| INVENTARIAR las dificultades para la integración económica 
        latinoamericana podría ser tan complejo cómo inventariar 
        las que presenta el proceso de desarrollo de cada uno de nuestros países. 
        Quizás tampoco sea demasiado práctico hacerlo. Quienes se 
        detienen minuciosamente en enumerar dificultades pueden perder la perspectiva 
        y olvidar de inventariar las posibilidades y ventajas. En el fondo, todo 
        depende de que se encare el tema con mentalidad defensiva en la que predominan 
        los temores, o con mentalidad agresiva en la que predominan las ambiciones 
        y la voluntad de riesgo. Lo afirmado no implica negar ni desconocer las 
        dificultades reales. Implica evitar que la percepción de las mismas 
        lleve a inhibir la capacidad de acción, y en particular, la imaginación. 
        En la noche de la firma del programa automotriz, el ministro Galo Montaño, 
        de Ecuador, señalaba con razón que lo más fácil 
        hubiera sido no hacer nada. Si horas antes, en solemne ceremonia en el 
        Palacio de Gobierno de Quito, la Comisión del Acuerdo de Cartagena 
        con la presencia del Consejo Supremo de Gobierno del Ecuador, clausuraba 
        su XIX Período de Sesiones Extraordinarias, con la firma del programa 
        sectorial de la industria automotriz, era porque, por encima de las evidentes 
        dificultades técnicas y políticas, se había impuesto 
        la voluntad de acción -diría de creación de futuro- 
        de quienes concibieron el citado programa y de los gobernantes de los 
        respectivos países. Sólo muy pocos creían durante meses, semanas, días 
        y aún horas antes, que las evidentes dificultades serían 
        superadas. Como era natural, había todo tipo de intereses contrapuestos. 
        Y estaba en juego un sector fundamental del desarrollo industrial de los 
        países. El programa implica inversiones del orden de los 2.000 
        millones de dólares hasta 1985. La Decisión 120 que lo aprueba 
        es sumamente compleja, y sus 85 artículos y 10 anexos deben ser 
        todavía complementados por una serie de acuerdos bilaterales y 
        multilaterales. Para algunos, la aprobación del Programa implica 
        una revitalización del Grupo Andino y el inicio de una nueva etapa 
        en la integración sub-regional y en la de toda América latina. 
        Por un lado, será factible encarar ahora la aprobación de 
        otros programas sectoriales que se encontraban congelados como consecuencia 
        de las dificultades del automotriz. Por otro lado, será posible 
        encarar, sobre bases más firmes, negociaciones con los otros países 
        miembros de la ALALC, y en particular, con Argentina, Brasil y México. Si me detuve en el reciente caso del programa automotriz del Grupo Andino 
        es porque creo que es un buen ejemplo de que las principales dificultades 
        para la integración -y para el desarrollo en el plano interno-- 
        se encuentran en el ámbito de las actitudes. La integración 
        concebida como rechazo a la fragmentación latinoamericana y concebida 
        como la creación de un ámbito de interdependencia regional. En tal sentido es importante insistir en la distinción entre crisis 
        de conceptos y esquemas formales de integración, surgidos de realidades 
        históricas distintas a las actuales, y crisis de las realidades 
        de integración. Si bien es posible y necesario constatar las primeras, 
        también es necesario constatar cuánto se ha avanzado en 
        los últimos años en el segundo plano. Es absurdo hablar 
        de crisis de las realidades de integración si se observa cuánto 
        se ha avanzado en las interacciones latinoamericanas. Estas se miden, 
        en términos de cantidad y calidad de" comercio, de inversiones 
        y transferencia de tecnologías intrazonales, de desarrollo de importantes 
        proyectos de infraestructura, de conexiones empresariales y humanas de 
        todo tipo. Es un hecho que la región se ha revalorizado y ha perdido 
        marginalidad para los países de la región. Es posible hablar 
        ahora, y ello gracias a lo que se ha hecho en los últimos veinte 
        años, de la emergencia de un sistema de interdependencia regional. 
       La distancia entre esta interdependencia incipiente y un verdadero sistema 
        de interdependencia de cooperación e integración supone 
        por cierto, superar cuantiosas dificultades técnicas y políticas 
        ¿como organizar un sistema eficaz de preferencias comerciales en 
        la región, que atienda tanto a las necesidades de expandir el comercio 
        en condiciones de eficiencia como a las de contemplar los desequilibrios 
        intrarregionales e internos de cada país? Realismo, conocimiento técnico, imaginación y voluntad 
        de acción, parecerían ser ingredientes imprescindibles para 
        la tarea de construcción regional. Y principalmente fe en la capacidad 
        creadora del hombre. Muchos concordaran que no son ingredientes diferentes 
        á los que se necesita en cada país para la tarea y desafío 
        de construcción nacional. |