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  Félix Peña

NEWSLETTER SOBRE RELACIONES COMERCIALES INTERNACIONALES
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COMERCIO EXTERIOR Y NEGOCIACIONES COMERCIALES EN EL 2006:
Oportunidad para una agenda de largo plazo en la inserción externa del país.


por Félix Peña
Enero 2006


Como lo hiciéramos el año pasado (ver este Newsletter, enero 2005), este comienzo de año es un buen momento para reflexionar sobre desafíos y oportunidades que condicionarán la proyección futura del comercio exterior argentino y, en general, de la inserción económica externa del país.

La idea central es que, bien aprovechado, el 2006 puede ser un año propicio para concertar una agenda de largo plazo, que permita avanzar en un necesario salto cuantitativo y cualitativo en las relaciones económicas internacionales de la Argentina.

Al respecto, los siguientes parecen ser factores que pueden contribuir a la construcción de una visión común de nuestra sociedad, sobre su inserción competitiva en un mundo marcado por una intensa e implacable dinámica de cambio. Son factores que deberían permitir ser cautelosamente optimistas sobre el horizonte futuro.

El principal factor es que el país -y no sólo su economía- ha comenzado a superar las peores secuelas de la traumática experiencia de la debacle del 2001 y comienzos del 2002. Puede afirmarse entonces que estarían dadas condiciones internas mínimas para construir hacia delante y tornar así sustentable la tendencia al crecimiento económico. Esto es, lograr que quienes tienen que tomar decisiones de inversión productiva tengan confianza en el futuro económico de la Argentina. Por lo demás, puede suponerse que éste será un año en el que las energías del país no estarán concentradas en un proceso electoral. Las elecciones presidenciales son recién hacia el final de 2007.

Otro factor es que el entorno económico internacional -si bien con fuertes nubarrones y con tendencias a la volatilidad, donde lo imprevisto puede aparecer en cualquier momento - permite también ser relativamente optimistas con respecto al comercio exterior argentino. Si bien se prevé menor crecimiento del comercio mundial, las expectativas siguen siendo favorables en cuanto al precio de productos básicos y al papel motor que desempeñan las economías asiáticas y, en particular, la de China.

Y un tercer factor importante, es que parece existir ahora una percepción más clara sobre las condiciones que se requieren para generar un cuadro de inserción externa, que sea favorable al crecimiento de la economía argentina y que sea sostenible en el largo plazo. Entre otras, se pueden destacar tres condiciones relevantes. La primera es la de convencer a los inversores -propios y externos- que el país puede ofrecer un marco de seguridad jurídica y, a la vez, perspectivas de crecimiento económico sostenido. La segunda es la de lograr mantener un fuerte ritmo de aumento y diversificación de las exportaciones, que permita continuar expandiendo las importaciones, especialmente de aquellos bienes de capital e insumos necesarios para ampliar y modernizar la capacidad productiva. En tal sentido, es positivo el renovado esfuerzo que procura efectuar la Cancillería argentina en la promoción comercial externa (ver al respecto, la información sobre las 260 misiones que están programadas para este año, incluyendo las que se realizarán con instituciones empresarias y las de la Fundación Export-ar, diario Clarín, edición del miércoles 11 de enero de 2006, página 14). Y la tercera condición es - como resultante de las dos anteriores -, la de generar un cuadro propicio para la creación de empleo productivo y para aspirar a mejor satisfacer las expectativas de bienestar de la sociedad, en todos sus sectores y, en particular, los de menores ingresos.

Parece ser entonces el 2006 un año en el que, en su relación con el mundo, un objetivo prioritario del país debería consistir en dar pasos firmes en una dirección ambiciosa: esto es, alcanzar un objetivo 2015, que sería el de una Argentina que haya dejado atrás un largo período de comportamientos económicos erráticos y de marcada frustración de sus ciudadanos (ver al respecto, el análisis efectuado en este Newsletter en enero 2005).

Las condiciones necesarias para poder concretar un salto cuantitativo y cualitativo sostenible en la inserción económica externa del país son conocidas: por un lado, la estabilidad a nivel macro -no sólo económica - y la transformación a nivel micro -en todos los planos, estos es, el de los comportamientos de empresas e individuos, y el de la incorporación sistemática del progreso técnico -junto a una obsesión por su compañero de ruta inevitable en la modernidad, que es la calidad-, y por el otro, un correcto diagnóstico de los márgenes de acción que el país tiene en el mundo y en la región.

En este último plano, parece razonable abandonar una propensión histórica a lecturas voluntaristas sobre nuestro lugar en mundo. Como hemos señalado en otras oportunidades, una aproximación realista a objetivos ambiciosos y sostenibles en la inserción externa de la economía argentina, implica tener presentes algunos rasgos que hoy la caracterizan.

Un primer rasgo a retener es el de la diversificación del comercio exterior del país - como también el del origen de los flujos de inversión directa externa y los de tecnologías -. La Argentina es un "global trader", ya que por su destino y origen los flujos comerciales se distribuyen en forma relativamente proporcional entre distintas regiones del mundo.

Otro rasgo relevante, es que el país es predominantemente un tomador y no un formado de reglas de juego de la competencia económica global - es decir, que no es un "global placer" -. Ello se manifiesta especialmente, en su baja participación en el intercambio global -del orden del 0.4% del total en el caso de los bienes -. Sólo pocos productos de origen local son relevantes en el comercio mundial global - ejemplos conocidos son los del complejo oleaginoso, los tubos de acero y los limones, sin perjuicio de otros que incluso en el pasado fueron muy relevantes, como la carne bovina.

Y un tercer rasgo, es que el país se destaca más como consumidor que como generador de progreso técnico: importa tecnologías y exporta pocos bienes con valor agregado intelectual. Por muchas décadas no se ha hecho el suficiente esfuerzo científico y tecnológico, como para aspirar a ser percibido como foco relevante en la modernización tecnológica mundial, salvo contadas excepciones. No hubo en la segunda mitad del siglo pasado, ningún equivalente funcional a lo que significó, por ejemplo, Sarmiento y su aporte a la educación pública concebida como factor de movilización y de cohesión de una sociedad emergente nutrida de fuertes corrientes de inmigración.

En la inserción económica externa de la Argentina, los objetivos estratégicos parecen ser ahora claros. Por un lado, preservar y en lo posible acentuar la diversificación de regiones y países con los que se interactúa en el comercio y en las inversiones. Por el otro, acrecentar la relevancia del país en los mercados mundiales con el aporte de bienes y de servicios valorados por su calidad - es decir, con fuerte valor percibido - y, por ende, aumentar su capacidad para incidir en la formación de reglas de juego de la competencia económica global - enhebrando coaliciones y alianzas comerciales estables con otras naciones e incentivando la internacionalización de sus empresas, incluso a través de su inserción en redes productivas transnacionales -.

Sin perjuicio que, por definición, tal estrategia implica no descuidar ningún país por pequeño que sea -incluso en estos casos, su ABC1 puede ser un objetivo, por ejemplo y entre otros, para productos alimenticios diferenciados de origen argentino-, parecería recomendable concentrar los esfuerzos en tres frentes externos prioritarios.

El primero es el de los países del denominado Grupo de los 20. Si bien es un grupo centrado hasta ahora en cuestiones financieras - en la actualidad lo integran Ministros de Finanzas y Presidentes de Bancos Centrales -, los países que lo componen representan lo esencial del producto bruto, de la población y del comercio mundial. De ahí la propuesta de Fred Bergsten y de Jan Boyer en el sentido que los Estados Unidos deberían tornar al grupo en eje prioritario de su diplomacia económica internacional (ver al respecto, Fred Bergsten, "The United States and the World Economy: Foreign Economic Policy for the Next Decade", Institute for Internacional Economics, Washington 2005). Incluso es un grupo que - de ampliarse sus objetivos conforme a la propuesta Bergsten - podría desempeñar un papel clave en el caso que, según sea la evolución futura de la Rueda Doha, se confronte en algún momento la necesidad de concebir nuevos mecanismos de articulación de consensos en la producción de las reglas que rigen el comercio internacional. Lo integran los países del denominado G8 -Estados Unidos, Unión Europea, Japón, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Italia Canadá y Rusia - y otros once países que son Argentina, Australia, Brasil, China, India, México, Arabia Saudita, Sudáfrica, Corea del Sur, Turquía e Indonesia. Hay por cierto otros países relevantes, pero en este grupo además se encuentran los que integran las coaliciones dominantes en las negociaciones financieras y comerciales internacionales, entre ellas, el otro G.20 de fuerte incidencia en los intentos por desatar los nudos agrícolas de la actual Rueda Doha.

El segundo frente externo es el de los países del "triángulo atlántico", esto es, el conformado por las interacciones entre los Estados Unidos y Canadá, la Unión Europea y los del sur americano -en especial, la Argentina, Brasil y Chile, el tradicional ABC -. A través de la historia es el espacio que más incidencia ha tenido en el desarrollo de la Argentina y sus naciones vecinas. En la perspectiva argentina, es el ámbito dominante en sus flujos de comercio, tecnología e inversión directa extranjera. Los países que lo integran tienen además, una voz determinante en la evolución de las negociaciones agrícolas en la Organización Mundial del Comercio.

Finalmente, el tercero es el del Mercosur y del espacio sudamericano. Es central en la perspectiva del comercio de productos manufacturados y de servicios de la Argentina, pero sobre todo lo es en relación a cuestiones vinculadas con la energía, el desarrollo de la infraestructura física y la seguridad. Son dos espacios superpuestos, con infinidad de vasos comunicantes, que requieren de aproximaciones de geometría variable y de múltiples velocidades. Ambos tienen identidad y agenda propia. Pero ambos comparten también los elementos de identidad y las cuestiones relevantes de sus respectivas agendas. No tiene sentido concebirlos como opciones excluyentes.

En una perspectiva argentina, los tres frentes mencionados tienen algo en común: la presencia del Brasil. El enfoque sugerido permite colocar la alianza entre la Argentina y el Brasil, en una perspectiva más compleja que la que suele predominar. Es precisamente la común pertenencia a esos tres frentes de acción externa, la que otorga toda su importancia a la idea estratégica del trabajo conjunto entre las dos naciones. El objetivo fundamental tiene que ser el potenciar la capacidad recíproca de participar activamente en el escenario global -competencia económica y negociaciones comerciales internacionales- y en el escenario regional -seguridad y estabilidad democrática-. Elementos centrales de esta alianza estratégica binacional son: una efectiva y significativa preferencia económica en materia de bienes, servicios, compras gubernamentales e inversiones; reglas de juego y disciplinas colectivas que se cumplan, y una visión compartida de desafíos que se plantean en los múltiples espacios globales y regionales. Compartida no significa idéntica. Significa sí una cierta lealtad mutua.

En función de estos frentes prioritarios y de otros también relevantes, surgen algunas prioridades para la tarea de concertar en el 2006 una estrategia de inserción externa de la Argentina.

Una primera prioridad, es la de profundizar un amplio consenso democrático en torno a una agenda nacional de estabilidad macro y de transformación micro -en ambos casos, en todos planos y dimensiones- y en torno a cómo mejor organizarse - tanto en el plano gubernamental como en el empresario - a fin de proyectarse con comportamientos comerciales ofensivos en el mayor número de países posible y, en particular, en los que se encuentran en los tres ejes de inserción económica externa antes mencionados. Al respecto cabe tener en cuenta que los casos exitosos de países que cambiaron profundamente su inserción en la economía mundial en las últimas décadas - y China es el último y más relevante ejemplo - lo han hecho generando una sinergia intensa entre la acción gubernamental, la empresaria y la del complejo académico-científico y tecnológico. Es decir, lo han hecho que como la resultante de una acción social concertada en todos los planos y no sólo de esfuerzos aislados y desarticulados.

Otra prioridad es la de contribuir activamente a que la Rueda Doha culmine al menos en un escenario de éxito intermedio, esto es, quizás bastante menos que un escenario de máxima -por ejemplo en materia de subsidios agrícolas-, pero mucho más que uno de fracaso -que podría arrastrar consigo al propio sistema de la OMC-. Este primer cuatrimestre del año será crucial a fin de que en la Ministerial de abril próximo en Ginebra, puedan definirse las posibilidades de concluir en plazos razonables con las actuales negociaciones (ver al respecto este Newsletter del mes de diciembre 2005).

Y una tercera es la de sincerar la relación con el Brasil y la construcción del Mercosur, colocando su necesario rediseño en función de un horizonte de futuro, a fin de capitalizar lo ya logrado y de fortalecer los rasgos esenciales de la alianza estratégica antes mencionados.

El hecho que la Argentina ejerce este primer semestre del año la Presidencia pro-tempore del Mercosur, brinda una oportunidad para impulsar iniciativas que permitan consolidar y profundizar los acuerdos enhebrados en la última Cumbre de Montevideo.

Además, en ejercicio de tal Presidencia, el país podrá desempeñar un papel importante en el proceso de preparación y en el desarrollo de la próxima Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, a realizarse en Viena los días 11 y 12 de mayo próximo, esto es pocos días después que se hubiera realizado la reunión antes mencionada de la OMC en Ginebra.

Será ésta, además, una ocasión para abrir una nueva etapa en la relación birregional con la Unión Europea, incluyendo la concreción del postergado acuerdo de asociación estratégica con el Mercosur y la definición del protagonismo conjunto en la última etapa de la Rueda Doha o, en el peor de los casos, en la apreciación sobre cursos de acción alternativos ante un eventual fracaso de la reunión de abril en Ginebra.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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