| Resumen La Conferencia Económica Latinoamericana de Quito, sus antecedentes 
        y resultados prácticos son analizados por el autor de esta nota. 
        .Lo hace situando, este esfuerzo, latinoamericano el contexto de otros 
        que realizan los países de la región a fin de hacer frente 
        a la crisis económica mundial, y distingue, al efecto, tres grandes 
        planos a través de los cuales se canalizan las acciones de los 
        países en la materia: el unilateral o nacional, el bilateral y 
        el multilateral. Sostiene que la falta de conexión que se observa 
        algunas veces, y otras la contradicción en las acciones que los 
        países canalizan en los mencionados niveles, pueden explicar la 
        relativa efectividad y eficacia de las políticas que, al menos 
        teóricamente, están destinadas a atenuar los impactos negativos 
        de la crisis y a mejorar la capacidad de respuesta individual y colectiva 
        de los países latinoamericanos frente a ella. El autor examina los distintos pasos del proceso que conduce a la Conferencia 
        de Quito, a partir de la iniciativa del Presidente de Ecuador, Osvaldo 
        Hurtado, pasando por el informe SELA-CEPAL, su presentación ante 
        los gobiernos en Quito, el "Compromiso de Santo Domingo" y finalmente 
        la acción de la Mesa de Seguimiento del "Compromiso" 
        y preparatoria de la Conferencia. Por último, se presentan los principales resultados de esta Conferencia 
        Económica Latinoamericana, que el autor califica de inédita 
        por su constitución y nivel político. Concluye interrogándose 
        acerca de los próximos pasos que se deberá dar a fin de 
        asegurar la efectividad y la eficacia del Plan de Acción que surgió 
        de Quito al eliminar las desconexiones o contradicciones que suelen producirse 
        en los antes mencionados planos de acción de cada país frente 
        a la crisis económica mundial. Pone énfasis también 
        en la importancia práctica que tendría un pacto de "compre 
        latinoamericano" como resultado de políticas nacionales de 
        estímulo a las Importaciones de origen regional que podrían 
        aplicar los gobiernos de las mayores economías del área. Conferencia Económica Latinoamericana Fue una reunión sin precedentes. Por primera vez, los gobiernos 
        de los países latinoamericanos se reunieron en un alto nivel político 
        para debatir sus problemas económicos externos comunes y. trazar 
        un plan de acción concreto, fuera de un marco jurídico-institucional 
        preestablecido y sin la finalidad de crear uno. El temario de la reunión 
        estuvo vinculado pon las situaciones más críticas que afectan, 
        en sus respectivos frentes económicos externos, a los países 
        que en ella participaron. El nivel político de los participantes 
        fue muy elevado: varios Jefes de Estado y Cancilleres asistieron al cónclave 
        de Quito, y cuando el 13 de enero de 1984 firmaron la Declaración 
        de Quito y el Plan de Acción, todos los signatarios lo hicieron 
        en "representación personal" de sus respectivos jefes 
        de Estado o de Gobierno. Ahora que ha concluido la Conferencia Económica Latinoamericana, 
        celebrada en Quito del 12 al 13 de enero de 1984, deseo examinar sus antecedentes 
        y resultados, situarla en el contexto de otros esfuerzos latinoamericanos 
        orientados a hacer frente a la crisis económica mundial, y plantear, 
        por último, algunos interrogantes acerca del significado y la eficacia 
        de éstos esfuerzos y los pasos concretos que se deberá dar 
        para traducir, en la práctica, la voluntad política de acción 
        conjunta que se puso de manifiesto en Quito. La tesis principal que deseo sostener en. estas notas es que la Conferencia 
        Económica Latinoamericana no puede ser considerada como un hecho 
        político aislado, ya que se inserta en un complejo de acciones 
        externas de los países de la región frente al impacto que 
        produjo la crisis económica mundial, en sus economías y 
        en sus posiciones, relativas en la configuración del poder mundial. 
        Tales iniciativas se desarrollan de manera básica en tres niveles, 
        no necesariamente complementarios y a veces hasta antagónicos: 
        el unilateral o nacional, de la política exterior y de la política 
        económica externa (financiera y comercial) de cada país; 
        el bilateral, tanto con respecto a los países de la región 
        cuanto a los de fuera de ella y el multilateral, internacional, interamericano 
        y latinoamericano. En la parte final examino como la falta de conexión 
        y la contradicción que se observa algunas veces en las acciones 
        que los países canalizan en los niveles mencionados pueden explicar 
        la relativa carencia de efectividad y eficacia de las políticas 
        que por lo menos teóricamente están destinadas a atenuar 
        los impactos negativos de la crisis y a mejorar la capacidad de respuesta 
        individual y colectiva de los países latinoamericanos frente a 
        ella. A la luz de estas consideraciones deseo examinar, para concluir, cuáles 
        pueden ser los próximos pasos a dar como consecuencia de los compromisos 
        asumidos en el Plan de Acción de Quito, si se tiene en cuenta la 
        conveniencia de lograr la mayor coherencia posible entre las acciones 
        que se desarrollan en los distintos niveles antes citados. La presentación de la iniciativa Presidente Hurtado y la etapa 
        preparatoria de la Conferencia de Quito  
        a) La iniciativa del Presidente Hurtado El 11 de febrero de 1983, el Presidente Constitucional de Ecuador, don 
        Osvaldo Hurtado, entregó a Enrique Iglesias, Secretario Ejecutivo 
        de la CEPAL, y a Carlos Alzadora, Secretario Permanente del SELA, una 
        carta en la cual plantea la iniciativa que un año más tarde 
        conduciría a la realización de la Conferencia Económica 
        Latinoamericana. Destaca en ella la gravedad de la crisis económica internacional 
        y su carácter global "de sus perniciosos efectos casi ninguna 
        sociedad ha logrado escapar, pues parecidos son los problemas que sufren 
        los países del norte desarrollado y los del sur en vías 
        de desarrollo, los del este socialista y los de occidente". Y agrega, 
        "el hecho de que ella afecte a todas las sociedades, cualesquiera 
        sea su orientación ideológica, su régimen político 
        y su modelo económico, es la mejor demostración de que nos 
        encontramos ante un fenómeno de carácter universa; que involucra 
        a todas las naciones". Pero a continuación se refiere a los efectos diferenciales de 
        la crisis, que si bien afecta a todos los países, del Norte hacia 
        el Sur, entre ellos, en particular en los de América Latina. De 
        prolongarse la depresión económica -agrega- lo que está 
        en juego, en definitiva, será la paz social de las naciones y la 
        estabilidad del sistema democrático y lo que se advierte en el 
        horizonte es la posibilidad concreta de una hecatombe. El planteamiento 
        del Presidente Hurtado se inscribe así en la línea de análisis 
        político que había caracterizado poco antes el incisivo 
        discurso del Presidente del Brasil, Baptista de Figuerredo, pronunciado 
        durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 1982, 
        y en lo que sería luego el planteamiento latinoamericano en la 
        Reunión de Coordinación Latinoamericana, previa a la UNCTAD 
        VI, celebrada en Cartagena de Indias del 21 al 26 de febrero de 1983, 
        así como el planteamiento del Grupo de los 77 en la Reunión 
        Ministerial que se celebró en Buenos Aires, entre fines de marzo 
        y comienzos de abril de 1983, y de la cual surgió la "Plataforma 
        de Buenos Aires". La carta menciona las causas inmediatas de la fase aguda de la crisis 
        por la que atravesaron las economías latinoamericanas en los comienzos 
        del año 1983. Por un lado, el paso brusco de una oferta ilimitada 
        de créditos de la escasez absoluta, en el preciso momento en que 
        la deuda externa, que alcanzó en los últimos años 
        niveles asombrosos, planteaba a los países latinoamericanos requerimientos 
        crecientes de divisas para importar, pagar intereses y amortizar el capital. 
        Por el otro, el deterioro de las exportaciones de productos básicos 
        a raíz de la caída del crecimiento de los países 
        industrializados, las restricciones que éstos establecen a causa 
        de los cambios tecnológicos introducidos en los procesos productivos 
        y el predominio alcanzado por las trasnacionales en el comercio mundial. 
       Seguidamente se refiere a la insuficiencia de las respuestas basadas 
        en la ortodoxia económica, "cualquiera sea la vertiente ideológica 
        que la inspire", al hecho de que se trata de un fenómeno inédito 
        que probablemente demande la formulación de un renovado pensamiento 
        económico, a como las políticas adoptados por los países 
        industrializados afectan a nuestras naciones y a que se asiste a la redefinición 
        del sistema económico internacional que regió desde la posguerra. 
        En su opinión, todo ello requiere la presencia latinoamericana 
        en su decisivo proceso histórico, del que dependerá la superación 
        de la crisis y el futuro desarrollo económico y social". Desataca que si bien la magnitud de la crisis "parece desbordarnos", 
        los países de la región poseen las condiciones indispensables 
        para superarla. Y entra de inmediato en la esencia de su iniciativa al 
        sostener que "las difíciles circunstancias que confrontan 
        nuestros países, tornan indispensable la urgente formulación 
        de una respuesta latinoamericana a la crisis, para lo cual será 
        necesario un esfuerzo consensuado que permita utilizar a plenitud todas 
        nuestras capacidades, recursos e instituciones". En función 
        de ello, y en nombre del gobierno de Ecuador, solicita a los dos altos 
        ejecutivos de los organismos regionales que se "sirvan preparar, 
        en el menor tiempo posible, un conjunto de propuestas encaminadas a desarrollar 
        la capacidad de respuesta de América Latina y afianzar sus sistemas 
        de cooperación". Y añade que "los aportes de la 
        CEPAL y del SELA, enriquecidos con los que se dignen prestar los gobiernos 
        de la región, darían lugar a un programa de acción 
        que, inscripto en el horizonte de los próximos años, permita 
        enfrentar los graves problemas inmediatos, teniendo siempre en cuenta 
        los objetivos permanentes de justicia, paz y libertad". Como luego lo reconocería el propio Presidente Hurtado, en su 
        discurso de inauguración de la reunión que se celebró 
        en Santo Domingo, su iniciativa se basó en la certeza de que la 
        crisis económica de América Latina y el Caribe, originada 
        fuera de las fronteras del continente, difícilmente sé podía 
        solucionar en el ámbito interno de cada país. Pero a pesar 
        de su alcance regional y de involucrar a dos de los principales organismos 
        económicos que actúan en América Latina, antes de 
        su presentación la iniciativa no fue; consultada con los demás 
        países, o al menos con los que resultaban más afectados 
        por el fenómeno del endeudamiento externo. En su carta señala 
        que el planteamiento y el pedido que formulaba los dirigía "a 
        los Jefes de Estado de los países, latinoamericanos, invitándoles 
        á apoyarlo y a participar en su formulación, en la .convicción 
        de que no deben constituir un obstáculo las diferencias ideológicas, 
        políticas, económicas y territoriales que separan a nuestras: 
        naciones". Si bien días después de planteada la iniciativa, en ocasión 
        de la citada reunión ministerial de Cartagena se recogían 
        públicamente las primeras manifestaciones de apoyo, lo cierto es 
        que en un primer momento algunos gobiernos, entré; los que se encontraban 
        los de los países de mayor desarrolló, que además 
        eran los principales deudores latinoamericano. Se manifestaron ciertas 
        reservas a brindar su apoyo. El hecho de que no hubieran sido consultados 
        o no se les hubiera anticipado la iniciativa fue un factor que alimentó 
        esta actitud de reserva, casi de frialdad. No parecía adecuado, 
        además, que sé alteraran los planes de trabajo de los organismos 
        regionales a través de propuestas que no surgieran de sus órganos 
        naturales de gobierno, aun cuando se reconociera que en este caso dicha 
        propuesta se efectuaba a los Secretarios y no a los organismos como tales. 
        Por otra parte, se entendía que la iniciativa podía restarle 
        peso al planteamiento que surgía de la propia reunión de 
        Cartagena, donde en el nivel ministerial los países de la región 
        ya estaban fijando la posición latinoamericana frente a la crisis 
        económica internacional y estudiaban cómo encarar su solución. tampoco parecía conveniente apoyar una iniciativa que podía 
        ser interpretada como un "cheque en blanco." extendido a los 
        funcionarios internacionales,'que más allá de su indudable 
        prestigio personal podían formular recomendaciones y efectuar propuestas 
        en particular en relación-con e| problema de la deuda, externa 
        - que estuvieran totalmente alejadas de: lo que los gobiernos consideraban 
        políticamente conveniente o viable. Recordemos que en esos días 
        el espectro de Un "club de deudores" rondaba por; los medios 
        de prensa de la región y de fuera de ella, producía alarma 
        y originaba presiones de los acreedores y de sus gobiernos, que se manifestaban 
        en primer lugar sobre los negociadores gubernamentales de los países 
        deudores. De alguna manera, el precedente del "Informe de los 4", 
        originado en una iniciativa similar presentada en 1964 por el entonces 
        Presidente Frei, ante los responsables de los cuatro 'principales organismos 
        económicos regionales, pesaba en algunas Cancillerías y 
        las inducía a ser más prudentes aun ante la iniciativa del 
        Presidente Hurtado. Se temía dejar sentado un nuevo precedente 
        de iniciativas personales.'de Jefes de Estado, que comprometieran el accionar 
        de los secretariados de organismos internacionales y generaran hechos 
        consumados para los demás gobiernos que no pudieran ser alterados 
        sin un alto costo para la política; exterior de los países 
        y, en particular, para sus relaciones con el gobierno promotor de la iniciativa. 
        Se pensaba que tales precedentes no siempre provendrían de gobiernos 
        con capacidad para generar consenso y que actuaran con sentido de equilibrio, 
        y que, en definitiva, dichas iniciativas podrían redundar en un 
        debilitamiento de los organismos regionales y de la tan preciada y necesitada 
        cooperación multilateral latinoamericana. Sin embargo, a pesar de las reservas y temores iniciales, distintos factores 
        explican por qué finalmente la totalidad de los gobiernos apoyaron 
        la iniciativa, y que inclusive muchos de ellos, |a hicieran con entusiasmo. 
        En primer lugar contribuyó a ello el hecho de que el gobierno de 
        Ecuador, y en particular su Presidente, tenían la imagen de razonabilidad, 
        equilibrio y prudencia que era, necesaria para tranquilizar a los demás 
        gobiernos acerca de la seriedad de la, iniciativa. Tal imagen se fue acentuando, 
        como veremos, cuando se comprobaron la inteligencia, habilidad política 
        y seriedad intelectual, así como la convicción en sus ideas 
        que puso de manifiesto el presidente Hurtado en el desarrollo e impulso 
        de la iniciativa y en todas las gestiones preparatorias de la Conferencia 
        de Quito, El hecho de que Ecuador fuera un país de menor desarrollo 
        económico relativo, y que tuviera ,un gobierno, democrático, 
        así como que perteneciera al Grupo Andino, lo que le aseguraba 
        el apoyo de los países de la subregión, contribuyó, 
        sin duda, a la aceptación de la iniciativa. El Canciller de Ecuador, 
        Embajador Luis Valencia Rodríguez, y sus colaboradores inmediatos 
        desarrollaron una intensa gestión diplomática en Cartagena, 
        luego en la, Cumbre de los No Alineados en Nueva Delhi, y en las principales 
        capitales latinoamericanas, donde explicaron el alcance de la iniciativa 
        y garantizaron su seriedad. Y también fueron factores decisivos 
        para obtener el apoyo de algunos de los principales países, el 
        prestigio y el respeto de que gozaban los altos funcionarios internacionales 
        a quienes se encomendó el informe, y los mensajes recibidos en 
        cuanto a que el informe no contendría "sorpresas" desde 
        el punto de vista político. Los responsables dé las políticas ¿económicas 
        y financieras, que tenían a su cargó las negociaciones con 
        los bancos y gobiernos acreedores y con el Fondo Monetario Internacional, 
        eran los más sensibles a la posibilidad de que por medio de una 
        iniciativa del Presidente Hurtado y de un informe como el encomendado 
        a Enrique Iglesias y a Carlos Alzamora, se politizara el tema de la deuda. 
        Mencionamos ya las reacciones que había producido en distintos 
        ámbitos periodísticos, políticos y académicos 
        el lanzamiento de la idea de un "club de deudores", entendida 
        como una moratoria colectiva de la deuda o como una suerte de OPEP de 
        los deudores. Si bien es cierto que se pueden formular distintas hipótesis 
        acerca del origen de esta idea, o de sus distintos orígenes, que 
        inclusive podría estar vinculado con el debate interno en Estados 
        Unidos acerca de la responsabilidad de los bancos y de no traspasar a 
        los contribuyentes americanos los errores de gestión cometidos 
        por tales bancos, lo cierto es que la simple mención de la idea 
        producía irritación y molestia en las respectivas conducciones 
        económicas de los países deudores. Se la veía como 
        una idea no viable en la práctica y perturbadora para las gestiones 
        de refinanciamiento de la deuda. Las cancillerías, a su vez, eran 
        mas sensibles al tratamiento político de un tema que, si bien era 
        reconocido como de contenido económico y financiero, solo podría 
        ser comprendido en sus orígenes, características y eventuales 
        soluciones si se lo enfocaba desde el ángulo de las relaciones 
        de poder entre los Estados; es decir desde un ángulo político. 
        Pero las cancillerías necesitaban tener la seguridad de que el 
        tratamiento político del tema que de por sí perturbaba a 
        las condiciones económicas, iba a ser efectuado dentro de las pautas 
        de racionalidad, solvencia técnica y prudencia. Sólo cuando 
        se tuvo certeza de que tal podía ser el caso de la iniciativa del 
        Presidente Hurtado, la actitud de las cancillerías de algunos de 
        los principales deudores se volvió más receptiva a apoyar 
        la idea. Con todo, ese proyecto solo se fue dando gradualmente, como veremos 
        luego, y en un primer momento solo se apoyó en la "iniciativa", 
        sin por ello comprometerse a un apoyo incondicional con respecto a los 
        pasos futuros. El apoyo en ningún momento significó, ni 
        podía significar, un 'cheque en blanco" y eso lo comprendió 
        bien el gobierno de Ecuador, lo que facilitó la evolución 
        posterior de la iniciativa.  
        b) El informe SELA-CEPAL El 16 de mayo de 1983, en Quito, Enrique Iglesias y Carlos Alzamora entregaron 
        su informe el Presidente Hurtado. Éste se titula "Bases para 
        una respuesta de América Latina a la crisis económica internacional" 
        y fue acompañado por una carta de sus autores dirigida al Jefe 
        de Estado de Ecuador. Si bien estos documentos son bastante conocidos, 
        conviene recordar algunas de sus características principales.  La carta pone el acento en que América Latina sufre simultáneamente 
        los efectos de la crisis económica internacional y también 
        los de su propia crisis para hacerle frente. Precisamente para superarla, 
        agrega la carta, "América Latina debe valerse de esta doble 
        crisis como una oportunidad y un incentivo para reconsiderar aquellas 
        pautas y estilos de desarrollo que la han tronado tan vulnerable y dependiente, 
        y para redefinir sus objetivos político-sociales. Para poner en 
        marcha un programa de acción integral destinado a reforzar la cooperación 
        y la integración regionales con pilares de su seguridad e independencia 
        económica. Para materializar el potencial de negociación 
        conjunta que le permita corregir la perniciosa estructura asimétrica 
        de sus relaciones externas". Quedan así planteadas las tres 
        dimensiones de la crisis y, por lo tanto de la respuesta que deben articular 
        los países de la región: la nacional, la regional y la internacional. 
        Es por ello que la carta, y luego el informe, se detiene en los tres frentes 
        en los que se requiere definir la futura acción latinoamericana. 
        En el plano interno, señala que "es necesario superar estrategias 
        de desarrollo y fuertemente inequitativas en o social; basada predominantemente 
        en la dinámica consumidora de los grupos de altos ingresos o en 
        una excesiva dependencia externa generada en la exportación de 
        productos primarios, en la estructura industrial o en la importación 
        en masiva de capitales".  En el plano regional, sostiene que "deberá estructurarse 
        la complementación de la producción, el comercio y los servicios 
        sobre la base del principio de preferencialidad latinoamericana". 
        Y en el plano internacional, postula que "es necesario reestructurar 
        los ejes principales de la vinculación de la región con 
        los países industrializados y fortalecer los vínculos con 
        otras regiones en desarrollo". Presenta luego los lineamientos de un programa de acción regional 
        frente a la crisis, y señala que se creyó necesario, focalizar 
        las propuestas en los problemas derivados del peso del servicio de la 
        deuda externa y del comercio, y en la \necesidad de avanzar decididamente 
        en el camino de la cooperación y la integración regionales, 
        sin que ello signifique desconocer la importancia de otros temas como 
        el de la seguridad alimentaria o la cooperaci'n en materia de energía, 
        o de áreas como el transporte marítimo, los seguros y reaseguros 
        y el desarrollo tecnológico, que también reclaman una acción 
        conjunta dirigida a reforzar la seguridad económica regional. En la relación con la deuda, el énfasis se pone en la necesidad 
        de una acción latinoamericana concertada en la adecuación 
        del servicio de la deuda a la actual capacidad de pago de los países 
        deudores y en la distribución adecuada en el tiempo de la deuda 
        acumulada para poder mantener el nivel de las importaciones esenciales. Luego, en el informe se profundizarán aspectos centrales del planeamiento 
        relativo de la deuda tales como el de la corresponsabilidad de los países 
        acreedores y deudores y el de la equidad en la distribución de 
        la carga del ajuste y el de la necesidad de que el ajuste no se haga a 
        costa del desarrollo de los países deudores. Con relación al plano regional, el énfasis recae en la 
        necesidad de intensificar toda la inexplotada potencialidad del comercio 
        intralatinoamericano, con la meta de por lo menos duplicarlo en este decenio, 
        sustituyendo importaciones extrarregionales, particularmente de alimentos, 
        energía y bienes de capital, por aquello que pueda proveer la propia 
        región. La carta concluye refiriéndose a la instrumentación de 
        las propuestas que se efectúan, para lo cual se señala que 
        se "impone la urgencia de un gran diálogo latinoamericano 
        de entendimiento y concertación que requiere fórmulas aún 
        inéditas. En este sentido consideramos que la convocatoria de una 
        conferencia económica latinoamericana podría ser un procedimiento 
        adecuado". La Conferencia debería tratar las propuestas del 
        informe y las que surgiesen de la iniciativa del Presidente Hurtado ante 
        sus colegas latinoamericanos, y debería concentrar sus esfuerzos 
        en las áreas de financiamiento del desarrollo y comercio intrarregional, 
        y dar un renovado impulso a la integración y la cooperación 
        latinoamericanas. Pero no se trataría sólo de reforzar o 
        integrar los mecanismos existentes, sino de establecer las bases de futuros 
        mecanismos latinoamericanos de apoyo a las balanzas de pago, el financiamiento 
        de las exportaciones y el mayor valor de los productos básicos 
        que la, región exporta. El informe considera en profundidad y desde el punto de vista técnico, 
        los temas, las tesis y las propuestas que se presentan en la carta. Según 
        sus propios autores, el informe se propuso:, i) describir la naturaleza 
        y el alcance de la crisis económica de América Latina; ii) 
        cuestionar el actual proceso de ajuste que, como consecuencia de la insuficiencia 
        e inadecuación de la cooperación internacional a las exigencias 
        de la coyuntura, crea condiciones externas a los países latinoamericanos 
        que acentúan los costos económicos y sociales en que éstos 
        deben incurrir para superar la crisis, y Mi) identificar algunas orientaciones 
        y propuestas prioritarias para estimular la acción conjunta de 
        América Latina para superar la crisis, particularmente, referida 
        a los planos internacional y regional". Todo el informe está 
        centrado en la tesis básica que sostiene que es necesario hacer 
        frente a la crisis mediante una réplica regional, y en la convicción 
        de que "es considerable la medida en que se podría incrementar 
        el poder de negociación de los países latinoamericanos a 
        través de una posición concertada sobre la base de un programa 
        dé acción selectivo, con prioridades claras, y firmemente 
        apoyado en la cooperación regional". Luego de examinar las características y causas de la crisis económica 
        mundial, señalar cómo ella se transmite a América 
        Latina, describir y criticar eI enfoque desde el cual se intentó 
        atacar el fenómeno de la crisis, y en particular el de la deuda, 
        se propone un nuevo enfoque con respecto a la deuda externa. Para los 
        autores .del informe, "una nueva aproximación a los problemas 
        de la deuda de la región, basada en criterios de equidad y de mutualidad 
        de intereses, debería tender hacía soluciones que garanticen 
        una distribución internacional del ajuste más equitativa 
        y una continuación del proceso de desarrollo de los países 
        deudores, como forma de permitir la preservación del nivel de vida 
        de los mismos y el fortalecimiento de su capacidad futura de pagos". En concreto, se propone el establecimiento de un mecanismo que reúna 
        las siguientes condiciones: 
         que contemple la creación de un procedimiento institucionalizado 
          para la reestructuración de la deuda, quizás como un esfuerzo 
          conjunto del FMI y del Banco Mundial;
 
 que las reprogramaciones incluyan los vencimientos de varios años, 
          estableciendo plazos de amortización más largos y, eventualmente, 
          transformando una parte sustancial de la deuda de corto y mediano plazo 
          de ciertos países en obligaciones de largo plazo;
 
 que prevea el otorgamiento de recursos adicionales para atender al 
          servicio de la deuda acumulada, y que permita mantener .la capacidad 
          operativa de los países para administrar su comercio exterior;
 
que disminuya el costo del refinanciamiento, y
 
que facilite el acceso a créditos públicos adicionales 
          para estimular el desarrollo económico." Se encara, a continuación, la necesidad de reforzar la capacidad 
        operativa de las organizaciones internacionales de financiamiento -con 
        especial referencia al FMI, al BID y al BIRF- y la liquidez internacional, 
        así como la necesidad de cambiar los criterios de condicionalidad 
        del FMI. Otras propuestas centrales del informe están relacionadas con 
        la necesidad de encarar una acción regional coordinada en materia 
        financiera. El planteo es el siguiente: "la diversidad y complejidad 
        de las situaciones individuales en materia de endeudamiento externo no 
        deberían impedir una amplia concertación de los países 
        latinoamericanos para actuar conjuntamente en los foros internacionales 
        y ante los gobiernos de los países acreedores en la búsqueda 
        de soluciones de mutuo interés para enfrentar la presente coyuntura 
        financiera de la región". Para ello se propone que se pase 
        revista a las propuestas destinadas a lograr una solución para 
        los graves problemas planteados por el endeudamiento externo y que se 
        coordine una acción conjunta necesaria para que tales propuestas 
        se puedan concretar; que se establezca un diálogo directo entre 
        los gobiernos de los países acreedores y los dé los países 
        latinoamericanos, actuando coordinadamente y, por último, que se 
        cree un centro latinoamericano de información .sobre financiamiento 
        externo, vinculado con ¡una o; más de las instituciones regionales 
        existentes, a fin de acrecentar el conocimiento que los distintos países 
        latinoamericanos tienen acerca de las condiciones en que operan las refinanciaciones 
        y el mercado, financiero internacional. También se propone que 
        dicho dentro este capacitado para asesorara los gobiernos que lo requieran 
        en la administración y solución de los problemas generados 
        por la deuda externa. Con respecto a la cooperación e integración regionales, 
        tras pasar revista a la evolución reciente de los procesos de integración, 
        en la que se comprueba la pérdida de dinamismo del comercio regional, 
        se examinan sus causas, se analiza el fenómeno de la crisis de 
        los esquemas formales de integración y el surgimiento de nuevas 
        formas de cooperación e integración, y se plantea la necesidad 
        de un cambio significativo que consolide con firmeza una actitud preferencial 
        hacia la cooperación regional. Es preciso, se agrega, revalorizar 
        la región a fin de alcanzar tres objetivos fundamentales: "el 
        uso más intenso de la abundante capacidad productiva ociosa o subutilizada 
        que existe en la región; un aumento de la eficiencia derivada del 
        aprovechamiento de las economías de escala, la que hoy ha sido 
        severamente erosionada por la caída de la producción y, 
        por último, una reducción del uso regional de divisas externas 
        por unidad de producción". A esta altura, el informe señala -y en mi opinión con mucho 
        acierto-, cuál sería la alternativa a la no renovación 
        de la vocación integradora como compromiso político por 
        parte de los gobiernos. Se corre el riesgo, dice, de pagar un precio muy 
        alto, ya que "a causa del carácter extremadamente desfavorable 
        de la actual coyuntura internacional, las acciones unilaterales que los 
        países pudiesen emprender para mejorar su inserción en el 
        escenario económico internacional, podrían conducir a un 
        ruinoso proceso competitivo entre los países de la región, 
        a través, por ejemplo, de devaluaciones reiteradas o de cada vez 
        mayores subsidios a la exportación". Volveremos sobre este 
        tema más adelante. ¿Qué se propone? Lanzar un programa de; producción 
        y Complementación en el nivel regional,-con instrumentos de promoción 
        .y protección adecuados, que fomenten simultáneamente un 
        proceso de integración más eficiente y un reparto más 
        equitativo de los beneficios de éste entre todos los países 
        de la región. Para ello se considera fundamental reafirmar las 
        políticas latinoamericanas orientadas a lograr: a) la máxima 
        complementación factible en la producción y el intercambio 
        comercial, y en la utilización de servicios de transporte, seguros, 
        tecnología, etcétera, sobre la base del principio de la 
        preferencialidad latinoamericana y como medio para lograr un efectivo 
        y eficiente proceso de sustitución de importaciones en el nivel 
        regional; b) la iniciación de un proceso efectivo de articulación 
        y coordinación institucional de los diversos organismos que operan 
        en el campo de la integración y cooperación regionales a 
        fin de dar cohesión y dirección a sus iniciativas y acciones, 
        y c) la consolidación y profundización del poder de negociación 
        de los países de la región para corregir así las 
        asimetrías estructurales y coyunturales, en sus relaciones económicas 
        externas, y defender eficazmente sus intereses comunes, junto a las demás 
        regiones en desarrollo, ante otros países o agrupaciones de países. A fin de lograr tales objetivos, el informe presenta propuestas concretas 
        para acrecentar la cooperación regional en el ámbito del 
        comercio y el financiamiento, en el de la producción y abastecimiento 
        de alimentos y energía y en el desarrollo de los transportes; para 
        fortalecer la cooperación con los países de menor desarrollo 
        económico relativo y con otras regiones en desarrollo, y para articular 
        adecuadamente las instituciones latinoamericanas vinculadas con los procesos 
        de cooperación e integración regionales. En el campo del comercio regional, las propuestas se orientan a evitar 
        su continuo deterioro, al poner en marcha un sistema de consulta entre 
        los funcionarios responsables del comercio exterior y acordar un compromiso 
        de no innovar (stand still) en el nivel regional con respecto a las medidas 
        restrictivas; a establecer una preferencia arancelaria regional que abarque 
        a todos los países latinoamericanos y no sólo a los miembros 
        de la ALÁDI; a encuadrar en una disciplina multilateral las acciones 
        bilaterales necesarias, ya desarrollar una auténtica actitud preferencial 
        latinoamericana de naturaleza global "que en las presentes circunstancias 
        podría convertirse en un instrumento anticíclico fundamental 
        para hacer frente a la caída de las exportaciones hacia afuera 
        de la región y también permitir una reducción de 
        las importaciones extrarregionales". Como campo prioritario para 
        el desarrollo de tal actitud preferencial se presenta él de las 
        compras estatales, especialmente en las grandes obras de infraestructura 
        y en relación con los bienes de capital. Se indican luego sectores 
        en los que es más factible evolucionar hacia nuevas modalidades 
        de comercio regional, sobre la base de un intercambio compensado, y estos 
        sectores son el de los alimentos y el de los combustibles. Y se propone 
        avanzar hacia formas multilaterales de comercio compensado. Tras efectuar propuestas relacionadas con la cooperación financiera 
        en materia de alimentos, energía y transporte, y con la cooperación 
        intralatinoamericana con Centroamérica y el Caribe, el informe 
        aborda el tema de la falta de articulación del sistema institucional 
        latinoamericano, proponiendo "la creación de algún 
        tipo de mecanismo central que permita la adecuada coordinación 
        y promoción, desde un elevado nivel político, de las actividades 
        e iniciativas que se plantean en esta variedad de instituciones". 
        (Se refiere a los organismos especializados regionales que actúan 
        en América Latina.) Por último, se señala que conforme 
        a sus mandatos originales, cabe al SELA asumir posiciones de orientación 
        y coordinación de aquellas instituciones latinoamericanas que tengan 
        un contenido de negociación, tanto en la concertación de 
        posiciones comunes frente a terceros países cuanto en materia de 
        integración y cooperación regionales. El informe concluye con dos amplios capítulos referidos a la concertación 
        regional ante los problemas del comercio internacional y la necesidad 
        de una nueva modalidad de desarrollo.  
        c) La presentación del informe al Presidente Hurtado y a 
          los gobiernos latinoamericanos, en Quito, mayo de 1983 El Presidente Hurtado se dirigió personalmente a todos los Jefes 
        de Estado y de Gobierno de los países latinoamericanos, a fin de 
        invitarlos a enviar representantes personales al acto de entrega del informe, 
        para lo cual fijó la fecha del 16 de mayo de 1983. Sé previo, 
        asimismo, que luego de recibir el informe, los representantes personales 
        podrían mantener reuniones de trabajo, para lo cual se reservó 
        el día 17. El día 16 se realizó un acto solemne en el transcurso del 
        cual los dos altos funcionarios internacionales hicieron entrega del informe 
        al Presidente Hurtado, ante la presencia de representantes personales 
        de los Jefes de Estado y de Gobierno de 23 países latinoamericanos. 
        A su vez, el Presidente Hurtado entregó a los respectivos representantes 
        una copia del informe junto con una carta personal de su autoría 
        dirigida a cada uno de los Jefes de Estado y de Gobierno. Merece que se destaquen algunos conceptos del propio presidente Hurtado 
        vertidos durante el acto de entrega, al poner énfasis en el tratamiento 
        político :que requiere la crisis económica, que es lo que 
        en definitiva le da sentido a toda su iniciativa, y también los 
        de Enrique Iglesias, Secretario Ejecutivo de la CEPAL, cuando llega simultáneamente 
        a la esencia política de la crisis y la iniciativa, al afirmar 
        que es necesario evitar que la crisis recesiva, lleve a las economías 
        latinoamericanas a puntos difíciles que resquebrajen la tolerancia 
        política y social de las sociedades. Y agrega que "éste 
        es el tema central sobre él cual el documento procura fincar su 
        atención y no es por cierto desconociendo que se están haciendo 
        muchas cosas, no es ignorando las angustias de los gobiernos para hacer 
        frente a la crisis, sino apelando a la comprensión, y a la mutualidad 
        de interés internacional, que les hará entender que realmente 
        se requiere un esfuerzo renovado tanto en lo, interno como en lo internacional 
        para complementar los pasos que venimos dando en este momento en América 
        Latina". En general, los representantes personales de los Jefes de Estado y de 
        Gobierno fueron a Quito, con una actitud expectante. No se conocía 
        el informe, sólo se conocían sus orientaciones generales 
        y que no habría sorpresas. Se sabía también que no 
        había sido el producto de un trabajó, individual y aislado, 
        sino que era el resultado de varias semanas de trabajo en equipo, con 
        la participación de expertos de primer nivel pertenecientes a ambos 
        organismos, intensas discusiones, e incluso consultas y sondeos en varias 
        capitales. Algunos representantes tenían instrucciones de apoyar 
        la iniciativa y su seguimiento, pero no debían comprometerse a 
        algo concreto hasta tanto en las respectivas capitales no fuera analizado 
        el informe en todas sus implicaciones técnicas, económicas 
        y políticas.  Durante la tarde, y la noche del día 16, y luego durante buena 
        parte del día 17, se celebraron intensas consultas informales y 
        reuniones de trabajo formales. En las primeras, aprovechando los actos 
        protocolares, tuvo una intensa participación el propio Presidente 
        Hurtado, quien asumió claramente el liderazgo de su iniciativa, 
        que se mantendría en todo el proceso que condujo, por último, 
        a la Conferencia Económica Latinoamericana. El tacto y la habilidad 
        del Presidente, así como la fuerza de sus convicciones, tuvieron 
        un impacto sumamente favorable en muchos de los representantes. En los 
        contactos formales fue el propio Canciller Valencia quien participó, 
        y confirmó así la intención del gobierno ecuatoriano 
        de desarrollar una activa gestión diplomática para impulsar 
        la iniciativa que se había convertido en pieza central de su política 
        exterior, sin perjuicio de sus claras implicaciones en la política 
        interna del país. Uno de los temas centrales de las conversaciones era el del; papel que 
        le correspondía a la Conferencia Económica Latinoamericana. 
        Había quienes la veían como la pieza central de la iniciativa. 
        Otros consideraban que una conferencia- sólo podía ser el 
        resultado de un proceso, y qué a ella había que llegar tras 
        una preparación que garantizara que realmente iba a constituir 
        un aporte-sustantivo al desarrollo de una estrategia latinoamericana de 
        respuesta a la crisis. Quienes así pensaban temían que se 
        antepusiera lo adjetivo a lo sustantivo, y qué; una vez más 
        los países latinoamericanos aparecieran comprometiendo solemnemente 
        principios y programas de acción qué nunca se incorporarían 
        a la realidad. Se temía, en concreto, una especie de "gimnasia" 
        de la cooperación multilateral regional que implicara pasar de 
        reunión en reunión, cada vez en un mayor nivel político, 
        dejando una secuela de compromisos sin cumplir. Detrás de este 
        temor un poco exagerado y hasta quizás injusto,- estaba la preocupación 
        de adicionar al estancamiento de la integración regional y el deterioro 
        del comerció intralatinoamericano, el desgaste dé la diplomacia 
        económica multilateral y de su institucionalización. Para 
        comprender esta actitud tengamos en cuenta que durante 1983, los responsables 
        de la diplomacia económica multilateral de los países latinoamericanos 
        ya habían tenido que participar de la cumbre ministerial de Cartagena, 
        preparatoria de la posición latinoamericana ante el Grupo de los 
        77 y luego ante la UNCTAD VI. Además, algunos habían tenido 
        que participar (y prepararse para esa participación) de la cumbre 
        del Movimiento de No Alineados de Nueva Delhi en la que el tema de la 
        crisis' económica había sido el central. Todos tuvieron 
        que asistir a la cumbre ministerial del Grupo de los 77 en Buenos Aires, 
        se avecinaba una Conferencia Financiera Extraordinaria en el marcó 
        del CIES de la OEA, convocada para septiembre por iniciativa del gobierno 
        de Caracas y por cierto también se avecinaba la UNCTAD VI, que 
        debía celebrarse en junio, en Belgrado. Durante el año se 
        preveía, además, una reunión del Consejo de Ministros 
        de la ALADI y el Consejo Latinoamericano del SELA tenía una agenda 
        cargada por los compromisos asumidos el año anterior en materia 
        de seguridad económica regional. Para este tema tan crucial, que 
        resultara de la enorme experiencia que había acumulado América 
        Latina en ocasión del conflicto de las Malvinas, se previo una 
        reunión de expertos gubernamentales que aún no se había 
        realizado. La agenda, entonces, estaba recargada, y muchos de los responsables 
        gubernamentales tenían la impresión de qué era más 
        densa de lo que permitía el tiempo disponible, la limitadísima 
        infraestructura de apoyo, administrativa y técnica, con la que 
        generalmente se cuenta en el nivel gubernamental nacional para estos asuntos, 
        y la necesidad de atender todos los otros requerimientos derivados de 
        compromisos subregionales y dé las respectivas diplomacias económicas 
        bilaterales. También estuvo presente en las conversaciones el tema del "club 
        de deudores", que preocupa a los responsables de las áreas 
        económicas y financieras de los respectivos gobiernos. Era claro 
        que ninguno dé los protagonistas gubernamentales de la Conferencia 
        de Quito consideraba seriamente esta posibilidad, especialmente si ella 
        era entendida como una forma de repudio colectivo, ala deuda o de negociación 
        colectiva de situaciones individuales. Pero en su mayor parte provenían 
        dejas áreas políticas y diplomáticas de los respectivos 
        gobiernos. Y el hecho de qué no consideraran tal alternativa como 
        algo viable en esas circunstancias, no excluía que sé aceptara 
        la posibilidad y la conveniencia de un tratamiento multilateral y conjuntó 
        de la problemática planteada por la crisis y por el endeudamiento 
        externo, y que no se reconociese que se estaba ante un problema común 
        susceptible de algún tipo de acción conjunta. Se temía 
        entonces que si se convocaba una Conferencia Económica Latinoamericana, 
        predominarían las representaciones originadas en las áreas 
        de economía y finanzas, y en algunos países tales, áreas 
        no sólo no aceptaban la idea de un "club de deudores" 
        sino que se negaban a aceptar un tratamiento multilateral y público 
        del tema de la deuda, fuera de los ámbitos estrictamente financieros. 
        En concreto se negaba el carácter político y, más 
        aún, el carácter político internacional y regional 
        del tema. A veces existía casi una obsesión por no hacer 
        ni decir nada que pudiese parecer próximo a una concertación 
        regional o a un tratamiento político del fenómeno. La explicación está, probablemente, en la continua presión 
        que recibían los negociadores financieros gubernamentales, de altos 
        funcionarios de las administraciones financieras de los gobiernos acreedores 
        .o de instituciones financieras internacionales, para mantener el tema 
        de la deuda, en canales estrictamente bilaterales y apolíticos. 
        Por ello se: pensaba que la convocatoria de una Conferencia Económica 
        Latinoamericana, correría la misma suerte que el intento que había 
        efectuado el Secretario Permanente del SELA de realizar, en ocasión 
        de la Asamblea del BID que tuviera lugar en Panamá, una segunda 
        reunión de Ministros de Finanzas de América Latina, o que, 
        de realizarse, daría lugar a un tratamiento poco político 
        del tema, lo que iría en contra del sentido de la iniciativa del 
        Presidente Hurtado, e inclusive podría poner en evidencia una actitud 
        de "sálvese quien pueda" en los gobiernos de la región, 
        y esto era precisamente lo que la iniciativa trataba de evitar. Por otra parte, algunas representaciones defendían claramente 
        la posición -que inclusive en algunos casos era la resultante de 
        consultas previas- de no apoyar ninguna idea que implicara crear nuevos 
        organismos o replantear las competencias de los existentes, ya que se 
        consideraba que el espectro de organismos era suficiente para cubrir todos 
        los posibles campos de acción, y que cualquier idea de nuevas distribuciones 
        de competencias o de coordinación institucionalizada podría 
        alterar un equilibrio institucional regional pluralista, que se consideraba 
        conveniente desde el punto de vista político, e inclusive desde 
        el punto de vista de una sana competencia técnica entre los distintos 
        organismos. El clima de la reunión fue excelente. Contribuyó a ello, 
        por cierto, la participación muy directa y personal del Presidente 
        Hurtado y de su Canciller. También coadyuvó la conciencia 
        que tenían los representantes gubernamentales de que se estaba 
        encarando una situación internacional crítica, qué 
        cuestionaba muchos valores e intereses vitales para los latinoamericanos. 
        Y en mucho contribuyó al espíritu constructivo y de consenso 
        que se logró, el afianzamiento del sentimiento de solidaridad latinoamericana 
        generado como consecuencia del conflicto del Atlántico Sur, y que 
        ya se había puesto de manifiesto en otros cónclaves multilaterales 
        económicos regionales, como fueron el VIII Consejo Latinoamericano 
        del SELA, en septiembre de 1982, y la reunión ministerial de Cartagena 
        ya mencionada. Este espíritu se mantendría en todo el proceso 
        preparatorio de la Conferencia de Quito, y también se observó 
        luego, en la Conferencia Financiera de Caracas y en el IX Consejo Latinoamericano 
        de septiembre de 1983. Como resultado de la reunión se elaboró un acta en la que 
        se reitera el apoyo de los gobiernos latinoamericanos a la "oportuna 
        y acertada" iniciativa del Presidente Hurtado, y se le pide que continúe 
        promoviendo su desarrollo. Este primer punto permitió otorgar un 
        carácter claramente regional a lo que hasta entonces era la iniciativa 
        de un solo gobierno, a pesar de las manifestaciones de apoyo que éste 
        había recibido, y además se logró legitimar el futuro 
        papel del propio Presidente Hurtado como impulsor de la iniciativa. Se 
        entendía que en el futuro su participación personal iba 
        a ser clave para mantener la vitalidad de la idea. Lo mismo ocurrió con los organismos internacionales involucrados, 
        ya que se expresó el reconocimiento al SELA y la CEPAL -es decir 
        a los propios organismos-, por su valiosa contribución al análisis 
        y tratamiento de los problemas económicos de América Latina, 
        si bien, como era lógico esperar, no se abrió juicio sobre 
        el contenido de la carta ni del informe. También se solicitó 
        a los dos Secretarios que continuaran prestando su concurso y colaboración 
        en el seguimiento de la iniciativa. Desde el punto de vista práctico, el principal acuerdo logrado 
        en esta reunión de Quito fue el de "señalar la conveniencia 
        de que se celebre durante el mes de julio próximo una reunión 
        de nivel similar al actual, a efectos de analizar las, propuestas del 
        documento SELA-CEPAL, y otras que fueran pertinentes, y de acordar las 
        acciones y procedimientos que requiere el esfuerzo conjunto de América 
        Latina y el Caribe ante la grave crisis económica regional e internacional". 
        Este texto fue el resultado de un compromiso para convocar a una Conferencia 
        Económica Latinoamericana. No se menciona la Conferencia, pero 
        se transfiere a la próxima reunión la responsabilidad de 
        "acordar las acciones y procedimientos", que se requieren, o 
        sea decidir si se convoca o no a una Conferencia o si se recurre a otras 
        modalidades operativas. Tampoco se prejuzga si quienes asistirán 
        a la siguiente reunión deben ser o no representantes de los presidentes, 
        representantes de alto nivel u otra fórmula equivalente. Se utilizó 
        la fórmula "una reunión de nivel similar al actual" 
        para indicar que se trataría de una reunión a la que asistirían 
        personalidades con capacidad cíe decisión, que no deberían 
        consultar cada paso con sus capitales y que no se escudarían en 
        la carencia de instrucciones. El hecho de que luego se sostuviera la idea 
        de que fueran "representantes personales" de los presidentes 
        facilitó mucho el desarrollo de las siguientes etapas del proceso 
        preparatorio de la Conferencia de Quito ya que en todos los casos asistieron 
        "interlocutores válidos", con nivel suficiente para comprometer 
        a sus gobiernos. Por último, se aceptó el ofrecimiento del gobierno dominicano 
        para efectuar la reunión de julio en Santo Domingo. La idea era 
        precisamente comprometer de manera directa a otros Jefes de Estado en 
        la iniciativa, a fin de que ella no quedara asociada sólo a un 
        Jefe de Estado y a un país. Se deseaba destacar la imagen latinoamericana 
        de la iniciativa. El hecho de que esta idea estaba combinada con la de 
        la participación personal del Presidente Hurtado quedó demostrado 
        por el pedido que se le efectuó de que realizara las consultas 
        necesarias para convocar a la reunión. Y en conversaciones informales 
        se evidenció la conveniencia de que el Presidente Hurtado mantuviera 
        el mayor contacto posible con sus colegas para el seguimiento de la iniciativa 
        y sus distintas etapas, y que también asistiera a la reunión 
        de Santo Domingo, cosa que efectivamente hizo.  
        c) El "Compromiso de Santo Domingo" Entre; el 1º y el 3 de agosto de 1983 se realizó en Santo 
        Domingo la reunión que había sido programada en Quito. Asistieron 
        26 países, y el nivel de los representantes personales de, los 
        Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina que asistieron 
        puso de manifiesto el interés que despertaba y el apoyo político 
        que se otorgaba a la iniciativa del Presidente Hurtado. En efecto, además 
        de los Presidentes de la República Dominicana y de Ecuador, que 
        inauguraron la reunión, catorce delegaciones estuvieron encabezadas 
        por ministros o funcionarios de rango ministerial, cuatro por viceministros 
        o rangos equivalentes, y las restantes por muy altos funcionarios o embajadores 
        especiales. Una vez más, la participación personal del Presidente Hurtado 
        fue decisiva en la tónica de la reunión y en sus .resultados. 
        En su discurso de la sesión inaugural, reiteró su concepto 
        central de que la crisis económica de América Latina difícilmente 
        podrá ser solucionada en el ámbito interno de cada país. 
        Analizó la evolución más reciente de la economía 
        mundial demostrando que la tendencia es al agravamiento de la situación, 
        y mencionó como factor adicional del deterioro del cuadro general 
        de la economía latinoamericana, las catástrofes naturales 
        producidas por las inundaciones y la sequía, que han afectado a 
        algunos de los países dé la región. Planteó claramente la idea de la interdependencia entre el Norte 
        y el Sur, tanto en las raíces y características de la crisis 
        cuanto en sus soluciones q en el fracaso: "para bien o para mal, 
        la humanidad navega una frágil nave que puede naufragar si no contribuimos 
        todos a mantenerla a flote. Si los; países de América Latina 
        no pueden pagar sus deudas, si la banca internacional no mantiene sus 
        líneas de crédito, si los organismos multilaterales no modifican 
        sus esquemas de cooperación y si los Estados Unidos, permanecen 
        impasibles, esperanzados en los efectos de su recuperación, bien 
        podemos terminar hundiéndonos todos". Y de inmediato clarificó 
        una vez más el alcance de su iniciativa, y lo que ella "no 
        es" cuando señaló que los países latinoamericanos 
        se reunieron en Santo Domingo, no para constituir un "club de deudores", 
        sino para discutir un Programa de Acción, que no está dirigido 
        contra nadie sino más bien concebido en beneficio de todas las 
        partes involucradas. Contempla la antes mencionada preocupación de las respectivas 
        conducciones económicas y financieras en algunos de los países 
        deudores, cuando expresa que "si antes en Quito y ahora en Santo 
        Domingo han sido convocados los representantes de los Jefes de Estado 
        de la región, es porque hemos considerado que la crisis, interna 
        y externamente, ha desbordado a quienes tienen a su cargo los asuntos 
        económicos, para situarse en un nivel político. Ello no 
        implica que en el interior de cada país y en el ámbito regional, 
        prescindamos de los organismos especializados o de las instituciones técnicas 
        correspondientes. Sino más bien, la imperiosa necesidad de que 
        las más altas instancias de conducción política, 
        tomen bajo su responsabilidad la discusión de las acciones que 
        sean menester y el compromiso de llevarlas adelante". La metodología: que presentó a continuación y los 
        temas que privilegió para su tratamiento en el marco de la iniciativa, 
        fueron prácticamente los que se aprobaron en la reunión 
        de Santo Domingo y los que se aplicaron en el proceso qué condujo 
        a la Conferencia de Quito. Por ello vale la pena hacer una referencia 
        a sus principales elementos: 
         no realizar en la reunión, de Santo Domingo un análisis 
          a fondo de cada una de las propuestas contenidas en el documento SELA-CEPAL 
          o de las sugerencias que formulen los gobiernos;
 
 establecer un listado selectivo de temas que configurarían 
          la agenda de una posible Conferencia Económica Latinoamericana, 
          entre los cuales sugiere: i) los problemas relativos al comercio exterior, 
          a fin de mejorar el comercio intrarregional y situarlo al menos en los 
          niveles correspondientes al año 1980, para lo cual será 
          necesario establecer los mecanismos que sea menester a fin de organizar 
          mejor el poder de negociación de, América Latina en el 
          comercio internacional; ii) los medios necesarios para restablecer las 
          corrientes financieras hacia América; Latina y el Caribe e incrementar 
          el poder de negociación, deseada uno de los países, en 
          las reprogramaciones, que hagan de los pagos de su deuda externa, todo 
          ello a fin de obtener una adecuada disponibilidad de recursos por parte 
          de la región, que garantice un crecimiento económico, 
          por lo menos superior al de la población, y permita revertir 
          la tendencia al deterioro económico que actualmente sufre América 
          Latina, y iii) el problema del suministra de bienes esenciales, principalmente 
          alimentos,, combustibles y servicios, de los que en la actualidad algunos 
          países de la región no pueden, abastecerse;
 
 la Conferencia sería la culminación de una serie de 
          reuniones especializadas y de procesos de consulta que iniciarían 
          los gobiernos con la colaboración dejos organismos especializados 
          existentes en la región.
 
 el reconocimiento de que la dirección de esté proceso 
          preparatorio debería estar a cargo de los gobiernos, y
 
 seguir contando con/el indispensable apoyo técnico de la CEPAL 
          y del SELA, lo mismo que de todos los organismos regionales y subregionales, 
          en sus respectivas áreas de competencia. Estas sugerencias fueron tratadas en una larga conversación que 
        el Presidente Hurtado mantuvo con los jefes de delegación en un 
        almuerzo de trabajo que presidió, y que permitió lograr 
        consenso en el enfoque y facilitó así el desarrollo de las 
        reuniones formales de trabajo. Para dirigir la reunión se formó una Mesa, que no sólo 
        tuvo á su cargo las deliberaciones dé Santo Domingo sino 
        que se constituyó en el mecanismo de seguimiento e impulsión 
        de lo que allí se acordó y, en definitiva, de preparación 
        de la Conferencia de Quito. Se puede afirmar que la idea de atribuirle 
        a la Mesa de Santo Domingo el papel de promotora de la iniciativa del 
        Presidente Hurtado fue un factor tan determinante para asegurar la realización 
        de la Conferencia de Quitó como lo fuera el papel desempeñado 
        por el propio Presidente y el Canciller de Ecuador. Se eligió Presidente 
        de la Mesa al Canciller José Vega Imbert, de República Dominicana; 
        Vicepresidentes a Fernando Berrocal Soto, Ministro de la Presidencia de 
        Costa Rica; Manuel Ulloa Elias, Senador de la República del Perú 
        y ex Primer Ministro y Ministro de Economía, y Neville Gallimore, 
        Ministro de Estado de Relaciones Exteriores de Jamaica. Al autor de esta 
        nota le correspondió la responsabilidad de ser el Relator. Durante los largos debates de los días 2 y 3 de agosto se fueron 
        decantando las ideas acerca de los aspectos sustantivos y metodológicos, 
        sobre la base de las sugerencias del Presidente Hurtado y del principio 
        de consenso que se había logrado en el ya mencionado almuerzo de 
        trabajo. Si bien en un primer momento se trabajó: sobre algunos 
        borradores presentados por los representantes de los organismos regionales, 
        y en particular por la Secretaría del SELA, la discusión 
        final de lo qué luego sería el "Compromiso de Santo. 
        Domingo" se centró en un borrador preparado por el Senador 
        Ulloa.  Una vez aceptadas las áreas temáticas sugeridas por el 
        Presidente Hurtado, las principales dificultades se presentaron en los 
        temas o subtemas concretos que deberían ser tratados en los trabajos 
        preparatorios y luego en la propia Conferencia. Entre los primeros borradores 
        aportados por el SELA y lo que finalmente se incluyó en el Compromiso 
        de Santo Domingo y, en particular, en el acta final a título "indicativo", 
        se puede establecer la distancia entre lo que desde el punto de vista 
        técnico podía ser deseable y lo que políticamente 
        los gobiernos estaban en condiciones o con voluntad de aceptar. Inclusive, 
        si la comparación se hiciera con lo que finalmente se aprobó 
        en Quito, la distancia en relación con los temas financieros y 
        el endeudamiento externo aparecería mucho mayor, y ello permitiría 
        efectuar interesantes reflexiones acerca del margen dé maniobra 
        real qué los gobiernos entienden tener, con razón o sin 
        ella. En este sentido, la reunión de Santo Domingo brindó una 
        excelente oportunidad para observar cuánto se ha avanzado, y cuánto 
        la realidad internacional circundante permitió y obligó 
        a avanzar en la difícil tarea de lograr un consenso regional que 
        sea algo más que un simple "mínimo común denominador". 
        Los factores contextúales son fundamentales. Con anterioridad ya 
        se mencionaron algunos como la influencia de la común percepción 
        de la seriedad de la crisis y de la vivencia regional del fenómeno 
        Malvinas, que demostraron la necesidad e importancia de la unidad regional. Puede agregarse, con respecto a esta reunión, la influencia que 
        tuvo la profunda sensación de frustración que dejara la 
        UNCTAD VI realizada en Belgrado, en la que participaron activamente varios 
        de los protagonistas de Santo Domingo, y donde no se logró eco 
        alguno por parte de Estados Unidos y de los demás países 
        industrializados a lo que se entendía era un planteamiento serio, 
        equilibrado y racional del mundo en desarrollo, producto de una de las 
        reuniones internacionales más fructíferas realizadas en 
        los últimos años, como había sido la ministerial 
        del Grupo de los 77, en Buenos Aires. Esta experiencia inducía a "introvertirse", a profundizar 
        en la región la búsqueda de alternativas y de apoyo a un 
        enfoque que suponía descartar el espíritu de confrontación 
        y, por el contrario, confiar en el diálogo, la negociación 
        y la concertación como forma -quizá la única impuesta 
        por la razón- de revertir una situación internacional que 
        ya se entreveía como una invitación al caos y a la hecatombe. 
        Tal como ocurriera con la gestación del "espíritu de 
        Buenos Aires", el "espíritu de Santo Domingo'' y luego, 
        el de Caracas (en ocasión de la; Conferencia Financiera de Caracas) 
        es. producto de la profunda conciencia que han tenido los respectivos 
        protagonistas de que, por sobre todas las cosas, lo fundamental es preservarla 
        unidad de acción de los países en desarrollo (en el caso 
        del Grupo de los 77) y de los latinoamericanos como el bien político 
        más valioso disponible en un sistema internacional, en el que las 
        grandes potencias adoptan actitudes orientadas más hacia el "congelamiento 
        del poder mundial" (en la genial visión; de Araujo Castro, 
        ex canciller del Brasil) que a su democratización. Una de las grandes 
        paradojas contemporáneas es, quizá que las grandes potencias 
        de Occidente que más han evolucionado en su democracia interna 
        son las que en la práctica se oponen con mayor fuerza a una democratización 
        del sistema internacional. Tal vez pueda; aventurarse la hipótesis 
        de que esto es así porque una democratización del sistema 
        internacional supondría que esas potencias deberían efectuar 
        el ajuste económico al que actualmente se resisten para no poner 
        en riesgo su propia vida democrática interna. Pero también son fundamentales los factores personales. Así 
        como el espíritu de confrontación requiere personalidades 
        y retóricas adecuadas, el espíritu de concertación 
        también necesita personalidades y retóricas adaptadas al 
        diálogo, a la comprensión; dispuestas a acortar distancias, 
        a buscar casi tozudamente los puntos que unen y a desechar los que dividen. 
        Aquellos que desde hace tiempo nos hemos dedicado al tema de la integración, 
        que por excelencia supone el diálogo y la concertación, 
        asociamos este tipo de personas y este espíritu a lo que significó 
        para la Europa contemporánea Jean Monnet, o para América 
        Latina y el mundo en desarrollo, Raúl Prebisch. En el plano internacional, 
        este tipo de personas y de espíritus corresponde a lo que se puede 
        definir como "personalidad democrática", frente a la 
        "personalidad autoritaria". No significa debilidad en las ideas 
        o en las convicciones; por el contrario, supone ideas y convicciones fuertes, 
        pero un estilo y una actitud que implican el respeto por las ideas contrapuestas, 
        saber escuchar y, en última instancia, saber transigir. En Santo 
        Domingo, el peso de algunas de estas personalidades contribuyó 
        decididamente a lo que con acierto se denominó "Compromiso", 
        o quizás inconscientemente pronunciaron esta palabra haciendo alusión 
        al doble sentido que se le puede atribuir. Existían condiciones objetivas que impulsaban a la búsqueda 
        del consenso; es decir; del compromiso. Los factores personales contribuyeron 
        a que tales condiciones fueran aprovechadas. No siempre ocurre así, 
        ni internamente en nuestros países, ni en lo regional. El "Compromiso de Santo Domingo" fue el resultado principal 
        de la reunión. Retoma elementos esenciales del planteamiento latinoamericano 
        en Cartagena, que luego se volcarían al del Grupo de los 77 en 
        Buenos Aires, así como los del informe SELA-CEPAL. Lo esencial 
        del "Compromiso" es que los países latinoamericanos hayan 
        considerado impostergable "comprometer toda su voluntad política, 
        a fin de impulsar acciones y procedimientos que requieren el esfuerzo 
        conjunto ante la grave crisis económica regional e internacional. 
        Esas acciones estarán destinadas a mejorar sustancialmente las 
        injustas condiciones internacionales prevalecientes en los campos del 
        financiamiento y del comercio, así como a fortalecer al máximo 
        la cooperación e integración regionales. Sólo así 
        será posible contrarrestar los efectos de la adversa coyuntura 
        internacional sobre las economías de la región". Quedó consagrada así la idea política de movilizar 
        las energías, los recursos, los mercados y las instituciones latinoamericanas 
        para enfrentar la crisis. La crisis es definida como el "enemigo". 
        La esencia del compromiso consiste en buscar los medios que permitan explotar 
        el potencial de acción conjunta, revirtiendo una tendencia a la 
        acción aislada o, lo que es peor, a una acción unilateral 
        o bilateral que, reflejo de un instinto de supervivencia ("sálvese 
        quien pueda"), conduce en mayor medida al agravamiento de la crisis 
        que a su superación. Tal, por ejemplo, sería el caso de 
        que al querer todos los países exportar y reducir sus importaciones, 
        incluso en el ámbito regional, se hubiera producido un marcado 
        deterioro del comercio intrarregional. El compromiso se orienta, entonces, 
        a revertir una fuerte tendencia a agudizar la crisis a través de 
        las políticas comerciales de cada uno de nuestros países 
        hacia la región, y transformarla en una tendencia a recurrir a 
        la región, sus mercados y sus recursos para enfrentar la crisis 
        y superarla. Desde esta perspectiva, resultaba claro que el tema de la, 
        deuda externa debía ser un tema central, pero no él eje 
        de todo el planteo. Éste debía ser cómo retomar el 
        camino del desarrollo económico de cada uno de nuestros países, 
        sacando para ello fuerza de la adversidad a fin de explotar el enorme 
        potencial de cooperación regional existente. A partir de este compromiso político central se consideró 
        urgente adoptar acciones inmediatas y la realización de estudios 
        técnicos y consultas políticas, orientados a la adopción 
        de un plan de acción conjunta frente a la emergencia económica 
        que vive la región. Se determinó que ese plan se concentraría 
        prioritariamente en la promoción y fortalecimiento de la cooperación 
        y la integración regionales; en el estimulo del comercio intrarregional; 
        en el suministro de alimentos, combustibles y servicios, y en los problemas 
        financieros y monetarios internacionales. En las tareas preparatorias 
        del plan, se aceptó considerar como documento de trabajo el informe 
        SELA-CEPAL. Es que, como se dijo antes, la reunión no entro a examinar 
        las propuestas concretas contenidas en el informe. Se lo reconoce como 
        documento de trabajo, sin perjuicio de los que puedan presentar los gobiernos 
        o que se encomiendan a otros organismos latinoamericanos. Luego se establece una distinción entre las acciones inmediatas 
        que se desarrollen en el marco de los organismos existentes y en los próximos 
        foros económicos y financieros internacionales y regionales, y 
        las que conformarán el plan de acción. Las primeras se deberían 
        inspirar en el "Compromiso", y se referirían a las que 
        pudieran surgir de la Conferencia Financiera de Caracas, prevista para 
        septiembre; del Consejo Latinoamericano del SELA, que también estaba 
        previsto para septiembre; y entre otras reuniones; las de los Presidentes 
        de los Bancos Centrales Latinoamericanos y las Asambleas Anuales del Fondo 
        Monetario Internacional y del Banco Mundial, también previstas 
        para septiembre. En todas ellas, el tema central para los países 
        latinoamericanos sería la crisis económica. Las segundas 
        debían ser consideradas y formalizadas en una Conferencia Económica 
        Latinoamericana "a celebrarse en la ciudad de Quito, preferentemente 
        en el curso del presente año, la cual será, convocada por 
        el Gobierno de Ecuador, en consulta con los demás gobiernos de 
        América Latina y el Caribe, a la luz de los avances del proceso 
        de preparación de la misma''. Ésta también fue una 
        fórmula de compromiso. Se, aceptó, la idea de la Conferencia, 
        con fecha tentativa, pero concibiéndola corno la resultante de 
        un proceso y sujeta su realización a los avances que en él 
        se logren. Otro aspecto procesal importante del "Compromiso de Santo Domingo" 
        fue prever la participación de todos los organismos regionales 
        en el proceso de preparación del plan de acción y de la 
        Conferencia. Hasta entonces, tal participación se había 
        centrado en el SELA y la CEPAL, sin perjuicio de las consultas que éstos 
        hubieren efectuado con los otros organismos. Una ausencia significativa 
        había sido, hasta el momento, la de la Secretaría de la 
        ALADI, confirmándose así una tendencia incomprensible a 
        la "subregionalización" de un organismo que en su reforma 
        de 1980 había sido concebido con una amplia vocación "regional" 
        como el eje del proceso de preferencialidad económica latinoamericana, 
        y natural, complemento de la acción del SELA. En cierta oportunidad 
        sostuve que el SELA, la ALADI y la OLADE debían ser los tres pilares 
        complementarios del esquema institucional de la interdependencia latinoamericana 
        en el nivel regional. Tengo la impresión de que, inclusive contra 
        la voluntad de los países miembros, la ALADI ha ido perdiendo terreno 
        en este esquema, y de alguna manera ello se refleja en los resultados 
        de la Conferencia de Quito. De hecho, la Secretaría de la ALADI 
        tuvo una participación muy marginal len las reuniones, que siguieron 
        a la etapa preparatoria. En el "Compromiso" se resolvió 
        encomendar a la Secretaria Permenente del SELA y a la Secretaría 
        de la CEPAL, así como a todos los organismos regionales, subregionales 
        y especializados pertinentes, dentro de sus competencias y posibilidades, 
        que concentren su inmediata labor técnica en la elaboración 
        de estudios y recopilación de antecedentes vinculados con los campos 
        prioritarios acordados. Sin embargo, en el siguiente párrafo se 
        observa la preocupación por evitar toda idea de nuevos mecanismos 
        o redistribuciones de hecho o de derecho de competencias ya otorgadas 
        a los existentes, especialmente en materia de comercio preferencial: "Las 
        conclusiones de la Conferencia. Económica Latinoamericana serán 
        canalizadas para su ejecución, cuando así corresponda, a. 
        los organismos regionales, subregionales y especializados existentes, 
        en el marco de sus disposiciones jurídicas y mecanismos institucionales". Siempre en lo procesal, el "Compromiso" incluye otros tres 
        elementos finales: i) solicitar a los integrantes de la Mesa de la Reunión 
        que asuman las funciones de seguimiento de la aplicación del "Compromiso" 
        y de preparación de la Conferencia Económica Latinoamericana, 
        con el asesoramiento de las Secretarías del SELA y de la CEPAL 
        y de otros organismos latinoamericanos que se considere necesario invitar; 
        ii) encomendar a los gobiernos de Ecuador y de la República Dominicana 
        que den a conocer, los resultados de la reunión a los gobiernos 
        que no hubieran estado representados en ella y a los organismos regionales 
        y subregionales latinoamericanos y iii) solicitar a ambos gobiernos que 
        requieran del. Consejo Latinoamericano la inclusión en la agenda 
        de su próxima reunión -a realizarse en septiembre de un 
        nuevo tema para considerar las acciones que coadyuven a la ejecución 
        del Compromiso de Santo Domingo. El otro documento que surge de la reunión de Santo Domingo es 
        la relataría o acta final, de la cual el "Compromiso" 
        fue uno de los anexos. En ella queda más clara aún la idea 
        de que la Conferencia debería ser "la culminación del 
        proceso de movilización regional frente a la crisis". Pero 
        lo más importante es que se incluye en la relataría una 
        lista "indicativa, no exhaustiva, de temas que deberán ser 
        objeto de una consideración especial en las tareas preparatorias 
        de la Conferencia, por parte de los organismos competentes". El hecho 
        de incluir esta, lista en la relataría fue el resultado de un entendimiento 
        previo al que se llegó, como consecuencia de, que algunos: representantes, 
        por falta de asesores técnicos en sus delegaciones, en ese momento 
        no se consideraban en condiciones de comprometerse en aspectos tan específicos 
        de una agenda de trabajo. Quizá contribuyó a ello que los 
        primeros borradores de la agenda detallada contenían puntos formulados 
        de tal manera que difícilmente hubieran sido aprobados, aun si 
        hubiese existido el debido "asesoramiento técnico". La habilidad y rapidez de algunos de los representantes y de la presidencia 
        permitieron, finalmente, lograr consenso en torno a una "lista indicativa" 
        que figuraría en la relatoria y que no tenía el alcance 
        dé la lista original, en: particular en relación con los 
        problemas del endeudamiento externo. Al concluir la reunión de mayo en Quito, el saldó era que 
        una iniciativa ecuatoriana se había transformado en iniciativa 
        latinoameriacana, y se había legitimado tanto el papel motor desempeñado 
        por el Presidente Hurtado, cuanto el papel técnico y generador 
        de ideas del SELA y de la CEPAL. Al concluir la reunión dé 
        Santo Domingo, sé puede señalar como saldo el de la latinoamericanización 
        de la conducción de la iniciativa, a través de la institucionalización 
        de la Mesa y, más importante aún, el de la latinoamericanización 
        del enfoque conceptual, a través del "Compromiso", de 
        la agenda y. de la lista tentativa. En relación con ellos, el informe 
        SELA-CEPAL había actuado como: detonante, como provocador de ideas 
        y enfoques. A partir de Santo Domingo, el eje de la iniciativa no es más 
        el informe de los organismos sino la posición de los gobiernos. 
        Cabe reconocer aquí que esto también es producto de la clara 
        comprensión que tuvieron los responsables de los dos organismos 
        acerca de los límites que tenían para desarrollar su acción 
        y lo fundamental que era que los gobiernos se sintieran los verdaderos 
        protagonistas de la iniciativa. Ésta experiencia debe servir, por 
        contraste con similares experiencias del decenio de 1960, para ilustrar 
        cuál es el tipo de relacionamiento que conviene que se produzca 
        entre organismos internacionales y gobiernos si es que se desea alcanzar 
        efectividad en la acción. Esto es: particularmente válido 
        cuando la acción de los organismos internacionales, a través 
        de sus ideas y de sus propuestas, incide o puede incidir en las relaciones 
        exteriores de los gobiernos, en la posición relativa de poder de 
        un país en el mundo o en la región; en fin, en la forma 
        en que el poder esta distribuido dentro de la región o en una subregión 
        en particular. 
        e) La etapa final de la preparación de la Conferencia. Caracas, 
          San José y otros pasos hacia Quito A partir de Santo Domingo, y aun cuando no se hubiera fijado la fecha 
        definitiva de la Conferencia, ya se sabía con certeza que ella 
        se realizaría y que la fecha probable sería en noviembre 
        de 1983; En las decisiones que a partir de allí se adoptan, desempeña 
        un papel fundamental la Mesa de Santo Domingo y en particular su, Presidente, 
        el Canciller Vega lmbert junto con el embajador Eduardo Santos Alvité, 
        a quien el Presidente Hurtado le había encomendado que se hiciera 
        cargo de la organización de la Conferencia. Desde el punto de vista 
        técnico, los intensos trabajos y gestiones que se efectuaron corrieron 
        por cuenta de los Secretarios de la CEPAL y del SELA junto a algunos de 
        sus principales colaboradores. La Mesa celebró tres reuniones antes de la de Quito. La primera 
        fue en Caracas, en ocasión del Noveno Consejo Latinoamericano del 
        SELA, del 18 al 20 de septiembre. En ella se fijó la fecha de la 
        Conferencia Económica Latinoamericana, que teniendo en cuenta la 
        de la Cumbre del Commonwealth en Nueva Delhi, prevista para fines de noviembre 
        y que impedía que los países del Caribe inglés pudieran 
        acudir en tal oportunidad a Quito, y considerando además el calendario 
        electoral de la Argentina, Venezuela y el Ecuador, finalmente se estableció 
        del 9 al 14 de enero de 1984. Se decidió, además, que estaría 
        presidida de una última reunión de la Mesa, que duraría 
        dos días, pero abierta a todos los países interesados en 
        asistir. Luego se aprobó recomendar como agenda de la Conferencia, 
        a fin de que el Presidente Hurtado la consultara con los demás 
        Jefes de Estado, la siguiente: 1. Análisis de la situación 
        económica internacional y regional y sus perspectivas; 2. Formulación 
        de un Plan de Acción Latinoamericano para hacer frente a la emergencia 
        de la región, con especial énfasis en los siguientes temas: 
        a) promoción y fortalecimiento de la integración y cooperación 
        regionales; b) estímulo del comercio intrarregional; c) suministro 
        de alimentos, combustibles y servicios, y d) problemas financieros y monetarios 
        internacionales; 3. Recomendaciones y medidas para la ejecución 
        del Plan de Acción. También se estableció el nivel 
        de la Conferencia, y se tuvo en cuenta que debía tratarse de una 
        instancia política para formular un programa de acción conjunto 
        de América Latina frente a la crisis. Se decidió que la 
        Conferencia tendría una etapa previa en el nivel de altos funcionarios 
        gubernamentales y luego sesionaría en el nivel ministerial de los 
        representantes de los Jefes de Estado y de Gobierno de América 
        Latina y el Caribe. Ya para ese momento se conocía la intención 
        del Presidente Hurtado de invitar a Quito a los Jefes de Estado y de Gobierno 
        de los países integrantes de la Mesa. Sobre la base de estas recomendaciones, 
        el presidente Hurtado procedió a cursar en octubre las invitaciones 
        a la Conferencia. También en Caracas, en esa ocasión, se informó al 
        Consejo Latinoamericano sobre la iniciativa del presidente Hurtado y sobre 
        lo actuado a partir de ella. El Consejo aprobó la resolución, 
        respaldó lo hecho hasta ese momento y apoyó la convocatoria 
        de la Conferencia Económica Latinoamericana. Se completaba así 
        el proceso de formalización y legitimación institucional 
        de la iniciativa y de la participación de los organismos regionales 
        en ella. Los organismos regionales y subregionales de cooperación e integración 
        de América Latina se habían reunido en su IV Reunión 
        en el marco del SELA, durante los días 22 a 24 de agosto, en Antigua, 
        Guatemala, y allí habían adoptado un cronograma y un organigrama 
        de sus trabajos de apoyo a la preparación del Plan de Acción, 
        respondiendo a la exhortación que se les había efectuado 
        en Santo Domingo. La idea había sido, precisamente, dar una activa 
        participación a todos los organismos en la elaboración del 
        Plan de Acción, al recoger su amplia experiencia en lo que serían 
        los temas de la Conferencia. En Caracas, la Mesa se reunió con 
        los directivos de casi todos los organismos especializados de la región, 
        y ellos tuvieron, a continuación, su propia sesión de trabajo. 
        Resultó, así, la determinación de un conjunto de 
        prioridades sobre cada uno de los cuatro temas del proyecto de agenda, 
        y se acordó que para recibir las propuestas elaboradas por los 
        distintos organismos, la Mesa o Comité Preparatorio de la Conferencia 
        se reuniría con ellos durante el mes de noviembre, en San José 
        de Costa Rica. La segunda reunión de la Mesa tuvo lugar en San José de 
        Costa Rica, del 4 al 5 de noviembre. Además de los integrantes 
        de la Mesa, participaron representantes de otros países interesados 
        en seguir los trabajos preparatorios, ya que se le había dado a 
        la reunión un carácter abierto. Y los Secretarios y otros 
        altos funcionarios de los organismos invitados asistieron a brindar su 
        colaboración. Por el SELA participó su nuevo Secretario 
        Permanente, Sebastián Alegrett. La finalidad de la reunión 
        fue escuchar las propuestas concretas que habían elaborado: los 
        distintos organismos; contándose también con papeles de 
        referencia de la Secretaría del SELA y la CEPAL. Todas las propuestas 
        que emergieron de esa reunión fueron transmitidas al gobierno de 
        Ecuador, para que con la asistencia del SELA y la CEPAL preparara el primer 
        borrador de un Plan de Acción. Además; se acordó 
        un ayuda-memoria de la Mesa acerca de las actividades a desarrollar hasta 
        Quito y del desarrollo de la Conferencia. En los días siguientes a la reunión de San José, 
        se trabajó en Quito en la preparación de lo que se denominó 
        "Guía para la consideración de la Agenda de la Conferencia 
        Económica Latinoamericana", con la sugerencia de los elementos 
        que podrían ser incluidos en el Plan de Acción de Quitó. 
        Esta Guía fue presentada por el Canciller del Ecuador a sus colegas 
        latinoamericanos el 15 de noviembre, en ocasión de la Asamblea 
        de la OEA, en Washington, durante un desayuno de trabajo destinado a explicar 
        el estado de los trabajos preparatorios de la Conferencia y a asegurar 
        un alto nivel político en la representación de los países 
        que acudirían a Quito. Con la misma finalidad se organizó 
        una misión integrada por el embajador Santos Alvite -organizador 
        de la Conferencia por el gobierno de Ecuador -Enrique Iglesias y Sebastián 
        Alegrett, que viajaría a Buenos Aires y a Brasilia para conversar 
        con los respectivos gobiernos, y en el primer caso con las autoridades 
        recientemente electas. Finalmente, el 11 de diciembre, en ocasión 
        de la asunción del gobierno por el Presidente Alfonsín, 
        se realizo una reunión informal de la Mesa en Buenos Aires. Culminaban 
        así los trabajos preparatorios, y a partir de allí la acción 
        se trasladó a Quito, sede de la Conferencia. Los resultados de la Conferencia Económica Latinoamericana 
        de Quito Ya hemos mencionado el alto nivel político que tuvo finalmente 
        la Conferencia de Quito. Ello le da una trascendencia particular a la 
        "Declaración de Quito", que fue uno de los dos instrumentos 
        finales de la reunión. Es la expresión autorizada del pensamiento 
        gubernamental latinoamericano con respecto a los serios problemas que 
        ha ocasionado la crisis económica internacional. Por su naturaleza 
        tiene un alto valor político, y no pretende, ni podría hacerlo, 
        tener valor jurídico. También es un texto de compromiso entre distintas posiciones y 
        puntos de vista nacionales sobre los problemas objeto de la convocatoria 
        de Quito, y esas posiciones quedan reflejadas en los diversos enfoques 
        y matices que caracterizan a, los discursos políticos pronunciados 
        en Quito. Si lo comparamos con la Declaración de Cartagena antes 
        citada, con el propio Compromiso de Santo Domingo o con las Bases de Entendimiento 
        de Caracas no encontraremos elementos sustantivamente nuevos en relación 
        con el problema del endeudamiento externo. Hay, sí, una ciara advertencia 
        sobre las consecuencias que acarrearía no atacar los problemas 
        de fondo planteados por la deuda externa sobre la base del principio de 
        corresponsabilidad y de distribución equitativa del ajuste. Y ésta 
        advertencia fue formulada de la siguiente manera: "La actitud de 
        los gobiernos de América Latina y del, Caribe, al reconocer y asumir 
        sus obligaciones, reclama de parte de los gobiernos de los países 
        acreedores, de los organismos financieros Internacionales y de la banca 
        privada internacional, una actitud de corresponsabilidad en la solución 
        del problema de la deuda externa teniendo en cuenta, además, sus 
        implicaciones políticas y sociales. En consecuencia, se requieren 
        criterios "flexibles y realistas para la renegociación de 
        la deuda, incluyendo plazos, períodos de gracia y tasas de interés, 
        compatibles con la recuperación del crecimiento económico. 
        Sólo de esta forma podrá garantizarse la continuidad en 
        el cumplimiento del servicio de la deuda". Es indudable que esta categórica afirmación, leída 
        en el contexto de la Declaración y de los problemas y principios 
        que allí se plantean, no puede ser considerada como una advertencia 
        sino más bien como una simple comprobación de una situación 
        táctica, y es quizás en esa comprobación donde reside 
        la fuerza y la dramaticidad de la argumentación latinoamericana 
        frente a los gobiernos de los países acreedores y frente a sus 
        instituciones financieras. Este mensaje -para mí lo mas sustancial 
        de la Declaración-, se reafirma, al final, cuando se dice: "Hacemos 
        un Mamado formal a los dirigentes de los países industrializados 
        sobre la gravedad' de la situación económica de la región, 
        su alto costo social y la necesidad de participar urgentemente en medidas 
        que permitan enfrentar la crisis, directamente a través de sus 
        gobiernos y de los organismos internacionales". Estos párrafos 
        me recuerdan los comentarios escuchados mas de una vez en conversaciones 
        con ellos funcionarios de países industrializados y acreedores, 
        en Belgrado, en Caracas ye n otras ocasiones en que se han efectuado reuniones 
        internacionales, inclusive en reuniones bilaterales, en el sentido de 
        que si finalmente se cumplen los sombríos pronósticos sobre 
        la evolución del cuadro político y social latinoamericano, 
        de no mediar un cambio sustancial del actitud y de políticas por 
        parte del mundo industrializado, lo único que no podrá decirse 
        es que no se les advirtió a tiempo de la situación.  Sin duda, la declaración tiene fuerza cuando se refiere a la dimensión 
        internacional de la crisis y de la respuesta latinoamericana, inclusive, 
        al comienzo incursiona en la reafirmación, de principios básicos 
        de política internacional y en la fijación de posiciones 
        con respecto a los problemas de Centroamérica. Sin embargo, carece 
        de la mima furaza cuando se refiere a ala dimisión regional de 
        la respuesta latinoamericana. No pasa de referencias muy genéricas 
        a la unidad regional, a la integración y a la cooperación 
        económica. Esto también se observa en algunos de los principales 
        discursos pronunciados en Quito. De alguna manera, esta marcada debilidad 
        de la declaración significa una contradicción en la tesis 
        básica que surge del informe SELA- CEPAL en el sentido de que es 
        a través de la movilización de las energías y los 
        recursos regionales que América Latina encontrará la base 
        de su respuesta a la crisis y a la sustentación de un nuevo esfuerzo 
        de desarrollo. Podría agregar que la necesaria convergencia externa 
        de la región solo se puede sustentar sólidamente en una 
        intensa convergencia interna, lo que significa básicamente alterar 
        la actual tendencia al deterioro del comercio intralatinoamericano y al 
        debilitamiento "in extremis" de la cooperación de integración 
        económica regionales. En Quito se perdió la oportunidad 
        de darle fuerza política a un cambio radical de ciclo en las relaciones 
        de cooperación económica intralatinoamericana. Sin embargo, 
        como veremos enseguida, en el plan de acción la dimensión 
        regional adquiere una fuerza que no tiene en la declaración. Se 
        puede suponer, entonces, que la falta de equilibrio que tiene la declaración 
        entre la dimensión internacional y la regional no responden a una 
        falta de voluntad política con respecto a la última, sino 
        a que los dos textos se trabajaron de manera separada, siendo el primero 
        de ellos el fiel reflejo de lo que, en el mayor nivel político, 
        se presenta como mas angustiante y prioritario. Pero parece fundamental 
        que el equilibrio se logre en la ejecución del plan de acción. El plan de acción- segundo instrumento resultante de la reunión 
        de Quito-, contiene los compromisos y medidas través de los cuales, 
        en el plano internacional y en el regional, los países latinoamericanos 
        entienden que podrán articular una respuesta a los desafíos 
        que plantea la crisis económica mundial. Como bien lo señala 
        la propia Declaración "hemos acordado una respuesta que encierra 
        desafíos y promesas. Su ejecución está obviamente 
        subordinada a la eficiencia de nuestra capacidad negociadora y a la seriedad 
        con que las instituciones y organismos regionales y subregionales cumplan 
        los encargos que aquí le hacemos". Si bien hay reenvío 
        de responsabilidad a los organismos, éstos en definitiva son los 
        que los gobiernos quieren. Es decir que serán los propios gobiernos 
        los que en el seno de los organismos pondrán de manifiesto su voluntad 
        y capacidad real de llevar adelante la estrategia acordada. El plan de 
        acción se encuentra precedido por el siguiente párrafo: 
        "el plan de acción que aparece a continuación en lo 
        que se refiere a la cooperación intrarregional, constituye un conjunto 
        equilibrado de compromisos y medidas, tanto en su formulación como 
        en su aplicación práctica y s concordante con el tratamiento 
        diferencial en función del grado de desarrollo económico 
        de los países y tiene el propósito de fortalecer la cooperación 
        y el desarrollo de la región. La pronta ejecución de cualquiera 
        de estas medidas contribuirá eficazmente a la realización 
        de las restantes". El mensaje es claro, en cuanto vincula el desarrollo 
        y la aplicación de cualquier medida con los de las restantes. Resulta 
        difícil entender la razón de ser de este párrafo 
        inicial en un texto que no constituye, ni pretende constituir, un compromiso 
        jurídico, y que, por lo tanto debería haber mantenido la 
        altura y el estilo de un compromiso político. La impresión 
        que un observador tiene es la de un mensaje planteado en los términos 
        de "te daré esto si me das aquello". Esto que es natural 
        en ciertos enfoques negociadores no parece congruente con el esfuerzo 
        de movilización internacional al que convocan Santo Domingo y luego 
        la propia declaración de Quito, y con la realidad de que en definitiva 
        las negociaciones para alcanzar el equilibrio y la reciprocidad de intereses 
        que sustenten la acción común se desarrollarán en 
        los otros foros apropiados, tampoco parece tener sentido la declaración 
        sobre los distintos grados de desarrollo de los países, ya que 
        el principio y sus consecuencias prácticas están firmemente 
        establecidos en los instrumentos jurídicos y en los marcos institucionales 
        con los que se actuará en definitiva. En mi opinión refleja 
        una concepción de la diplomacia económica multilateral latinoamericana 
        que predominó durante mucho tiempo, que explica tantos fracasos 
        y que debería estar superada.  El plan comprende compromisos y medidas en 5 campos: a) el del financiamiento 
        a su vez con secciones referidas a la deuda externa, y que incluyen tantos 
        criterios básicos cuanto el intercambio de información y 
        de asistencia técnica; mecanismos de apoyo a la expansión 
        del comercio intrarregional, con secciones que se refieren al fortalecimiento 
        de los mecanismos de compensación, y los mecanismos de apoyo financiero 
        al comercio intrarregional: relaciones económicas internacionales 
        con secciones que tratan el sistema monetario y financiero internacional, 
        el comercio y el financiamiento del desarrollo: b) el del comercio con 
        secciones referidas al compromiso sobre restricciones no arancelarias 
        ala comercio intralatinoamericano; al incremento del intercambio de bienes 
        y servicios entre los países latinoamericanos y del Caribe, a su 
        vez con subsecciones sobre preferencia arancelaria regional latinoamericana, 
        negociaciones comerciales, compras estatales, medidas proteccionistas 
        y discriminatorias aplicadas a las exportaciones latinoamericanas y el 
        intercambio compensado y acuerdos de complementación económica; 
        y a las acciones para promover el comercio intrarregional; c) el de la 
        seguridad alimentaria regional; d) el de la cooperación energética 
        y e) el de los servicios. [1] Se trata, en realidad, de una verdadera hoja de ruta para la acción 
        latinoamericana en los campos mencionados, que en algunos casos contiene 
        compromisos políticos muy precisos - por ejemplo, en materia de 
        comercio intrarregional - pero cuya efectividad dependerá de los 
        pasos siguientes que se adopten. Se podría decir que el plan de 
        acción no significa en sí mismo un cambio en la tendencia 
        de la cooperación regional o del tratamiento de los problemas financieros 
        y del endeudamiento, pero si es aplicado con la misma energía y 
        voluntad con que fuera formulado tiene todo el potencial para introducir 
        una innovación profunda en el panorama actual. Muchos de los elementos 
        del plan ya existían e inclusive no es mucho lo novedoso. Sin embargo, 
        hay que recordar que el sentido de toda la iniciativa del Presidente Hurtado 
        y luego del Compromiso de Santo Domingo, no era tanto el de inventar nuevas 
        fórmulas cuanto el de darle a los elementos potenciales y desperdigados 
        ya existentes para la acción conjunta latinoamericana, toda la 
        coherencia y el respaldo político que las circunstancias críticas 
        requieren. Siempre se encaró el ejercicio diplomático y 
        político que conducía a Quito como una forma de dinamizar 
        energías latentes e impulsarlas a favor de la necesidad de revertir 
        un ciclo depresivo de la economía y de la cooperación latinoamericana 
        y de iniciar un nuevo ciclo en el que el "factor latinoamericano" 
        se transforme en el factor dinámico por excelencia del desarrollo 
        nacional de cada uno de nuestros países. Entiendo que Quito ha cumplido en tal sentido su objetivo. Se podría 
        haber ido más lejos, y siempre pensé que ésta esta 
        una excelente oportunidad para formalizar en el más alto nivel 
        político un verdadero pacto de "compre latinoamericano", 
        que significara el compromiso de nuestros países, en particular 
        aquellos de mayor potencial económico, de formular y aplicar, conforme 
        a sus propios instrumentos, una política de estímulo real 
        a las importaciones de bienes y de servicios de la región. Un pacto 
        de esta naturaleza permitiría a cada país poner de manifiesto 
        su verdadera disposición para desarrollar una actitud preferencial 
        hacia América Latina en sus compras externas. Los eventuales desequilibrios 
        que se podrían producir como consecuencia de la disparidad de políticas 
        entre países de dimensión económica similar se corregirían 
        luego en instancias bilaterales y multilaterales. Pero con lo pactado 
        en Quito puede ser suficiente para obtener resultados significativos en 
        el corto y mediano plazo. Están la "hoja de ruta", la 
        voluntad política, el marco jurídico e institucional. Y 
        por sobre todo está la necesidad.  Por ello es tan fundamental que nos interroguemos ahora acerca de los 
        pasos siguientes, ya que desde el comienzo quedó claro entre los 
        protagonistas de este proceso que la Conferencia no era ni podía 
        ser un fin en sí misma. Era y debía ser una instancia política 
        para formalizar un plan de acción y a partir de allí actuar. Los próximos pasos Señalamos al principio que la Conferencia Económica Latinoamericana 
        no podía ser encarada como un hecho político aislado, y 
        que sus resultados se debían insertar en el contexto de los esfuerzos 
        que en distintos planos en el contexto de los esfuerzos que en distintos 
        planos desarrollaban o podían desarrollar los países latinoamericanos 
        para hacer frente a la mas angustiante y dramática crisis económica 
        que los ha afectado en los últimos decenios. Y sosteníamos 
        que solo en la medida en que se alcanzara un grado satisfactorio de coherencia 
        entre estos distintos planos, tales acciones y las que emergieran de Quito 
        serían efectivas y eficaces. Es decir que penetrarían en 
        la realidad y lograrían los objetivos buscados por sus autores. ¿Cuáles son los distintos planos a que nos referimos? En 
        primer lugar, el de las acciones unilaterales que forman parte de las 
        respectivas políticas económicas externas, tanto en lo financiero 
        cuanto en lo comercial. Se trata de las acciones y medidas que ponen en 
        práctica los distintos países para refinanciar o reprogramar 
        sus respectivas deudas, o para encarar los problemas de su sector externo; 
        es decir, aquellas que hacen a sus paridades cambiarias o al nivel de 
        sus importaciones y exportaciones. En segundo lugar están las bilaterales, que se refieren tanto 
        a las extrarregionales - en particular aquellas relacionadas con las administración 
        de su endeudamiento con los países industrializados y sus instituciones 
        financieras, y con las instituciones financieras internacionales - cuanto 
        a las regionales, que se relacionan con la necesidad de expandir las exportaciones 
        hacia América Latina y con la posibilidad de sustituir importaciones 
        de origen extrarregional a fin de ahorrar el uso de divisas fuertes. En tercer lugar encontramos las acciones multilaterales de carácter 
        global o internacional, que son aquellas que se desarrollan en el marco 
        de la diplomacia económica multilateral de la UNCTAD, el GATT, 
        el FMI y el Grupo de los 77, las multilaterales de carácter interamericano, 
        es decir, las que surgen de la Conferencia Financiera de Caracas y que 
        dan lugar a las "Bases para un Endeudamiento" de Caracas, y 
        a la constitución y funcionamiento de la Comisión sobre 
        Financiamiento y Comercio que, a instancias de la Conferencia de: Caracas, 
        crea en Asunción el CÍES, y que celebra su; primera reunión 
        de trabajo en enero de 1984, en Lima, para concluir sus trabajos con recomendaciones 
        concretas, a fines de marzo; y por último, las multilaterales de 
        carácter regional, tales como las de Quito, y las que se desarrollan, 
        entre otros ámbitos, en el SELA y en la ALADI. Éstos son distintos circuitos a través de los cuales se 
        canaliza la acción de los gobiernos latinoamericanos en la presente 
        emergencia. La experiencia reciente, y quizá también la 
        no tan reciente, indica que por lo general no hay conexión entre 
        lo que se plantea en un circuito y lo que ocurre o se plantea en los otros. 
        A veces no sólo no existe conexión sino que se observa una 
        abierta contradicción. La distancia que separa las realidades de 
        losados primeros circuitos de las del tercero suele ser enorme. Es casi 
        la distancia que existe, en la vida económica y política 
        de nuestros países, entre la retórica y los comportamientos 
        concretos, entre teoría y realidad. Esto ha conducido á 
        una desvalorización del circuito multilateral y a una pérdida 
        de credibilidad ante los operadores económicos, que terminan porno 
        tomarlo en consideración. Con la crisis y el fenómeno del endeudamiento externo, la desconexión 
        y aun la contradicción entre los distintos circuitos se han acentuado. 
        Las formulas de ajuste recesivo que se aplicaron han obligado a restringir 
        drásticamente las importaciones, y al hacerlo muy pocos países 
        siguieron manteniendo la distinción a favor de las importaciones, 
        de origen regional. Tengo presentes algunos casos en que los responsables 
        de la política exterior tuvieron que hacer esfuerzos ímprobos 
        para que las autoridades económicas mantuvieran, la excepción 
        latinoamericana en la aplicación de medidas restrictivas a las 
        importaciones y a sus pagos. A su vez, los países se vieron obligados 
        a redoblar sus esfuerzos para exportar, inclusive fuera de aquella "disciplina 
        multilateral" a que hiciera referencia el informe SELA-CEPAL, y que 
        se supone que el tratado de Montevideo de 1980 establece para sus signatarios. 
        La expresión "todo el mundo quiere vender, nadie quiere comprar", 
        sintetiza una situación que es la que se ha querido revertir con 
        la Conferencia Económica Latinoamericana. Mi experiencia reciente me indica que no hay una explicación para 
        este comportamiento aparente de los operadores gubernamentales de las 
        economías nacionales. Todos ellos están apremiados por problemas 
        inmediatos que de no ser atendidos-ya sea solucionándolos o postergando 
        sus efectos- pueden; producir consecuencias políticas negativas 
        visibles para los respectivos operadores e incluso para sus gobiernos. 
        Esos problemas son vencimientos internacionales imposibles de atender 
        con los recursos disponibles; tasas de inflación que se descontrolan, 
        empresas que quiebran por problemas de iliquidez o a raíz del costo 
        del dinero, desempleo creciente, etcétera. Citando una expresión 
        popular y muy gráfica, podemos decir que un alto porcentaje del 
        tiempo y las energías físicas e intelectuales de los responsables 
        de las políticas económicas nacionales está destinado 
        a "apagar incendios". La crisis ha acentuado nuestra propensión 
        a concentrarnos en atender problemas del corto plazo con medidas de emergencia 
        y do corto plazo. Nuestros operadores económicos gubernamentales 
        se están transformando en administradores de crisis. Y en la administración 
        de las crisis la variable latinoamericana tiene poco espacio en buena 
        medida por la marginalidad actual del mercado latinoamericano, a pesar 
        de lo mucho que se ha avanzado en los últimos decenios para generar 
        una interdependencia económica regional. Donde sí se reconoce el espacio de la variable latinoamericana, 
        es en la solución de la crisis. Cuando se sale del marco de la 
        emergencia, y se buscan las respuestas de fondo, las que requieren tiempo, 
        allí se torna evidente para el raciocinio más elemental, 
        la importancia estratégica que tiene aprovechar el potencial que 
        significan los mercados y los recursos de la región. En el desfase 
        que existe entre el corto tiempo que requiere el administrador de la crisis 
        para adoptar sus decisiones, y el largo tiempo que insume la maduración 
        de las medidas para una "respuesta latinoamericana", es donde 
        se encuentra una explicación más profunda a esa desconexión 
        y aun a la contradicción que existe entre los distintos circuitos 
        a que hemos hecho, referencia. Sólo al acortar el tiempo de maduración y, por ende, de 
        eficacia de las medidas que se plantean en el circuito multilateral interamericano 
        o intralatinoamericano es posible pensar que ellas comenzarán a 
        ser efectivas. Tomemos el caso del comercio compensado sobre bases multilaterales, 
        o el de una actitud preferencial real en las compras estatales o en los 
        servicios. Conceptualmente es difícil negar que la efectivización 
        de este tipo de medidas produciría efectos positivos en el comercio 
        intralatinoamericano de bienes y servicios. Pero el tiempo que demandaría 
        ponerlas en práctica es muy superior al que requieren los administradores 
        de crisis en su apremio. Y el tiempo que consume la administración 
        de la crisis hace que no queden disponibles energías físicas 
        ni intelectuales para estudiar y decidir su aplicación en un nivel 
        político adecuado. Después de Quito queda poco espacio para nuevas definiciones conceptuales 
        o nuevos planteamientos generales. En plena guerra del Atlántico 
        Sur, cuando la fuerza de los hechos nos preemitía ver en Argentina 
        el extraordinario valor práctico de la alianza latinoamericana 
        para algunos de nosotros no fue un''descubrimiento, fue simplemente la 
        confirmación de una vieja convicción- un amigo venezolano 
        me decía con razón, al referirse a las dificultades que 
        teníamos para concertar una evidente necesidad con la posibilidad 
        de reorientar el comercio entre Argentina y Venezuela, que en Amé 
        rica Latina se había agotado la etapa de los "arquitectos", 
        de los diseñadores de la cooperación regional, y había 
        llegado la hora de los "albañiles", los "carpinteros", 
        los "electricistas", es decir, los operarios. Y que los operarios 
        escaseaban, en tanto que sobraban los diseñadores. Creo que aquí 
        reside la clave para acortar la distancia entre teoría y realidad, 
        entre discursos y efectividades, en las relaciones económicas latinoamericanas. Los "operarios" existen. El problema consiste en estimularlos 
        a operar en el mercado regional. Como lo he planteado antes, pienso que 
        si los gobiernos de las principales economías de la región 
        adoptaran medidas concretas y nítidas para estimular sus importaciones 
        de origen regional, ello produciría un efecto mucho más 
        contundente en la dinamización del comercio intrarregional que 
        las medidas que adoptaron o adoptan para estimular sus exportaciones a 
        la región. Y esto es así porqué en el cuadro económico 
        latinoamericano actual, la pérdida de dinamismo de! comercio, intrarregional 
        se produce cuándo los países mayores no pueden expandir 
        sus exportaciones hacia los demás, por no comprar, por haber reducido 
        sus importaciones. La fórmula es simple: "si quieres vender 
        tienes que comprar". En la medida en que los países mayores 
        canalicen su esfuerzo en reorientar compras a terceros países hacía 
        países de la zona, y en la medida en que los organismos regionales 
        -de cooperación pongan su capacidad técnica y sus recursos 
        intelectuales a servicio del desarrollo de este esfuerzo, será 
        posible cambiar realmente y en plazos razonables la actual tendencia al 
        deterioro del comercio, intralatinoamericano, sin que ello suponga como 
        requisito previo el cambio del cuadro económico dominante en la 
        región." Por lo tanto, el Plan de Acción de Quito requiere, para ser aplicado, 
        un gran esfuerzo de cooperación técnica de los organismos 
        regionales y los gobiernos, a fin de que, en los planos unilateral y bilateral 
        se puedan poner en práctica medidas orientadas por el marco de 
        referencia de lo acordado en el circuito multilateral. Medidas de tipo 
        general como el margen de preferencia regional pueden ser efectivas, pero 
        ya conocemos las dificultades que presenta su aplicación. Más 
        efectivo puede ser dejar librada a cada gobierno la determinación 
        del conjunto de medidas y prácticas que pueden concretar una actitud 
        preferencial en las compras hacia. América Latina, y luego de que 
        se pongan en vigencia, y se apliquen, conciliar en el marco multilateral 
        las eventuales disparidades que se produzcan en la intensidad del "compre 
        latinoamericano", entre países pertenecientes a una misma 
        categoría de desarrollo. La fórmula consistiría en 
        elaborar un plan regional de integración sobre la base de los respectivos 
        planes nacionales para la integración y el fomento de la cooperación 
        y el comercio intralatinoamericanos, y no al revés, como se ha 
        hecho siempre. En los próximos meses, en distintos foros y organismos regionales 
        se pondrá a prueba la voluntad real -o la posibilidad real, más 
        allá de la voluntad que debemos suponer que es real-, de poner 
        en práctica, el Plan de Quito. En el circuito multilateral interamericano, 
        los trabajos de la Comisión Especial de Financiamiento y Comercio 
        del CÍES, que deben concluir el 31 de marzo y que serán 
        sometidos a la reunión anual del CÍES, esta vez en Santiago 
        de Chile, darán la pauta del grado de cohesión que han logrado 
        los países latinoamericanos frente al interlocutor industrializado 
        más importante del hemisferio y a su vez principal acreedor, y 
        también revelarán hasta qué punto los mensajes de 
        Caracas y Quito han sido captados; en toda su profundidad política, 
        en Washington. En el circuito multilateral latinoamericano, el Consejo 
        de Ministros de la ALADI, previsto para el mes de marzo y el Consejo Latinoamericano 
        del SELA, un poco después, darán la pauta de las posibilidades 
        reales que hay para detener y revertir la tendencia al deterioro del comercio 
        regional y al estancamiento de la cooperación multilateral. Quizás 
        lo que se pueda avanzar en concreto para facilitar el comercio compensado 
        en un nivel superior al actual y en lo posible con carácter multilateral, 
        y para desarrollar una auténtica actitud preferencial en las importaciones 
        regionales, en las compras estatales y en el suministro de los servicios, 
        permitirá medir el cambio que se ha operado iras, la reunión 
        de Quito. También en el circuito multilateral, un análisis 
        de la Conferencia de Quito demostrará el grado de cumplimiento 
        de los compromisos asumidos en el Plan de Acción en materia de 
        cooperación energética a través de la OLADE, y de 
        seguridad alimentaria a través del Comité de Seguridad Alimentaria 
        establecido eh 1983, en Buenos Aires, dentro del marco del SELA. Los términos de referencia para la acción de los organismos 
        regionales, en particular el SELA y la ALADI, cada uno dentro del marco 
        de sus competencias formales, que en Quito no han sido alteradas -ni podrían 
        haberlo sido-, surgen de lo acordado en la Conferencia. La hoja de ruta 
        es clara tanto para los secretariados cuanto para los gobiernos. La voluntad 
        política ha sido nítida y el nivel el más alto. La 
        sabia recomendación de Ortega y Gasset "¡argentinos, 
        a las cosas!", se puede aplicar ahora a nosotros, los latinoamericanos: 
        ¡después de Quito, a las cosas! [1] Véase el texto completo de la Declaración y del Plan 
        de Acción, en Información Latinoamericana Nro. 87, enero- 
        febrero de 1984, Sección Documentación y estadísticas, 
        pág 70 y ss. |