| La crisis petrolera ha puesto de evidencia que los cambios ocurridos 
        en los últimos años en el sistema internacional que emergió 
        de la segunda guerra no se limitan sólo a las relaciones Este-Oeste 
        y a la estructura del subsistema de potencias centrales, sino que también 
        afectan las llamadas relaciones Norte-Sur. Existen indicios concretos 
        de un incremento en la capacidad de negociación internacional de 
        los países del segmento Sur, o al menos de algunos de ellos, producido 
        por una revalorización de sus aportes al sistema económico 
        de las grandes potencias. En particular, dicha revalorización se 
        refiere al aporte "mercados" y al aporte "materias primas" 
        [1]. Examinaremos en este informe los cambios en las relaciones Norte-Sur, 
        y el incrementó del poder de negociación de los países 
        del Sur, a fin de que dentro de ese contexto podamos comprender mejor 
        el fenómeno de las empresas multinacionales desde una perspectiva 
        de países en desarrollo. Este fenómeno tiene alta significación 
        política, ya que es a través de la acción de las 
        grandes corporaciones internacionales que se establece lo que podríamos 
        llamar la "línea de principal tensión" (en el 
        sentido de Stanley Hoffman) en las relaciones entre los dos segmentos 
        del sistema internacional. Puesto en otros términos, así 
        como en pleno apogeo de la confrontación nuclear se entendió 
        que el resultado de las relaciones Este-Oeste dependería de la 
        forma en que se resolviera la competencia por la superioridad en materia 
        de tecnología nuclear, en el período de confrontación 
        industrial y tecnológica, el lugar que finalmente ocupen los países 
        en desarrollo en el concierto de naciones dependerá en gran medida 
        en la forma que resuelvan el desafío -positivo y negativo- que 
        les plantean la creciente participación de corporaciones internacionales 
        en su propia actividad económica y política [2]. I. LA LLAMADA RELACIÓN NORTE-SUR Y EL INCREMENTO DEL PODER 
        DE NEGOCIACIÓN INTERNACIONAL DE LOS PAÍSES "SUR" ¿A qué nos referimos cuando afirmamos que el mundo está 
        dividido en dos segmentos, denominado uno Norte y el otro Sur? Hablar 
        de Norte y Sur, si bien presenta ciertas connotaciones geográficas, 
        en el fondo suele ser una forma de referirse a la distinción entre 
        países ricos y pobres, industrializados y en vías de industrialización, 
        desarrollados y subdesarrollados, centrales y periféricos, etc. 
        Aun reconociendo zonas grises o intermedias entre las dos categorías, 
        esta dicotomía se relaciona con la existencia de países 
        que han alcanzado un grado tal de desarrollo económico que les 
        permite ofrecer a sus habitantes un nivel de bienestar elevado y generalizado; 
        y con la presencia de otros cuyas economías carecen de la potencialidad 
        necesaria para alcanzar dichos niveles de bienestar o al menos con tal 
        extensión. La dicotomía se plantea entonces eh términos 
        de bienestar y se mide, entre otros indicadores, por el producto per capita. Si bien siempre han existido países más desarrollados que 
        otros, es apenas a partir de la década del cincuenta que comienza 
        a tomarse conciencia de este tipo de bisegmentación del sistema 
        internacional [3]. Un factor decisivo para ello ha sido la masticación 
        producida por el fenómeno de la descolonización y su repercusión 
        en el plano institucional. En especial, es la descolonización la 
        que crea en las ex metrópolis la necesidad de contribuir a solucionar 
        problemas económicos que se plantean en las naciones emergentes. 
        Necesidad alimentada por el interés de mantener una presencia económica 
        por las exigencias de la guerra fría (temor a qué las ex 
        colonias entraran en la órbita del Este), y también por 
        problemas de conciencia [4]. Simultáneamente, en el plano institucional 
        la acción de las Naciones Unidas fue decisiva para esta toma de 
        conciencia tanto por el lado de los países del segmento Norte como 
        por el de los países del segmento Sur. La institucionalización 
        más marcada de la dicotomía fue la creación de la 
        UNCTAD en 1964. A partir de entonces la UNCTAD fue el foro formal de una 
        relación que tuvo mucho más de confrontación que 
        de diálogo. "No alineados", "Tercer mundo", "77", han 
        sido desde entonces fórmulas de identificación entre los 
        países del segmento Sur, que pronto fueron comprendiendo que su 
        problema no era sólo el de un desarrollo menor medido en términos 
        de bienestar, sino sobre todo el de una marginación internacional 
        medida en términos de poder. Esta hueva toma de conciencia se ha 
        ido dando en forma lenta como resultado, de un proceso acumulativo en 
        el que han jugado múltiples factores. Así en forma gradual 
        la dicotomía Norte-Sur ha ido adquiriendo la forma de la dicotomía 
        clásica en relaciones entre grandes potencias y pequeñas 
        potencias, pero en la que el criterio de distinción no sería 
        ya tanto la dimensión geográfica o de población, 
        sino la capacidad de movilizar los recursos de poder apropiados .para 
        influir en las decisiones vitales del sistema internacional actual. Esto ha resultado más claro para aquellos países que comprenden 
        que su problema no es exclusivamente el de alcanzar mayores niveles de 
        bienestar sino el de alcanzar los niveles de poder necesarios a fin de 
        determinar qué tipo de bienestar desean.[5] Es aquí donde 
        se plantea en forma aguda el problema de la dependencia. Dependencia entendida 
        en el sentido de vinculaciones asimétricas de un país con 
        su contexto internacional global y regional, que limitan mayor o menor 
        grado su capacidad o voluntad para controlar los efectos internos de factores 
        externos y su capacidad o voluntad para ejercer influencia real sobre 
        su contexto externo. Son países que como Brasil, Argentina, México, 
        Venezuela, Colombia, Perú, Chile, para tomar sólo los principales 
        del caso de América Latina, tienen la potencialidad necesaria para 
        aspirar a un grado de participación internacional real superior 
        a la actual [6]. Participación internacional real en el sentido 
        de capacidad para influir en las decisiones que afectan decisivamente 
        la estructura y el funcionamiento del sistema internacional, y en particular, 
        del sistema económico internacional (por ejemplo el Caso de las 
        negociaciones monetarias o comerciales). Su problema consiste entonces 
        en adoptar en el plano interno y en el externo las políticas necesarias 
        para movilizar o acrecentar sus recursos de poder y utilizarlos en función 
        de un incremento pronunciado de su capacidad de negociación a efectos 
        de adquirir el grado de autonomía necesario para determinar qué 
        tipo de bienestar desean alcanzar. Se pueden observar tres percepciones vinculadas con los cambios que se 
        están operando en el sistema internacional, que parecen haber jugado 
        en la captación del verdadero sentido de la dicotonomía 
        Norte-Sur. Ellas son: a) la de un aumento del grado de permisibilidad 
        ofrecido por el sistema internacional como consecuencia del paso de una 
        era de confrontación nuclear a una de confrontación industrial 
        y tecnológica; b) la de una tendencia a la congelación en 
        la distribución del poder mundial como consecuencia de mecanismos 
        de autodefensa de las grandes potencias vinculados a la necesidad de mantener 
        la confrontación nuclear en estado latente; y c) la de la emergencia 
        de un nuevo nivel de relaciones internacionales -las transnacionales- 
        en el que operan actores no estatales con un poder muchas veces superior 
        al de muchos estados [7]. La primera percepción se refiere al margen de maniobra existente 
        en la actualidad para el desarrollo de estrategias, de maximización 
        de poder en el campo internacional. En, la era dé la confrontación 
        nuclear que sigue a la segunda guerra mundial, el sistema internacional 
        tenía características de bipolaridad y heterogeneidad ideológica 
        en el subsistema de grandes potencias. Todos los demás países, 
        con excepción de ciertas zonas grises, estaban alineados en uno 
        u otro bloque. Dentro de cada bloque se estratificaban de acuerdo con 
        su importancia relativa desde un punto de vista estratégico nuclear. 
        Todo desafío a la adscripción a uno de los bloques era severamente 
        sancionado (Hungría, Cuba). Aun los intentos más suaves 
        de diversificar las relaciones hacia países del otro bloque eran 
        repudiados por la respectiva potencia hegemónica (por ejemplo, 
        los casos de Quadros y Goulart en Brasil, y de Frondizi en la Argentina). 
        La rigidez de este planteo comienza a debilitarse como consecuencia de 
        la primera dispersión, del arma nuclear (en particular los casos 
        de la Francia de De Gaulle y de la China de Mao) y de la auto esterilización 
        de la misma (peligro de destrucción total de los contendientes 
        en caso de guerra). La confrontación, nuclear se mantiene en estado 
        latente, pero a partir de los sesenta es visible el surgimiento de una 
        nueva era en la que la confrontación se plantea en términos 
        industriales y tecnológicos. En esta nueva era el subsistema de potencias centrales se caracteriza 
        por su multipolarismo y, por la atenuación del conflicto ideológico. 
        Es la era de la política de Kissinger, del viaje de Nixon a Pekín, 
        del entendimiento creciente entre la URSS y Estados Unidos, y del enfrentamiento 
        abierto de las grandes potencias a través de sus corporaciones. 
        Visto desde las potencias centrales, el resto del mundo deja de ser un 
        campo en el cual deben buscar aliados en función de un conflicto 
        nuclear, y en el cual deben impedir a toda costa que, el rival penetre, 
        y comienza a ser un campo en el cual es posible obtener mercados y abastecimiento 
        de materias primas cada vez más escasas. Las reglas del juego y 
        los criterios para definir amigos y enemigos cambian en el mundo de las 
        grandes potencias, primero porque se pasa del terreno militar al económico, 
        y segundo, porque en lugar de ser dos los actores centrales, comienzan 
        a ser varios. Y para quienes tienen mercados y materias primas que ofrecer, 
        comienza a ser posible explotar las ventajas derivadas de la confrontación 
        entre las potencias más industrializadas, y a ser posible la diversificación 
        de las fuentes de abastecimiento de los recursos externos necesarios para 
        su propio desarrollo. Los países "pobres" en términos de bienestar, 
        descubren entonces que pueden ser "ricos" en términos 
        de poder. Por cierto no en poder global, pero sí en términos 
        de poder en campos específicos [8]. Pueden ser "ricos" 
        aquellos que tienen mercados de amplia dimensión (aunque éstos 
        sean potenciales) o los que los pueden obtener a través de un proceso 
        de integración. Por ejemplo, el caso de Brasil o el de los países 
        del Grupo Andino. O pueden ser ricos los que poseen materias primas escasas. 
        Es el caso de los países productores de petróleo, de cobre, 
        de proteínas, etc. Y es en esos campos específicos donde, 
        los países del segmento Sur pueden basar sus estrategias -conjuntas 
        o individuales- [9] para adquirir mayor poder global a fin de traducirlo 
        en/una participación acrecentada en la adopción de decisiones 
        vitales para la estructura y funcionamiento del sistema internacional. 
        Una estrategia que persiga esa finalidad exigirá compensar las 
        desventajas globales evidentes de los países del Sur, con las ventajas 
        particulares que tienen en campos vinculados con la vulnerabilidad del 
        aparato productivo de las grandes potencias. La segunda percepción se refiere a un peligro externo. Por ende 
        tiene el carácter de un desafío. Desafío relacionado 
        con la supervivencia de los países del sur como actores significativos 
        y aún independientes del sistema internacional. El desafío se presenta en lo que podríamos Mamar la ''perspectiva 
        Kissinger" de la organización del sistema internacional. Se 
        manifiesta en una marcada tendencia al congelamiento de la distribución 
        del poder mundial. [9 bis] No es contradictoria esta tendencia con la 
        de la multipolaridad. Por el contrario, es completamente funcional a la 
        misma, si se recuerda que el conflicto nuclear ha sido controlado gracias 
        a que en ése plano existe una situación, de bipolarismo. 
        Sólo los Estados Unidos y la URSS están en condiciones de 
        afrontar una guerra total. Pero si se pasara de una situación de 
        multipolarismo económico a una de multipolarismo nuclear, se plantearía 
        entonces un problema serio de seguridad internacional. Resulta así 
        fundamental evitar que las reglas del juego de la confrontación 
        industrial y tecnológica se extiendan a la confrontación 
        nuclear, pues en este caso ésta dejaría su estado latente 
        y pasaría nuevamente al primer plano. Por ello, en la perspectiva 
        de las potencias nucleares, el mantenimiento de un orden internacional 
        pacífico parece estar vinculado a la no dispersión del arma 
        nuclear y a un entendimiento estrecho entre las potencias que ya lo han 
        adquirido. Un mundo en que el orden y la paz sean asegurados por un directorio 
        de grandes potencias es funcional a su interés nacional. Pero también 
        podría ser más racional desde el punto de vista de la asignación 
        de recursos cada vez más escasos, y de la utilización de 
        las ventajas derivadas del progreso tecnológico. Es que un relativo 
        congelamiento de la actual estratificación internacional, a través 
        de la interrupción de la dispersión del poder nuclear, exigiría 
        asimismo la no dispersión del poder tecnológico. Al menos 
        de la capacidad de generar tecnología de avanzada. ¿No es 
        entonces funcional a esta necesidad de división de trabajo tecnológico 
        que se puede alcanzar a través de las corporaciones internacionales? 
        [10]. Situado en la "perspectiva Kissinger" del sistema internacional, 
        nuestra actitud quizá debería ser similar y nuestra respuesta 
        a la última pregunta quizá sería afirmativa. En toda 
        estructura oligárquica el problema no se plantea para quien detenta 
        el poder sino para quien queda marginado. Y muchas veces el cuestionamiento 
        de la estructura se efectúa aun cuando con la misma se obtenga 
        más bienestar. No negamos que la cristalización de la actual 
        distribución del poder mundial y que una división del trabajo 
        tecnológico pueda redundar en un mayor bienestar material para 
        la humanidad. Pero nuevamente recordamos que el hombre y los pueblos no 
        han actuado históricamente sólo motivados por la búsqueda 
        del bienestar material, y que aun si así fuera, quedaría 
        planteada la pregunta de qué tipo de bienestar material desean. 
        Existen signos más que evidentes que al menos en el caso de los 
        pueblos latinos lo que se valora no es el tipo de bienestar que han alcanzado 
        los países altamente industrializados, ni que tampoco se desea 
        pagar el costo individual y social que ha significado alcanzar dicho bienestar 
        (recordemos solamente las dos grandes guerras, o el costo del modelo soviético). 
        Pero no sólo creemos que lo que hemos denominado la "perspectiva 
        Kissinger" del sistema internacional -el nuevo concierto de naciones- 
        no será aceptado en la práctica por los países del 
        llamado Sur, sino que también creemos que tal cristalización 
        de la distribución del poder mundial sería contraria a la 
        historia, en la que no se conocen experiencias exitosas a largo plazo 
        en la materia ni en el plano interno ni en el internacional. La tercera percepción está estrechamente vinculada con 
        las dos anteriores. Es la de la emergencia en las relaciones transnacionales 
        a través de la acción de actores no gubernamentales. Es 
        Aron quien introduce en la teoría de las relaciones internacionales 
        la idea de "sociedad transnacional" para referirse a una dimensión 
        de relaciones complementaria o paralela a las interestatales. No puede 
        negarse que siempre han existido interacciones a nivel social junto con 
        las intergubernamentales. El turismo, las empresas que actúan a 
        escala multinacional, las iglesias más o menos internacionales, 
        los grupos políticos o sindicales que forman parte de movimientos 
        que traspasan las fronteras, los diarios y libros que circulan por múltiples 
        países informando e influyendo, son fenómenos ampliamente 
        conocidos desde hace mucho en la vida internacional; Las innovaciones 
        revolucionarias en los medios de transporte y comunicaciones, la prosperidad 
        existente en numerosos países, la ausencia relativa de guerras 
        o su traspaso a la "periferia", han introducido sin duda un 
        cambio cuantitativo en las relaciones transnacionales. Pero, sin embargo, 
        donde entendemos que se ha producido un cambio realmente significativo 
        es en la incidencia que ese tipo de relaciones y ese tipo de actores no 
        gubernamentales están adquiriendo en las relaciones propiamente 
        interestatales. Puede afirmarse que en particular los actores centrales del proceso de 
        transferencia internacional de recursos (productos, capitales y tecnología), 
        que cada vez más revístenla forma de grandes corporaciones 
        internacionales de producción y de servicios, se han transformado 
        en agentes significativos de vinculación entre las distintas unidades 
        del sistema internacional global Por el volumen y calidad de los recursos, 
        de poder que movilizan y controlan, están adquiriendo una capacidad 
        tal para influir en los acontecimientos internos e internacionales; que 
        torna relativamente difícil comprender la política internacional 
        si se prescinde de su existencia y se continúa con el, mito del 
        monopolio exclusivo de dicha política por parte de los agentes 
        gubernamentales (el diplomático y el soldado en el lenguaje de 
        Aran). Los problemas recientes de la ITT en el campo de la política 
        interna de Estados Unidos y en las relaciones de este país con 
        Chile son sólo los ejemplos más publicitados, de lo que 
        se afirma. Intentemos, por ejemplo, profundizar el análisis del 
        debate interestatal acerca de la reestructuración del sistema monetario 
        internacional y de la "crisis" del dólar, o acerca del 
        reordenamiento del comercio mundial, o del tratamiento a las exportaciones 
        de productos manufacturados de los países en desarrollo, o de la 
        forma y las condiciones en que se transfiere tecnología a estos 
        mismos países, y todo ello sin considerar la confrontación 
        entre las grandes corporaciones de Japón, Estados Unidos y Europa, 
        y observaremos que sólo nos hemos detenido en las exteriorizaciones 
        superficiales de conflictos que nos resultarán así incomprensibles. No se trata de sostener que la totalidad de las relaciones interestatales 
        contemporáneas se puedan comprender en función de la confrontación 
        de poderosos actores no gubernamentales. Sólo se quiere recordar 
        la emergencia de un nuevo tipo de política internacional en el 
        que interactúan estrechamente actores gubernamentales y no gubernamentales, 
        y en el que a veces la evolución de acontecimientos significativos 
        está muy marcada por el comportamiento de estos últimos, 
        que llega a escapar al control de los primeros [11]. En la política "transnacional", los actores nacionales 
        (gobiernos o empresas) orientan sus acciones hacia actores nacionales 
        de otra unidad política del sistema internacional, a efectos de 
        obtener de éstos un comportamiento favorable a sus objetivos y, 
        en ciertos casos, asumiendo el carácter de actor "interno" 
        de un determinado sistema político nacional y participando desde 
        adentro, de una manera directa o indirecta, en el ejercicio de la autoridad 
        política. Se trataría, en este caso de lo que Rosenau [12] 
        llama vinculación por penetración entre dos sistemas políticos 
        nacionales, y este tipo de vinculación se ilustra con el ejemplo 
        de las filiales de las corporaciones internacionales o con el de los partidos 
        políticos o sindicatos internacionales. La vinculación por 
        penetración se basa en la existencia de actores internos de un 
        sistema político nacional con lealtades duales, una de ellas orientada 
        a un centro de decisión externo que no es necesariamente estatal, 
        pero que a su vez puede estar estrechamente relacionado a un Estado. Imaginemos 
        las filiales en cualquier país de la ITT, la IBM o la General Motors, 
        o la versión nacional del Partido Comunista [13]. La importancia de las relaciones "transnacionales" y la existencia 
        de un ámbito de "política transnacional", es un 
        desafío no sólo a la teoría de las relaciones internacionales 
        limitada por lo general a las relaciones "intergubernamentales", 
        sino a la idea misma de lo que es la política exterior de un Estado. 
        Parece poco realista seguir creyendo que los actos de política 
        externa del Estado son sólo los que se elaboran y canalizan a través 
        del órgano tradicional en la materia, es decir, el Ministerio de 
        Relaciones Exteriores. Junto con los actos de lo que puede llamarse el 
        área diplomática, la política externa de un Estado 
        se manifiesta a través de una gama variada de actos externos correspondientes 
        a otros 'órganos del Estado (por ejemplo, el Banco Central) incluyendo 
        las corporaciones públicas (por ejemplo, caso del ENI en Italia) 
        y a través de actos internos con un efecto decisivo en la configuración 
        del modelo de vinculación externa del país. Son los actos 
        internos ligados a fenómenos económicos o políticos 
        originados o: relacionados con el contexto externo de un país. 
        Quizá en la perspectiva de un país dependiente del aporte 
        de recursos externos para el funcionamiento y desarrollo de su sistema 
        económico, un acto interno de política externa que es definitorio 
        de una concepción de inserción al sistema internacional 
        es el que se relaciona con las condiciones en que dichos recursos deben 
        ingresar al país y en que las empresas que los utilizan deben operar: 
        nos referimos a la regulación de la inversión extranjera, 
        incluyendo las modalidades de la transferencia de tecnología y 
        las consecuencias internas derivadas del hecho que una empresa sea controlada 
        por centros de decisión externos (por ejemplo, acceso al crédito, 
        o autorización para operar en ciertos sectores de la actividad 
        económica, como puede ser el bancario). Volveremos luego sobre 
        este tema. Retomemos ahora la pregunta inicial, y tratemos de precisar el alcance 
        actual de la dicotomía Norte-Sur. No se trata entonces sólo 
        de mayor o menor riqueza, de mayor o menor bienestar, de más o 
        menos desarrollo industrial. Poseer industrias con lo que ello significa 
        desde el punto de vista de la estructura económica y social y alcanzar 
        determinados niveles de bienestar son condiciones necesarias pero no suficientes 
        para acceder al segmentó Norte del sistema internacional. La diferenciación 
        más profunda, sin embargo, tiende a residir en el hecho de que 
        un país posea un grado elevado de capacidad propia de generación 
        de tecnología que le permita desempeñar un rol particular 
        en la transferencia internacional de recursos, y por ende, pertenecer 
        al círculo de potencias centrales de un sistema internacional dominado 
        por la confrontación industrial y tecnológica. Si la industrialización 
        basada en la importación tecnológica permitirá por 
        cierto acceder al bienestar, sólo la industrialización sustentada 
        en la madurez tecnológica de una sociedad, permitirá adquirir 
        la capacidad para influir en forma real en las decisiones internacionales 
        más vitales. En esta perspectiva la bisegmentación es ante 
        todo un problema de participación política real en el sistema 
        internacional. No hay duda que la estratificación o distribución desigual 
        de poder ha sido la esencia de todo sistema internacional. Pero siempre 
        se ha basado en una diferencia cuantitativa de capacidades actuales o 
        potenciales. Lo que variaba de país a país era el volumen 
        de la "oferta" de poder, entendida como reserva de "capacidades" 
        y como posibilidad y voluntad de movilización de las mismas. Se 
        sabe que en la actualidad dicha estratificación es cualitativa 
        además de cuantitativa. No es sólo cuestión de tener 
        más poder. Se trata de tener más poder basado en una marcada 
        superioridad en el plano científico y. tecnológico. No sólo 
        en materia nuclear. En los sectores de producción que hoy se consideran 
        básicos para el desarrollo de un sistema económico nacional 
        un grupo de países -los del segmento "norte"- posee en 
        forma casi exclusiva los conocimientos tecnológicos necesarios 
        para saber cómo producir la infraestructura científica para 
        continuar el proceso de innovación tecnológica, y el control 
        sobre los canales y las condiciones en que dicha tecnología -y 
        los productos ligados al uso de la misma- se trasmite a los países 
        del llamado segmento "Sur". Es evidente que ello no impide en 
        estos últimos países el desarrollo industrial ni que entren 
        a competir en el mercado mundial con la exportación dé manufacturas. 
        Sólo que para lograr dicho desarrollo industrial y para llegar 
        a desempeñar un rol significativo en el comercio de manufacturas 
        estos países dependen en gran medida del aporte de conocimiento 
        tecnológico por parte de los países industrializados. Y 
        esta dependencia puede llegar a condicionar el tipo de desarrollo industrial 
        al que pueden aspirar y obligar de hecho a aceptarlo aun cuando el mismo 
        no sea funcional a la combinación de recursos que poseen o a los 
        valores predominantes' en sus sociedades, y puede llegar a condicionar 
        el modelo de vinculación externa del país. Organski distingue un período anterior a 1750, en el cual ningún 
        país era industrializado; el período en el que vivimos en 
        el cual existen países industrializados, en proceso de industrialización 
        y en una etapa preindustrial y un período previsible en el cual 
        todos los países serán industrializados [14]. Sin embargo 
        aun cuando se llegue a este, período existen motivos para temer 
        una especie de cristalización de la actual bisegmentación 
        como consecuencia de una división de trabajo en el proceso de generación 
        de tecnología y en el tipo de producción industrial que 
        se encare en cada grupo de países. Es ese temor el que conduce 
        a algunos países a cuestionar sistemáticamente todo intento 
        de consolidación del actual esquema de distribución de poder 
        en el mundo, y les impulsa a intentar maximizar las posibilidades de participar 
        en las decisiones más vitales como son, por ejemplo, las que se 
        refieren al ordenamiento del sistema monetario o del sistema comercial 
        internacional, evitando además por todos los medios posibles que 
        se les impongan pautas de comportamiento que puedan ser de alguna forma 
        funcionales a objetivos de "congelación" de la estructura 
        de poder como, por ejemplo, entienden que ocurre en relación con 
        ¡as políticas de control de nacimientos o de protección 
        del medio ambiente. Pero seamos realistas, los países que perciben, desean y pueden 
        cuestionar las tendencias a la cristalización de la bisegmentación 
        del sistema internacional, no lo hacen necesariamente por considerar que 
        en sí tal bisegmentación es "buena" o "mala". 
        Lo hacen a fin de evitar situarse definitivamente en el segmento sur. 
        No comprenderlo así puede conducir a errores de apreciación 
        al analizar el comportamiento del conjunto de países en desarrollo 
        en mecanismos tales como la UNCTAD. El segmento sur no es homogéneo 
        y los intereses comunes a la totalidad de países que lo componen 
        son escasos. Todos invocan la justicia internacional: algunos porque creen 
        en ella, por convicción o por no desesperar; otros, pues invocarla 
        les resulta útil en su política orientada a adquirir un 
        lugar en el segmento norte. Las grandes potencias conocen esto y por ello no les preocupa en lo inmediato 
        lo que puede ocurrir en la UNCTAD. Nueva Delhi y Santiago de Chile confirman 
        los límites que existen para el entendimiento entre los países 
        en desarrollo. Algunos llegan más lejos y sostienen que en general 
        los países en desarrollo son prescindibles para las grandes potencias. 
        Es decir, que en la era de la-confrontación industrial y tecnológica, 
        por la existencia de mercados inmensos aún no suficientemente explotados 
        en países del segmento norte y por el descubrimiento reciente de 
        cuantiosos recursos naturales en los mismos o en países "seguros" 
        (Australia, por ejemplo), los países industrializados pueden llegar 
        a prescindir y marginar definitivamente a aquellos países en desarrollo, 
        que no se adapten a sus condiciones y exigencias. Otros en cambio consideran 
        que la dinámica misma de la competencia oligopolística entre 
        las grandes empresas de los países industrializados les obliga 
        a buscar y valorar todo mercado, posible, o en el que pueda eventualmente 
        penetrar el competidor. El comportamiento de las grandes corporaciones 
        en los años recientes parece dar razón a quienes están 
        en esta última posición, y permite prever que en los próximos 
        años la competencia entre las grandes potencias por la conquista 
        de mercados mundiales se ha de intensificar. ¿Afirmar que la bisegmentación es la característica 
        central del sistema internacional en la perspectiva de países como 
        los latinoamericanos, significa desconocer la importancia de la estructura 
        bipolar o multipolar de dicho sistema? Todo lo contrario. Lo que ocurre 
        es que el bipolarismo o multipolarismo del sistema internacional es una 
        característica central producida por la forma en que se distribuye 
        el poder en la cúspide, es decir, en el segmento norte. La idea 
        de bisegmentación precisamente es útil para comprender el 
        verdadero significado del bipolarismo o multipolarismo del sistema internacional 
        para los países que no están en dicha cúspide ó 
        próximos a ella. Para un país perteneciente al llamado segmento "sur", 
        el hecho que el poder entre las grandes potencias se distribuya originando 
        una estructura bipolar o una multipolar (con o sin bipolaridad latente), 
        delimita el margen de maniobra del que puede disponer a efectos de desarrollar 
        con éxito una política orientada a impedir la cristalización 
        de la bisegmentación internacional y a acceder a posiciones de 
        poder superiores en el sistema internacional. Completando lo sostenido más arriba, podemos ahora proponer para 
        su discusión, que en un sistema internacional con las características 
        mencionadas los países en desarrollo, y en especial los que tienen 
        reservas significativas de poder, pueden perseguir en condiciones aceptables 
        de viabilidad objetivos de maximización de bienestar y de poder, 
        obteniendo de! exterior recursos financieros, tecnológicos y empresariales 
        de valor para su desarrollo industrial. Para ello deberán aprovechar 
        las consecuencias de la confrontación industrial y tecnológica 
        entre los países poseedores de dichos recursos a fin de optimizar 
        su posición negociadora en la adquisición de los mismos 
        de manera tal que la utilización de recursos externos no intensifique 
        la vinculación por penetración. A su vez, entendemos que 
        pueden impedir la tendencia a la cristalización de la bisegmentación 
        en su estado actual, en la medida que la utilización de recursos 
        externos no inhiba el desarrollo de una capacidad tecnológica propia 
        que les permita desempeñar en el sistema de transferencia internacional 
        de recursos un rol similar al de las actuales grandes potencias. El hecho de que los recursos productivos que valoran nuestros países 
        están en poder de grupos económicos o empresas de distintos 
        países que compiten entre sí; el hecho de que quienes poseen 
        dichos recursos valoran los mercados que poseen nuestros países 
        en función de esa competencia oligopolística y de su supervivencia 
        como grandes empresas; el hecho de que se ha atenuado la rigidez de la 
        confrontación nuclear e ideológica; el hecho de que al menos 
        algunos países en desarrollo han tomado conciencia de lo señalado 
        y que están dispuestos a extraer consecuencias, son en nuestra 
        opinión datos significativos que no pueden escapar al analista 
        de la vida internacional contemporánea y mucho menos a quien debe 
        elaborar decisiones. Hasta aquí el análisis sobre las características 
        actúales de las relaciones Norte-Sur y sobre el incremento de la 
        capacidad de negociación de los países del segmento Sur. 
        El mismo es provisorio, apunta a provocar debate, y está basado 
        en la percepción de tendencias. Si nos detuvimos aquí fue 
        por dos razones. En primer lugar porque entendemos que sólo en esta perspectiva 
        es posible comprender el porqué del comportamiento de los países 
        del segmento Sur frente a las corporaciones internacionales. Y. diría 
        aún que sólo así es posible comprender el comportamiento 
        actual de los citados países frente a las graneles potencias. En segundo lugar, porque creemos que en los documentos "Agenda for 
        Action" y "Reassessing nort-south economic relations" (en 
        especial, este último), [14 bis] se presentan insuficiencias en 
        el esfuerzo por comprender la naturaleza de la relación que preocupa 
        a sus autores. Ello es natural, pues la perspectiva es la de los países 
        del segmento Norte. Por, un lado se insinúa un enfoque idealista. 
        El mismo debe ser bienvenido y apreciado. Pero no coincide probablemente 
        con lo que luego son las motivaciones de las actitudes y del comportamiento 
        de los países grandes, y en particular de sus grupos económicos 
        frente a los otros. Por el otro (por ejemplo p. 11 de la "Agenda") 
        se dan legítimos argumentos basados en el interés nacional, 
        en este caso de los Estados Unidos, que confirman la percepción 
        de la tendencia al congelamiento del poder mundial a que habíamos 
        hecho referencia. En última instancia, se insiste en la creencia de que el problema 
        "sur" es un problema de países "pobres": Sin 
        duda, ello es cierto para los casos más dramáticos de atraso 
        social y económico y de subdimensionamiento como unidades del sistema 
        internacional. Pero sería un error serio asimilar a esta situación 
        a los quince o veinte países del segmento sur, que agrupan a la 
        mayoría de su población, y que si bien presentan insuficiencias 
        estructurales marcadas y bolsones de atraso innegables, poseen recursos 
        de poder suficientes como para que su relación con los países 
        del segmento Norte no se siga considerando en términos de ayuda. Lo que sí resulta claro es que sólo la acción concreta 
        de los países del llamado segmento sur que así lo han comprendido 
        podrá a través del tiempo cambiar los términos de 
        la relación actual. Uno de los campos en que dicha acción 
        se podrá manifestar, o se está manifestando, es precisamente 
        el tratamiento de las corporaciones internacionales. II. ALGUNOS ASPECTOS DEL FENÓMENO DE LAS EMPRESAS MULTINACIONALES 
        EN. LA PERSPECTIVA. DE PAÍSES DEL SEGMENTO "SUR" Existe ya una acumulación dé conocimiento empírico 
        sobre el fenómeno de las corporaciones internacionales y su significación 
        en el funcionamiento de la economía internacional, así como 
        sobre sus efectos en los países sede y huéspedes. También 
        se ha avanzado mucho en el análisis de estas empresas como actores 
        significativos del sistema internacional. Sería superfluo insistir 
        aquí en .lo ya conocido, así como comenzar por las ya clásicas 
        precisiones conceptuales [15]. También existe un cierto acuerdo sobre el hecho de que este tipo 
        de corporaciones pueden ser fuerzas dinámicas de importancia en 
        función del crecimiento de la economía internacional. Donde 
        quizá comienzan las disidencias es en precisar quiénes son 
        los principales beneficiados por la existencia y acción de este 
        tipo de empresas [16]. ¿Los países "exportadores" 
        de empresas multinacionales? ¿Los receptores? ¿La humanidad 
        en su conjunto? ¿Sólo un segmento de ella? Siguiendo la línea de argumentación que esbozáramos 
        en el apartado anterior, quisiéramos ensayar ciertas reflexiones 
        sobre el significado de la presencia de estas corporaciones internacionales 
        en los países del llamado segmento "sur". Pondremos el 
        acento no tanto en los efectos de estas corporaciones en términos 
        de "bienestar" sino en sus efectos en términos de "poder", 
        ya que es aquí donde creemos que reside el problema principal. 
        Daría la impresión, en efecto, que la fuerza que alimenta 
        lo que se ha denominado reacción "nacionalista" de muchos 
        países huéspedes con respecto a la presencia de las corporaciones 
        internacionales [17] no se basa sólo en el temor de que a través 
        de las mismas no se obtenga progreso material. Por el contrario, si bien 
        existen algunas dudas sobre los beneficios estrictamente económicos 
        derivados de la presencia masiva de filiales de empresas extranjeras en 
        determinado país, [18] el temor principal es de naturaleza política. 
        Se relaciona, cómo sostuvimos antes, con la percepción de 
        una tendencia aguda a acentuar el modelo de vinculación por penetración 
        con respecto a sistemas políticos de grandes potencias de sistemas 
        políticos que aún no se han consolidado [19]. También 
        se relaciona con la percepción de una división del trabajo 
        tecnológico que cristalizaría la actual bisegmentación 
        internacional, marginando a muchos países de las decisiones centrales 
        que afectan la estructura y funcionamiento del sistema internacional. 
        "Por ello se vincula a la corporación internacional con el 
        tema de la dependencia y de la participación internacional. Son muchos los aspectos que pueden seleccionarse para evaluar lo positivo 
        o negativo de la presencia de empresas internacionales en un determinado 
        país. Los criterios de selección variarán según 
        se trate de efectuar la evaluación desde una óptica predominantemente 
        económica (bienestar) o predominantemente política (poder) 
        [20]. Al examinar lo, mucho que sé ha escrito y dicho en los países 
        en desarrollo [21] sobre las corporaciones internacionales podríamos 
        sostener que en una óptica de poder los siguientes son algunos 
        de los aspectos que más preocupan: 
         El hecho de que las filiales de corporaciones extranjeras tengan 
          una gravitación importante en el sector extractivo o industrial, 
          y en algunos servicios (bancarios y de transporte internacional), sin 
          que existan suficientes mecanismos de contrapeso. [22]
 
El hecho de que las corporaciones internacionales tengan una gravitación 
          pronunciada como agentes de vinculación externa, a través 
          de su participación en el comercio y en la transferencia de recursos 
          productivos [23]. 
 
 El hecho de que esa gravitación como agentes de vinculación 
          externa las transforme en canales decisivos de transferencia de valores 
          y de pautas de consumo que pueden afectar el estilo de vida nacional.
 El hecho de que la incorporación de tecnología por parte 
          de las corporaciones internacionales, no sólo no siempre es funcional 
          a los requerimientos de la economía local, sino que también 
          puede ser un obstáculo al desarrollo de una capacidad tecnológica 
          propia.
 
 
 El hecho de que al actuar las corporaciones internacionales en los 
          sectores de mayor rentabilidad obstaculizan el desarrollo de una clase 
          empresarial nacional, o peor aún, contribuyen a su desplazamiento 
          (caso de la compra de empresas) [24]. Como se puede observar, algunos de los motivos de preocupación 
        en una perspectiva política no necesariamente lo serían 
        en una perspectiva económica. Esto explica ciertas disidencias 
        de apreciación sobre el fenómeno de las corporaciones internacionales 
        que se observan según que quien opine se incline por una óptica 
        u otra. Lo importante es que el personal político de un determinado 
        país se mostrará siempre más inclinado a ver el problema 
        desde; un punto de vista de poder interno o externo. Si tomamos el caso de los países de América Latina que 
        han innovado en forma significativa sus políticas de inversión 
        extranjera y de transferencia de tecnología en los últimos 
        años, veremos que lo han hecho como consecuencia del predominio 
        de una óptica política basada en una interpretación 
        de largo plazo de interés nacional [25]. Es importante destacar que en todo caso se ha partido de la premisa de 
        que las respectivas economías requieren el aporte de recursos externos. 
        Es la idea de las brechas que tiene el sistema económico interno 
        y que deben ser cubiertas mediante la importación de recursos externos. 
        El consiguiente rechazo de un modelo de desarrollo totalmente cerrado, 
        conduce a una apreciación positiva del papel que pueden desempeñar 
        en la economía nacional las corporaciones internacionales en la 
        medida que ellas se ajusten a condiciones preestablecidas. También se puede observar una tendencia generalizada en los círculos 
        más responsables a consideran que en sí misma la corporación 
        internacional como agente de transferencia de recursos escasos, no es 
        ni buena ni mala [26]. De ahí que el problema esencial consiste 
        entonces en obtener una relación con dichas corporaciones que esté 
        de acuerdo con los objetivos nacionales [27]. De alguna forma esta percepción, del fenómeno corporación 
        internacional, reenvía el problema al plano nacional. Y el mismo 
        consiste en cómo logran un determinado .comportamiento de los agentes 
        económicos de origen externo, que sea funcional al modelo de desarrollo 
        de cada país concreto. Para ello, es obvio que cada país 
        debe conocer primero cuáles son sus objetivos nacionales, y qué 
        es lo que valora como modelo de desarrollo. Solo así es posible 
        definir el interés nacional, y sólo así es posible 
        desarrollar una estrategia frente a las corporaciones internacionales 
        para que en su acción en el país se adapten a lo que el 
        país cree necesitar. Este tipo de razonamiento nos lleva a, sugerir los siguientes puntos 
        como relevantes en la estrategia nacional de un país frente a las 
        corporaciones internacionales: 
         Inserción de dicha estrategia en una de desarrollo global 
          de la economía nacional y de vinculación externa- [28] En función de lo anterior, determinación de los recursos 
          externos necesarios, y de los sectores o actividades para los que se 
          los requiere. [29]Determinación de las modalidades de inserción de los 
          recursos externos necesarios, según sea el sector o actividad 
          a que están destinados. [30] Selección y aplicación de los instrumentos que permitan, 
          de acuerdo con las opciones efectuadas en los puntos anteriores, obtener 
          los recursos externos requeridos en las mejores condiciones posibles. Determinación de la oferta internacional de recursos necesarios 
          a fin de diversificar las fuentes de abastecimiento y aumentar el poder 
          de negociación en el caso de existencia de múltiples proveedores. 
          [31] Organización, de una estructura administrativa capaz de aplicar 
          la estrategia elegida y de controlar sus resultados. En cada uno de los puntos anteriores la gama de posibilidades es inmensa. 
        Muchas de ellas sé encuentran fácilmente en la experiencia 
        internacional, rica en todo tipo de instrumentos jurídicos y administrativos 
        funcionales a una estrategia de control de la incorporación de 
        recursos externos. Sin embargo, una vez adquirida la conciencia de la necesidad de; este 
        tipo, de estrategia, deben considerarse dos aspectos relevantes: 
         Que una estrategia que responda a la acción de las corporaciones 
          internacionales será tanto más exitosa cuanto mayor sea 
          el atractivo que la economía nacional ofrezca -por distintos 
          motivos- al inversor extranjero. Y es indudable que ello plantea un 
          problema de dimensión mínima del mercado interno, o en 
          caso contrario, la de Una fácil aplicación del mismo, 
          vía integración económica o vía apertura 
          al mercado externo. En el fondo, la estrategia de respuesta persigue 
          precisamente como objetivo revalorizar el mercado externo frente a las 
          corporaciones internacionales ávidas de mercados, y para ello 
          el Estado recurre a obtener el máximo provecho de su inalienable 
          derecho a conceder el acceso, a tal mercado.
 Que tan importante como la estrategia, de respuesta, es organizar 
          una capacidad permanente de análisis del comportamiento concreto 
          dé las corporaciones extranjeras, en el país y de los 
          efectos de tal comportamiento en. relación con los objetivos 
          perseguidos. Este análisis no puede prescindir del conocimiento 
          sobre el comportamiento global de dichas corporaciones, ya que de tal 
          forma, se completaría el cuadro para detectar la estrategia de 
          adaptación de las corporaciones, frente a la denominada estrategia 
          de respuesta de los estados. Nuestra propuesta significa entonces una clara preferencia por el establecimiento 
        de un sistema nacional de control de las corporaciones internacionales. 
        Por cierto, dicho sistema podrá adoptar una dimensión regional 
        en el caso de un grupo de Estados que encaran un proceso de integración 
        y qué en función del mismo establecen una política 
        común de inversión extranjera y de transferencia de tecnología. 
        La inserción de un país en un esquema de integración 
        no sólo aumenta su poder de negociación a través 
        de la ampliación del mercado, sino que en caso de existir planificación 
        regional de inversiones posibilita la concertación de acuerdos 
        entre el grupo de estados por un lado y las empresas multinacionales interesadas 
        en operar en un determinado sector por el otro. Ello permitiría 
        la realización de sistemas de producción, integrados a nivel 
        multinacional, en que se contemplen los intereses de unos y otros. [32] ¿Significa ello negar la importancia de un sistema internacional 
        de control? [33] Entendemos al respecto que las distintas propuestas de 
        tal tipo de control no han resuelto aún en forma satisfactoria 
        la pregunta de ¿quién controla al que controla? Existen 
        en tal sentido dos posibilidades: la primera, que el control de quien 
        controla sea democrático e intervengan en el mismo todos los Estados; 
        la segunda, que dicho sistema refleje en cambio la actual estratificación 
        internacional y por tanto sea controlado por las grandes potencias. En 
        el primer caso, es muy probable que el sistema será inefectivo. 
        En el segundo, es seguro que no será funcional al interés 
        de los listados del segmento sur. La mayor debilidad del régimen internacional de control reside 
        en el hecho de que resultaría difícil definir el objetivo 
        perseguido o el interés defendido con tal control. ¿Se controlaría 
        en nombre de un supuesto interés público internacional? 
        ¿Y quién definiría entonces dicho interés 
        público? ¿Las grandes potencias? ¿Todos los Estados? 
        Entendemos que para que un sistema de control sea útil es fundamental 
        saber para que se quiere controlar. Y por el momento entendemos que esa 
        definición sólo puede obtenerse a nivel nacional, o eventualmente 
        regional en el marco de un proceso de integración. Sin embargo, cabe rescatar de las propuestas de un sistema internacional 
        sobre las corporaciones internacionales, la función informativa. 
        Entendemos que la recopilación y publicación constante de 
        información sobre cuáles son las corporaciones, cómo 
        se organizan, cómo actúan, qué técnicas utilizan, 
        etc., constituiría una fuente de apoyo de extremado valor para 
        los países del segmento sur que decidieran aplicar su propia estrategia 
        de control de las corporaciones. Quede en claro: contribuiría al 
        buen funcionamiento de un sistema nacional o regional de control, pero 
        jamás sustituiría su necesidad. Un aspecto importante de una acción internacional o regional en 
        este campo ha de ser entonces -en nuestra perspectiva-todo cuanto signifique 
        incrementar la capacidad de control por parte de los Estados nacionales, 
        incluso -por cierto- de los "exportadores" de empresas multinacionales. 
        Ello involucra un problema de organización estatal y de conocimiento 
        acerca de cómo y por qué actúan las grandes corporaciones 
        en el plano internacional. Acciones de este tipo permitirían además legitimar las 
        medidas racionales que puedan adoptar los países del segmento sur 
        en función de su interés nacional, sin que ello dé 
        lugar a condenas basadas en "racionalidades económicas" 
        interesadas. Este tipo de condenas han sido utilizadas para debilitar 
        el frente externo, y también el interno, de quienes han asumido 
        la responsabilidad política de encarar el problema de las corporaciones 
        internacionales en los términos planteados más arriba [34]. Quizá es aquí donde quienes están preocupados en 
        los países muy industrializados por las relaciones Norte-Sur, encontrarán 
        un campo de acción que puede tener un gran valor para el mejor 
        entendimiento entre las dos categorías de países. Esta acción 
        adoptaría la forma concreta de demostrar que las políticas 
        seguidas por los países en desarrollo no siempre son irracionales, 
        y que por el contrario en casi todos los casos se basan en precedentes 
        de los propios países industrializados. III. ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
 Creemos que todo esfuerzo que se realice para comprender mejor las relaciones 
        Norte-Sur, y la razón misma de la existencia de este tipo de bisegmentación 
        internacional, será de gran valor. Sólo así será 
      posible identificar medidas de acción concreta.
 Es en el contexto de las relaciones Norte-Sur que cobra todo su significado 
        el problema de las corporaciones internacionales. Aislar el fenómeno 
        de lo que es la estructura del sistema internacional significaría 
        negarse a penetrar en la raíz política del problema. Entendemos que sólo se podrá innovar en materia de relaciones 
        Norte-Sur en la medida que los países del Sur comprendan que son 
        ellos quienes deben defender sus intereses. En forma conjunta o aislada. 
        O en ambas si es posible. Para ello no deben temer desarrollar una estrategia 
        de confrontación. Siempre que ella sea racional y suponga un conocimiento 
        apropiado de los límites de quienes son débiles. No todos 
        los países del segmento sur lo harán. Pero es obvio que 
        los demás no pueden esperar a los que se niegan a entrar en la 
        historia.  La confrontación no excluye el diálogo. Al contrario lo 
        supone. Pero lo que sí sería inimaginable es diálogo 
        en el caso de que los países del segmento Sur no tengan vocación 
        de poder. En tal caso, seguiría siendo monólogo aun cuando 
        tuviera apariencias de diálogo. Tampoco excluye la presencia de ideales. De un lado y de otro. Lo que 
        excluye es la ingenua creencia de que los países se mueven exclusivamente 
        en función de ideales. Habrá realmente diálogo entre 
        los países Norte-Sur cuando el mismo, sin excluir la presencia 
        de ideales, se plantee en términos de intereses. Por cierto que 
        de intereses recíprocos. Lo que sí sería positivo es que la relación Norte-Sur 
        excluya incongruencias. Por ejemplo, la de invocar principios internacionales 
        no respetados para justificar amenazas de usó de fuerza militar 
        contra países del segmento sur que desarrollen una agresiva estrategia 
        de revalorizar sus productos primarlos, o para condenar la aplicación 
        de políticas en materia de inversión extranjera o de transferencia 
        de tecnología, similares a las usadas desde hace años por 
        los países industrializados. Es cierto que el analista político no puede desconocer que las 
        incongruencias en las relaciones internacionales son un hecho. De un lado 
        y otro. Son un instrumento de acción. Pero el intelectual tiene al menos el deber de ponerlas en evidencia. |