, podrá sustentarse 
        en el largo plazo la difícil convivencia democrática en 
        nuestros países. La crisis de la deuda ha cuestionado precisamente 
        la viabilidad del desarrollo, en plazos compatibles con las expectativas 
        que se han generado en las últimas décadas, y las características 
        de las políticas de ajuste que se han tenido que aplicar dentro 
        de los rígidos parámetros existentes, están generando 
        ya tensiones y conflictos sociales, que pueden terminar por destrozar 
        las democracias y por arrojar países de la región a la irracionalidad. Pienso que un esfuerzo de cooperación económica multilateral 
        de los principales países de la región, con uno de jos países 
        de menor desarrollo económico relativo en situación más 
        apremiante, a fin. de crear un entorno externo favorable a la vigencia 
        de la democracia y al restablecimiento del desarrollo, puede constituir 
        una experiencia quedemuestre la utilidad de la cooperación multilateral, 
        lo pertinente.de las tesis latinoamericanas sobre como encarar el problema 
        de la deuda, y el espacio existente para una cooperación eficaz 
        entre acreedores y deudores. Difícil sería imaginar que 
        los países industrializados no acepten cooperar con lospaíses 
        latinoamericanos en una estrategia regional de apoyo a la democracia y 
        el desarrollóen ún país de menor desarrollo. Ha habido 
        por cierto en los últimos dos años, experienciasde cooperación 
        especial con países de menor desarrollo económico relativo. 
        La idea es tomar un caso concreto y transformarlo en la punta de un ovillo 
        que lleve luego a lo que podría ser una estrategia más amplia 
        de cooperación regional vinculada a un esfuerzo de comparación 
        entre deudores y acreedores. Como ningún país latinoamericano está en condiciones 
        de brindar la asistencia financiera a la altura de los requerimientos 
        de ningún otro país deudor, por más que sea de menor 
        desarrollo económico relativo, creo que una iniciativa de este 
        tipo podría concretarse uniendo el interés dé los 
        países mayores del área por encontrar mercados para sus 
        industrias de bienes de capital y para sus servicios, y el interés 
        del país de menor desarrollo objeto de esta cooperación 
        regional, para encontrar mercados para sus productos. Sé por experiencia 
        las dificuldades de un planteamiento de este tipo, pero pienso que muchas 
        de ellas se podrían superar, si los principales países del 
        área, toman la iniciativa y convocan a los países industrializados 
        y a los bancos acreedores, a unirse a la iniciativa. Tres temas deberían 
        quedar vinculados en ía impiementación de la idea en esta 
        experiencia concreta de conciliar a través de la cooperación 
        multilateral, democracia con ajuste y con desarrollo. Ellos son el de 
        los mercados para exportaciones, el de los proyectos de desarrollo y el 
        de la deuda y el financiamiento externo. Acuerdos de comercio preferencial 
        estables y de largo plazo y alguna modalidad de reciclaje del pago dei 
        servicio de la deuda similar a la que se planteó en la Comisión 
        Ulloa, podrían brindar algunos de los instrumentos a elaborar para 
        tornar operativo el esquema, y facilitar la puesta en ejecución 
        de proyectos de desarrollo que permitan generar a la vez divisas y empleo. V. Quiero concluir señalando que sí creo que hay espacio 
        útil para la cooperación multilateral, tanto internacional 
        como regional, a fin de encarar los problemas de la deuda, el ajuste y 
        el desarrollo de los países latinoamericanos. Lo fundamental es 
        no pretender demandar a la cooperación multilateral, más 
        de lo que ella puede brindar. No puede sustituir los esfuerzos nacionales, 
        pero sí facilitarlos, en primer lugar atenuando el impacto de los 
        factores exógenos de desestabilización económica, 
        y en segundo lugar, introduciendo elementos de disciplina en el comportamiento 
        internacional de todos los protagonistas [13], para evitar la tentación 
        de transferir hacia los otros los problemas de cada uno, y evadirse así 
        del necesario ajuste colectivo. No puede sustituir tampoco a los canales 
        bilaterales de cooperación y negociación. Pero sí 
        puede ayudar a tornarlos más eficaces y a evitar la tentación 
        natural de aprovechar situaciones coyunturales de debilidad de unos países, 
        para intentar consolidar o acentuar determinadas formas de estratificación 
        internacional. No puede, por último, sustituir la necesidad de 
        ser pragmáticos. Pero sí puede contribuir a preservar la 
        expectativa de tiempos que permitan tornar realidad ideales e ilusiones, 
        y también puede contribuir a generar la realidad de una mayor justicia 
        en la distribución de los costos del ajuste que todos Ios países 
        tendrán que efectuar en sus economías a fin de superar la 
        crisis. |