| La Resolución 370  aprobada por la   Conferencia de las Partes Contratantes de la ALALC en su Decimoctavo  Período de Sesiones Ordinarias (celebrada en Montevideo del 6 al 24 de  noviembre de 1978), ha desatado un proceso que debería conducir a la  reestructuración de la   Asociación. Ha sido un factor jurídico, el vencimiento e(l 31  de diciembre de 1980 del período de transición previsto por el Tratado de  Montevideo y extendido luego por el Protocolo de Caracas, el que ha facilitado  un acuerdo entre los países miembros acerca de una metodología para examinar  temas y eventual mente negociar decisiones concernientes al futuro de la ALALC. Y es que de lo  contrario, al finalizar 1980 la   Asociación, y en particular, lo esencial de ella desde un  punto de vista práctico, que es su sistema de preferencias comerciales,  entrarían en lo que podríamos denominar un "cono de sombra" jurídico.  Si bien el tema exigiría de un análisis más detenido —y el mismo está previsto  en la agenda de trabajo que la   Conferencia estableció para el Comité Ejecutivo Permanente en  la propia Resolución 370 (XVIII)— puede adelantarse la opinión de que al menos  el otorgamiento de nuevos márgenes de preferencia intra-zonales carecería de  sustentación jurídica sólida al vencimiento del período de transición. Es  posible imaginar además, las consecuencias legales y aún políticas que tal  situación podría crear para los distintos mecanismos preferenciales que han  utilizado los países miembros sea ante sus propios ordenamientos jurídicos  internos o sea ante el GATT. Las consecuencias legales  podrían ser más complejas en el caso de los  acuerdos de complementación (sobre todo en su modalidad de concesiones  temporales), de los acuerdos subregionales y de algunos acuerdos bilaterales. ¿Y es  necesaria la ALALC? La ALALC entonces, a los veinte años de la negociación y  firma de su tratado básico, entra en un nuevo período de reestructuración. Ya  que no es la primera vez en los últimos años que los países miembros se  plantean la necesidad de adoptar decisiones que permitan dotar al principal  organismo multilateral del comercio regional de una eficacia que ha perdido.  Las negociaciones colectivas de 1974 fueron, como se sabe, un intento  frustrado. ¿Y no será acaso que esta situación de crisis prolongada y la  imposibilidad de superarla, están poniendo de manifiesto una falta de interés  de las Partes Contratantes en "revitalizar" la ALALC? ¿No sería ello  consecuencia de que la realidad del comercio y de las relaciones económicas  intrazonales no requiere de un organismo de esta naturaleza ni de ningún tipo  de preferencias arancelarias y comerciales?
 Ante estas preguntas nuestra  respuesta es categórica. Como en 1959-60, años en que se negoció y firmó el  Tratado de Montevideo, es posible demostrar que la región sigue necesitando de  un sistema de preferencias que permita acrecentar y diversificar los  intercambios comerciales, y que permita avanzar a aquellos países miembros que  lo deseen y lo necesiten hacia etapas más evolucionadas de integración  económica. Veinte años después quizás son más agudos los factores exógenos y  endógenos a la región, que impulsan a la búsqueda de un marco preferencial  zonal. Un panorama económico internacional incierto, en el que se manifiestan  tendencias recesivas y proteccionistas en los países industrializados; y los  requerimientos de nuevas etapas del desarrollo industrial de varios países de  la región así como los que plantean las economías de menor desarrollo relativo,  justifican la búsqueda de un cuadro institucional y jurídico que permita poner  en común intereses, recursos y mercados de los países miembros. Como se ha  afirmado con acierto, en un mundo en que ya no sólo los esquemas de integración  económica sino que también las áreas de comercio preferencial predominan,  América Latina podría cometer un grueso error político y económico, si echa por  la borda lo mucho que se ha avanzado desde que se firmara el Tratado de  Montevideo. La respuesta de gobiernos y  empresarios también ha sido categórica en el sentido de que continúan valorando  la ALALC como  ámbito para la promoción de comercio en la región en términos preferenciales. La ALALC es visualizada como  una pieza necesaria del cuadro institucional de las relaciones económicas de la  región. Es quizás, la pieza que falta —debido a su prolongada crisis— en un  esquema de interdependencia económica de América Latina, que se caracteriza  por un grado cada vez más elevado de interacción económica y por el pluralismo  de medios y de mecanismos que se utilizan tanto a nivel gubernamental como a  nivel empresarial para estimular y encauzar dicha interacción. El SELA como  mecanismo de promoción de proyectos y conjuntos y de posiciones comunes en los  foros internacionales; el Grupo Andino, el Mercado Común Centroamericano y la CARICOM, como mecanismos  de integración económica subregional; la Cuenca del Plata y más recientemente el Pacto  Amazónico, en el campo del aprovechamiento de recursos naturales compartidos;  los acuerdos bilaterales de comercio, complementaron económica e integración  fronteriza, son todos ellos elementos importantes del relacionamiento económico  de la región. Pero ninguno abarca en su plenitud el problema de los  intercambios comerciales a escala regional, que es una de las bases de un  esquema organizado de interdependencia económica. Y podría afirmarse que todos  ellos necesitan, para ser plenamente eficaces, de un marco legal e institucional  que permita interconectar a través de preferencias los mercados, sea en función  de proyectos conjuntos, sea en función de la plena realización de los objetivos  económicos de acuerdos bilaterales o subregionales. Así lo han reconocido, por  ejemplo, los países miembros del Acuerdo de Cartagena, que también ha dejado en  claro su interés por la revitalización de la ALALC. Y se sabe que tal  marco facilitaría la conexión preferencial de los mercados de algunos países  miembros del SELA, como los centroamericanos y los del Caribe inglés, con los  de los países miembros de la   ALALC. La "anemia" de la ALALC no significa entonces  que sus objetivos básicos no respondan a la realidad regional. Se debe más bien  al agotamiento de varios de sus mecanismos, y en particular, de la misma de  "zona de libre comercio", que como se sabe fue una concesión que los  negociadores del Tratado de Montevideo tuvieron que hacer a los estrictos  requerimientos del artículo 24 del GATT. Y se debe también a la pretensión de  replantear la ALALC  (por ej., en 1964) colocándola como eje de un proceso de integración económica  ambicioso que abarcara a la vez a todos los países miembros. Eran los tiempos  en que se creía, de buena fe y con buenos argumentos teóricos, en que era  posible encauzar la interdependencia regional en torno a principios y esquemas  de lo que Carlos García Martínez llamara, en feliz expresión, el "monismo  integrador". El nuevo "debate ALALC"El "debate ALALC" parece  plantearse hoy en día sobre bases más realistas. Se reconoce que las relaciones  económicas regionales son importantes, pero que son sólo parte del espectro de  relaciones económicas externas de cada uno de nuestros países. Se valora la  idea de integración económica, pero no se la concibe a escala regional en términos  rígidos de "mercados comunes" o "uniones aduaneras"  siguiendo modelos teóricos o históricos de otras regiones. Se, acepta la  diversidad económica y política de la región, y se extraen las necesarias  consecuencias en el plano de los esquemas de integración y de cooperación  regional: de allí la aceptación de los planteos subregionales y sectoriales, y  dé la idea de integración "por proyectos". Parece superado el  "trauma" de la antinomia "nación"-"región", y se  ha comprendido la necesidad de aprovechar simultáneamente los mercados  nacionales, el regional y el mundial, en función de los proyectos nacionales de  desarrollo. En el fondo, parece clara la idea de que la ALALC debe servir de marco  flexible para canalizar múltiples modalidades de acciones cooperativas e  integradoras entre los países de la región, poniendo el acento en mecanismos  que brinden un acceso preferencial a los respectivos mercados para los bienes y  servicios de origen regional.
 La palabra "flexibilidad"  estará sin duda presente en el proceso de reestructuración de la ALALC. Con ella se hará  referencia a la necesidad de contar con instrumentos que a la vez de permitir  la generación de corrientes estables de comercio y de complementación  industrial, no inhiban la libertad de acción que gobiernos y empresarios  necesitan para sus propios planes nacionales y para navegar las aguas  turbulentas de un sistema económico internacional en profunda crisis. Pero a  los técnicos y a los juristas les corresponderá imaginar instrumentos y  mecanismos que a la vez que satisfagan los requerimientos de  "flexibilidad", otorguen un mínimo de seguridad jurídica a los  negocios que se encaren a su amparo. Los gobiernos en función del interés  nacional, y los empresarios que arriesgan inversiones, estarán de acuerdo en  que una combinación adecuada de "flexibilidad" y "seguridad  jurídica" (estabilidad en las reglas de juego) es condición necesaria para  que el marco comercial regional sea algo más que una forma de estimular  corrientes de comercio de corto plazo y se transforme en un efectivo  instrumento de promoción de inversiones en función de los mercados regionales. Los empresarios y el proceso de reestructuraciónLos próximos meses permitirán ver  más claro si el proceso de reestructuración nos conducirá a una  "nueva" ALALC (que implicaría eventualmente un nuevo Tratado), o una  nueva versión de la "vieja" ALALC (que implicaría introducir  modificaciones al Tratado o establecer nuevos mecanismos e instrumentos del  tipo de los que se discutieron en 1974). Pensamos que cabría destacar como  resultado de este proceso un nuevo fracaso, aunque más no sea por el factor  jurídico que mencionamos más arriba. Pero en todo caso, lo que sí parece  fundamental es que en esta etapa de reestructuración los empresarios de la  región tengan una participación activa, asumiendo el "debate ALALC"  como propio. Decíamos en nuestra exposición en la reunión de AILA en Monterrey  (1977), "es " evidente el papel protagónico " de los gobiernos  en la escena " regional porque la decisión de " crear esta nueva América  Latina ha sido fundamentalmente una decisión política. Pero " no es menos  evidente que las " negociaciones y los acuerdos " logrados en el  nivel gubernamental abren caminos que deben ser transitados por los empresarios.  De nada vale concretar desgravaciones arancelarias, formular programas "  multinacionales de desarrollo " industrial, suscribir acuerdos " de  complementación o suprimir trabas o barreras institucionales si esos beneficios  no son aprovechados por las empresas comerciales, industriales, financieras y  de servicios.
 Son las empresas, en definitiva,  las que concretan los intercambios, las que aprovechan a través de proyectos  conjuntos las posibilidades de explotación en común de recursos, son las  empresas las que deciden inversiones. La política ha conquistado una nueva  dimensión para la cooperación y la  integración de América Latina, pero son en gran parte los empresarios, públicos  o privados, y los ciudadanos de  nuestros  Estados los que proyectan en el terreno la concreción del designio político;  son ellos los que hacen fructificar este campo fértil que se abre a la  iniciativa de los latinoamericanos., En muchos casos son empresarios los que, abriendo  camino, señalan las  posibilidades de  cooperación a veces ignoradas por los Estados. Es común observar que la  imaginación práctica de quienes están operando en el campo de la producción, el  comercio o la banca, permite realizar proyectos que van más allá de lo previsto  por los gobiernos. Son los empresarios los que muchas veces elevan a los gobiernos  recomendaciones que luego han servido para concertar acuerdos sectoriales. Ante  el proceso de reestructuración de la   ALALC, esta realidad de la participación empresarial en las  relaciones económicas regionales, deberá verse reflejada en el interés con que  los propios empresarios encaren el proceso, generando ideas, promoviendo  estudios, planteando demandas, y organizando reuniones tanto a nivel de cada  uno de los países como de la propia región. Algunos temas de mayor interés empresarialResulta claro que las decisiones  han de ser adoptadas a nivel gubernamental. Ello es evidente pues se trata de  negociar un nuevo tratado, o de modificar el existente, o de desarrollarlo a  través de resoluciones que apruebe el órgano máximo de la Asociación. Pero  en la medida en que el sector empresarial encare con entusiasmo y solidez  técnica la defensa de sus propios intereses y la presentación de su  experiencia, mayores posibilidades tendrá de influenciar sobre los que serán en  el futuro instrumentos básicos para sus operaciones en la región. Son varios  los temas en los que el interés y la experiencia empresarial deberán expresarse  con mayor nitidez. Uno de ellos es el ya mencionado de la estabilidad de las  preferencias que se negocien a fin de que las empresas puedan planificar a  mediano y largo plazo sus operaciones en la región.
 Pero quizás uno de los temas más  importantes ha de ser el de la mejor utilización de los acuerdos de  complementación industrial. Este instrumento, aún en los términos muy amplios  de la actual resolución 99, ofrece un gran potencial para intensificar las  interacciones económicas entre los países de la zona dentro de la lógica de  aproximaciones sectoriales, Puede facilitar la conexión del Grupo Andino con  los otros países miembros de la   ALALC y en particular con la Argentina, el Brasil y  México. Si se llegara a una concepción más amplia de la ALALC desde el punto de  vista geográfico, de manera de abarcar —sea en carácter de asociación o de participación  plena— al Mercado Común Centroamericano y a la CARICOM como procesos subregionales  dentro de la misma, también podría ser uno de los instrumentos idóneos para asegurar  una inversión gradual de los  mismos  dentro del sistema regional de preferencias comerciales. La experiencia indica, sin embargo,  que un funcionamiento eficaz de los acuerdos de complementación industrial,  requiere de una acción intensa para promover entendimientos inter-empresariales  a nivel regional que permitan un mejor aprovechamiento de las ventajas comerciales  que pueden generar los mismos. La especializaron que estos acuerdos presuponen  —al menos aquellos que no son concebidos simplemente como instrumentos de  comercio exterior de corto plazo—, sólo podría lograrse a partir de decisiones  gubernamentales que se reflejen en los propios acuerdos, o a través de  decisiones ínter o intra-empresariales que se celebren en función de los  acuerdos. El tema de los entendimientos inter-empresariales  está estrechamente vinculado al de las empresas conjuntas, o empresas bi o  plurinacionales en el lenguaje de la ALALC. Las distintas modalidades de  "equity" y de "contractual" joint-ventures pueden verse  favorecidas por la existencia de mecanismos comerciales preferenciales y de  especialización industrial y a su vez, pueden ser elementos fundamentales para  asegurar la eficacia de éstos. La relación inversión intra latinoamericana y acceso  preferencial a los mercados de los productos originados en empresas conjuntas,  puede tener mucho que ver con la conexión entre los distintos esquemas  parciales de integración y cooperación dentro de la región, y con la relación  preferencial entre países de distinta dimensión. Nos parece, sin duda, que es  uno de los temas que requerirá de una mayor profundización en los trabajos  técnicos y discusiones que encare el sector empresarial dentro del marco del  llamado "debate ALALC. Tanto el tema de los acuerdos de  complementación industrial como el de los acuerdos inter-empresariales y  el de las empresas conjuntas, demuestran la  estrecha relación que deberá establecerse entre el ámbito de acción de los  distintos mecanismos institucionales que operan en la región. Dentro de sus  respectivas competencias —y sin perjuicio de la existencia de saludables  superposiciones o "zonas grises" en la distribución de competencias—  deberán operar en torno a dichos temas, los organismos de decisión y ejecución  como el SELA y la ALALC,  y en el plano subregional, el Grupo Andino, el MCCA y la CARICOM; los organismos de  financiamiento, regionales y subregionales; y los organismos de estudio y  asesoría, como la CEPAL  y el INTAL. Este último organismo ha efectuado aportes importantes en lo que se  refiere a las inversiones intra latinoamericanas y empresas conjuntas a través  de estudios cuyo origen se remonta a 1967. Los mismos se llevaron adelante en  estrecho contacto con el sector empresarial y prueba de ello fue la reunión que  se organizara en julio de 1977 en Medellín conjuntamente con la Asociación Nacional  de Industriales (ANDI) de Colombia, en la que por primera vez se juntaron a  examinar todos los aspectos teóricos y prácticos del tema, personalidades de  alto nivel técnico, académico, gubernamental y empresarial de los países latinoamericanos,  e incluso de los Estados Unidos, del Canadá, de Francia y de España. En esa reunión  se cristalizó una idea de larga gestación que fue la del establecimiento en el  seno del INTAL de un Servicio Latinoamericano de Cooperación Empresarial,  basado en la experiencia previa del propio Instituto y en experiencias valiosas  de otros países y de las Comunidades Europeas. Hoy en día el Servicio es una  realidad, y constituye un aporte práctico para facilitar los acuerdos  inter-empresariales en la región. ConclusiónEl "debate ALALC" que  girará en los próximos meses en torno a los alcances de la reestructuración del  organismo principal del comercio intra-zonal, no ha de ser patrimonio exclusivo  del sector empresarial. Por el contrario, su riqueza y la de sus conclusiones,  dependerá de la activa participación de todos los interesados en la  organización de un sistema de cooperación comercial regional. Los gobiernos deberán  tener la participación decisiva como representantes de los distintos intereses  nacionales en juego y como depositarios del poder de decisión. Pero sí parece  fundamental que el citado debate produzca una movilización del sector empresarial,  tanto a nivel nacional como a nivel regional, acorde con el interés que le  atribuyan a sus operaciones en la región.
 Como señalamos antes, parece  razonable esperar del sector empresarial un esfuerzo sustancial en el aporte de  ideas basadas en rigurosos estudios teóricos y en debates -en los que  predominen criterios prácticos. El empresario de la región cuenta con los  organismos multinacionales apropiados, como AILA, ALIDE, FELABAN, FELAC, o los  sectoriales, a fin de impulsar dichos estudios y debates. Eventualmente, una  acción conjunta de estos organismos podría ser de gran utilidad práctica, en  particular, teniendo en cuenta que ninguno de ellos agota por sí sólo la multifacética  realidad empresarial de la región. Lo cierto es que parece ser éste el  momento oportuno para expresar intereses y demandas empresariales, en torno a  la elaboración de las nuevas reglas del juego en el comercio intra-zonal, sean  éstas fruto de una "nueva" ALALC o de la "vieja" ALALC  reformulada. El "pecado" de omisión restaría legitimidad en el futuro  a toda queja acerca del monopolio de los estudios e iniciativas por parte de  los organismos internacionales o de los gobiernos. A éstos a su vez,  correspondería en este año 1979 la responsabilidad de estimular la participación  empresarial en el "debate ALALC". Y de tener en cuenta, en 1980, sus  sugerencias y conclusiones. |